martes, noviembre 22, 2005

Por qué los valores morales constituyen un capital social

Muchos valores morales crean condiciones para alcanzar una mayor riqueza, de la misma manera lo hacen las instituciones que garantizan la justicia y la seguridad y otras instituciones de las democracias. Todos ellos son un tipo de capital que no está en manos de nadie en particular, por lo tanto se pueden considerar como capital social.

Un valor moral es una regla que en el corto plazo restringe la libertad y las oportunidades de un individuo, pero que, si lo adoptan los demás que interactúan con él se obtiene una situación que beneficia a todos en mayor grado que las perjudica. Un ejemplo, es decir la verdad. Si una sola persona se propone decir la verdad, las demás pueden aprovecharse de esa auto-limitación sin contrapartidas con lo que esta persona se expone a un riesgo enorme. Recíprocamente, en un grupo social donde todo el mundo acepta y cumple en buen grado la prescripción moral de decir la verdad al menos en las cuestiones serias, el capital social creado sería enorme y el bienestar de todos se elevaría inmediatamente, ya que no serían necesarios los jueces, los abogados, los detectives y todos los compromisos y contratos se podrían establecer sin testigos ni papeles probatorios. En ese caso, la regla moral de decir la verdad, obedecida por todos, sustituiría con gran ventaja al capital social creado por las instituciones de justicia y policía. Sin embargo, en esas condiciones, el mentir en ciertas ocasiones tendría un gran incentivo, ya que la sociedad no estaría preparada para la mentira, de forma que se podría obtener grandes ventajas de ese grupo social de una forma fraudulenta mintiendo estratégicamente. Por eso, partiendo de una situación en la que todos dicen la verdad, con el tiempo, cada vez serán mas los que digan mentiras. De la misma forma, en una sociedad donde todos mienten, serían muy apreciadas las personas de las que se puede comprobar que dicen la verdad en determinados temas. La proporción de veraces aumentaría. Al final, en cualquiera de los dos puntos de partida, se llega a un equilibrio entre verdad y mentira. El nivel de ese equilibrio depende de la medida en que el valor moral de decir la verdad es promocionado socialmente. Y dependiendo de ese nivel, así de elevado será el nivel del capital social creado por la regla moral medido en términos de ahorro de tiempo, esfuerzo y recursos gastados en policías, jueces, detectives, estafas, decepciones y un largo etcétera.

Los valores morales exigen un esfuerzo cuyo cumplimiento es costoso y difícil o imposible de cumplir tal como son socialmente exigidos, pero en la medida en que se generaliza su cumplimiento, los individuos se ven beneficiados.

Por eso los valores morales tienen todos los ingredientes de lo que se puede llamar tareas colectivas, en las que los individuos se esfuerzan por una meta común que proporciona valor a toda la comunidad. Por ejemplo cazar en grupo, la defensa ante enemigos exteriores etc. Estas tareas crean un capital social en la medida en que mejoran las condiciones para la creación de riqueza, por medio de, en estos ejemplos,el facilitar la obtención de alimentos o el aumento de la seguridad respectivamente. El problema es que en esas tareas colectivas, si no hay mecanismos que lo eviten, a menudo los que se esfuerzan reciben el mismo beneficio que los que no se esfuerzan. Si no hay algún medio para evitar la deserción, nadie colaborará. Los premios y los castigos son los medios por los que se incentiva la participación. Es por eso que en toda tarea colectiva tenemos impulsos para premiar a los que se esfuerzan y de castigar a los que no lo hacen pudiendo hacerlo. Esto también ocurre y especialmente, en la tarea colectiva continua que llamamos valores morales. El impulso de premio y castigo y los factores de los que dependen fueron estudiados por Price, Cosmides y Toby.

Como toda tarea colectiva, un valor moral es un compromiso en el que uno se esfuerza en hacer o dejar de hacer algo que beneficia a todos y que perjudica a uno en el corto plazo. Con el objeto de incentivar la participación, los individuos que aceptan y cumplen los valores morales sienten un deseo de castigo para los desertores y un deseo de beneficio para los cumplidores de esos preceptos morales. Esto ocurre como en toda tarea colectiva que crea un mayor beneficio social en la medida en que aumente la participación.

Ocurre que a menudo los beneficios y el capital social generado por un valor o una regla moral están ocultos y no se ven inmediatamente, pero la no observación inmediata de los beneficios a los ojos escépticos no implica la no existencia de ellos. Es muy probable que, en el pasado, los fundadores de una regla moral, observaran los beneficios a lo largo de su experiencia y conocimiento de la historia y con ello perfeccionaron esas reglas sociales. Esto ocurre por ejemplo con los creadores de la democracia moderna, los padres de la revolución americana. O bien la regla moral se ha formado a si misma por el choque entre distintas comunidades con distintas reglas que ha resultado en el triunfo y la difusión, violenta o por imitación de las costumbres de las comunidades con más éxito. Este último mecanismo de difusión de costumbres funciona porque la imitación de todo lo que tiene éxito es uno de los mecanismos instintivos mas activos en el ser humano y cognitivamente no necesita un esfuerzo consciente elevado, sino que es algo automático. La imitación opera incluso para las formas de pensar y lo estilos de vida. De esta forma, por imitación, las personas adquieren hábitos eficaces y exitosos. Pero ese modo de evolución memética no es perfecto, ya que junto con los aspectos que contribuye profundamente el éxito de una comunidad, también se imitan los aspectos que destruyen en vez de crear valor social. Este artículo explica la difusión de normas sociales de una forma ligeramente diferente pero básicamente similar.

Por eso ambos mecanismos intervienen en el cambio de las reglas sociales: la observación consciente con los medios y los hechos disponibles para cada generación, y la imitación ciega de las conductas exitosas. Ahora mismo se dispone de unas herramientas que permiten determinar en mayor detalle los efectos de las reglas morales. Este conocimiento viene proporcionado por la teoría de juegos, la psicología social, ciertas ramas de la economía y la psicología evolucionista así como la incipiente Memética. Estas herramientas permiten evaluar con más detalle cada regla moral para descubrir sus efectos.

Sin pretensiones de rigor, voy a intentar explicar las posibles ventajas, difíciles de ver de inmediato, de algunas reglas morales tradicionales.

Monogamia: La capacidad de tener descendencia de los hombres es ilimitada, al contrario que las mujeres. Un hombre solo tiene que acumular mujeres para tener un número elevado de descendientes, mientras que las mujeres solo pueden tener un número limitado de ellos, no mas de los que puedan nacer de su propio vientre y a partir de entonces se puedan criar saludablemente. Por otra parte el ser humano, al igual que algunas especies de aves y peces, el macho ayuda a la hembra en la crianza. Por todo ello, estas especies han desarrollado un dimorfismo sexual en el que la psicología de la mujer ha evolucionado para elegir al hombre mas capaz posible que tenga medios para criar a sus hijos en las mejores condiciones (y que este dispuesto a invertir en ello). Por el contrario, en cambio, la psicología masculina esta diseñada para alcanzar unas condiciones que le permitan, atraer (voluntariamente o por la fuerza) al mayor número de mujeres. A lo largo de la historia, los hombres con mayor estatus han acumulado mujeres. Sin embargo esa acumulación crea sociedades violentas y por tanto con pocas condiciones para la creación de riqueza. Es un hecho observable es que las sociedades polígamas son mas violentas y mucho mas pobres que las monógamas. Por qué?

La monogamia es un pacto en las ciertas sociedades para evitar que algunos hombres acumulen mujeres y otros queden privados de una relación a largo plazo, lo cual es la situación que genera conductas violentas en los hombres marginados de esa posibilidad y en los hombres poderosos deseosos de tener mas. Una vez superados ciertos niveles de supervivencia, apenas se cometen crímenes por alimentarse, mientras que los crímenes sexuales son los más horrendos en todas las sociedades. En las sociedades donde los hombres pueden tener varias mujeres, los hombres tienen un mayor interés en aumentar ese poder a cualquier coste, ya que ello tiene crecientes beneficios reproductivos al acumular más y más mujeres. Por tanto a todos los niveles los hombres se comportan más agresivamente y con más riesgo rompiendo con más facilidad las reglas sociales que facilitan la convivencia, destruyendo con ello capital social.

Es importante advertir que la tendencia que hay actualmente en occidente hacia la reducción en la duración de los matrimonios y las monogamias sucesivas resultantes generan los mismos problemas que la poligamia. Los hombres poderosos se divorcian mas veces y se vuelven a casar con mujeres mas jóvenes que por tanto no son accesibles a los hombres jóvenes pobres. Al mismo tiempo tienen mas acceso a relaciones esporádicas con mujeres de otros hombres. Los efectos de esto son análogos a los problemas de las sociedades polígamas. La violencia de las tribus urbanas y la delincuencia a todos los niveles pueden ser en parte consecuencia del declive de la regla moral de la monogamia.

Esta violencia dentro de la sociedad impide las condiciones para la libertad y la prosperidad. Su respeto, por el contrario, genera una paz social que favorece las relaciones pacíficas y productivas. Si esto es cierto, la monogamia genera y permite mantener por tanto un enorme capital social.

Dedicación a los hijos: La dedicación de tiempo a los hijos ha disminuido enormemente con la incorporación de la mujer al trabajo debido a la priorización de las condiciones materiales por encima de la dedicación directa y personal a los hijos. También influye en igual o mayor medida y se realimenta con lo anterior el hecho de que el Estado extrae cada vez mas y mas recursos de las familias en forma de impuestos, por lo que los dos padres se ven obligados a trabajar. Pero ocurre que los niños necesitan la presencia de sus progenitores por encima de los bienes materiales. Como describo en este artículo, a partir de lo que Robert Wright sugiere en el libro The Moral Animal:

En un contexto de incertidumbre, las conductas que rinden resultados a corto plazo se priman sobre las más a largo plazo. Este tipo de ajustes se conocen en todo el reino animal.

En el ser humano parece que el ajuste ocurre de manera que el tiempo de espera de gratificación y la aversión al riesgo se reducen: Cuanto mas incertidumbre y menos esperanza de vida, la personalidad desarrollará menos tiempo de espera para la gratificación de un esfuerzo dado y más aceptación de riesgos, lo cual lleva a un menor respeto de las normas sociales. Estos ajustes son definitivos a partir de una cierta edad. En otras palabras, en un entorno de incertidumbre, la personalidad se ajusta para una vida en estado de emergencia …

...De hecho el tiempo de presencia y cuidados de los padres es probablemente el mejor predictor, para la psique del niño, del grado de incertidumbre del ambiente, porque tiene en cuenta tanto la voluntad de cuidado de la familia como las circunstancias externas a ella. Este parámetro es uno de los más completos y más sencillos de evaluar y los mecanismos innatos de parendizaje siguen ese criterio de economía y sencillez. Por tanto es probable que el tiempo ( y calidad) dedicado por los pares al cuidado del hijo sea un factor determinante de la personalidad futura del niño. Es lógico por tanto que los niños de ahora, dotados de los mismos mecanismos inconscientes e innatos de evaluación, interpreten un padre o una madre ausente como signo de un entorno hostil, con el consiguiente ajuste de
la personalidad a este entorno, que como hemos visto, favorece conductas antisociales.

En ese ajuste inconsciente de personalidad, no intervienen para nada los bienes materiales que los padres brindan a los hijos. Unos hijos rodeados de bienes materiales de padres ricos que trabajan todo el día y que no ven a sus hijos es muy probable que tengan una personalidad conflictiva muy similar a la de unos hijos de padres pobres que trabajen por necesidad todo el día.

Una conducta resultante en esos niños es el asociarse entre ellos para garantizarse la protección que sus padres no parecen brindar.

La familia tradicional
La familia tradicional que abarca varias generaciones engloba factores como los anteriores y otros valores como la ayuda entre generaciones. Los impuestos estatales y los sistemas de paro, pensiones y seguridad social hacen, por ejemplo, que los impuestos de los padres sirvan para pagar la educación y el paro de hijos de otros, y las pensiones y hospitalización de abuelos de otros en lugar de los propios. Aún sin descontar la enorme sobrecarga de gasto burocrático que ese tráfico de dinero exige, no hay ninguna condición mágica que haga ese intercambio entre desconocidos mejor que entre familiares y conocidos. Al contrario. Este sistema debilita las interdependencias familiares y aumenta las dependencias de cada uno de sus miembros con un ente impersonal, llamado Estado del que no se podrá obtener nunca el mismo confort que brinda las relaciones de familia. Los costes económicos de la ineficiencia estatal y la vida frustrante resultado de la destrucción de los lazos familiares, fundamentales para el desarrollo de la personalidad y el mantenimiento de unas condiciones de vida emocionalmente dignas, destruye el capital social que la familia tradicional crea.

Honestidad, cumplir promesas
Como he detallado al principio, la fiabilidad y predictibilidad de nuestra conducta favorece la capacidad dentro de una sociedad para que los individuos puedan establecer contratos verbales basados en la mutua confianza. Una de las mayores barreras al progreso son el gasto muy apreciable de recursos dedicados al establecimiento y la vigilancia del cumplimiento de contratos a todos los niveles, desde el cumplimiento de las reglas de trafico, el cumplimiento de compromisos personales o los compromisos profesionales y empresariales a la prevención de la delincuencia. Estos costes dependen en gran medida de la medida en que se promocionan ciertos valores como la honestidad y el cumplimiento de compromisos según su espíritu, no según su letra. Algunos capitales sociales son sustitutivos parciales de la verdad, como por ejemplo, la justicia, los servicios de orden etc. Pero, en el caso degradado en el que en la sociedad prime en cada individuo los intereses inmediatos sobre la verdad, en ese caso es fácil intuir que la justicia, los servicios de orden y todas las demás instituciones no serán más que un sistema de opresión al servicio de clanes que se pelean por el poder utilizando todos los medios a su alcance.

Una de las virtudes que el mercado aporta a medio y largo plazo a la sociedad es que enseña a ser veraz para mantener una reputación de confianza a medio y largo plazo, con lo que ese espíritu virtuoso se traslada a otras esferas de la vida fuera de lo que se entiende vulgarmente por mercado.

Piedad, caridad, fraternidad, solidaridad, empatía, ayuda desinteresada
Muchos beneficios mutuos en la sociedad solo pueden venir de un intercambio indirecto entre individuos. La caridad o solidaridad, como ahora es llamado, se puede considerar como un mercado indirecto natural muy similar a un seguro informal contra peligros creado por ciertos sentimientos humanos. Estos sentimientos han sido diseñados por evolución natural en la forma de deseos desinteresados de ayuda a las víctimas de situaciones desgraciadas fortuitas de las que ellos no tienen culpa. Se oculta a nuestro consciente que en realidad este sentimiento, al operar también en los demás, crea un seguro natural que nos protege contra desgracias que nos pueden suceder también a nosotros, de manera que intercambiamos favores de forma indirecta con otros. El hecho de que nos protege y protege a los demás contra circunstancias exclusivamente fortuitas y no buscadas se prueba por el hecho de que somos reacios a ayudar a alguien que sabemos que es responsable de su propia desgracia, mientras que ayudamos sin problemas a las victimas inocentes de las circunstancias, sobretodo cuando esas circunstancias nos pueden ocurrir a nosotros en el futuro o han ocurrido en el pasado. Por estos motivos, la conducta que el sentimiento desarrolla han sido seleccionados por la evolución natural y luego reforzado como idea socialmente (selección memética). Este seguro natural es fundamental para la sociedad y su promoción es importante, ya que hay circunstancias que no pueden ser objeto de valoración por adelantado y por tanto no pueden ser cubiertas por un seguro formal.

Los individuos solidarios, como todo acto que contribuye a una tarea colectiva, son contemplados positivamente y despiertan en los demás un aprecio. Esto puede ser utilizado como forma de aumentar la valoración social de los individuos que la ejercen. Por un lado eso es positivo ya que es un incentivo para que esa virtud se amplíe. Por otro es negativo ya que sirve para que individuos sin escrúpulos alardeen infundadamente de su solidaridad o, peor aún, favorece el que algunos se dediquen a forzar la violación de la propiedad ajena en beneficio propio con la excusa de la solidaridad. Esto se ve claramente todos los días.

Por eso un valor moral importante a promocionar socialmente es el anonimato en el ejercicio de la solidaridad. En caso contrario, la solidaridad degenera en un mecanismo de promoción social, en una carrera hipócrita para ver quien hace más propaganda de ser mas solidario y en acusaciones demagógicas de poca solidaridad para con los adversarios. Además esto incentiva a algunos igualmente inmorales a adoptar el papel de víctimas merecedoras de ser ayudadas. Con todo ello, se introducen en ese mercado individuos cada vez con menos escrúpulos y más demagógicos, con lo cual la solidaridad degenera en un arma arrojadiza o una excusa en el campo social y político. Por ello es moral y eficaz socialmente que los beneficiarios promocionen al donante, pero es moralmente reprobable y destructivo que la promoción venga de este último.

Es importante repetir que en el ejercicio de la solidaridad hacia una persona o grupo, nuestra psicología evalúa el grado en el que la desgracia es fruto del azar y no de que esa circunstancia ocurra como consecuencia de su conducta. En otras palabras: no tendemos a ayudar a aquel que se lo ha buscado. Esta discriminación es realmente util socialmente, ya que, en otro caso, seríamos victimas del engaño de falsas víctimas y la sociedad sería un teatro donde muchos se hacen las víctimas para excitar la solidaridad de otros que serían cada vez menos, lo que llevaría a una pobreza general.

Por esta razón, el Estado no puede expropiar el capital moral de la solidaridad sin destruirlo. La solidaridad entre personas o grupos crea un enorme bien al protegernos mutuamente de desgracias imprevistas, porque esa es su función y tenemos una predisposición innata para hacerlo. Pero el Estado funciona a un nivel burocrático que no puede discriminar las víctimas fortuitas que necesitan una ayuda inmediata y eficaz (que, dicho sea de paso, la burocracia nunca puede suministrar, dada su lentitud), y no puede distinguirla de otras situaciones con falsas víctimas interesadas o con los hechos lejanos en los que hay una mezcla de desgracia fortuita y aprovechamiento de esa desgracia por terceros. Las ONGs que reciben dinero de los estados tampoco pueden hacerse cargo de ello, ya que el Estado no asigna dinero con un conocimiento pormenorizado de la eficacia de cada una de estas ONGs. Solo la relación mas directa posible y no burocrática, desde el donante hasta el voluntario con vocación que ejerce la acción solidaria in situ es capaz de discriminar estas diferencias si los donantes monitorizan críticamente los resultados obtenidos, cosa en la que éstos si que tienen incentivos, dado que es su dinero.

La solidaridad, expropiada por el Estado genera los problemas descritos anteriormente, como son la demagogia que pervierte la política, las victimas profesionales y el despilfarro, junto con la falta de atención a las verdaderas víctimas que no tienen capacidad de dar publicidad a su desgracia. Por tanto pervierte las instituciones y destruye un enorme capital social, además de vaciar de responsabilidad individual a las personas, creando una sociedad paternalista y corrupta que se empobrece rápidamente, con grandes masas de individuos faltos de iniciativa, clientes de la demagogia de una clase política y burocrática inmoral. Inmoral en el sentido de que se aprovecha de la moralidad de los demás (solidaridad) para sus propios fines personales.

Justicia y perdón en lugar de venganza
La venganza es un conjunto de sentimientos que, como todos los sentimientos, han sido desarrollados en el ser humano por selección natural para desencadenar una serie de conductas tendentes a permitir la supervivencia y reproducción. En particular, el deseo de venganza, que tiene asociados sentimientos como la ira, e incluso la envidia y otros sentimientos, tienen una fuerte carga moral negativa en la sociedad, aunque en otras sociedades organizadas en clanes o tribus estas conductas son consideradas como virtuosas. En estas últimas sociedades, donde no hay policía ni sistema de justicia independiente, la venganza, la ira o la envidia sirven para que los individuos ejerzan represalias contra los ofensores a la propia persona o a algún familiar. Con esto se evitan ofensas futuras por parte de los mismos o distintos agresores potenciales.

Por ello, algo que es fundamental para la venganza es la publicidad de las razones de la acción y de los efectos de la venganza, de forma que el hecho se conozca para conseguir el efecto de disuasión. Fundamentalmente correlacionado con la venganza es el concepto de honra y reputación, que se debe mantener alto bajo pena de caer en la esclavitud si no acreditamos nuestra capacidad de disuasión frente a posibles agresores. En las sociedades tribales basadas en clanes familiares, estos sentimientos son virtuosos: por ejemplo, en la Mafia, las sociedades tribales como los gitanos nómadas, los países con dictaduras familiares etc. Y , en menor grado, en agrupaciones de individuos no emparentados con intereses comunes donde se utilizan metáforas de violencia física (aplastar, revancha, machacar, cortar la cabeza etc). Por ejemplo, en los clubes de fútbol, las tribus urbanas, el corporativismo empresarial, los partidos políticos. Estos grupos obedecen más o menos la regla de la venganza, la honra y el respeto cuanto menos impere una ley y una justicia eficientes e independientes y donde los bienes propios están expuestos (agricultores, ganaderos..).

La justicia entendida como venganza es muy costosa como estrategia para la vida social, porque implica unos costes elevadísimos para la vigilancia del cumplimiento de los compromisos y las normas sociales que permiten la equidad y la vida pacífica. Además la venganza genera un espiral de contra-venganzas que pueden prolongar los conflictos durante generaciones con una elevación de cuentas pendientes y extensión de los conflictos. El valor moral del perdón es fundamental para que en la vida social estos conflictos se apaguen y se inviertan las energías en actividades productivas. El valor moral del perdón facilita además la resolución de los conflictos mediante el acatamiento a la sentencia emitida por terceros, una vez oídas las partes. Esto es, en términos de esfuerzos, mucho más útil que la venganza misma y es en si lo que llamamos Justicia. Pero para que la Justicia exista, en la sociedad deben imperar unos ciertos valores morales como la negativización de la ira, la envidia y la venganza, por medio del valor moral del perdón, que limita esos sentimientos. El reciente e irresponsable reavivamiento de nuestro pasado más negro, con la consiguiente resurrección de los sentimientos de venganza, odio e ira, es un ejemplo de lo contrario. Los costes sociales de este proceso ya son enormes.

Respeto por la vida, la libertad y la propiedad ajena
La propiedad de los demás en una sociedad donde se dan los valores anteriores es una sociedad donde lo que cada uno tiene lo ha ganado sin violencia y por su propio esfuerzo. El no respeto de la propiedad es otra de las fuentes de violencia ya que cada uno lo siente como una violación de lo que es uno mismo y de su esfuerzo. Todos acumulamos bienes para usarlos, intercambiarlos o transferirlos libremente. Si esta libertad se restringe no somos libres por un lado y por otro, dilapidamos esos bienes que, debido esa misma restricción, ya no nos sirven. Todas las sociedades que existen y han existido donde no se ha respetado la propiedad son pobres irremediablemente ya que nadie se esfuerza más allá de mantenerse con vida hasta el día siguiente “con lo puesto”. El esfuerzo para el futuro y la riqueza material y espiritual se correlaciona con el grado en que se respeta la vida, la libertad y la propiedad. Cuando, en nombre de cualesquiera motivaciones supuestamente por encima de estas, no se respeta la vida, la libertad o la propiedad, el nombre técnico de esa situación se llama esclavitud.

El respeto por la vida, libertad y bienes de los demás son valores de los que depende enteramente el futuro de una sociedad. Esos valores no son instintivos, sino culturales. Lo que es instintivo es nuestro respeto por las vidas, voluntades y posesiones nuestras y de nuestros familiares, no las vidas, libertades y posesiones de los desconocidos; Los niños no respetan instintivamente la integridad, voluntad o las posesiones de otros niños a no ser que se les eduque en ese respeto, especialmente en el respeto de los desconocidos. Estos valores parecen bienes morales evidentes para una madre occidental, pero no son ni mucho menos universales: en la vida en tribus, mafias o clanes, la vida, libertad o propiedad de los de fuera de esos grupos no tiene ninguna importancia excepto en la medida en que estos puedan vengarse. A menudo los de fuera no son considerados como seres humanos. La primacía de esos valores en Occidente, por ahora, ha permitido a Occidente salir de la miseria material y espiritual de lucha por el día a día. En la mayoría de las sociedades, la violación de estos valores en uno mismo desencadena una defensa que llega fácilmente a la violencia. Dado que es gravísimo la conculcación de esos derechos, ya que de ellos se deriva todo bien social y en su ausencia es imposible todo otro valor moral, económico o social en general, el respeto a estos derechos debe ser protegido especialmente con el legítimo uso de la defensa y todas las sociedades lo reconocen así. Pero, a diferencia de otras sociedades, en Occidente se admiten tradicionalmente los mismos derechos para los desconocidos de fuera de la familia, clan, tribu o nación, en mayor grado que en otras sociedades.

Conclusión
Estos son algunos valores occidentales de la tradición Judeo-cristiana. He intentado hacer ver su utilidad para una sociedad próspera en todos los sentidos, donde se dan las condiciones para el crecimiento material y espiritual.

Ninguno de estos valores morales es fácil de cumplir. Si no fuera así no serían valores, serían como el andar o el comer o como ciertas reglas sociales útiles, como la elección del lado por el que circulan los vehículos en las carreteras. Como todo valor, son difíciles de conseguir y exigen un esfuerzo. Es inevitable la hipocresía y la simulación que se extenderá a todos los individuos en mayor o menor grado ya que nuestra naturaleza sin excepción nos empuja hacia otras conductas alternativas en la dirección contraria, mas en unos que en otros valores, aunque en muchos de ellos nuestra naturaleza tiene incentivos para cumplirlos, como el amor paternal y maternal, la amistad, la empatía, la caridad etc. Otros valores, como el derecho de propiedad o el respeto a la libertad de los demás, especialmente de desconocidos tienen más problemas para ser cumplidos.

Por eso una sociedad civilizada, que no puede tener unos valores muy distintos de estos, tiende a su disolución si no conserva y promociona sus valores. Y esa disolución no significa solo una disolución de las costumbres, sino la disolución de toda su estructura institucional, con la consiguiente y segura pobreza material.

martes, noviembre 15, 2005

Acerca de los disturbios en Francia

Interesante artículo acerca de los disturbios en Francia. Al contrario que en el caso del terrorismo Islámico, en el que el islamismo es el núcleo del asunto, en el caso de los disturbios en Francia, La Naranja Mecánica describe mejor la situación que cualquier teoría conspirativa islamista o las lloreras de los multiculturalistas acerca de insuficientes ayudas a la asimilación.

Muy al contrario, lo que pasa en Paris es el clásico efecto de la desaparición de la influencia paterna debida a su vez a la extensión del estado del bienestar. Vamos, como en Nueva Orleans.

"Denunciations of Europe's "unassimilable" hordes are suspiciously similar to the language of 19th-century anti-Catholicism in the United States. The difference may not be the presence of the stick but the lack of a carrot. American Catholics, though picked on, were left to fend for themselves"
Así que lo de Francia no es más que una de esas crisis periódicas que ocurren en Europa ante la imposibilidad económica de sostener su modelo social desde que Bismark inventó la estafa piramidal del estado del bienestar. El otro termómetro que mide las crisis europeas es el grado en que se echan las culpas afuera, o sea, la xenofobia antiamericana y antisemita. Ambas con buena salud.

También tiene que ver con el islamismo y la inmigración por supuesto. Pero respecto a esto son solo factores que aceleran la crisis.

Ahora bien, los islamistas ya habrían atizado la revuelta si no les interesara tácticamente el entendimiento con el Estado Francés. No quieren perder las ventajas que se les da en el corazón de Europa.

miércoles, noviembre 02, 2005

Evolución y Ética, ¿Una idea a la que ha llegado su momento?

He estado leyendo últimamente varios ensayos sobre evolución y ética que existen en Internet. Hay una explosión de estudios acerca de la fundamentación de planteamientos éticos y morales a través de la teoría de la evolución. Parece que los filósofos, al contrario que los sociólogos y los psicólogos están dándose cuenta de las enormes implicaciones de la evolución, una vez que ésta se ha aplicado a la psicología y la conducta humana. Los filósofos están molestándose en comprender la teoría de la evolución en su versión moderna, la teoría sintética o neo-darwinismo. Es curioso como las consecuencias del evolucionismo aplicado al ser humano es por una parte aceptado por la gente llana por un lado, y por otro por parte de los filósofos y economistas y, en cambio, es rechazada activamente por los estamentos más tradicionalemente relacionadas con el poder universitario.
La teoría de la evolución es una de las teorías que las personas consideran más fáciles de entender y en realidad es una de las más difíciles y sutiles. Hay una enorme diferencia entre lo que la gente piensa que es la evolución y lo que la mayor parte de los biólogos evolucionistas piensan que es. Entre el darwinismo tal como lo entiende la mayoría de la gente y el darwinismo actual, tal como es aceptado por la gran mayoría de los biólogos evolucionistas profesionales (y no me refiero a Gould) hay el mismo abismo que existe entre la caricatura del hombre primitivo, cuyas virtudes son la fuerza bruta y la capacidad de explotar a los demás y la realidad tal como fue y tal como es en todas las sociedades, en el que los mas exitosos no son los mas fuertes y los mas despiadados, sino los mas inteligentes para colaborar con los demás y que colaboren con ellos (aunque esa colaboración sirva también para agredir a otros).
Hay un ensayo interesantísimo que he encontrado: Evolution and Ethics, An Idea Whose Time Has Come? /Evolución y Ética, ¿Una idea a la que ha llegado su momento?. (el link usa un servicio de Google para transformar la página de manera que pueda leerse en un teléfono móvil o una PDA, que es con lo que navego a menudo en los ratos muertos, perdón por la perdida de formato).

Peter A. Corning plantea un gran número de cuestiones interesantes, en particular el desarrollo histórico de la aplicación del darwinismo a la Ética y sobre como se ha contemplado la evolución en relación a la Ética a lo largo del tiempo. En general, la posición mas generalizada ha ido en el sentido de considerar que no hay apoyo alguno entre una teoría, como la evolución darviniana, que predice la lucha sin fin entre unos y otros y unas teorías morales y éticas que sostengan una sociedad en la que haya colaboración y ausencia de conflictos graves. En realidad esto se ha debido bien a la falta de compresión de la teoría de la evolución o bien a la falta de conocimiento de como funciona la sociedad. Generalmente el intelectual tiene una idea trágica y despiadada de la evolución y una intuición de la posibilidad de un mundo idílico que la naturaleza humana es capaz de alcanzar en una sociedad casi perfecta. El mismo Dawkins, al popularizar la teoría del Gen Egoista de Hamilton, aún siendo un excelente conocedor de la teoría de la evolución, al final de su libro descarta que la evolución sea una fuente para la creación de ideas y fundamentos para una sociedad humana. Eso equivale a decir que hay algún principio en el ser humano que le libra del darwinismo, y eso después de repetir continuamente a lo largo del libro que somos máquinas!. Su progresismo le hacía ser una contradicción viva, Algo que es muy corriente en los científicos entre su trabajo y su vida corriente. Actualmente creo que Dawkins ha cambiado de idea.

Pero esto no puede ser más que falso. Los fenómenos sociales, sean egoistas o altruistas, incluido hasta el último sacrificio de la Madre Teresa de Calcuta o los terroristas suicidas, El papa Juan Pablo, o los asesinos psicópatas, se deben a la interacción de individuos creados por selección natural en todos sus aspectos, todas sus percepciones, todos sus sentimientos. Un ser humano es para otro ser humano algo especial a la vista del cual se activan una serie de mecanismos de precaución, estudio, comunicación y procesos inconscientes que afloran al consciente en forma de sentimientos de amor, odio, intriga, misterio, curiosidad, recuerdos etc. Sin embargo, para una mosca, un ser humano es una agrupación de materia orgánica en movimiento. La diferencia entre ambas percepciones se debe a su diferente historia evolutiva. Por tanto, hasta los más utópicos pensamientos y los más elevados deseos altruistas se crean dentro de ese sistema de computación diseñado por la evolución darwiniana para la supervivencia y reproducción que llamamos mente humana. La misma idea de Bien y Mal es una creación de la evolución. Toda la percepción de la realidad, interior o exterior viene mediatizada por nuestra actividad y por tanto, por nuestras necesidades de supervivencia y reproducción.

Por tanto es urgente basar la moral y la ética en la evolución por varios motivos: Si la evolución, o determinados efectos de ella, son un obstáculo para una vida mejor, debemos conocerlo para aplicar las normas morales o éticas que restrinjan ciertas conductas. Si la evolución promueve ciertos valores morales o explica ciertas conductas objeto de polémica, es necesario conocerlo para tener más criterios que considerar. Pero principalmente es necesario conocer los efectos de la evolución en la naturaleza humana porque también son efecto de la evolución nuestras aspiraciones morales y éticas más elevadas, incluso aquellas que nos motivan para restringir ciertos aspectos de nuestra conducta creados asimismo por la evolución.

A lo largo de la historia, se han formulado varios criterios éticos acerca de las acciones sociales. Uno de ellos es el utilitarismo: La maxima felicidad para el máximo número de personas. Ese es el criterio de Robert Wright en su libro "The moral Animal". Wright se refujia en el utilitarismo porque cae una vez mas en la desconfianza en la evolución y en su focalización en los aspectos despiadados de ella, que deja ver a lo largo del libro. Por tanto abandona la evolución a la hora de confiar en un criterio ético universal. Pero el utilitarismo se basa en un concepto llamado felicidad. Pero, ¿Qué es la felicidad?. Para el utilitarista esa pregunta es irrelevante, ya que la gente aunque desconoce la respuesta, no obstante la busca constantemente, y sus deseos se reflejan en la acción política y económica. Pero es legítimo hacerse esa pregunta si queremos confrontar el utilitarismo con otros fundamentos éticos.

Y en este aspecto, Peter A. Corning, en el ensayo mencionado, critica acertadamente esa visión pesimista de Wright, considera que la idea de egoísmo intuida normalmente por la gente y por los evolucionistas es la que se conoce normalmente como "competencia de suma 0". Se llama así porque considera que cuando alguien gana, otros pierden. Es una idea corta y errónea acerca de como funciona la sociedad moderna, y quizá sea porque así fueron las sociedades primitivas y así quedó ese concepto de egoísmo en nuestras conciencias. Corning observa que las personas colaboran entre si y están dispuestas a esforzarse a cambio de un beneficio posterior, además de intercambiar pacíficamente bienes y servicios que benefician a ambas partes, de manera que se producen sinergias, como el lo llama.

Con ello, Corning propone una idea interesante sobre el fin moral y ético primario de una ética genuinamente evolucionista: la supervivencia y reproducción máxima del máximo numero posible. Una especie de utilitarismo darviniano, que en su literalidad quizá era efectivamente el criterio moral y ético máximo en las sociedades tradicionales y quizá es la ética y moral de todas las religiones históricas.

En realidad el utilitarismo de la felicidad y este utilitarismo darviniano están muy emparentado sino idénticos pero referidos a dos épocas distintas; Si la felicidad es la satisfacción de las necesidades instintivas humanas, incluidas las más elevadas y los instintos deben ser, evolutivamente, los medios para obtener supervivencia y reproducción, entonces la felicidad, originalmente, es el grado de satisfacción sentida según el grado de obtención de esas metas. Pero con matices:

Nuestros instintos no nos impulsan a los objetivos finales directamente, sino que nos encaminan a ellos. No tenemos una urgencia instintiva por reproducirnos, simplemente tenemos instintos como el amor, el gusto por el sexo y el amor a los niños propios. Pero esa misma cadena se rompe cuando disponemos de medios anticonceptivos en las sociedades modernas. El deseo de reproducirnos es algo consciente e intelectual, no tanto instintivo. Es mas bien un deseo ético en sociedades tradicionales porque la reproducción satisface nuestros deseos instintivos y sirve a los objetivos del grupo que a su vez nos benefician, ya que la colaboración apenas se extiende fuera del ámbito familiar. y por tanto en estas sociedades, el utilitarismo clásico y el darvinista son idénticos.

Sin embargo en las sociedades modernas el vínculo reproducción-felicidad se rompe, desde el mismo momento en que podemos satisfacer nuestros instintos sin reproducirnos cuando usamos anticonceptivos, adoptamos niños o animales y confiamos en extraños a cada momento para la satisfacción de necesidades mutuas.

Quizá en las sociedades realmente primitivas en las que hemos evolucionado, los grupos de cazadores-recolectores, la moral de la mayor reproducción del mayor numero fuera aún mas extrema; Este objetivo social se lograría a base de hacer guerras con otros grupos para raptar mujeres, algo que ocurre todavía entre las tribus primitivas. La violación en periodo de guerra era considerada natural y se practica aún ahora y no necesariamente en pueblos primitivos. Matar a los niños varones y a los hombres y quedarse con las mujeres ha sido lo normal a lo largo de la historia hasta los tiempos modernos.

Hay que tener en cuenta que esa moral es una verdadera moral y los miembros de la tribu creen que hacen lo correcto aprovechándose como sea de otros grupos humanos. Pinker menciona una tribu africana en la que la palabra comida es sinónimo del concepto "no de la tribu"!. Si alguien no se cree eso, basta observar a los gitanos nómadas tradicionales, la última sociedad tribal de Europa. Entre los gitanos cualquier robo, engaño, falta de respeto, o agresión dentro de cada tribu es castigada de forma muy drástica, mientras que este mismo grupo considera normal el robar, engañar o agredir a los de fuera de la tribu. Las luchas entre tribus de gitanos por mujeres han sido legendarios en el pasado. Esa es la conducta ética moral típica de una tribu. Siento ser tan políticamente incorrecto. Lo siento por usted.
Pero las sociedades compiten entre si, no a nivel genético, sino a nivel de ideas éticas y morales que permiten o no una mayor colaboración, por lo que en el largo plazo, una moral del tipo anterior conduce a un callejón sin salida, ya que no hay sociedad organizada, sedentaria y compleja que soporte tal nivel de agresión. A la larga una sociedad mas pacifica, grande y organizada puede someter a cualquier tribu violenta.

En las sociedades tradicionales, la moral religiosa normalmente restringe la reproducción a lo que permite la monogamia (judeo-cristianismo) o una poligamia restringida (islamismo aunque las restricciones son poco obedecidas por los dirigentes). Esta restricción responde a una necesidad de distribuir la capacidad reproductiva a cambio de una pacificación de la sociedad, al no haber hombres sin pareja y por tanto muy agresivos.

La relajación en las costumbres sexuales puede conducirnos a un futuro más agresivo y eso ya se está produciendo. No digo que haya que volver exactamente al pasado, es imposible, pero hay que comprender y discutir acerca de estas cosas lo más rápidamente posible. Hay que tener esto en cuenta y no adoptar una moral ciega de seguidísimo conforme con todos los cambios sociales.