martes, julio 29, 2008

La espiritualidad en el cerebro (Entrevista a Francisco J.Rubia)

Francisco J. Rubia es uno de los más destacados neurocientíficos de nuestro país. Es, además de médico, investigador, autor de numerosos artículos y libros de texto y docente, divulgador de los conocimientos actuales de su campo, habiendo tratado en sus libros para el gran público algunos de los temas más inquietantes y trascendentes, tales como el yo, el libre albedrío, la tabla rasa, las diferencias biológicas entre los sexos, las preguntas que cualquiera se formularía sobre el cerebro y los aspectos neurobiológicos de los fenómenos religiosos.

En la web de ciencia Tendencias21 podemos encontrar otra entrevista que le han hecho recientemente, así como sus conferencias en la Real Academia de Medicina.

También, pinchando aquí, tenemos accesos a algunos de sus artículos completos.

Y sin más preámbulos les dejo con las respuestas que ha tenido la amabilidad de dar a nuestras preguntas:



1.- ¿Qué nos dice la neurociencia sobre el yo y el libre albedrío? ¿Pueden extrapolarse algunas de sus conclusiones al terreno legal, político, sociológico…?

R.- Hoy por hoy lo que la neurociencia nos dice es que es muy posible que tanto el yo como el libre albedrío o la voluntad libre puedan ser una ficción cerebral, una más a las que el cerebro nos tiene ya acostumbrados. Respecto al yo, se suele decir que la vida humana está basada en tres grandes ilusiones: la ilusión del amor romántico, la ilusión del libre albedrío y la ilusión del yo. Sabemos que nada es permanente y, a pesar de ello, insistimos en la permanencia de esa construcción cerebral a la que llamamos yo y que suponemos no cambia a lo largo de toda la vida. En los Veda ya se dice que el yo es maya, o sea ilusión. El filosofo empirista, David Hume, decía que el yo es la suma de nuestras percepciones. Y hoy se pueden utilizar varios argumentos a favor de esa ilusión. En primer lugar, el desarrollo ontogenético, ya que ese yo aparece sólo tras algunos años de vida. En segundo lugar, que parece ser una construcción cultural, es decir, que la experiencia de nuestra propia persona depende del entorno cultural en el que esa persona se desarrolla. Y en tercer lugar, que ese yo no es indivisible, como lo muestra el caso de los enfermos con cerebro partido o escindido, donde existen dos yos diferentes, o en la enfermedad conocida como el trastorno de personalidades múltiples.

Por lo que respecta al libre albedrío, experimentos relativamente recientes, el último este mismo año, muestran que el cerebro se activa, cuando vamos a tomar una decisión, mucho antes de que tengamos la impresión subjetiva de libertad, o sea de decidir algo. Esta activación es inconsciente y puede llegar hasta los 10 segundos antes de la decisión. Por tanto, la impresión subjetiva de voluntad no es la causa de la activación cerebral, sino una consecuencia, al igual que la propia decisión.

Por lo que respecta a las consecuencias de estos hechos habría que decir que ya se está discutiendo, al menos en Alemania, la modificación del código penal. Si no somos libres, tampoco somos responsables, ni existe la culpabilidad, ni la imputabilidad, ni el pecado. Cualquier sociedad que se precie tendrá siempre que apartar de sí a los que no cumplan con las reglas que la misma sociedad ha establecido. Esto es lógico y también observable en animales que viven en sociedad y que están muy cerca de nosotros por su desarrollo cerebral. Pero lo que cambiaría es la imagen que tenemos de esos que trasgreden las reglas sociales. No seguiríamos considerándolos culpables. Por eso siempre he dicho que la neurociencia va a cambiar la imagen que tenemos de nosotros mismos y del mundo.


2.- En su reciente obra sobre el sexo del cerebro expone con claridad las evidencias que se derivan de los actuales conocimientos neurocientíficos sobre las diferencias anatómicas y funcionales de los cerebros masculino y femenino. Esto, conjuntamente con lo que muestra la psicología evolucionista ¿no echa por tierra algunas de las teorías sociológicas más radicales sobre la igualdad de los sexos, tan en boga hoy en día?

R.- Por desgracia suele confundirse la igualdad de los sexos ante la ley, la igualdad de oportunidades, la igualdad de salario por el mismo trabajo y todas las conquistas sociales en las que la mujer aún no ha sido equiparada al hombre con la igualdad biológica que, simplemente, es inexistente. No lo digo yo, sino todas aquellas mujeres neurocientíficas que se han ocupado de este tema. Sabemos todavía muy poco sobre esas diferencias anatómicas y funcionales. Estos conocimientos se han acumulado muy recientemente, a finales del siglo pasado, pero parece ser que son confirmados una y otra vez por experimentos y yo supongo que nos queda aún mucho por descubrir. Si los comportamientos de hombres y mujeres, así como de los que se dicen pertenecientes al tercer sexo son distintos entre sí, lo lógico es pensar que las estructuras cerebrales que controlan estos comportamientos sean asimismo distintas.

3.- La religión parece ser un fenómeno natural, no únicamente cultural, como suponen algunos. ¿No queda esto de manifiesto con sus correlatos neuronales? ¿Cuál diría que es su razón de ser, los atributos que permitieron su selección, su origen evolutivo? ¿Hasta qué punto diría que es necesaria?

R.- Yo no diría que la religión es un fenómeno natural, sino social. Lo que parece natural es la espiritualidad, la sensación de trascendencia, o sea, lo que es hoy posible provocar por medios artificiales y siempre lo fue con técnicas activas, pasivas o por medio de sustancias alucinógenas. Es muy probable que esta experiencia espiritual que surge de estructuras cerebrales cuando son activadas experimentalmente, o de manera espontánea, o por un tipo especial de epilepsia, tenga que ver algo con la religión, al menos con sus comienzos. No parece casual que los fundadores de religiones hayan tenido esta experiencia. Ahora bien, la interpretación de estos resultados puede ser distinta, como expresé en mi libro “La conexión divina”, ya que el creyente puede pensar en la intervención de Dios en el desarrollo de estas estructuras para que el ser humano pueda ponerse en contacto con Él. El no creyente puede considerar que ahí está uno de los orígenes del pensamiento espiritual y religioso. Falta por saber, desde el punto de vista científico, evolutivo, el valor de supervivencia que estas estructuras pueden tener. Sobre este punto hay muchas hipótesis, ninguna todavía lo suficientemente convincente. Mitigar la angustia, dicen algunos autores, que produce la consciencia de la muerte. Consuelo en la aflicción. Pero también puede ser que sea producto accesorio de otras funciones, como algunos autores suponen lo sería de la sexualidad. La proximidad anatómica de estas estructuras con las que sustentan la sexualidad en el cerebro y las connotaciones sexuales de estas experiencias estarían a favor de esta hipótesis. Pero, por ahora, ninguna es totalmente convincente.

4.- ¿Dónde ubicaría, filogenéticamente hablando, el nacimiento de la consciencia? ¿Y el de la consciencia de uno mismo?

R.- Tras la respuesta a esta pregunta hay una legión de neurocientíficos, filósofos, psicólogos evolutivos y un largo etcétera. Ni sabemos para qué sirve ni cuándo surge. Lo que sí sabemos es que cuando se dan situaciones de emergencia, el cerebro no confía en la consciencia, sino en estructuras cuya actividad es inconsciente. Respecto a la autoconsciencia, parece ser que la poseen otros animales aparte del ser humano, como el chimpancé, el delfín, la ballena y, últimamente, el elefante, porque todos ellos se reconocen a sí mismo ante un espejo. Gerald Edelman diferencia entre consciencia primaria y consciencia de la consciencia o consciencia de orden superior. La primera la poseerían muchos mamíferos, la segunda sería exclusiva del ser humano. Respecto a su origen, sigue siendo un misterio. Se sabe que determinadas estructuras del sistema nervioso son necesarias, aunque no suficientes. Este es el caso de la formación reticular o de las conexiones entre el tálamo y la corteza. Se supone que la consciencia está ligada a la actividad de la corteza cerebral, aunque no toda la corteza produce consciencia, como es el caso de la vía dorsal que va desde las áreas primarias de la visión al lóbulo parietal, o vía del “dónde” para la ubicación espacial de los objetos percibidos visualmente. Esta vía no es consciente.

5.- El dolor físico parece ser un mecanismo informativo bastante efectivo para mantenernos vivos y sanos. ¿Qué decir del dolor por la pérdida de un ser querido? ¿Qué explicación le daría? ¿Comparten estos dos tipos de dolor vías neuronales, tienen neurobiológicamente algo que ver uno con otro?

R.- Efectivamente el valor de supervivencia del dolor es obvio. Enfermos que no poseen la capacidad de sentirlo no viven mucho tiempo. Pero es cierto que el dolor no es sólo una sensación transmitida desde los receptores, llamados nociceptivos, al cerebro, sino que tiene un componente centrífugo, como muestran los casos de enfermos con miembros fantasma. Se supone que en todos los casos hay dos flujos sensoriales que interaccionan entre sí: uno que va desde la periferia al centro y otro del centro a la periferia. Esto explicaría por qué un dolor crónico es tan difícil de eliminar, a pesar de la sección de las vías que transmiten el dolor desde la periferia al centro. El dolor por la muerte de un ser querido no debería llamarse así, sino quizá aflicción, para diferenciarlo del dolor propiamiento dicho. No se trata de la misma sensación, sino de un sentimiento interno producido por estructuras del sistema límbico ante determinadas desgracias.

6.- ¿Cómo evoluciona el cerebro a lo largo de nuestras vidas? ¿Se puede decir que somos la misma persona en nuestras distintas edades?

R.- Ya he dicho anteriormente que el cerebro nos hace creer que sí, pero que no debe ser cierto. Hoy sabemos que el aprendizaje es capaz, incluso en el adulto, de modificar la microestructura cerebral, es decir, las conexiones entre las neuronas. Se supone que la macroestructura viene dada por herencia, pero la microestructura puede cambiar y no sólo para aumentar esas conexiones, sino también para que si no se usan, disminuyan. Los anglosajones lo expresan con la frase “use it or loose it”, o lo usas o lo pierdes.



7.- Usted, que ha investigado con animales, ¿Qué nos puede decir sobre el trato que reciben estos por parte de los investigadores? ¿Qué opina del Proyecto Gran Simio?

R.- No puedo opinar sobre el trato en general a los animales de experimentación. Sólo sé que existen unas reglas que hay que cumplir para evitar el sufrimiento de estos animales y que estas reglas ahora son europeas y muy rígidas. Es posible que se haya abusado, sobre todo se discutía durante mi estancia en Alemania el maltrato que daban algunas empresas farmacéuticas a los animales de experimentación. Supongo que las normativas europeas se aplican ahora con toda severidad. En principio nadie puede estar en contra de un trato “humano” a animales que tienen un cerebro muy desarrollado. Pero también hay que tener en cuenta lo que los animales de experimentación han supuesto para el avance científico. El problema surge cuando la compasión por los animales se convierte en una ideología y en un arma arrojadiza para cualquier campaña. El argumento genético, por ejemplo, que los simios tengan un genoma muy semejante al nuestro, no es riguroso. El genoma de la cebolla es tres veces mayor que el genoma humano y hay plantas con un genoma 50 veces mayor. ¿Deberíamos, por ello, dejar de comer cebollas? Es cierto que parece que algunos simios, no todos, tienen autoconsciencia, pero no sabemos si es la misma que la humana. Yo restringiría la experimentación con chimpancés, a no ser que sea absolutamente imprescindible en beneficio del ser humano. Cerrar la puerta a cualquier experimentación, o sustituirla por ordenadores, como algunos fanáticos partidarios de la supresión total de la experimentación animal argumentaban en Alemania en los años 60, me parecería suicida y absurdo.

8.- La polémica naturaleza/cultura, en la neurociencia, ¿podría darse sutilmente entre los que creen en un cerebro organizado en módulos y los que creen que las funciones están muy distribuidas, entre los que piensan que hay una gran plasticidad neuronal y los que piensan que esta no es suficiente para permitirnos grandes cambios, entre psicologicistas y biologicistas? ¿dónde se ubicaría usted?

R.- Suelo argumentar que el planteamiento dualista herencia/medio ambiente es un planteamiento equivocado. Los genes, que son el resultado evolutivo de la interacción del organismo con su entorno, tienen que expresarse en un entorno apropiado. Sin un entorno parlante, la mejor gramática universal innata sería inútil, como se ha mostrado en niños criados por fieras que nunca hablaron bien. Por tanto, preguntarse qué es más importante, no tiene mucho sentido. También fruto de un pensamiento dualista es la antítesis localización de funciones/distribución de ellas por todo el cerebro. Generalmente, cuando se plantean estas antinomias, el tiempo suele dar la razón a ambas partes. Es evidente, y el sistema visual es un claro ejemplo, que existe la localización, pero también lo es que la visión, como función, está distribuida por muchas regiones del cerebro. Lo mismo ocurre con la plasticidad/rigidez de las estructuras cerebrales. Ya he dicho antes que la microestructura es maleable, como lo indican muchos experimentos, tanto en seres humanos como en otros animales. Si no, ¿cómo se explicaría el mayor tamaño del hipocampo en los taxistas londinenses, que tienen que ejercer la memoria espacial, función que necesita de esa estructura del sistema límbico? No entiendo muy bien la diferenciación entre psicologicistas y biologicistas, otra antinomia, cuando en realidad no hay más que cerebro y sus funciones.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues que bla, bla, bla, que sí, que bueno, que pues por eso. No me creo nada. Dice A como podría decir B. En estos temas ¿Quién es el que sabe? Estas pseudo-ciencias mientras no se DEMUESTRE acogen a gente que se gana la vida diciendo lo que CREE. Son como una religión. No me vale ni lo que cuenta del cerebro "partio"

Germánico dijo...

Bla bla bla bla, anónimo.

Y ahora vete a rezar a tu dios.

Ijon Tichy dijo...

Ejemplo a primera vista:

Afirmación: "Sin un entorno parlante, la mejor gramática universal innata sería inútil"

Justificación de tal afirmación, basada en la observación científica: "...como se ha mostrado en niños criados por fieras, que nunca hablaron bien".

En fin. Enhorabuena Germánico, gran labor de divulgación la vuestra.

Germánico dijo...

Gracias Ijon.

Discrepo ligeramente de una de las respuestas dadas por Rubia, sobre la cuestión del libre albedrío, y en la levedad de esa discrepancia se esconde la gravedad de un asunto tan serio como la libertad, así que tengo pensado hacer un post al respecto. Pero, en general, creo que las especulaciones de los neurocientíficos se asientan en una base científicamente muy sólida, al tiempo que mantienen la magia y la belleza de los mitos y la poesía.

Anónimo dijo...

Con respecto a la primera pregunta, me parece que la respuesta no aporta mucho.
Porque, yo creo que cualquiera puede darse cuenta de que conceptos como el yo, el libre albedrío o la voluntad son esquemas de una realidad más compleja. La pregunta fundamental sería, ¿cómo realmente funcionan esos procesos? En el caso del yo, ¿qué es lo que hace que me identifique como yo a lo largo del tiempo? En el caso de la voluntad, se dice que el cerebro se activa antes de que tomemos la decisión, pero eso no es decir casi nada, lo que sería interesante es comprender el proceso de decisión. En apariencia es un proceso sumamente sensible a pequeñas variaciones, y eso es lo que lo hace interesante para nosotros, y lo que da sentido a nuestro concepto de voluntad. Si se pudiese preveer o emular el proceso de decisión, eso sí sería un gran avance, que cambiaría nuestra percepción de nosotros mismos.
Por estas razones, me parece claro que la neurociencia no va a tener ningún impacto a corto plazo en nuestra visión de nosotros ni del mundo.
Da la impresión de que realmente se sabe muy poco de estos temas. ¿No sería más
razonable concentrarse en cuestiones más realistas y concretas como entender bien la epilepsia o el alzheimer?

Germánico dijo...

Investigar la epilepsia y el Alzheimer no es algo incompatible con especular sobre la voluntad o el libre albedrío. Pero puestos a investigar es preferible, estoy de acuerdo contigo, centrarse en los primeros. Más teniendo presente que los recursos son escasos.

Muy probablemente se producirán descubrimientos cruzados: investigando unas cosas se encontrarán respuestas para otras. No hay que abrir el paso indiscriminadamente a cualquier tipo de investigación, o al menos no hay que financiarla con fondos públicos, pero no conviene tampoco dejar de lado algunas cosas porque sean aún sumamente especulativas.

Hoy en día muchos neurocientíficos, de entre ellos algunos de los más eminentes, estudian la consciencia, en lugar de centrarse en la investigación médica, pero es que en la última hay muchísimos más.

Miquel dijo...

yo estoy de acuerdo con la opinión del profesor Rubia sobre el libre albedrío, y me interesa mucho este tema. Me gustaria saber si has puesto un post sobre este tema

Germánico dijo...

Pues Miguel, yo en este asunto no estoy muy deacuerdo con Rubia.

Salu2