Preguntado sobre qué podía enseñarnos la biología evolucionista sobre Dios, el gran J.B.S. Haldane dijo: “debe tener una afición desmedida por los escarabajos”, por eso de que hay más de 350.000 especies conocidas de escarabajos en la tierra (por no hablar de las desconocidas). Esta respuesta, irónica y perspicaz, sugiere que la importancia cuantitativa y cualitativa (ecológica) de ciertos especimenes en la naturaleza revela al hombre como una rareza irrelevante. En lo alto de la cadena trófica, y por tanto dentro del grupo de las prescindibles inutilidades, el ser humano es, para el biólogo ateo, nada más que nada.
Con el avance del conocimiento de la naturaleza se ha comprobado cuan poco importantes son, asimismo, los escarabajos. A fin de cuentas los Reinos de Bacteria y Arquea están integrados por una miríada de especies distintas, muchas más que los cientos de miles de coleópteros, que no necesitan en absoluto de seres multicelulares y macroscópicos (salvo algunas pocas que nos tienen por inconscientes anfitriones). Es de suponer que cuanto más antiguo sea, filogenéticamente, un organismo, tanto más probable es que sea autótrofo.
El peso de la ingente legión de procariotas es más de diez veces superior al de todos los cuerpos animales, vegetales y fúngicos sumados. Son la biomasa crítica de la tierra, y en un gramo de esta se cuentan por cientos de millones (mírese la foto anexa con bacilos en la punta de un alfiler). La fuerza de su número va acompasada con su importancia en los ecosistemas. Sin ellos, sencillamente, no habría vida. Así, resulta fácil llegar a la conclusión de que, desde SU perspectiva, todo otro ser está de más.
Con el avance del conocimiento de la naturaleza se ha comprobado cuan poco importantes son, asimismo, los escarabajos. A fin de cuentas los Reinos de Bacteria y Arquea están integrados por una miríada de especies distintas, muchas más que los cientos de miles de coleópteros, que no necesitan en absoluto de seres multicelulares y macroscópicos (salvo algunas pocas que nos tienen por inconscientes anfitriones). Es de suponer que cuanto más antiguo sea, filogenéticamente, un organismo, tanto más probable es que sea autótrofo.
El peso de la ingente legión de procariotas es más de diez veces superior al de todos los cuerpos animales, vegetales y fúngicos sumados. Son la biomasa crítica de la tierra, y en un gramo de esta se cuentan por cientos de millones (mírese la foto anexa con bacilos en la punta de un alfiler). La fuerza de su número va acompasada con su importancia en los ecosistemas. Sin ellos, sencillamente, no habría vida. Así, resulta fácil llegar a la conclusión de que, desde SU perspectiva, todo otro ser está de más.
Pero esta perspectiva, por supuesto, no existe. Ni siquiera existe cosa tal como la perspectiva de un escarabajo, no los divinicemos. Hace falta un observador, que sea además un sujeto, esto es, hace falta un ser consciente, libre e inteligente que emita juicios. Los microbios son el germen del que nace, por etapas concatenadas, la vida consciente, son los cimientos sobre los que se edifica la torre de Babel evolutiva, que asciende imperfectamente hacia los cielos desafiando a los dioses. A través del escalado del Monte Improbable (Dawkins dixit) se llega al altamente improbable y/o condenadamente inevitable surgimiento de la conciencia, el libre albedrío y la inteligencia (rigurosamente por este orden).
Un Dios que nos hace a su imagen y semejanza o bien uno inventado a la nuestra, de cualquier modo preferirá lo que se le asemeja en su cualidades más altas, las que le dan entidad y sentido.
Probablemente habrá cientos de millones de especies bacterianas. Pero se trata solo del caldo primordial del que surge la verdadera vida, tarde o temprano, por evolución, la vida sintiente. ¿Qué necesidad tendrían los átomos, puestos a especular, de las malditas bacterias?. Son muchos más que estas, y mucho más fundamentales para que haya ya no vida, sino materia, creando más con menos diversidad.
“Sospecho que el universo no sólo es más extraño de lo que suponemos sino que es más extraño de lo que podamos suponer”, dijo también Haldane. Me quedo con esta última frase.
Un Dios que nos hace a su imagen y semejanza o bien uno inventado a la nuestra, de cualquier modo preferirá lo que se le asemeja en su cualidades más altas, las que le dan entidad y sentido.
Probablemente habrá cientos de millones de especies bacterianas. Pero se trata solo del caldo primordial del que surge la verdadera vida, tarde o temprano, por evolución, la vida sintiente. ¿Qué necesidad tendrían los átomos, puestos a especular, de las malditas bacterias?. Son muchos más que estas, y mucho más fundamentales para que haya ya no vida, sino materia, creando más con menos diversidad.
“Sospecho que el universo no sólo es más extraño de lo que suponemos sino que es más extraño de lo que podamos suponer”, dijo también Haldane. Me quedo con esta última frase.
Yo también :-)
ResponderEliminarAh, mira que te pase el enlace. También los neandertales eran inteligentes y tenían conciencia de sí mismos, y de la naturaleza, pero se extinguieron.
ResponderEliminar"Somos polvo y cenizas, nada más"
Un personaje de Gladiator, creo.
Jeje, buen fin de semana.
¡Ahora voy a leerlo, Pseudópodo!. Menudo monstruo, Haldane.
ResponderEliminarJinete, la paleoantropología no ha dejado aún de darnos sorpresas. Habrá que seguir pendientes de sus descubrimientos y no precipitarse con demasiadas conclusiones.
"Somos polvo de estrellas" Carl Sagan.
Pues si "nos hizo" a "imagen y semejanza" y es "el supremo"... adios toda posibilidad de que alguna vez volvamos a evolucionar... ¿Tal vez para eso "nos dejó" desarrollar la tecnología que nos permitiría frenar toda posibilidad de cambio mientras podamos contener mediante las leyes a todo científico loco que se le ocurra ser amoral?
ResponderEliminarjejeje Carlos: si nos hizo a su imagen y semejanza....¡¡¡que feo es Dios!!!.
ResponderEliminarPero bueno, no podía hacer otra cosa mejor con este barro.
Vaya, entré en el correo y me salió el antigüo seudónimo.
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