viernes, marzo 21, 2014

Acosadores: repensando la igualdad sexual

igualdad 
Cuando yo andaba en edad escolar y más tarde en el instituto ya había acosadores, se trataba de los gallitos de pelea que existen en todas las aulas y en todos los entornos educativos. La diferencia con los de hoy es que entonces no había chicas en clase y es por eso que los acosadores nos acosaban a los demás chicos, a la buena gente por así decir, a los que cumplíamos las reglas y no nos metíamos con nadie.
Y además en aquel entorno había una serie de reglas no escritas que se cumplían a rajatabla, cuando alguien maltrataba a otro niño habia siempre un fuerte protector que nos salvaba y que solia decir:
- ¿Por qué no te metes conmigo, valiente?
Dando a entender que el tamaño, la fuerza y la edad debían medirse siempre en igualdad de condiciones con alguien de similares fuerzas. Es así que se inhibía el natural impulso biológico de los chicos a abusar de los más pequeños, los más débiles o vulnerables, los diferentes, los gordos o simplemente de aquellos que despreciábamos la bronca.
Había otra regla no escrita que nunca vi ser violada: las chicas eran intocables. En aquel tiempo éramos así de discriminadores, no estaba bien visto abusar de las chicas.
Aunque chicos y chicas andábamos en distintas aulas, participábamos del mismo edificio y lugares de ocio fuera colegio o instituto, de modo que había espacios para encontrarse fuera y dentro del propio colegio, pero en mi vida de colegial o bachiller no vi nunca a ningún chico abusar de ninguna chica. Era simplemente impensable, algo de poca hombría como se decía entonces.
El panorama en la actualidad ha cambiado desde que hemos terminado con la "segregación" de chicos y chicas. Aquellos acosadores ahora espian a las chicas en el retrete, les dan balonazos, les bajan las bragas en el patio o en cualquier pasillo, les pegan, empujan o muerden por no hablar del acoso que sufren en Internet y que conocemos bien por la prensa. Dicho de otra manera: las tratan como iguales más débiles, es decir como a hombres. Hemos terminado con la discriminación.
Antes de seguir con mis argumentos me gustaría intercalar un axioma sobre la conducta masculina: "El abuso, la intimidación y la amenaza son parte del repertorio de tácticas empleadas en situaciones competitivas de los hombres". Dicho de otra manera el cerebro masculino está cableado para la rivalidad con otros machos, es decir para la rivalidad intrasexual.
Algo que podemos ver crudamente en las interacciones de los chicos en la escuela y luego más sutilmente en otras escalas como en el mundo del trabajo, del deporte o explicitamente en la guerra. La pregunta que viene a continuación es ésta: ¿por qué los hombres desvían hacia las mujeres esa hostilidad cableada para lograr un puesto en la jerarquía de los hombres? ¿Qué ha sucedido para que las rivalidades intrasexuales se proyecten en rivalidades extrasexuales y se conviertan en ese acoso detestable que algunos hombres llevan a cabo son sus parejas?.
Necesitaríamos ahora un pequeña lección de etología y  ver como se las arreglan otros animales para ahuyentar a sus competidores y conseguir reproducirse, es por eso que les recomiendo lean este post sobre "Violencia de género en el acuario".

Decía allí que:
El viejo mecanismo de transformación de la agresión intrasexual en agresión extrasexual parece haberse debilitado en nuestra especie, como casi todas las inhibiciones parecen haberse transformado en prescripciones sociales, si atendemos a los casi diarias noticias sobre agresiones en el hogar con resultado de muerte.
Una de las razones de este debilitamiento es que ya no existen depredadores  específicos de nuestra especie que puedan ritualizar la defensa común del territorio que es al parecer uno de los mecanismos que hacen de las parejas de pececillos de Lorenz una parejas fieles y eternos compañeros, la reorientación de la agresión (Tinbergen 1969) o su desplazamiento es uno de los rituales que amortiguan la agresión sexual.

Otra razón es que las mujeres han dejado de ser consideradas "intocables" y han pasado a verse como rivales intrasexuales en una especie de ceguera sexual  De hecho la mayor parte de agresiones de hombres hacia mujeres se realizan por hombres que ocupan un bajo lugar en la jerarquía social, los vencidos o perdedores en la competencia agonística con otros hombres son los adultos más peligrosos para las mujeres.

Tratan a las mujeres como si fueran hombres más débiles que ellos y ejercen con ellas la particular venganza de su derrota masculina.

Del mismo modo sucede en la escuela, los niños acosan a las niñas porque son mas debiles que ellos. No hace falta decir que la violencia siempre se ejerce de arriba abajo, del fuerte al débil, del grande al pequeño, del macho a la hembra, del igual al diferente.
Kingsley Browne es un profesor de leyes que además de eso incorpora ciertas intenciones de psicólogo evolucionista en sus trabajos y que ha escrito una serie de artículos y de libros esenciales para comprender el tema del acoso, sobre todo en el ambiente laboral del que es, por su profesión, experto.
He traducido (de mala manera y del inglés) estos párrafos del trabajo abajo citado para que el lector tenga noticia de las ideas del tal Browne:
Y que comienza con una declaración polémica y en cierto modo provocadora: "Los hombres acosan sexualmente a las mujeres, porque ya no son sexistas".

Una desafortunada consecuencia del número cada vez mayor de mujeres que se incorporan a la fuerza laboral y trabajando codo a codo con los hombres es el creciente número de casos de acoso sexual. ¿Por qué el acoso sexual es una consecuencia necesaria de la integración sexual de los lugares de trabajo?

Kingsley R. Browne identifica dos tipos de casos de acoso sexual: el quid pro quo ("Tienes que dormir conmigo si quieres mantener su trabajo o ser promovida") y el "ambiente hostil" (el lugar de trabajo se considera demasiado sexualizado para que los hombres se  sientan seguros y cómodos). Mientras que las feministas y los científicos sociales tienden a explicar el acoso sexual en términos de "patriarcado" y otras ideologías, Browne localiza la causa última de los dos tipos de acoso sexual en las diferencias de sexo en las estrategias de apareamiento.
Los estudios demuestran inequívocamente que los hombres están mucho más interesados ​​en el sexo ocasional a corto plazo que las mujeres. En un estudio ya clásico, el 75 por ciento de los hombres universitarios abordados por una atractiva mujer extraña acordaron tener relaciones sexuales con ella, algo que ninguna de las mujeres que fuera abordada por un extraño , hizo.
El quid pro quo (el pago en especies laborales) son manifestaciones de un mayor deseo de los hombres para el sexo ocasional a corto plazo y su disposición a utilizar todos los medios disponibles para lograr ese objetivo. Las feministas afirman con frecuencia que el acoso sexual  "no se trata de sexo, sino de poder," Browne sostiene que ambas cosas se dan a la vez: los hombres usan el poder para asegurarse el sexo y las mujeres usan el sexo para adquirir poder.  Pero decir que es sólo cuestión de poder no tiene más sentido que decir que la causa de un robo de un banco es a causa de las armas, no por el dinero.
Casos de acoso sexual de la variedad "entorno hostil" de las diferencias de sexo en lo que los hombres y las mujeres perciben como "demasiado sexual" u "hostil" de comportamiento. Muchas mujeres se quejan de que  han sido sometidas a malos tratos, intimidación y trato degradante por parte de sus compañeros masculinos. Browne señala que mucho antes de que las mujeres entraran en la fuerza laboral, los hombres se sometían unos a otros para ese trato abusivo, intimidatorio y degradante. No se trata pues de un fenómeno nuevo sino de una fusión entre dos programas atávicos el de la dominancia y el sexual.
Abuso, intimidación y la degradación son parte del repertorio de tácticas empleadas en situaciones competitivas de los hombres. En otras palabras, los hombres no están tratando a las mujeres de manera diferente a como tratan a otros hombres  pero legalmente sucede lo contrario: los hombres acosan a las mujeres precisamente porque no hay discriminación entre hombres y mujeres.

Bibliografía.-

2 comentarios:

José Luis dijo...

¿Y qué sugieres que haya discriminación? No veo claros los argumentos y me parece que partes de una premisa impresionista y muy subjetiva basada en los recursos. La verdad esperaba algo más sólido. See you

Antonio J. dijo...

¿No te parecería José Luis, que bastaría con dejar de negar la desigualdad?
La desigualdad en sí misma simplemente constata la existencia de diferencias que permiten agrupar en este caso individuos para su mejor comprensión.

La discriminación eleva esas diferencias accidentales a categoría prescriptiva, es decir al ámbito del "deber ser" lo que no puede menos de considerarse intolerable.

Asustarse ante la desigualdad o pretender negarla confundiendo además sus nítidos perfiles es no sólo miope sino tristemente acientífico, por más que el paradigma dominante insista en esa absurda equiparación.