miércoles, junio 10, 2020

De parásitos y humanos (entrevista a Carmen Mascaró)

Carmen Mascaró (a la izquierda) en clase práctica en la Universidad de Lurio (Nampula)
Cuando nos hablan de parásitos una mezcla de repugnancia y fobia nos inunda la mente. Esto tiene dos explicaciones desde una perspectiva evolucionista, una de supervivencia individual y otra de supervivencia grupal. 

Por un lado, las especies parásitas toman y no dan nada a cambio. Y en el proceso puede suceder que nos hagan enfermar, disminuyendo nuestras probabilidades de sobrevivir y dejar descendencia viable. Nuestra mente ha evolucionado para sentir fobia o repugnancia ante los parásitos, sus huellas y lugares o contextos en los que pueden presentarse. Se trataría de un mecanismo para mantenerlos alejados de nosotros.

Por otro lado, como animal social y político que somos, y siendo tan necesarias las alianzas y la colaboración en los grupos que formamos, vemos como moralmente repugnante y peligroso para la supervivencia del grupo el comportamiento de un congénere que "chupa del bote" y no aporta nada a los esfuerzos del grupo por salir adelante. Y dado que nuestra mente desarrolló la Teoría de la Mente y proyectamos pensamiento e intencionalidad sobre todas las cosas, más aún las que se mueven autónomamente (que no necesariamente como autómatas), podemos perfectamente distinguir a aquellas otras especies que "no colaboran", y nos debilitan. Fobia y asco moral se suman a las fisiológicas, que son más instintivas y menos cognitivas, pero en cualquier caso ambas son fruto de la evolución en contextos naturales ecológicos, el social con todo el artificio creado por la cognición humana.

Pero por mucho que pueda repugnarnos o asustarnos y violentarnos la idea, los parásitos son, casi seguro, necesarios. Entendiendo parásitos en un sentido amplio, estos van desde los virus hasta los gorrones de nuestro barrio.

Los parasitólogos estudian una serie de organismos que tienen un ciclo vital que normalmente incluye varios hospedadores intermedios y uno final, su particular "paraíso", y que viven dentro o en la superficie de los sucesivos seres vivos parasitados,  y otros que chupan (por ejemplo los hematófagos) como el que ayer se cebó con mi pierna, que a su vez pueden ser vectores inadvertidos e inopinados de otros parásitos más pequeños (desde gusanos a protozoos).  Dejamos pues fuera a virus y bacterias, tan pequeños en tamaño como gigantescos en número y, sin duda, el cimiento de cualquier otra forma de vida, incluso cuando tienen ilustres parásitos (en un sentido amplio) en sus filas (los virus todos). Pero dado que estamos con separaciones en compartimentos estanco del continuum de la vida, diremos que incluso el organismo animal tiene en su inmunidad innata células especializadas en parásitos entendidos conforme a los que estudia la parasitología. 

Nadie dijo que el mundo fuera justo. La propia idea de justicia solamente ha surgido de un modo elaborado y en ocasiones retorcida y retóricamente abtruso entre los humanos, con sus ciudades, sus instituciones y sus leyes, de cerca, y con sus organizaciones jerárquicas y la idea de igualdad evolucionada de un quid pro quo en la distancia evolutiva. Y ha surgido del muy precario equilibrio entre nuestras tendencias prosociales y asociales o antisociales.

Cada especie evoluciona procurando (conscientemente o no) su supervivencia diferencial, y adaptándose a los nichos disponibles. Ya no es que tengan genes egoístas, es que las especies son egoístas, y dentro de ellas los individuos también lo son, salvo las "honrosas" excepciones de las especies eusociales, como las disciplinadas hormigas (esas tienen las leyes inscritas en los genes). Así que los parásitos no son gorrones, porque nosotros NO somos sus congéneres, sino sus "presas", sus "casas" y, en ocasiones, sus "cárceles".

Como decía, sólo los humanos tenemos una idea de justicia. La Catedrática de Parasitología de la Universidad de Granada Carmen Mascaró, conoce bien el mundo de los parásitos y los ideales de justicia humanos, a los cuales ha intentado hacer su pequeña contribución. Evidentemente sabe perfectamente distinguir lo moralmente asqueroso de lo que nos produce una simple reacción fisiológica de repugnancia

Carmen Mascaró Lazcano ha tenido la amabilidad de respondernos unas preguntas sobre parásitos y humanos, y su mutua relación, para La Nueva Ilustración Evolucionista.
Hembra de Anopheles (han matado más personas que todas las guerras juntas)

1.- Como especie nos hemos "separado" de la naturaleza. Hemos creado grandes centros urbanos e infraestructuras, y hemos desarrollado una agricultura intensiva ganado tierras al campo, podría decirse. ¿Qué ventajas e inconvenientes encuentras desde el punto de vista de nuestra salud y de la salud global del planeta?

Considerando a la Salud como un “estado de bienestar físico, psíquico y social, en armonía con el medio ambiente”, las consecuencias son terribles. Se podrían escribir sobre ellas inmensos tratados. El humano urbano se ha desarraigado de la naturaleza, de lo que fueron sus orígenes (en tiempos evolutivamente muy recientes) perdiendo con ello el mundo mágico que esta representa. Los avances tecnológicos son fantásticos, pero no nos parecen tan misteriosos como el mundo natural. ¡No hemos conseguido aún una máquina voladora tan magnífica como una simple libélula! Esta separación de la naturaleza, la vida en un medio artificial como animalitos en celdillas, afecta a nuestra psicología, nos hace diferentes. Algunos regresan a la naturaleza en cortos períodos vacacionales, otros al hacerse mayores. Encuentro amigos, que han sido grandes científicos, y ahora me comentan con gran entusiasmo cómo crecen sus tomates, que han florecido sus dos manzanos, o que están aprendiendo a reconocer a las diferentes especies de aves. 

Nuevas dolencias han aparecido con la “nueva” agricultura y nuestros sofisticados alimentos; alergias, intolerancias a colorantes, acidulantes, conservantes, saborizantes, y demás químicos adicionados. El monocultivo ha llevado al desarrollo de más y más plagas que afectan a las plantas. En estos momentos la Xillela fastidosa es la principal amenaza, no solo del olivo sino de los cítricos, la vid y muchas otras leñosas. Las aves insectívoras disminuyen, los insecticidas las afectan. Las plantas arvenses, necesarias para el mundo animal, son envenenadas para que no estorben en los cultivos; la biodiversidad se resiente con ello. Una plaga no reconocida como tal es el llamado césped artificial, ¡plástico sobre la tierra! En él no vive nadie, las pequeñas vidas mueren, desaparecen. La vida es delicada, se basa en engranajes tal como un reloj mecánico, si uno de ellos falla el reloj ya no funciona. Seres tan pequeñitos como las hormigas son imprescindibles para que la naturaleza no se altere. A estas criaturas pequeñas las despreciamos, las fumigamos, queremos vivir en medios axénicos, acorde con la publicidad hay que destruir hasta a las bacterias que viven sobre nuestra piel. 

El planeta está enfermo, el mundo se mueve por dinero, los idealistas están mal vistos y sufren por ello. ¿Cómo reflexionar sobre la salud ambiental? ¿La salud de nuestros bosques, ríos, lagos, mares y aire? ¿Qué estamos perdiendo? ¿Qué hemos hecho y seguimos haciendo con nuestro maravilloso mundo? Si no hay un giro total, lo que se ha gestado en miles de millones de años desaparecerá para siempre, y con ello todas las maravillas que nuestra especie, paradójicamente, ha creado a la par; música, pintura, escultura, literatura, poesía, cine, danza…

2.- Has trabajado en Mozambique en la epidemia de la "ceguera de los ríos". ¿En qué consiste esa enfermedad? ¿Qué condiciones sanitarias y económicas tienen países como Mozambique?

Yo solo colaboro, una pieza insignificantemente pequeña del eslabón. Son muchos los que se esfuerzan para mejorar la vida de sus gentes. Mi amiga, Emilia V. Noormahomed, es una de ellos. Es médico, y catedrática de Parasitología de la Universidad Eduardo Mondlane (fundada en 1962). Tuve el honor de formar parte de su tribunal de oposiciones. Lo disfruté mucho, casi treinta años de amistad entre nosotras, y un triunfo sobradamente merecido para una trabajadora brillante e incansable. En Mozambique, como en otros países que están al final de la lista de Índice de Desarrollo Humano (IDH), hay personas muy preparadas, el problema es que son muy pocas. Un gran drama es la migración de sanitarios, fundamentalmente a USA, Australia y Reino Unido. Estos y otros países forman menos médicos y enfermeros de los que precisan. Cuentan con los de otros lugares, los reclaman y contratan. Los peores puestos de trabajo, los de los pueblos más remotos, serán ocupados por sanitarios africanos y asiáticos. Es una sangría constante e imparable, los países gastan mucho dinero en ofrecer una formación de la que van a aprovecharse los países enriquecidos. Mandela era muy consciente y se esforzó en luchar contra ello. En Mozambique se lleva a cabo un proyecto para mejorar la situación de la clase médica, que puedan trabajar en sus propios proyectos, que reciban más emolumentos. Se trata de cambiar la situación existente. Los jóvenes médicos de la nueva Facultad de Medicina en Nampula (norte del país) me preguntaban, al terminar las clases, cómo podrían marcharse de allí. Me daba pena oírlos, pero los comprendía. Una vez me correspondió hablarles de la relación entre el IDH y la esperanza de vida al nacer. No pude acabar de hacerlo, cuando comencé a darles datos me rogaron que no siguiera haciéndolo, querían emigran a Noruega, Suecia, España… No solo se huye de la pobreza, las guerras y la desertización, también se huye de las enfermedades que acortan la vida.

Sus condiciones sanitarias son similares a las que existían en Europa en los primeros decenios del siglo XX. Nos hemos olvidado de cuál era nuestra tasa de mortalidad infantil hasta los años 60 más o menos, era similar a la que hoy existe en Nigeria, por ejemplo. En Europa teníamos malaria, cólera, difteria, polio, meningitis, tuberculosis… Había muchísima pobreza, malnutrición, economías de mera subsistencia… ¡Nos hemos olvidado! Hay fotografías y películas de aquellos tiempos para recordarlo; hombres esperando en las plazas de los pueblos a que alguien los contratara por un mísero salario, colas en las estaciones para emigrar a otros países, maletas de cartón, niños descalzos… 

R.T.Wallen, en el Tropenmuseum de Amsterdam.
Ceguera de los ríos, niño guía a su padre ciego
El tracoma es la primera causa de ceguera a nivel global, la “ceguera de los ríos” es la segunda. Se debe a un helminto transmitido por simúlidos (dípteros hematófagos) que crían en el agua; pequeñas moscas negras ávidas de sangre. Los gusanos se desarrollan bajo la piel humana, abultamientos llenos de vermes machos y hembras todos revueltos en una madeja. Las hembras liberan pequeñas larvas que se distribuyen por el organismo causando fuertes picores, tan irresistibles que algunas personas se laceran la piel al rascársela. Cuando esas larvas diminutas entran en los ojos quedan allí atrapadas y con el tiempo mueren. Al morir liberan a una bacteria endosimbionte (Wolbachia) causante de gran parte de la patología. La ceguera acontece tras infecciones repetidas, la córnea se convierte en tejido conjuntivo (ceguera de ojos blancos). Se lucha contra esta enfermedad haciendo un tratamiento masivo a la población, ha de ser en el inicio de la enfermedad, de otro modo los daños son irreversibles. Persisten focos en unos 30 países africanos. Recientemente se ha erradicado por completo en aquellos de América (Colombia, Ecuador, Méjico y Guatemala) a los que llegó con el tráfico de esclavos. Solo ha sido cuestión de dinero y esfuerzo.

3.- ¿Cuán diversos son los parásitos? ¿Cómo se distribuyen en el mapa, cuál es su biogeografía?

Hay más seres parásitos que libres, muchos más. El razonamiento es muy simple. Cada especie libre, el hombre, por ejemplo, tiene varias especies de seres parásitos específicos, que le son propios. Los parásitos están en todas partes, en ese gorrión que vemos a diario, en el pescado que consumimos, en las liebres de marzo, en la cabra montés, en los saltamontes… La mayoría no les causan daño. Forman parte de la biodiversidad y muchos son estrictamente necesarios para la salud de los ecosistemas. Si confinamos y hacinamos a cualquiera de esos animales sus parásitos pasarán a ser un grave problema. Así es, tanto en animales terrestres como acuáticos. Los graves problemas de la acuicultura del salmón, por ejemplo, derivan de la proliferación de patógenos. Un pequeño crustáceo parásito (Caligus) tiene en jaque a las salmoneras noruegas y chilenas, la relación de parásitos en cultivos de mejillones crece día a día, la bahía de Chesapeake no se ha recuperado del ataque de Perkinsus.  Las epizootias son causadas por nuestra mala gestión. Criamos a los animales en campos de exterminio, en condiciones terroríficas. De ahí, la criptosporidiosis en el ganado que nos ocasiona epidemias por agua de suministro, las coccidiosis en aves y cerdos controladas por adición de fármacos a los piensos que pasan después a nuestro organismo, los virus de la gripe aviar y porcina… Pagamos por nuestros errores.

Hay parásitos muy específicos, dependen de una determinada especie animal para subsistir. Si nuestros linces desaparecen sus parásitos específicos lo harán con ellos, si conseguimos extinguir a las ballenas sus helmintos parásitos desaparecerán con ellas, Cyamus ceti (un crustáceo precioso llamado “piojo de la ballena”) también lo hará. Ya hay datos predictivos sobre extinciones de especies parásitas, reflejo fiel de lo que está sucediendo con las especies de vida libre. Los hay con ciclos muy complejos, necesitan varios hospedadores para llegar a la madurez. La desaparición de una especie parásita nos indica que la cadena de transmisión ha fallado en algún punto, puede ser en un molusco, en un pez o en cualquier otra criatura que se ha extinguido al no tolerar un ambiente contaminado. 

4.- Desde el punto de vista evolucionista uno podría pensar que los parásitos han jugado un papel más negativo que positivo, que se han subido en la chepa de sus sufridos hospedadores para coevolucionar con ellos. Dada la complejidad de los ecosistemas, podría suponerse que no es tan sencillo.....

No es así, como ya he indicado antes. Solo se habla de los dañinos, los que afectan al hombre o a los animales que usamos para nuestro beneficio. Tendemos a ver el mundo desde un punto de vista antroponótico. Volvamos a la primera pregunta, las grandes epidemias aparecen cuando los seres humanos se amontonan, se agrupan. Las afecciones parasitarias que nos afectan gravemente son tan prevenibles como tratables. La malaria, el mayor enemigo de los seres humanos, existió en Europa hasta hace relativamente poco (erradicada en 1976, en España en 1964). No distinguía a míseros campesinos de reyes poderosos. Hoy solo permanece entre los más empobrecidos. Similar ha sucedido con otros patógenos como el bacilo de la tuberculosis, el cólera, la lepra… se han quedado entre los más carentes de recursos. Todas las enfermedades infecciosas existen y persisten, ¡hasta la peste! solo hemos conseguido erradicar del mundo a la viruela. 

Olvidémonos de los parásitos que afectan a humanos y vayamos al mundo animal, si sus parásitos fueran tan nocivos sus hospedadores ya habrían desaparecido de la faz de la tierra. No es así, es evidente, la gran mortalidad aparece cuando ha intervenido la mano del hombre rompiendo el equilibrio. La malaria aviar no mata a nuestros gorriones, han coevolucionado con ella, no hay problema, sí, sin embargo, ha sido la causa de la extinción en Hawai de la mayoría de los trepadores de la miel; maravillosos pajaritos que evolucionaron felices, aislados, hasta que el hombre llevó a los mosquitos transmisores, y a otros pájaros portadores de malaria aviar. Hay muchos ejemplos así.

5.- ¿De cuántas formas distintas penetran en nuestro organismo o lo abandonan, en caso de necesidad, los parásitos? ¿Cuáles son sus herramientas y trucos para el contagio?

La mayoría de las enfermedades parasitarias que afectan al humano no son contagiosas. Son transmisibles, pero no contagiosas. Las vías no difieren de las de otros patógenos; virus, rickettsias y bacterias. Hay parásitos de transmisión sexual, por ingestión de agua, alimentos crudos (carne, pescado, crustáceos…), transmitidos por artrópodos hematófagos (mosquitos, garrapatas, chinchorros, moscas, tábanos…), y los hay también con larvas que penetran directamente atravesando la piel, como es el caso de la uncinariasis y la esquistosomiasis. No hay trucos para hacerlo, no son necesarios. El humano es un animal sexual, el parásito en este caso no ha de esforzarse nada para transmitirse. ¿El agua? Nuestro nutriente más importante, la molécula mágica que permitió la vida. ¿Cuántos millones de personas carecen de agua segura para beber?  Nos gusta comer, y de casi todo, ¡tampoco hay problema! Mosquitos, garrapatas, moscas hematófagas, nos localizan desde muy lejos, tienen procedimientos muy sofisticados para hacerlo, adoran nuestra sangre y nuestra piel les encanta; desnuda, sin escamas, sin plumas ni densos pelajes. Muchas personas caminan descalzas, o con los pies apenas protegidos, por suelos contaminados fecalmente, las larvas de los parásitos que actúan así penetran por los espacios interdigitales. Otras fases larvarias se agitan en lagos y ríos de curso lento, ansiosas, muy activas, preparadas para perforar nuestra débil superficie. ¿Quién no se da un baño en un lago o en un río cuando hace mucho calor? ¿Cuántas mujeres lavan sus cacharros de cocina y a sus hijos en aguas contaminadas con heces y orina? Hay otros mundos donde los límites entre la salud y la enfermedad son muy sutiles. 

6.- Contaba Carl Zimmer en su libro sobre los parásitos cómo aquellos infectaban en gran número y variedad a los animales de las selvas. Si abrías algún reptil, algún mamífero, algún ave en canal, te encontrabas de todo. Y hablamos, naturalmente, de parásitos macroscópicos. ¿Qué parásitos macroscópicos pueden encontrarse en la autopsia de un individuo de la especie Homo sapiens?

Depende mucho de la vida de ese sapiens. “Parasites tales” de Rosemary Drisdelle es un libro precioso, (regalo de mis hijos, como tantos otros), creo que aún no está traducido al español. Me encantaría que Pedro Pacheco (magnífico profesional) pudiera hacerlo. Ella, Rosemary, sitúa a cada parásito con su hospedador en un lugar del planeta, con su medio ambiente, cultura, tradiciones, hábitos alimenticios, forma de vivir y resto de circunstancias. La sociología es básica para abordar el estudio y el control de las afecciones parasitarias.

Lucha contra el paludismo en España
 de Navalmoral de la Mata
En España la autopsia solo es obligatoria en muertes violentas. Si lo fuera en todas, habría muchas sorpresas. Se hallarían parásitos cuya presencia aquí ni se sospecha. En colaboración con un anatomopatólogo apasionado de los parásitos (El doctor Enrique Montero), describimos hace años unos casos de gnathostomiasis, una afección que se desconocía en nuestro país afectando a los humanos. Llega al hombre por agua, consumo de peces de agua dulce, anfibios, patos… Seguramente aquí no se describirá nunca ningún caso más. Se necesita mucho tiempo y trabajo para encontrar a los parásitos en una biopsia, en la gran longitud de un intestino, en vísceras, musculatura, etc. Aquí tenemos hidatidosis (en franco descenso), triquinosis (un par de pequeñas epidemias al año), toxoplasmosis (sobre un 23% de la población), protozoos intestinales poco nocivos (casi en el 100%), algunos piojos, casos importados de malaria, otras enfermedades parasitarias que afectan a turistas descarriados, y poco más… Cuando comencé a trabajar en parasitología eran muy comunes aquí Taenia (solium y saginata), Ascaris, Enterobius, Ancilostomas, Strongyloides y muchos otros que desaparecieron por la subida del nivel de vida.

 Si nos fuéramos a analizar lo que puede albergar un Turkana, un Massai, un campesino de Sudán del sur, o un niño que malvive en un barrio de favelas encontraríamos casi de todo; hasta larvas de gusanos en los ojos. Viene bien recordar que 1/6 de la población urbana mundial habita en lo que llamamos favelas, chabolas, villas miseria, slum… ¡1/6! ¡Otro gran éxito de nuestro mundo! No todos vivimos en el siglo XXI.

7.- ¿En qué estás trabajando e investigando ahora? ¿Cuales son tus parásitos "favoritos" y por qué?

Ayudo a elaborar un trabajo hecho en Maputo sobre VIH y parasitismos asociados. La prevalencia del VIH es allí muy elevada. Como en el caso de las restantes enfermedades infecciosas, el VIH se ha alejado de los países enriquecidos y se ha ido a vivir entre los más empobrecidos. Al virus se unen los parásitos intestinales, y los que se alojan en vasos sanguíneos y lesionan la mucosa vaginal. Hay un sinergismo, la inmunomodulación disminuye las defensas y favorece tanto la transmisión como la multiplicación del virus. Las elevadas prevalencias de malaria y de tuberculosis están también muy relacionadas con las del VIH. Son un trío de afecciones que sinergizan entre sí dando cuadros clínicos diferentes. La importancia de estos estudios es enorme, ofrecen datos relevantes, hasta ahora desconocidos, y sienta las bases para establecer en lo posible medidas preventivas.
Mis parásitos favoritos son los que no hacen mucho daño, los que están ahí dando cuenta de lo maravillosa que es la vida, de la magia creada por la evolución. Son los que engañan, los que completan sus ciclos de vida por procedimientos asombrosos. Los invito a ver un ejemplo. Hay miles, pero con este basta para constatar como la eficacia se aúna con la belleza. Introduzcan en el buscador “this parasitic mussel pretends to be a fish”. Verán una almeja, un bivalvo de agua dulce, y un pequeño pececito que sobresale entre sus valvas. Pues bien, no es un pez, es una modificación del manto de la almeja que le permite atraer a peces carnívoros. El falso pececito se agita y mueve, un pez llega enseguida para atraparlo, y, en ese momento, las larvas de la almeja (gloquidios=glochidia) se disparan, y se fijan con sus ganchos a las branquias del pez donde van a pasar como parásitas la primera parte de su vida; fase imprescindible para llegar a ser después almejas de vida libre. ¡Es increíble! Sí, lo es, pero ni más ni menos que el resto de la magia que nos rodea. 


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