El fuego ha sido considerado un elemento purificador. En las pestes quemar los cuerpos de los muertos era una forma de higiene. Y mucho antes convertía la insalubre carne cruda en suculento manjar. Ha sido, asimismo, un catalizador de reacciones sociales. En torno al mismo se ha conspirado y se han creado lazos.
También ha sido fuente de calor y seguridad: alejaba al invierno y a las fieras. Y, cómo no, ha sido la luz que precedió a las bombillas en oscuras noches decoradas con la débil luz de las estrellas y los diversos y hermosos reflejos solares de la luna.
Ese fuego, tan bello, era el último adiós de muchos antiguos, y lo es asimismo de mucha gente hoy, y hay en el humo de la combustión un alma que se elevaba al cielo. Aunque no sólo ardieron los muertos, a lo largo de nuestra convulsa historia humana. La locura humana ha hecho arder a los vivos, a los considerados corrompidos, por una u otra herejía, en ocasiones, aunque también a otros que eran simplemente –enemigos. Como arma el fuego no ha tenido igual. Aunque las modernas "armas de fuego" no sean exactamente eso, llevan en su denominación la huella de la importancia concedida al plasma oscilante.
Como aniquilador el fuego no tiene igual. Es por ello que en el fuego han ardido, en una variedad cerrada de rituales, los símbolos. El tótem de una tribu subyugada, las ciudades otrora poderosas, arrasadas por las llamas, las banderas de los países, el símbolo de la propia muerte, en suicidio, como en el caso del budista de la foto, y un largo etcétera de objetos y sujetos que representaron alguna idea o movimiento de ideas, entre ellos, y como caso paradigmático, los libros.
Los libros como tales son solamente papel impreso, un montón de garabatos para un extraterrestre que encontrase los restos de nuestra Civilización mucho tiempo después de que esta hubiera sucumbido a las obscenas perversiones de la historia o a los azares de la materia. Son solamente un paquete apretado de finas y frágiles láminas pintadas. Pero cuando se le busca el significado, el significado humano, único que se le puede encontrar, salvo, acaso, en algún tratado matemático –y esto con reservas- los libros son una fuente inagotable. Los miles y miles de significantes ordenados a lo largo de sus páginas son símbolos, cada uno de ellos y todos en un conjunto relativamente coherente, significado total del símbolo libro, que esconden la historia del hombre, tanto cultural como biológica, por un lado, y la historia de "el hombre" (o la mujer, disculpen los progres), como ser individual. Incluso la obra de un gran filósofo, que se pretende análisis desapasionado e independiente, refleja las pulsiones profundas de la especie y del espécimen. También reflejan su política, porque, como dijo Aristóteles, el hombre es un animal político. Basta que uno reflexione sobre el grupo para que, ineluctablemente, esté haciendo política. Y un ser social como el hombre, cuyo cerebro se desarrolló en un entorno evolutivo social, y no sólo ecológico, debe necesariamente reflexionar sobre el grupo.
Un símbolo político es pues, aparte de los otros significados que tenga, todo libro, y aunque quienes se ven reflejados en él lo coloquen en una estantería, los hay que quieren quemarlo, aniquilarlo definitivamente. Pero, si el hombre está condenado a repetir su historia si la desconoce, ¿cómo privar a las futuras generaciones del acervo de ideas, acertadas y equivocadas, que representan los libros?. ¿Podemos quemar todas y cada una de las Bibliotecas de Alejandría que se vayan elaborando con esfuerzo y dedicación, en un momento de iluminación, llevados por nuestro "fuego interior"?. Cada uno debe quemar sus libros, en una hoguera privada. Y supongo que eso es lo que se pretende con este meme que tiene a bien enviarme Dhavar y que será, si Dios no lo remedia, el último que publique en este blog.
¿Cómo iba yo a impedir que los hijos de los hombres leyesen la obra de Marx, o incluso de Ernesto Guevara o Lenin, por muy disparatadas que me parezcan?. No sería ni justo ni acertado. Quizás pueda transmitir a mi hijo buenos valores, que le permitan interpretar en clave histórica y ética estos despropósitos. Pero más no puedo hacer.
Dicen que uno debe, en su vida, lograr al menos tres cosas: escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo.
Yo no sé si escribiendo un blog lograré el primer objetivo, lo del libro queda lejos, y quizás en un futuro se lea en Internet y no en papel. Y es que el papel sale del árbol, y con el asunto del medio ambiente y los temores devotos al calentamiento global y a la sexta extinción tirar árboles abajo no está bien visto. ¡Imaginen que cada uno de los miles de millones de habitantes humanos de la tierra tuviera la desfachatez de contar su vida en un libro!. Aparte que la mayoría de esos libros no le interesarían a nadie. Supongo que la recomendación de plantar un árbol viene por lo del libro, para reponer sus páginas. Árboles y libros prenden bien, son combustible idóneo. El primero lo hace más lentamente y desprende más calor. Es una construcción más sólida, hecha por la naturaleza. El libro es más efímero, y su fuego es fatuo, pero en su humo se extingue un alma.
Tener un hijo, último objetivo propuesto, lo he cumplido, y por él quemaré, entre otros, y de forma simbólica, los siguientes libros:
-El Capital, de Carlos Marx.
-La sociedad opulenta, de Galbraith.
-El contrato social, de Rosseau.
-Teoría de la ocupación, el interés y el dinero, de Keynes.
-Adolescencia, sexo y cultura en Samoa, de Margaret Mead.
-Primavera Silenciosa, de Rachel Carson.
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Y lo dejo ahí. Que cada "candelabro" aguante su vela.
Halgo leí yo mal: planté un árbol, escribi un hijo y tuve un libro.
ResponderEliminarA veces pasan esas cosas, Ignacio. Y otras aún más raras....
ResponderEliminarGermánico:
ResponderEliminar¿Adolescencia Sexo y Cultura en Samoa?!!! Sólo el título parece una broma.
No se trata de quemar todos los ejemplares de un libro.Se trata de quemar aquellos libros de cada uno que quiera, como símbolo, en primer lugar , de nuestra superioridad frente a nuestras obras.Basta de letro-idolatría.Es una terapia - no, una ascesis y una liberación- para centrarse y recuperal el control.
Por eso, la Literaclastia es absolutamente necesaria en nuestra época de tan atosigante Letroidolatría.
Cuando leí lo de tu quema -absolutamente persona, acto supremamente individual- de libros de la carrera me acordé de cómo yo los llevé -muchos de ellos, los peores- a una tienda de venta de segunda mano, recibiendo por todos ellos una miseria. Y también recordé otra quema, esta muy simbólica, cargada de significado y de destino, que fue la que hizo Koestler con su título de físico, antes de lanzarse a la aventura periodística, literaria y política que le convertiría en un icono (un símbolo) del siglo XX.
ResponderEliminar¿Necesito añadir, Dhavar, que nunca quemaría sus libros?.
Germánico:
ResponderEliminar¿Por qué no nos animamos y vamos impulsando el Movimiento Litteraclastia?
Me temo que yo tampoco quemaría los suyos. (Salvo si me estuviera muriendo de frío, claro)
Un muy cordial saludo
Uy uy, todo empieza con las mejores intenciones y acaban entrando en tu casa y quemando tu biblioteca.
ResponderEliminarGermánico:
ResponderEliminarEn eso tienes razón.Pero hay materiales ignífugos.
Si, y almas consumidas por un fuego diabólico.
ResponderEliminar¡Qué fuego más enorme y devastador que el del propio corazón!
ResponderEliminarEl fuego en sí, Carlos, no es enorme y devastador, es como esa llamita que las vírgenes Vestales mantenían siempre viva. Era pequeño pero simbolizaba la grandeza de Roma.
ResponderEliminarNuestra llama interior explica nuestros mayores logros y nuestras más atroces maldades.
Hummm, Germánico, no puedo compartir tu quema, pues no he leído nada de lo que citas. Afortunadamente, supongo.
ResponderEliminarPero aprovecho la ocasión para ofrecer a Dhavar mi ejemplar de Cien Años de Soledad si quiere aumentar el tamaño de su pira.
Lo he intentado dos veces. Una de ellas conseguí leer más de la mitad de las páginas tras mentalizarme para evitar los prejuicios relativos a la imbecilidad del autor. Pero nada, imposible completarlo.
Eso sí, no hago extensión a todo el realismo mágico (a lo que se a dado en llamar "realismo mágico"). Pedro Páramo me parece una obra maestra.
Ijon Ichy:
ResponderEliminarGracias por tu caritativo ofrecimiento.
¿Quedaría muy mal si digo que no he leído entero, ni remotamente, ninguno de los libros que simbólicamente quemaría?.....tampoco leí 100 años de soledad, pero por fragmentos infumables que cayeron en mis manos iría a parar a la misma pira que Dhavar e Ijon han preparado para sus ejemplares.
ResponderEliminarUn día quemé a Simone de Buvoir (La mujer Rota) otro a André Mourois (Climas). Sobre todo el segundo libro era venenoso, habria de leerse con un grandioso distanciamiento,porque atrapa, se mete en tu psiquis, como un gusano y Andre Maurois empiza a mandar en tus pensamientos.
ResponderEliminarPero Cien Años de Soledad lo consideré muy interesante, el tiempo y los personajes son transparentes y mirando a uno puedes ver a muchos...a través suyo. Al final, el personaje principal se encuentra ante la disyuntiva de que conoce pasado, presente y futuro, a la vez.......Terrible. Cien Años de Soledad es uno de mis libros clave.....además, por casualidad se qué influencias ha empleado García Marquez para escribir el libro. Eso lo noté al principio y lo comprobé más tarde, leyendo a otro autor....uno de los grandes, grandiosos.
Pero ahora cuando un libro me aburre no gasto mucho tiempo con él. Realmente solo leo autores que me fascinan, me atrapan....existen y los amo por eso.
Muchas felicidades por lo del hijo, Germanico. Verás, verás, ....
ResponderEliminarTampoco he leído ninguno de los que citas, no creo que quemara ningún libro, ni siquiera los de Chomski, que creo que son los más tramposos y dañinos que he leído. Solamente he abandonado la lectura de un libro, y además dos veces, aunque pienso reincidir, era "En busca del tiempo perdido" de Proust. Se me atragantó la magdalena.
Hace mucho tiempo que no leo a García Marquez, pero en mi juventud me gustaba bastante, sobre todo recuerdo con mucho cariño "El otoño del patriarca". En "Cien Años de Soledad" hay un personaje que suele decir cuando se ve rodeado de gente "apartaos vacas, que la vida es breve", y recuerdo que nosotros, en tiempos de estudiantes, entrabamos a los "garitos" diciendo lo mismo. Nos divertiamos mucho con esa frase. En fin, dulces recuerdos de juventud.
Veo, Aurora, que algunos os entregáis al placer dionisiaco de la quema ritual de libros. Voy a tener que probar la experiencia.
ResponderEliminarEl niño, Jinete, es todo un personaje.
A Proust yo también lo tengo pendiente. A García Marquez seguramente nunca lo lea. De Chomsky quizás algún día lea algo, ...de lingüistica.
¿Y que culpa temdrán los árboles de que los imbéciles de los animales humanos no hayan encontrado (hasta finales del siglo pasado) otra clase de materiales para transmitir sus "ideas"?.
ResponderEliminarSe me ocurre que quemar un libro es hacer un inmenso desprecio a un buen leño de cualquier árbol, más que al autor del libro que creemos que debemos condenar al fuego.
Yo nunca quemaría "Cien años de soledad"; nunca quemaría ningún libro catalogado como novela, aún perteneciendo a géneros de los que me disgusta su simple existencia, pero si quemaría a Marx (del que nunca he leido nada), y a los que están en las antípodas de su pensamiento, y que se dedicaron a escribir libros catalogados como ensayos, como filosofías, o como quiera que se les llame, que han conseguido establecer en las mentes de sus seguidores un conjunto de DOGMAS que dan lugar a lo que se viene en llamar política (socialismo y liberalismo, resumiendo), y que resulta evidente a lo largo y ancho de la historia que .......
Sigan uds.; lo único que yo puedo constatar es que tanto las derechas como las izquierdas conducen a la HUMANIDAD al caos, pues el arogarse toda la razón en las propias teorías, o el negar la parte de razón que puedan tener la teorías "opuestas", no evidencia más que FALTA DE INTELIGENCIA. Con eso no quiero decir que no se posea inteligencia, sinó que .... no sé como explicarlo ......; quizá pueda resumirlo diciendo que se sobrevalora la inteligencia propia (y la de esos "líderes escribidores" que uno no quiere quemar), y se infravalora o se menosprecia lo que los "rivales" proponen, simplemente porque no se acepta que estos puedan tener la misma capacidad de análisis que uno mismo, al considerar que, al ser sus propuestas enfrentadas a las de ese uno mismo, por fuerza tienen que ser erróneas.
Y sigo sin saber porqué a veces me meto en estos berenjenales.
Para acabar diré que el libro que nunca quemaría es: "Amor y pedagogía", de Unamuno.
Un cordial saludo a todos, y un abrazo a IJON y GERMANICO.
Hola Batiola,
ResponderEliminarNo no no no no
con el liberalismo te equivocas.
Buen libro ese que salvas de la quema. Todo Unamuno, en verdad, merece ser salvado de la hoguera.
Abrazos.
Bueno, bueno, Batiola, eso de no quemar novelas, ¿no tendrá que ver con que tu barco tiene motores de gasóleo o fuel?
ResponderEliminarPorqué con una buena caldera de vapor, alguna otra novela que se me ocurre sería mucho más productiva ahí que en una estantería, jejeje.
Un abrazo capitán.
Los dos deberíais saber, a estas alturas, que no es el seguidismo de un determinado "color" político el que me mueve, sinó el hecho de la existencia de la misma poliítica lo que me saca de mis casillas.
ResponderEliminarEl que haya tenido la impresión de que ha sido el color político del autor de "cien años de soledad" lo que ha influido a la hora de considerar por vuestra parte la calidad de esa novela, galardonada con un premio de gran prestigio, no se corresponde con la capacidad y el nivel que os atribuyo y en el que os tengo considerados (por encima del mío, si quiero ser sincero), por lo que, por fuerza, tengo que mostrar que, lo mas probable, es que esa impresión mía sea equivocada.
Una de esas odiosas comparaciones.
Vayamos a suponer que yo sea un rojo; el hecho de que Vargas Llosa sea un escritor de derechas (que me parece que en alguna parte lo he oido), y que incluso se haya presentado como candidato de un partido de derechas (que me ha parecido entender), debería dar lugar (siguiendo la lógica que os presupongo según esa mi impresión), a que condenara a la hoguera sus obras. Debo decir en primer lugar que no me tengo por rojo, por lo que mi opinión no es extensible a ese "colectivo", por eso mi opinión sobre ese escritor es que, de las dos obras suyas que he leido, respetaré el criterio de los que opinen que "La ciudad y los perros" es una gran obra a pesar de que a mí no me haya gustado, así como entenderé que "Pantaleón y las visitadoras" es una novela mediocre aunque yo la tenga en la misma consideración que la mejor de García Marquez.
Es cierto que desconozco el liberalismo, o, por ser más concreto, que lo conozco tanto como el comunismo o el socialismo (nada en absoluto); lo que siempre he querido decir es que ninguna de las dos "teorías" tiene en sí misma todas las soluciones y las fórmulas que conduzcan a la solución de todos los problemas, por no decir exactamente lo que pienso, que es que tanto esas teorías como otras cualesquiera definibles como "políticas" no son otrs cosa que el instrumento utilizado por una especie de virus perfectamente camuflados entre nosotros para parasitar a la humanida y mantenerla en un estado de enfermedad crónica que se agrava progresivamente a medida que elvirus se va adueñando de la voluntad de un mayor número de individuos, y que, mucho me temo, será el grano de pus que acabará infectando todo el organismo hasta llevar a la humanidad a un final "inconcreto", "indefinible", "desconocido", supongo que "indeseable" para la mayoría, en el que la pus lo será todo, hasta que acabe por autoconsumirse.
¡¿Que no?!; ¡pero si ya se habla más de política que de fútbol!; en cuanto lleguen a esta situación los Masais y los Pigmeos y el resto de tribus "salvajes" que aún quedan por ahí, a ver quién es el pardillo que se pone a TRABAJAR.
Jejejejeje.
Me parece que aquí también me pasé un pelín, pero espero que lo entendáis; es que llevaba más de dos semanas sin escribir en ninguna parte.
Dos abrazos,
Batiola:
ResponderEliminarsi lees mi post verás que cuando tiré al mar Cien años de soledad yo tenía 18 años, y ni idea de la línea política de García Márquez.
Creo, en todo caso, que la Literatura es asunto más serio que la política, respecto a la cual carezco totalmente de bandería.
Por esas edades yo dejé varios libros a medias, aunque nunca llegué a tirar ninguno, porque en aquellos momentos pensaba que quizá en otras circunstancias o estados de ánimo podría apetecerme terminar de leerlos; los que me vienen a la mente, quizá por la "fama" que tienen de obras "especiales", son "La Metamorfosis" y "Un Mundo Feliz".
ResponderEliminarAllí siguen, en el mismo mueble que los albergaba en mi adolescencia en casa de mi madre.
Estoy contigo, DHAVAR, en que la literatura es un asunto mucho mas serio que la política; de ahí que no "quiera" entender que el posicionamiento político de un autor pueda influir a la hora de valorar su obra, a no ser que esa obra sea política (p. ej.: Marx; yo nunca leeré una obra suya).
Como gallego que soy, de esos que no saben si están subiendo o bajando por la escalera, ¿como coño voy a saber mi condición política, ¡si es que tengo alguna!?.
jejejeje
Marcho al barco, que tengo que preparar para traer muchos pescados para los que estos días no pueden comer carne, y se supone que los van a pagar bien.
Un cordial saludo a tod@s.