Información acerca de la inflamación se comunica al cerebro |
Cuando sufrimos una infección el organismo produce una respuesta general que en inglés se llama “sickness behavior”, “conducta enferma”, que consiste por un lado en unos signos fisiológicos como fiebre, anemia o ferropenia, pero todo el que ha pasado una infección sabe que se producen además unos síntomas psicológicos o conductuales: fatiga, depresión, irritabilidad, malestar, dolor, náusea, pérdida de interés en la comida y la bebida, y también pérdida de interés por las interacciones sociales y el sexo. En esta entrada voy a comentar un artículo que trata de cuál puede ser la causa última, evolutiva, de esta respuesta, porque un error muy común es pensar que todos estos cambios conductuales los produce el agente patógeno o sus productos, pero esto no es así. La “conducta enferma” (podríamos llamarlo también síndrome febril si incluimos ahí todo el cortejo de síntomas que acabo de comentar) la produce el sistema inmune por medio de una serie de sustancias como las citoquinas y el sistema neuroendocrino. Además, esta conducta enferma ocurre en otros animales desde artrópodos a vertebrados y es producida tanto por virus como bacterias o protozoos. Todos los mamíferos tienen este sistema de avisar al cerebro de que hay inflamación y de disparar estas conductas.
Así que el misterio es explicar por qué la evolución ha seleccionado una serie de conductas que son complejas y costosas para el organismo que las produce. La anorexia y adipsia (falta de sed) pueden llevar a inanición, a deshidratación. La letargia aumenta el riesgo de depredación por la lentitud de movimientos y debilidad de la presa. El desinterés social lleva a no cuidar a las crías o a perder oportunidades de emparejamiento, etc. Es decir, ¿por qué produce la selección natural unas conductas que suponen desventajas claras y riesgos para el organismo que las pone en marcha? Este problema no lo tenemos con las respuestas puramente físicas. La fiebre sabemos que ayuda a combatir al patógeno y la disminución de hierro en la sangre también hace que este elemento no pueda ser utilizado por las bacterias para su crecimiento.
Hasta ahora, la mejor explicación que tenemos para este fenómeno es la de Benjamin L. Hart, que en 1988 propuso que la conducta de enfermedad evolucionó para ahorrar la energía necesaria para producir la fiebre. La inmovilidad y letargia reducen la motivación para buscar comida y agua y así se necesita menos energía. La anorexia produciría ferropenia y así se combate también al patógeno. Al no salir a buscar comida también se reduciría el riesgo de depredación cuando el organismo está débil.
Los costes de la conducta de enfermedad |
Pero la hipótesis de Hart tiene problemas. Por ejemplo, en humanos hay infecciones que no dan fiebre y que producen conducta de enfermedad. En animales que viven en climas cálidos los nidos suelen ser más fríos que el exterior y quedarse en ellos no conserva el calor; es la movilidad la que aumenta la temperatura corporal, no quedarse en el nido. También reducir las conductas de despioje o acicalamiento (el grooming) en pájaros o mamíferos lleva a deterioro del plumaje y la piel y a gastar más energía para mantener la fiebre. Y lo más contraintuitivo es la anorexia porque priva al organismo de las calorías que necesita para producir la fiebre. Explicar que es para reducir el hierro no tiene lógica porque la selección natural podría haber buscado un mecanismo que redujera la ingesta de hierro sin reducir drásticamente todas las calorías que necesita el individuo.
Así que los autores de este trabajo que estamos comentando, Keren y Guy Shakhar, proponen una nueva hipótesis que han llamado la “hipótesis Eyam” que se basa en la kin selection (selección de parentesco). Estos autores proponen que la conducta de enfermedad sirve para evitar la transmisión de la infección a los otros miembros del grupo, que en buena medida son familiares, es decir, individuos que comparten los mismos genes que el animal infectado. El nombre de la hipótesis, Eyam, se refiere a una comunidad minera inglesa que en 1666, cuando ocurrió una epidemia de peste bubónica, decidió aislarse del exterior para evitar la transmisión de la peste. El resultado fue que 3/4 de la población falleció pero no se diseminó la enfermedad a los pueblos vecinos.
Algunos de los argumentos que ofrecen los Shakhar son los siguientes. La fatiga, depresión, desinterés, hipersomnia, etc., disminuyen la movilidad social de los sujetos infectados y el contacto con sus vecinos y familiares. Al no tener hambre ni sed se reduce también su motivación para viajar o desplazarse. En algunos animales se han observado conducidas de este tipo. Por ejemplo, algunos perros con enfermedades terminales se alejan de sus dueños para morir solos. También , los tejones cuando se infectan de tuberculosis bovina se separan del clan para morir aislados. Curiosamente, cuando ciertos parásitos manipulan la conducta de sus huéspedes lo que hacen es que los huéspedes interactúen más, sean más hiperactivos y transmitan la enfermedad. Es el caso de la rabia o la toxoplasmosis.
Al disminuir el radio de actividad de los sujetos infectados, estos contaminan menos el entorno por medio de sus heces, tanto los pastos, como el agua. La anorexia y adipsia reducen la defecación, la diarrea, vómitos, etc. y con ello la diseminación del agente patógeno.
Es muy interesante que en insectos eusociales (hormigas, avispas, termitas…) ocurren ejemplos de algo que podríamos llamar “inmunidad social”. Un hormiguero o cualquier colonia de insectos sociales es un superorganismo donde viven miles de individuos emparentados genéticamente y estos lugares son ideales para la diseminación de patógenos. En estas colonias se han observado ejemplos de animales que se aíslan cuando están enfermos y también en otros casos (en abejas, por ejemplo) de procesos de “limpieza” en la que las castas obreras detectan y eliminan a las abejas infectadas para que la infección no se transmita a las demás. Actuaciones humanas como la cuarentena, cierre de escuelas o prohibiciones de viajar, entrarían en esta categoría de “inmunidad social”.
Los beneficios para los demás de la conducta de enfermedad |
Algunos síntomas de la conducta de enfermedad, como la reducción del acicalamiento puede servir también para identificar por la vista a los individuos enfermos (al deteriorarse su piel o plumaje y ser visibles los parásitos) y así protegerse de ellos, o también por el olfato, al acentuarse las señales olfativas que emiten.
En resumen, la hipótesis de Eyam propone que la conducta de enfermedad se ha seleccionado por sus implicaciones sociales más que individuales y permite hacer una serie de predicciones que se pueden comprobar o rechazar en estudios, como que en comunidades muy emparentadas genéticamente la conducta de enfermedad sería mayor, o que los patógenos más virulentos y más transmisibles desarrollarían también respuesta más fuertes. En cualquier caso, un aspecto positivo de esta hipótesis es que la próxima vez que te encuentres molido en la cama te puedes consolar pensado que estás siendo altruista y ayudando con tu sufrimiento a los demás :).
@pitiklinov
Referencia:
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ResponderEliminarMuy interesante. Abre también cuestiones acerca de qué tipo de reacción genera el presenciar conducta de enfermedad en función de la "distancia" genética. ¿Aparecen conductas de cuidador en otras especies? ¿Aparecerían solamente en caso de tratarse de individuos emparentados? ¿Podemos relacionar la conducta de enfermedad con la conducta visible en la depresión?
ResponderEliminarMuy interesantes esas preguntas sobre la reacción de los demás hacia el enfermo.
ResponderEliminarEn cuanto a la relación entre sickness behavior y depresión hay hipótesis de que la sickness behavior es el precursor evolutivo de la depresión y lo que parece más evidente es la relación entre depresión e inflamación a través de citoquinas y demás:
http://evolucionyneurociencias.blogspot.com.es/2011/03/teoria-del-malestar-de-la-depresion.html
http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC2919277/