domingo, mayo 18, 2014

Conciencia y Evolución II. Homo psychologicus


¿Cómo conozco el camino de todas las cosas?
Por lo que hay dentro de mí
-Lao Tsé, Tao Te Ching 

Nicholas Humphrey
Veíamos en la entrada anterior las preguntas sobre la conciencia, pero los expertos entrevistados por Susan no nos aclaraban prácticamente nada, aunque hay ideas interesantes por aquí y por allá en el libro, y terminábamos sumidos en una decepcionante confusión. Apuntábamos a una forma interesante de enfocar el problema basada en la biología evolucionista, y alejándonos de filósofos dualistas y otras opciones, como que la conciencia ha existido siempre y forma parte de los componentes básicos del Universo. Por contra, nuestro enfoque consiste en asumir que la conciencia y el yo son “diseño”, es decir, adaptaciones o subproductos creados por la selección natural (directa o indirectamente, eso importa menos). Más concretamente, la conciencia, la subjetividad y la introspección son características de los animales sociales, por lo tanto, su origen habrá que buscarlo en las demandas de la vida social.  Así que nuestro punto de partida es que la selección natural creó la conciencia, porque cumple alguna función que ayuda a la supervivencia y reproducción (o está ligada a alguna función que ayuda a la supervivencia y  reproducción)… y que esa función está relacionada con la vida social, el problema es saber cuál es.

Una respuesta la encontramos en el libro del psicólogo Nicholas Humprey , Consciousness Regained, y supongo que desarrollada en libros posteriores que ha escrito este mismo autor sobre la conciencia, aunque yo voy a comentar la hipótesis que plantea en este libro.
Para Humphrey, los humanos somos psicólogos naturales, nacemos con la habilidad de anticipar la conducta de otros miembros de la especie. La criatura introspectiva que somos actualmente tiene su origen en las circunstancias de la vida social del hombre primitivo. El formar parte de una comunidad compleja donde hay que salir adelante individualmente, pero a la vez sosteniendo a los demás, es el caldo de cultivo en el que se gestan dos desarrollos paralelos de la mente humana. El primero de ellos es la inteligencia social, para moverse por el laberinto de la vida social el ser humano tenía que anticipar las acciones de los demás, calcular las jugadas y contrajugadas de las relaciones interpersonales. Además, la evidencia para realizar esos cálculos es efímera y cambiante, cambia continuamente por nuestras propias acciones. Cada movimiento admite una rama de posibles respuestas dando lugar a árboles complejísimos de decisiones. La inteligencia necesaria para navegar el mundo social es incomparablemente mayor que la que se necesita para tratar con el mundo físico, o incluso con los depredadores. Pero inteligencia solamente no es suficiente. Antes incluso de que los seres humanos pudieran hacer esos cálculos de la vida social, para saber a dónde les conduce su propia conducta y la de los demás, debían adquirir un conocimiento profundo de esa criatura extraña sobre la que tenían que hacer los cálculos: el propio ser humano. Debían averiguar cómo es el ser humano, cómo reacciona y qué le mueve. Es decir el hombre inteligente tuvo que convertirse además en Homo psychologicus, tenía que hacer psicología lo quisiera o no, y esa habilidad no es cualquier cosa, es algo más difícil que la Física. 

Por lo tanto, el hombre primitivo tuvo que encontrar una manera de predecir la conducta humana y la tesis de Humphrey  es que la solución que encontró la naturaleza a este problema fue dar a cada miembro de la especie el poder y la inclinación a usar un privilegiado retrato de sí mismo como modelo de lo que es ser otra persona. Lo que el psicólogo natural que es el ser humano es capaz de hacer es entrar con la luz de su experiencia subjetiva en las mentes de los demás. Esta idea ya la expresó Thomas Hobbes:

“Dada la similitud de las pasiones y pensamientos de un hombre con los pensamientos y pasiones de otro, cualquiera que mirara dentro de sí mismo y observe lo que hace cuando piensa, opina, razona, desea, teme, etc., y en base a qué, será capaz de leer y conocer cuáles son los pensamientos y pasiones de los otros hombres en ocasiones similares.”

Esta capacidad de auto-observación es una conciencia de ser consciente, una “conciencia reflexiva”, en terminología de Humphrey. Esta conciencia en su grado máximo es exclusiva del hombre aunque en grados menores aparece en mamíferos altamente sociales. Y en la mayoría de los lugares del mundo tiene la misma forma. La psicología natural del ser humano es muy parecida en todos los lugares y, si la resumiéramos, sería algo así:

“ Asociado a mi cuerpo existe un espíritu, consciente de su propia existencia y de su continuidad en el tiempo. Este es el espíritu (mente, alma…) que yo llamo “Yo”. Entre los principales atributos que este “Yo” posee están estos: Yo puedo actuar, Yo puedo percibir, y Yo puedo sentir. Este “Yo”, que es el que ejecuta mi voluntad, es el que causa mis principales acciones corporales: si deseo que mi brazo se levante, se levanta; si quiero que mis labios hablen, mis labios hablan…Es el “Yo” el que percibe el mundo exterior, el que huele, oye y ve; y es el “Yo” el que, dentro de los límites de mi cuerpo, siente las emociones y las pasiones. Es el “Yo” el que sufre, al que le duele, el que se consume por los celos…Pero, además de todo esto, el “Yo” tiene deseos y aspiraciones. Y esas cosas a las que aspiro son dictadas por mis emociones y pasiones presentes y pasadas. Cuando me duele, quiero aliviar ese dolor, cuando tengo miedo quiero encontrar seguridad y cuando estoy celoso quiero vengarme. Funcionando como un Yo unitario planifico mis acciones en relación a lo que me dicen mis percepciones acerca de los probables efectos. Yo trato de satisfacer los deseos o aspiraciones que mis estados emocionales han despertado”.

Este tipo de historia tan raro no nos lo parece así porque es muy familiar a todos nosotros. Muchos filósofos y científicos han dicho que esta historia no tiene sentido y no es cierta, pero la realidad es que funciona, la historia del yo interior ha funcionado y la prueba es que todos los hombres del mundo la utilizan. Si no funcionara, probablemente habría desaparecido. Y digo que funciona refiriéndome a que sirve para predecir la conducta de otros seres humanos. Al hombre primitivo una descripción del cerebro en términos de neuronas, electricidad y sinapsis no le habría servido de nada. Sin embargo la historia del yo interior de la conciencia reflexiva nos permite mirar en nuestro interior y saber así lo que hay en el interior de las otras mentes. Si hay humo cuando hay fuego en mi casa, y veo un humo saliendo de la casa de un vecino eso me permite deducir que hay fuego también en aquella casa. 

Muchos expertos han dicho que el cerebro realiza un especie de modelo o simulación de la realidad. Pero cuando la naturaleza se enfrentó al problema de modelar o simular una parte concreta de la realidad (la conducta de los semejantes) el truco que encontró fue la introspección: fue posible para un individuo desarrollar un modelo de la conducta de los demás por analogía con su propio caso, y los hechos de su propio caso fueron accesibles para él por medio del examen de su propia conciencia. No hace falta insistir en que la realidad del hombre y otros animales sociales es una “realidad social” y que su éxito reproductor depende de cómo se las apañe en ese mundo de amigos, enemigos, compañeros sexuales, etc. Por lo tanto, la capacidad de simular la conducta de los demás es fundamental para la supervivencia y reproducción. La supervivencia del ser humano dependía de su capacidad de hacer psicología, de convertirse en Homo psychologicus.
(continuará…)

@pitiklinov

Referencia



16 comentarios:

Miquel dijo...

¿No es esto lo que en la actualidad se conoce como Teoría de la Mente, y que aparece en humanos a partir de los 3 o 4 años?
Saludos

Pitiklinov dijo...

Sí, efectivamente, son ideas muy parecidas, con matices, como ese aspecto de ver la conciencia como un arma para manipular a los demás, que no se suele señalar así. Lo que no entiendo es por qué a la gente no le parece ningún misterio la Teoría de la Mente pero sí la conciencia...

Masgüel dijo...

"el hombre primitivo tuvo que encontrar una manera de predecir la conducta humana y la tesis de Humphrey es que la solución que encontró la naturaleza a este problema fue dar a cada miembro de la especie el poder y la inclinación a usar un privilegiado retrato de sí mismo como modelo de lo que es ser otra persona."

Es un camino de ida y vuelta y probablemente arranca en sentido contrario. Porque el retrato que cada cual hace de sí mismo, a su vez, es resultado de un aprendizaje social, del modelo que supone la conducta de los demás. Oxana Malaya, uno de los casos más recientes de niño ferino, fue criada entre perros y se comporta como un perro. Las neuronas espejo nos permiten empatizar con los sentimientos de los demás y asociarlas a conductas concretas por imitación. Por eso el relato de la identidad personal depende del contexto cultural.

Pitiklinov dijo...

Estoy de acuerdo, eso mismo dice Ramachandran al que espero dedicar una entrada de esta mini-serie sobre la conciencia

Santiago Sánchez-Migallón dijo...

Aunque es una buena línea de investigación seguimos sin poder solucionar el problema de la redundancia de la consciencia. Podemos sacar algunas pistas del porqué de la autorreflexión, pero ¿de la consciencia?

Un programa de ordenador podría tener representaciones de estados propios y predecir perfectamente la conducta de otros, podría tener teoría de la mente, sin ser consciente de absolutamente nada. ¿Para que la consciencia?

Masgüel dijo...

Santiago, un ordenador se puede programar para cambiar de rutina a partir del output de rutinas previas, o de cualquier otra entrada de datos. También puede calcular probabilidades para el abanico de opciones y de acuerdo a los parámetros que especifique su programa. Pero no deja de ser un ábaco muy sofisticado. La posición de las piezas en cada barra carece de contenido semántico sin el sujeto que opera con ellas y las interpreta como resultados numéricos. El ábaco no se representa nada.

El problema duro de la conciencia es averiguar cómo, no para qué. Rodolfo Llinás ofrece una respuesta muy sencilla a esta última pregunta. Los animales son conscientes porque se mueven. El tejido del sistema nervioso central integra en una conducta coherente y adaptativa sus aferencias sensoriales y motoras. No sabemos cómo emerge ese ámbito unificado de experiencia, pero sabemos dónde está el interruptur. Si dañas el tálamo, the game is over. Sabemos que el tálamo es el cruce de caminos que discrimina los estímulos que precisan atención y los que podemos manejar en modo automático (el modo automático del ser humano también es simbólico, pero dejemos eso para otra ocasión). "Para qué" es una buena pregunta porque pone encima de la mesa un aspecto que la biología no ha podido reconciliar con una imagen mecánica de la naturaleza. Una función biológica es un "para algo". Algo fallaba en aquella imagen. En mi opinión, Terrence Deacon nos ofrece en su último libro una forma de entender las funciones biológicas, incluída la conciencia, como procesos teleodinámicos, orientados a fines (por si te apetece meterte en esos berengenales http://tlcentre.sfu.ca/archive/lecture-series/2012/2012-09-14_mecs_dream_colloquium-h).

Pitiklinov dijo...

Santiago, en la próxima entrada voy a desarrollar un poco la tesis de Humphrey con el ejemplo de la ceguera visual y creo que se acerca a intentar responder a lo que planteas ( otra cosa es que nos convenza...)
La hipótesis de Llinas me parece superinteresante, Masgüel. Recuerdo que vi un video de él ( probablemente lo pusiste tú y el hombre es flipante...)
Yo estoy centrado en la causa última. Cómo hace la conciencia el cerebro, el mecanismo, es otro problema. Pero si entendemos aunque sea en parte el para qué, por qué presiones selectivas surgió la conciencia creo que es un logro.
¿Por qué? Sobre todo porque convierte un misterio en un problema. El planteamiento que hace Humphrey, y que a mí me gusta, es decir que la conciencia es diseño, producto de la selección natural, por lo tanto no es un "élan vital espiritual raro"que flota por ahí, ni otras cosas como las que dice Chalmers, y que su origen tiene que ver con la vida social. Me parece mucho, más allá de que todavía tengamos que trabajar los detalles. Creo que muchos filósofos no están dentro de estas coordenadas y con transmitir esta idea yo me quedaría contento.
En cuanto a ordenadores, robots y zombies ya sé que no nos gusta pero no somos más que unos maravillosos robots programados por la selección natural.

Santiago Sánchez-Migallón dijo...

Para nada está resuelto concluyentemente el "para qué". ¿No podríamos construir máquinas que hagan lo mismo que los seres conscientes sin ser conscientes? Si podemos (y en muchos campos parece que sí podemos) no se entiende por qué la evolución selecciono la consciencia. Si no podemos, entonces la consciencia tiene un fin.

Masgüel:

1. No está tan clara la imposibilidad de que una máquina pueda tener semántica. Tú das por concluyente el argumento de la caja china de Searle cuando no lo es. ¿Qué entiendes por semántica? En función de cómo respondas, tendremos máquinas semánticas o no. Yo creo que tenemos algunas.

2. Entiendo representación como, sencillamente, volver a re-presentar información del medio. Una cámara de fotos tiene capacidad de representación. Otra cosa, muy diferente, es ser consciente de tal representación, en lo cual, las máquinas cero patatero.

Pitiklinov dijo...

No he dicho que esté resuelto el para qué o por qué, pero planteamientos como el de Humphrey nos enseñan que no es imposible en principio dar con él, que tenemos un problema, no un misterio irresoluble. En cuanto a la otra pregunta lo mejor que puedo decir es lo que he expuesto en el capítulo III que publicaré enseguida.

En cuanto a que si hiciéramos una máquina que fuera consciente de que ve, de que tiene miedo, de que está enfadada o deprimida, etc, yo creo que sería indistinguible de nosotros, eso es lo que somos nosotros (aunque nos guste pensar que somos especiales y nosotros tenemos un soplo divino)

Masgüel dijo...

"¿No podríamos construir máquinas que hagan lo mismo que los seres conscientes sin ser conscientes?"

¿Y qué significa en ese contexto "hacer lo mismo"?. Empecemos distinguiendo entre un robot tal como lo entendemos hoy (una máquina controlada por una computadora) de un ser vivo artificial, un animal artificial y una persona artificial. El segundo ha de ser intencional. El tercero, consciente. La cuarta, simbólica.

"Si podemos (y en muchos campos parece que sí podemos) no se entiende por qué la evolución selecciono la consciencia. Si no podemos, entonces la consciencia tiene un fin."

Lo que planteas es si la conciencia (y la pregunta es aplicable a todas las propiedades o funciones emergentes) es epifenómeno o tiene poder causal.

"No está tan clara la imposibilidad de que una máquina pueda tener semántica. Tú das por concluyente el argumento de la caja china de Searle cuando no lo es."

Estaré encantado de rectificar si me ofreces un contraargumento convincente.

"¿Qué entiendes por semántica? En función de cómo respondas, tendremos máquinas semánticas o no. Yo creo que tenemos algunas."

Una máquina semántica debe ser capaz de interpretar símbolos. Nuestras computadoras no hacen tal cosa. Somos nosotros los que introducimos e intepretamos los símbolos. El programa compilador se limita a traducir los comandos o líneas de código en apertura y cierre de circuitos electrónicos, sin comprender su significado.

"Entiendo representación como, sencillamente, volver a re-presentar información del medio. Una cámara de fotos tiene capacidad de representación. Otra cosa, muy diferente, es ser consciente de tal representación, en lo cual, las máquinas cero patatero."

A mí me parece más clarificador distinguir entre estímulo y representación. El estímulo es equiparable a una entrada de datos. Una computadora no necesita representarse de ninguna manera la entrada de datos. Dices que una cámara de fotos representa información del medio. Sin el sujeto que la contempla, una placa fotográfica no representa el medio. No vuelve a hacerlo presente ante instancia alguna, del mismo modo que tu sombra no representa el contorno de tu cuerpo si nadie la mira.

Como ves, dejo algunas de tus preguntas sin contestar. Creo que Terrence Deacon lo hará mucho mejor. Sobre la teleología de los seres vivos, en la conferencia que enlacé más arriba. Sobre el poder causal de la conciencia y de las propiedades emergentes en general, en la tercera sesión de las charlas que enlacé en el hilo anterior.

Masgüel dijo...

Deacon usa el término representación como información "sobre algo". Ese es el sentido que tú le das. Pero él añade que es información "para alguien". El problema es que Deacon no distingue a la hora de usar término entre agentes intencionales como los modelos de sistemas autocatalíticos y autocontenidos que usa para explicar el origen de la vida, los animales conscientes y las personas. Yo creo que los animales conscientes manejan representaciones icónicas y las personas manejamos representaciones simbólicas. Las plantas y las bacterias no manejan representaciones.

P.D. Por no liarla más de la cuenta, damos por buena esta forma hablar de representación, como si en tu blog no nos hubiésemos puesto de acuerdo hace unos días sobre lo inadecuada que resulta esa epistemología basada en la metáfora del espejo.

Santiago Sánchez-Migallón dijo...

Masgüel:

Vale, te respondo a lo de la semántica. Lo que yo afirmaba en mi blog con respecto a la teoría del espejo es que la representación no tiene por qué tener nada en común con lo representado, sino que había que entender la representación de otra manera, a saber, como mera información útil para la acción.

En este sentido, si yo tengo un robot que es capaz de esquivar un objeto porque recibe información de la ubicación de tal objeto, está teniendo un tipo de "representación pragmática" del objeto. Por lo tanto, es capaz de representación aunque no tenga un "yo" consciente. Basta con que exista un agente intencional (que sigue objetivos) para que pueda existir representación.

Con la semántica, te pongo un ejemplo. A finales de los años 60, Terry Winograd creó a SHRDLU, un programa que tenía un notable manejo del lenguaje natural para hablar de un micromundo hecho de formas geométricas simples (pirámides, cubos, etc.). SHRDLU era capaz de realizar acciones elaboradas dentro de ese micromundo, comprendiendo propiedades de los objetos. Sabía que si ponía un cubo encima de una pirámide, el cubo se caería. Sabía que un cubo podía apilarse encima de otra forma geométrica que tuviera una superficie superior plana y más grande que el objeto en cuestión, etc. ¿Qué razones tendríamos para decir que SHRDLU no tenía cierta semántica acerca de su mundo? SHRDLU comprendía exactamente igual que nosotros las reglas que rigen la colocación en el espacio de diversos polígonos. ¿Qué tengo yo que no tenga él a la hora de operar en su mismo contexto?

Santiago Sánchez-Migallón dijo...

Pitiklinov:

Sí, si estoy completamente de acuerdo contigo. Lo del para nada enfatizaba tus reflexiones acerca de Humprey. La consciencia ha de explicarse a la luz de la evolución y, efectivamente, somos máquinas con emociones.

Masgüel dijo...

"la representación no tiene por qué tener nada en común con lo representado, sino que había que entender la representación de otra manera, a saber, como mera información útil para la acción"

Y estamos de acuerdo, pero te falta añadir "información útil para alguien". Ese "alguien", el agente intencional, es quien falta en la computadora.

"es capaz de representación aunque no tenga un "yo" consciente"

Si no es para un sujeto consciente, yo no lo llamaría representación. Un termostato reacciona ante los cambios de temperatura de acuerdo al programa que lo controla, pero no se representa la temperatura de ninguna manera. Es una mera cuestión terminológica, pero el sistema nervioso central no es mero resorte de estímulo y respuesta. Nuestro cuerpo pone en funcionamiento una miríada de tales resortes, pero no nos damos cuenta. Solo nos damos cuenta de aquellos estímulos que requieren un tipo de conducta específica. Exigen nuestra atención para elegir y valorar. Sin ella, no somos capaces de realizarla. Ese es su poder causal y hacia ese tipo de consecuencias hay que dirigir la atención a la hora de buscar el para qué de su necesidad.

"¿Qué razones tendríamos para decir que SHRDLU no tenía cierta semántica acerca de su mundo?"

Razones para decir que no la tiene, me faltan. No soy programador. Motivos para dudarlo, me sobran. ¿Es lo mismo una conciencia simbólica generada por un cerebro capaz de aprender, que la simulación de sus resultados mediante un algoritmo informático?. ¿Cómo se las apaña un programa para lidiar con la ambigüedad?. No puede hacer otra cosa sino explorar el ancho del espacio muestral que le proporciona una base de datos y calcular la probabilidad de cada resultado. Un cerebro no funciona así.

"SHRDLU comprendía exactamente igual que nosotros las reglas que rigen la colocación en el espacio de diversos polígonos."

Eso es lo que pongo en duda.

Masgüel dijo...

Mi objeción más importante a una máquina semántica programada es la tesis de Quine sobre la indeterminación de la traducción y el holismo semántico. Los proyectos de convertir el significado en algoritmo se basan en la suposición, en mi opinión, ingénua, de la posibilidad de una traducción literal. La exploración estadística ofrece resultados notables, por su velocidad para cotejar inmensas bases de datos, como Watson jugando a jeopardy. Pero esa una simulación no es una conciencia simbólica artificial. Watson no entiende las preguntas que le hacen, ni las respuestas que ofrece.

Santiago Sánchez-Migallón dijo...

Masgüel:

Es que tenemos máquinas más sofisticadas que las que pareces suponer.

En primer lugar, con respecto a la representación, a mí no me hace falta un "yo" o una "persona" para que exista representación. Solo necesito un agente intencional, es decir, un mecanismo, sistema, proceso, etc. que funcione siguiendo objetivos. Un termostato sí se representa información si entendemos representación como utilización de información para realizar una acción. Re-presentación es, sencillamente, repetición de algo que "está afuera" para hacer algo. Un termostato lo hace.

Por semántica entiendo, a grosso modo, "ser sensible al contexto", es decir, saber cómo se utilizan ciertos significados dependiendo del entorno. Por ejemplo, decir "buenos días" para saludar tiene sentido cuando nos encontramos con cualquier conocido, pero no tendrá sentido hacerlo en mitad de una misa en una iglesia, ya que allí se exige respeto y silencio. Pues bien, podemos diseñar computadoras que tengan en cuenta estas cosas. Tenemos máquinas que manejan la ambigüedad, que extrapolan y que se mueven bien en contextos diferentes. Es difícil y solo se han dado algunos pasos pequeñitos, pero partiendo de la definición que he dado, tenemos máquinas que lo hacen. La división tajante que hace Searle entre sintaxis y semántica es demasiado radical.

Estoy de acuerdo contigo en que una máquina que solo opera "por fuerza bruta" como Watson y sus bases de datos, no comprende nada. Solo sabe ser un "buen bibliotecario" que busca con precisión etiquetas y referencias. Pero, como te digo, no solo tenemos sistemas de fuerza bruta, hay un montón de cosas más.

Y es que creo que se ha mistificado muchísimo el hecho de comprender algo. Se ha pintado la comprensión como una cualidad maravillosa única de los sapientísimos humanos y, por lo tanto, casi inaccesible a la ciencia; cualidad más de dioses que de hombres. Yo creo que es algo mucho más sencillo.