Pablo Herreros Ubalde |
Hace bien poco (nada en
términos geológicos) que entrevistamos al divulgador científico inglés Jon Turney en relación con su libro Yo, Superorganismo. A través de la entrevista y
de su introducción tratábamos de poner de manifiesto el hecho (hasta hace poco
“invisible”) de que nuestros cuerpos son el lugar en el que se desarrollan
múltiples ecosistemas interconectados de microorganismos, y que en su papel de
hábitat o conjunto de hábitats para distintos ecosistemas, nuestro cuerpo no
era un mero receptáculo pasivo, sino un agente activo, tan involucrado y
dependiente en el funcionamiento de éstos como todos los demás integrantes de
los mismos. Hasta tal punto es así que Turney llega a la nada sorprendente
conclusión de que nosotros, los humanos, somos superorganismos. Pero aunque su
paso, al principio y al final de su obra, por delante del espejo, le ofrece,
desde una óptica renovada, una visión distinta de sí mismo, el hecho es que lo
primero que ve siempre que se mira en el espejo es a un primate. La primera
declaración que puede hacer tras ver su imagen devuelta por el cristal
reflectante es: Yo, Primate.
Dada la escasa
comprensión que la mayoría de las personas tienen sobre nuestras relaciones
filogenéticas o, para ser más precisos, sobre el “quién es quién” en el gran
festival evolutivo de los primates, no resulta extraño que llamen “mono” a todo
lo que se menee que pertenezca a nuestra familia extendida. De hecho, cuando Darwin
publicó el Origen de las Especies, lo que preocupaba a la gente es que el
hombre “viniera del mono”. Una preocupación que, vista la naturalidad con que
la gente da la espalda a las conclusiones últimas ineludibles que se derivan de
este hecho en sus vidas primates, sigue estando presente, aunque quede
arrinconada en el inconsciente. Cualquiera que quiera pasar por ilustrado
reconocerá que la evolución es lo que nos ha traído aquí, a partir de lo que
Darwin llamó unos “orígenes más humildes”. Pero si tocamos cuestiones
políticas, morales, religiosas, de costumbres, tendencias cognitivas etc a la
luz de la evolución, de repente algunos exclaman, rasgándose las vestiduras:
“El hombre no es cualquier animal. El hombre es único”….en su especie.
Conviene pues que, antes
de trasladar al gran público cualquier noción que se asiente sobre la evidencia
sólida de que somos animales puros y duros, tal como que somos
“superorganismos”, sentemos claramente las bases, empezando por lo más obvio,
por aquellos seres a los que más nos parecemos (o aquellos que más se nos
parecen, si nos queremos poner antropocéntricos). Nosotros, superorganismos,
somos, a primera vista, pero sin ningún género de dudas, primates. Somos, en
lenguaje popular, “monos”.
Así que entonemos el mea
culpa por obviarlo a diario con nuestras actitudes, creencias y comportamientos
a pesar de que nuestra razón nos lo indique, a poco que pensemos en ello. Todas
las mañanas querido lector, mírese en el espejo y dígase: "Yo Mono, Yo Mono, Yo
Mono", y acompañe esta letanía de grotescas muecas. Verá como no se defrauda.Tan
patético espectáculo, en su comicidad, encierra nuestra esencia.
Nuestro invitado de hoy
es, como Turney, divulgador. Su formación en Sociología y Etología le han dado
una visión privilegiada para apreciar los matices de lo que somos por encima de
todo, primates. Y como Turney ha escrito un libro con un título igualmente
enfático respecto a la primera persona, pero que sin duda puede aplicarse a la
primera persona del plural: “Yo, Mono” es una humilde declaración ante el
espejo de la naturaleza de un humilde observador de nuestros “humildes
orígenes”. Pablo Herreros Ubalde es, en esta obra, el “yo”. Los humanos somos
en realidad los protagonistas (aunque con un plantel de actores protagonistas
muy amplio, que hace difícil que seamos los principales protagonistas), y el
título que se termina leyendo, si se comprende cabalmente lo que escribe, es
“Nosotros, Monos”.
EN 1967 se publicó el
libro del etólogo y zoólogo británico Desmond Morris “El Mono Desnudo”. El
libro tuvo ese poder irresistible de atracción de lo prohibido para muchos
lectores, y provocó el esperado rechazo por parte de los que, de algún modo,
creen que disponemos de facultades “superiores”, más o menos trascendentes.
Traía aquel libro de vuelta la “peligrosa idea de Darwin” (tal y como la
definió el filósofo Daniel Dennett) del modo más peligroso: incidiendo en
nuestra animalidad, manifiesta en nuestros comportamientos más humanos.
Pablo Herreros Ubalde,
que ha actualizado el mensaje casi 50 años después con su “Yo, Mono”, ha tenido
la amabilidad de respondernos unas preguntas. Para seguir sus interesantes
artículos pueden acudir a su blog, en El Mundo, y si han estado atentos a la 2
de TVE, en lugar de proclamar que les encantan los programas de naturaleza
de la 2 mientras miran los de variedades de otras cadenas (por llamarlos de alguna forma), sabrán que
presentó el Programa Yo, Mono, y que fue uno de los asesores De Eduard Punset
en el mítico programa Redes.
Manuela y Pablo |
1.- A pesar de las
profundas implicaciones de las ideas de Charles Darwin sobre nuestros orígenes
la repercusión que han tenido en el imaginario colectivo parecen más bien
pobre, consistente en unos pocos estereotipos recurrentes. ¿Como sociólogo
y etólogo, cómo explicarías el poco efecto que ha tenido en la gente corriente
la peligrosa idea de Darwin?
Efectivamente, una cosa
es decir « acepto la
Teoría de la
Evolución », y otra muy distinta entender los mensajes o
realidades que subyacen la que para algunos es la verdadera « peligrosa
idea de Darwin ».
Por ejemplo, uno de los
mensajes más importantes para un etólogo y primatólogo como yo es el de la
continuidad entre los animales y el ser humano. Darwin solía decir
que« las diferencias entre el ser humano y los animales son de grado y no
de tipo », lo que traducido al lenguaje común sería como decir que lo que
nos distingue no es nada excepcional sino solamente un mayor desarrollo de
algunas capacidades que son compartidas con otros animales, ni siquiera todas.
Esto afecta a capacidades que parecían exclusivas de nuestra especie, como es
el caso de la existencia de inteligencia, emociones y toma de perspectiva ajena
o empatía en otros animales no humanos. Ya ni menciono el tema del uso de
herramientas porque es un debate obsoleto.
Una de las razones más
fácilmente detectable es la influencia de la Iglesia y cómo los principios de Darwin ponen en
peligro los pilares sobre los que se erige: la creación e inmutabilidad de las
especies, el origen de los valores o el perdón.
Culturalmente, es muy
difícil de cambiar este modelo mental porque conlleva aceptar por la sociedad
que somos iguales a otros animales. Nos obligaría a cambiar casi TODO lo que
concierne a las relaciones que tenemos con ellos: industria alimentaria y
textil, la investigación biomédica, las políticas medioambientales incluyendo
el tipo de energía, el mundo de las mascotas y un largo etcétera más.
Desde el punto de vista
espiritual en general se puede resumir en algo muy simple: los seres humanos no
somos tan guays, no somos únicos desde un punto de vista estrictamente
evolutivo. Eso no quiere decir que no poseamos habilidades excepcionales, pero
la brecha con otros seres vivos se elimina.
2.- Desde el Mono
Desnudo de Desmond Morris hasta tu Yo, Mono han pasado muchas cosas. Un etólogo
tiene mucho más que decir de nuestro comportamiento ahora que en la época de
Morris, y desde luego se han superado algunos de los prejuicios que impregnaban
su trabajo. Pero el eje central permanece a través del tiempo: somos "monos"...un
cierto tipo de "monos"....¿Pero qué clase de monos?
Respecto a qué tipo de
monos somos (palabra que solo podemos usar en castellano, ya que monkey en
inglés no incluye a los grandes simios) nadie está seguro. Unos que acumulan
conocimiento. Unos en los que ciertas capacidades se han desarrollado a marchas
forzadas, quizá por el surgimiento de un lenguaje hablado capaz de transmitir
con mucha precisión ideas, conceptos, datos y cualquier otra información
relevante para la adaptación y evolución cultural. Poder acumular toda esa
sabiduría a través de la escritura o la transmisión oral, ahora también en las
redes. !Esto es muy fuerte en términos evolutivos! Así que monos acumuladores
de cultura, lo que llaman el « efecto trinquete », aquel que nos
permite inventar algo basándonos en invenciones que otros han realizado de
manera previa. Es algo que marca diferencias a la hora de crear.
3.-Hablar de humanidad
tiene más de hablar de “nosotros” que de "yo" por nuestra faceta
social, que es precisamente la que estudias y divulgas. Nuestra cognición
social es particularmente sofisticada y vivimos en una permanente contradicción
entre impulsos egoístas e impulsos altruistas, tanto con propios (endogrupo)
como con extraños (exogrupo). Pero una de las cosas que nos hacen humanos, y
que ha generado morales, leyes, costumbres etc…es precisamente esta
contradicción. ¿Es entonces un “Nosotros” conflictivo lo que llamamos
humanidad?
Sí, estoy de acuerdo con
esa dualidad constante que danza en nuestro interior. Pero también mencionas un
nosotros altruista, el cual creo que prevalece frente al egoísta. Me explico.
La vida de una persona es muy larga para considerarla como egoísta o altruista.
Excepto en el caso de psicópatas, genocidas y demás, sería difícil poner
etiquetas de bueno o malo que incluyen toda una vida. Lo cierto es que los
cooperadores, los que ponen el énfasis en el nosotros más que en el yo han sido
y son mayoría. Si no la vida en grupo no hubiera sido evolutivamente estable,
exitosa para que nos entiendan todos y todas. El día que los « free
rieres », los individualistas y egoístas superen en número a los
colaboradores se acabó la historia.
4.-Edward O. Wilson
proponía unificar la sociología con la biología en la Sociobiología , y
después Tooby y Cosmides han tratado de fundir la psicología con la evolución
humana, con la psicología evolucionista. Y la Etología ha estado
siempre ahí, como un sólido cimiento. ¿Se pueden entender la mente y las
sociedades humanas sin la etología?
No me gusta la
prepotencia de algunas disciplinas que se creen capaces de explicar mejor que
otras los fenómenos sociales o la psicología del individuo. En realidad estamos
trabajando todos a la vez, alrededor de un mismo problema desde
diferentes ángulos. La etología me parece básica pero no menos que la biología
evolutiva o esas otras que mencionas. Durante la especialización académica, en
posgrados normalmente, te hacen creer que son departamentos estancos. Les gusta
sentirse únicos y dar a entender que poseen el secreto que explica todas las
cosas incluso dentro de una misma disciplina adhiriéndose a escuelas como el
coductismo, la sociobiología, el enfoque cogntivo, etc. A veces se siente ese
rechazo a otras disciplinas en las universidades. A la hora de la verdad, debes
conocerlas todas, al menos en cierta medida. En fin, una lástima pero aquí
nadie es irremplazable.
5.- Poniendo
en un plato de la balanza los parecidos y en el otro las diferencias entre
nosotros y el resto de primates ¿Cuál dirías que pesa más?
Sin duda, el lenguaje
hablado y la capacidad de pensar en el futuro gracia a él. No tanto por la
capacidad en sí, ya que otros animales tienen lenguaje, sino por su potencial ,
por su precisión e impacto en todas las áreas de la vida. Generó una explosión
o desarrollo cognitivo sin precedentes. Como por ejemplo, recopilar
conocimiento, lo que antes mencioné como efecto trinquete. Este hubiera sido
muy muy limitado sin el lenguaje hablado, como les ocurre a los chimpancés.
Estos últimos también se basan en el conocimiento de la comunidad, se copian e
incluso hay indicios de enseñanza activa, pero la sabiduría se pierden en su
mayoría cuando el individuo muere. En nuestra especie continúa aunque también
se va perdiendo en gran parte.
6.-¿En qué trabajas
ahora? ¿Cuáles son tus proyectos de futuro?
Estoy con un proyecto
audiovisual apasionante sobre el arte paleolítico en la Península Ibérica
e investigando sobre el fenómeno de los « niños salvajes », tanto los
que han crecido entre animales como también los que tristemente han sido
aislados desde pocos días después de nacer por culpa de sus familias. Y lo que
surja, que será mucho, porque quiero seguir conociendo al ser humano, desde
todas las perspectivas que me sea posible. Porque cuanto más conozco a los
animales, más conozco a las personas. Lo mismo es cierto a la inversa.
"Darwin solía decir que« las diferencias entre el ser humano y los animales son de tipo y no de grado »"
ResponderEliminarAl revés, ¿no?
Sí.
ResponderEliminarTodo lo que he leido sobre el debate altruismo versus egoismo me induce a pensar en que es un problema, un falso dilema, a menudo mal planteado; ambos son evolutivamente relevantes porque si no no se habrían mantenido. Creo que el altruismo es adaptativo para la supervivencia en el interior del grupo, mientras que el egoismo lo es para el conflicto con otros grupos, y creo que la clave está en la proporción de individuos altruistas y egoistas.
ResponderEliminarCon nuestra mente dicotómica me temo que los falsos dilemas son moneda corriente. Y es dentro de nuestra mente donde se da la primera guerra entre tendencias egoístas y altruistas. Aunque nuestro universales morales no nos hagan universalistas morales sí influyen en nuestros impulsos instintivos y nuestros juicios presuntamente racionales de tal modo que nos generan auténticos dilemas, que resolvemos con una acción que no habla mucho en favor de nuestra coherencia, pero que suele inclinar la balanza casi siempre hacia las tendencias altruistas y colaboradoras, y creo que eso es lo que quiere resaltar Pablo Herreros: somos tan naturalmente prosociales que nos cuesta verlo.
ResponderEliminarGracias por invertir tiempo en hacer posible y accesible un blog tan interesante y educativo. Echo de menos sin embargo un punto de vista más complejo sobre lo que tanto se nombra en el blog, esas "ideas" que Darwin dejó escritas en aquel libro suyo tan conocido. En ese libro se manifiestan posturas mucho más "peligrosas" de las que en esta entrevista "Nosotros, monos" se señalan, socialmente hablando.
ResponderEliminarEnfin, hay quien está más autorizado que yo a pronunciarse al respecto, aquí apunto a uno, además de como posible candidato a formar parte de su abultado material evolutivo: Máximo Sandín.
Un saludo, reitero mis felicitaciones por el blog y blogs de los colaboradores.
Por lo que veo Máximo Sandín es contrario al paradigma darwinista. Desconozco sus ideas.
ResponderEliminarSobre el libro de Darwin, después del cual mucho se ha escrito e investigado, y lo peligroso de las ideas en él expuestas, convendría clarificar de qué ideas hablamos, qué entendemos por peligrosas, y en qué medida dichas ideas se ajustan a dicho concepto de peligrosidad.
Gracias por comentar y por valorar positivamente nuestro trabajo.