domingo, diciembre 06, 2020

Una realidad a nuestra medida (entrevista a Helena Matute)

Helena Matute



Acaso pueda resultarnos extraño, y paradójico, pero conforme más vamos "conociendo" cómo "elaboramos" nuestras percepciones y cogniciones tanto más evidente se nos presenta el hecho de que nuestro conocimiento del mundo es, en el mejor de los casos, inexacto. Las vías de entrada y llegada al escenario del "teatro de nuestra consciencia" (Bernard Baars) de lo que es y acaece allá afuera, son las" puertas de la percepción" (Aldoux Huxley) de nuestros sentidos, y el corredor oscuro y laberíntico de los bastidores de nuestro cerebro inconsciente. 



Esto tiene sentido a la luz de la evolución. Si tomamos los dos posibles significados que ofrece nuestra lengua al término "adaptación", como "acción de adaptarse" y como "el conjunto de cambios que se realizan a una obra literaria, musical, etc, para destinarla a un medio distinto para aquel para el que fue creada", podemos considerar, sin temor a equivocarnos demasiado, que cada uno de nosotros no es más que una adaptación biológica, de modo que nuestro medio externo, tal como lo percibimos e interpretamos, no es más que una adaptación de la realidad exterior a nosotros, a nuestro medio interno, en forma de representación, transfigurada con trazo grueso. La segunda adaptación se hace para mejorar la primera. Dicho de otra manera: contemplamos el mundo como mejor conviene a nuestra supervivencia diferencial. 



Los mecanismos del cerebro humano para hacer "del mundo una representación" (Arthur Schopenhauer) son variados e intrincados, pero confluyen en vías rápidas y lentas, la cuales son como los pasos a nivel y pasos elevados de los ferrocarriles: las rápidas van directas por el camino trillado que ataja (con el consiguiente riesgo al actuar moviéndose por ellas), las segundas dan un rodeo que requiere una planificación y construcción de puentes, pero son más fiables. Podríamos simplificarlo aún más diciendo que las primeras son instintivas y las segundas racionales. 



Para el padre de la Psicología americana, William James, que era, además de psicólogo, un filósofo Pragmatista: "La prueba de toda verdad reside, sencillamente, en su eficacia". 

 

Desde esta "óptica" la veracidad de algo depende del cristal con que se mire, pero las gafas que uno use han de estar bien graduadas para ver lo que mejor sirva a nuestros fines (próximos y distales). Y nuestro cerebro tiene una graduación de serie, que se fue ajustando gradualmente en la evolución de nuestra especie a través de distintos contextos ambientales, sometida a sus presiones características. 

 

Esta graduación nos conduce a tomar decisiones "en situaciones de incertidumbre" (Daniel Kahneman & Amos Tversky) en función de presupuestos o prejuicios (entendiendo prejuicio en un sentido neutral, como un juicio previo a consideraciones sobre el objeto juzgado). Estas "decisiones instintivas" (Gerd Gigerenzer) son conocidas como heurísticos. Los heurísticos son atajos mentales que existen por su "eficacia" (William James), y dicho en términos evolucionistas por su fitness, su valor adaptativo, ya que nos han permitido llegar hasta aquí, como Homo sapiens. Pero como la evolución es chapucera, tienen dos caras, como una moneda, y tienen su reverso: los sesgos. 

 

Los sesgos son los heurísticos cuando nos inducen a cometer errores. Desde la investigación pionera de Amos Tversky y Daniel Kahneman sobre algunos de ellos, de los más representativos (como el sesgo de representatividad), los psicólogos no han dejado de descubrir otros nuevos y cómo estos nos afectan en distintos contextos. 

 

Los sesgos son a la cognición lo que las ilusiones a la percepción. Y una de sus principales características es que, al venirnos de serie, son sistemáticos. Son, por decirlo de forma perfectamente inteligible, la proverbial piedra en la que el animal-hombre tropieza siempre dos veces. 

 

Desde la psicología experimental se están haciendo considerables progresos en la comprensión de los sesgos, sometiendo a los voluntarios de los experimentos a todo tipo de experiencias y pruebas "de laboratorio" para observar cómo reaccionan y responden a ellas. Contrastando cómo actúan los probandos con cómo se esperaría que actuasen siguiendo los dictados de la mente racional y lógica, se pueden detectar miriadas de sesgos y tendencias intuitivas muy arraigadas. 

 

Helena Matute es Catedrática de Psicología Experimental en la Universidad de Deusto. Estudia los variados aspectos de nuestro comportamiento y nuestra cognición, y ha escrito un libro de divulgación sobre cómo nuestra mente nos engaña. 

 

La Profesora Matute ha tenido la inmensa amabilidad de respondernos algunas cuestiones sobre su trabajo y sobre la psicología humana que le hemos planteado desde la Nueva Ilustración Evolucionista. 

 

 

1.- ¿Cómo influyen los estados psicológicos en los fisiológicos, y a la inversa? 

 

Influyen mucho. El ejemplo que más me gusta es el del Condicionamiento Clásico de Pavlov. Mucha gente cree que se trata de una anécdota sin importancia, pero es importantísimo para comprender la relación entre psicología y fisiología. Pavlov estaba estudiando los procesos digestivos en sus perros (recibió el premio Nobel por ello en 1904). Lógicamente, para estudiar la digestión, antes debía dar de comer a los perros y medir después las diferentes secreciones (salivación etc). Sin embargo, se dio cuenta de que los perros ya entrenados ¡empezaban a salivar ya antes de recibir la comida! Esto era una locura. Para cualquier otro investigador esto habría sido un problema experimental enorme que habría que solucionar antes de continuar con la investigación: no puedes estudiar la digestión si el perro se pone a salivar antes incluso de recibir la comida. Pero Pavlov se dio cuenta de que este supuesto error de los perros era sistemático, y por tanto no podía ser un error, algo que hubiera que eliminar de la ecuación, sino todo lo contrario: algo digno de estudio y de lo más interesante, además. Empezó a llamar a estas secreciones que ocurrían en anticipación a la comida, las secreciones psíquicas, para diferenciarlas de las secreciones fisiológicas que venían provocadas por la ingesta de la comida. A partir de ahí vinieron los experimentos famosos de la campanilla (que en realidad no era una campanilla sino un diapasón, pero suele resultar más grafico contarlo como una campanilla), seguida por comida. Lo que ocurre es conocido: al cabo de unos cuantos ensayos en los que se empareja la campanilla con la comida, el perro empieza a salivar nada más escuchar el sonido que predice la llegada de la comida. (Es decir, el perro aprende a ¡predecir! la llegada de la comida, y como consecuencia, empieza a preparar su organismo para recibirla). Predecir lo que ocurrirá a continuación es un proceso que normalmente consideramos muy complejo, muy cognitivo, muy psicológico, pero interacciona claramente con procesos tan básicos como el reflejo de salivación. 

 

A partir de esos primeros experimentos de Pavlov se han hecho muchísimos experimentos posteriormente en los que se demuestra que es fácil provocar reacciones del organismo (como la salivación, el frío, el calor, el parpadeo, la tos, disminución o aumento del dolor, miedo, etc) a partir de estímulos que evocan en la mente del animal la llegada de otro estímulo, que puede ser comida, o muchas otras cosas. El ejemplo más investigado es el del perro de Pavlov, pero el más bonito es el de la magdalena de Proust, donde, en uno de los pasajes más famosos de la literatura universal, un simple trozo de magdalena mojado en té, fue capaz de evocar en un momento toda la felicidad de los veranos de la infancia, en todo su esplendor. Al igual que la campanilla que había sido condicionada y evocaba en el perro de Pavlov todo el sabor de la comida, aquella magdalena que tomó el protagonista de la novela de Proust había sido también condicionada durante los veranos de su infancia en el pueblo y evocaba las sensaciones de entonces, la felicidad más absoluta. 

 

Este tipo de experimentos y experiencias nos demuestran que no podemos separar cuerpo y mente: son una misma cosa. Lo que imaginamos, lo que esperamos, lo que conocemos, tiene efecto sobre nuestras reacciones fisiológicas, y viceversa, es todo uno.  A la hora de estudiarlo solemos usar la palabra mente como si fuera algo diferente, yo la primera, pero solo por conveniencia. Tenemos que separarlo para poder investigarlo, y para poder describirlo y analizarlo por partes, pero no hay una separación real, son lo mismo.

 

2.- ¿Qué son la mente y la racionalidad, en este contexto?   

 

Como se puede ver en los ejemplos anteriores en realidad mente y cuerpo son una misma cosa. Es cierto que hablamos de la mente como algo distinto, pero es por necesidad a la hora de investigarlo y de explicarlo. Es decir, al igual que Pavlov cuando hablaba de secreciones psíquicas, si yo digo que voy a estudiar algún tipo de reacción fisiológica que venga determinada por una experiencia previa, las expectativas, las emociones, probablemente diré que estoy investigando el funcionamiento de la mente… para diferenciarlo de las investigaciones sobre, por ejemplo, la salivación que se produce como reacción a la ingesta de comida. 

 

O pongamos otro ejemplo. Pensemos en una rata que está presionando una palanca en una caja de Skinner y recibe comida como reforzador (un determinado tipo de pienso de la marca X, por ejemplo). Si después hago que esa marca de pienso se convierta en algo aversivo para la rata (a través de un condicionamiento de aversión al sabor, por ejemplo, de modo que esa marca de pienso le acabe provocando nauseas), entonces la próxima vez que ponga a la rata delante de esa palanca que ella ya ha aprendido que produce ese pienso de la marca X, que ahora es nauseabundo, entonces la rata ya no presionará la palanca, demostrando así que su comportamiento de presión de palanca no era un comportamiento automático ni inevitable, sino un comportamiento guiado por una expectativa muy clara de obtener, no solo alimento, de manera genérica, sino un tipo de comida muy concreto, de la marca X, que antes le gustaba y ahora le produce nauseas. Es decir, nos muestra la imbricación entre el cuerpo y lo que llamamos mente. 

 

No estoy diciendo, por supuesto, que todo este proceso sea racional. Hay muchísimos procesos que llamamos mentales que no son racionales. También son irracionales muchas de las decisiones que tomamos los humanos, está muy comprobado que muchas veces realizamos una elección, entre comprar un coche u otro, por ejemplo, y después justificamos racionalmente el por qué. Es decir, la racionalidad es solo una parte de la mente humana. Uno de los mejores ejemplos de la irracionalidad humana son los sesgos cognitivos.

 

3.- Los sesgos cognitivos son errores que cometemos sistemáticamente. Es indudable que tienen fuertes raíces evolutivas. ¿Cuál es el componente adaptativo, digamos positivo, de nuestros errores más comunes?

 

Sí, hay sesgos cognitivos que se han demostrado incluso en otras especies animales, a veces muy alejadas de la nuestra. Por ejemplo, la famosa ilusión cognitiva según la cual, si tenemos dos círculos del mismo tamaño y uno de ellos está rodeado de objetos pequeños y el otro de objetos grandes, tenderemos a interpretar que es más pequeño el círculo que está rodeado de objetos grandes (o lo que es lo mismo, la ración en plato grande nos parece más pequeña que en plato pequeño). Este sesgo se ha demostrado incluso en peces, lo cual nos habla de su alto valor adaptativo, efectivamente. La cuestión es que como no podemos medir los tamaños de los objetos con precisión a simple vista, nos ayuda bastante a percibir aproximadamente los tamaños el compararlos con objetos de su entorno. Los heurísticos (que es como solemos llamar al lado adaptativo de los sesgos) nos permiten tomar decisiones rápidas sin tener todos los datos y sin pensar demasiado, lo cual es un enorme ahorro de energía y de tiempo, algo que en el día a día a menudo puede ser crucial. Así, no necesito sacar la cinta métrica (ni la hoja de Excel) en todo momento, y puedo fiarme de una apreciación de las cosas a ojímetro que es muy útil en el día a día, por supuesto, siempre que no esté midiendo algo importante, como por ejemplo el piso que me quiero comprar, en cuyo caso, tendría que hacer una excepción, perder más tiempo, y medirlo con precisión. Es decir, el heurístico nos permite avanzar muy rápido en la vida, pero está muy sujeto a errores, a sesgos. 

 

Estas decisiones rápidas, automatizadas, heurísticas, a menudo son correctas, o aproximadamente correctas, lo que significa, adaptativamente correctas. Quizá si contáramos con todos los datos podríamos dar una respuesta mejor, pero dada la situación y los datos que tenemos en un momento dado, la respuesta por defecto suele ser adaptativa. El problema viene cuando la situación cambia, deja de ser como suele ser por defecto, pero nosotros hemos aplicado el heurístico, el atajo del pensamiento que en otra situación funciona muy bien. En esta situación, que es diferente, ya no funciona, supone un error, y puede ser muy grave. Eso son los heurísticos y los sesgos, las dos caras opuestas de la misma moneda. Por ese motivo los sesgos son errores sistemáticos que se dan en todas las personas y que podemos predecir cuándo y en qué dirección se van a cometer: porque si sabemos cuál es la respuesta por defecto en una situación, y cambiamos la situación, sabemos hacia qué lado se equivocarán la mayoría de las personas. Por eso somos también muy manipulables.

 

4.- ¿Cuánto hay de construcción en nuestras percepciones de la "realidad" circundante? 

 

Es difícil saber cuánto, ni siquiera sé si la mente humana está preparada para conocer la realidad. En cualquier caso, sí podemos hacer, y se han hecho, muchos experimentos que muestran que estamos constantemente construyendo la realidad y que muchas veces nos equivocamos. Los sentidos envían información que es muy importante para que podamos dar forma a lo que nos llega del exterior, pero nuestros conocimientos y experiencias previas, así como nuestras expectativas, guían también (top-down) lo que realmente percibimos. Hay mucha investigación sobre esto, y es muy necesario también este proceso para poder dar sentido al mundo, aunque lógicamente nos juega malas pasadas en ocasiones y nos hace percibir cosas que no existen realmente (como cuando vemos caras en las nubes o cacos en las sombras de la noche; o como cuando creemos escuchar un chisme o un complot en la oficina, pero únicamente hemos oído unas pocas palabras y nos hemos imaginado el resto). 

 

Lograr un buen equilibrio entre lo que realmente detectan los sensores de nuestros sentidos y lo que nos imaginamos a partir de ello para poder avanzar más rápido en nuestra construcción del mundo es fundamental, ya que un exceso de construcción nos puede llevar a la alucinación, pero quedarnos cortos nos puede llevar a una parálisis extrema, a dudar en exceso, a no poder avanzar ni integrar el nuevo conocimiento sobre nuestro conocimiento previo. Esta parte es también muy importante porque lo nuevo que aprendemos lo organizamos de función de lo que ya sabemos, lo cual tiene enormes ventajas… aunque también dificulta a veces la creatividad. Está muy demostrado también que a menudo solo percibimos lo que estamos buscando, aun cuando tengamos un gorila delante de los ojos. 

 

En fin, podríamos hablar sin parar de todo esto. Es una temática preciosa con montones de ramificaciones en líneas de investigación muy diversas dentro de lo que es la investigación básica en psicología. Hay una cantidad enorme de investigaciones relevantes sobre el funcionamiento de la atención, percepción, memoria, aprendizaje, pensamiento, creencias… y todas ellas resultan altamente relacionadas y apasionantes.  Recomiendo a todo el que pueda que se adentre a conocer mejor el funcionamiento de la mente humana. A mí no deja de sorprenderme y maravillarme.

 

 

5.- ¿Cómo funciona la psicología experimental? 

 

Lo que caracteriza sobre todo a la psicología experimental es el método de trabajo. Hacemos experimentos. Lo demás (la temática, las preguntas, etc) puede ser muy variado. Las preguntas de investigación pueden ser absolutamente diversas. En principio nos interesa cualquier tema que tenga que ver con la mente y la conducta humana y animal (y a mí personalmente también la artificial)… si se estudia experimentalmente. Si no, no es psicología experimental.

A menudo lo que investigamos en psicología experimental son preguntas muy básicas (generales) sobre cognición y conducta, quizá porque es esa investigación más básica la que más se ha beneficiado históricamente del enfoque experimental. Pero en psicología experimental caben cuestiones de psicología clínica, evolutiva, social, educativa, forense, deportiva, etc, cabe toda la psicología, cualquier corriente, cualquier pregunta, siempre que se investigue de manera experimental. Probablemente ha sido más difícil y ha llevado más tiempo el ir incorporando el enfoque experimental a las diferentes áreas aplicadas de la psicología, pero cada vez se suman también más investigadores de las diversas ramas de la psicología aplicada al enfoque experimental propio, al menos inicialmente, de la psicología básica. Creo que el motivo es que los pasos que damos en experimental, aunque son más pequeños y tenemos que tener mucho cuidado con generalizar en exceso, son más firmes (siempre que los experimentos estén bien hechos y pueden replicarse) que cuando el enfoque es de otro tipo. En todo caso, probablemente la mayor ventaja de trabajar experimentalmente es que siempre podemos corregir los errores que se van detectando, ya que eso es precisamente lo que permite el método experimental: la acumulación de evidencia, por un lado, y la corrección de los errores cuando se observa que un resultado no es reproducible. Y eso es lo más bonito de la psicología experimental, la mejora continua, incluso en tiempos de crisis como el momento actual estamos viendo qué resultados son sólidos y cuáles no. Yo al menos siento que avanzamos y eso es bonito. Despacio, pero avanzamos.

 

 

6. - ¿En qué proyectos de investigación está ahora involucrada? ¿Cuál es su ámbito recóndito dentro de su campo investigador al que le dedica más atención?

 

Llevo básicamente 2 grandes líneas de investigación, aunque dependiendo de con qué nivel de detalle se miren, pueden ser (o parecer) muchas más.

 

La primera y más fundamental en mi laboratorio desde hace muchos años es el estudio del aprendizaje, y más concretamente el aprendizaje predictivo y el aprendizaje causal (cómo aprendemos a asociar sucesos predictores con estímulos predichos; y cómo aprendemos a asociar causas y efectos). A partir de aquí tenemos varias líneas, como por ejemplo, el estudio de la interferencia en memoria y en los procesos de aprendizaje predictivo. Tenemos también otra gran línea, que se deriva directamente de la anterior, y que es el estudio de la ilusión causal, o sesgo de causalidad, que en realidad es la consecuencia de ese aprendizaje causal cuando lo aplicamos a situaciones en las que la relación causal no existe. Las personas tenemos mucha necesidad de detectar las relaciones causales (es crucial para nuestra supervivencia). Por ello, cuando dos sucesos, A y B, ocurren juntos, aunque sea por mero azar, tendemos a asumir que A causa B, es decir, tendemos a atribuir relaciones de causa-efecto incluso cuando no existen. Dentro de esto estudiamos también la ilusión de control, que es un caso especial de la ilusión o sesgo de causalidad, en el cual la posible causa, A, es la conducta del individuo. Es decir, la ilusión causal ocurre cuando detectamos una relación de causa-efecto que no existe realmente entre A y B… y la ilusión de control ocurre cuando A es mi propia conducta, cuando creo que yo estoy controlando lo que ocurre a mi alrededor, pero en realidad no es cierto. 

 

Esta línea es muy bonita porque en principio estos sesgos de causa-efecto funcionan igual que el aprendizaje normal (adaptativo) de causa-efecto. Es decir, no se trata de que tengamos en nuestra mente un procedimiento de aprendizaje correcto y otro averiado que nos lleve al sesgo o error, sino que las mismas claves que usamos en el día a día para detectar causalidad de manera rápida (sobre todo la contigüidad temporal), suelen ser útiles y acertadas, pero nos llevan a error cuando la situación cambia y, por ejemplo, a pesar de que exista la contigüidad temporal entre A y B esto no implica que exista una relación causal (pero nos da la impresión de que sí existe esa relación). En esta línea he trabajado básicamente desde que hice la tesis doctoral y sigo trabajando en ella después de muchos años, con desvíos e interrupciones cada cierto tiempo hacia otros temas interesantes, pero siempre vuelvo a esto. Es un tema que me apasiona. 

 

La otra gran línea en la que también estoy trabajando mucho ahora tiene que ver con la inteligencia artificial, la tecnología, y sobre todo cómo nos relacionamos las personas con la tecnología, y qué efectos tiene esto en nosotros. Al principio de mi carrera trabajé unos años en el desarrollo de inteligencia artificial, IA (y sobre todo aprendizaje artificial), y lo que pretendía entonces era sobre todo poder usar la IA como modelo computacional del aprendizaje natural (humano y animal). Estábamos estudiando cómo aprenden humanos y animales a asociar causas y efectos; o cómo asocian ejemplos y categorías, y tenía todo el sentido del mundo intentar aplicar los modelos de aprendizaje natural con los que trabajábamos al desarrollo de aprendizaje artificial, un área en la que también se estaba intentando desarrollar entonces el aprendizaje por ejemplos. La idea básica era que, si nuestros modelos del aprendizaje natural eran buenos, la IA debería aprender como lo aprendíamos humanos y animales (para lo bueno y para lo malo). Es decir, si aprendía igual que los participantes de nuestros experimentos, deberíamos observar también los mismos errores y sesgos, si hacíamos que la IA pasara por los mismos experimentos que estábamos haciendo con humanos y animales. 

 

Toda aquella línea empezó a flojear al cabo de un tiempo, en parte porque la IA, y sobre todo el aprendizaje artificial, dejaron de tener éxito a nivel global, y lo que se empezó a vender como IA fueron sistemas mucho más prácticos de ingeniería, que resolvían problemas concretos, pero no aprendían nada (o simplemente no se requería que aprendieran como los seres naturales). En cualquier caso, el aprendizaje artificial quedó bastante parado durante bastantes años a nivel global, y en mi caso particular lo abandoné en aquel momento por una decisión muy consciente: debía profundizar mucho más en el conocimiento del aprendizaje natural antes de intentar simularlo en una máquina. Volví a la psicología más propiamente dicha, y de forma más concreta al estudio del aprendizaje predictivo y causal en humanos y otros animales. A partir de ahí, enlacé con lo que os contaba hace un momento sobre cómo todo esto derivó en el aprendizaje de sesgos cognitivos e ilusiones de causalidad, que es el tema al que siempre vuelvo.

 

Pero después de muchos años de no tocar el tema de la IA, empecé a ver en los últimos años que el aprendizaje artificial se ha desarrollado muchísimo, y no solo eso, sino que se está utilizando a través de Internet para que esas máquinas aprendan de las personas, a partir de ejemplos y más ejemplos, para poder interactuar con las personas, y para influir en las decisiones que tomamos las personas. Esto ya es un tema que me preocupa enormemente, pues se escapa del ámbito científico propiamente dicho y se adentra de lleno en cuestiones éticas, que lógicamente sientan muy mal a alguien que lleva toda la vida investigando el funcionamiento de la mente humana y la relación con la tecnología, y publicando, como tantos colegas, todo lo que vamos aprendiendo, y de pronto empezamos a ver que el conocimiento científico sobre la mente humana se está usando para el peor de los usos que podría dársele: Para manipular humanos cual ratas de laboratorio a través de Internet. Es una situación muy frustrante. Estos últimos años estamos desviando hacia esta línea otra vez buena parte de nuestro esfuerzo de investigación en nuestro laboratorio, pero por mucha prisa que nos demos los investigadores académicos, estamos a años luz de las investigaciones que están haciendo las grandes multinacionales tecnológicas, con medios que ni siquiera soñamos nosotros, y con millones de humanos cada día en el gran laboratorio que es Internet, haciendo experimentos para ellos, y sin ser siquiera conscientes de que están siendo utilizados y manipulados, pues ni siquiera se molestan estas empresas en pedir el consentimiento informado a quien participa en esos experimentos sin saberlo. Prueban, por ejemplo, unos mensajes con unos cientos o miles de personas, y otros mensajes con otras personas. Así saben qué mensajes se viralizan mejor, por ejemplo, entre personas de este o este otro tipo. Me parece terrible. Es un uso demasiado perverso del conocimiento psicológico. Creo que los gobiernos deberían hacer mucho más por evitarlo, porque es importante.

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