miércoles, abril 16, 2008

Creatividad

Siempre he rechazado la idea de escribir como si fuera un trabajo. En esto he seguido la doctrina implícita de Nietzsche de que uno debiera escribir solamente cuando le fluyera de dentro de manera natural, por una especie de imperativo biológico, sea el resultado más o menos artístico. Sin embargo soy consciente de las limitaciones de este planteamiento.

Edison, cuando hablaba de su ciencia, decía que tenía un 1% de inspiración y un 99% de expiración, esto es, de trabajo. Pero la luz (de su bombilla) la alumbró ese 1%. Y Dovstovieski, a quien pongo como ejemplo por considerarle el mejor escritor de todos los tiempos, era un gran trabajador de sus tramas y sus personajes. Aunque tiendo a creer que era su misticismo epiléptico la esencia de su literatura.

¿Acaso debemos apostar por los talleres de escritura?. Ese el extremo que rechazo. Y al hacerlo soy consciente de que estoy inclinándome por el otro, que cargo las tintas en el genio, en lo innato, y rechazo hasta cierto punto lo ambiental, lo adquirido, y, en especial, lo aprendido.

El estudio del cerebro y la mente, sede y forma respectiva del alma creadora (y de la otra), arroja datos a favor de una y otra hipótesis: la del aprendizaje de la creatividad y la de su adquisición por la vía hereditaria.

Así, por ejemplo con la música, los múltiples casos de personas con amusia estudiados revelan cómo hay un componente genético nada desdeñable en la falta de oído, y los escáneres muestran, por otro lado, cómo los músicos profesionales desarrollan en mayor medida la corteza motora en los dedos con los que tocan sus instrumentos.

La gimnasia mental, pues, tiene efectos, porque el cerebro es moldeable en ciertos aspectos y en determinada medida, al menos en la neocorteza.

No obstante, no puede desdeñarse el cerebro emocional, particularmente para la creación artística o científica. La motivación emerge de las emociones, de esa moral natural que etiqueta como buenos o malos los estímulos y experiencias complejas sin que nuestra racionalidad tenga palabra alguna que oponer o con la que matizar. ¿Qué es lo que impulsa al creador, sea este escritor, comediante, pintor, escultor, arquitecto, científico, cineasta....etc?. El impulso nace de dentro y de lo profundo, del cerebro emocional. Y este no es tan moldeable como la neocorteza, sino más bien dado de serie. Así pues mi conclusión es clara, se perfila cierta: la llama que enciende la caldera del creador, pequeñita, habita en el centro de sus cerebro, y vino con él al mundo. A partir de ella, con trabajo, es posible crear el calor de una obra. Sin ella las vivencias permanecen frías, por mucho que trabaje la caldera de la mente. Ahora bien, la llamita sin caldera puede provocar un incendio incontrolado, o apagarse silenciosamente y no producir nada. Y el trabajo también requiere –y muy especialmente- motivación, emoción. La ecuación no es sencilla, y menos aún si introducimos en ella el ambiente y las experiencias y evaluamos el resultante diseño cibernético.

Las vírgenes vestales de nuestra creatividad velan por que nuestra pequeña luz no se apague durante nuestra vida, si bien no siempre logran que esta pase de una generación a la siguiente. En cualquier caso es un hecho constatable que todos somos, en mayor o menor medida, creativos. La creatividad es una de las cualidades que caracteriza a nuestra especie. Pero entre nosotros hay una considerable diversidad, y notables diferencias, que no deben ser pasadas por alto ni pueden ser subsanadas con esfuerzos ni voluntarismos.

3 comentarios:

Váitovek dijo...

Esto me recuerda Carros de Fuego:Frente al concepto olímpico de los elegidos de los dioses, las viejas familias de Oxford, el judío esforzado que !hasta entrenaba! Ahora nos es fácil burlarnos, pero todos sabemos que la gloria esforzada es menos gloria que la regalada por los dioses.

Germánico dijo...

Quizás eso que dices suceda porque la esforzada parece, en cierto sentido, al alcance de cualquiera. No me acordaba de Carros de Fuego. La fui a ver de pequeño al cine y no capté los matices. Pero en la realidad los judíos suelen estar más dotados por su Dios único, al menos en creatividad y genio.

Anibal Monasterio Astobiza dijo...

Un pequeño matiz. Son las viejas familias de Cambridge. Los atletas son del college: Caius and Gonville, aunque parece que el consejero historico o quien les relato las centenerias tradiciones de oxbridge no acerto al filmar una tradicion ( la de correr por el perimetro del jardin [court] del Trinity College antes de que den las doce) en el colegio equivocado (el Caius and Gonville)