La evolución biológica no puede entenderse bien sin que se comprenda primero la evolución geológica y climática de la tierra. Uno de los pilares sobre los que se asentó la idea de selección natural de Darwin fue el uniformismo de Charles Lyell. Los fenómenos geológicos que ahora observamos –y, a veces, padecemos-, tales como volcanes, terremotos, erosión etc.. son, según el uniformismo, los que a lo largo dilatados períodos de tiempo dieron forma a la actual tierra. La vida floreció sobre un terreno geológicamente fértil para ella, y tuvo tiempo para evolucionar desde sus rudimentos moleculares hasta su actual diversidad y complejidad exuberantes.
La astrobiología es una rama de la astronomía y de la biología, como su propio nombre indica, que estudia la vida fuera de la tierra. Pero su objeto de estudio es una probabilidad matemática, a día de hoy. Los astrobiólogos tienen que conocer muy bien la vida en la tierra, que es la única vida conocida por el momento, ver las condiciones en las que se ha desarrollado, y observar los otros planetas y sus actuales condiciones. Esto nos lleva de nuevo a la geología. En la forma de los planetas se puede leer su evolución geológica. A partir de esta se pueden aventurar hipótesis sobre la mayor o menor probabilidad de que alberguen, hayan albergado o puedan albergar vida. Un geólogo español, Francisco Anguita, ha dedicado una larga carrera profesional, entre otras cosas, al estudio de la geología planetaria. Como es natural han sido Marte, la Tierra y sus respectivas evoluciones geológicas y climáticas, sus principales objetos de atención. En un futuro nada lejano, nos dice él, se estudiarán exoplanetas (planetas de otros sistemas solares) en busca de señales de vida.
Si se encuentra vida fuera, se habrá dado el primer paso en la comprensión fundamental de qué es la vida y de cómo se originó. Ambas cosas son, en lo esencial, indisociables. Sobre las rocas de un planeta joven, hace miles de millones de años, algunos átomos se juntaron, adoptando una determinada configuración molecular que les permitía transformarse a sí mismos y a los átomos y moléculas circundantes en un determinado sentido. Ahora tratamos de encontrarle sentido a eso. Y con seguridad, lo que encontremos fuera nos ayudará a explicar lo que somos. La verdad está ahí fuera. Aunque no en el sentido en que Mulder y Scully creían.
Francisco Anguita, gran geólogo y autor de numerosos artículos y algunos libros excelentes de divulgación científica, ha tenido la cortesía de darnos respuesta a algunas preguntas.
1.-¿Cuáles han sido la evolución geológica y climática de nuestro planeta? ¿cómo han interaccionado entre sí y con la biológica?
Tanto los planetas como las estrellas son máquinas térmicas. Desde esta perspectiva mecanicista, podríamos considerar a la Tierra como uno de esos vehículos híbridos, con dos motores que se alimentan de distintas energías. El Sol proporciona la necesaria para los fenómenos meteorológicos y oceánicos, mientras que el planeta mismo libera su energía plegando, rompiendo y fundiendo rocas, moviendo los continentes, o generando un campo magnético. El clima y la vida son dos zonas complejas en este esquema. El primero parece, contra nuestra intuición, que tiene poco que ver con el Sol, y mucho con el tipo de atmósfera en cada momento de la evolución planetaria, o incluso con la posición de los continentes. En cuanto a la vida, todo lo que digamos sobre ella se ve lastrado por una ignorancia invencible: seguimos sin saber si es un fenómeno común o rarísimo. Con un solo ejemplo no podemos hacer muchas afirmaciones científicas. Lo que sí puede afirmarse es que esta biosfera (y otras que puedan existir) son hijas de su planeta: si la evolución de la Tierra hubiese sido otra, la vida también sería diferente.
2.-¿Qué cree que ha hecho de nuestro universo, de nuestro sistema solar y de nuestro planeta lugares aptos para la vida? ¿ve la vida más como un fenómeno inexorable o más como un milagro? ¿qué opina del principio antrópico?
Una serie de circunstancias (más bien, de propiedades) físicas y químicas [En este sentido, sostengo algo parecido a la famosa definición del amor por Severo Ochoa]. En cuanto al principio antrópico, me apunto al bando de los que lo consideran una tautología, y una más bien dañina, porque (a) no nos ayuda a entender el Universo, y (b) nos distrae de las preguntas importantes, como la que cité en la respuesta anterior. Por supuesto que, ya que estamos aquí, debe de ser que las leyes físicas de este Universo lo permiten. Menos mal.
La segunda pregunta me parece de interés. Los científicos no solemos creer en los milagros (por eso no dejo de considerar milagroso que haya científicos que crean en Dios). Por otro lado, inexorable es una palabra fuerte, un científico la usaría muy rara vez. Pero estamos avanzando algo: es más que probable que existan en el Universo billones (sí, con b, y además europeos) de planetas. Me parece que el principio que algunos llaman de mediocridad (no vivimos en un punto privilegiado del Universo) deja bastante claro que el pretender seguir solos en él es una profesión de analfabetismo científico.
3.-¿Por qué buscar vida en otros planetas? ¿qué probabilidades hay, por otro lado, de encontrarla, en particular la llamada "inteligente"? ¿No es la ecuación de Drake algo sumamente especulativo?
Esto enlaza con lo anterior. Podríamos ponernos filosóficos, y hablar de la Soledad Cósmica u otras bobadas. Yo prefiero pensar que llevamos en nuestros genes (junto con muchas otras pulsiones, la mayoría de ellas francamente peligrosas) una sed insaciable de ver lo que hay más allá del horizonte. Para Homo ergaster hace 2 millones de años, el horizonte era el borde de la sabana de África Oriental; para nosotros, el horizonte es el borde del Sistema Solar. Ya hemos mandado exploradores y estamos preparando otros. Queremos saber qué se cuece: y es evidente que, aunque los planetas, o los agujeros negros, son sitios interesantes, las cosas que hacen los seres vivos (a veces maravillosas, y muchas otras horribles) son especialmente interesantes.
En cuanto a probabilidades, me remito a mis billones de planetas. Cuando Frank Drake reunió en 1961 a su Orden del Cisne, las Ciencias Planetarias aún no habían nacido. Ahora tenemos la perspectiva de empezar a analizar atmósferas de planetas de tipo Tierra en diez años. Y habrá miles y miles de candidatos. Podemos empezar a dejar de lado la Ecuación de Drake: entramos en la fase experimental.
4.-¿Tiende la vida a la complejidad? ¿es la tierra un sistema geobiológico complejo, una Gaia?
Esta es la pregunta que ponía furioso a Stephen Jay Gould. Las bacterias siguen siendo igual de sencillas o complicadas que hace 3.500 millones de años. A lo que parece tender la vida en este planeta es a aprovechar todos los nichos ecológicos posibles. O sea, a diversificarse.
Sobre Gaia tengo una anécdota personal que me parece divertida. Hace unos años me encontré en el vestíbulo de mi facultad con Juan Luis Arsuaga, y nos dedicamos a criticar (en broma, nada sangriento) a otro colega, Ricardo Amils, gaiano confeso. Al final, decidimos escribir un artículo de divulgación denostando la idea de Lovelock y Margulis. Bueno, pues cuando tuvimos el artículo terminado, nuestras ideas habían cambiado bastante, y los dos empezamos a considerar la idea con más respeto. Creo que Gaia tiene por lo menos algo muy interesante: nos ha puesto a pensar juntos a biólogos y científicos planetarios, geólogos entre otros.
5.-¿Cómo se lee en las rocas? ¿qué mensaje nos transmiten?
Como para entenderse con los franceses, o con los chinos, hay que aprender su lengua (en realidad, las rocas se parecen más a los americanos: podemos estar razonablemente seguros de que ellas no van a aprender la nuestra). Hay una ventaja, y es que no existen los acentos regionales: un conglomerado con cantos de cuarcita redondeados nos dice lo mismo en Guadalajara o en la Antártida. Nos cuentan la historia de la Tierra. Nos sirven incluso para predecir el futuro: lo que ha pasado se repetirá, si siguen persistiendo las condiciones para que el proceso se desencadene. El cambio climático en marcha es un ejemplo perfecto de esto: en el siglo XXII podríamos estar de nuevo en un sistema climático como el que vivieron los dinosaurios.
6.-¿Cuáles son los futuros geológicos y climáticos previsibles en la tierra?
Vaya, me adelanté en la respuesta. Los informes del Comité Intergubernamental para el Cambio Climático son un precioso ejemplo de la capacidad de la Ciencia moderna, y también de sus limitaciones. El hecho de trabajar para un organismo político, como es la Organización de Naciones Unidas, ha determinado, por desgracia, que el informe sea un extraño híbrido entre lo científico y lo diplomático. Aun así, el IPCC nos presenta un futuro climático temible.
Para el futuro geológico no hay tanto apuro. En otros 200 o 300 millones de años tendremos otra Pangea, lo que garantiza que el problema de las pateras tendrá por fin solución.
7.-¿En qué trabaja ahora? ¿Cuál es su mayor reto intelectual, cuál el misterio que quisiera desvelar?
Bueno, en lo que me queda (acabo de jubilarme) me gustaría poder avanzar en la investigación dinámica de los vecinos de la Tierra. Aunque los libros dicen lo contrario, ya hemos detectado una etapa corta de tectónica de placas en Marte, y algo hemos avanzado en Venus: al menos hemos dado con la zona crítica. A la vez, intento acabar un libro de Ciencias Planetarias que empecé hace tres años, y doy muchas charlas sobre Ciencia en institutos, a ver si saco algún futuro Nobel (creo que después de Cajal, ya nos toca). Me temo que me voy a perder el comienzo del estudio geológico de los exoplanetas, que será uno de los grandes retos científicos a partir de 2020 o así. Pero la Ciencia, como el Arte, siempre es (afortunadamente: lo contrario sería aburridísimo) más larga que la vida.
Los planetas que nos rodean no son tan hospitalarios para la vida. No, al menos, en el momento presente. Un buen candidato para haber albergado vida en el pasado, y quizás para albergar alguna forma elemental de esta en el presente, es Marte. También se ha sondeado Titán, un satélite de Saturno. Sin embargo los científicos no esperan encontrar nada parecido a lo que vemos en la tierra, al menos en este sistema solar. Mucho más allá, entre los billones de planetas que pueblan el cosmos, parece probable que haya alguna otra biosfera, quizás con seres inteligentes que se preguntan si existimos.
La astrobiología es una rama de la astronomía y de la biología, como su propio nombre indica, que estudia la vida fuera de la tierra. Pero su objeto de estudio es una probabilidad matemática, a día de hoy. Los astrobiólogos tienen que conocer muy bien la vida en la tierra, que es la única vida conocida por el momento, ver las condiciones en las que se ha desarrollado, y observar los otros planetas y sus actuales condiciones. Esto nos lleva de nuevo a la geología. En la forma de los planetas se puede leer su evolución geológica. A partir de esta se pueden aventurar hipótesis sobre la mayor o menor probabilidad de que alberguen, hayan albergado o puedan albergar vida. Un geólogo español, Francisco Anguita, ha dedicado una larga carrera profesional, entre otras cosas, al estudio de la geología planetaria. Como es natural han sido Marte, la Tierra y sus respectivas evoluciones geológicas y climáticas, sus principales objetos de atención. En un futuro nada lejano, nos dice él, se estudiarán exoplanetas (planetas de otros sistemas solares) en busca de señales de vida.
Si se encuentra vida fuera, se habrá dado el primer paso en la comprensión fundamental de qué es la vida y de cómo se originó. Ambas cosas son, en lo esencial, indisociables. Sobre las rocas de un planeta joven, hace miles de millones de años, algunos átomos se juntaron, adoptando una determinada configuración molecular que les permitía transformarse a sí mismos y a los átomos y moléculas circundantes en un determinado sentido. Ahora tratamos de encontrarle sentido a eso. Y con seguridad, lo que encontremos fuera nos ayudará a explicar lo que somos. La verdad está ahí fuera. Aunque no en el sentido en que Mulder y Scully creían.
Francisco Anguita, gran geólogo y autor de numerosos artículos y algunos libros excelentes de divulgación científica, ha tenido la cortesía de darnos respuesta a algunas preguntas.
1.-¿Cuáles han sido la evolución geológica y climática de nuestro planeta? ¿cómo han interaccionado entre sí y con la biológica?
Tanto los planetas como las estrellas son máquinas térmicas. Desde esta perspectiva mecanicista, podríamos considerar a la Tierra como uno de esos vehículos híbridos, con dos motores que se alimentan de distintas energías. El Sol proporciona la necesaria para los fenómenos meteorológicos y oceánicos, mientras que el planeta mismo libera su energía plegando, rompiendo y fundiendo rocas, moviendo los continentes, o generando un campo magnético. El clima y la vida son dos zonas complejas en este esquema. El primero parece, contra nuestra intuición, que tiene poco que ver con el Sol, y mucho con el tipo de atmósfera en cada momento de la evolución planetaria, o incluso con la posición de los continentes. En cuanto a la vida, todo lo que digamos sobre ella se ve lastrado por una ignorancia invencible: seguimos sin saber si es un fenómeno común o rarísimo. Con un solo ejemplo no podemos hacer muchas afirmaciones científicas. Lo que sí puede afirmarse es que esta biosfera (y otras que puedan existir) son hijas de su planeta: si la evolución de la Tierra hubiese sido otra, la vida también sería diferente.
2.-¿Qué cree que ha hecho de nuestro universo, de nuestro sistema solar y de nuestro planeta lugares aptos para la vida? ¿ve la vida más como un fenómeno inexorable o más como un milagro? ¿qué opina del principio antrópico?
Una serie de circunstancias (más bien, de propiedades) físicas y químicas [En este sentido, sostengo algo parecido a la famosa definición del amor por Severo Ochoa]. En cuanto al principio antrópico, me apunto al bando de los que lo consideran una tautología, y una más bien dañina, porque (a) no nos ayuda a entender el Universo, y (b) nos distrae de las preguntas importantes, como la que cité en la respuesta anterior. Por supuesto que, ya que estamos aquí, debe de ser que las leyes físicas de este Universo lo permiten. Menos mal.
La segunda pregunta me parece de interés. Los científicos no solemos creer en los milagros (por eso no dejo de considerar milagroso que haya científicos que crean en Dios). Por otro lado, inexorable es una palabra fuerte, un científico la usaría muy rara vez. Pero estamos avanzando algo: es más que probable que existan en el Universo billones (sí, con b, y además europeos) de planetas. Me parece que el principio que algunos llaman de mediocridad (no vivimos en un punto privilegiado del Universo) deja bastante claro que el pretender seguir solos en él es una profesión de analfabetismo científico.
3.-¿Por qué buscar vida en otros planetas? ¿qué probabilidades hay, por otro lado, de encontrarla, en particular la llamada "inteligente"? ¿No es la ecuación de Drake algo sumamente especulativo?
Esto enlaza con lo anterior. Podríamos ponernos filosóficos, y hablar de la Soledad Cósmica u otras bobadas. Yo prefiero pensar que llevamos en nuestros genes (junto con muchas otras pulsiones, la mayoría de ellas francamente peligrosas) una sed insaciable de ver lo que hay más allá del horizonte. Para Homo ergaster hace 2 millones de años, el horizonte era el borde de la sabana de África Oriental; para nosotros, el horizonte es el borde del Sistema Solar. Ya hemos mandado exploradores y estamos preparando otros. Queremos saber qué se cuece: y es evidente que, aunque los planetas, o los agujeros negros, son sitios interesantes, las cosas que hacen los seres vivos (a veces maravillosas, y muchas otras horribles) son especialmente interesantes.
En cuanto a probabilidades, me remito a mis billones de planetas. Cuando Frank Drake reunió en 1961 a su Orden del Cisne, las Ciencias Planetarias aún no habían nacido. Ahora tenemos la perspectiva de empezar a analizar atmósferas de planetas de tipo Tierra en diez años. Y habrá miles y miles de candidatos. Podemos empezar a dejar de lado la Ecuación de Drake: entramos en la fase experimental.
4.-¿Tiende la vida a la complejidad? ¿es la tierra un sistema geobiológico complejo, una Gaia?
Esta es la pregunta que ponía furioso a Stephen Jay Gould. Las bacterias siguen siendo igual de sencillas o complicadas que hace 3.500 millones de años. A lo que parece tender la vida en este planeta es a aprovechar todos los nichos ecológicos posibles. O sea, a diversificarse.
Sobre Gaia tengo una anécdota personal que me parece divertida. Hace unos años me encontré en el vestíbulo de mi facultad con Juan Luis Arsuaga, y nos dedicamos a criticar (en broma, nada sangriento) a otro colega, Ricardo Amils, gaiano confeso. Al final, decidimos escribir un artículo de divulgación denostando la idea de Lovelock y Margulis. Bueno, pues cuando tuvimos el artículo terminado, nuestras ideas habían cambiado bastante, y los dos empezamos a considerar la idea con más respeto. Creo que Gaia tiene por lo menos algo muy interesante: nos ha puesto a pensar juntos a biólogos y científicos planetarios, geólogos entre otros.
5.-¿Cómo se lee en las rocas? ¿qué mensaje nos transmiten?
Como para entenderse con los franceses, o con los chinos, hay que aprender su lengua (en realidad, las rocas se parecen más a los americanos: podemos estar razonablemente seguros de que ellas no van a aprender la nuestra). Hay una ventaja, y es que no existen los acentos regionales: un conglomerado con cantos de cuarcita redondeados nos dice lo mismo en Guadalajara o en la Antártida. Nos cuentan la historia de la Tierra. Nos sirven incluso para predecir el futuro: lo que ha pasado se repetirá, si siguen persistiendo las condiciones para que el proceso se desencadene. El cambio climático en marcha es un ejemplo perfecto de esto: en el siglo XXII podríamos estar de nuevo en un sistema climático como el que vivieron los dinosaurios.
6.-¿Cuáles son los futuros geológicos y climáticos previsibles en la tierra?
Vaya, me adelanté en la respuesta. Los informes del Comité Intergubernamental para el Cambio Climático son un precioso ejemplo de la capacidad de la Ciencia moderna, y también de sus limitaciones. El hecho de trabajar para un organismo político, como es la Organización de Naciones Unidas, ha determinado, por desgracia, que el informe sea un extraño híbrido entre lo científico y lo diplomático. Aun así, el IPCC nos presenta un futuro climático temible.
Para el futuro geológico no hay tanto apuro. En otros 200 o 300 millones de años tendremos otra Pangea, lo que garantiza que el problema de las pateras tendrá por fin solución.
7.-¿En qué trabaja ahora? ¿Cuál es su mayor reto intelectual, cuál el misterio que quisiera desvelar?
Bueno, en lo que me queda (acabo de jubilarme) me gustaría poder avanzar en la investigación dinámica de los vecinos de la Tierra. Aunque los libros dicen lo contrario, ya hemos detectado una etapa corta de tectónica de placas en Marte, y algo hemos avanzado en Venus: al menos hemos dado con la zona crítica. A la vez, intento acabar un libro de Ciencias Planetarias que empecé hace tres años, y doy muchas charlas sobre Ciencia en institutos, a ver si saco algún futuro Nobel (creo que después de Cajal, ya nos toca). Me temo que me voy a perder el comienzo del estudio geológico de los exoplanetas, que será uno de los grandes retos científicos a partir de 2020 o así. Pero la Ciencia, como el Arte, siempre es (afortunadamente: lo contrario sería aburridísimo) más larga que la vida.
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