viernes, noviembre 08, 2013

Ojos para ver y piernas para andar


Hace años discutía con un amigo acerca de la evolución biológica y la selección natural, recuerdo que él me preguntó; “Si es cierto que se da la selección natural, ¿quién o qué es el que selecciona? ¿Quién es el agente selector?”



 Me gustaría pedir al lector que respondiese con "verdadero" o "falso" a las siguientes afirmaciones. Son solo nueve, no llevará más de unos pocos segundos contestar a todas ellas.

¿Está el recuento hecho? ¡Perfecto! Continuemos con el texto y después descubriremos el resultado.

 La ciencia (y su tan necesaria divulgación) ha sido la responsable de muchos cambios en mi particular cosmovisión. Saber que vivimos en una galaxia perdida en mitad de ninguna parte, o que nuestro sol es una enorme esfera de hidrógeno en una constante explosión nuclear, son datos que, para mí, no tienen precio. Sin duda alguna, una de las ideas más revolucionarias de la ciencia, y de las que más han hecho cambiar nuestra visión del cosmos, es la teoría de la evolución. Hoy la teoría de la evolución es un conglomerado de ideas que trabajan armoniosamente juntas, pero en su corazón continúa latiendo la piedra basal puesta por Darwin; la selección natural.

 Más de 150 años después de la publicación de “El origen de las especies”, la teoría de la evolución continúa sin ser entendida o aceptada por gran parte de la población. ¿Cómo una idea tan sencilla puede ser tan difícil de entender? ¿Por qué es tan difícil pensar en términos evolutivos?

 Uno de los principales motivos es evidente, las mitologías religiosas chocan frontalmente con las conclusiones científicas derivadas de la teoría evolutiva. Pero, al menos en mi opinión, ahí no acaba el problema. La selección natural ha sido mal divulgada durante muchos años, y aún continúa siéndolo. La tan repetida “selección del más fuerte”, así como la errónea idea de que en la naturaleza solo existen crueldad y violencia (atribuidas ambas a la selección natural), son conceptos que comenzamos a superar. Hoy sabemos que la moral tiene un origen natural, y que la selección natural tiene más que ver con la reproducción que con una lucha sangrienta entre bestias salvajes. Pero continuamos haciendo razonamientos erróneos, pues no nos hemos adaptado totalmente al cambio de paradigma necesario.

Pongamos un ejemplo:
 
“Las barbas de las ballenas están diseñadas para alimentarse filtrando el agua”

Es ésta una forma de expresarse muy común, incluso entre eminentes biólogos evolucionistas. Un “diseño” es proyecto de futuro, o el resultado de éste. Muy probablemente esta forma de hablar sea parte de los escombros de una visión del mundo que requería un diseñador. ¿Deberíamos preocuparnos por ello? Probemos a cambiar la frase;

“Las barbas de las ballenas están seleccionadas para alimentarse filtrando”

Esta es la estructura gramatical que esperaríamos encontrar, y de hecho encontramos, en casi todos los textos científicos que puedo imaginar. ¿Están en verdad las barbas de las ballenas seleccionadas para algo? ¿Hay en la naturaleza algún rasgo que se haya seleccionado para realizar una función determinada? La respuesta es no. La preposición “para” implica una finalidad futura, y en la evolución biológica no hay finalidades futuras.

 Nosotros, como los organismos sociales que somos, vemos causalidad e intencionalidad por todas partes. Quizás sea por eso que nos resulta tan difícil invertir el pensamiento (usando la expresión de D. Dennett). Es muy fácil pensar que las ballenas tienen barbas para filtrar, e increíblemente difícil ver que realmente tienen barbas porque con ellas filtran. Aplicar nuestra forma de pensar “social”, es la opción fácil, pero no la correcta.

No tenemos ojos para ver, ni piernas para andar, tenemos ojos porque vemos, y piernas porque andamos.

 Ver y andar ha sido importante para nuestros antepasados y por eso podemos hacerlo, pero no había ningún plan evolutivo previamente previsto para ello. Por supuesto, sí que usamos las piernas para andar pero no podemos decir que las tengamos para ese fin. Esto puede parecer baladí, pero ni mucho menos lo es. Nos indica que usamos un razonamiento teleológico cuando hablamos de evolución biológica, una forma de pensar mucho más cómoda que aquella, difícil y retorcida, que llamamos “invertir el pensamiento”, o “pensar en términos evolutivos”.

 Es probable que el lector esté pensando que “tenemos ojos porque vemos” enlaza con “vemos porque tenemos ojos”, cayendo en lo que parece ser un peligroso razonamiento circular. En ese caso, hágase examinar la vista, porque estamos tratando de la evolución biológica, el cambio de las poblaciones de organismos con el paso del tiempo, de mucho tiempo. El círculo se rompe cuando comprendemos que tanto el “ver” como los “ojos” han cambiado con el paso de las generaciones. No se trata de un círculo sino de una cadena.

 Ahora podemos volver a las preguntas iniciales ¿Cuántas hay correctas? Ninguna lo era. Unas nos parecen erróneas de forma obvia (ya hemos superado aquellos tiempos en los que el sol salía para nosotros), otras, sin embargo, no tanto, y ello se debe a la intencionalidad que inconscientemente atribuimos a la selección natural. Aun no nos hemos adaptado totalmente al cambio de pensamiento que requiere la evolución biológica, ni siquiera los biólogos.

 Al divulgar hay que usar un lenguaje claro y sencillo, pero no incorrecto. Estoy absolutamente seguro de que la mayor parte de los científicos que utilizan estas expresiones conocen perfectamente el funcionamiento de la selección natural. Pero, descuidando el lenguaje estamos haciendo mucho daño a la divulgación de la ciencia, y a la comprensión de la teoría de la evolución. Hagamos un esfuerzo por eliminar la teleología de nuestros textos, conferencias y documentales, y conseguiremos con ello que el pensamiento evolucionista sea más fácil de entender para todos.

 No tenemos ojos para ver, ni tampoco piernas para andar.

Tay. (@Biotay)

13 comentarios:

Germánico dijo...

He respondido a todas que "falso", pero admito que he tenido dudas en algunas....en parte porque pensé que un cuestionario ha da haber una proporción, aunque sea pequeña, de cada tipo de respuesta -sesgo estadístico, y en parte porque algunas me ofrecían verdaderas dudas -sesgo teleológico.

Muy buena explicación de lo que sin duda es un sesgo cognitivo, que el que el lenguaje y la cultura indudablemente han reforzado, y en parte creado.

Germánico dijo...

Admito que este post da fuerza a los argumentos presentados en el anterior de Santiago.

Tay dijo...

Gracias Germánico.

Es una idea que expuse en mi libro, pero siempre me quedó la sensación de que debía hacerle más hincapié, de otra forma no llegaría a extenderse. Es un meme incómodo.

Germánico dijo...

No sería una mala idea hacer un estudio como los de Kahneman/Tversky con un cuestionario de ese estilo, tanto entre personas legas en la materia evolucionista como entre profesionales del campo o de campos muy estrechamente relacionados, así como profesionales cualificados en otras áreas de la ciencia (ingenieros, físicos, matemáticos...), y ver que resultados daba.

La cuestión última a responder es: ¿existe un sesgo cognitivo teleológico en el ser humano? Estamos hablando naturalmente, de naturaleza humana. Lo que venga de la cultura es un asunto a valorar conjuntamente.

Masgüel dijo...

"La preposición “para” implica una finalidad futura, y en la evolución biológica no hay finalidades futuras."

Confundes un principio metodológico con una preferencia metafísica y la transformas en dogma. Es uno de los errores más extendidos entre la comunidad científica. La ciencia no puede aceptar argumentos teleológicos porque resulta incontrastable cualquier hipótesis que sitúe en el futuro la causa de los fenómenos observados.

También es muy habitual atribuir características psicológicas (como intenciones) a las causas finales. Una tendencia, la orientación de una gráfica sobre los cambios en el tiempo de esta o aquella característica de la naturaleza, salvo que hablemos de conducta animal, no implica impulso, deseo, ni intención. Resulta chocante, por ejemplo, que los defensores de una naturaleza determinista, algorítmica, rechacen las causas finales, cuando en su cosmovisión el futuro es un destino inexorable. No deberían aceptar diferencia alguna al situar la fuente de la legalidad natural en las condiciones iniciales o en las condiciones finales del universo (la diferencia entre una naturaleza determinista inercial y una naturaleza determinista proyectiva). Y asumir, por tanto, que solo aceptamos eventos pasados como causa los fenómenos porque recordamos el pasado y no el futuro.

Pero la gracia de darse cuenta de que negarse a aceptar argumentos teleológicos es solo un principio metodológico es que te permite considerar la posibilidad de la evolución de los procesos naturales muestre una tendencia observable, un incremento en el tiempo de su complejidad y diversidad, no sea un accidente local sino, como decía Prigogine, una muestra local del "papel constructivo" del tiempo en sistemas alejados del equilibrio termodinámico. Los fenómenos neguentrópicos siguen siendo un ingrediente con mal sabor en el guiso mecanicista. Solo empezamos a considerar un cambio en nuestros principios metodológicos cuando la necesidad obliga y la rentabilidad convence. Las causas finales asomaron la nariz en en los modelos científicos con los atractores en sistemas dinámicos caóticos. Si la elaboración teórica no asumiera el reto de confrontar los principios ontológicos y epistemológicos que en cada época domina una disciplina, nos habríamos perdido, entre otros logros, casi toda la física del siglo XX. La suerte de las causas finales en nuestra imagen del mundo está por ver, pero me extrañaría que, del mismo modo que hoy aceptamos una tendencia universal al desorden a medida que el universo se enfría, aceptemos del mismo modo que lo hace produciendo estructuras locales crecientemente complejas y diversas.

Recomiendo esta conferencia de David Eagleman, un buen estímulo para descalcificar certezas:

http://www.youtube.com/watch?v=LENqnjZGX0A

Germánico dijo...

Masgüel, conviene no hacer atribuciones. Es una tendencia muy humana que tenemos que tratar de corregir al hacer ciencia. Podemos empezar por no atribuir al cosmos ni a la naturaleza un sentido. Es lo más razonable, al menos con ésta razón imperfecta de la que disponemos.

Ana di Zacco dijo...

Yo creo que con frecuencia confundimos el "por qué?" con el "para qué?". El primero tiene un matiz que proviene del pasado (selección natural de pavos con cola más hermosa) mientras que el para qué implica una noción implícita de futuro o sensación al menos de futuro (y ello implica que alguien o algo debe "saber" que el futuro -y por tanto el tiempo- existe).
En cuanto al "sentido de las cosas" diría que está íntimamente relacionado o bien con los porqués si miramos hacia el pasado, o bien con los para qués si miramos hacia el futuro.
Quizá el misterio más difícil de digerir sea que nada tiene mucho sentido, más allá de nuestra propia necesidad de que lo tenga, y más allá de que para encontrar uno usemos o una cosa u otra.
Saludos.

Pitiklinov dijo...

Excelente post Tay!
Estoy de acuerdo con todo lo que comentas y con el diagnóstico pero veo muy complicado el tratamiento de este problema
Y la causa es lo que tú mismo comentas y lo que menciona Germánico: que somos organismos sociales y que tenemos una mente social con unos sesgos cognitivos que no se arreglan conscientemente. Es decir, aunque sepamos que las dos rayas de la ilusión de Muller-Lyer son iguales seguimos viendo una más larga que la otra.
Para nosotros tiene perfecto sentido la causa final de Aristóteles y decir que la causa de que exista una estatua es "para adornar el templo", es decir, que un acontecimiento futuro es la causa de algo en el presente. Ya sabemos que la Naturaleza no tiene un cerebro social que anticipa el futuro y que está diseñado para ver intenciones en el entorno y que no hay finalidad para ella, pero va a ser muy difícil no expresarnos de esa manera ( y al expresarnos así corremos el riesgo de pensar así, claro)
Pero cambiar eso es como pedirnos que hablemos de atrás adelante o algo similar, sería tratar de introducir una precisión científica en el lenguaje humano que no está pensado para hacer ciencia.
Para poneros un ejemplo de lo que quiero decir os voy a copiar, de un libro que estoy leyendo, una aclaración del propio Darwin sobre lo que quiso decir con Selección Natural. Se había criticado este nombre porque implica una "agencia" alguien que "elige", como cuenta Tay al principio de la entrada, y Darwin dice:
selección natural es un atajo para "la tendencia a la preservación( debido a la dura lucha por la vida a la que todos los seres orgánicos en algún momento o generación están expuestos) de cualquiera, la más mínima variación en cualquier parte, que sea del más mínimo uso o favorable para la vida del individuo que ha variado de esa manera: junto con la tendencia a su herencia"
Quiero decir que el uso del lenguaje implica compromisos y después de lo explicado por Darwin más arriba bienvenida sea "selección natural".

Hugo dijo...

Comparto la crítica de Masgüel. Algo así estoy tratando de argumentar en mi libro.

En cualquier caso, enhorabuena por tu "ópera prima" en el blog, Tay ;o)

Saludos.

Manu dijo...

Eres un "crack" ;-D

Memecio dijo...

Aclarador artículo. Gracias, Tay.

Santiago Sánchez-Migallón dijo...

¿Por qué será que siempre tengo razón? Es bromilla. Bienvenido Tay, solo faltabas tú por aquí.

Tay dijo...

Perdonad por la tardanza en contestar...

Germánico

Lo he pensado muchas veces, llegué a proponerlo para hacerlo en la universidad. Pero con más maldad, pretendía comprobar la idea que la gente tiene de la teoría de la evolución. Como preveía un resultado terrible, decidí no hacerlo... por eso de evitar respuestas furibundas.

Masgüel

Sustituye en la frase que has seleccionado "finalidades futuras" por "intencionalidad" es más acorde con el mensaje que quiero transmitir.

Llevo dándole vueltas a tu frase: "La ciencia no puede aceptar argumentos teleológicos porque resulta incontrastable cualquier hipótesis que sitúe en el futuro la causa de los fenómenos observados" y te aseguro que no la entiendo. Quizás entendamos dos cosas distintas por teleología, o algo se me escapa en tu argumento. A la ciencia no se le escapa el comportamiento de los seres vivos, seres vivos con intenciones de cara al futuro.

Otra cosa es pretender que la evolución tenga una finalidad en si misma, algo muy distinto a una tendencia predecible.

PD: ¿Queda algún determinista de Laplace en el mundo? Pensaba que estaban extinguidos

Ana

Así lo veo yo, esa continua necesidad de dar sentido a todo lo que nos rodea... Nos comportamos como animales sociales con todo, incluso con la existencia misma. Hasta tratamos de averiguar para qué estamos en el mundo. "El sentido de la vida" lo llaman algunos, ¡yo estoy convencido de que es una película de los Monty Python! y tengo pruebas, a diferencia de los otros.

Usamos nuestras cabezas para predecir el futuro, como bien sabe cualquier aficionado a los efectos ópticos, y eso nos dificulta el pensamiento en algunos ámbitos.

Pitiklinov

Ciertamente es muy difícil hablar de evolución dejando a un lado nuestra naturaleza social. Pero creo que se puede, con esfuerzo (mucho me temo), pero sacrificando soltura y una fácil comprensión por parte del lector no acostumbrado.

Pero me pregunto cuánto perdemos en cuanto a comprensión haciendo uso de un lenguaje tan imperfecto.

Hugo, Manu, Memecio y Santiago

Gracias :)
Bueno gracias a todos por vuestros comentarios