Luis Aguado presentando su última obra. |
Comprender la mente humana es algo a lo que probablemente ni siquiera la propia mente humana pueda aspirar, ni siquiera con la ayuda de sus ingenios más avanzados, con los que se sondea la actividad cerebral o los estudios experimentales donde busca las causas de los comportamientos. La psicología trata de acercarse a una comprensión aproximada que nos permita al menos conocer los fundamentos de la cognición, la percepción, la memoria y la prospección y, en fin, la conducta, y la neurociencia ha acudido en su ayuda con todo su aparato. Algo, que ahora a todos nos parece obvio, no lo fue durante casi toda nuestra historia conocida. Pero "cuando la mente encontró a su cerebro", por utilizar la frase que nuestro invitado de hoy puso como título a su primera incursión en la literatura divulgación científica, se pudo emprender la gran empresa conjunta de la ciencia del cerebro (y en general el sistema nervioso) y la del comportamiento.
Publicó un manual universitartario: Emoción, afecto y motivación que ha tenido una segunda edición muy recientemente (2018).
Pero su afán de trasladar la ciencia no se quedó en las aulas o en los artículos científicos. Decidido a contar lo que es la neurociencia al público en general de forma afable, amena y con un toque muy personal, escribió el libro citado anteriormente: Cuando la mente encontró a su cerebro.
Hemos planteado al Profesor Aguado preguntas de amplio espectro dentro de su disciplina. Para profundizar en los temas tratados en sus libros es recomendable (muy recomendable) leerlos.
Buscando información diversa sobre él, hace tiempo, descubrí además que es un músico excelente. Como nuestro colaborador Pablo Malo le da a la música muy bien.
Le agradecemos enormemente que haya podido dedicar un espacio en su agenda para responder nuestras preguntas.
1.- ¿Cuál cree que es la principal lección que nos enseña la neurociencia cognitiva sobre la naturaleza humana?
Igual que otras ciencias, la neurociencia rara vez nos enseña grandes lecciones, al menos en el sentido más rotundo del término. La ciencia trabaja poco a poco y sólo cuando miramos retrospectivamente podemos sacar conclusiones de largo alcance. Desde mi particular punto de vista, creo que una de las conclusiones más generales de más de un siglo de estudio de la mente y el cerebro es la indisoluble unidad del cuerpo y de lo que tradicionalmente llamamos “mente”. La acción del cerebro no sólo se encamina a pensar y crear abstracciones; afecta también al funcionamiento de todos los sistemas orgánicos, desde el sistema cardiovascular al sistema inmune, pero también es afectada por ellos de forma significativa. Por otra parte, lo “mental” es muchas veces una representación de lo más físico y corporal. Un ejemplo, el solo hecho de leer verbos de acción como “saltar” o “agarrar” pone en funcionamiento sistemas cerebrales encargados del control de las acciones motoras. Y las emociones, como han insistido neurocientíficos como Antonio Damasio, son en gran parte estados corporales. Todo ello quiere decir que la forma en que el cerebro genera nuestra experiencia consciente y representa el conocimiento no es tan abstracta e incorpórea como se creía.
Desde un punto de vista filosófico diría que la principal conclusión que podemos sacar de los avances de la neurociencia es que el dualismo, la distinción entre mente y cuerpo, entre lo físico y lo mental, es una posición radicalmente errónea. Nuestra naturaleza como especie, las posibilidades y limitaciones de nuestra mente, las necesidades básicas que nos motivan a actuar y el modo en que tratamos de satisfacerlas, todo ello está profundamente enraizado en nuestra biología. Y en esa raíz está también nuestra naturaleza como animales sociales.
2.- Si nuestras mentes son órganos capaces de proyectarse en el futuro a partir del recuerdo de experiencias pasadas, ¿que sería el presente, en términos cognitivos? ¿Es factible eso que llaman "consciencia plena" del presente?
Cognitivamente el presente es percepción y el futuro es imaginación. Me explico, vivir el instante significa estar concentrado en la información que nos proporcionan nuestros sistemas sensoriales, como la visión y la audición, pero también el gusto, el tacto y los sistemas que nos informan constantemente del estado de nuestro cuerpo (la así llamada “interocepción”). Pero psicológicamente el presente absoluto no existe. Los datos de los sentidos son interpretados en el contexto de la información que nos proporciona nuestra memoria inmediata, modulados por nuestras expectativas y coloreados por nuestro estado emocional. Eso es precisamente lo que da a nuestra experiencia consciente un sentido de continuidad. La experiencia del presente no es posible sin la influencia del pasado. Cada estímulo que percibimos, cada reacción que manifestamos, deja en el cerebro una huella más o menos duradera que modula la forma en la que percibimos y en la que nos afecta lo que viene a continuación. Esto puede parecer muy abstracto, pero es algo que ha sido demostrado en cientos de estudios de laboratorio con procedimientos experimentales muy sofisticados y se podría resumir diciendo que la memoria, tanto la remota como la inmediata, es el contexto necesario del presente.
En cuanto al futuro, podemos “experimentarlo” de manera simulada imaginando escenarios hipotéticos a partir de la información que nos proporciona la memoria sobre las experiencias que hemos vivido anteriormente. La imaginación del futuro es como una hipótesis que planteamos a partir de lo que ya sabemos. Esa capacidad es parte de lo que llamamos “funciones ejecutivas”, quizá el conjunto de herramientas mentales más avanzadas que nos proporciona nuestro cerebro y que es posible gracias al espectacular desarrollo que en nuestra especie ha alcanzado la corteza prefrontal, un conjunto de redes neuronales con una compleja conectividad localizado en las zonas anteriores del cerebro. La capacidad de imaginar el futuro nos permite planificar nuestras acciones a corto y a largo plazo y hace posible algo tan importante como el autocontrol. Al ser capaces, por ejemplo, de imaginar cuál será la consecuencia a largo plazo de conductas poco saludables, como fumar o beber en exceso, podemos tomar decisiones que nos benefician, en vez ceder siempre a nuestros impulsos más inmediatos.
En cuanto a la llamada “consciencia plena” o “mindfulness”, creo que en realidad es un método de entrenamiento de la atención destinado a evitar que la mente se enrede en pensamientos negativos recurrentes, como ocurre en personas que sufren depresión o trastornos de ansiedad. En esa medida, podría decirse que ese tipo de intervenciones pueden mejorar nuestra capacidad para centrarnos en el aquí y el ahora, aunque hay formas más sencillas de conseguir algo parecido. Cuando practicamos alguna actividad preferida, como pintar, tocar un instrumento musical o hacer deporte, muchas veces experimentamos lo que se conoce como “estados de flujo”, en los que la mente está abstraída y concentrada exclusivamente en la tarea que estamos realizando y en los que experimentamos una sensación de profundo bienestar y una alteración del sentido del tiempo que hace que las horas se nos pasen sin sentir. En esos momentos estamos literalmente inmersos en el presente más inmediato.
3.- El ser humano es una especie social y tecnológica, y ello confluye en las redes sociales. ¿Cómo afectan estas redes sociales a las redes y circuitos neuronales?
Las redes sociales son tan antiguas como nuestra especie. Las tribus, las familias, los grupos de amigos y los clubes de fútbol son redes sociales, aunque ahora ese término parece remitir exclusivamente a las redes sociales virtuales que se forman en el entorno digital. La espectacular expansión de esas nuevas redes sociales se debe a que colman dos necesidades humanas que antes eran cubiertas por las redes sociales tradicionales, la conexión con los demás y la promoción de uno mismo. Usamos esas redes sociales por las mismas razones que antes nos reuníamos a pasar la tarde charlando en un café (algo que espero sigamos haciendo por muchos años): sentir que formamos parte de un grupo, que estamos conectados a los demás, y dar la mejor imagen posible de nosotros mismos al tiempo que nos enteramos de qué es lo que hacen o de cómo son los demás. En resumen, sensación de pertenencia y autopromoción. Según algunas estimaciones, el 80% de los mensajes que enviamos a través de las redes sociales se refiere a nosotros mismos. Sin embargo, las redes de comunicación virtual no son un simple remedo del patio de vecindad. La ventaja y el inconveniente de estas nuevas formas de interacción es que permiten satisfacer nuestras necesidades sociales de una forma tan eficaz en apariencia que puede, paradójicamente, llegar a ser nociva. Las nuevas redes sociales son como los “estímulos supernormales” de los que hablaban los etólogos clásicos, estímulos artificiales que replican las características de estímulos que son muy importantes en el entorno natural de una especie, como un huevo de tamaño desproporcionado en el caso de las aves, y que por esa exageración tienen un poder de atracción que puede superar al del correspondiente estímulo natural.
Dos características importantes que explican el atractivo de las redes sociales virtuales son la inmediatez y el número potencialmente infinito de destinatarios o espectadores. Si con un clic puedo conseguir llegar en un instante a cientos o miles de destinatarios que van a ver las fotos con mi nuevo look, o enterarse de mi última hazaña deportiva; si en vez de diez o doce amigos puedo tener cientos y recibir una lluvia de felicitaciones virtuales el día de mi cumpleaños, ¿para qué voy a molestarme en llamar a un amigo para tomar solos unas cañas en el bar de la esquina? Además de apartarnos de las formas de interacción natural basadas en la comunicación cara a cara, esas características hacen que las redes virtuales tengan un considerable potencial adictivo. Es algo parecido a lo que ocurre con las drogas, que producen de forma artificial estados físicos y mentales que nos resultan muy gratificantes saltándose las barreras naturales de tiempo y esfuerzo. Una pequeña dosis de droga puede producir en unos instantes un estado de euforia, de relajación o de seguridad en uno mismo que por otros medios nos costaría mucho conseguir. Del mismo modo, un aluvión de “likes” genera un subidón de satisfacción y autoestima que resulta mucho más incierto y difícil de lograr en un entorno natural.
Hay mucho interés por averiguar hasta qué punto el uso masivo y descontrolado de las nuevas redes sociales puede tener un impacto sobre nuestro cerebro. Igual que las drogas, las redes sociales proporcionan a nuestro cerebro potentes recompensas, en este caso recompensas sociales en forma de "likes", de influencia o de aumento de seguidores. Y como ocurre con las drogas, esas recompensas sociales artificiales actúan sobre el sistema cerebral se recompensa, el mismo que nos hace disfrutar del sexo, la comida o la compañía de los demás. De hecho, se ha demostrado que la respuesta neuronal de ciertas regiones del sistema de recompensa a las evaluaciones positivas sobre uno mismo permite predecir el nivel de uso de redes como Facebook, o que la densidad de materia gris en esas regiones está positivamente correlacionada con el número de amigos en las redes virtuales. Lo que esto nos indica es que la interacción social natural y la virtual actúan sobre un mismo substrato neuronal. El problema es que las características especiales de las redes virtuales les otorgan un potencial adictivo que puede hacer que perdamos fácilmente el control de nuestros actos y nos lleve a caer en un uso desmedido que a largo plazo puede tener consecuencias muy negativas sobre nuestro estado de ánimo y sobre nuestra capacidad para relacionarnos en el entorno social natural.
4.- Como experto en motivación, afecto y emoción: ¿Qué diría que nos motiva, despierta nuestros afectos y nos emociona con mayor inmediatez, siendo la inmediatez en estas cuestiones quizás algo no necesariamente bueno?
Sin duda, la principal fuente de satisfacción y recompensa para los seres humanos procede de otros seres humanos. Siempre digo que los sentimientos son el truco que la evolución se ha inventado para mantenernos juntos. Sentimientos como el amor y el apego, la compasión o la empatía, son rasgos distintivos del comportamiento y de la experiencia de muchas especies precisamente por su utilidad para fomentar la formación de vínculos entre congéneres y la cohesión grupal. En nuestra especie esos sentimientos se han complicado y sofisticado enormemente. Por ejemplo, experimentamos bienestar al estar en contacto con un ser querido, pero también somos capaces de anticipar cómo nos sentiríamos si lo perdiésemos y hacer todo lo posible por evitar la soledad. Pero por mucho que sean influidos por la experiencia individual y la cultura, sentimientos y emociones son en el fondo rasgos básicos de nuestro diseño biológico.
Si los sentimientos de apego son una fuente esencial de afecto y felicidad, otra igualmente importante es la satisfacción de nuestra autoestima, especialmente cuando la alabanza y la confirmación de nuestra valía procede de los demás. Por supuesto, podemos obtener satisfacción de muchos otros modos que aparentemente están muy alejados de lo biológico, como la contemplación de la belleza en la naturaleza o en una obra de arte, pero creo que el contacto personal y el refuerzo externo de nuestra autoestima, son las fuentes de satisfacción irrenunciables para cualquier ser humano. De hecho, carecer de ellas, o creer que carecemos, es motivo de desdicha y de infelicidad y puede llevarnos a caer en estados patológicos como la depresión o los trastornos de ansiedad.
5.- ¿Dónde podemos trazar la línea, acaso difusa, entre Identidad social e individual? Siendo la soledad terrible y formar parte de una tribu reconfortante ¿será cierto eso que decía Nietzsche de que es "mejor estar mal acompañado que solo" contraviniendo nuestro refranero?
Si por identidad entendemos la sensación que cada uno tenemos de quiénes y cómo somos, diría que la identidad es única y múltiple a la vez. Nuestra identidad es poliédrica. Nadie es sólo padre, católico, izquierdista o profesor de psicología. Distintos contextos y circunstancias pueden hacer más sobresaliente una u otra identidad. Por ejemplo, las situaciones en que un colectivo se ve amenazado hacen que la identidad correspondiente pase a primer plano y mantenga temporalmente “apagadas” las demás identidades. Pensemos en una situación de invasión de un país por una potencia enemiga, como ocurre actualmente en Ucrania. Quienes se alistan para el combate pasan a ser principalmente patriotas, deben suspender su identidad como padres o profesores y cambiar así temporalmente sus valores, intereses y prioridades. Pero siguen siendo la misma persona. Sin embargo, hay personas para quienes una identidad particular pasa a tener una presencia desproporcionada y casi exclusiva en su vida. Es lo que ocurre con quienes abrazan una causa social o religiosa de forma fanática. Para estas personas, su identidad como defensores de una causa o una fe particulares es su principal fuente de sentido e identificación, se convierten en lo que se ha llamado “actores devotos”, entregados incondicionalmente a lo que ven como una misión superior. Algunos especialistas han propuesto el término de “fusión de identidad” para referirse a la absoluta identificación con un grupo social, como la patria o la comunidad de creyentes, que se da en estos casos extremos. Yo soy mi grupo y mi grupo soy yo y estoy dispuesto a sacrificar mi vida por el grupo si es necesario. Algunos estudios demuestran que quienes experimentan estos sentimientos de fusión grupal son más proclives a conductas extremas que ponen en peligro su propia vida y la de los demás, como es el caso de los terroristas suicidas.
6.- El cerebro actúa como un todo unificado pero a distintos niveles, y en todo momento en conexión con el cuerpo. Y nosotros somos "agentes" conscientes y libres en mucho menor grado del que nos gustaría creer. ¿En que medida diría que nuestro yo es una ilusión?
Yo no diría que nuestro yo, ni siquiera que nada de lo que hace el cerebro, sea una ilusión. ¡Es simplemente la forma en que funciona el cerebro! Sólo podemos hablar de “ilusión” desde una perspectiva ingenua que parta de la premisa de que el cerebro es un reflejo de una supuesta realidad objetiva. El cerebro funciona de acuerdo con su diseño y este es el resultado de las particulares presiones selectivas que han actuado en el pasado de cada especie. Los delfines y los murciélagos son capaces de captar ultrasonidos que son simplemente inexistentes para nuestro oído y las abejas pueden percibir longitudes de onda de la luz que están fuera del rango perceptivo de nuestro sistema visual. En este sentido, cada especie habita mundos psicológicos diferentes, ¡pero es que no puede ser de otra forma! Lo mismo ocurre con la racionalidad. En sentido estricto, la racionalidad absoluta es simplemente imposible para nuestro cerebro y son bien conocidos los estudios del Nóbel Daniel Kahneman sobre los atajos y sesgos nada racionales que aplicamos continuamente al pensar y tomar decisiones. ¿Y qué es el yo? ¿o la conciencia? Son el resultado final de una miríada de procesos mentales cuyo funcionamiento escapa a nuestra introspección, que tienen lugar de forma automática pero extremadamente eficaz. Pero psicológicamente son totalmente reales. Un cerebro que fuese consciente de todos los procesos en que se basan el yo o la conciencia simplemente quedaría envuelto en un embrollo imposible de computaciones y no llegaría nunca a nada medianamente útil. La metáfora de un gran iceberg en el que la experiencia consciente no es más que su punta visible me parece muy acertada para entender esto. Esta metáfora es también útil para entender el tema de la libertad y la autodeterminación. Las decisiones que tomamos, incluso algo tan simple como flexionar un dedo, son el resultado de procesos previos automáticos que escapan a nuestra conciencia, lo que se conoce como “procesamiento implícito”. Esto fue ya demostrado en una serie de estudios realizados en los años 70 por el neurocientífico Benjamin Libett, en los que se observó que unos milisegundos antes de que los sujetos tomasen la decisión consciente de responder su cerebro ya mostraba una actividad que indicaba cuál iba a ser la respuesta. Todo esto no significa que dentro de nuestro cerebro haya oculto un sujeto misterioso que decide por nosotros. Los procesos que corren por debajo de nuestra conciencia están determinados por nuestra experiencia anterior, por nuestras motivaciones, por nuestras intenciones y nuestros deseos. No son aleatorios ni dictados por un controlador oculto. En ese sentido, saber que la causa inmediata de nuestras decisiones está en procesos de los que no podemos tener conciencia alguna no invalida la idea de autodeterminación ni nos hace irresponsables de nuestros actos. No puedo argumentar que mi decisión de agredir a otra persona se debe al procesamiento implícito y que por eso no soy responsable de ella. ¡Quizá el procesamiento implícito hubiera dado otro resultado si previamente yo no hubiese abrigado sentimientos injustificados de envidia o rencor hacia la persona agredida!
7.- ¿Qué misterios de nuestra naturaleza y nuestra psique le gustaría que la ciencia fuese capaz de desvelar?
Creo que la nueva frontera de las ciencias que estudian la mente, neurociencia y psicología principalmente, es la enfermedad mental. Sin duda hemos avanzado mucho en las últimas décadas en el conocimiento de las variadas formas que puede adoptar la enfermedad mental y en el modo de abordarla. Pero en la mayoría de los casos ese conocimiento es descriptivo y no causal y correspondientemente los tratamientos son paliativos. Más allá de los síntomas observables, de la conducta y de lo que nos dicen los pacientes, no tenemos marcadores fiables de la mayoría de los trastornos y psiquiatras y psicoterapeutas actúan a menudo por ensayo y error. Los propios sistemas diagnósticos están siendo puestos en cuestión por los especialistas más avanzados. Yo creo que estamos muy lejos de entender cuales son las causas de trastornos como la esquizofrenia o el autismo y, por supuesto, de dar a quienes padecen estas condiciones un tratamiento eficaz y definitivo a largo plazo. Algo parecido ocurre con los trastornos asociados al envejecimiento, como las demencias o la enfermedad de Alzheimer. Sinceramente creo que sólo una comprensión completa de la biología de los trastornos mentales permitirá abordarlos con la misma eficacia que la medicina aborda las enfermedades físicas. Y quizá eliminar la tradicional barrera entre lo “físico” y lo “mental” sea el primer requisito para lograrlo.
Enhorabuena por el libro y por aportar conocimiento, sensatez y prudencia al debate sobre la naturaleza de nuestra mente
ResponderEliminarFelicidades al entrevistador y, sobre todo, al entrevistado. Es un regalo para la mente encontrar este magnífico ejemplo de equilibrio entre la difusión e integración del conocimiento, el sentido común y el interés por cosas realmente importantes. ¡Bravo Luis! Buena entrevista y mejor libro.
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