jueves, junio 12, 2008

Hacer de tripas cerebro

Por encima de toda otra consideración o circunstancia y por debajo de todo proceso o comportamiento, lo que un organismo necesita para sobrevivir es un balance energético favorable. Esa es la suprema economía de la que se derivan, a veces por torcidos caminos, todas las demás. De cómo el cerebro llegó a convertirse en un medio indirecto para obtener ese balance positivo se especula hoy en día desde bastantes ángulos –con ese mismo cerebro. Pero al margen de las circunstancias que propiciaron la selección de un cerebro grande, lateralizado y con un prominente lóbulo frontal, lo evidente es que un órgano así tenía –y tiene- un elevado coste energético. Según algunos cálculos generalmente reconocidos, consumimos el 20% de la energía obtenida por los alimentos en el cerebro. Eso significa que nuestro cerebro hipertrofiado es algo demasiado caro para ser un simple lujo de la evolución. No se trata de una fruslería, sino de una eficaz herramienta para desenvolverse con éxito en un ambiente adverso, y lograr sobrevivir lo suficiente para dejar descendencia.

Pero, en una economía tan ajustada como lo es la “economía de la naturaleza” (Haeckel dixit), ningún coste adicional se logra si no es con ingresos adicionales. Como dice José Enrique Campillo Álvarez en su obra “El Mono Obeso”, de la que ya hablé en otra ocasión para otro tema:

La cantidad de energía que un organismo puede introducir en forma de alimentos no es ilimitada. Depende en gran parte de la dificultad de conseguir unos alimentos de elevada calidad energética y de la capacidad de digerirlos. En cualquier caso, sea mucha o poca la energía que se ingiere cada día, esas calorías hay que repartirlas para permitir el funcionamiento de los diferentes órganos y sistemas que componen el organismo en su totalidad....La energía debe dar para todos, y si alguno de esos sistemas gasta más de la cuenta, hay que quitárselo a otro; pero si el cerebro gasta demasiado ¿a quién se lo quitamos?.

En 1891, Sir Arthur Keit enunció que en los primates existe una relación inversa entre el tamaño del cerebro y el del intestino: “Un primate no puede permitirse tener a la vez un sistema digestivo grande y un cerebro también grande”. En 1995, L.Aiello y P.Wheeler completaron este principio formulando la llamada “Hipótesis del órgano costoso”. En ella se establece que, dado que el cerebro es uno de los órganos más costosos desde el punto de vista metabólico, un aumento del volumen cerebral sólo sería posible a cambio de reducir el tamaño y la actividad de otro órgano con similar consumo de energía. ¿Pero cuál es este órgano? El otro sistema que consume tanta energía como el cerebro es el aparato digestivo. El intestino puede reducirse a lo largo de la evolución porque su tamaño, en una determinada especie, depende de la calidad de la alimentación que esa especie ingiera. Una alimentación de alta calidad es la que se digiere con facilidad y libera mayor cantidad de nutrientes y energía por unidad de trabajo digestivo invertido.

En resumen, que tomando más carne y pescado y menos fibras se pudo empequeñecer nuestro intestino, lo que permitió el aparente despilfarro energético de un cerebro grande. Hacían falta más ingresos energéticos, o de mejor calidad (mayor energía por cantidad ingerida, en definitiva) para que el balance energético de nuestro organismo siguiese siendo favorable mientras desarrollábamos nuestro cerebro que, sin duda, debió de aportar considerables ventajas según se iba desarrollando para obtener esos ingresos energéticos cada vez mejores.

4 comentarios:

Iñigo Azcorra dijo...

Buenas Germanico. No estoy de acuerdo con algun punto:

1º “Un primate no puede permitirse tener a la vez un sistema digestivo grande y un cerebro también grande”

Podria permitirselo perfectamente, el unico requisito es que la energia asimilada sea mayor o igual a la consumida.

Ni siquiera es indispensable que un organismo sea no herbivoro (digestion menos abultada) para que se encuentra inmerso en un juego competitivo que incentive la inteligencia.

Germánico dijo...

Bueno, la frase que criticas no es mía, sino de Sir Arthur Keit, citada por J.E.Campillo.

Creo de todas formas que es cierta, al menos dentro de las restricciones impuestas por los ambientes ancestrales que formaron nuestro entorno evolutivo.

Iñigo Azcorra dijo...

Desde otra perspectiva. Lo que pasa es los siguiente, un ejemplo:

Conducir una moto implica tener un casco y viceversa. Tener una moto implica llegar puntual al trabajo y viceversa.

¿Por que llega uno puntual al trabajo?

Aºporque tiene casco
Bºporque tiene moto

El casco es una observacion, mientras que la mota es una relacion causal.

Voy a dar otra cita:

"Un paquidermo con la trompa larga no puede permitirse tener las orejas pequeñas"

Cuando lo oportuno seria decir:

"Un paquidermo debe de refrigerar su temperatura para poder alcanzar un tamaño tal que sea indispensable desarroyar una larga trompa para beber agua"

Sino sabemos la relacion causal no COMPRENDEMOS porque algo es asi.

Por otra parte el que un sistema digestivo grande consuma mas energia que uno pequeño no representa una relacion causal suficiente.

Germánico dijo...

Si Ministro, correlación no implica causalidad, pero en este caso la correlación parece indicar algo, acaso un tercer factor que explique ambas diferencias. Se ha observado en todos los primates: mayor cerebro, menor aparato digestivo. También se ha medido el consumo de energía de ambos sistemas y se ha comprobado que es elevado. Parece sugerente la explicación....

Un saludo.