Hans Ulrich Gumbrecht |
Ciertamente no fue Moro el primero ni sería el último en soñar una sociedad ideal. El propio creador del "mundo de las ideas" (ideal en sí), el brillante filósofo griego Platón elucubró, en uno de sus célebres Diálogos, sobre una República en la que todo parecía estar en su sitio, cabalmente ordenado.
Después de Moro fueron muchos los ideales de sociedad que se postularon, pero acaso el que más repercusión tuvo, mucho más allá de la pura ideación, fue el de Karl Marx, el economista, sociólogo y filósofo alemán que hizo que un fantasma recorriera Europa, cuna del capitalismo y la industrialización, en el siglo XIX, y proyectara su larga sombra aún sobre nuestro tiempo.
El Socialismo, al menos el denominado científico, el real, no trajo la sucesión de etapas en la historia típicamente Hegeliana que predecía, con un final característicamente utópico de una sociedad en la que todos fuéramos iguales, libres y sabios; más bien produjo colapsos y miserias allá donde trató de instaurarse.
La idea subyacente de un Progreso hacia un mundo mejor se estampó contra el Muro de Berlín y los escombros que dejó su caída, pero eso no hizo a los idealistas de corte socialista utópico perder sus esperanzas por mucho tiempo. Nuevas causas les estaban esperando.
Tampoco el llamado Capitalismo (término que curiosamente acuñó Marx), entendido no como un sistema planificado sino como un orden espontáneo, más en la línea del economista austriaco Friedrich Hayek, traía el anhelado progreso, y menos aún el fin de la historia del que habló Francis Fukuyama, en su forma de Democracia Liberal de Corte Occidental. También el elemento mítico se escondía detrás de estas ideas que, si bien no contenían en sí una utopía, sí tenían algo de panacea. Pero aunque el anhelado Progreso, con mayúsculas, no llegaba, las ciencias avanzaban aceleradamente y su plasmación en las tecnologías, que requería iniciativas e incentivos económicos fuertes, comenzó a generar un pujante negocio y una mejora sustancial y renovación de los objetos de uso cotidiano.
Con la llegada de la electrónica, y luego de las máquinas de cómputo, con el uso del abundante silicio de las arenas, se produjo la verdadera revolución, que en nada podía asimilarse a una revuelta social para cambiar el orden institucional, como las revoluciones socialistas.
Curiosamente Silicon Valley no es topográficamente un valle, como la isla de Moro bien pudiera no ser una isla, pero se ha convertido en el epicentro del más espectacular -no por ello el mejor- avance tecnológico de la historia. Este lugar geográfico ha creado el "no lugar", la Utopía de la Red y sus múltiples aplicaciones y terminales, que se encuentran en todas partes del mundo y en ninguna.
La Utopía como "no lugar" se ha realizado, e incluso como Progreso - en un sentido puramente tecnológico- se va realizando también. Pero dista mucho de haber comenzado a realizar siquiera los ideales de Moro y de todos los utópicos que le precedieron y le sucedieron en la marcha arrolladora de la Historia Universal, a la que Hegel trataba de dar sentido (en los dos sentidos del término).
Sin embargo algunas de las nuevas utopías nacen en ese "valle" que no es un valle, donde todo parece posible: utopías tecnológicas de viajes interestelares y colonizaciones de planetas, de transhumanismo, de "singularidades" en la inteligencia artificial....
Y hoy, podría decirse con cierto "desconcierto", que el espíritu del mundo, en un sentido Hegeliano, se encuentra en Silicon Valley, y en su cercana universidad de Stanford, donde ejerció la docencia en literatura y filosofía durante casi cuarenta años nuestro ilustre invitado, el Profesor Hans Ulrich Gumbrecht.
Desde una perspectiva que procura sea neutra, rodeado de tecnólogos, él, que apenas hace uso de las nuevas tecnologías; de archimillonarios por otra parte poco ostentosos que representan la nueva versión del "sueño americano" como si de una nueva versión de dispositivo o sistema operativo se tratara, él, que obtiene una remuneración más bien modesta, al menos si se compara con sus vecinos; recibió en sus clases a muchos brillantes alumnos que, para su sorpresa, viniendo del ámbito de los estudios tecnológicos, buscaban también el espíritu del mundo que ha representado y de algún modo siguen representando la filosofía y la literatura.
El Profesor Gumbrecht ha escrito un fascinante libro fruto de la fascinación experimentada por él en la soleada California, y en la luz que desde allí se irradia a todo el mundo: El Espíritu del Mundo en Silicon Valley, y ha tenido la inmensa amabilidad de responder las preguntas formuladas desde La Nueva Ilustración Evolucionista, y además lo ha hecho directamente en castellano, dado que vivió un tiempo en España y conoce bien nuestro país, sus idiosincrasias y, por supuesto, su lengua. Agradecemos al Profesor Gumbrecht que nos haya dedicado un poco de su ocupado tiempo, saltando el océano a velocidades cercanas a las de la luz gracias a las tecnologías que Silicon Valley nos han traído.
Apple Park, en Silicon Valley |
1.- Humanidades y Ciencias han permanecido separadas de forma un tanto artificial durante mucho tiempo -y la filosofía había pasado a considerarse parte de las humanidades- pero ahora parecen confluir. ¿Cómo contribuye a ello el espíritu de Silicon Valley?
Institucionalmente, la separación entre las ciencias naturales y las humanísticas no es tan antigua. Se introdujo, por vez primera en la Universidad de Berlín, a partir de 1890 -como una reacción, entonces plausible, a la divergencia cada vez mayor de estilo y praxis entre ambas. Si se produce hoy en día una reaproximación, creo que se debería exclusivamente a la llamada "filosofía analítica", que es una filosofía que intenta cumplir con criterios de lógica semejantes a aquellos aplicados en las ciencias naturales. Ahora bien, dudo que tal aproximación de la filosofía analítica tenga mucha influencia sobre aquellos de entre los programadores de Silicon Valley que leen filosofía. Lo que ellos necesitan existencialmente de la filosofía nada tiene que ver con la lógica formal.
2.- En estos tiempos de acelerados avances tecnológicos, el ser humano se debate en una disonancia cognitiva entre la tecnofilia y la tecnofobia. ¿Qué perspectiva filosófica nos dice más de nuestra situación histórica y emocional, la de Hegel o la de Kierkegaard?
Depende de con qué se asocie la filosofía de Hegel y Kierkegaard.
Si vemos en Hegel al filósofo decisivo en el impulso de la búsqueda de secuencias "necesarias" en el pasado de las que pudieran derivarse "predicciones filosóficas" del futuro (como se intentó desde el marxismo), a mi juicio dicha perspectiva es poco convincente hoy en día.
Kierkegaard, en contraste, es considerado normalmente como uno de los fundadores del pensamiento existencialista, es decir, del pensamiento que procura identificar perspectivas generales (no leyes) para mejor comprender y afrontar la vida individual. Creo que esta preocupación "existencial(ista)" atrae hacia la tradición filosófica a bastantes personas de Silicon Valley - y en general a mucha gente en nuestro tiempo que se siente sobrecargada por la complejidad de su vida cotidiana.
3.- ¿Se puede decir que exista algo parecido a una filosofía subyacente en los tecnólogos, o más bien beben de fuentes filosóficas distintas?
Mi idea -medio irónica- de que Hegel hoy en día identificaría a Silicon Valley como la "sede del espíritu del mundo" surge de la impresión de que ningún trabajo cognitivo en nuestro tiempo tiene una influencia tan decisiva sobre nuestra vida diaria como el que conduce a los productos de Silicon Valley (en definitiva, hacia los productos de tecnología electrónica), lo cual no quiere decir que las personas que diseñan estos productos (los llamados "programadores") tengan alguna filosofía subyacente o siquiera algú interés por lo que entendemos como Filosofía. Se trata simplemente de mujeres y hombres muy inteligentes, y entre ellos algunos tienen un gusto por la lectura y el debate filosóficos en un sentido clásico, de filosofía no analítica, que en lengua inglesa se conoce como "Continental Philosophy".
4.- ¿Qué hay de los usuarios finales de las brillantes creaciones tecnológicas, se están entonteciendo y volviendo incapaces de leer atentamente un libro de filosofía, como sugieren algunos pensadores?
Si, en efecto, tengo colegas e incluso amigos contemporáneos que perciben de esa manera tan pesimista el impacto de las tecnologías electrónicas sobre nuestra mente y nuestro pensamiento.
Yo considero que la realidad es más compleja, habiendo tanto efectos positivos como negativos del auge de estas tecnologías. Probablemente la "duración de la atención" (Attention Span") se ha reducido en las últimas décadas en muchos jóvenes. Al mismo tiempo parece haber crecido su capacidad de asimilar y analizar fenómenos y situaciones complejas "a primera vista".
Una descripción cercana de gran interés la podemos encontrar en el libro "Petite Poucette", del filósofo francés Michael Serres.
Por otro lado, y aunque pueda ser una impresión propia de Stanford -esto es, de una universidad de élite, y en consecuencia también muy personal- creo que los estudiantes más inteligentes que tuve nunca en la que ha sido una carrera académica de casi medio siglo, fueron los de los últimos años anteriores a mi jubilación en 2018 -muchos de los cuales eran estudiantes de ingeniería que se apuntaron voluntariamente a las clases de filosofía y literatura de "al lado".
5.- En nuestros días se ha producido un renovado interés por la filosofía clásica, en particular de las escuelas estoica, epicúrea, escéptica y cínica. ¿Cree que tiene alguna relación este renovado interés con las innovaciones que afectan de manera directa a nuestras vidas?
Estoy de acuerdo en que hay un renovado interés por las escuelas y tradiciones a las que se refiere, que son del corte "existencial(ista)" al estilo de Kierkegaard mencionado más arriba -sin que tengan por ello con él una relación histórica directa.
Esto parece indicar que el interés por la filosofía de nuestros contemporáneos, incluidos los programadores de Silicon Valley, tiene que ver con una nueva complejidad jamás antes vista en nuestras vidas cotidianas individuales, que no depende necesariamente de la tecnología.
Esta complejidad también es consecuencia del hecho de que jamás en la historia conocida tantos individuos hayan tenido tanta libertad para dar forma a su vida individual como hoy en día. Considero, por cierto, este aumento en la libertad como una condición positiva, aunque normalmente no haga nuestra vida individual más fácil.
Buena entrevista. Pero sobra el excurso sobre Hegel y Kierkegaard
ResponderEliminarNombrar a hegel o a kierkegaard en un sentido tan vacuo, evocarlos de esa manera tan reduccionista, habla de la poca formación filosófica del entrevistado.
EliminarJajajaja
EliminarAh, vale, lo que usted diga
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