domingo, agosto 23, 2020

El Simio que entendió el Universo (entrevista a Steve Stewart-Williams)

“En el futuro lejano la Psicología se basará en un nuevo fundamento, el de la necesaria adquisición gradual de cada capacidad y poder mental”
-Charles Darwin

Steve Stewart-Williams es un psicólogo evolucionista, actualmente profesor asociado en la Universidad de Nottingham Malaysia. Ya le entrevistamos aquí, en la Nueva Ilustración, cuando publicó su primer libro, Darwin God and the Meaning of life. How evolutionary theory undermines everything you thought you knew. En esta ocasión vamos a hablar con él de su segundo libro, The Ape that understood the Universe. How the mind and culture evolve. Mientras el primer libro trataba sobre las implicaciones filosóficas, y especialmente morales, de la teoría de la evolución, este segundo libro está dedicado a la Psicología Evolucionista (PE).

La PE es un tópico muy controvertido que se ha ganado una mala fama en ciertos círculos y es muy criticada. Lo que ocurre es que es una disciplina muy malentendida también a la que se critica por cosas que realmente no dice, como que los hombres son promiscuos y las mujeres monógamas y ese tipo de cosas. El Simio que entendió el Universo es un gran libro que yo recomendaría a públicos muy diversos. Por ejemplo, es un buen libro para los que no conozcan nada sobre la PE y quieran acercarse a ella por primera vez. Revisa diversos aspectos como el sexo, el altruismo o la cultura y todo ello de una manera muy didáctica y clarificadora. Pero también es un libro para los que ya conocen y han leído más sobre la PE porque les va a ayudar a  afianzar y a repasar conceptos de una manera amena y rigurosa a la vez. 

También recomendaría este libro a los críticos y adversarios de la PE. Para criticar algo hay que conocerlo mínimamente y hay que evitar caer en la falacia del hombre de paja, que consiste en atacar las peores versiones de la postura a la que nos oponemos. El Simio que entendió el Universo es una buena versión de la PE y aquel que critique lo que dice Steve estará realmente criticando los presupuestos y posiciones de la PE. Y la verdad es que hay mucho, mucho que criticar acerca de la PE pero, como decía, la calidad de estas críticas deja mucho que desear la mayoría de las veces. 

Un capítulo muy interesante del libro es el Apéndice A donde Steve intenta aclarar y rebatir una serie de malentendidos acerca de la PE, cosas como que la PE justifica los roles tradicionales de género, o que es de derechas; que ofrece una excusa para  conductas que consideramos malas moralmente; que no podemos erradicar cosas como la xenofobia o la guerra o la violencia porque están enraizadas en nuestra naturaleza humana; que la PE implica un determinismo genético; que las hipótesis evolucionistas son imposibles de falsificar porque la conducta no fosiliza; que la PE se inventa historias (just-so stories) para explicarlo todo y que considera que todo son adaptaciones, etc. Son acusaciones que han sido formuladas y rebatidas una y otra vez y que Steve vuelve a abordar de una manera muy lúcida. 

Muchos autores han señalado que podríamos hablar de dos tipos de PE (aunque, como vais a ver,  Steve no comparte esta visión). Un tipo de psicología evolucionista sería una psicología evolucionista en sentido amplio, es decir, reconocer que la selección natural no actúa sólo sobre los cuerpos sino también sobre el cerebro y el cerebro es el órgano de la conducta. Sería afirmar, en un sentido general, que nuestra mente y nuestra psicología son producto también de la selección natural. Con este tipo de enfoque no suele haber mucho problema y muy poca gente lo critica, el problema viene cuando bajamos a los detalles y empezamos a concretar aspectos de nuestra psicología que han podido ser incluidos por la selección natural. Aquí es donde suelen empezar las divergencias.

Y bajar a los detalles y hablar de cosas concretas es lo que empezaron a hacer Cosmides y Tooby (y otros autores como Martin Daly y Margo Wilson, con los que trabajó Steve, David Buss, Steven Pinker y otros) los fundadores de la PE como la hemos entendido en las últimas décadas. Son los presupuestos de esta escuela concreta o esta manera de entender la evolución de la mente humana los que han sido fuertemente criticados y de todo eso hemos hablado con Steve como vais a ver a continuación, sobre si hay hipótesis formuladas por algunos de estos autores que tengamos que abandonar.

Además de su libro, Steve ha publicado artículos académicos muy interesantes. Pero quiero aprovechar la ocasión para recomendar uno en concreto. Se trata de su artículo con Andrew G Thomas titulado “The Ape that thought it was a peacock: does evolutionry psychology exaggerate  human sex differences? Es un artículo largo y que lleva un tiempo leerlo pero es realmente PE de la buena. Lo que plantean es que, a diferencia de otras especies en las que los machos compiten y las hembras eligen, en la especie humana los dos sexos eligen cuidadosamente las parejas a largo plazo y  los dos sexos compiten por las parejas más deseables. Es lo que llaman el modelo de elección mutua.

Agradecemos a Steve su enorme amabilidad y generosidad al responder a nuestras preguntas.


In English:


1- Hello, Steve. It is a real honor for me to be interviewing you again – five years later – about your second book, The Ape That Understood the Universe. I think you’ve written a hell of a book about Evolutionary Psychology (EP). It’s a great book for people who know nothing about EP and who are searching for an introduction to the field, but it’s also worth reading for people who are already familiar with EP. My first questions are going to deal with EP in general but first of all I would like to know how you arrived at the idea of writing this book. Why The Ape?

Glad you enjoyed the book! There are a few reasons I decided to write it. One was that the evolutionary behavioral sciences were moving fast, and some of the earlier overviews were getting a little long in the tooth. I wanted to write a book that would do justice to the new ideas and findings – my own and other people’s.

A second reason was that I wanted to clear up some misconceptions that had surfaced since the field first gained widespread attention – including such ideas as that, according to evolutionary psychologists, men are promiscuous whereas women are monogamous, men just care about looks in a mate whereas women care about other stuff, and women are choosy about their mates whereas men are basically not. None of that is what evolutionary psychologists claim! Both sexes engage in both short-term and long-term relationships, and both are about equally interested in the latter. Both sexes care about looks in a mate; women just care a little less, on average, in long-term relationships only. And both sexes are choosy about their long-term mates, not just women. Sex differences in sexual inclinations and choosiness appear mainly in early courtship and for casual sexual relationships – and even then, the differences aren’t enormous. There’s still plenty of overlap between the sexes (see Stewart-Williams & Thomas, 2013a, 2013b).

A third reason I decided to write Ape was that I wanted to present a somewhat circumspect view of evolutionary psychology – one that met the critics halfway on a number of issues. This includes the common criticism that evolutionary psychologists too often overextend the adaptationist mode of explanation, seeing adaptations in all sorts of psychological and behavioral tendencies that probably aren’t adaptations at all. My response to this criticism is: Guilty as charged. Evolutionary psychologists have sometimes put forward some pretty silly adaptationist hypotheses, and we need to be a bit more careful about that.

More important than any of that, though, I wanted to fill in what I’d come to see as a rather large gap in the first draft of evolutionary psychology: culture. The evolutionary algorithm – aka variation and selection – doesn’t just apply to genes or biology; it applies as well to culture. Natural selection in the realm of genes tells us a lot about ourselves. But to really understand what makes our species tick, we also have to look at natural selection in the cultural realm.

2- I would like to know your opinion about the present situation of EP in general, and about its impact on society. I would say that EP has not made its way to the core of our culture. I think it’s largely unknown and peripheral for the majority of people – even in psychology. If we look at society and culture in general, we can see that Blank Slatism and Biophobia are rampant despite Pinker´s brilliant book The Blank Slate (2002). My vision is rather gloomy; how do you see it?

There’s certainly some cause for gloom. Although the field has attracted a fair amount of attention, people’s views of it are often shaped more by the critics than by evolutionary psychologists themselves – and often by the more extreme critics than the more reasonable ones. Equally worrying, some people’s views of evolutionary psychology are shaped by the more extreme fans of the field – pick-up artists, for instance, who tend to have a rather garbled view of the science. I don’t know if Blank Slatism and Biophobia are more common these days than they were in the past, but there does seem to be a resurgence of a quite virulent form of Biophobia. One example of this is that I keep seeing people equating evolutionary psychology (and behavioral genetics as well) with eugenics, as if there’s no difference between the claim that “trait X has a genetic basis” and “trait X has a genetic basis and therefore the government should forcibly prevent some people from reproducing in order to improve the species.” Obviously, you can accept the first part without also accepting the second. And everyone in evolutionary psychology does; no one thinks what the Nazis did was anything other than contemptible. But if people keep hearing those kinds of accusations, it’s likely to sully their view of the field – or if it doesn’t, it may at least persuade them to keep their mouths shut about their real views, in case they’re unfairly accused themselves.

It’s not all bad news, though. Most academics I’ve worked with haven’t had any serious issues with evolutionary psychology, and have found it interesting and potentially important. And some of the central ideas of evolutionary psychology have embedded themselves quite deeply in the culture. It’s pretty well understood these days that organisms evolve to pass on their genes, for instance, and that males and females differ in a number of ways because males can potentially have more offspring. These are central claims of evolutionary psychology, and a lot of people are not only familiar with them but also find them quite persuasive. This includes some people who have a negative view of evolutionary psychology as a whole, and judge the field in terms of its less plausible claims. So, one possibility is that the best ideas of evolutionary psychology will survive and prosper, but the name “evolutionary psychology” will have to be discarded as it comes to be identified with the field’s missteps. I’d prefer if it were otherwise, but ultimately I care more about the ideas than the name.

3- From the very beginning till this day, EP has been heavily criticized: just-so stories, spandrels and adaptationism (Gould), etc. I would like to know your opinion about one recent critique in particular: that of Subrena Smith, who argued that EP is not possible even in principle.

Evolutionary psychology certainly isn’t perfect, but I have to say I wasn’t particularly impressed with this critique. The idea that that EP is impossible – not just difficult, but impossible – strikes me as so extreme that I’m a little surprised so many people took it so seriously. It also strikes me as awfully convenient that, of all the sciences, the one we can rule out a priori, on purely logical grounds, just happens to be one that many people dislike and object to for explicitly political reasons.

Smith’s argument is basically a sophisticated reboot of the old retort that “behaviour doesn’t fossilize.” She claims that there’s ultimately no way to show that the psychological tendencies underpinning people’s behaviour today evolved in prehistoric times to perform the same functions that they currently perform, and thus that evolutionary psychology is impossible in principle.

Is she right? Well, one reason to doubt that evolutionary psychology is impossible is that… people are already doing evolutionary psychology: They’re gathering evidence bearing on evolutionarily informed hypotheses, and this evidence nudges up or down our confidence that these hypotheses are accurate. Sure, no one has provided evidence that proves any hypothesis in evolutionary psychology with the certainty of a mathematical proof. But that’s true of every claim in science. Scientists can only ever nudge our confidence up or down. Perhaps this is harder in EP than in some fields (although the replication crisis in psychology and elsewhere suggests that it’s not as easy as we thought in any field). But saying that it’s harder is very different than saying that it’s impossible.

And in some cases, it isn’t even particularly hard. Consider hunger. Strictly speaking, we can never say with 100% certainty that this psychological capacity evolved in our prehistoric ancestors, or that it had the same function back then as it does today (i.e., motivating us to seek and consume food). But it seems reasonable to think that it did. Indeed, it seems unreasonable to think otherwise – unreasonable, in other words, to think that our ancestors did not experience hunger or that the primary function of hunger back then was unrelated to eating. And if you accept that, I think you also have to accept that there’s no in-principle reason to reject any and all evolutionary psychological hypotheses, even if others are more difficult to evaluate. For a more detailed response to Smith’s paper, see Ed Hagen’s excellent post on the topic.

4- How do you see the future of EP? Do we need a new Evolutionary Psychology 2.0? I mean, we can say that there are two evolutionary psychologies. There is EP in a broad sense summarized in the famous quote by Darwin: In the distant future I see open fields for far more important researches. Psychology will be based on a new foundation, that of the necessary acquirement of each mental power and capacity by gradation. Light will be thrown on the origin of man and his history.” I think most people have no problem with the general idea that brain/mind/behavior is a product of natural selection (well, some do). The problems appear when we get down into the details.

Then we have EP in a more specific sense which is the EP of Cosmides and Tooby (I am a big fan of both of them). This Evolutionary Psychology 1.0 came more than a century after the foundational work of Darwin and was very influenced by the cognitive psychology of the time and by a computer-like understanding of the mind. Do you think that the time has come, perhaps, for EP to reinvent itself? Are some ideas of Cosmides and Tooby obsolete? Are changes needed? What is worth changing and what is worth conserving?

I’m not a fan of the distinction between Evolutionary Psychology and evolutionary psychology. I don’t think it’s particularly accurate or useful to divide things up like that. It’s like trying to assign people to discrete personality types, as opposed to thinking in terms of a set of continuous personality traits. And it encourages a tribalistic, all-or-nothing mentality regarding the claims of so-called Evolutionary Psychology.

The distinction is usually based on the idea that Evolutionary Psychology grew out of some early, influential papers by Cosmides and Tooby, which laid out a list of ingredients that have defined the field ever since. At the top of the list is the notion of massive modularity: the idea that the mind consists of a large collection of discrete cognitive “modules,” each designed to solve a particular adaptive task. There are no general-purpose adaptations, on this view, only highly domain-specific ones. Another supposedly essential ingredient is the idea that humans are exclusively adapted to life as hunter-gatherers living in the Pleistocene savannah and that, as a result, there’s a mismatch between the environment we evolved to inhabit and the weird modern environment we inhabit now. There are other ingredients as well, but let’s just focus on those. According to the standard story, all of the founders of the field – Cosmides and Tooby, Symons, Buss, Daly and Wilson – subscribed to the Cosmides-Tooby blueprint, and so has virtually everyone else who’s called themselves an evolutionary psychologist ever since. In other words, the paradigm has remained essentially unchanged since Cosmides and Tooby penned their seminal papers.

This view is widely held, but for several reasons, I don’t think it’s accurate. First and foremost, the field has changed a lot over the last few decades, and many of the essential ingredients are no longer so essential. Relatively few evolutionary psychologists talk about modularity these days, for instance. I personally don’t find it a useful way to conceptualize the nature of psychological adaptation, and I don’t use the term “module” once in The Ape That Understood the Universe. I also don’t agree that there are no general-purpose psychological adaptations but only highly specific ones; it seems much more likely to me that adaptations differ in how general or specific they are, and that some – memory and abstract reasoning, for instance – are very general in scope.

And it’s not just modularity. Few evolutionary psychologists would argue that there’s been no meaningful evolutionary change in the last 10,000 years; everyone’s aware of the research showing recent, accelerating evolution in our species, including a pulse of change following the advent of agriculture (Hawks et al., 2007). As I point out in Ape, the best way to conceptualize a species’ “environment of evolutionary adaptation,” or EEA, is not as a specific place or time (e.g., the Pleistocene Savannah), but as the statistical composite of the selection pressures giving rise to a given adaptation. From that perspective, every human adaptation has its own EEA, which may or may not fit within the borders of the Pleistocene Savannah. (That said, I do think that, at least in some ways, we’re mismatched with the modern world we’ve created for ourselves – sometimes for better; sometimes for worse.)

So, if modularity and exclusive adaptation to the Pleistocene Savanah are essential ingredients of Evolutionary Psychology, there’s arguably no Evolutionary Psychology today, only evolutionary psychology. More than that, though, there never really was an Evolutionary Psychology. As far as I know, Daly and Wilson were never on board with the notion of modularity, and they’re just as much founders of the field as Cosmides and Tooby. And the extended definition of the EEA I just mentioned isn’t my idea or even a new idea; it’s the brainchild of none other than Cosmides and Tooby, and traces back to some of their earliest writing on the subject.

Rather than thinking of evolutionary psychology as a strict paradigm with a list of necessary and sufficient epistemological commitments, I see the whole area as a loose collection of claims with a rough family resemblance to each other, which slowly changes and evolves over time. And each of those claims should be judged on its own merits. When I read Cosmides and Tooby, for instance, I usually find myself thinking “Well, I agree with this, but not so much that.” Ditto the claims of any other psychologist, anthropologist, biologist, or philosopher writing about the implications of evolutionary theory for the human mind and behaviour. Other evolutionary psychologists do the same, no doubt – and different evolutionary psychologists make different judgements about the plausibility and importance of each of the claims within this broad area. In a sense, each has their own version of evolutionary psychology, which they continuously update as new evidence comes rolling in. In my version, the central elements of the field are not massive modularity or exclusive adaptation to the Pleistocene savannah, but theories such as inclusive fitness, the gene’s-eye view of evolution, sexual selection, parental investment, kin selection, reciprocal altruism, and evolutionary mismatch. But this doesn’t define an approach to evolutionary psychology, with people who weigh things differently defining distinct approaches. It’s a just a list of some of the ideas I think are the most plausible and important.

In saying all this, I’m not denying that there’s plenty of room for improvement in evolutionary psychology. There are two areas in particular where I think we’re currently making important strides. The first, which I discuss in depth in Ape, concerns one of our defining features as a species: culture. How did we evolve our cultural capacity? How does culture itself evolve? And how have we evolved biologically in response to the culture we’re immersed in (gene-culture coevolution)? The second area – one that’s less exciting but no less important – is that we’re spring cleaning the field in light of the replication crisis. Although many of the central findings of evolutionary psychology seem highly replicable, not all of them are. Various findings that we used to think were reasonably well-established are now sitting under a big question mark, and some have been largely discredited. Among those on the chopping block are the idea that women are more attracted to men other than their current partners when they’re in the fertile phase of their cycle, and the idea that humans are adapted for extremely high levels of promiscuous mating and infidelity.

5- Now I would like to ask you about some more specific topics. To start with, I have two questions about parental investment. This is the first one. You write in Ape: “Organisms evolve to pass on their genes. As a general rule, caring for kids is a good way to do that only if the kids in question are one’s own biological offspring. This leads to a prediction: In parental species, natural selection will generally favor discriminating investors – individuals that don’t just care for any old child but that favor their own progeny over the rest of the world”.

Recently, a paper has been published about the Himba men in Namibia that seems to put this into question since it seems that men do invest in non-biological offspring. How do you explain the findings of this paper?

Well, first things first, people often invest in non-biological offspring. Stepparental care is found in most societies, maybe all, and thus investing in offspring other than one’s own isn’t unique to the Himba. Notice that, in the passage you quoted, I didn’t say “caring for offspring is a good way to boost fitness only if the offspring are one’s own”; I said “as a general rule caring for offspring is a good way to boost fitness only if the offspring are one’s own.” The main exception I had in mind was stepparental care, and a few pages later I discuss how stepparental care could potentially boost fitness if it increases the chances that the stepchild’s parent’s next kid will be the stepparent’s kid as well. Even then, though, humans do often care more for their own offspring than the offspring of others. And although people are often willing to invest in stepkids, it tends not to be their first choice or something they actively seek out.

Now, back to the Himba. The paper you mentioned is very interesting and in some ways quite surprising. Brooke Scelza and her team (2020) found a non-paternity rate of 48% among these semi-nomadic pastoralists, which is much higher than that found in most societies on record. Furthermore, around 70% of couples had at least one child in the home sired by a guy other than the woman’s husband. People in the community generally knew who the biological fathers were, so this wasn’t covert cuckoldry. It was more like plain old stepparenthood. As mentioned, stepparenthood is found everywhere, so the unique finding here isn’t that some Himba men invested in kids who weren’t their own, but just that it’s so much more common among the Himba. Although this is an interesting finding, it shouldn’t shake up anyone’s worldview too much; after all, we already knew that levels of stepparental care have changed quite drastically in the West over the last half-century or so, so this is clearly something that’s quite culturally plastic.

The more surprising finding, to my mind, is the fact that extrapair sexual relationships were so much more common and more tolerated among the Himba than in the West. This isn’t what we’d expect based on the idea, central in evolutionary psychology, that humans are naturally prone to extreme jealousy when their partners get romantically involved with other people. So the question is: Does the Himba finding overturn that idea?

I don’t think so. It would if the Himba didn’t get jealous. However, an earlier study – also by Brooke Scelza (2014) – shows very nicely that that’s not the case. The aim of the study was to see whether standard sex differences in jealousy would replicate in a non-Western, non-state society. Turns out they would: Himba men were more likely than Himba women to say they’d find a mate’s sexual infidelity more upsetting than their emotional infidelity – just as we see in the West. But note the implication: Although extramarital sex is officially considered perfectly acceptable among the Himba, the Himba still get jealous. My interpretation of all this is that jealousy is part of human nature, but that we’ve still got a fair amount of wiggle room in terms of how we organize our relationships. Jealousy doesn’t force us into exclusively monogamous relationships – but it does nudge us in that direction, and it does mean that, if we decide to engage in non-exclusive relationships, we have to find ways to manage our jealousy. As with investing in unrelated kids, though, this isn’t unique to the Himba; we see exactly the same thing in the West, albeit less commonly. Polyamorists, for instance, often have non-exclusive relationships, but typically have to try to find cognitive hacks to deal with their jealousy (e.g., cultivating “compersion”). So, long story short, the Himba don’t differ from Westerners in the range and dynamics of the relationships found in their society, but only in the relative frequency of the different relationship types.

6- The second question about parental investment has to do with the Cinderella Effect. You did post-doctoral research with Martin Daly and Margo Wilson and you talk in Ape about the Cinderella Effect (stepparents abuse, neglect, or kill their children more than biological parents). However, there are critiques of this work and some investigators (Temrin et al., 2000, 2004, 2011) have not been able to replicate the findings. Do you think that these critiques have long legs?

Well, I don’t want to dismiss the critiques out of hand but my money is on Daly and Wilson. I should start by saying that it’s not exactly the case that Temrin and colleagues were unable to replicate the Cinderella effect. Certainly, in their first paper on the topic (Temrin et al., 2000), they did claim not to have found a Cinderella effect for homicide in Sweden. But Daly and Wilson (2001) pointed out a major flaw in Temrin et al.’s analysis, namely that they didn’t control for the age of the children in biological vs. stepparental homes. This is necessary because, on average, children in stepparental homes are older than those in non-stepparental ones (their biological parents have had more time to split up and get into new relationships). Controlling for this confound revealed the standard Cinderella effect in Temrin’s dataset. It was smaller than in North America, but it was still there.

In their next two papers, Temrin and colleagues (2004; 2011) changed tack. They controlled for stepchild age and found a Cinderella effect, at least for younger children, but they leveled several arguments against Daly and Wilson’s view that the effect is the result of an evolved tendency to value biological offspring more than unrelated children. They suggested, for instance, that the Cinderella effect may instead be an artifact of the fact that, on average, stepparents are more violent than non-stepparents. Daly and Wilson had previously rejected this hypothesis, presenting evidence that when there are stepchildren and genetic children in a household, stepparents are more likely to harm their stepchildren than their genetic children. But Temrin and colleagues didn’t find this pattern in their Swedish data (note, though, that the sample was small: around a dozen families).

These findings certainly need to be added to the pile of evidence on this topic. My guess, though, based on the overwhelming number of studies that find a Cinderella effect, and the ubiquity of kin altruism across the living world, is that Temrin’s findings are a quirk due to a small sample. I could be wrong; maybe in some societies there really is no average difference in parental attachment to stepchildren vs. biological children. If that’s the case, though, it’s not immediately obvious what conclusion we should draw from it. One interpretation would be that humans, unlike most social animals, have no natural tendency to favor kin, but that we’ve coincidentally been socialized to favor kin in most – but not quite all – societies. Another interpretation, however, would be that we do have a natural tendency to favor kin, but that it’s not set in stone, and thus that in certain circumstances, we can override it. Daly and Wilson (2001) considered a nature-nurture interactionist position of exactly this kind in their response to Temrin and co.’s first paper, when they noted that “it may well be the case that the modern Swedish welfare state provides a social climate in which stepparents do not experience, and thus do not resent, heavy pseudoparental obligation” (p. 294). This isn’t a sneaky dodge; evolutionary psychologists often point out that the fact that a trait or tendency has an evolutionary origin does not imply that it’s necessarily inevitable or that there’s nothing we can do to change it. Our genes give us a push in a certain direction, but our genes aren’t the only things shaping us and thus we can sometimes push back.

7- Next question is about suicide in general and about a specific kind of suicide in particular. Suicide is an evolutionary puzzle. I would like to know how do you understand suicide in general from an evolutionary point of view.

And I would like to ask you about a particular kind of suicide. In Ape you write about “love-related suicide”. You explain that “most people don’t kill themselves over lost love, and although it does happen, it isn’t something that humans specifically evolved to do…it´s just an occasional, tragic by-product of the negative feelings that people experience in the wake of a break up or the breakdown of a romantic relationship”. 

My question is about familicide, when a person – before killing him-/herself – kills his/her partner and his/her children. This is not only a “personal suicide” but a “genetic suicide” as well. In other words, this is the end of passing on one’s genes (via our children). It’s what a vehicle of genes should never do and something that selfish genes are not supposed to permit… How can we understand it? In the same way as love-related suicide?

The short answer is yes. Killing yourself looks like about the worst thing you could do for your fitness – and I think the reason it looks that way is that it really is about the worst thing you could do for your fitness. I don’t think it’s realistic to say that it’s something we evolved to do. To be fair, some evolutionary psychologists have argued that it is. But I suspect that this is an example of what Stephen Jay Gould called panadaptationism (that is, overextending the adaptationist mode of explanation). If so, that leaves us with two main explanations for suicide: byproduct or dysfunction. The byproduct explanation would be that suicide is a very unfortunate, very rare offshoot of certain unpleasant emotions that were generally adaptive for our ancestors – but not always. The dysfunction explanation would be that something isn’t working right in the suicidal person’s head, literally. I suspect most suicides fit into one or other of those categories.

And I’d say the same about familicide. Like suicide, I don’t think it’s remotely realistic to argue that this is something we evolved to do. First, it’s extremely rare – much rarer even than suicide. That immediately makes it a poor candidate for an adaptation. In fact, if anything, an evolutionary perspective explains the rarity of familicide, not familicide itself. Second, familicide just doesn’t look like an adaptation. There’s no obvious reason that killing oneself and one’s progeny would boost one’s fitness, and good reason to think it would do the opposite. As such, the default position should be that it’s not an adaptation but a byproduct or dysfunction, and it should take a very strong argument to shift us from that position. I’ve yet to hear such an argument.

Your question got me thinking about something else. People often describe suicide as an evolutionary puzzle, but the more I think about it, the less I think it actually is. It’s only a puzzle if we tacitly assume that people will always act like perfect fitness maximizers. That’s not a realistic assumption, though. A more realistic one would be that we have a range of emotions and motivations that generally led our ancestors to act adaptively, but that biology is messy and things don’t always go according to “plan.” As such, we sometimes see maladaptive behaviour – and occasionally even extremely maladaptive behaviour. But unless such behaviour were common, we shouldn’t be too surprised by this. We can draw an analogy with birth defects. No one would ask “Why does natural selection favor birth defects?” It doesn’t favor them; biology’s just not perfect. Likewise with maladaptive behaviour.

8- It has been a surprise seeing you talking about memes and defending this approach to cultural evolution (I’m a big fan too). There was a boom a while ago about Dawkins´ idea with Daniel Dennett, Susan Blackmore, and others – but as you mention, The Journal of Memetics disappeared and it seems that no scientist has been able to do science with the meme idea. Do you think that memetics can fly?

Not sure! The material on memes is a lot more speculative than the material on evolutionary psychology, where I largely tried to stick to the best established theories and findings. And I have mixed feelings about the prospects for a science of memetics.

As many readers no doubt know, memetics is the brainchild of the biologist Richard Dawkins. A meme, on Dawkins’ view, is a unit of culture: an idea, a behaviour, a tool – anything that can be passed on via social learning. The key idea in memetics is that memes, like genes, are subject to natural selection, and that the memes that are most likely to survive are not necessarily those that are good for us or our groups, but those that are good for themselves. What does it mean to say that a meme is good for itself? It means that it has properties that in some way or another help it survive in our minds and in our cultures: They’re memorable; they’re catchy; they’re fun to share with our friends. Memes may also be good for us; that’s one way they can increase their chances of surviving. But they’re not necessarily good for us. Sometimes they survive despite being bad for us, just because they’re good at surviving. Think smoking and junk food.

On the one hand, there’s a sense in which this almost has to be true: The memes that survive have to be those that have properties that somehow increase their chances of surviving, at least as a general rule (sometimes they might just get lucky). On the other hand, I do worry that if a statement is true but doesn’t lead to any empirical research, then perhaps it’s a trivial or overly general truth – almost a definitional truth – rather than a useful claim with enough specificity to do any serious scientific work.

But is it actually the case that the memetic perspective hasn’t led to any empirical research? I don’t think it is. It certainly hasn’t led to much, but it has led to some. For example, a very interesting recent paper by Hofhuis and Boudry (2019) looked at witch hunts in early modern Europe, and made a persuasive case that the “witch-hunt meme” propagated purely because it was good at propagating, rather than because it was good for us in any sense. That’s the claim that distinguishes memetics from other approaches, which tend to focus on how elements of culture benefit individuals or their groups. Perhaps 95% of cultural evolutionary science can be conducted without mentioning the good-for-the-meme claim, because 95% of the time our interests coincide with the “interests” of our memes: What’s good for them is also good for us. Once in a while, though, there’ll be a case like witch hunts where this isn’t the case, and we’ll need to invoke the idea that the ultimate criterion for meme survival is that they’re good for themselves, not for us. If that’s right, then the implication would be that the meme’s-eye view is the better theory, as it explains not only the 95% that the other theories can explain as well, but also the last 5% that they can’t. Time will tell!

9- This question is about Twitter. You are very active on Twitter and you have a lot of followers. What do you think of Twitter? What is your experience like? Do you think it is a useful tool for academics and for people interested in science? Is Twitter useful for you? What is your aim using it?

Overall, I like Twitter a lot. It’s a great way to keep up-to-date with new ideas and research, and a great way to expose yourself to different views. Of course, it’s not always pleasant. It pulls back the veil on some of the ugly and irrational views that people hold. But even then it can still be valuable. After all, those views are out there whether we know it or not, and it’s probably better to know it. As one free speech advocate put the point, “If there are Nazis in the room, I want to know who they are so that I can keep an eye on them.”

That said, you do have to find ways to keep Twitter from driving you insane or burning up too much of your time. I’ve got a few tactics. One is that I’m quite strict about the number of people I follow. There are lots of accounts that I like a lot but which I just don’t have time to keep up with. Another tactic is that I tend not to check my notifications, and thus tend not to read or respond to comments. This does mean I miss out on some of the good stuff that Twitter has to offer – clever insights, incisive criticisms, good jokes, and so on. But of course not all comments are like that, and there’s also a lot of the not-so-good stuff – trolling, random anger, weird accusations, questions and gut reactions from people who didn’t read the linked article or sometimes even the tweet, people squabbling and abusing each other, sexism, racism, you-name-it-ism. In any case, reading and responding to comments just takes too long, especially when a tweet goes a bit viral. So, on balance, I find it’s better just to post stuff and walk away – most of the time, at least.

What are my aims in using Twitter? It’s partly to promote my work: my academic work, my popular writing, and especially my two books. It’s partly to promote science and knowledge in general; I’m a big believer in the power of knowledge to improve the world, so if I can do even a little to get people excited about it, that would make me very happy. It’s partly to collect my thoughts, literally – that is, to keep a record of the stuff I’m reading and thinking about. And it’s partly just for fun: It’s fun to find cool studies and ideas, and fun to try to frame them in a way that sparks some interest. It’s rewarding to get retweets!

10- What are you working on now? What mystery would you like to unravel next?

I’m working on two main projects at the moment. One is a theoretical paper with Lewis Halsey, looking at the causes of gender disparities in STEM. As everyone knows, men outnumber women in certain areas of STEM, including mathematics, computer science, and physics. As everyone also knows, the most common explanations for the gender gaps are discrimination and socialization. We argue, in contrast, that although discrimination and socialization are part of the story, they’re not the whole story. We make two main claims in our paper. The first is that factors other than discrimination contribute to gender gaps in STEM; these include, in particular, average sex differences in interests and life priorities. The second is that these average differences aren’t due entirely to socialization. Socialization plays an important role, but the differences are also partly inherited.

People sometimes assume that if you admit a role for biological factors in shaping STEM gender gaps, you must think nothing should be done about those gaps. But that’s not our view. We are wary of overly coercive fixes, such as offering people monetary or other incentives to make career choices they wouldn’t otherwise make, and affirmative-action policies that, in effect, discriminate against men and lead people (including the benefactors of such policies) to secretly wonder whether they really earned their success. But that doesn’t mean we should do nothing. We should let young people know about all the science careers on offer, and make clear that these are options that women as well as men should consider. We should make sure we highlight the scientific achievements of both sexes, rather than focusing unduly on men. We should encourage people to accept and support women (and men) who make gender-atypical choices. We should put policies in place that reduce the possibility of bias against either sex, including gender-blind evaluation of job applications, research grants, and the like. And we should do what we can to make science careers compatible with the demands of motherhood (and fatherhood).

Having done all that, though, we should respect the choices that people make about their own lives and careers, even if this doesn’t result in perfect gender parity. In other words, we should aim for equality of opportunity, rather than equality of outcome. People are ultimately going to be happier if they pursue the careers that most interest them.

So, that’s project number one. Project number two is a research program looking at how people respond to research on sex differences, depending on whether the differences favor men or favor women. In a series of studies (including one in Southeast Asia), we’ve found that people – men and women alike –respond more positively to female-favoring sex differences than to male-favoring ones. For example, they respond more positively to claims that women draw better, lie less, and are more intelligent than men, than to the mirror-image claims. The main reason for this seems to be that male-favoring sex differences are seen as more harmful to women than female-favoring differences are to men. The tendency to respond less positively to male-favoring sex differences is more pronounced among individuals who lean to the left politically, who view men as greatly privileged over women, and who are susceptible to what psychologists call the Women Are Wonderful effect – that is, the tendency to hold more positive stereotypes of women than men (which is actually more common than the reverse, contrary to widespread belief).

Thanks for the great questions!




En Español:

1-Hola, Steve, es un verdadero honor entrevistarte de nuevo -cinco años después- a propósito de tu segundo libro, The Ape that Understood the Universe. Creo que has escrito un libro fantástico acerca de la Psicología Evolucionista (PE). Es un gran libro para personas que no saben nada de la PE y buscan un libro introductorio a este campo, pero creo que es digno de ser leído también por personas que ya conocen la PE. Mis primeras preguntas van a tratar de la PE en general pero antes de nada me gustaría saber cómo llegaste a la idea de escribir este libro. ¿Por qué el Simio que entendió el Universo?

¡Me alegra que te gustara el libro! Hay unas cuantas razones por las que decidí escribirlo. Una es que las ciencias evolucionistas de la conducta se están moviendo muy rápidamente y algunas de las revisiones anteriores se estaban quedando un poco anticuadas. Quería escribir un libro que hiciera justicia a las nuevas ideas y hallazgos, tanto mías como de otros autores.

Una segunda razón fue que quería aclarar algunos de los malentendidos que han ido apareciendo desde que el campo ganó una atención generalizada, incluyendo ideas como que, según los psicólogos evolucionistas, los hombres son promiscuos mientras que las mujeres son monógamas, que los hombres sólo se fijan en el físico de una pareja mientras que las mujeres se fijan en otras cosas y que las mujeres son selectivas a ahora de escoger una pareja mientras que los hombres no lo son. ¡Nada de esto lo dicen los psicólogos evolucionistas! Ambos sexos se implican en relaciones tanto a corto como largo plazo, y ambos sexos están aproximadamente igual de interesados en lo último. A ambos sexos les importa el físico de una pareja; las mujeres se preocupan un poco menos, de media, sólo en las relaciones a largo plazo. Y ambos sexos son selectivos acerca de sus parejas a largo plazo, no sólo las mujeres. Las diferencias sexuales en las inclinaciones sexuales y en ser más o menos selectivo aparecen sobre todo en el cortejo inicial y en las relaciones sexuales ocasionales -pero incluso en esto, las diferencias no son enormes. Hay un gran solapamiento entre los sexos (ver Stewart-Williams & Thomas, 2013a, 2013b)

Una tercera razón por la que decidí escribir el Simio que entendió el Universo fue que quería presentar una visión más bien circunspecta de la psicología evolucionista, una que se encontrara a mitad de camino con los críticos en cierto número de temas. Esto incluye las críticas comunes de que los psicólogos evolucionistas extienden demasiado el modo de explicación adaptacionista, viendo adaptaciones en todo tipo de tendencias psicológicas y conductuales que probablemente no son adaptaciones en absoluto. Mi respuesta a este tipo de crítica es: culpable de todos los cargos. Los psicólogos evolucionistas han propuesto a veces algunas estúpidas hipótesis adaptacionistas y necesitamos ser más cuidadosos con esto.

Sin embargo, más importante que todo lo anterior, yo quería rellenar lo que que he llegado a ver como un vacío en el primer borrador de la psicología evolucionista: la cultura. El algoritmo evolucionista -es decir, variación y selección- no sólo se aplica a los genes o la biología; se aplica también a la cultura. La selección natural en el campo de los genes nos dice mucho acerca de nosotros mismos. Pero para entender realmente lo que mueve a nuestra especie, necesitamos considerar también la selección natural en el campo de la cultura.

2- Me gustaría conocer tu opinión sobre la situación actual de la PE en general, y acerca de su impacto en la sociedad. Yo diría que la PE no ha conseguido llegar al núcleo de nuestra cultura. Creo que es básicamente muy desconocida y periférica para la mayoría de la gente, incluidos los psicólogos. Si miramos a la sociedad y a la cultura en general, podemos ver que el “Tablarrasismo” (creer que somos tablas rasas) y la Biofobia campan a sus anchas a pesar del brillante libro de Steven Pinker, la Tabla Rasa, del año 2002. Mi visión es más bien pesimista, ¿Cómo lo ves tú?

Hay efectivamente motivos para el pesimismo. Aunque el campo ha atraído cierta atención, los puntos de vista de la gente están moldeados a menudo más por los críticos que por los propios psicólogos evolucionistas, y a menudo por los críticos más extremos que por los más razonables. Igualmente preocupante, algunas visiones de la psicología evolucionista que tiene la gente están incluidas por los fans más extremos del campo, los pick-up artists por ejemplo, que tienden hacia una visión más bien distorsionada de la ciencia (ver aquí el concepto pickup artist o PUA). No sé si el Tablarrasismo y la Biofobia son más frecuentes hoy en día que en el pasado, pero sí parece haber un resurgimiento de una forma de Biofobia bastante virulenta. Un ejemplo de esto es que sigo viendo que se iguala la PE (y la genética de conducta también) con la eugenesia, como si no hubiera diferencia entre la afirmación de que “el rasgo X tiene una base genética” y “el rasgo X tiene una base genética y por tanto el gobierno debería impedir por la fuerza que ciertas personas se reproduzcan para mejorar la especie”.

Obviamente, puedes aceptar la primera parte sin aceptar la segunda. Y todo el mundo en la PE lo hace; nadie piensa que lo que hicieron los nazis fuera otra cosa que despreciable. Pero si la gente sigue oyendo este tipo de acusaciones, es probable que manche su visión de este campo; o, si no lo hace, puede persuadirles de mantener su boca cerrada acerca de sus verdaderos puntos de vista por si pudieran ser acusados ellos mismos. 

Pero todo no son malas noticias. La mayoría de los académicos con los que he trabajado no han tenido problemas importantes con la PE, y la han encontrado potencialmente importante. Y algunas de las ideas centrales de la PE se han incorporado de forma bastante profunda en la cultura. Se conoce bastante bien hoy en día que los organismo evolucionaron para pasar sus genes, por ejemplo, y que machos y hembras difieren en una serie de cosas porque los machos pueden potencialmente tener más descendencia. Estas son afirmaciones centrales de la PE y mucha gente no solo las conoce sino que las encuentra convincentes. Esto incluye a algunas personas que tienen una visión negativa en conjunto de la PE y juzgan todo la disciplina en base a sus afirmaciones menos plausibles. Así que una posibilidad es que las mejores ideas de la PE sobrevivirán y prosperarán  pero el nombre “psicología evolucionista” tendrá que ser descartado  ya que se va a identificar con los errores del campo. Me gustaría que fuera de otra manera pero en última instancia me preocupan más las ideas que el nombre.

3-Desde el principio hasta la actualidad, la PE ha sido duramente criticada: just-so stories, enjutas (spandrel en inglés) y adaptacionismo (Gould), etc. Me gustaría conocer tu opinión de una crítica reciente en particular, la de Subrena Smith, que dice que la PE no es ni siquiera posible.

Desde luego que la PE no es perfecta, pero tengo que decir que no me impresionó especialmente esta crítica. La idea de que la PE es imposible -no sólo difícil, sino imposible- me parece tan extrema que estoy un poco sorprendido de que tanta gente la tome en serio. También me llama la atención como terriblemente conveniente que, de todas las ciencias, la única que podemos descartar a priori, por razones puramente lógicas, ocurre que es justo la que a mucha gente no le gusta y rechaza por razones explícitamente políticas.

El argumento de Smith es básicamente una reformulación de la vieja réplica de que “la conducta no fosiliza”. Afirma que en última instancia no hay forma de mostrar que la tendencias psicológicas que subyace en la conducta de la gente hoy en día han evolucionaron en tiempos prehistóricos para realizar las mismas funciones que cumplen actualmente, y que por tanto la PE es imposible por principio. 

¿Tiene razón? Bien, una razón para dudar de que la PE sea imposible es que…la gente está ya haciendo PE: están recogiendo pruebas sobre hipótesis informadas evolucionistamente y eso evidencia aumenta o disminuye nuestra confianza en que estas hipótesis sean correctas. Por supuesto, nadie ha producido evidencia que pruebe ninguna hipótesis evolucionista con la certeza de una prueba matemática. Pero esto es cierto de toda afirmación científica. Los científicos sólo pueden aumentar o disminuir nuestra confianza. Quizás esto es más difícil en PE que en otros campos (aunque la crisis de replicación en psicología y en otras disciplinas sugiero que no es tan fácil como creíamos en ningún campo). Pero decir que es más difícil es diferente a decir que es imposible.

Y en algunos casos es incluso especialmente difícil. Considera el hambre. Hablando de forma estricta, no podemos nunca decir con 100% de certeza que esta capacidad psicológica evolucionó en nuestros ancestros prehistóricos, o que tenía la misma función entonces que tiene hoy (a saber, motivarnos a buscar y consumir comida). Pero parece razonable pensar que lo hizo. De hecho, no parece razonable pensar otra cosa, no es razonable, dicho de otra manera, pensar que nuestros ancestros no experimentaban hambre o que la función primaria del hambre en el pasado no estaba relacionada con comer. Y si aceptas esto, creo que también tienes que aceptar que no hay razón en principio para rechazar ninguna o todas las hipótesis evolucionistas, incluso aunque algunas son más difíciles de evaluar. Para una respuesta más detallada al artículo de Smith, mira esta interesante entrada de Ed Hagen sobre el tema.

4- ¿Cómo ves el futuro de la PE? ¿Necesitamos una PE 2.0? Quiero decir, podríamos decir que hay dos psicologías evolucionistas. Hay una PE en un sentido amplio, resumida en la famosa cita de Darwin que encabeza esta entrada. Creo que la mayoría de la gente no tiene problemas con la idea general de que el cerebro/mente conducta es un producto de la selección natural (aunque algunos lo tienen). Los problemas aparecen cuando bajamos a los detalles.

Y luego tenemos una PE en un sentido más específico que es la PE de Cosmides y Tooby (soy un gran fan de ellos). Esta PE 1.0 surgió más de un siglo después del trabajo fundacional de Darwin y estuvo muy influenciada por la psicología cognitiva de la época y por un entendimiento de la mente como un ordenador. ¿Crees que ha llegado, quizás, el tiempo para que la PE se reinvente a sí misma?¿Se han quedado obsoletas las ideas de Cosmides y Tooby?¿Se necesitan cambios?¿Qué merece la pena conservar y qué merece la pena cambiar?

No soy un fan de la distinción entre Psicología Evolucionista y psicología evolucionista (con mayúsculas sería la versión de Cosmides y Tooby y con minúsculas la general). No creo que es especialmente útil ni acertado dividir las cosas de esa manera. Es como intentar asignar personas a determinados tipos de personalidad, en lugar de pensar en términos de un conjunto de rasgos de personalidad continuos. Y fomenta una mentalidad tribalista, de todo o nada, con respecto a las afirmaciones de la PE.

La distinción se basa en la idea de que la PE creció a partir de unos artículos iniciales de Cosmides y Tooby, que establecieron una lista de ingredientes que han definido el campo desde entonces. En el primer lugar de la lista está la noción de la modularidad masiva: la idea de que la mente consiste en una gran colección de diferentes “módulos” cognitivos, cada uno de ellos diseñado para solucionar un determinado problema adaptativo. No hay adaptaciones con un propósito general, según esta visión, sólo adaptaciones altamente específicas de un dominio. Otro ingrediente supuestamente esencial es la idea de que los humanos están exclusivamente adaptados a la vida de los cazadores-recolectores que vivieron en la sabana en el Pleistoceno y que, como resultado de ello, existe un desajuste entre el ambiente en el que evolucionamos y el extraño mundo moderno que habitamos ahora. Hay otros ingredientes también, pero vamos a centrarnos en estos. Según la historia estándar, todos los fundadores del campo -Cosmides y Tooby, Symons, Buss, Daly y Wilson- suscriben el modelo de Cosmides y Tooby y lo mismo ha hecho todo aquel que se considera psicólogo evolucionista desde entonces. En otras palabras, el paradigma ha permanecido esencialmente igual desde que Cosmides y Tooby escribieron sus seminales artículos.

Esta visión se sostiene ampliamente pero, por varias razones, no creo que es fiable. Primero, el campo ha cambiado mucho en las últimas décadas y muchos de los ingredientes esenciales ya no lo son. Relativamente pocos psicólogos evolucionistas hablan de modularidad hoy día, por ejemplo. Personalmente, yo no lo encuentro una manera útil de conceptualizar la naturaleza de una adaptación psicológica, y no uso el término “módulo” en el Simio que entendió el Universo.Tampoco estoy de acuerdo con que no haya adaptaciones psicológicas de propósito general y sólo las específicas; me parece mucho más probable que las adaptaciones difieren en lo general o específicas que son y algunas -la memoria o el razonamiento abstracto, por ejemplo- son muy generales en su alcance.

Y no es sólo la modularidad. Pocos psicólogos evolucionistas defenderán que no ha habido ningún cambio evolutivo significativo en los últimos 10.000 años.; todo el mundo conoce la investigación que muestra una reciente evolución acelerada en nuestra especie, incluyendo una ola de cambio tras la llegada de la agricultura (Hawks et al., 2007). Como señalo en el Simio, la mejor manera de conceptualizar el “ambiente de adaptación evolutivo” de una especie, o EEA, no es un lugar o un tiempo específico (p. ej la sabana del Pleistoceno), sino como un compuesto estadístico de las presiones de selección que han dado lugar a la adaptación. Desde este punto de vista, cada adaptación humana tiene su propio EEA, que puede que encaje o no dentro de las fronteras de la sabana del Pleistoceno. (Dicho esto, sí pienso, al menos de alguna manera, que sí sufrimos un desajuste con el mundo moderno que hemos creado para nosotros mismos -algunas veces para bien; otras para mal).

Por lo tanto, si la modularidad y la adaptación exclusiva a la sabana del Pleistoceno son ingredientes esenciales de la PE, entonces podemos discutir si hay PE hoy en día, o solo psicología evolucionista (la general, no la versión de Cosmides y Tooby). Más que esto, creo que nunca hubo una PE. Por lo que sé, Daly y Wilson nunca aceptaron la noción de modularidad, y ellos son tan fundadores del campo como Cosmides y Tooby. Y la definición extendida del EEA que he mencionado no es una idea mía o ni siquiera una nueva idea; es creación nada menos que de Cosmides y Tooby y se remonta a los escritos iniciales sobre el tema.

Más que pensar de la PE como un paradigma estricto con una lista necesaria y suficiente de compromisos epistemológicos, veo todo el campo como una colección laxa de afirmaciones con un crudo parecido familiar entre ellas, que cambia lentamente y evoluciona con el tiempo. Y cada una de estas afirmaciones debe ser juzgada por sus propios méritos. Cuando leo a Cosmides y Tooby, por ejemplo, me encuentro a mí mismo pensando “Bien, estoy de acuerdo con esto pero no tanto con aquello”. Igual con las afirmaciones de cualquier otro psicólogo, antropólogo, biólogo o filósofo que escriba acerca de las implicaciones de la teoría de la evolución para la mente humana o la conducta. Otros psicólogos evolucionistas hacen lo mismo, sin duda, y diferentes psicólogos evolucionistas hacen diferentes valoraciones acerca de la plausibilidad e importancia de cada una de las afirmaciones en este amplio campo. En cierto sentido, cada uno tiene su propia versión de psicología evolucionista, que continuamente actualizan a medida que aparece nueva evidencia. En mi versión, los elementos centrales del campo no son la modularidad masiva o la adaptación exclusiva a la sabana del Pleistoceno, sino teorías como la inclusive fitness, la evolución desde el punto de vista del gen, la selección sexual, la inversión parental, la selección de parentesco, el altruismo recíproco y el desajuste evolutivo. Pero esto no define un acercamiento a la PE de manera que gente que ve las cosas de otra manera define diferentes acercamientos. Es sólo una lista de algunas de las ideas que creo que son más plausibles e importantes.

Al decir todo esto, no estoy negando que hay lugar para mucha mejora en la PE. Hay dos áreas en particular donde creo que estamos haciendo actualmente importantes progresos. La primera, que trato en profundidad en el Simio, se refiere a una de a una de las características definitorias de nuestra especie: la cultura. ¿Cómo evolucionamos nuestra capacidad para la cultura? ¿Cómo evoluciona la propia cultura?¿Y cómo hemos evolucionado biológicamente en respuesta a la cultura en la que estamos inmersos (la co-evolución gen-cultura)? La segunda área -una que es menos excitante pero no menos importante- es que estamos haciendo limpieza general del campo a la luz de la crisis de replicación. Aunque muchos de los hallazgos céntrales de la PE parecen altamente replicables, no todos lo son. Varios hallazgos que pensábamos que estaban razonablemente bien establecidos se encuentran ahora bajo grandes signos de interrogación y algunos han sido totalmente desacreditados. Entre los que están en la parte talada están la idea de que las mujeres se ven más atraídas a otros hombres que no son su pareja en la fase fértil del ciclo y la idea de que los humanos están adaptados para niveles extremadamente altos de emparejamiento promiscuo e infidelidad.

5-Ahora me gustaría preguntarte acerca de algunos temas más específicos. Para empezar, tengo dos preguntas acerca de la inversión parental. Esta es la primera. Escribes en el Simio: “Los organismos evolucionan para pasar sus genes a la siguiente generación. Como regla general, cuidar a los hijos es una buena manera de hacer esto sólo si los hijos en cuestión son los propios hijos biológicos. Esto lleva a una predicción: en especies parentales, la selección natural favorecerá en general a los inversores que discriminan, individuos que no solo cuidan a cualquier niño sino que favorecen su propia progenie sobre el resto del mundo.”

Recientemente, se ha publicado un artículo sobre los hombres Himba de Namibia que parece poner esto en cuestión ya que parece que los hombres invierten en la descendencia no biológica. ¿Cómo explicas los hallazgos de este artículo?

Bien, empecemos por el principio, la gente a menudo invierte en su descendencia no biológica. El cuidado por padres adoptivos se encuentra en la mayoría de las sociedades, quizás en todas, así que invertir en descendencia diferente a la propia no es exclusivo de los Himba. Fíjate en que, en el pasaje que citas, yo no digo: “cuidar a la descendencia es una manera de mejorar la fitness (fitness: la propensión estadística para la supervivencia y el éxito reproductivo, el conjunto de características del individuo que estadísticamente se asocian a un mayor éxito reproductivo, nota del traductor) sólo si la descendencia es la nuestra”; yo digo “como regla general, cuidar la descendencia es una buena manera de mejorar la fitness solo si la descendencia es la propia”. La principal excepción que tenia en mente era el cuidado por padres adoptivos, y unas páginas después trato sobre cómo el cuidado por padres adoptivos puede potencialmente mejorar la fitness si aumenta las probabilidades de que el siguiente hijo del padrastro sea un hijo biológico suyo. Incluso en este caso, sin embargo, los humanos cuidan más a su propia descendencia que a la descendencia de otros. Y aunque la gente está dispuesta a invertir a menudo en hijos adoptivos, no suele ser la primera opción o algo que buscan activamente.

Volviendo a los Himba. El artículo que mencionas es muy interesante y de alguna manera bastante sorprendente. Brooke Scelza y su equipo (2020) encuentran una tasa de no-paternidad de 48% entre estos pastoralistas semi-nómadas, que es mucho más alta de la que se ha encontrado en la mayoría de las sociedades conocidas. Además, alrededor del 70% de las parejas tenían al menos un hijo en el hogar engendrado por un hombre diferente al marido de la mujer. La gente de la comunidad conoce generalmente quiénes son los padres biológicos por lo que no se trata de “poner los cuernos” a escondidas. Se trata más del viejo tema de los padres adoptivos. Como he mencionado, la paternidad adoptiva se encuentra en todas partes, así que el hallazgo diferente aquí no es que los hombres Himba inviertan en niños que nos son sus hijos, sino que esto es mucho más frecuente entre los Himba. Aunque esto es un hallazgo interesante, no debería sacudir demasiado la visión del mundo de nadie; después de todo, ya sabíamos que los niveles de cuidado parental por adopción han cambiado drásticamente en el Oeste en el último medio sigo aproximadamente, por lo que esto es algo que es bastante plástico culturalmente.

El hallazgo más sorprendente, para mí, es el hecho de que las relaciones sexuales fuera de la pareja fueran tan frecuentes y más toleradas entre los Himba que en el Oeste. No es esto lo que esperaríamos basados en la idea, central en la PE, de que los humanos están predispuestos a los celos cuando sus parejas se implican románticamente con otras personas. Así que la cuestión es: ¿El hallazgo en los Himba anula esta idea?

No lo creo. Lo haría si los Himba no sintieran celos. Sin embargo,  un estudio previo, también de Brooke Scelza (2014), muestra muy bien que este no es el caso. El objetivo del estudio era comprobar si las diferencias sexuales estándar en celos se replicaban en una sociedad no occidental, una sociedad sin estado. Resultó que se replicaban: fue más probable que los hombre Himba dijeran que encontrarían más perturbadora la infidelidad sexual de su pareja que la infidelidad emocional, igual que en el Oeste. Pero date cuenta de la implicación: aunque el sexo extramarital está oficialmente considerado aceptable entre los Himba, los Himba se siguen poniendo celosos. Mi interpretación de todo esto es que los celos son parte de  la naturaleza humana, pero que tenemos a pesar de ello un buen margen de maniobra en términos de cómo organizar nuestras relaciones. Los celos no nos fuerzan a unas relaciones monógamas exclusivas, pero sí nos empujan en esa dirección y eso significa que si decidimos implicarnos en relaciones no-exclusivas, tenemos que encontrar maneras de manejar nuestros celos. Al igual que la inversión en hijos no biológicos, esto no es exclusivo de los Himba; vemos exactamente lo mismo en el Oeste, aunque con menos frecuencia. Las personas que practican el poliamor, por ejemplo, a menudo tienen relaciones no-exclusivas, pero típicamente tienen que encontrar trucos cognitivos para manejar los celos (por ejemplo cultivando la compersión) (ver la entrada de Poliamor de Wikipedia para saber lo que es la compersión, nota del traductor). Así que, acortando, los Himba no difieren de los occidentales en el rango y dinámica de las relaciones que se encuentran en su sociedad, sino sólo en la relativa frecuencia de los diferentes tipos de relaciones.

6-La segunda pregunta acerca de la inversión parental tiene que ver con el Efecto Cenicienta. Tú hiciste formación post-doctoral con Martin Daly y Margo Wilson y hablas en el Simio que entendió el Universo de este efecto (que los padres adoptivos maltratan, son mas negligentes y matan más a sus hijos que los padres biológicos). Sin embargo, existen críticas a este trabajo y algunos investigadores (Temrin y cols., 2000, 2004, 2011) no han sido capaces de replicarlo. ¿Crees que estas críticas tienen fundamento?

Bien, no quiero descartar las críticas a la primera, pero apuesto por Daly y Wilson. Debo empezar diciendo que no es el caso que Temrin y cols. fueran incapaces de replicar el efecto Cenicienta. Ciertamente, en el primer artículo sobre el tema (Temrin y cols 2000) afirman no haber encontrado un efecto Cenicienta  para el homicidio en Suecia. Pero Daly y Wilson (2001) señalaron un grave error en el análisis de Temrin y cols., a saber, que no controlaron la edad de los niños en las casas de los padres biológicos y adoptivos. Esto es necesario porque, de media, los niños de hogares adoptivos son más mayores que los de hogares no adoptivos (sus padres biológicos han tenido más tiempo de separarse y entrar en una nueva relación). Controlar este factor de confusión reveló el efecto Cenicienta en los datos de Temrin. Era más pequeño que en América del Norte, pero estaba ahí.

En sus dos siguientes artículos, Temrin y cols. (2004,2011) cambiaron de dirección. Controlaron la edad de los hijastros y encontraron el efecto Cenicienta, al menos en los hijos pequeños, pero presentaron varios argumentos contra el punto de vista de Daly y Wilson de que el efecto es resultado de una tendencia evolucionada para valorar a la descendencia biológica más que los niños no relacionados biológicamente. Sugirieron, por ejemplo, que el efecto Cenicienta puede ser, en cambio, un artefacto de que, de media, los padres adoptivos son más violentos que los padres biológicos. Daly y Wilson habían rechazado previamente esta hipótesis, presentando datos de que cuando hay hijos adoptado e hijos biológicos en un hogar, es más probable que los padrastros dañen a sus hijos adoptivos que a sus hijos genéticos. Pero Temrin y cols., no encontraron este patrón en sus datos suecos (fíjate sin embargo en que su muestra es muy pequeña: unas doce familias).

Estos hallazgos ciertamente deben ser añadidos a la base de datos sobre este tema. Mi estimación, sin embargo, basada en el abrumador número de estudios que encuentran un efecto Cenicienta, y en la ubicuidad del altruismo familiar en todo el conjunto de seres vivos, es que los hallazgos de Temrin y cols. son diferentes debido a una muestra pequeña. Yo podría estar equivocado; puede ser que en algunas sociedades no exista realmente una diferencia media en el apego paterno con hijos biológicos y adoptados. Si este fuera el caso, no es inmediatamente obvio qué conclusiones deberíamos sacar de ello. Una interpretación sería que los humanos, a diferencia de la mayoría de animales sociales, no tienen una tendencia natural a favorecer a la familia sino que hemos sido socializados por casualidad para favorecer a la familia en la mayoría de sociedades, pero no en todas. Otra interpretación, sin embargo, sería que sí tenemos una tendencia natural para favorecer a la familia pero que no esta grabada en piedra, y que, en ciertas circunstancias, podemos saltárnosla. Daly y Wilson (2001) consideran una interacción naturaleza-crianza de este tipo en su respuesta al primer artículo de Temrin y cols, cuando señalan que “podría ser el caso que el moderno estado del bienestar sueco provea un clima social en el que los padrastros no experimenten, y por lo tanto no se molesten, por una obligación pseudoparental importante” (p.294). Esto no es esquivar el bulto; los psicólogos evolucionistas señalan a menudo que el hecho de que un rasgo o tendencia tenga un origen evolucionista no implica que es necesariamente inevitable o que no hay nada que podamos hacer para cambiarlo. Nuestros genes empujan en una cierta dirección pero nuestros genes no son la única cosa que nos está influyendo y por ello, a veces, podemos empujar en dirección contraria.

7-La siguiente pregunta es sobre el suicidio en general y sobre un tipo de suicidio en particular. El suicidio es un rompecabezas evolucionista y me gustaría conocer cómo entiendes el suicidio en general desde un punto de vista evolucionista. Y me gustaría preguntarte por un tipo específico de suicidio. En el Simio escribes acerca del suicidio “relacionado con el amor”. explicas que “la mayoría de la gente no se suicida por un amor perdido, y aunque esto ocurre, no es algo que los seres humanos evolucionaron para hacer…Sólo es un trágico y ocasional  sub-producto de las emociones negativas que la gente experimenta en la estela de una ruptura romántica”.

Mi pregunta es sobre el familicidio, es decir, cuando una persona mata a toda su familia, especialmente a sus hijos. Esto no es sólo un “suicidio personal” sino que es también un “suicidio genético”. En otras palabras, es el fin de pasar los genes a la siguiente generación (por vía de nuestros hijos). Esto es lo que un vehículo de genes no debería nunca hacer (según la visión centrada en el gen) y algo que los genes egoístas no deberían supuestamente permitir…¿Cómo podemos entenderlo? ¿De la misma manera que el suicidio relacionado con el amor?

La respuesta corta es sí. Suicidarte parece la peor cosa que puedes hacer por tu fitness y creo que la razón de que lo parezca es porque realmente es la peor cosa que puedes hacer por tu fitness. No creo que sea realista decir que es algo que evolucionamos para hacer. En honor a la verdad, algunos psicólogos evolucionistas han argumentado que sí lo es. Pero sospecho que es un ejemplo  de lo que Stephen Jay Gould llamó panadaptacionismo (esto es, extender demasiado el modo adaptacionista de explicación). Si es así, esto nos deja con dos explicaciones principales del suicidio: subproducto o disfunción. La explicación como sub-producto sería que el suicidio es una ramificación muy desafortunada pero muy rara de ciertas emociones desagradables que fueron generalmente adaptativas para nuestros ancestros, pero no siempre. La explicación como disfunción sería que algo no está funcionando correctamente en la cabeza de la persona suicida, literalmente. Sospecho que la mayoría de los suicidios encajan en una u otra de estas dos categorías. 

Y diría lo mismo acerca del familicidio. Como el suicidio, no creo que es ni remotamente realista argumentar que esto es algo que evolucionamos para hacer. Primero, es extremadamente raro, más raro incluso que el suicidio. Esto hace que sea inmediatamente un mal candidato para una adaptación. De hecho, una perspectiva evolucionista, si acaso, explica la rareza del familicidio, no el familicidio en sí mismo. Segundo, el familicidio no parece una adaptación. No hay una razón por la que matarse uno mismo y su descendencia aumenta la fitness, y buenas razones para pensar lo contrario. Por tanto, la posición por defecto debería ser que no es una adaptación sino un subproducto o una disfunción y debería haber una buena razón para movernos de esa posición. No he escuchado una razón así.

Tu pregunta me hace pensar sobre otra cosa. La gente describe el suicidio a menudo como un rompecabezas evolucionista, pero cuanto más lo pienso, menos creo que lo es. Es sólo un rompecabezas si admitimos tácitamente que las personas actuarán siempre como perfectos maximizados de fitness. Esta no es, sin embargo, una suposición realista. Una más realista sería que tenemos un rango de motivaciones y emociones que generalmente llevaron a nuestros ancestros a actuar adaptativamente pero que la biología es complicada y que las cosas no salen siempre según el “plan”. Por tanto, a veces vemos conductas maladaptativas y ocasionalmente incluso conducta extremadamente maladaptativa. Pero a no ser que esas conductas fueran muy frecuentes, no deberían sorprendernos. Podemos hacer una analogía con los defectos de nacimiento. Nadie se pregunta “¿por qué la naturaleza favorece los defectos de nacimiento? No los favorece; la biología no es perfecta. Lo mismo con la conducta maladaptativa.

8- Ha sido una sorpresa ver que hablas de los memes (yo también soy un fan de ellos) y que defiendes este acercamiento para la evolución de la cultura. Hubo un boom hace mucho acerca de esta idea de Dawkins con libros escritos por Daniel Dennett, Susan Blackmore y otros pero, como tú mencionas, The Journal of Memetics desaparició y no parece que los científicos hayan sido capaces de hacer ciencia con la idea del meme. ¿Crees que la memética puede funcionar?

¡No estoy seguro! El material sobre los memes es mucho más especulativo que el material sobre la PE, donde yo trato de ajustarme a las teorías y hallazgos más establecidos. Y tengo sentimientos encontrados acerca de la posibilidad de una ciencia de la memética.

Como muchos lectores sin duda conocen, la memética es la creación del biólogo Richard Dawkins. Un meme, según la visión de Dawkins, es una unidad de cultura: una idea, una conducta, una herramienta, cualquier cosa que puede ser transmitida por medio del aprendizaje social. La idea central en memética es que los memes, como los genes, están sujetos a la selección natural y que los memes que tienen más probabilidades de sobrevivir no son necesariamente los que son buenos para nosotros o para nuestros grupos, sino los que son buenos para ellos mismos. Esto significa que tiene propiedades que, de una manera u otra, le ayudan a sobrevivir en nuestras mentes y en nuestras culturas: son fáciles de recordar; son pegadizos; es divertido compartirlos con los amigos. Los memes pueden también ser buenos para nosotros; esta es una manera en la que pueden aumentar sus probabilidades de sobrevivir. Pero no son necesariamente buenos para nosotros. A veces sobreviven  a pesar de ser malos para nosotros, sólo porque son buenos sobreviviendo. Piensa en el tabaco o en la comida basura.

Por un lado, hay un sentido en el que esto casi tiene que ser cierto: los memes que sobreviven tienen que ser aquellos que tienen propiedades que de alguna manera aumentan sus probabilidades de supervivencia, por lo menos como regla general (a veces podría ser que simplemente tengan suerte). Por otro lado, me preocupa que si una afirmación es verdadera pero no conduce a una investigación empírica, entonces quizás es una verdad trivial o general -casi una verdad por definición- más que una afirmación útil con suficiente especificidad para hacer un trabajo científico serio.

¿Pero es verdad que la perspectiva memética no ha conducido a una investigación empírica? No creo que lo sea. No ha conducido a mucha pero sí a alguna. Por ejemplo, un artículo reciente muy  interesante de Hofhuis y Boudry (2019) investigó las cazas de brujas en la temprana Europa moderna y llegó a la conclusión de que “el meme de la caza de brujas” se propagó puramente porque era bueno propagándose, más que porque fuera bueno para nosotros en ningún sentido. Esta es la afirmación que distingue a la memética de otros enfoques, que tienden a focalizarse en  cómo los elementos de la cultura benefician a los individuos o a sus grupos. Quizás 95% de la ciencia de la evolución cultural puede hacerse sin mencionar la afirmación bueno-para-el-meme, porque 95% de las veces nuestros intereses coinciden con los “intereses” de nuestros memes: lo que es bueno para ellos es también bueno para nosotros. Pero de vez en cuando, sin embargo, habrá un caso, como la caza de brujas, donde esto no ocurre y necesitaremos invocar la idea de que el criterio final de la supervivencia de los memes es si son buenos para ellos mismos, no para nosotros. Si esto es verdad, entonces la implicación sería que el punto de vista de los memes es una teoría mejor porque explica no sólo el 95% que las otras teorías pueden igualmente explicar, sino también el 5% que ellas no pueden. ¡El tiempo dirá!

9- Esta pregunta es acerca de Twitter. Eres muy activo en Twitter y tienes muchos seguidores. ¿Qué piensas de Twitter? ¿Cómo es tu experiencia?¿Crees que es una herramienta útil para los académicos y para las personas interesadas en la ciencia? ¿Cuál es tu objetivo al usarlo?

En conjunto, me gusta mucho Twitter. Es una  buena manera de mantenerte actualizado con las nuevas ideas e investigación y una buena manera de exponerte a puntos de vista diferentes. Por supuesto, no es siempre agradable. Arranca el velo de algunos de los más feos e irracionales puntos de vista que tiene la gente. Pero incluso entonces es todavía valioso. Después de todo, esos puntos de vista están ahí los conozcamos o no, y es probablemente mejor conocerlos. Como dijo un defensor de la libertad de expresión: si hay nazis en la habitación, quiero saber quienes son para tenerlos controlados.”

Dicho esto, tienes que encontrar formas de impedir que Twitter te vuelva loco o te robe demasiado tiempo. Yo tengo unas cuantas tácticas. Una es que soy muy estricto con el número de personas que sigo. Hay muchas cuentas que me gustan pero no tengo tiempo para estar al día con ellas. Otra táctica es que no suelo mirar mis notificaciones, y así tiendo a no leer ni responder los comentarios. Esto significa que me pierdo buenas cosas, inteligentes puntos de vista, críticas incisivas, buenas bromas, etc. Pero, por supuesto, no todos los comentarios son así y hay un montón de material no tan bueno, troleo, ira al azar, extrañas acusaciones, preguntas y reacciones viscerales de gente que no leyó el artículo enlazado, ni incluso a veces el tuit, gente peleándose y maltratándose, sexismo, racismo, lo que quieras. En cualquier caso, leer y responder a los comentarios lleva mucho tiempo, especialmente cuando un tuit se hace algo viral. Así que, una cosa con otra, creo que es mejor publicar cosas y marcharse, la mayor parte de las veces, al menos.

¿Cuáles son mis objetivos al utilizar Twitter? Es en parte para promocionar mi trabajo: mi trabajo académico, mis publicaciones populares y especialmente mis dos libros. Es en parte para promocionar la ciencia y el conocimiento en general; soy un gran creyente en el poder del conocimiento para mejorar el mundo, por lo que si puedo hacer aunque sea un poco para que la gente se excite con ello, eso me haría muy feliz. Es en parte para recopilar mis pensamientos, literalmente, esto es, para mantener un registro del material que estoy leyendo y en el que estoy pensando.  Y es en parte simplemente por diversión: es divertido encontrar estudios e ideas  interesantes, y divertido tratar de presentarlos en una manera que despierte algún interés. Es gratificante recibir retuits.

10-¿En qué estas trabajando ahora? ¿Cuál es el misterio que te gustaría resolver a continuación?

Estoy trabajando en dos proyectos principales en este momento. Uno es un trabajo teórico con Lewis Halsey, analizando las causas de las disparidades de género en STEM. Como todo el mundo sabe, hay más hombres que mujeres en ciertas áreas de STEM, incluyendo las matemáticas, las ciencias informáticas y la física. Como todos saben también, la explicación más común para las brechas de género son la discriminación y la socialización. Nosotros defendemos, por contra, que aunque la discriminación y la socialización son parte de la historia, no son toda  la historia. Hacemos dos afirmaciones principales en el artículo. La primera es que otros factores que no son la discriminación y la socialización contribuyen a las brechas de género en SYEM; estos incluyen, en particular, diferencias sexuales promedio en intereses y prioridades en la vida. La segunda es que estas diferencias medias no son debidas a la socialización. La socialización juega un papel importante, pero las diferencias son también en parte heredadas.

La gente a veces asume que si tú admites un papel para los factores biológicos en influir las brechas de género en STEM, debes pensar que no se puede hacer nada acerca de esas brechas. Pero esa no es nuestra visión. Desconfiamos de soluciones coercitivas, como ofrecer dinero u otros incentivos a la gente para que hagan carreras que de otra manera no harían, y políticas de discriminación positiva que, en efecto, discriminan a la gente y la llevan (incluyendo a los beneficiados de esas políticas) a preguntarse secretamente si realmente se ganaron ese éxito. Pero eso no significa que no debamos hacer nada. Deberíamos hacer que la gente conozca todas las carreras en oferta, y dejar claro que estas son opciones que tanto hombre como mujeres deberían considerar. Debemos asegurarnos de que destacamos los logros científicos de ambos sexos, más que centrarnos indebidamente en los hombres. Debemos animar a la gente a aceptar y apoyar a las mujeres (y hombres) que hacen elecciones atípicas de género. Debemos poner en práctica políticas que reduzcan la posibilidad de sesgo en contra de ambos sexos, incluyendo evaluaciones ciegas al género en la solicitudes de empleo, becas de investigación y demás. Y deberíamos hacer todo lo que podamos para hacer que las carreras de ciencias sean compatibles con las demandas de la maternidad (y la paternidad).

Habiendo hecho todo esto, sin embargo, deberíamos respetar las elecciones que la gente hace acerca de sus propias vidas y carreras, incluso si esto no resulta en una paridad de género perfecta. En otras palabras, deberíamos buscar una igualdad de oportunidades más que una igualdad en los resultados. La gente va a ser más feliz en última instancia si sigue las carreras que más les interesan.

Así que ese es el proyecto número uno. El proyecto número dos es un programa de investigación que analiza cómo responde la gente a la investigación sobre las diferencias sexuales, dependiendo de si esas diferencias favorecen a los hombres o a las mujeres. En una serie de estudios (incluyendo uno en el Sudeste Asiático) hemos encontrado que la gente -hombres y mujeres por igual- responde más positivamente a las diferencias sexuales que favorecen a las mujeres que a las que favorecen a los hombres. Por ejemplo, responden mejor a afirmaciones de que las mujeres dibujan mejor, mienten menos y son más inteligentes que los hombres, que a las afirmaciones especulares de éstas. La principal razón parece ser que las diferencias que favorecen a los hombres son vistas como más perjudiciales para las mujeres que las diferencias que favorecen a las mujeres lo son para los hombres. La tendencia a responder menos positivamente a las diferencias sexuales que favorecen a los hombres es más pronunciada entre los individuos que se inclinan hacia la izquierda política, que ven a los hombres como muy privilegiados con respecto a las mujeres, y que son susceptibles a lo que los psicólogos llaman el Efecto las Mujeres son Maravillosas (Women Are Wonderful Effect), esto es, la tendencia a tener estereotipos más positivos de las mujeres que de los hombres (que es realmente más frecuente que lo contrario, a pesar de la extendida creencia en contra)

¡Gracias por las estupendas preguntas!



Referencias

Daly, M., & Wilson, M. (2001). An assessment of some proposed exceptions to the phenomenon of nepotistic discrimination against stepchildren. Annales Zoologici Fennici, 36, 287-296.
Hawks, J., Wang, E. T., Cochran, G. M., Harpending, H. C., & Moyzis, R. K. (2007). Recent acceleration of human adaptive evolution. Proceedings of the National Academy of Sciences, 104, 20753-20758.
Hofhuis, S., & Boudry, M. (2019). ‘Viral’ hunts? A cultural Darwinian analysis of witch persecutions. Cultural Science Journal, 11, 13-29.
Scelza, B. A. (2014). Jealousy in a small-scale, natural fertility population: The roles of paternity, investment and love in jealous response. Evolution and Human Behavior, 35, 103-108.
Scelza, B. A., Prall, S. P., Swinford, N., Gopalan, S., Atkinson, E. G., McElreath, R., . . . Henn, B. M. (2020). High rate of extrapair paternity in a human population demonstrates diversity in human reproductive strategies. Science Advances, 6, eaay6195.
Smith, S. E. (2020). Is evolutionary psychology possible? Biological Theory, 15, 39-49.
Stewart-Williams, S. (2018). The ape that understood the universe: How the mind and culture evolve. Cambridge University Press.
Stewart-Williams, S., Chang, C. Y. M., Wong, X. L., Blackburn, J. D., & Thomas, A. G. (2020). Reactions to male-favoring vs. female-favoring sex differences: A pre-registered experiment and Southeast Asian replication. British Journal of Psychology
Stewart-Williams, S., & Thomas, A. G. (2013a). The ape that kicked the hornet's nest: Response to commentaries on “The Ape That Thought It Was a Peacock”. Psychological Inquiry, 24, 248-271.
Stewart-Williams, S., & Thomas, A. G. (2013b). The ape that thought it was a peacock: Does evolutionary psychology exaggerate human sex differences? Psychological Inquiry, 24, 137-168.
Temrin, H., Buchmayer, S., & Enquist, M. (2000). Stepparents and infanticide: New data contradict evolutionary predictions. Proceedings of the Royal Society of London B, 267, 943-945.
Temrin, H., Nordlund, J., Rying, M., & Tullberg, B. S. (2011). Is the higher rate of parental child homicide in stepfamilies an effect of non-genetic relatedness? Current Zoology, 57, 253-259.
Temrin, H., Nordlund, J., & Sterner, H. (2004). Are stepchildren over-represented as victims of lethal parental violence in Sweden? Proceedings of the Royal Society B, 271, S124-126.




@pitiklinov

2 comentarios:

Anónimo dijo...

No sé hasta que punto es adecuado entrevistar a alguien famoso por citar en su libro papers diciendo lo contrario de lo que dicen.

Germánico dijo...

No sé hasta que punto es adecuado comentar un artículo no por su contenido, sino para atacar con falacias lógicas al entrevistado, además anónimamente.