domingo, julio 17, 2016

No es bueno que el hombre esté solo (Into the Wild)



"Y el SEÑOR Dios dijo: No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea. 19 Y el SEÑOR Dios formó de la tierra todo animal del campo y toda ave del cielo, y los trajo al hombre para ver cómo los llamaría; y como el hombre llamó a cada ser viviente, ése fue su nombre. 20 Y el hombre puso nombre a todo ganado y a las aves del cielo y a toda bestia del campo, mas para Adán no se encontró una ayuda que fuera idónea para él. 21 Entonces el SEÑOR Dios hizo caer un sueño profundo sobre el hombre, y éste se durmió; y Dios tomó una de sus costillas, y cerró la carne en ese lugar. 22 Y de la costilla que el SEÑOR Dios había tomado del hombre, formó una mujer y la trajo al hombre. 23 Y el hombre dijo:
Esta es ahora hueso de mis huesos,

y carne de mi carne;

ella será llamada mujer,

porque del hombre fue tomada.

24 Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y serán una sola carne. 25 Y estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, y no se avergonzaban".

Libro del Génesis.

En la cita que abre este post y que le da título se considera al hombre, varón, como el centro de la creación. De hecho la creación giraría como un sol precopernicano en torno al varón, protagonista indiscutible necesitado de un contexto en el que ser. 

Ya la ciencia ha demostrado que la naturaleza no gira en torno a nosotros, con la perspectiva evolucionista, y que la feminidad es previa a la masculinidad, dado que el sexo mismo es un invento relativamente  reciente en la evolución biológica y la parte masculina del binomio reproductor es la que menos aporta en la generación de nueva vida.

Pero sigue siendo cierto algo: no es bueno que el ser humano (hombre o mujer) esté solo. Somos una especie social. Podría decirse que ninguno de nosotros podría valerse por sí mismo mucho tiempo sin los demás. Hemos logrado llegar a lo más alto en la llamada lucha por la vida como grupo, como sociedad, no como animales dotados de un gran cerebro a secas. De hecho el tamaño de nuestro cerebro y de ciertas regiones del mismo está claramente relacionado con las necesidades comunicativas con nuestros congéneres, que constituyen, a día de hoy, nuestro entorno natural. 

Leía y veía Into the Wild, libro y película basados en la vida de Christopher McCandless, un joven idealista e intrépido lector de Thoreau, London y Tolstoi, que se adentró en la Tundra de Alaska para vivir a solas con la naturaleza salvaje durante unos meses.  

 

No se le pueden negar los méritos: era  una persona, por lo que cabe deducir de su lamentablemente breve biografía,  valiente, inteligente, curiosa, noble y resistente a los más duros trabajos. No era un loco aventurero ni un iluminado que quisiera encontrar en la naturaleza una comunión mística. Aunque, por supuesto, algo de ello tenía. Porque la aventura y la epifanía inherente a su búsqueda existencial así lo atestiguan. Cometió errores, que pagó caros, pero lo que hizo en sí mismo no podría considerarse un error.
Lejos de mis intenciones está contar en detalle la interesante vida de este noble aspirante a una autonomía nómada, más que nostálgico de los salvajes. Si lo pensamos bien son los salvajes los que debieran interesarnos más para comprender porqué Chris no sobrevivió a su aventura. Y es que el ser humano nunca estuvo solo, porque ser humano es ser miembro de un grupo humano que trabaja .en común para sobrevivir a las duras condiciones impuestas por el ambiente natural.   

El Señor del Génesis “formó de la tierra todo animal del campo y toda ave del cielo, y los trajo al hombre para ver cómo los llamaría; y como el hombre llamó a cada ser viviente, ése fue su nombre. 20 Y el hombre puso nombre a todo ganado y a las aves del cielo y a toda bestia del campo”. Pero consideró que no era suficiente, y por eso creó a su compañera. Y es cierto que no era suficiente para el ser humano el resto de los seres vivos que pueblan el planeta, que muy bien pudieran existir sin él en ecosistemas perfectamente  funcionales. De hecho si la mano del hombre no se hubiera posado sobre su primera herramienta la naturaleza no estaría ahora en peligro de muerte. Aunque ése es otro asunto.


El ser humano, sin otros seres humanos, no es un ser humano,  su existencia carecería de sentido, si es que acaso fuera posible.


No sólo no es que no sea bueno que el hombre esté solo. Es que es, de hecho, un contrasentido. Primero salvajes, luego bárbaros, luego civilizados. O pónganlo en un orden más acorde con sus preferencias, o con otros términos. Pero desde el principio hemos sido grupo, y la idea del individuo es una creación muy reciente de la mente humana, una idea que, acaso, también tenga su valor y su importancia, pero que refleja pobremente la realidad última de nuestra naturaleza.


Descanse en paz, Chris McCandless.

Gracias a  Jon Krakauer por su libro y a Sean Penn por su película.

6 comentarios:

Lansky dijo...

Me gusta, como siempre, el post, salvo la frase que considero un extendido sobreentendido incorrecto, de que la naturaleza está en peligro. Lo que está en peligro es tal como la concemos, pero incluso, salvo en un conflicto nuclear total, las bacterias y muchos insectos, y más organismos, seguirían apañándose bien, como lo han hecho (las primeras por cientos de millones de años) aunque no las sequoyas o los osos claro, esos van de culo.

Germánico dijo...

Si, es cierto.

idea21 dijo...

Un post muy humanista a partir de la inspiradora historia del joven Mc Candless. Yo también la leí hace tiempo y me despertó dos sospechas. La primera, que parece que el joven había sido impulsado a la vida no convencional por circunstancias traumáticas (disputas con su padre) y quizá sexuales, y la segunda, más grave, que su búsqueda de experiencias de tipo místico, materializadas en viajes arriesgados por la naturaleza en soledad, no veo qué diferencia objetiva tiene con los viajes químicos, en soledad, de muchos jóvenes drogaadictos. Los padres sufren si sus hijos arriesgan sus vidas introduciendo psicofármacos en sus cuerpos para vivir experiencias solitarias. No veo mucha diferencia con lo que hizo este joven, excepto el prejuicio cultural.

Por otra parte, miles de personas se juegan la vida practicando alpinismo (¿hay algún alpinista que no recuerde a un amigo desaparecido en plena juventud?), pero se supone que eso, al menos, se hace de forma social, en grupo, se comparte en equipo. Pero Mc Candless siempre iba solo...

Es cierto que él creía compartir, en abstracto, una cierta concepción humanista (leía, a veces comunicaba ideas), pero eso también puede hacerse a partir de la experiencia de los "viajes químicos".

Germánico dijo...

A mi juicio McCandless tenía ese espíritu impetuoso y aventurero que posee a muchos jóvenes, empezando por su biógrafo (montañero él), y que les impulsa a arriesgar y a buscar los límites. Desde una perspectiva evolucionista tiene cierto sentido que algunos miembros de los grupos humanos desarrollaran tendencias exploratorias y otros tendencias protectoras. De hecho se han encontrado diferencias genéticas entre los buscadores de emociones fuertes y las personas digamos menos intrépidas (entre las que me encuentro), no me cabe duda. Así que no creo que haya que buscar freudianamente un conflicto padre-hijo ni un trasfondo sexual al comportamiento de aquel muchacho.

También considero que existe una sustancial diferencia entre los viajes alucinógenos y los realizados a pié y con mochila por parajes inhóspitos (McCandless sabía perfectamente que no iba a los mundos de Yuppie). Primero que en los primeros no pones tu cuerpo en funcionamiento ni lo llevas a límites de esfuerzo y la necesidad. No pones a prueba tus capacidades humanas frente al terrible adversario de la naturaleza desnuda. En esos otros "viajes", que se llaman así sólamente porque uno siente como que es transportado a una realidad paralela, uno puede estar perfectamente recostado en el sofá, con la cena esperándole calentita en el horno. Y además los viajes "químicos" no son una novedad histórica ni algo que se haga en solitario necesariamente. En muchas culturas salvajes se hacían viajes místicos conducidos por un Chamán. Estos tenían mucho de iniciación, de enculturación, de experiencia de grupo.

Yo no comparto plenamente la concepción humanista de McCandless, y creo que en el post queda claro porqué no. Pero respeto su figura y nunca se me ocurriría compararlo con otros jóvenes que entienden el lado salvaje más al estilo contracultural de Lou Reed (Walking on the Wild Side)que del modo en el que él lo entendió.

Por cierto, el chico era bastante sociable. Eso no está reñido con querer experimentar un choque frontal con la naturaleza salvaje. De hecho tenía pensado volver a la civilización y casarse. Eso podría resultar incluso un poco convencional.

idea21 dijo...

"los viajes "químicos" no son una novedad histórica ni algo que se haga en solitario necesariamente"

Desde luego que no son una novedad pero sí son algo solitario. Aunque alrededor de ellos se creen algunos ritos, la experiencia es solitaria. Nadie sabe lo que el otro ve y siente, nadie puede interactuar con otro durante la experiencia de los "estados alterados de consciencia".

La historia del joven McCandless es también una historia de experiencia solitaria e, independientemente del trágico final, parece una historia más bien triste, de algo que no ha funcionado en la forma en que la sociedad ha tratado a un joven prometedor, lleno de las mejores cualidades. Al fin y al cabo, el post de Germánico trata de la soledad y su alternativa. Me conmovió mucho la historia de este joven, sobre todo porque la alternativa que él creó a una sociedad que lo insatisfacía no parece que estuviera a la altura de sus propias posibilidades. "Probarse a uno mismo" es una mala estrategia si no tienes claro antes en qué quieres emplear las cualidades a desarrollar tras tan dura experiencia. Puesto que el ser humano es social, el esfuerzo habría que hacerlo en forma social, y no en soledad.

Hay muchas formas de equivocarse, y algunas de ellas son hermosas y aleccionadoras.

Antes del caso de Chris McCandless, yo ya conocía la historia de Raymond Maufrais (¡tantos otros habrá!) https://en.wikipedia.org/wiki/Raymond_Maufrais

Germánico dijo...

Los viajes químicos son tan solitarios como las alucinaciones cotidianas que conforman la consciencia, ya puestos, que no es compartida, nos crea dudas sobre si los demás son Zombies y puede incluso hacer que nos solacemos en el solipsismo. Pero en cualquier caso son "químicos", e insisto en que pueden hacerse desde el sofá con la cena caliente en el horno. El esfuerzo y la capacidad de sacrificio son variables que hay que tener muy presentes.

Estoy de acuerdo en que ése esfuerzo de McCandless hubiera sido más apropiado hacerlo con otros, pero la experiencia que el buscaba era precisamente la de probar sus fuerzas de ingenioso David con una onda contra el gigante Goliat de la Naturaleza desnuda (desnudada de la confortable piel de los otros humanos). No se equivocó en lo que buscaba, si por tal equivocación entendemos que no sabía lo que hacía, no era una cuestión de estrategia. Si su finalidad era estar solo en la naturaleza aun a riesgo de su vida, alcanzó su objetivo...al precio de su vida. De lo que con seguridad se arrepintió en sus últimos momentos.

De todas formas no podemos más que especular sobre lo que hubiera pasado si a los 6 meses hubiera vuelto entre los hombres....