Cuando yo andaba en edad escolar y más
tarde en el instituto ya había acosadores, se trataba de los
gallitos de pelea que existen en todas las aulas y en todos los
entornos educativos. La diferencia con los de hoy es que entonces no
había chicas en clase y es por eso que los acosadores nos acosaban
a los demás chicos, a la buena gente por así decir, a los que
cumplíamos las reglas y no nos metíamos con nadie.
Y además en aquel entorno había una
serie de reglas no escritas que se cumplían a rajatabla, cuando
alguien maltrataba a otro niño habia siempre un fuerte protector que
nos salvaba y que solia decir:
- ¿Por qué no te metes conmigo,
valiente?
Dando a entender que el tamaño, la
fuerza y la edad debían medirse siempre en igualdad de condiciones
con alguien de similares fuerzas. Es así que se inhibía el natural
impulso biológico de los chicos a abusar de los más pequeños, los
más débiles o vulnerables, los diferentes, los gordos o simplemente
de aquellos que despreciábamos la bronca.
Había otra regla no escrita que nunca
vi ser violada: las chicas eran intocables. En aquel
tiempo éramos así de discriminadores, no estaba bien visto abusar
de las chicas.
Aunque chicos y chicas andábamos en
distintas aulas, participábamos del mismo edificio y lugares de ocio
fuera colegio o instituto, de modo que había espacios para
encontrarse fuera y dentro del propio colegio, pero en mi vida de
colegial o bachiller no vi nunca a ningún chico abusar de ninguna
chica. Era simplemente impensable, algo de poca hombría como se
decía entonces.
El panorama en la actualidad ha cambiado
desde que hemos terminado con la "segregación" de chicos y
chicas. Aquellos acosadores ahora espian a las chicas en el retrete,
les dan balonazos, les bajan las bragas en el patio o en cualquier
pasillo, les pegan, empujan o muerden por no hablar del acoso que
sufren en Internet y que conocemos bien por la prensa. Dicho de otra
manera: las tratan como iguales más débiles, es decir como a
hombres. Hemos terminado con la discriminación.
Antes de seguir con mis argumentos me
gustaría intercalar un axioma sobre la conducta masculina: "El
abuso, la intimidación y la amenaza son parte del repertorio de
tácticas empleadas en situaciones competitivas de los hombres".
Dicho de otra manera el cerebro masculino está cableado para la
rivalidad con otros machos, es decir para la rivalidad intrasexual.
Algo que podemos ver crudamente en las
interacciones de los chicos en la escuela y luego más sutilmente en
otras escalas como en el mundo del trabajo, del deporte o
explicitamente en la guerra. La pregunta que viene a continuación es
ésta: ¿por qué los hombres desvían hacia las mujeres esa
hostilidad cableada para lograr un puesto en la jerarquía de los
hombres? ¿Qué ha sucedido para que las rivalidades intrasexuales se
proyecten en rivalidades extrasexuales y se conviertan en ese acoso
detestable que algunos hombres llevan a cabo son sus parejas?.
Necesitaríamos ahora un pequeña
lección de etología y ver como se las arreglan otros animales
para ahuyentar a sus competidores y conseguir reproducirse, es por
eso que les recomiendo lean este post sobre "Violencia
de género en el acuario".
Decía allí que:
El viejo mecanismo de transformación
de la agresión intrasexual en agresión extrasexual parece haberse
debilitado en nuestra especie, como casi todas las inhibiciones
parecen haberse transformado en prescripciones sociales, si atendemos
a los casi diarias noticias sobre agresiones en el hogar con
resultado de muerte.
Una de las razones de este debilitamiento es que ya no existen depredadores específicos de nuestra especie que puedan ritualizar la defensa común del territorio que es al parecer uno de los mecanismos que hacen de las parejas de pececillos de Lorenz una parejas fieles y eternos compañeros, la reorientación de la agresión (Tinbergen 1969) o su desplazamiento es uno de los rituales que amortiguan la agresión sexual.
Una de las razones de este debilitamiento es que ya no existen depredadores específicos de nuestra especie que puedan ritualizar la defensa común del territorio que es al parecer uno de los mecanismos que hacen de las parejas de pececillos de Lorenz una parejas fieles y eternos compañeros, la reorientación de la agresión (Tinbergen 1969) o su desplazamiento es uno de los rituales que amortiguan la agresión sexual.
Otra razón es que las mujeres han
dejado de ser consideradas "intocables" y han pasado a
verse como rivales intrasexuales en una especie de ceguera sexual De
hecho la mayor parte de agresiones de hombres hacia mujeres se
realizan por hombres que ocupan un bajo lugar en la jerarquía
social, los vencidos o perdedores en la competencia agonística con
otros hombres son los adultos más peligrosos para las mujeres.
Tratan a las mujeres como si
fueran hombres más débiles que ellos y ejercen con ellas la
particular venganza de su derrota masculina.
Del mismo modo sucede en la escuela, los
niños acosan a las niñas porque son mas debiles que ellos. No hace
falta decir que la violencia siempre se ejerce de arriba abajo, del
fuerte al débil, del grande al pequeño, del macho a la hembra, del
igual al diferente.
Kingsley
Browne es un profesor de leyes que además de eso incorpora
ciertas intenciones de psicólogo evolucionista en sus trabajos y que
ha escrito una serie de artículos y de libros esenciales para
comprender el tema del acoso, sobre todo en el ambiente laboral del
que es, por su profesión, experto.
He traducido (de mala manera y del
inglés) estos párrafos del trabajo abajo citado para que el lector
tenga noticia de las ideas del tal Browne:
Y que comienza con una declaración
polémica y en cierto modo provocadora: "Los hombres
acosan sexualmente a las mujeres, porque ya no son sexistas".
Una desafortunada consecuencia del
número cada vez mayor de mujeres que se incorporan a la fuerza
laboral y trabajando codo a codo con los hombres es el creciente
número de casos de acoso sexual. ¿Por qué el acoso sexual es una
consecuencia necesaria de la integración sexual de los lugares de
trabajo?
Kingsley R. Browne identifica dos tipos
de casos de acoso sexual: el quid pro quo ("Tienes que
dormir conmigo si quieres mantener su trabajo o ser promovida")
y el "ambiente hostil" (el lugar de trabajo se considera
demasiado sexualizado para que los hombres se sientan seguros y
cómodos). Mientras que las feministas y los científicos sociales
tienden a explicar el acoso sexual en términos de "patriarcado"
y otras ideologías, Browne localiza la causa última de los dos
tipos de acoso sexual en las diferencias de sexo en las
estrategias de apareamiento.
Los estudios demuestran inequívocamente
que los hombres están mucho más interesados en el sexo
ocasional a corto plazo que las mujeres. En un estudio ya clásico,
el 75 por ciento de los hombres universitarios abordados por una
atractiva mujer extraña acordaron tener relaciones sexuales con
ella, algo que ninguna de las mujeres que fuera abordada por un
extraño , hizo.
El quid pro quo (el pago
en especies laborales) son manifestaciones de un mayor deseo de los
hombres para el sexo ocasional a corto plazo y su disposición a
utilizar todos los medios disponibles para lograr ese objetivo. Las
feministas afirman con frecuencia que el acoso sexual "no
se trata de sexo, sino de poder," Browne sostiene que ambas
cosas se dan a la vez: los hombres usan el poder para asegurarse el
sexo y las mujeres usan el sexo para adquirir poder. Pero decir
que es sólo cuestión de poder no tiene más sentido que decir que
la causa de un robo de un banco es a causa de las armas, no por el
dinero.
Casos de acoso sexual de la variedad
"entorno hostil" de las diferencias de sexo en lo que los
hombres y las mujeres perciben como "demasiado sexual" u
"hostil" de comportamiento. Muchas mujeres se quejan de que
han sido sometidas a malos tratos, intimidación y trato
degradante por parte de sus compañeros masculinos. Browne señala
que mucho antes de que las mujeres entraran en la fuerza laboral, los
hombres se sometían unos a otros para ese trato abusivo,
intimidatorio y degradante. No se trata pues de un fenómeno nuevo
sino de una fusión entre dos programas atávicos el de la dominancia
y el sexual.
Abuso, intimidación y la degradación
son parte del repertorio de tácticas empleadas en situaciones
competitivas de los hombres. En otras palabras, los hombres no están
tratando a las mujeres de manera diferente a como tratan a otros
hombres pero legalmente sucede lo contrario: los
hombres acosan a las mujeres precisamente porque no hay
discriminación entre hombres y mujeres.
Bibliografía.-
¿Y qué sugieres que haya discriminación? No veo claros los argumentos y me parece que partes de una premisa impresionista y muy subjetiva basada en los recursos. La verdad esperaba algo más sólido. See you
ResponderEliminar¿No te parecería José Luis, que bastaría con dejar de negar la desigualdad?
ResponderEliminarLa desigualdad en sí misma simplemente constata la existencia de diferencias que permiten agrupar en este caso individuos para su mejor comprensión.
La discriminación eleva esas diferencias accidentales a categoría prescriptiva, es decir al ámbito del "deber ser" lo que no puede menos de considerarse intolerable.
Asustarse ante la desigualdad o pretender negarla confundiendo además sus nítidos perfiles es no sólo miope sino tristemente acientífico, por más que el paradigma dominante insista en esa absurda equiparación.