Un gran número de estudios ha demostrado que la gente codifica y registra la raza de los individuos que se encuentra, y que lo hace de una manera automática e inevitable. De hecho hay tres dimensiones “primarias” o “primitivas” que la gente codifica cuando encuentra nuevos individuos: el sexo, la edad y la raza (de una nueva vecina recordamos que es una mujer blanca joven, y tal vez no recordamos más de ella). Unido a ello tenemos que la categorización o división del mundo en Ellos/Nosotros es un universal antropológico: en todas las culturas hay un favoritismo por el endogrupo y una indiferencia u hostilidad hacia el exogrupo. Esta conducta es tremendamente fácil de evidenciar y para ello basta con dividir a la gente por colores, o cualquier otra diferencia banal. Si la raza puede servir para separar a las personas en estos dos grupos está sembrado el terreno para la existencia de un discriminación por la raza. Se han buscado durante décadas condiciones en las que la gente no codifique a los demás según su raza, pero no se han encontrado.
Sin embargo, en el año 2001, Robert Kurzban, John Tooby y Leda Cosmides publicaron un artículo (ver referencias) donde explicaban que habían conseguido precisamente esto, crear unas condiciones en las que la codificación por raza disminuía de forma importante. El punto de partida de estos autores es que les parecía muy probable que la selección natural hubiera favorecido mecanismos de computación que codificaran el sexo de un individuo y su edad, pero no les parecía plausible que la selección natural favoreciera codificar la raza. En nuestra historia evolucionista codificar sexo y edad de un individuo les permitía hacer un gran número de deducciones acerca de ese sujeto. Por contra, en un mundo de cazadores-recolectores, que viajan a pie principalmente, moverse más allá de unas 40 millas sería raro. Dadas las condiciones ancestrales de reproducción y crianza, encontrar gente genéticamente tan distinta como para considerarlos de otra raza sería raro (eso asumiendo el concepto de raza en la especie humana, tema desde luego controvertido donde los haya, pero no es ese el tema que nos interesa ahora). Si los individuos no se encontraban típicamente con miembros de otra raza, no tiene sentido codificar a la gente por raza.
De acuerdo con este razonamiento Kurzban y cols. proponen que no hay arquitectura cognitiva en el ser humano para codificar la raza. Proponen, por contra, que la categorización por raza es un subproducto de adaptaciones que evolucionaron para otra cosa que sí formaba parte de forma regular de la vida de los cazadores-recolectores: detectar coaliciones y alianzas. Los cazadores-recolectores vivían en bandas, y sí era habitual la colaboración y alianzas entre bandas, así como los conflictos entre ellas. La maquinaria cognitiva diseñada par detectar coaliciones y alianzas sería sensible a dos cosas: 1) patrones de acción coordinada, cooperación y competición 2) pistas que predigan las alianzas políticas de un individuo determinado. Las acciones o conductas que denotan disposición a colaborar son pasajeras y no pueden ser observadas directamente. Por ello la maquinaria de detección de alianzas debería detectarlas cuando ocurren y también ser capaz de asociarlas con otras características visibles: ropa, dialecto, manera de andar, parecidos familiares y marcas étnicas o raciales. Por otro lado, las otras dos características (sexo y edad) son permanentes, pero las alianzas cambian. Por ello, claves exteriores, como el color de la piel no serían invariables o definitivas porque hoy podrían ser nuestros aliados los de una etnia determinada y mañana los de otra. Es decir, la raza tiene importancia en cuanto tiene valor productivo de la pertenencia a una coalición del sujeto.
Basados en estas premisas Kurzban y cols diseñan una metodología, que no voy a detallar, donde utilizan un protocolo de confusión de memoria creado por Taylor y presentan una serie de fotografías a los sujetos experimentales y luego les preguntan a ver quién dijo qué. Cuando los sujetos se confunden denotan si han clasificado a las personas por su raza o no. La característica diferencial que introducen Kurzban y cols. es que en uno de los experimentos la pertenencia a una coalición es una característica importante de los individuos presentados en las fotos. El resultado es que cuando la pertenencia una alianza es importante, los sujetos experimentales no codifican de forma importante la raza, mientras que en situaciones que no implican alianzas sí la codifican.
Lo importante de este trabajo es que por primera vez se ha encontrado algo que consigue que no clasifiquemos a los demás por su raza y , además, que esto se consigue de una manera fácil, con una exposición de 4 minutos a un mundo en el que lo importante son las alianzas, y la raza es irrelevante. Todo esto implica que la codificación por raza es cognitivamente volátil y puede ser sobrescrita por nuevas circunstancias, es decir, que se puede reducir, y tal vez borrar por completo.
El caso es que este mismo grupo acaba de publicar un nuevo trabajo con 6 estudios que replica los resultados del artículo anterior. Insisten en proponer un Sistema de Detección de Alianzas y que la categorización por raza es importante en entornos donde predice las alianzas y divisiones sociales. Cuando la raza no predice la estructura de alianzas deja de detectarse. Un dato importante que se repite en los dos estudios es que un mundo donde las coaliciones son importantes hace que desaparezca la categorización por raza, pero no hace que desaparezca la categorización por sexo (lo que da fuerza a los resultados). De nuevo, estos resultados apoyan la hipótesis de que categorizar a la gente por raza es un subproducto reversible de un sistema cognitivo especializado en detectar alianzas y regular su uso.
La moraleja de estos trabajos es que unos enemigos comunes no son la única manera de conseguir que la gente se una, la colaboración pacífica tiene el mismo efecto. Cuanto más proyectos en común tengamos, cuantos más objetivos y estilo de vida compartamos, más irrelevante se irá haciendo la categorización de la gente por raza. Esos proyectos compartidos, colaboraciones y alianzas nos dirán quién es uno de los nuestros, y no el color de la piel. Habrá que ver si otros investigadores son capaces de replicar estos resultados.
@pitiklinov
Referencias
Es un tema muy interesante. Creo que pasará tiempo antes de que la sociedad comience a tomar en serio que nuestro comportamiento está influido por nuestra naturaleza animal, para bien y para mal.
ResponderEliminarEl racismo es una forma de xenobobia, y es por ello esperable que lo encontremos en muchos tipos de animales. Entre los primates es muy común. Más sorprendente es que también exista en ratas.
Este es un estudio del grupo de Peggy Mason que tiene mucho que ver con la entrada, en mi opinión es un ejemplo perfecto de como funciona esto, y de como se podría superar.
http://elife.elifesciences.org/content/elife/3/e01385.full.pdf
Pues parece que es el mismo mecanismo en las ratas que en nosotros: el que comparte tu vida, el que rema a tu lado, ése es de tu familia ( y eso que ellas tienen mejor olfato, pero parece que no huelen los genes y se guían por claves indirectas)
ResponderEliminarNormalmente damos por sentado que todo está mucho más definido por los genes en organismos de los llamados "inferiores". Pero nos equivocamos, la línea está mucho más lejos. Una chulada :)
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