En esta entrada voy a comentar la evolución de las ideas de Harry Harlow sobre el apego, el amor materno-filial y el amor en general. Todos conocemos la primera parte de su trabajo, sus famosos experimentos con madres sustitutas de monos rhesus de los años 50 del siglo pasado, pero es menos conocida la continuación de esos experimentos, una segunda parte que es tanto o más interesante que la primera. No voy a entrar en el aspecto ético de estos estudios, asunto que ha sido ampliamente debatido. Evidentemente, hoy en día que se está extinguiendo la investigación con primates y monos, no serían posibles, pero hay que contemplar los experimentos en su contexto histórico. Y el contexto histórico es que en aquella época los expertos en educación decían que había que darle al niño el menor afecto posible para no debilitarlo y “echarlo a perder”. La consigna en hospitales y orfanatos era no tocar a los niños. Todo un presidente de la Asociación Americana de Psicología había dicho que “cuando te sientas tentada a dar cariño a tu hijo, recuerda que el amor materno es un instrumento peligroso”. Si tenemos en cuenta que a principios del siglo pasado los médicos operaban a los niños pequeños sin anestesia porque creían que los niños eran incapaces de sentir dolor, pues nos hacemos una idea del nivel de sensibilidad que se podía mostrar hacia los animales si se trataba así a los niños. En algún blog que he estado leyendo se comenta que son una atrocidad y que sólo demostraron algo obvio. Estoy de acuerdo en que son de una crueldad que sobrecoge, pero los resultados de los experimentos no fueron nada obvios para la ciencia de la época. Ninguna de las dos escuelas dominantes en aquellos años (el psicoanálisis y el conductismo) predecía esos resultados, y supusieron un cambio de paradigma, como suele decirse ahora. Los resultados de la segunda parte de su carrera siguen sin ser obvios (han sido mayormente ignorados) incluso hoy en día.
Como decía, para la mayoría de psicoanalistas y psicólogos de la época los niños aprendían a amar a su madre asociándola con la satisfacción de las necesidades biológicas, especialmente el hambre y la sed. En 1951, la OMS, en realidad el psicoanalista británico John Bowlby encargado de la tarea, publica el informe Maternal Care and Mental Health, proponiendo la nueva visión de que el vínculo del niño con la madre tenía componentes instintivos y enfatizando la importancia de otros aspectos, como el contacto, y no sólo de la comida. Esta postura era un consenso entre otros psicólogos infantiles como David Levy, René Spitz y Margarethe Ribble, y consistía básicamente en que había mucho más en la relación madre-hijo que leche. La pregunta entonces era: ¿tienen una necesidad innata de amor materno los niños, o aprenden a amar a sus madres porque les proveen de comida? Dado que éticamente no se podía estudiar esto en humanos, Harlow pensó en los monos rhesus como un sujeto ideal para examinar los orígenes de nuestra capacidad de amar.
Para comparar la importancia relativa del alimento frente al contacto-confort, Harlow diseñó unos “muñecos” que hacían el papel de madre, uno era de alambre y tenía un biberón para suministrar comida, y el otro estaba forrado con una especie de trapo o paño. En la referencia que estoy manejando y que tenéis más abajo dice que la madre de tela tenía una lámpara detrás que daba calor, pero no dice que la madre de alambre tuviera la misma lámpara. Supongo que es una omisión porque siempre se ha dicho que eran exactamente iguales en todo lo demás. El caso es que el monito pasaba la mayor parte del tiempo con la madre de trapo, y es con la que corría a refugiarse cuando le asustaban (tenéis vídeos en Youtube de esta primera parte de los experimentos, no así de la segunda). En uno de los tests, el llamado de campo abierto, se ponía al monito en una habitación con objetos que normalmente despertarían su curiosidad para ver su reacción. Los monos criados con madres de trapo la usaban como base de operaciones, o fuente de seguridad, para explorar el entorno regresando de vez en cuando a la madre. Los monitos criados con madres de alambre se quedaban aterrorizados, encogidos, sin explorar.
Para Harlow, estos experimentos probaban que las madres eran fisiológicamente equivalentes pero no psicológicamente equivalentes, y el monito prefería estar con la madre que proveía confort y sensación de seguridad. Estos resultados iban en contra de la idea de que el afecto es una respuesta aprendida asociada con la comida. El contacto corporal proveía el confort que unía al niño a la madre. Pero, en contra de como se interpreta actualmente, Harlow no dedujo de los resultados que los monos rhesus necesitaban a sus madres. Para él, lo que necesitaban era confort y él había demostrado que incluso una máquina inanimada podía proveerlo. Cuando Harlow tradujo estos resultados al campo humano, su argumento era que podía haber sustitutos para la madre, incluyendo el padre.
El trabajo de Harlow coincidió con una época en la que había mucho interés en las implicaciones de la investigación con animales para entender las bases biológicas de la conducta humana. Konrad Lorenz había mostrado al gran público, de forma espectacular el fenómeno del “imprinting” y John Bowlby usó esos estudios y los suyos en orfanatos para plantear que el cuidado y amor materno eran esenciales para el desarrollo psicológico del niño. Según Bowlby la díada madre-hijo tiene una base biológica, el niño se une por una necesidad instintiva a la madre, y separar a los niños de las madres y privarlos del amor materno tendría graves consecuencias emocionales. Harlow fue invitado a hablar en congresos de psiquiatría y psicología y se hizo muy famoso, de ahí probablemente que realizara los vídeos disponibles en Youtube. Sin embargo, Harlow no creía en el imprinting, pensaba que no existía en primates, pero en general, en aquella época sí pensaba que sus trabajos confirmaban las ideas psicoanalíticas, y las de los etólogos, sobre la existencia de períodos críticos en el desarrollo. Pero en esta fase de su trabajo Harlow no pensaba que los monos necesitaran una madre de carne y hueso para su desarrollo emocional. Veía a la madre de trapo como una “madre eminentemente satisfactoria” . Pero los monos crecieron, y las ideas de Harlow evolucionaron.
Cuando los monos crecieron , se convirtieron en unos adolescentes extraños. No mostraban interés en el sexo opuesto. Cuando se les colocaba en una habitación con otros monos se sentaban solos, mirando al espacio y no interactuaban con los demás. No tenían pensamientos ni actividades de tipo recreacional ni procreativas. Incluso, cuando se les emparejaba con monos normales sexualmente experimentados eran incapaces de adoptar las posturas de copulación adecuadas. Cuando a las hembras se las impregnaba artificialmente se convertían en unas madres punitivas, rechazaban, abusaban y mataban a las crías. Las madres sustitutas no les habían convertido en individuos sociales. Quizás las madres reales sí eran indispensables, después de todo. En este punto, los resultados de Harlow parecían confirmar las ideas de Bowlby, Rene Spitz y Mary Ainsworth de que el amor materno era esencial para el desarrollo emocional del niño (dicho sea de paso, estos autores que acabo de mencionar, y que trabajaban con deprivación maternal, estaban en contra de que las mujeres trabajaran fuera de casa). Esto encajaba muy bien con la hipótesis de Bowlby de que la madre era el “organizador psíquico”. Y encajaba también con el imprinting de Lorenz, porque un pájaro que no hacía el imprinting era incapaz de desarrollar los instintos específicos de la especie, incluyendo la atracción y la capacidad de copular con miembros de su propia especie. Como su trabajo anterior, estos resultados también se discutieron en conferencias y congresos.
Pero Harlow insistía en que el imprinting no era un mecanismo adecuado para explicar el desarrollo emocional en primates. Según él el imprinting no era lo que operaba en los patrones de separación madre-hijo, ni en el niño ni en el pájaro. El imprinting no era suficiente para explicar la habilidad del niño de formar relaciones con otros. Si un niño permanecía vinculado a su madre sería incapaz de entablar relaciones sociales con otros niños y luego con adultos. También era necesario explicar cómo se separa el niño de la madre. Para formar patrones de relación normales con otros niños tiene que romper el vínculo establecido con la madre. Para Harlow, las hipótesis de Bowlby y Lorenz no podían explicar cómo el amor por la madre conducía en su momento al amor por otros individuos. Un niño se apega a la madre, bien, ¿pero como hace el amor a la madre que sea posible el amor a los demás? ¿cómo generaliza, transforma o desvía un niño su amor por la madre hacia otros miembros de la especie?
Patrón choo-choo |
Esto llevó a Harlow a hipotetizar la existencia de otros sistemas afectivos que no eran simplemente una extensión de amor del niño por su madre. Presentó un conjunto de sistemas afectivos que se proponía investigar de ahí en adelante, con otros colaboradores:
1- El patrón afectivo del niño por la madre
2- El patrón afectivo del niño por otro niño( igual a igual)
3- El patrón afectivo heterosexual
4- El patrón afectivo materno ( madre a hijo)
5- El patrón afectivo paterno ( padre a hijo)
Harlow mantenía que había varios sistemas afectivos en primates con estadios de desarrollo determinados por diferentes variables. Desde el principio, se había dado cuenta de que a los monos criados en aislamiento se les había privado de mucho más que las madres: de padres, hermanos, amigos y demás miembros de la familia y del grupo social. Así que el laboratorio de Harlow inició unos estudios para valorar el papel relativo de madres e iguales (peers) en la socialización de los monos. Crearon por ejemplo una situación en la que un monito era criado con una madre sustituta pero podía cruzar a otro espacio donde podía interactuar con otro mono que se encontraba en la misma situación que él. Los datos de esta situación apoyaban que los monos que hacían una fijación muy prolongada con la madre sustituta no formaban buenos vínculos “niño-niño”. Harlow propuso que la madre rhesus guiaba a sus hijos por dos estadios. En el primero le daba confort y seguridad pero en el segundo empujaba, literalmente, a la cría para que actuara con otros monos. En este segundo estadio el juego con los iguales era un ingrediente esencial de la socialización del niño. Progresivamente, los patrones de juego eran sustituidos por patrones agresivos y sexuales. Harlow concluía: “aunque el amor puede ser suficiente, solo el amor de la madre no lo es”.
Pero aún así, la importancia relativa de el papel de la madre y el de los iguales no estaba clara. Entonces Harlow crió a monos sin madre pero los crió con otros monos en sus mismas circunstancias. Los monitos se agarraban entre ellos en un patrón que llamó patrón “choo-choo”. Aunque los monos mostraban conductas extrañas, la presencia de los otros monos hacía que al final desarrollaran respuestas sociales estándar. Después de comparar monos con madres reales o sustitutas y monos criados con iguales, Harlow concluyó que las madres no eran necesarias para la socialización, sino que meramente facilitaban la interacción de las crías con otros monos. Por lo menos en los monos, en condiciones favorables, se podía prescindir de las madres reales pero no se podía prescindir de las experiencias con compañeros.
Y aquí los experimentos de Harlow ya no están de acuerdo con las teorías de Bowlby de que la madre es el organizador psíquico necesario y suficiente. “Este hallazgo contrasta con las teorías psicoanalíticas y psiquiátricas actuales que enfatizan la importancia del papel de la madre y minimizan la parte que juegan las interacciones con los iguales en el desarrollo normal de la personalidad del adulto”, escribió. La falta de la madre podía ser suplida si el monito podía interactuar con compañeros. Concluía que el foco exclusivo de psiquiatras y psicólogos en el apego a la madre era inadecuado. Había que revisar todo lo que se había escrito sobre las supuestas consecuencias patológicas de la ausencia de la madre. Según Harlow, las disfunciones de personalidad que se habían atribuido a una madre inadecuada (marasmo, hospitalismo, depresión analítica, autismo infantil, debilidad mental y desviaciones sexuales) , no eran atribuíbles exclusivamente a la falta de la madre. Criticaba el trabajo de Freud y su hija Anna Freud por sobrevalorar la relación madre-hijo (padres-hijo), y no tener en cuenta el poder rehabilitador de las relaciones niño-niño, después de una desafortunada relación madre-niño.
La amistad es muy poderosa. Harlow lo demostró en monos. A lo largo de los años, Harlow aportó pruebas del poder curativo de las relaciones con otros. Una prueba eran los monos “choo-choo” que llegaban a ser competentes socialmente. Una segunda evidencia fueron unos resultados inesperados con las madres punitivas donde para sorpresa de los investigadores se vio que estas madres incompetentes se convirtieron en buenas madres con el segundo hijo sin que la explicación estuviera muy clara. Harlow pensaba que la interacción con el primer bebé podía haber tenido algún efecto. Otra prueba era que si monos trastornados por la deprivación se ponían en contacto con monos normales más jóvenes que ellos, estos monos se les acercaban, interactuaban con ellos, y esto tenía un efecto terapéutico y los monos incompetentes mejoraban, por lo menos parcialmente.
Harlow pensaba que esto era aplicable a humanos , que la interacción con iguales era esencial para del desarrollo normal y que la deprivación de iguales conduciría a patología. Harlow pensaba que la existencia de sistemas afectivos que se compensaban unos a otros tenía mucho sentido desde el punto de vista evolucionista porque estas compensaciones recíprocas permitían unas mayores posibilidades de supervivencia. Bien las madres, o bien los iguales, podían fallar en determinadas etapas del desarrollo y esa diversidad de sistema afectivos era más segura para evitar patología. Esta postura de Harlow rompía totalmente con la ideología de la época, e incluso con la ideología actual, y es algo que no es apreciado sino ignorado por la literatura de nuestros días. El mismo Bowlby nunca citó los trabajos de la segunda época de Harlow (no le venían bien) y tan tarde como 1980 seguí mencionando solo los primeros. Para Harlow no había un origen único del amor sino 5 sistemas afectivos. Esto chocaba con la posición psicoanalítica y con los teóricos del apego, para los que la madre es la fuente original de nuestra capacidad de amar. Harlow hizo seguimientos durante años de estos monos y demostró que la interacción social con iguales podía compensar y curar los efectos negativos de la deprivación de la madre.
La evolución ha diseñado a los monos rhesus, y según Harlow también a los humanos, de manera que pueden sobrevivir con diferentes amores (la vida es demasiado valiosa para apostarlo todo a un solo tipo de amor). Creo que una cosa clara que sí demuestran estos experimentos es que los primates somos seres sociales y que no podemos vivir aislados. Intentarlo es violar nuestra más profunda naturaleza.
@pitiklinov
Referencias
''La vida es demasiado valiosa para apostarlo todo a un solo tipo de amor''
ResponderEliminarInteresante afirmación.
Concuerdo con una parte del anàlisis pero no con todo, Harlow aportò bastante pero ahi quedò, para su època es comprensible, el desarrollo de la neurosciencia no estaba tan avanzada. Hoy se sabe que la madre no solo es importante (les guste o no a las mujeres y hombres) es imprescindible para la construccion de un ser humano, el ¿porque la naturaleza dotò de esto a la hembra humana? es otra pregunta a responder pero no interesa desde el punto de vista de lo que hoy ya sabemos en el sentido de la configuracion mamifera, que el ser humano se construye en simbiosis y que por supuesto nuestra naturaleza es social, J. Prescott aportò mas como lo hicieron Odent, Miller, Reich, etc. Hoy hay mas analisis que estudian la incidencia del tipo de nacimiento en la estructura humana, en estos los estudios de Michel Odent y Nils Bergman son mas que elocuentes.
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