lunes, septiembre 26, 2022

El Porqué no es lo mismo que el Cómo: Niveles de análisis y progreso científico en psicología


Ampulex Compressa (avispa esmeralda)



La avispa esmeralda (Ampulex compressa) parasita a la cucaracha común con una sofisticación difícil de imaginar. Narremos cómo se desarrolla la perturbadora escena. La avispa inyecta un compuesto venenoso en el cuerpo de la cucaracha, que queda temporalmente paralizada. A continuación, busca dos regiones específicas del cerebro de la cucaracha donde inyecta un cóctel neuroquímico especialmente preparado para su víctima. Esta segunda inyección tiene un efecto de precisión quirúrgica: mantiene intactas las capacidades motoras de la cucaracha, pero arrebata a ésta la voluntad de escapar, una combinación sorprendente que resultará ser, más adelante, de gran importancia. En el acto final, la avispa da el golpe de gracia: arrastra a la cucaracha convertida en un dócil zombi hasta su propia tumba, deposita un huevo sobre ella y la entierra viva. Pero ¿por qué la avispa se molesta en realizar estos actos específicos con esa secuencia exacta?


Hace sesenta años, el gran etólogo Niko Tinbergen sostenía que, para lograr una comprensión completa de cualquier rasgo o sistema biológico, tenemos que responder a cuatro preguntas distintas


(1) Cómo se desarrolla el sistema durante la vida de un organismo (lo que se conoce como ontogenia o desarrollo).


(2) Cómo funciona el sistema en el presente inmediato (con qué mecanismo, o causa próxima).


(3) Cómo evolucionó el rasgo a lo largo del tiempo (filogenia).


(4) Por qué evolucionó el rasgo (su función o valor adaptativo).


Estos cuatro ámbitos -ontogenia, mecanismo, filogenia y función- representan diferentes "niveles de análisis". La idea clave de Tinbergen era que si se quiere entender bien algo sobre un organismo, es necesario comprenderlo en los cuatro niveles de análisis.


Y estos cuatro niveles pueden agruparse en dos categorías más amplias conocidas como niveles de análisis próximos y últimos (véase también Mayr 1961). El nivel próximo consiste en la ontogenia y el mecanismo, que se ocupan de cómo se ha desarrollado el rasgo durante la vida de un organismo y cómo funciona en el presente inmediato. El último nivel consiste en la filogenia y la función, que tratan de cómo y por qué evolucionó el rasgo. Las explicaciones próximas explican cómo funciona algo, por ejemplo, cómo funciona el hígado o qué causa el reflejo de succión en los bebés. Las explicaciones finales explican por qué el sistema funciona así o por qué existe, por ejemplo, por qué tenemos hígado (para filtrar la sangre, desintoxicarnos de los venenos y facilitar la digestión) o por qué evolucionó el reflejo de succión (para facilitar la lactancia). Los niveles de análisis próximo y último responden a diferentes preguntas sobre el mismo fenómeno, y ambos son cruciales para una comprensión completa del mismo.


No sería muy exagerado decir que la confusión entre niveles de análisis próximos y últimos es uno de los mayores problemas de la psicología actual, a la par que cuestiones como la crisis de la replicabilidad de los experimentos (véase también aquí y aquí), la ausencia de un marco teórico global para la disciplina y la gran dependencia de las muestras de psicología WEIRD (con experimentos no representativos). Abordar esta cuestión es fundamental para hacer avanzar el campo.


La espeluznante escena descrita más arriba explica cómo la avispa parasíta a su huésped: este es el nivel de análisis próximo. Un análisis completo de la proximidad explicaría la base fisiológica del comportamiento, cómo se desarrollan los mecanismos responsables del comportamiento durante la vida de la avispa, etc.


Pero el nivel de análisis final es diferente. Explica el por qué de estos pasos: ¿por qué la avispa realiza estos comportamientos específicos? La respuesta: la primera inyección sirve para paralizar temporalmente a la cucaracha, dándole a la avispa el tiempo suficiente para localizar las zonas precisas del cerebro de la cucaracha a las que debe dirigirse a continuación.


¿Por qué la segunda inyección deja intactas las capacidades motoras de la cucaracha, pero suprime su voluntad de escapar? Porque la diminuta avispa se enfrenta a un problema: tiene que arrastrar a la cucaracha hasta un lugar de enterramiento, pero es demasiado pequeña para conseguirlo si la cucaracha está paralizada. Así que la inyección de la avispa anula la capacidad de la cucaracha para iniciar el movimiento, pero no paraliza las patas de la cucaracha; de este modo, cuando la avispa empieza a arrastrar la cucaracha hasta su nido, las patas de la cucaracha se mueven automáticamente junto con el resto del cuerpo, facilitando el proceso. Otras soluciones no habrían funcionado: si la cucaracha se hubiera paralizado, la avispa no habría podido arrastrarla, y si la cucaracha hubiera conservado su capacidad de iniciar sus propios movimientos, habría escapado. La solución de la avispa -eliminar la capacidad de la cucaracha de iniciar su propio movimiento, dejando a un tiempo intacta la movilidad de sus patas- evita brillantemente ambos problemas.


Por último, al final del proceso, ¿por qué la avispa deposita un huevo en la cucaracha y luego la entierra viva? Porque cuando la larva de la avispa eclosione de su huevo, necesitará una víctima viva de la que alimentarse. De hecho, la avispa madre hace otra cosa notable para facilitar esto: su inyección ralentiza el metabolismo de la cucaracha, manteniéndola viva durante más tiempo. Esto garantiza que la cucaracha seguirá fresca cuando la cría eclosione de su huevo, hambrienta de un truculento banquete de pesadilla.


Para entender bien lo que hace la avispa, debemos responder a dos preguntas diferentes: una sobre la  causa próxima (¿cómo lo logra la avispa?) y otra sobre las causas últimas (¿por qué hace la avispa esas cosas?). Cualquier respuesta que no aborde ambos niveles de análisis se antoja incompleta.


Este es un principio bien establecido en biología, y sería difícil exagerar el alcance de sus implicaciones. Sirve de marco teórico de fondo para toda la investigación sobre el comportamiento animal. Su creador, Niko Tinbergen, fue co-receptor del único Premio Nobel concedido al estudio del comportamiento animal (en 1973). No hay un solo biólogo que estudie el comportamiento que no esté familiarizado con las cuatro preguntas y su agrupación en las dos categorías más amplias de próximas y últimas. En la disciplina de la que vengo, la psicología, la situación es muy diferente: el principio tiene la misma enorme validez científica y conlleva las mismas implicaciones de largo alcance, pero sólo una minoría de los psicólogos está familiarizada con él.


Durante más de un siglo, la psicología ha estado dominada por un enfoque casi exclusivamente centrado en el nivel próximo de análisis. Los tipos de explicación más conocidos en psicología, en su totalidad, son próximos, incluidas las explicaciones cognitivas, neurofisiológicas, socioculturales, de aprendizaje y de desarrollo. Todas son importantes, por supuesto, y todas son necesarias para una ciencia integral de la mente. Pero dejan fuera todo un nivel de análisis.


Las causas últimas (*) son necesarias para una ciencia completa de la mente:


¿Por qué esta división explicativa de los fenómenos en diferentes niveles de análisis se aplica sólo a la biología y no a la psicología? Al igual que sirven para tratar de explicar el corazón y el hígado,  buscar la respuesta a las mismas cuatro preguntas es necesario para comprender bien los distintos aspectos de la mente: cómo se desarrollan durante la vida del organismo (ontogenia o desarrollo); cómo funcionan en el momento presente (cuál es el mecanismo); cómo evolucionaron a lo largo del tiempo (filogenia); y por qué evolucionaron (función).


Los científicos saben desde hace tiempo que no pueden omitir el nivel de análisis próximo ni el último si quieren tener una comprensión completa de nuestros órganos corporales. Lo mismo ocurre con nuestros órganos mentales: si queremos comprender completamente, por ejemplo, la atención, la memoria y la emoción, tendremos que abordar estos aspectos de la mente tanto en el nivel de análisis próximo como en el último.


Esto no implica que cada aspecto de nuestra mente obedezca a una función evolucionada. Los psicólogos evolucionistas sostienen también que nuestras mentes contienen muchos subproductos (efectos secundarios) que no responden a ninguna función evolucionada. Pero incluso estos subproductos sin función requieren pasar por el último nivel de análisis: han evolucionado con el tiempo (por lo que requieren el nivel filogenético de análisis) y son subproductos de adaptaciones que sí tienen una función biológica (por lo que requieren el nivel funcional de análisis). Simplemente no hay modo de eludir la conclusión de que el nivel de análisis último es de entera aplicación a la mente y a su funcionamiento.


Los psicólogos que se centren únicamente en las causas próximas pueden hacer grandes progresos en el descubrimiento del funcionamiento de la mente. La historia de la psicología en el siglo XX es testimonio de ello. Pero el progreso es más rápido cuando se incorpora el último nivel de análisis al proceso investigador. Y, lo que es más reseñable, es imposible construir una ciencia completa de la mente si se ignora una de las dos cuestiones básicas que atañen a todos los organismos vivos. Las explicaciones evolucionistas no son un añadido opcional en psicología, como muchos parecen pensar; son, por el contrario, indispensables. Si queremos tener una ciencia de la mente más fructífera y plena, no podemos omitir la mitad de la ecuación explicativa.


Las causas últimas arrojan nueva luz:


Las causas últimas arrojan nueva luz, ofreciendo una perspectiva distinta de la que ofrecen las causas  próximas. Consideremos la siguiente pregunta: en la mayoría de las especies que se reproducen sexualmente, ¿por qué la proporción de sexos ronda el 1:1? En especies como la humana, con un sistema de determinación del sexo XY, la respuesta próxima es bien conocida: a grandes rasgos, cada descendiente heredará un cromosoma sexual X de su madre y uno X o uno Y de su padre, con una probabilidad del 50% de cada uno. Así, cada nuevo cigoto tiene aproximadamente un 50% de posibilidades de ser XY (masculino) y un 50% de posibilidades de ser XX (femenino), lo que hace que la proporción de sexos de la población se aproxime a 1:1. Aunque esta explicación sea convincente, sólo es la mitad de la respuesta, la causa más próxima.


¿Qué más podría aportar una respuesta evolucionista? Podría parecernos que no hay nada más que explicar. Pero las causas últimas desmienten esta perspectiva. Sería mas o menos así: imaginemos que los nacimientos de mujeres son menos frecuentes que los de hombres en una población, por lo que hay menos mujeres adultas en la población. Como las hembras son más escasas, por término medio tienen un mayor éxito reproductivo que los hombres. Al tener un mayor éxito reproductivo las hembras, los individuos que están genéticamente predispuestos a tener hijas acaban teniendo más descendencia, por término medio. Esto hace que los genes que predisponen a producir hijas aumenten su frecuencia en la población. Esto, a su vez, hace que los nacimientos de mujeres sean más comunes. A medida que los nacimientos de hembras se hacen más frecuentes, el mayor éxito reproductivo asociado a ser hembra se reduce, hasta desaparecer cuando la proporción de sexos llegar a la proporcion 1:1. Y de ése modo, una población con un sesgo inicial hacia un menor número de hembras acabará gravitando hacia una proporción de sexos equilibrada en 1:1. El mismo argumento es válido si se sustituyen a las hembras por los machos en el ejemplo. En otras palabras, una población que comienza con menos nacimientos de varones también tenderá a converger hacia una proporción de sexos de 1:1.


Lo más importante de esta explicación última es que no constituye una alternativa a la respuesta genética próxima, sino un complemento.


Obsérvese también que la causa última arroja nueva luz sobre la proporción de sexos 1:1. Cuando se descubre por primera vez la causa última de un fenómeno de la fisiología, la psicología o el comportamiento, se aprende algo realmente nuevo, aunque ya se conozca la causa próxima de ese mismo fenómeno. Y, lo que es más importante, el nuevo nivel de comprensión no implica ni redundancia ni conflicto con la comprensión próxima ya existente. Por el contrario, complementa lo que se sabe, completando el cuadro. La causa última también deja claro que cualquier sensación de plenitud epistémica que tuviéramos antes era una ilusión: en realidad, sólo teníamos una de las mitades de la explicación.


Los análisis finales también ofrecen ventajas explicativas y predictivas adicionales. Por ejemplo, este análisis de la proporción de sexos 1:1 nos permite predecir qué especies no presentarán esta proporción y por qué. Las explicaciones completas en psicología tienen las mismas virtudes científicas: arrojan nueva luz, explican los hallazgos existentes y predicen otros nuevos. Esto es cierto para una gran variedad de fenómenos psicológicos, como la ira, el orgullo, la vergüenza, la cognición moral, las preferencias de pareja, la salud mental, la personalidad, la política, el aprendizaje social, la vigilancia epistémica, el pensamiento espacial y numérico, el conocimiento básico, la enfermedad, la educación, la guerra, el hambre, el asco, la psicopatología, el razonamiento, el envejecimiento, el cáncer, la psicopatía, las creencias religiosas, la cognición animal, el aprendizaje de las máquinas y la inteligencia artificial, el desarrollo infantil, la crianza de los hijos, el manejo del estatus, las diferencias sexuales, el control de la natalidad, los trastornos alimentarios, la reputación, el castigo, la venganza, el altruismo, la empatía, la emoción, la ansiedad, la amistad, la gratitud, el duelo, el pensamiento recursivo, los sesgos cognitivos, el estilo indirecto en el lenguaje, el conocimiento compartido y nuestra capacidad para detectar a quienes violan los contratos sociales.


La distinción entre causas próximas y causas últimas puede dejar de ser un conflicto innecesario para convertirse en un intercambio productivo:


Aceptar la distinción próximo-último tiene otro efecto saludable: puede convertir un conflicto innecesario en un intercambio productivo. Por ejemplo, una de las falsas dicotomías más comunes en psicología es la falacia de la evolución frente al aprendizaje. Se corresponde directamente con la distinción entre las causas últimas y las próximas.


Según la sabiduría convencional de las ciencias sociales, si un comportamiento o rasgo psicológico es aprendido, entonces no ha evolucionado, y viceversa. Esta es una forma inexacta y profundamente engañosa de enfocar la cuestión. La falacia radica en la distinción entre causas últimas y proximas como contrapuestas: las explicaciones evolucionistas se sitúan en el nivel último de análisis, mientras que el aprendizaje se sitúa en el nivel próximo. Por tanto, no entran en conflicto. De hecho, no sólo son perfectamente compatibles, sino que en muchos casos tendremos que recurrir a ambas para explicar de forma exhaustiva los hechos de la psicología y del comportamiento.


La distinción próximo-último (explicaciones/causas próximas vs explicaciones/causas últimas) ayuda, por tanto, a disolver la falacia que enfrenta la evolución al aprendizaje, un viejo impedimento para el progreso de la psicología. En las antiguas iteraciones nativistas vs. empiristas de este debate, los errores clave de los respectivos campos eran (1) la noción errónea de que el aprendizaje es relativamente poco importante, y los organismos nacen con todo el conocimiento que necesitan, y (2) la noción igualmente incorrecta de que los organismos aprenden todo lo que saben, y la explicación evolucionista no es necesaria para explicar los comportamientos aprendidos. La adopción de una única herramienta conceptual (la distinción proximo-última) nos aleja de ese dilema explicativo del tipo Escila y Caribdis. Y una vez que nos hemos deshecho de esas afirmaciones inexactas, somos libres de sustituirlas por las siguientes ideas mutuamente compatibles: (1) el aprendizaje es muy importante, (2) los mecanismos de aprendizaje existen porque han evolucionado y (3) sus patrones de funcionamiento reflejan el tipo de problemas para los que han evolucionado. Estudiar el funcionamiento de la mente resulta más fácil y fructífero sin dicotomías conceptualmente confusas que enturbien nuestro pensamiento. La distinción próximo-último contribuye a la consecución de este objetivo.


Merece la pena detenerse a puntualizar que, al igual que las explicaciones basadas en el aprendizaje, las explicaciones socioculturales también se sitúan en el nivel próximo de análisis. Esto significa que las explicaciones evolucionistas y las socioculturales además suelen ser compatibles. Es habitual pensar que existe algún tipo de tensión inherente entre estos dos tipos de explicaciones, pero no es así, al menos no necesariamente (véase este artículo para más detalles sobre cuándo pueden entrar en conflicto las explicaciones próximas y las últimas). Cuanto más se extienda esta idea en las ciencias sociales, más se podrá fomentar la colaboración entre investigadores con trayectorias y enfoques teóricos muy diferentes.


Así pues, si se entiende correctamente, esta herramienta conceptual podría ser un catalizador que facilite tender puentes entre las distintas ciencias sociales y las ciencias de la vida. La distinción próximo-último nos ayuda a dar un empujón en esta dirección, hacia una unión de científicos de formación dispar que estudien la evolución y las influencias socioculturales de la mente y el comportamiento de forma colaborativa.


Conclusión:


La distinción entre causas próximas y causas últimas es clave para el progreso de la psicología por al menos tres razones. En primer lugar, la psicología no puede aspirar a ser una ciencia integral de la mente si sigue ignorando la mitad de la ecuación que la explica. En segundo lugar, las explicaciones últimas proporcionan una capa adicional de comprensión, distinta de la ofrecida por las próximas. Y en tercer lugar, aceptar la distinción entre los dos niveles de análisis puede convertir un conflicto innecesario en un intercambio productivo.


William James -uno de los fundadores de la psicología moderna- fue a menudo un adelantado. Ya a finales del siglo XIX destacó la importancia del pensamiento evolucionista en la psicología. Más de un siglo después, estamos haciendo verdaderos progresos haciendo realidad la visión de James. El objetivo final es construir una ciencia madura de la mente que explique no sólo cómo funcionan nuestros mecanismos psicológicos, sino también por qué funcionan así y, en primer término, por qué existen.


Así que la próxima vez que se encuentre con una explicación evolutiva de un fenómeno para el que ya ha oído una explicación próxima plausible, recuerde que ambas no suelen ser alternativas. Son explicaciones complementarias que responden a diferentes preguntas en distintos niveles de análisis. La explicación próxima con la que está familiarizado probablemente se centre en el aprendizaje, la cultura, las hormonas, el cerebro o una combinación de ellos. En cambio, la explicación última podría centrarse en cómo evolucionó el comportamiento a partir de una forma ancestral, o por qué evolucionó en primer término. No sólo no hay un conflicto inherente en juego, sino que sólo cuando combinamos los dos niveles de análisis -cómo funciona el sistema y por qué evolucionó de esa manera- podemos finalmente acercarnos a una comprensión completa del fenómeno en cuestión.


Nota del Traductor: Al hablar de niveles de análisis próximos y últimos conforme al planteamiento de Niko Tinbergen, hemos utilizado en la traducción, en las ocasiones que era factible, los conceptos causas próximas y causas últimas. En español, y principalmente en los análisis de psicología evolucionista, suele hablarse de causas próximas y causas últimas del comportamiento, y aunque explicación y causa no sean lo mismo, pueden usarse indistintamente en algunos casos


Ensayo original en Areo Magazine.

The Why is Not the Same as the How: Levels of Analysis and Scientific Progress in Psychology


El Dr. Laith Al-Shawaf es profesor asociado del Departamento de Psicología de la Universidad de Colorado, en Colorado Springs. Antes de trasladarse a Estados Unidos, fue docente en una universidad de lengua inglesa en Turquía y fue becario visitante en el Instituto de Estudios Avanzados de Berlín. Laith ha sido premiado tanto por su investigación como por su labor docente. Es miembro de la Academia Árabe-Alemana de Jóvenes (AGYA) y asesor académico principal del Centro de Investigación de Cognición Social Aplicada (CASCR) del Líbano. Puede encontrar sus escritos populares aquí, y puede encontrarlo en Twitter aquí.

 

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