viernes, agosto 28, 2020

Moscas, mosquitos, langostas (entrevista a Xavier Sistach, segunda parte)

Xavier Sistach

Las moscas buscan los excrementos y exudaciones de otros animales y los rondan buscando un lugar donde poner sus huevos. Sus larvas pueden crecer en las heces y en diversos materiales en descomposición, entre ellos nuestros restos mortales si no son quemados o embalsamados. De hecho no les importa demasiado si estamos muertos o no, porque si encuentran un resquicio en nuestra piel o mucosas donde depositar sus larvas, es muy posible que lo hagan. 

Algunas especies se especializan en provocarnos  miasis de diversa gravedad: las miasis consisten en que sus larvas se alimentan de nuestros tejidos aún vivos. Otras se limitan a chuparnos la sangre e incluso nos transmiten enfermedades mortales, como la moscas tse tse (Trypanosoma  brucei) o muy desagradables, como los tábanos ( Loa loa). 

Pero no hay que buscar especies de moscas exóticas, pues la mosca común puede transmitirnos graves enfermedades (muchas diarréicas, acaso porque se bañan literalmente en la mierda de nuestras deposiciones líquidas que contienen el patógeno) como el cólera, la fiebre tifoidea o la disentería bacilar (shigelliosis). El caso es que con esas mismas patas con las que pueden caminar por paredes y techos como la niña del exorcista (un diseño de la naturaleza alucinante), transportan a los patógenos y los depositan encima de donde se posan, inadvertidamente. Y eso en lo que se posan puede ser nuestra boca o lo que nos llevamos a la boca, o las manos con las que lo hacemos.


Son dípteros, insectos cuyos lejanos ancestros inventaron el vuelo, ese misterio evolutivo. No son de los primeros, pues dos de sus cuatro alas dejaron de serlo para convertirse en balancines para la estabilización del vuelo y acaso para maniobras más sofisticadas: los halterios. Pero han resultado ser, los dípteros (el género Diptera), un éxito evolutivo. 

Los otros más destacados, pero también más dañinos para nuestra especie (acaso por ello más destacables), son los mosquitos. Sus hembras hematófagas se han convertido en vectores de las más diversas enfermedades causadas por microorganismos o incluso nematodos, muchas mortales.

No nos inspira mucha lástima aplastar a una hembra de mosquito en nuestra habitación, aunque sepamos que solamente es una madre que proporciona nutrientes a sus huevos. También algunos de los patógenos que transmiten las matan sin inmutarse, como parte de su inmisericorde ciclo biológico. 

Pero al margen de la molestia que ocasionan sus picaduras (mayor o menor según cómo reaccione nuestro sistema inmunitario a su saliva) tememos que nos "peguen" alguna enfermedad. 

Los mosquitos se desplazan, y los humanos les hemos proporcionado medios para hacerlo, como neumáticos usados con agua de lluvia dentro. Así llegó el famoso Mosquito Tigre ( Aedes albopictus) a la península ibérica y a otras zonas europeas desde Asia. Pero lo que verdaderamente preocupa son las enfermedades que pueden transmitir. 

Recientemente la Fiebre del Nilo Occidental, con sus encefalitis asociadas, ha llegado también a España. Ya llegaron el Chikungunya y el Dengue, y como en el caso del Paludismo para instalarse bien necesitan picar dos veces y vivir para contarlo entre una picadura y la siguiente picadura susceptible de transmitir la enfermedad. Para que sea algo endémico hacen falta muchos mosquitos, y de cierto tipo, que sean portadores de los patógenos, pero también es verdad que hacen falta muchos humanos infectados, pues a fin de cuentas los mosquitos son vectores. 

Curiosamente en el brote que ha surgido en Sevilla de Fiebre del Nilo Occidental, ha sido el mosquito Culex (mosquito común) el que ha desempeñado el fatal papel de vector. Si bien el Tigre es capaz de transmitir la misma enfermedad.


Otros insectos de muy distintas características han traído la muerte a nuestras sociedades. El orden de los Orthoptera tiene entre sus miembros a algunos de los vándalos más destructivos del Reino animal. Los familiares del saltamontes, que se cuentan por varios cientos de especies, son inofensivos. Pero en el periodo de lluvias de las zonas que habitan (muchas desérticas o semidesérticas), pueden sufrir un cambio hormonal que les incite a agruparse. Puede nacer toda una nueva generación de langostas gregarias que se lanzan a una loca expedición en busca de plantas que devorar. Llegan a formar auténticas nubes que oscurecen el cielo y que se dejan caer sobre los campos sembrados por el ser humano para devorarlo todo. Lo que queda a su paso es un erial, y humanos sin apenas comida que llevarse a la boca. Las langostas han sido, a lo largo de la historia, más efectivas en matar de hambre a la gente que Stalin en el Holomodor ucraniano, con sus requisas forzosas de la producción agrícola.  

Xavier Sistach habló en su primer gran libro divulgativo, Bandas, Enjambres y Devastación, de ellas. En el último, Pasión por los Insectos, trata de mujeres naturalistas que hicieron significativas aportaciones a la entomología, pero fueron primero ignoradas y después injustamente olvidadas.


En medio hay dos grandes volúmenes sobre Insectos y Hecatombes, en los que piojos, pulgas, garrapatas, mosquitos y otros "antipáticos" artrópodos que han contribuido con su inocente picadura a grandes mortandades en nuestra especie, son protagonistas (en el papel de “malos”) . Sobre aquello ya tuvimos una entrevista (Primera entrevista) , y hoy tenemos la fortuna de contar con él otra vez para hablar del antes y el después de Insectos y Hecatombes, que incluye, además de los libros anteriormente mencionado, uno menos extenso pero no menos intenso sobre la Historia de las Moscas y de los Mosquitos, que supone un abordaje más específico de estos dos grupos mal avenidos con nosotros y las enfermedades tan temidas que nos producen.

La obra de Sistach es Enciclopédica. Como el mismo dice, los libros que escribe tienen siempre dos vertientes, la científica y la histórica, pues ambas se complementan hasta el punto de que la una no se entiende sin la otra. El binomio que forman da lugar a un monumento al conocimiento, a todos los que padecieron las devastaciones de sus campos, a quienes murieron de enfermedades que no comprendían y a las personalidades de la ciencia cuyos aportes y méritos no habían sido debidamente  reconocidos. 

1.- La historia de nuestra especie está íntimamente ligada a la de los mosquitos. Según ganábamos terreno a la naturaleza virgen roturando nuestros campos, creando sistemas para su regadío, y agrupándonos en cada vez mayores y más concentrados centros de población, estos pequeños dípteros, en particular los hematófagos, encontraban un nicho bastante acogedor. ¿Qué protagonismo tienen en la historia de nuestra especie antes y después de la revolución neolítica los mosquitos?

Aedes Aegypti y Aedes Albopictus


Los mosquitos tienen una antigüedad de más de cien millones de años. Por tanto, son mucho más antiguos que nosotros y en el caso de las especies hematófagas han tenido tiempo suficiente para coevolucionar junto a sus huéspedes, ya fueran mamíferos, aves o también reptiles. En general, los mosquitos son pocos específicos de un grupo concreto y cuando la hembra necesita alimentarse de sangre lo hace de quien tiene más a mano; y es obligado que lo haga pues necesita ese aporte energético para poder generar y desovar los huevos. Los machos, en cambio, son inofensivos y solo se alimentan de los jugos de plantas.

En el caso de los humanos, los mosquitos nos han picado siempre, pero está claro que al convivir en grupos más numerosos ellos lo han tenido más fácil para alimentarse de nuestra sangre y reproducirse en nuestro entorno más cercano. Para cumplir su ciclo biológico los mosquitos necesitan obligatoriamente el medio acuático, y este se encuentra siempre cerca de nosotros, ya sea en forma de río, lago, pantano, charca, el riego usado en la agricultura o incluso el agua que desborda de las macetas. Así y todo, se encuentran especies de mosquitos extremadamente antropofílicos, como sería el caso de Anopheles gambiae y también A. funestus y A. arabiensis, buenos vectores del paludismo en muchas regiones africanas. Estos mosquitos, que en un principio no se sentían atraídos especialmente por el hombre, se encontraron que con que éste deforestaba grandes extensiones de terreno para vivir y cultivar las tierras y desaparecían las especies animales de aquel entorno. El mosquito simplemente cambió de huésped y se especializó en el hombre, y esta coevolución ocurrió en unos pocos miles de años. 

2.- Las moscas no dejan de rondarnos, y a pesar de que hay especies hematófagas, no son, salvo contados casos (tsé-tsé), transmisoras de enfermedades a los humanos a través de sus picaduras. Sin embargo también nos transmiten enfermedades posándose sobre nosotros y nuestros alimentos con sus patas de increíble diseño.  ¿Es buena idea hacer un picnic al aire libre dónde vuelan las moscas?

Mosca Sarcophaga sp y pata de mosca común. 


Es cierto que la mayoría de las moscas no son hematófagas, excepto las tsé-tsé  como bien apuntas, transmisoras de la enfermedad del sueño o tripanosomiasis africana, y también algunas especies de tábanos, capaces de transmitir tularemia o loaiasis. En realidad, las moscas comunes o domésticas, las que viven junto a nosotros, que pertenecen a las familias Calliphoridae, Sarcophagidae, Scatophagidae o Muscidae, no pican, pero los adultos pueden ser predadores, hematófagos, saprófagos  o alimentarse de diversos tipos de exudados de plantas y animales, sintiéndose atraídos por sustancias que incluyen azúcar, sudor, lágrimas o sangre; y las larvas pueden vivir en diversos hábitats, materia en descomposición, suelos secos y mojados, nidos de insectos y pájaros o carroña. 

Las moscas domésticas se encuentran a lo largo de todo el mundo y pueden causar alrededor de cien enfermedades en humanos gracias a su gran capacidad como portadoras de los patógenos, no a través de una picada si no como vectores mecánicos o pasivos, limitándose al traslado de microorganismos, lo cual realizan por contaminación de sus patas, pelos de los tarsos, trompa, o por el paso a través de su tracto gastrointestinal y regurgitación posterior. Esto no es de extrañar si tenemos en cuenta que estas moscas tienen una gran movilidad, entran en contacto con excrementos, cadáveres, basuras y otras materias sépticas y están íntimamente asociados a los humanos, sobre los que puede diseminar fácilmente los agentes infecciosos.

Estas moscas son capaces de transmitir enfermedades víricas como poliomelitis o hepatitis; infecciones por gusanos como oxiurasis, ascariasis, aniquilostomiasis o teniasis; enfermedades oculares como oftalmía, conjuntivitis epidémica y muy especialmente tracoma. En heridas infectadas o lesiones en la piel pueden transmitir difteria cutánea, micosis diversas, lepra o pian; y como infecciones bacterianas, salmonelosis diversas, carbunco, diarrea infantil y las grandes enfermedades que han causado millones de muertos a lo largo de la historia, como fiebre tifoidea, cólera y disentería bacilar. También pueden transmitir disentería amebiana, en este caso causada por un protozoo.  

Por tanto, a la hora de hacer un picnic no habría mayores inconvenientes en Europa o Estados Unidos, donde estas enfermedades están erradicadas o nunca han existido en estas latitudes, y aunque improbable, no sería imposible que en algún momento ocurriera algún brote puntual. De todas maneras, un picnic al aire libre con moscas volando alrededor es de por sí desagradable, no es extraño que en la Edad Media las consideran “bestias del diablo”; no tenían ni idea de su capacidad transmisora de enfermedades, pero resultaba muy evidente que nada bueno podían aportar a los humanos. Yo prefiero un picnic al aire libre a mediados de primavera o a finales de otoño, cuando el ciclo biológico de las moscas aún no se ha iniciado o ya prácticamente ha terminado. En verano, prefiero el picnic en lugar cerrado y con aire acondicionado, la combinación de moscas y calor puede ser letal solo con imaginarlo.   

Anopheles Gambiae, principal vector de la Malaria.


3 .- Los mosquitos llevan zumbando los aires enrarecidos de la tierra desde hace decenas de millones de años. Se tienen evidencias de que ya chupaban la sangre de los dinosaurios y se especula con que pudieran haber precipitado el declive de estos grandes reptiles antes de que se "precipitase" el cometa al que se le atribuye su extinción, que sólo sería el "culpable" de darles la puntilla.  ¿Desde cuándo se piensa que pudieran haber comenzaron su festín sangriento en la tierra?

Como se ha comentado anteriormente, los mosquitos tendrían una antigüedad superior a los cien millones de años y serían anteriores al último cataclismo terrestre, el famoso meteorito de Xicxulub que impactó en México hace 65 millones de años. Pero este no habría sido el único cataclismo que sufrió la Tierra, ya que hubo otros cuatro anteriores, por motivos diversos: primero a finales del Período Ordovícico, hace unos 440 millones de años; luego a finales del Devónico, hace unos 360 millones de años; posteriormente a finales del Carbonífero, hace 300 millones de años, y luego a finales del Triásico, unos 210 millones de años atrás. En cada una de estas extinciones se calcula que murió entre el 80 y el 90% de todas las formas de vida. Sin embargo, sobrevivieron los ancestros de los mosquitos y de los dinosaurios también, y aquellos tuvieron tiempo suficiente para adaptarse a las circunstancias y convertirse en parásitos chupando la sangre de dinosaurios o de otras especies animales. 

Sin embargo, el patógeno, el microorganismo que causa la enfermedad, que puede ser un virus, bacteria, protozoo o gusano, y que a su vez sería parásito del mosquito (prácticamente siempre inofensivo para él), no pretende ser mortal, ya que si así fuera sus posibilidades de supervivencia serían cada vez menores. En general, las enfermedades infecciosas transmitidas por insectos y con un alto porcentaje de mortandad para los humanos, suelen ser recientes, sería el caso de la peste, del tifus o de la fiebre amarilla. El patógeno y el organismo invadido no han tenido suficiente tiempo para encontrar mecanismos que permitan limitar esa enfermedad aguda que puede conducir a la muerte. Por tanto, el caso de los dinosaurios no sería una excepción; es muy posible que algunos mosquitos pudieran transmitirles algunas enfermedades, desconocemos absolutamente cuales, pero es seguro que no serían la causa de su extinción. Si el meteorito no hubiera caído ellos seguirían enseñoreando la Tierra y nosotros esperando un momento más propicio para existir.    

Glossina Palparis, más conocida como Mosca tsé-tsé


4.-  ¿Qué hay detrás de la persistencia de las moscas, de la que, como señalas en tu libro, ya se hacían eco los griegos en sus símbolos de guerra? Hay estudios que incluso les atribuyen un cierto grado de libre albedrío  ¿Por qué son tan "cojoneras”?

Cuando las moscas se acercan a nosotros no están jugando ni divirtiéndose con nuestro hastío por tanta molestia, no tienen conciencia ni sentido del humor, ni aún sarcasmo o  cinismo. Ellas simplemente revolotean en búsqueda de algo para alimentarse y las hembras un lugar propicio para poner sus huevos. Pero en el caso de Musca domestica, por ejemplo, al ser sus reproducciones tan numerosas, la encontramos por todos lados. Su ciclo biológico es muy rápido y al llegar las épocas cálidas los imagos emergen de sus puparios y tras ser fecundadas las hembras, inician la puesta de huevos a las pocas horas. En unos pocos días una hembra llega a depositar hasta un millar de huevos de los que las primera larvas eclosionan unas veinticuatro horas más tarde; y tres días más tarde ya se habrán transformado en larvas maduras, se enterrarán en el suelo para pasar el estado de pupa y en unas dos semanas ya emergerá el adulto dispuesto a copular. Según Karl von Frisch, en la cuarta generación existirían 125.000 millones de individuos, “muchas más moscas que hombres viven sobre la Tierra”, y hasta 162 billones si añadimos las dos siguientes: “Debido a la rápida sucesión de generaciones, la descendencia que surgiera ya a los pocos meses oscurecería totalmente el cielo, tendríamos que abrirnos paso a través de paredes de moscas y nos asfixiaríamos bajo su peso”. Afortunadamente, existen tantos predadores de moscas adultas, de sus huevos y sus pupas, y tantos insecticidas a nuestra disposición, que no creo que lleguemos a asfixiarnos bajo su peso, espero….   

Sobre el libre albedrío de las moscas, existen algunos estudios que afirman que su comportamiento, aunque no es completamente libre, no parece que esté completamente constreñido y se han aportado evidencias de que los cerebros de moscas parecen estar dotados de flexibilidad en la toma de decisiones. La capacidad de elegir entre diferentes opciones de comportamiento, incluso en la ausencia de diferencias en el medio ambiente, sería una capacidad común en la mayoría de cerebros, si no en todos, por lo que los animales más simples no serían autómatas totalmente predecibles. Y en realidad, parecen tener un cierto grado de inteligencia y una habilidad particular a la hora de esquivarnos, evitar un manotazo o escapar a nuestra persecución. Cuando perciben peligro, simplemente desaparecen; eso sí, regresan más tarde como si nada y persisten en su hostigamiento inmisericorde.    

La fiebre amarilla llegó por mar a Barcelona con el Aedes Aegypti y luego se fue


5.- Algunas de las viejas enfermedades que se creían erradicadas, y otras nuevas por nuestras tierras, llamadas enfermedades emergentes, son transmitidas por mosquitos. Y nuevas especies de mosquitos transmisoras de enfermedad han llegado aparentemente para quedarse. Son muchos quienes lo vinculan al cambio climático, o a la globalización, o a otros fenómenos recientes de escala planetaria.  ¿Qué está ocurriendo, a tu juicio? 

Es cierto que existen especies invasoras, que han venido de otras regiones y continentes y se han adaptado a nuestras condiciones con total normalidad. Sería el caso, por ejemplo, del mosquito tigre (Aedes albopictus), originario del extremo asiático y extendido actualmente por casi todo el mundo, vector de enfermedades como dengue, chikungunya o zika. Sin embargo, este sería un caso especial y muy singular. La realidad es que en las “viejas enfermedades” ya erradicadas en Europa, como podría ser el paludismo, sus transmisores, mosquitos del género Anopheles, siguen viviendo alegremente entre nosotros y mantienen intacta su capacidad vectora. 

Cada año se detectan miles de casos de paludismo importado, esto es, personas que vuelven enfermas de regiones donde la enfermedad es endémica y aquí son tratados de la dolencia. Otra cuestión serían los infectados nativos, aquellas personas que sin viajar se infectan con la enfermedad, y esto ha ocurrido en los últimos años en Europa, solo algunos casos de paludismo, chikungunya y dengue. Lo que habría ocurrido es que una persona infectada habría sido picada aquí por un mosquito y luego este mosquito habría picado a otra persona, sana, y le haría transmitido la enfermedad. Sin embargo, esto ha sucedido de manera muy esporádica y enseguida los servicios sanitarios se encargan de tratar a la persona infectada y fumigar toda la zona donde se sospecha que fue picada. Para que se produzca una epidemia es necesario que haya muchas personas infectadas y también  muchos mosquitos portando el patógeno en su cuerpo; si no es así solo se producirán casos aislados sin mayores consecuencias. 

Otro caso ya distinto y ocurrido muy recientemente serían las sospechas de infecciones por virus del Nilo Occidental en veintiséis personas de Andalucía que viven junto a las marismas del río Guadalquivir. En este caso, también muy esporádico, el transmisor es un mosquito del género Culex que suele alimentarse de aves y estas pueden estar infectadas por el virus.   

Por tanto, cuando escuchamos las “terribles consecuencias” del cambio climático, desde luego no tendrán nada que ver con la introducción de estas enfermedades, muchas veces las noticias “apocalípticas” solo buscan difusión para tener audiencia, pero la realidad es otra cosa muy distinta. Siempre deberá intentarse reducir las poblaciones de mosquitos y estar atentos a los posibles casos autóctonos, pero el alarmismo está injustificado, no se sostiene.

Por ejemplo, en 1821 se produjo una epidemia de fiebre amarilla en Barcelona y murieron unas 16.000 personas. Esta enfermedad es exclusivamente tropical y el transmisor es un mosquito, Aedes aegypti, que no se encuentra en climas templados, pero en aquel momento sí tenía que vivir en Barcelona. Se desconoce cuándo fue introducido, probablemente a través de algún barco proveniente de Sudamérica, quizá Cuba o Veracruz; se habría adaptado bien a la ciudad y se habría reproducido en grandes cantidades, solo así habría sido posible aquella grave epidemia. El caso es que éste mosquito desapareció de Barcelona, tampoco se sabe cuándo, y no se ha detectado nunca más su presencia. Es posible que en algún momento pudiera ser introducido de nuevo, de hecho es una especie muy invasora, pero entonces se necesitarían muchos enfermos de fiebre amarilla para que la transmisión fuera efectiva y relevante, y esto a día de hoy nos parece imposible.   

Nubes de langostas en Madagascar y en Mauritania.


6.- Cuando uno piensa en una nube de moscas o mosquitos no la imagina oscureciendo los cielos. Sin embargo hay otros insectos de muy distintas características que han cubierto por completo los cielos de la tierra, literalmente oscureciéndolos, para luego caer sobre los cultivos humanos y devorarlos por completo. De ello nos hablas muy detalladamente en Bandas, Enjambres y Devastación. Las especies de langostas migradoras también nos han matado.... pero de hambre  ¿Cuántas especies hay, y de ellas cuántas son potencialmente "gregarias"?  ¿Qué convierte a un insecto solitario en una horda destructora que no repara ni en su propia supervivencia?  

Bueno, von Frisch ya imaginaba billones de moscas pululando y tapando el cielo, pero se trataba solo de un divertimento. Sin embargo, aparte de las langosta migradoras, hay otro caso muy singular de unos insectos que pueden tapar el sol debido a la inmensa cantidad de ejemplares que revolotean a la vez. Se trata de unas cigarras norteamericanas, solo se encuentran en Estados Unidos y en Canadá, llamadas de forma común "cigarra del Faraón" o "langosta de 17 años" (Magicicada septendecim). Las citas históricas ya informaban en 1733 sobre recurrencias de quince a diecisiete años de un enorme número de cigarras emergentes muy ruidosas. Estas cigarras tienen la peculiar característica de vivir como ninfas bajo tierra durante diecisiete años y luego, de repente, a finales de mayo, cuando la temperatura pasa de los 18 ºC, cavan túneles en el suelo y se dirigen hacia la superficie; una vez emergidas trepan a los árboles para concluir su ciclo de vida. En unas pocas horas completan la muda y se convierten en insectos adultos. 

Una explicación a este suceso tan particular es que la cigarra era atacada por un parásito del que intentaba escapar y por eso su ciclo vital es tan amplio y con un número primo, diecisiete. Si el parásito tuviera un ciclo vital de dos años, la cigarra lo evitaría con un ciclo vital impar, pues de otro modo ambos coincidirían con regularidad; y lo mismo ocurriría si el parásito tuviera un ciclo vital de tres años, ya que la cigarra lo evitaría con un ciclo de vida no múltiplo de este número. Como ninguna cifra es divisible por diecisiete, si el parásito tuviera un ciclo de dos años solo coincidirían cada treinta y cuatro. Y si este fuera más largo, por ejemplo de dieciséis años, solo coincidirían cada doscientos setenta y dos. Esto explicaría el motivo por el cual este parásito no ha sido encontrado jamás: en su carrera por seguir en contacto con la cigarra es probable que se mantuviera alargando su ciclo hasta que dejó de existir, pues no sería posible dejar de parasitar la cigarra durante tantos años y sobrevivir. La misma teoría serviría para explicar la emergencia de otras cigarras que tienen un periodo de trece años, también número primo.

Ciertamente las langostas migradoras son un caso muy singular dentro del mundo animal, me atrevería a decir que incomprensible, pues destruyen completamente el equilibrio de la naturaleza, la cadena trófica simplemente desaparece a su paso. Existen unas cuatrocientas especies capaces de producir plagas de mayor o menor intensidad, el mayor número se da en África, Asia y América. Entre las especies más dañinas, todas pertenecientes a la familia Acrididae, se encuentran Schistocerca gregaria, Locusta migradora, Nomadacris septemfasciata, Dociostaurus maroccanus o Chortoicetes terminifera.  

La definición de plaga es “aparición masiva y repentina de seres vivos de la misma especie que causen graves daños a poblaciones animales o vegetales”; y en el caso de las langostas, a lo largo de la historia los autores antiguos confundieron langostas con langostas migradoras, larvas con adultos y fases sedentarias con fases migradoras. Durante los años húmedos y con lluvias abundantes, aunque no siempre, aumentan las poblaciones debido a que las puestas son más numerosas. Al nacer las larvas, se concentran juntas, forman bandas y comienzan a comer vorazmente la vegetación existente. Llega un momento, denominado “densidad crítica”, en que los roces y choques continuados entre individuos, sobre todo en la cara externa de los fémures posteriores, provoca que el comportamiento sedentario y solitario se modifique por otro gregario y migrador, lo cual siempre coincide con un aumento de la concentración de serotonina en el cerebro. Estas larvas crecerán en estadios diferentes y en la última muda les aparecerán las alas y estarán dispuestas a migrar, formando enjambres y buscando nuevas fuentes de alimentación. 

Diversas generaciones después se produce el llamado “cambio fásico”, un aumento del tamaño del individuo respecto al de la fase solitaria. Machos y hembras miden lo mismo, el color varía y la extensión alar es mayor. Durante siglos se pensó que se trataba de especies distintas y fue el investigador ruso Boris Uvarov, durante la década de 1920, el primero en darse cuenta de lo que sucedía realmente. Este polimorfismo fásico depende de un factor genético y de densidad, pero también intervienen causas como la temperatura o la lluvia, que favorecen el deseo de reproducirse de los adultos, provocan el aumento de las puestas de las hembras y aceleran el nacimiento simultaneo de las larvas. Las densidades de estas en estadios primarios puede ser de 50.000 langostas por hectárea y de 5.000 en el último estadio. Las larvas se desplazan siempre de día, todas en la misma dirección, por eso antiguamente se decía que “a la salida del sol marchan todas sin rey ni ley llevando el terror sobre la gente”. La velocidad de estas bandas depende de la temperatura y la vegetación que las rodea, pero el recorrido medio es de 75 metros diarios en la fase primaria y de 600 metros en las dos últimas.  

Cuando les aparecen las alas en el último estadio, o muda imaginal, aumenta su voracidad y las energías para desplazarse y pueden comer diariamente el equivalente a su propio peso, unos dos gramos. El adulto inmaduro o imago, se convertirá en maduro sexualmente cuando se produzcan las altas temperaturas, lleguen las lluvias y crezca la vegetación, un estadio que puede alargarse entre dos meses y medio y seis meses. En estos casos la densidad aproximada es de 250 a 500 langostas por hectárea.

La extensión media de un enjambre de adultos alados puede alcanzar los 200 kilómetros, con una densidad aproximada de 50 individuos por metro cuadrado; es decir, 50 millones por kilómetro cuadrado. Un enjambre medio estaría compuesto por unos 2.000 millones de individuos que pesarían aproximadamente 4.000 toneladas. Y hay que tener en cuenta que una tonelada de langostas toma tanta alimentación en un día como 10 elefantes, 25 camellos o 2.500 personas. Per tanto, 4.000 toneladas sería lo mismo que consumen 12 millones de personas en un solo día. 

Realmente, estos enjambres inmensos tapan completamente el sol mientras se escucha un fuertísimo ruido debido al crujir de sus alas. Y esto no sería todo: la altura de su vuelo se sitúa entre los 15 y los 1.700 metros; la duración del vuelo puede alargarse entre 9-10 y 13-20 horas diarias, recorriendo al día entre 5 y 200 kilómetros y hasta 5.000 en treinta días. El periodo de vuelo empieza dos o tres horas después de la salida del sol y el de aterrizaje se produce una hora antes de la puesta del sol, pues las temperaturas óptimas para volar se dan por encima de los 17°C y por debajo de los 40°C.

Para terminar, en 1988 se pudo comprobar que un enjambre salido de Mauritania a causa de los fuertes vientos, llegó a América, a las Antillas y al norte del Brasil, ¡un vuelo increíble de 4.000 kilómetros en menos de cuatro días! En realidad ya estaba documentado que numerosos testimonios habían visto enjambres de langostas en medio del mar, a más de 400 kilómetros de la costa. Durante la noche, cuando cae la temperatura, las langostas pierden su capacidad de vuelo y se dejan caer al suelo. En el mar, las primeras en llegar, y son millones, se ahogan pero flotan; entonces, el resto del enjambre sobrevive sobre los cuerpos de las ahogadas, esperando que salga el sol, que aumente la temperatura y prosigan con su vuelo. 

Schistocerca gregaria en distintas fases de su desarrollo


7.- Antes de atacar nuestros campos, mucho antes,  ¿A dónde se dirigían las langostas en sus fases expansivas? ¿Desde cuándo llevan haciéndolo, en la historia natural? ¿Están ya bajo control?

Las langostas migradoras se alimentan de todo tipo de vegetación, por tanto les da igual que sean tierras sembradas o terrenos incultos. Estas plagas son conocidas por el hombre desde el inicio de su existencia, aunque a partir del Neolítico y con el descubrimiento de la agricultura la afectación ya fue directa y devastadora. En la Biblia ya aparece en el Libro de los Proverbios, en el de Joel y como la octava plaga que Yahvé envía al pueblo de Egipto. Aristóteles, Teofrasto y Plinio tratan sobre ellas; los autores musulmanes las conocían y las sufrían intensamente y las describieron con gran detalle. 

Las plagas se reproducían periódicamente y en Europa también se vivieron episodios especialmente dramáticos, sobre todo en España, por ejemplo entre los años 1754 y 1757, cuando devastó diversas provincias de Andalucía, La Mancha, Murcia y Valencia, “causando todos los horrores del hambre y la miseria y llevando consigo el terror y la desolación”, incluso entrando en las iglesias y comiéndose la ropa con la que iban vestidos los santos. Barcelona, por ejemplo, tiene a la Virgen de la Merced como su patrona gracias a su intercesión durante la plaga del año 1637, que llegó frente a las murallas de la ciudad. A partir de aquel momento, la Virgen de la Merced sustituyó a la patrona histórica, Santa Eulalia; y se dice que cuando llueve durante la festividad de Barcelona es Santa Eulalia que llora por el olvido de los barceloneses. 

Entre 1874 y 1877 tuvo lugar una inmensa plaga de langostas en Norteamérica debida a la especie Melanoplus spretus, ya extinta, que estaría compuesta por unos cuatrocientos mil millones de individuos y podría pesar alrededor de quinientas mil toneladas, capaz de comer en un solo día la misma cantidad de alimento que consumirían en el mismo período de tiempo los habitantes de Nueva York, Los Ángeles, Londres y París. Esta invasión duró un total de cinco días y gracias a  los telégrafos que se enviaban a las poblaciones afectadas, tanto al este como al oeste, de extremo a extremo, se pudo estimar que el enjambre tenía 2.900 kilómetros de largo y  175 kilómetros de ancho y afectaba a los estados de Montana, Wyoming, Colorado, Dakota, Nebraska, Kansas, Minnesota, Iowa, Missouri, Illinois, Indiana y Ohio. Esta ha sido la mayor concentración de animales nunca descrita por el hombre. 

Pero sin duda las plagas más recurrentes y con peor pronóstico, pues las hambrunas mataron a miles de personas, se han sucedido en África y Oriente Medio, sobre todo en el Magreb, países del Sahel, Zambia, Zimbabue, Sudáfrica, Etiopía, Sudán, Kenia, Somalia, Arabia Saudita y Yemen. Por ejemplo, en la plaga de 1779 en Rabat, un testimonio explicaba que numerosos campesinos habían muerto de hambre, “los padres vendían a sus hijos y los maridos a las mujeres, y los niños iban tras los camellos para ver si en sus excrementos aparecía algún grano de cebada que no hubiera estado digerido y pudieran comérselo”.  

Entre los años 1860-2005, ciento cuarenta años en total, está registrados que en ochenta y cinco de ellos se sufrió recrudescencia o plaga generalizada en África, y una de las peores fue la de 1931-1932, cuando murieron de hambre más de 100.000 personas en los países subsaharianos. Entre 1986 y 1988 se produjo otra invasión generalizada que afectó a unos treinta países africanos, tuvo un coste de más de 600 millones de dólares y un enorme impacto financiero y de desplazamiento poblacional. La última gran plaga ocurrió entre 2003 y 2005 y arrasó absolutamente todo el norte y centro de África, de occidente a oriente. Únicamente en Níger, la FAO tuvo que alimentar a 2,5 millones de personas que se encontraban en condiciones críticas, y de ellos 800.000 eran niños gravemente desnutridos.

Posteriormente se han reproducido nuevas plagas de langosta, aunque ya no han sido tan devastadoras como las anteriores, fundamentalmente porque la lucha contra el insecto, basada en la fumigación por tierra y por aire se ha incrementado y ha obtenido un gran éxito. Podríamos decir que las plagas están bajo control si existen los medios para combatirlas con eficacia; si no es así volverán como lo hicieron en la antigüedad y arrasarán con todo. En el Corán se explica, por boca de su profeta Mahoma y de sus comentaristas, que Dios envía las langostas a los pueblos para enriquecerlos, pues les sirve de alimento; pero también los envía para castigarlos por su mal comportamiento: “La langosta fue el primer animal creado después del hombre, y después de que ella desaparezca, desparecerá el hombre, porque ha sido creado del mismo barro”. 

8.- En tu última obra haces un repaso del trabajo de un conjunto de entomólogas que contribuyeron con su trabajo al avance en el conocimiento en su campo, no habiendo sido, en muchos casos, debidamente reconocidas  ¿Podrías contarnos algo de sus trabajos y de las circunstancias en las que lo desarrollaron?

Retrato de Ida Pfeiffer


Se trata de la obra Pasión por los insectos. Ilustradoras, aventureras y entomólogas, una pequeña historia de la entomología a partir del trabajo enorme de cincuenta y una mujeres nacidas como máximo en el siglo XIX o principios del XX. Ellas se dedicaron al estudio de los insectos ya fuera ilustrándolos, viajando y coleccionándolos o estudiándolos como verdaderas entomólogas. La mayoría de ellas son lamentablemente muy desconocidas, y sin embargo su trabajo fue siempre soberbio y tuvieron que superar grandes dificultades por una triste cuestión de género. En muchos casos vivieron aventuras increíbles y superaron situaciones extremas para conseguir sus propósitos. 

Por ejemplo, Maria Sibylla Merian fue a Surinam con su hija a principios del siglo XVIII, para pintar especies exóticas y volvió enferma de paludismo, esto era un clásico; Ida Pfeiffer viajó sola dos veces por el mundo y cazó insectos para venderlos a los museos, entonces era un comercio muy lucrativo; Mary Kingsley viajó por África, también sola, y también coleccionó insectos con el mismo fin que Pfeiffer; Evelyn Cheesman estuvo años viviendo en Nueva Guinea e islas vecinas, también sola, coleccionando y estudiando insectos, formó una colección magnífica de 150.000 ejemplares que donó al British Museum; y otro caso espectacular fue el de Margaret Fountaine, que viajó por todo el mundo, más de sesenta países, para cazar o criar mariposas y estudiarlas. Madame de Tigny escribió una obra inmensa en 1802, en diez volúmenes, Histoire Naturelle des Insectes, pero como autor aparece el nombre de su marido, que no había escrito ni una palabra y que además ya había fallecido, tal era el miedo de esta mujer a publicar con su propio nombre; y de hecho, de Madame de Tigny desconozco tanto su nombre de soltera como su fecha de nacimiento y muerte, no lo he encontrado documentado en ningún registro. Madame d’Arconville, una autora de la época, ya dijo sobre los libros escritos por mujeres que “si son malos, se los silba; si son buenos simplemente se eliminan y todo lo que queda para ellas es el ridículo de haberse llamado a sí mismas las autoras”.

Como grandes entomólogas puede mencionarse a Eleonor Ormerod. Sus estudios sobre insectos perjudiciales para los cultivos fueron muy importantes en la Inglaterra de finales del siglo XIX y ayudó a muchos agricultores a mejorar el rendimiento de sus cosechas, pero el reconocimiento que obtuvo fue minúsculo. El caso contrario fue el de Miriam Rothschild, una gran entomóloga con una personalidad apabullante, ella fue la mayor especialista mundial en la clasificación de pulgas; pero también es conocida por sus estudios sobre mimetismo o por el uso defensivo de las plantas con sustancias tóxicas, ya que algunas larvas de mariposas se benefician al alimentarse de ellas y convertirse en venenosas para sus predadores. Independientemente de los grandes logros conseguidos por Rothschild y de sus meritorios estudios, ella provenía de una familia inmensamente rica y desde luego su condición de mujer no le afectó en lo más mínimo.

También me gustaría comentar los trabajos de Marion Fielde, una misionera que vivió veinte años en China y escribió un diccionario swatow-inglés con más de 5.500 entradas. El caso es que más tarde se interesó por las hormigas y sus estudios sobre su comportamiento y la importancia de sus antenas fueron pioneros y de gran importancia. Para terminar, otra entomóloga autodidacta, Margaretta Morris, que se dedicó como Eleanor Ormerod a la entomología agrícola y económica. Ella fue quien descubrió el ciclo biológico de las cigarras de trece y diecisiete años comentado anteriormente.             

9.-  ¿En qué estás trabajando ahora?

Hace un año llegué a un acuerdo con mi empresa y mi situación actual es de prejubilado.  Esto me permite disponer de mucho más tiempo que antes para dedicarme a mis aficiones, pero me doy cuenta que en realidad el tiempo es siempre insuficiente y se escapa miserablemente y sin control. Ahora tengo muy avanzada una biografía de Ida Pfeiffer, me fascinó su vida y sus viajes y tristemente es una autora muy olvidada. En la obra dedicada a las mujeres entomólogas ya aparece una pequeña biografía sobre ella, pero la encontré muy insuficiente, ella merece mucho más.

Por otro lado tengo a medias las biografías de otras mujeres viajeras, doce en total, pero más resumidas, nacidas como máximo a mediados del siglo XIX. Algunas de ellas tampoco son muy conocidas y me gustaría darles visibilidad, sus vidas son también apasionantes, como por ejemplo Hester Stanhope, Lise Cristiani, Isabella Bird o Alexandrina Tinne.    

Finalmente, me encanta la historia y geografía antigua y hace unos años empecé a dibujar los mapas de Ptolomeo y situar en ellos los ocho mil nombres que aparecen en su Geographika. Ya terminé la parte antigua, los mapas con la configuración del siglo XV (la editio princeps de la obra), situando en el lugar aproximado dónde se ubicaba aquella ciudad, río, montaña, pueblo, etc. Ahora me falta por terminar una parte de los mapas con las configuraciones modernas y la ubicación exacta (si se conoce) de esos mismos lugares, y la búsqueda de los nombres modernos (si existen). La idea sería terminar Ptolomeo y continuar con Estrabón, Plinio y otros geógrafos menores y poder completar los mapas de aquellas épocas. El objetivo es que el lector de obras clásicas tenga a mano un manual de geografía completo donde pueda situar todos los nombres extraños que aparecen en estas obras, lugares que ya han desparecido o cuyos nombres actuales no se parecen en nada a los antiguos. Estos mapas los he colgado en mi página web y están a disposición de quien quiera consultarlos.

Como puedes comprobar, no me aburro nunca pero el tiempo disponible sigue siendo insuficiente. Estoy seguro que si viviera dos vidas, o tres, también me quejaría… Recuerdo haber leído una vez una frase que me impactó: Marcelino Menéndez Pelayo estaba en su lecho de muerte y comentó “qué pena morirse ahora, con lo que me queda por aprender”. Por tanto, no podemos permitirnos perder el tiempo; y si es posible, disfrutarlo con intensidad, la vida es un breve suspiro. Cuanto mayor te haces más reconocible se hace el suspiro. 

 
La guerra contra las plagas

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