Hace años que lancé tímidamente la pregunta a los encargados
de un consultorio científico del portal de
internet Terra. No recuerdo cómo la articulé exactamente, pero reflejaba mi
inquietud, entonces muy intensa, sobre los vínculos entre el funcionamiento de
nuestro aparato digestivo y nuestro estado de ánimo. Creo que les hablé de “gases”
y ansiedad. Yo no sabía mucho de ciencia por entonces, en los primeros años de
este siglo, y ahora que sé todavía menos he recibido la respuesta por los
torcidos caminos de la divulgación científica. Sigo esperando la respuesta de
los “expertos” de Terra.
Por un lado un documental absolutamente exquisito y por otro
un libro totalmente delicioso (manjares que digerí con entusiasmo) me hicieron
ver lo mucho que ignoraba sobre mi cuerpo, aunque tuviera un somerísimo
conocimiento del soma.
El título del Documental era La Vida en Nosotros, y lo
pusieron en RTVE (ya saben, los docus de la 2 que todo el mundo dice ver y
pocos ven, acaso haciendo zapping). Dicho documental, que pueden ver en el enlace del título, versaba sobre lo que indicaba
literalmente ése título: los seres vivos que nos tienen a nosotros por su
florido y animado ecosistema. Cientos de millones o muchos más, cifras
astronómicas que mi cerebro no está preparado para calcular. En fin, esos
mismos que, a falta de carroñeros externos se van comiendo por dentro nuestro
cadáver cuando morimos. Son en su gran mayoría bacterias, supuestamente , si no
consideramos a los virus como formas de vida, y gran parte de ellos se alojan
en nuestros intestinos y nos ayudan a procesar los nutrientes que provienen de
nuestra pantagruélicas o famélicas ingestas, aunque también están en gran
número en nuestra piel y en menor medida en nuestros tejidos. Dichos
entrañables bichitos unicelulares son una “caja de herramientas” metabólica que
nos permite sacar el máximo provecho de los alimentos. Y llevan tanto tiempo siendo
imprescindibles para nosotros y dentro de nosotros que podríamos decir que son
parte constituyente y constitutiva de nuestra organización biológica. La falta o
el exceso de determinados microorganismos está probablemente en el origen de
múltiples afecciones. Y esto nos conduce a un cul de sac escatológico: las
heces. En ellas se pueden encontrar pruebas del correcto o incorrecto
funcionamiento de nuestra digestión y, de paso, de la cantidad, cualidad y
calidad de nuestra microbiota. De hecho muchas personas se han sometido a..ejem….trasplantes
fecales. No entraremos en detalles de cuál es el procedimiento, simplemente
diremos que los sanos donan a los enfermos su flora. También en el ombligo,
ese lugar que según Milan Kundera es el
nuevo centro del erotismo y que nos vuelve a todos intercambiables (de ello
escribe en La Fiesta de la Insignificancia), por su aparente homogeneidad, se
da una diversidad microbiana, una heterogeneidad, verdaderamente pasmosas, pero
ya no sólo en cada uno de nuestros ombligos, sino entre distintos ombligos de
distintas personas. Hablamos de que los microbiólogos pueden sacar de ellos una
auténtica huella personal al estilo de las digitales, acaso aún más perfecta que
ese fractal de nuestros dedos.
El documental aborda
extensamente la cuestión del microbioma
humano, mientras que esa otra fuente de conocimiento a la que tuve acceso en
papel (esa especie en extinción del mundo “digital”) se centra en la digestión.
También su título en castellano no ofrece dudas: La Digestión es la Cuestión.
Su autora, una pipiola, una chavalilla, una jovencita que está sacando su
Doctorado en la Universidad Goethe de Frankfurt estudiando una bacteria
peculiar. Giulia Enders, esta alemanita, tiene un humor excelente que nos pone
de inmediato de un humor excelente, cuando lo trasladamos a nuestro cerebro con
la lectura de su libro. Aparte que siempre quedará en nosotros un “residuo” del
humor marrón de nuestra niñez. De las glándulas salivales y las moléculas que segregan
(de las que nos habló Pitiklinov hace poco) hasta la gran traca final de los
pedos y las bombas de las heces, en su forma Hiroshima o de Racimo,o de Napalm,
recorre el sistema digestivo de arriba abajo, empujada por la gravedad….y por
la gravedad de la cuestión que es la digestión. Les aseguro que leer este libro
no les dejará indiferentes y quizás les haga mirar sus defecaciones, eructos y
tambores de guerra estomacales e intestinales con algo más de cariño.
El tema da para mucho más de lo que cuento aquí de manera
informal. Ciertamente es recomendable visionar La Vida en Nosotros y leer La
Digestión es la Cuestión. Les aseguro que se sentirán una comunidad andante muy
elegante.
¿Y qué podemos decir de todo esto para responder la pregunta
de aquél ingenuo joven que preguntó por la posible relación de los gases y el
estado de ánimo? Pues bien, que nuestro sistema nervioso entérico manda más
información al cerebro (sobre todo a la ínsula) de la que recibe del mismo a
través del nervio vago (que no es que sea un vago, pero es que está muy
solito). ¿Y esto que significa? Para
dárselo mascado y bien fácil de digerir a nuestro pipiolo, le diremos que lo
que esto implica es que nuestro sistema digestivo expresa su malestar a nuestro
cerebro y que éste, que recibe la queja, la convierte en un malestar
consciente, que puede tomar la forma de ansiedad, depresión, o una inquietud
que sea difusa pero que pueda incomodar. ¿Y los gases, qué narices? Bueno, las
narices tienen que olerlos cuando los exhalamos por la boca o los soltamos por
abajo, pero la producción industrial de los gases se produce fundamentalmente en el
intestino grueso y es como lo que sale de las chimeneas de nuestras fábricas, pero en éste caso la chimenea es un doble esfínter que tenemos al final del recto y las fábricas son nuestras comunidades
bacterianas. Su industria metabólica tiene esos contaminantes. También algunos
suben desde el estómago, puesto que la forma del mismo crea un espacio en el
que el aire puede acumularse. Así que, amigo, no te sientas tan mal, al menos
tienes una respuesta a tu pregunta, la relación es obvia, un exceso de gases
produce incomodidad que llega a tu cerebro y se transforma en….incomodidad,
pero de otro tipo. Vamos, lo mismo que ocurre en la transducción de la señal de
los ojos u oídos, (estímulos en forma de ondas electromagnéticas y aéreas) al
cerebro, tampoco es para extrañarse.
Desde el punto de vista evolucionista todo esto deja claro el papel preponderante de la coevolución de millones de especies en el desarrollo de los organismos pluricelulares. Como decía más abajo, hablando de Planetas Simbióticos y Genes Egoístas, Lynn Margulis tenía mucha razón.
Es interesante la información pero está un poco confuso el texto.
ResponderEliminarSi la realidad no existe... entonces ¿A QUIEN COÑO SE DIRIGE ESTE SEÑOR? ¿QUÉ SENTIDO TIENE ESTE BLOG SI CADA UNO VE Y LEE LO QUE LE DA LA GANA???? ESTE SEÑOR ES UN PIRADO.
ResponderEliminarhola ,ya he actualizado parasitologia, saludos
ResponderEliminarGracias. Soy Javier Moreno, el mismo que te escribió por email. Ya pude ver el libro. Impresionante.
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