domingo, agosto 17, 2014

¿Qué es el lenguaje humano?

La importancia del lenguaje en la conducta humana siempre ha sido admitida por todos los interesados en su comprensión. Sin embargo, los problemas que han surgido en su estudio han sido múltiples, lo que ha facilitado la creación de conclusiones excesivamente simplistas, lo que no ha favorecido en nada al conocimiento de su compleja realidad. Sus causas son varias y, aún hoy en día, no son reconocidas por todos. Tenemos:

El lenguaje nace de la interacción social. ¿Qué es el lenguaje?
- La principal de todas es la falta de una interdisciplinariedad amplia y bien articulada, que aplicar a su estudio.
- Cierto criterio de independencia teórica no bien definida, pero vinculante con los estudios sobre el lenguaje. Aunque no se acepta plenamente se trata el lenguaje como si fuera una cualidad propia y exclusiva de los seres humanos pero independiente de las otras cualidades humanas. El lenguaje tendría sus genes que evolucionaron a lo largo del género Homo, siendo favorecidos por presiones adaptativas de variados e indemostrables fundamentos.
- Criterios de estudio muy restringidos a cada ciencia que lo trate, pues utilizan solo las formas que su disciplina les ofrece. Muchas veces el uso de varias disciplinas es casi causal, o utilizando criterios teóricos ampliamente difundidos pero que se ajustan poco a los continuos avances que otras ciencias pueden ofrecer.

En los medios paleontológicos y arqueológicos, que son los que más lo han relacionado con los procesos evolutivos, es donde más limitaciones teóricas han existido. En general, se limitaron a usar sus particulares los métodos y herramientas, ignorando durante muchos años los grandes y trascendentales aportes que ofrecían todas las demás ciencias, entre las que destaca la Psicología (p. e. Belinchón et al. 1992), la integración teórica estaba prácticamente ausente. En este contexto, es fácil asumir que siempre hayan existido problemas para comprender la globalidad del proceso psicobiológico y evolutivo que representaba el lenguaje en las sociedades humanas.

Se ha trabajado mucho, y aún se sigue haciendo, sobre las características evolutivas del sistema fonador y neurológico, pero en sus aspectos anatómicos, pues son los que dejan huella en los fósiles. Se utiliza un criterio tradicional de la evolución, al razonar que todo avance o mejora del cerebro y del aparato fonador se debe a una selección natural positiva por las mejoras adaptativas que estos mutaciones debieron de significar, naturalmente en el sentido de un progreso lingüístico y, por tanto, conductual.

Estudios sobre el sistema fonador

Todos los órganos relacionados con la producción del lenguaje sonoro, son vistos y analizados como signos inequívocos del desarrollo de un lenguaje en el Paleolítico. Naturalmente, no pueden especificar nada sobre sus particularidades lingüísticas, limitándose a indicar un aumento paulatino en su complejidad, siempre condicionado al desarrollo evolutivo de los componentes anatómicos que lo facilitan. Presentan una ventaja innegable, los datos que ofrecen los fósiles son visibles por todos, medibles, comparables y, sin otros datos que se opongan, con una lógica difícil de combatir. No obstante, tienen dos tipos principales de inconvenientes: su limitación numérica, la conservación deficitaria y la gran variabilidad anatómica que presentan en los homínidos que componen nuestro linaje.
Curvatura de la base del cráneo de monos y homínidos
- La posición de la laringe dentro del cuello. Tal posición se ha revelado como un elemento importante en la producción de los sonidos. La posición baja de la laringe aumenta el espacio disponible y permite una mejor modulación del sonido, en mayor grado que en las laringes situadas en posición alta, como ocurre en los recién nacidos y en los primates no humanos. El aumento del espacio de la faringe es un factor importante para nuestra capacidad de producir toda la riqueza sonora del lenguaje articulado. Según opinan el profesor de anatomía Jeffrey Laitman (1986) y el psicólogo Philip Lieberman (1984), es posible establecer una relación entre esta posición y la forma de la base del cráneo que forma el techo de la faringe. La base del cráneo es el lugar de inserción de los numerosos músculos y ligamentos que sujetan la laringe, la faringe y demás estructuras asociadas. Los estudios estadísticos realizados en varias especies de mamíferos han podido establecer que cuanto más arqueada esté la base del cráneo, más baja estaría la laringe y existiría una mayor capacidad de modulación sonora. Este arqueamiento puede interpretarse como una creciente capacidad en la articulación sonora, pero no indica nada sobre el desarrollo y uso real de dicha capacidad.

- En el estudio del hioides (hueso de la laringe). Pocos se han encontrado, pero en el siglo pasado destacó uno perteneciente a un esqueleto de atribución neandertal encontrado en Kebara (Israel). Se apreció que era prácticamente igual que el nuestro, lo que podría constituir una prueba de las importantes posibilidades de articulación sonora que tenía su sistema fonador. No obstante, la morfología moderna de este hueso es altamente variable, y no parece estar en relación con su posición en la laringe, lo que no convención a diversos autores (Lieberman, 1992).

- También, se ha pretendido relacionar una mayor inervación de los músculos del sistema fonador, con una mayor capacidad funcional en relación con la articulación de lenguaje. Así, se ha estudiado el canal medular del Homo ergaster, viendo que el diámetro del mismo era similar al de los primates actuales y menor que el del ser humano moderno. Se interpretó como una menor demanda de señales nerviosas por parte de la caja torácica, y un control menor en las emisiones de aire para hablar, indicando una reducida capacidad lingüística en los primeros homínidos (Wynn, 1998).

- Con una hipótesis similar, se han estudiado los canales óseos del nervio Hipogloso (controlador de la movilidad de la lengua) en los cráneos de humanos y monos recientes. Se comprobó que en nuestra especie es mucho mayor, deduciéndose que sería para producir una mayor movilidad de la lengua al hablar. Así, los cráneos de unos 200.000 años de antigüedad presentan unos canales óseos mucho más parecidos a los que tienen los cráneos modernos, mientras que en otros restos más antiguos se parecen más a las huellas que vemos entre los grandes monos (Kay et al. 1998).

- Sobre la audición parece probable que las características fisiológicas del sistema acústico estén muy relacionadas con las características del sistema vocal, es decir, que exista entre los dos sistemas una correspondencia funcional. Así, el peñasco (parte del hueso temporal) ofrece importantes posibilidades de conocer aspectos de los sistemas de audición y del equilibrio humano, al estar situados en su interior todos los componentes de la recepción auditiva (parte del oído externo, el medio y el interno), y los canales semicirculares controladores de nuestra posición espacial. En los fósiles que tengan este hueso puede visualizarse (por métodos radiológicos) el molde vacío que ocupaban tales órganos, conociendo la posición espacial, tamaño y forma de los mismos en las diversas fases de nuestra evolución (Sopor et al. 2003). En recientes estudios sobre el sistema receptor auditivo de algunos homínidos (Homo heidelbergensis, Atapuerca), se ha visto que su frecuencia auditiva es muy parecida a la del ser humano actual (Martínez et al. 2004).

Actualmente solo se pueden considerar como claros indicativos sobre la capacidad anatómica y funcional de producir y articular sonidos. Aunque, no nos pueden decir nada sobre su verdadero desarrollo, ni cómo ni cuándo se pudieron comenzar a usar en su plenitud funcional.

Evolución neurológica y lenguaje

El estudio del sistema nervioso central de los diversos homínidos que forman el género Homo, siempre ha tenido especial importancia, pero las limitaciones teóricas y prácticas lo limitaron a los datos neuroanatómicos obtenidos de los endomoldes y que estén relacionados con la producción lingüística. La obtención de estos endomoldes o endocastos han servido para seguir la evolución general del encéfalo en volumen, peso y, hasta cierto límite, las variaciones de aquellas zonas corticales en las que se ven diferencias claras en el trascurso evolutivo. Tradicionalmente destaca el área de Broca relacionada con la articulación de las palabras, comprobándose cómo aumenta en los sucesivos estadios evolutivos.

Aunque algunos ven indicios de un cerebro de características anatómicas humanas en el Australopitecus (Holloway, 1972), es en los fósiles del Homo hábilis y erectus, donde se aprecia mejor un aumento del neocórtex y la consecutiva remodelación del cerebro, que se manifiesta sobre todo en el aumento de los lóbulos frontal y parietal, como puede apreciarse en las impresiones que las circunvoluciones cerebrales han producido en los moldes endocraneales (Holloway, 1983; Tobias, 1998). En estos lóbulos, se destaca la parte inferoposterior del frontal (área de Broca) y la inferior del parietal (área de Wernicke), que están interconectadas entre sí. Como estas áreas están en el hombre moderno muy relacionadas con el lenguaje articulado, estos autores establecieron una correlación directa entre el inicio de la aparición de dichas áreas, con la posibilidad de tener algún tipo de lenguaje.

- El área de Broca corresponde a una zona del neocórtex humano que organiza o guía a las áreas motrices, organizando muchas acciones secuenciales, entre las que se encuentra las del lenguaje articulado (Holloway, 1996). En general se asocia a la regulación de movimientos rápidos, rítmicos y complejos, siempre con un carácter voluntario. La lesión de este centro provoca la denominada afasia de Broca, que se caracteriza por el trastorno del control de la musculatura vocal, con una gran dificultad en la articulación de las palabras, se asocia muy frecuentemente alteraciones motoras de la mano derecha (Manning, 1991).

- El área de Wernicke está relacionada con la comprensión sonora del lenguaje, pero presenta unas improntas en los endomoldes mucho más difuminadas, siendo más difícil de ver su desarrollo evolutivo, no obstante se admite su existencia, en mayor o menor grado, tanto el Homo hábilis como en el Homo erectus (Holloway, 1996). Igualmente, la existencia en estos homínidos, de una diferenciación funcional asimétrica o laterización hemisférica de las funciones cognitivas (Holloway, 1996), que la neurología comprobó respecto del lenguaje y destreza manual en el hemisferio izquierdo (para los diestros), se quiso asociar a una capacidad humana respecto del lenguaje. Pero se ha visto que la asimetría cerebral, no es un hecho exclusivo del hombre, además corresponde a la localización de muchos centros cognitivos independientes del propio lenguaje (Bradshaw y Rogers, 1993; Springer y Deutsch, 1981).La aparición de estos elementos neurológicos, no implica necesariamente que su desarrollo evolutivo haya sido con el fin de desarrollar un lenguaje, sino que en fechas posteriores lenguaje haya podido aprovechar estas estructuras más desarrolladas para otra función (Gould y Vrba, 1982), que por otro lado estaría más de acuerdo con las formas evolutivas del equilibrio puntuado.

Existen otros criterios que parecen indicar que la sola creación de estas áreas, no implica la función necesariamente (Davidson y Noble, 1998). Se necesita un período de aprendizaje dentro del tiempo en el que la inmadurez neurológica va a poder hacer posible la remodelación de esta área para las funciones lingüísticas. Este periodo denominado “critico”, se extiende desde los dos a los doce años de edad, aunque actualmente parece que debe de tener una duración menor (Puelles, 1996). Si durante este periodo de tiempo no se ha desarrollado el niño en un ambiente con lenguaje, después es muy difícil que logre alcanzar un nivel adecuado de lenguaje simbólico y de cognición (Changeux, 1983; Delgado, 1994; Pinillos, 1991; Puelles, 1996).

Además, si por necesidades médicas es preciso extirpar precozmente esta área a un niño de corta edad, el centro motor del lenguaje articulado se desarrollaría en el otro hemisferio, logrando llegar a niveles de lenguaje normales. En este sentido, parece que la sola aparición de una impronta del área Broca, sólo indicaría la creación evolutiva de una nueva área de asociación cortical, que se va a manifestar eficaz en la regulación de movimientos musculares complejos, pero que sólo va a ser efectiva si se desarrolla con un aprendizaje en un medio ambiente adecuado y dentro del periodo crítico (Changeux, 1983). Aunque existen muchas discrepancias, la asimilación de una función cognitiva determinada en uno u otro hemisferio cerebral, parece desprender más de la maduración neurológica del hemisferio determinado que pueda recoger las informaciones sensoriales, en ese momento del desarrollo, que van a configurar tal fenómeno cognitivo. La especialización hemisférica o laterización, no está genéticamente predeterminada, sino que es resultado de la interacción entre la dotación genética y las condiciones en las que tiene lugar el desarrollo (Bradshaw y Rogers, 1993; Kimura, 1983). Por tanto, la sola presencia de estas particularidades neurológicas, solo nos puede aportar una incipiente capacidad de articulación lingüística, cuyo desarrollo debemos de comprobar por otros mecanismos, como sería la conducta resultante.

¿Qué es el lenguaje?

Nunca, hasta hace poco, han establecido una definición del lenguaje que recoja todos sus componentes teóricos y dirija sus estudios por la senda interdisciplinaria que precisa. Una definición, que recoja sus principales fundamentos teóricos, sería verlo como la transmisión voluntaria de un pensamiento, idea o sentimiento, por medio de un sistema de representación con mayor o menor carga simbólica, que conforman un código léxico-gramatical, con la intención de que sea recibido y comprendido por aquellos a los que se dirige tal mensaje (Rivera, 1998). Definición que en el trascurso del tiempo se fue remodelando, concluyendo de la siguiente forma (Rivera, 2009):

El lenguaje humano puede definirse como la transmisión voluntaria de todo pensamiento, idea o sentimiento, por medio de un sistema de representación simbólico (en principio sonoro y/o gestual), con la intención de interferir en la conciencia o atención del oyente, es decir, que sea recibido y comprendido por aquellos a los que se dirige tal mensaje, con algún fin determinado (simple información y/o la posibilidad de realizar tareas en común).

En esta definición se resume el complejo proceso cognitivo que supone el lenguaje. Primero, la creación de pensamientos, ideas o sentimientos adecuados para su transmisión social. Esto conlleva un proceso de abstracción cognitiva sobre los estímulos externos que nos llegan a través de los sentidos o de la memoria. Segundo, la producción de otro proceso cognitivo que sería la simbolización o representación de tales ideas en mecanismos sensoriales que puedan ser recibidos por los otros miembros de la sociedad. Tercero, la materialización de esa simbolización en los sentidos adecuados (audición, visual y tacto). Todos se han usado, aunque el más práctico ha sido el sonoro que, apoyado con la facultad de poder producir y articular una gran cantidad de sonidos, es el más práctico.

Esta definición, junto con el complejo bagaje conceptual que conlleva, no ha sido tenida en cuenta por los que lo estudian en la evolución del género Homo. No es el caso de la Psicología, pero su aislamiento doctrinal o inadecuada articulación metodológica hace que en los medios paleontológicos y arqueológicos, relacionados con los mecanismos evolutivos de la conducta humana, no se haya tenido en cuenta hasta fechas muy recientes. En este sentido, en un actual libro divulgativo de Arsuaga y Martín-Loeches (2013: 256) indicaban que el lenguaje sería la capacidad de unir un signo (auditivo, visual, táctil o gestual) con un componente semántico, con un concepto; es decir, la capacidad para genera símbolos.

Cuando hablan del lenguaje, se están refiriendo a las capacidades de abstracción, simbolización y control de la articulación sonora, gestual o táctil. Así, al hablar de evolución del lenguaje, hay que referirse a la evolución de estos tres procesos cognitivos y no solo del aparato fonador o del cerebro en general sin especificar nada. Por tanto, no hay “genes del lenguaje”. Hay genes que posibilitan la producción de estos procesos cognitivos y solo con su expresión y coordinación son capaces de producir el lenguaje.

La universalidad del lenguaje

Theodosius Dobzhansky
En la actualidad no es difícil admitir que “Nada en biología tiene sentido, excepto a la luz de la evolución”. (Theodosius Dobzhansky, 1973), así como que “Los hombres deberían saber que del cerebro, y nada más que del cerebro, vienen las alegrías, el placer, la risa y el ocio, las penas, el dolor, el abatimiento y las lamentaciones” (Hipócrates, 460-370 a.C.). En este sentido, se admite que las características neurológicas y psicológicas (psicobiológicas) que van a posibilitar la conducta humana, deben de tener un origen en los procesos evolutivos que las crearon. Fuera de estas premisas básicas, no creo que existan explicaciones actualmente válidas (excepto las que presentan un importante componente religioso), por lo menos referentes al origen y desarrollo de la conducta humana. Pero, a partir de este punto de partida común (evolución y procesos cognitivos), pronto se diversifican las formas de aplicación de tales conceptos.

Un claro ejemplo de esta diversidad teórica se aprecia en las diferentes concepciones que del origen del lenguaje existen. Sobre la forma en la que adquirimos tal propiedad no hay en la actualidad un consenso adecuado. Una de las causas sería la persistencia de teorías realizadas durante el siglo pasado, las cuales continúan en vigor en la actualidad, posiblemente por falta de formas y métodos que señalen un camino y eliminen otros con la seguridad que la ciencia exige. Las principales teorías son: 

I.- Desde la visión de la Psicología cognitiva (procesamiento de la información) el lenguaje que hablamos no forma parte de la herencia biológica, por lo que ha de ser aprendido por medio de la herencia cultural. Hablar es haber llegado a un grado determinado de maduración neurológica y de integración social capaz de permitir la praxis y la comunicación abstracta de la misma. Lo que se hereda biológicamente es un conjunto de características anatómicas y fisiológicas que facilitan la adquisición y el uso del lenguaje (Merani, 1960; Miller, 1985). Así, el lenguaje es fruto del pensamiento, pero también es modulador del mismo, y ambos son controladores de la acción y conducta humana (Bruner, 1984).

Noam Chomsky
II.- Esta visión no es compartida por todos. Un ejemplo lo tenemos en el famoso lingüista Noam Chomsky (1981) con su teoría de la Gramática generativa, en la que indica la existencia de unos universales lingüísticos de carácter innato que facilitan en gran medida el aprendizaje del lenguaje por todos los niños. En su Gramática Generativo-Transformacional indica que todos los hombres poseen de forma innata y como consecuencia de la evolución unas estructuras lingüísticas comunes a todas las lenguas, y que se sitúan en la estructura profunda del lenguaje. La estructura sujeto-predicado es un ejemplo de dichos universales. Se trata de una visión naturalista de las ideas innatas del racionalismo.

La idea de que se puede comprender el funcionamiento del cerebro por la razón, siempre ha existido, pues se carecía de otra forma de analizar cualquier característica psicobiológica humana. Los avances de la ciencia en general y de la Neurología en particular, han cambiado notablemente este parecer.En este sentido, Francis Harry Crick (1916-2004), premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1962 por su contribución al descubrimiento de la estructura del ADN, expone que la razón no es suficiente para entender nuestra realidad neurológica, teniendo una gran capacidad de autoengañarnos acerca del funcionamiento cerebral en relación con el mundo en el que vivimos y consigo mismo, pues lo que conocemos del cerebro es sólo una pequeña parte de su compleja dimensión. (Crick, 1987). El desarrollo de la Neurología ha puesto en evidencia que utilizar simplemente nuestro razonamiento, como único método de estudio de la conducta y el simbolismo de nuestros antepasados, puede llevarnos a conclusiones erróneas.

En el caso del lenguaje, y de los universales lingüísticos, pasa exactamente lo mismo. Su análisis no puede limitarse a una interpretación racional (de la racionalidad humana con unos niveles de desarrollo científico muy limitado) de los hechos que observamos con nuestros sentidos. Las capacidades cognitivas adquiridas por la evolución solo nos pueden ofrecer la manera de adquirir, almacenar y procesar la información que existe en el medio ambiente en el cual vivimos. Estas serían las cualidades básicas de nuestro cerebro, además de regular y controlar la fisiología corporal. Por tanto, sería el cerebro el que crea la base del lenguaje, que luego simboliza con determinados sonidos (o gestos). Pero nuestro pensamiento sólo podrá funcionar basándose en los conceptos, hechos, ideas, palabras y cualquier elemento sensorial que haya sido vivido, memorizado y posteriormente recordado, para poder ser procesado y realizar acciones consecuentes.

Siguiendo la definición elaborada al principio y estas características neurológicas, el lenguaje es la mejor forma de adquirir los elementos abstractos y/o simbólicos de una sociedad, representando sólo la experiencia vivida en esa sociedad, ya sea directamente o por procesos de combinación basados en anteriores vivencias. De la interacción social que intenta crear nuevas y mejores conductas de supervivencia y adaptabilidad medioambiental, surge la necesidad de crear una forma de comunicación que permita transmitir a los demás componentes del grupo las vivencias que cada individuo crea en su relación con el mundo en el que vive (Bickerton, 1994; Bruner, 1984; Marina, 1998; Vygotski, 1920). El lenguaje, como consecuencia del intento de comunicar las acciones humanas, es la simbolización de tales acciones. La acción es la base de la propia estructura inicial de lenguaje y de la universalidad de su sintaxis, pues es igual en todos los lugares.

Por tanto, el lenguaje parece estar organizado alrededor de las circunstancias que rodean a la acción (verbo) (Bickerton, 1994; Bruner, 1988; Fillmore, 1968; Marina, 1998) lo que puede referirse con la siguiente expresión básica (Rivera, 2006):

Sujeto (quién hace la acción) - Verbo (acción) - Circunstancias de la acción.

Naturalmente, todos y cada una de las abstracciones que configuran nuestro pensamiento y lenguaje, no existen desde siempre, sino que ha sido preciso crearlas, mantenerlas y trasmitirlas a las generaciones siguientes, por medio del lenguaje de cada sociedad haya podido desarrollar.

La inmadurez neurológica y psicológica marca la gran diferencia existente entre el aprendizaje del lenguaje en la infancia y después del periodo crítico. En el primer caso lo que se produce es una organización de las áreas de asociación terciarias en función de los estímulos recibidos procedentes de otras áreas corticales. Nada hay que se oponga a la producción de tal proceso (emotividad negativa, recuerdos anteriores, problemas de atención, comprensión, aprendizaje, etc.), el proceso se basa en las enormes capacidades receptivas, procesadoras y estructurales del niño. Todo queda invertido en el caso del adulto, pues en él existen diversos procesos de distinta elaboración que interfieren y dificultan la enseñanza de un segundo lenguaje (falta de motivación, multitud de tareas que dificultan la atención, poca dedicación, otros desarrollos cognitivos y culturales que dificultan tal aprendizaje, etc.). En el niño se produce una estructuración psicológica de base lingüística (lenguaje interno), mientras que en el adulto es un aprendizaje en el clásico sentido de la palabra, utilizando áreas cerebrales diferentes de las requeridas para el lenguaje materno (Kim et al. 1997).La inmadurez neurológica en fundamental para el aprendizaje lingüístico del niño (Gomila, 1995).

Conclusiones

La importancia del medio ambiente en el desarrollo definitivo de nuestro cerebro es fundamental. Cualquier limitación de las influencias sociales (racionales y afectivas) va a repercutir de una forma directamente proporcional a todos los sistemas nerviosos humanos.

Lo que se hereda biológicamente es un conjunto de características anatómicas y fisiológicas que facilitan la adquisición y el uso del lenguaje. Los genes que posibilitan tales acciones son los que estaría relacionados con el desarrollo del lenguaje, pero no puede hablarse de la existencia exclusiva de genes del lenguaje, pues estas acciones son utilizadas por diversos procesos cognitivos de diversa índole.


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3 comentarios:

Ana di Zacco dijo...

Hola. Pretendía ojear el segundo de tus artículos pero, al menos a mí, el link no me lleva a ningún sitio (ni el de los otros). Podrías mirar si están correctos? Un saludo.

arivera dijo...

Hola Ana. Parece que tienes razón y no funcionaban. He vuelto a poner los link y funcionan los dos últimos, pero el de Espacio tiempo y forma aún no, puede que sea un error de su base de datos. Veremos mañana.

Ana di Zacco dijo...

Gracias, ahora sí. En el perfil Blogger también tienes varios (ahora lo he visto), quizá sería interesante que funcionaran también esos. Un saludo.