domingo, febrero 28, 2021

Evolucionando por compasión (entrevista a Roberto Sáez)


Roberto Sáez

Si hace unos días hablábamos de un formidable descubrimiento a partir de fragmentos de ADN de hace un millón de años extraídos de Mamuts siberianos, entrevistando al genetista de poblaciones David Díez del Molino, hoy tenemos que remontarnos otro millón de años en el tiempo y viajar en el espacio del norte al sur del planeta, desde la parte septentrional de Eurasia hasta el austral continente africano, para hablar con otro experto, en este caso en paleoantropología, Roberto Sáez, de algo más complejo que el ADN de unas especies sociales e inteligentes: el cerebro de otras especies también muy sociales y muy inteligentes, aquellas de entre las cuales surgieron nuestros ancestros. Y, con mayor osadía aún, para hablar de su comportamiento. 


Pese a no haber dejado rastros orgánicos, pues nada queda de lo que fueran los encéfalos propiamente dichos (cerebro, cerebelo, tallo encefálico..) y menos aún de las adaptaciones cognitivas y comportamentales que conducían a la acción en el medio ecológico y social de los homininos (nuestro "real" linaje) -acciones que quedaron circunscritas a su tiempo y lugar- y dado que los fragmentos a partir de los cuales se investiga son fósiles, esto es, restos de huesos mineralizados, y materiales líticos, huellas sobre cenizas volcánicas, o restos de asentamientos, nada nos permite a priori, aventurarnos a hacer inferencias y "extraer" deducciones de amplio calado.

Pero los caminos de la ciencia evolucionista, como los caminos de la evolución misma, son más complejos de lo que en principio pudiera parecer. 

Al igual que no hay una línea recta que conduzca de los primeros antepasados que se separaron de la rama en la que estaba nuestro ancestro común con los chimpancés hace en torno a siete millones de años hasta los denominados Homo sapiens anatómicamente modernos, tampoco hay un único camino trillado que nos conduzca a la observación y comprensión del comportamiento de los viejos homínidos y homininos.

Por otra parte si tocamos el delicado asunto de la vida y "obra" de nuestros muy lejanos antepasados de hace dos millones de años, podemos encontrarnos enormes sorpresas que pueden resultarnos extraordinariamente contraintuitivas, vista la clase tan particular de especie social que formamos, arramblando con todo y matándonos unos a otros en guerras y conflictos de diversos órdenes de magnitud. 

Todos recordamos la famosa frase del filósofo inglés Thomas Hobbes sobre lo que debía ser vivir antes de la "civilización" y el Estado, ese Leviatán que haría de tercero en nuestras inevitables enfrentamientos de "todos contra todos" ejerciendo el monopolio de la fuerza: "La vida del hombre es solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta".

Es indudable que el "todos contra todos" no es, desde una perspectiva evolucionista, una fórmula de éxito para una especie. También lo es que nuestros ancestros, en estado salvaje, en contacto directo con la naturaleza virgen, aún no violentada por nuestro gigantesco crecimiento y avance arrollador ("Creced y multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad sobre los peces del mar, las aves del cielo y todos los animales que se mueven por la tierra", decía el Antiguo Testamento, en su Génesis), tenían una vida complicada. Pero aunque pudiera ser pobre, desagradable y corta en no pocas ocasiones, podemos afirmar que la vida de nuestros antepasados lejanos, que en nada se parecían a Adán y Eva, no era solitaria en absoluto y, frente a la brutalidad, frente a aquello considerado, según la RAE "violento, cruel e inhumano", había comportamientos indudablemente humanos, entendidos en el noble sentido de humanitarios, es decir, afectuosos, comprometidos, de ayuda y apoyo mutuo, y de compasión.

Admito que cuando llegó a mis manos el libro de Roberto Sáez Evolución Humana, con el llamativo subtítulo que podría considerarse por su peso específico en la obra como título con derecho propio: Prehistoria y Origen de la Compasión, me quedé sorprendido. Me dije: "¿Da el asunto de la compasión humana como fenómeno evolutivo de sí lo suficiente para poder abordarlo?". Y mi sorpresa fue mucho mayor, mayúscula, digamos, cuando leyéndolo fui descubriendo lo mucho que se puede llegar a conocer sobre una cuestión tan importante como el comportamiento humanitario a partir de los pocos y fragmentarios restos que han quedado de los linajes de nuestros lejanos ancestros de hace dos millones de años.

Y uno termina concluyendo con el autor que la compasión fue una poderosa fuerza evolutiva, fue una adaptación exitosa que nos hizo mejores "personas" y, paradójicamente, más fuertes.

Roberto Sáez, experto en prehistoria humana y autor de un excelente blog sobre la misma, Nutcracker Man, además de autor de este soberbio libro sobre Evolución Humana y Compasión que te hace mirar hacia el pasado de otra manera, ha tenido la amabilidad de responder unas preguntas para La Nueva Ilustración Evolucionista. 

El cuidado entre nuestros antepasados ilustrado por Tom Björklund


1.- Ciertamente el registro paleoantropológico antiguo ofrece un mosaico de especies emparentadas de homíninos que parece un puzle irresoluble de fósiles de huesos y herramientas, para quien pretenda establecer una línea que conduzca de nuestro ancestro común con los demás grandes simios al ser humano. Aunque nadie pueda aún darnos una respuesta inequívoca, ¿qué hipótesis sobre la evolución de nuestra especie, sobre todo entre hace tres millones y dos millones de años atrás, te resulta más convincente?  


Tenemos que pensar en aquel momento evolutivo de una forma similar a como buscamos, por ejemplo, a los primeros europeos. Es decir, una vez que hemos conseguido romper con una visión lineal de la evolución humana, vamos teniendo más claro que hubo oleadas sucesivas de grupos humanos siguiendo rutas geográficas distintas, pero también recorriendo unos ciertos corredores prioritarios. Es decir, los ecosistemas y las condiciones climáticas en un periodo de varios milenios pueden ser estables y suficientes como para que decenas o cientos de grupos humanos se vayan moviendo a lo largo de determinadas regiones que eran ricas en recursos. Y no tenemos que pensar en migraciones, sino en desplazamientos progresivos a lo largo de un tiempo geológico amplio, tal vez de pocos kilómetros cada año.  

De esta forma, algunas agrupaciones de homininos se adaptaron a los nuevos entornos y su morfología se fue transformando. Pero este proceso pudo ser relativamente rápido, como nos indica un registro fósil muy variable en un margen estrecho de menos de 200.000 años en el entorno de hace 2 millones de años. Nos encontramos entonces con formas australopitecinas, otras con algunos rasgos derivados pero que, en general, todavía recuerdan a aquéllas, y otras mucho más modernas, y con un cerebro más grande. Prácticamente todas ellas eran contemporáneas, y habitaban zonas próximas, cuando no las mismas. ¿Pudo haber eventos de hibridación entre algunas de ellas? Yo apuesto a que los terminaremos encontrando, cuando la tecnología lo permita. Sería una explicación para la tremenda variabilidad que observamos en ese rango temporal, que es donde solemos ubicar el origen de «lo humano». Vamos centrando el tiro, pero quedan muchísimas cuestiones por explorar y descubrir en cuanto a los primeros Homo: tan sólo conocemos algo en el este de África, mucho menos en el sur, y prácticamente nada en el resto del continente. 

 

2.- ¿Cuándo podemos hablar del surgimiento de nuestra humanidad (en sentido estricto y en el moral del término)? 


Todos los indicios apuntan a un umbral clave para la aparición del «paquete humano», que es el mencionado entorno de hace dos millones de años. En los cuerpos de los primeros representantes del género Homo, es decir, de los primeros humanos, observamos transformaciones morfológicas muy explícitas en el esqueleto poscraneal, un cambio notable en el cráneo y en su capacidad, y un salto importante en la reconfiguración del cerebro. En su cultura también percibimos novedades en la tecnología, en su organización, en sus costumbres alimenticias… También por entonces comienzan a aparecer restos esqueléticos con evidencias de lesiones graves pero curadas: son humanos que han sido atendidos o cuidados por otros durante meses o años. Es el origen de la compasión humana. Y por último, y no menos importante, los humanos comienzan a expandirse por Eurasia, probablemente por múltiples factores, no podemos considerar sólo uno. La búsqueda de nuevos recursos y las fluctuaciones climáticas fueron una palanca importante, pero estoy convencido de que la curiosidad humana fue otra. Pues bien, todas estas piezas que he ido enumerando hay que entenderlas como formando parte de un mismo puzle, que llamamos el surgimiento de nuestra humanidad. 


3.- Como apunta el genial neurobiólogo y primatólogo Robert Sapolsky en su obra "Compórtate", en nuestra naturaleza están enraizadas y entrelazadas las predisposiciones a los comportamientos de enfrentamiento y de colaboración y ayuda. Pareciera que el humano violento y el humano caritativo fueran dos caras de una misma moneda, una moneda principalmente marcada por las emociones. Pero parece que sólamente prevaleciendo la colaboración y el cuidado de unos miembros de la especie sobre los demás ha sido factible desarrollar sociedades estables y civilizaciones ¿Es la especie humana lo que es gracias a la compasión? 


En una acción puntual la competición puede ser beneficiosa pero, como comportamiento recurrente, la colaboración beneficia más a todos. Tenemos un ejemplo muy ilustrativo en los concursos que exponen el dilema del prisionero. En una sola jugada, los dos participantes («prisioneros») pueden jugársela a competir en vez de colaborar, porque el beneficio que obtiene el competidor es grande si el otro elige colaborar y entonces pierde. Pero de forma repetida, si ambos colaboran, a la larga los dos van sumando beneficios parciales y no sufren penalizaciones por competir. Además, yo añadiría un matiz importante: colaborar y ayudar nos produce placer, y retroalimenta positivamente a nuestra memoria de las emociones. Este estímulo, totalmente físico, no hay que despreciarlo como parte de nuestra evolución. Eso sí, tampoco podemos negar la violencia y la agresividad que tenemos, como primates sociales que somos. Pero, paradójicamente, en la prehistoria la territorialidad nos pudo ayudar a potenciar más intensamente determinados comportamientos humanos intragrupo, como la misma compasión. Hoy en día, sabemos bien que a medio y largo plazo la violencia no conduce a ningún lado, salvo a la exclusión social.  


4.- Es una estampa característica: un niño cae a un rio turbulento y un adulto no emparentado con él se tira al río sin dudarlo, sin pensar siquiera, para salvarlo, jugándose su propia vida. En teoría evolucionista este tipo de comportamiento altruista extremo entra dentro de lo que se conoce como "paradoja del samaritano": en la teoría evolucionista clásica resulta difícil encajar un comportamiento semejante con la perpetuación de los propios genes a través de la propia supervivencia o la supervivencia de alguien emparentado (Hamilton). ¿Qué explica a tu juicio el altruismo extremo?

 

El mismo Charles Darwin ya reflexionaba sobre este tema y, al contrario de lo que suele interpretarse de forma superficial y errónea con la «supervivencia del más fuerte» (del más apto, si acaso), a Darwin le parecía raro que el número de humanos valientes creciera por selección natural. En cambio, los grupos humanos con mayor capacidad de empatía serían los que más descendencia tendrían. Subrayemos que la evolución siempre hay que mirarla como grupo. La habilidad para funcionar en grupos de forma coordinada permitió a nuestra especie dominar el mundo y reemplazar a otros humanos por el camino, dice David Sloan Wilson. La evolución como grupo explica el camino evolutivo seguido por sus individuos, y por tanto también explica el altruismo que nos puede conducir a determinados comportamientos muy embebidos dentro de nuestra humanidad, desarrollados durante dos millones de años e impresos en nuestro ADN. De todo esto surgen ciertas frases hechas que usamos de forma natural y tienen un trasfondo evolutivo: «en presencia de dificultades, damos lo mejor de nosotros». 


5.- Son muchas las escuelas de psicología evolucionista que tratan de explicar la cognición y el comportamiento humanos. Se puede hablar de mentes maquiavélicas, presiones ecológicas, de módulos, de lazos sociales, de la evolución cultural y tecnológica, etc etc...¿Para tí, la mente "sapiens" es evolutivamente una cuestión de grado o de singularidad? ¿Qué factores han tenido más peso según tu parecer en su desarrollo? 


Me gusta pensar en «las mentes sapiens», en plural. Si el origen de nuestro linaje se remonta a tal vez entre hace 300.000 y 500.000 años, este es un periodo amplísimo para considerar importantes y trascendentales variaciones que se han ido produciendo en el encéfalo. La globularización del cráneo es el cambio más explícito, pero el interior del cerebro encierra muchísimas incógnitas. Quizá nunca conoceremos cómo ha ido cambiando el cerebro a lo largo de los distintos senderos evolutivos que se abrían y se extinguían dentro de nuestra misma especie. Uno de ellos continúa en la actualidad, pero se parece en poco al punto de partida. No se trata de un camino con murallas a ambos lados, sino que se fue mezclando gradualmente con el de otros grupos humanos, dando lugar a lo que somos en este momento: una sopa genética hecha a lo largo de medio millón de años a partir de miles de variaciones humanas, algunas similares entre sí, pero otras tan distintas como las de los neandertales y los denisovanos. 


6.- Cómo no deja de señalar todo evolucionista que se precie, tú incluido, "el comportamiento no fosiliza". Sin embargo se pueden deducir cosas a partir del registro paleoantropológico. ¿Cómo podemos llegar a deducir comportamientos prehistóricos de forma indirecta? 


En comportamientos como la compasión, comienzo cuestionándome el uso de ese término: «indirecta». ¿Hay una evidencia más directa que observar en un esqueleto un conjunto de heridas graves pero que han sido curadas, necesariamente con la ayuda de otros humanos? Hace 1,8-1,6 millones de años ya hay individuos con evidencias claras de este hecho: una Homo erectus en África, en las orillas del Lago Turkana, que fue atendida en sus intensos dolores y falta de movilidad por los trastornos óseos que le causó una hipervitaminosis A; en Eurasia, en Dmanisi un Homo erectus sin dientes probablemente recibió ayuda para alimentarse durante muchos años de su vida; y conocemos otros individuos dispersos muy antiguos con problemas en vértebras, caderas, rodillas, pies… Estos huesos nos narran distintas historias de inmovilidad, infecciones y otros males que sus dueños lograron superar con la asistencia de su grupo. A partir de hace medio millón de años el registro fósil comienza a estar repleto de muestras de estas lesiones cuidadas. Y de nuevo, tenemos que analizar estos casos individuales bajo el contexto de sus grupos. Detrás de cada esqueleto hay estudios multidisciplinares que se pueden poner en relación mediante una metodología llamada bioarchaeology of care, para interpretar qué implicaciones tenían esos cuidados sobre la organización, las relaciones y la resiliencia del grupo. Pero también, para intentar entender las motivaciones del tratamiento diferenciado dado a determinados individuos. 


7.- ¿En qué trabajas ahora? ¿Qué misterio de nuestra naturaleza y de nuestra evolución desearías que fuera desvelado?


Uno de los aspectos que más me interesa de la paleoantropología es el entendimiento del origen y evolución de los comportamientos humanos que pueden estudiarse detrás de cada uno de los individuos del registro fósil y de su contexto. Al final, la explicación a buena parte de cómo actuamos los humanos actuales tiene respuestas en la evolución. El mundo de la empresa es un entorno idóneo para explotar determinados comportamientos de colaboración, liderazgo, emociones y compasión en beneficio del grupo. Detrás de ellos hay mucha ciencia y antropología sobre las que estoy haciendo un trabajo, porque se pueden emplear para comprender y mejorar el rendimiento personal y colectivo, orientados a ser eficientes y tener éxito. Y este éxito ha de ser entendido no sólo como la pura consecución de objetivos, sino que va acompañada por la satisfacción e incluso el placer de cada individuo.  


En cuanto al misterio de nuestra evolución que me gustaría que fuera desvelado, la elección es muy difícil, pero me voy a quedar con uno muy concreto: entender el origen de nuestro género Homo, cuál fue el proceso y a partir de qué grupos australopitecinos surgió. Hay algunos trabajos en curso que en los próximos pocos años van a producir resultados interesantísimos.

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