martes, enero 24, 2006

El Progresismo como secularización del Cristianismo

La la desorientación moral y la reacción autodestructiva del Occidente de raiz cristiana ha llegado a ser mucho mas fuerte de lo que ha sido en otras culturas que no comparten la raiz cristiana. Esto se puede constatar simplemente mirando otras culturas que han adoptado el modo de vida occidental sin compartir el cristianismo, como por ejemplo, muchos paises de Asia.

Ultimamente, La obsesión fundamental de este weblog esta centrado en el conocimiento de las causas del florecimiento material e intelectual de Occidente en el pasado, las tendencias autodestructivas del Occidente moderno y los remedios posibles. No es que me proponga salvar el mundo. Simplemente me preocupa, porque, en esencia, lo que ocurre en Occidente es lo mismo que lo que ocurre en mi país, en mi trabajo, en mi vecindario y en mi familia. Y eso no puede tener otra causa que un cambio fundamental en el tipo de ideas y convenciones sociales al alcance de las personas para justificar su propia conducta.

El avance científico es una consecuencia del espíritu de Occidente a partir de la edad moderna. El incremento de los conocimientos que ha traido la ciencia, muchas veces referidos a ideas fundamentales, no podía dejar ese espíritu inmutable. En muchos posts he repetido lo evidente, es decir, la ciencia ha arrinconado a Dios, y el hombre occidental se ha visto sin fundamentos últimos en los que basar su moral, por lo que ha caído en una mezcla de nihilismo, relativismo o un simplismo moral auto-justificativo e hipócrita que ataca a las bases últimas de la colaboración social que han permitido el progreso de Occidente. Sin embargo la, devastación moral, la desorientación y luego la reacción autodestructiva ha llegado a ser mucho mas fuerte de lo que ha sido en otras culturas que no comparten la raiz cristiana. Esto se puede constatar simplemente mirando otras culturas que han adoptado el modo de vida occidental sin compartir el cristianismo, como por ejemplo, muchos paises de Asia.

Larry Ahart en su libro “Political Questions” describe en uno de sus capítulos, como el ateismo militante anticristiano es una consecuencia de la secularización del Cristianismo. En resumen, mientras que el naturalismo de la filosofía clásica, las religiones politeistas y las creencias orientales, que basan sus ideas morales de la observación de lo que es práctico y útil hacer para los intereses de cada uno dentro de una naturaleza azarosa y que se mueve por medio de dioses en conflicto, el cristianismo en cambio considera que, a pesar de que lo que ocurre se debe a causas desconocidas para los humanos, en cambio tiene toda la coherencia para su Creador, que orienta los hechos y nos pone a prueba para un bien final al que podemos optar, que es salvación, de forma que no importa lo que ocurra, bueno o malo, nuestra conducta moral no debe cambiar, y no importa que no comprendamos lo que ocurre. Es incomprensible aquello cuya causa final obedece a algo externo a la naturaleza (Dios) y no debemos orientar nuestras conductas de acuerdo con una moral que prime nuestros fines inmediatos. Solo importa nuestro bien final siguiendo los preceptos morales.

Esa delegación en Dios y ese menosprecio de la utilidad a cada momento de la fundamentación de la moral ha permitido a las sociedades cristianas mantener la colaboración en situaciones muy difíciles, que en otro caso hubieran significado la extinción como sociedad. Basta recordar las persecuciones que el cristianismo ha sufrido desde su fundación. El cristianismo siempre se ha sobrepuesto a la dominación externa y a las dificultades. Su expansión, al menos la inicial, cuando no era ni mucho menos religión oficial, en toda europa se debió en parte a la persistencia en la adversidad y en el ejemplo que esa actitud inspiraba en los no creyentes. La adopción del cristianismo posteriormente, permitió a las sociedades y a las personas, entre otras cosas, mantener la colaboración social en circunstancias muy difíciles, que se dan localmente incluso en situaciones de prosperidad general, hasta el punto de convertirse en potencias hegemónicas.

Este éxito de la civilización cristiana tiene una explicación: una sociedad que ha sufrido un retroceso en las condiciones materiales, suele caer en la lucha interna de todos contra todos por la superviviencia, abandonando toda actitud que no prime el corto plazo, es decir, cae en la amoralidad. Esta una conducta resultante que puede disolver la sociedad o mantenerla en la pobreza durante generaciones hasta que se restaure los compromisos morales que hacen posibles de nuevo la colaboración y por tanto la riqueza material. Parece ser que el sentido moral innato en el ser humano se orienta según las circunstancias vitales, y se transmite entre generaciones.

Como sin esos compromisos no hay progreso material y sin ese progreso material la lucha por la supervivencia impide el compromiso, se puede entender lo fundamental de contar con unas creencias que protejan las reglas de colaboración y, lo que es lo mismo, la moralidad, mas allá de las circunstancias materiales y de los intereses inmediatos.

Pero esa fundamentación de la moral más allá de lo que enseña la razón de acuerdo con la experiencia y las circunstancias concretas hace que la moral que sostiene la colaboración se desmorone totalmente ante la pérdida de la fe ante los descubrimientos de la ciencia. Mientras que en los pueblos que practican religiones naturalistas o politeistas la caída de uno de sus dioses o principios no supone un derrumbe de las convenciones morales, sin embargo eso no ocurre así en el caso del monoteismo. Ante esa caida solo queda la reacción del fundamentalismo de los islamistas o , en el caso del cristianismo, el abandono y la progresiva caída de valores morales que trae el abandono de la fe. El nihilismo es la primera consecuencia: el abandono de toda moral y toda explicación creible sobre la naturaleza de las cosas..

El ateismo militante es la segunda consecuencia del abandono de la idea de Dios en el cristianismo y es una reacción contra el nihilismo. El ateismo militante intenta establecer unos nuevos fundamentos morales que aunan los aspectos esperanzadores del cristianismo y la ciencia. La pérdida de la esperanza en la fe en dios y en su redención solo se puede curar alejándose del nihilismo y el cristianismo mediante la elaboración de una utopía terrenal que cuente con una parafernalia pseudocientífica suficiente como para vencer al nihilismo y edificar una moral que cuente con nuevos valores poco discutibles y controvertidos, como la ecología , la solidaridad, la paz, junto con la negación de los problemas a los que la vieja moral cristiana daba solución: negación de la diferencia de sexos, negación de la necesidad del esfuerzo y la voluntad para edificar el progreso material, negación de la escasez como motor de la economía, negación de la guerra como una circunstancia inevitable en ciertas ocasiones, negación del egoismo natural del ser humano. Negación de la naturaleza humana al fin y al cabo. Esa naturaleza humana solo es consecuencia de la cultura Occidental opresora, es decir, el Capitalismo. Junto a esto, se bajan a la tierra los aspectos esperanzadores del cristianismo: la idea del paraiso perdido y la idea del Cielo para los justos. El primero de esos dos componentes se recicla en la forma de una idea paradisiaca de las sociedades primitivas pasadas y presentes que nunca han existido (que en el caso del nacional-socialismo y el nacionalismo identitario llega al paroxismo), a pesar de que la enseñanza moderna, impregnada de progresismo diga lo contrario. El segundo se recicla bajo la idea de una utopía, un cielo en la tierra al que se llega por medio de la erradicación del Capitalismo y la vuelta a esas condiciones idílicas primitivas.

De esta forma, mientras que el Cristianismo presenta su utopia en el mas allá creando unas condiciones morales terrenales que favorecen unas condiciones de colaboración social, en cambio el ateismo militante en todas sus formas es radicalmente destructivo de la sociedad con el objetivo de crear una sociedad mas destructiva aún.

Es un utopismo moral que promete tal felicidad perpétua en la tierra que cualquier barbaridad presente está justificada para imponerlo. Con ello, la caída del cristianismo crea una de las morales más destructivas, que se inicia en plena ilustración y de cuyo poder destructivo hemos tenido constancia inequívoca en el siglo XX, a través del Comunismo y el nacional-socialismo, este último, una versión racial de socialismo que tiene todas las características anteriores.

Actualmente, Esta concepción totalitaria de la existencia ha recuperado su fuerza, y si antes rechazaba la democracia y se planteaba como abiertamente totalitaria, una vez derrotada por la misma democracia, se ha hecho parte de ésta. Desde Otegui a ZP, hoy en día no hay palabra mas querida y repetida por un radical totalitario que la palabra democracia. En el fondo, el progresismo vuelve a sus orígenes jacobinos pre-marxistas y vuelve a plantearse la toma del poder desde dentro mediante la subversión de las bases morales y las instituciones democráticas.

El fundamentalismo islámico y el progresismo son los resultantes actuales de dos reacciones opuestas a la destrucción de los fundamentos morales por parte del saber científico en Occidente. No es extraño que el progresista envidie y admire la firmeza moral que los fundamentalistas tienen en comparación con su moral vacía y llena de prejuicios falsos sobre la naturaleza humana, que le hacen sentirse hipócrita consigo mismo y con los demás.

Las ideas son las que mueven la historia, y los conflictos humanos no son mas que conflictos entre las ideas que fundamentan las acciones de unos y otros. La solución al conflicto actual, ese ataque conjunto de Islamismo y Progresismo a las bases de la colaboración que han permitido al mundo salir del estado de subsistencia solo puede venir de la ciencia misma. Y el hecho es que, como digo a menudo, hay nuevas disciplinas científicas, como la teoría evolucionista de juegos, la memética, las ciencias de la computación, la psicología evolucionista y la biología evolucionista que dan soporte a una visión del mundo que verifica muchas de nuestras intuiciones subjetivas sobre la naturaleza humana y demuestran la utilidad y necesidad de unos valores morales y unas instituciones sociales que son tradicionales en Occidente como la propiedad, la libertad de empresa, la democracia liberal con separación de poderes y estado de derecho, con un gobierno limitado.

El fracaso del capitalismo, es decir el retorno a la tradición Occidental, a pesar de todas las condiciones favorables que ha tenido después de la caida del Comunismo se debe a la carencia de una oferta creible que presente una visión, con suficiente fuerza científica, la realidad de la naturaleza humana y aquello que es capaz o no de alcanzar, y ofrecer esto con un cierto grado de esperanza.

miércoles, enero 11, 2006

Larry Arnhart on Religion, Morality, and Darwinism

Un post de Larry arnhart sobre lo que he hablado ultimamente. Larry Arnhart es un catedrático de ciencias políticas que junto con otros, como Fukuyama, basan sus conclusiones políticas en todo lo que se va conociendo sobre la naturaleza humana, fundamentalmente gracias a lo que el evolucionismo aplicado a la especie humana está descubriendo. Su conservadurismo en el sentido americano equivale mas bien al liberalismo conservador en Europa (valores morales/sociedad civil/gobierno limitado). Esa es mas o menos la opción política a la que lleva ese conocimiento.

El vínculo entre la naturaleza humana, la moralidad y la religión cristiana es Aristóteles -el filósofo que basó su ética en el hecho evidente para él de que e ser humano es un animal social- su instaurador dentro del Cristianismo, Santo Tomás de Aquino y toda la escolástica posterior que desarrolló no solo los aspectos teológicos, sino las teorías morales basándolas en una idea realista sobre la naturaleza humana. Como dice Arnhart, hay muy poco en la Biblia que justifique lo que se predica en las iglesias de todas las confesiones cristianas. El cristianismo es, a través de las épocas, en gran parte una ciencia moral aplicada a las circunstancias concretas.

Pero, como dice Arnhart, aunque la religión impulsa la moralidad de las conductas, no es su base. La moralidad está profundamente introducida en nuestra biología. Por eso, a medida que la religión pierde su fuerza explicativa a manos de la ciencia y el relativismo moral se va adueñando de los bienpensantes, el sentido moral resurge sin guía y con mas fuerza en la forma de progresismo, ecologismo y primitivismo religioso, abogando por el futuro del planeta, de la naturaleza, de la solidaridad con otros pueblos elegidos por los bienpensantes etc. Y resurge con todas sus características: esta nueva moral resurge, como toda moral, con un odio, en este caso sin límites, contra los que no comparten esa nueva moralidad, dividiendo el mundo civilizado entre los que aceptan y los que no aceptan esa moral totalizadora.

Esta nueva moral relativista y primitiva se basa en la fe sin límites en el poder de la ciencia para el progreso humano hacia una felicidad perfecta, que solo otros hombres malos pueden tratar de impedir. Es una moral hipócrita y destructiva del orden moral que ha creado la riqueza material espiritual de occidente, pero es una moral al fin y al cabo, y demuestra por un lado la fuerza del sentido moral innato de la naturaleza humana y por otro, la necesidad de crear, a toda prisa, una ciencia moral en el sentido que "predica" Arnhart: una ciencia moral como tal que no se apoye en la religión, pero que sirva para determinar que es bueno y que es malo para todos en el corto, medio y largo plazo y que guíe en la confusión creada por el relativismo y el primitivismo debido a la caída del poder normativo de la religión ante la ciencia.

Si el sentido moral fuera bueno cualquiera que fueran sus contenidos, entonces haría 2 millones de años que estaríamos explorando la galaxia. Pero no es así, porque el sentido moral necesita guiarse por reglas precisas para alcanzar el progreso material al que se llega por el progreso espiritual que esas normas justas crean. Uno de los peligros del sentido moral es que de una forma u otra se llenan de contenidos san buenos o no. Los contenidos morales que preferimos son aquellos que nos hacen sentirnos mas buenos y mejores que los demás. ¿Que mejor para los bienpensantes en esta época que abrazar el progresismo y la tolerancia como valores supremos, no importa que sea para justificar a fundamentalistas que nos quieren destruir como para sacar de las cárceles a psicópatas, si es gratis mientras no nos afecte directamente a nosotros?. Otro peligro es la indignación moral ante todo lo malo, que como decía Mc Luhan es la forma de dignificarse que tienen los simples. Es mas fácil indignarse inmediatamente por los males del mundo y echar las culpas a "los poderosos" que el informarse y conocer las causas.

Ese simplismo moral del progresismo es quizá mas dañino que cualquier otro sistema moral, ya que no se basa en exigencia alguna para con uno mismo, al contrario que la moral predicada todas las grandes religiones. Y con una moral sin autoexigencia, una sociedad se atomiza y se destruye, ya que, casi por definición, la sociedad se basa en una moral de exigencias mutuas.

miércoles, enero 04, 2006

Moral Darwinismo y Cristianismo

El sentido moral existe en el ser humano porque, pese a que el ser humano es básicamente egoísta como todos los seres vivos, al contrario que los demás animales, la colaboración en el ser humano supera en beneficios a medio y largo plazo a las conductas puramente egoístas que maximizan el beneficio inmediato y excluyen la colaboración.

En un pasado post propuse un criterio racional de moralidad para con los demás basándome un poco en la teoría de juegos, que, en resumen, considera como bueno todo aquello que hace el bien a nosotros y a los demás siempre que al hacerlo no perjudicamos a otros terceros como consecuencia de efectos secundarios, puede que a largo plazo. Ese largo plazo de los efectos sociales de algunas conductas individuales es una de las razones por las que es peligroso juzgar racionalmente las tradiciones y las reglas morales. Algunas razones se pueden conocer, pero otras no están al alcance de la razón porque no conocemos todos los efectos de los actos individuales. Es por eso que la decantación de las conductas morales obedece a todas las causas, las que conocemos y las que no conocemos. Por eso la única forma segura de juzgar las normas morales es por su propio éxito o fracaso relativo en comparación con otras de otras sociedades.  De todas formas si se puede intentar explicar las razones subyacentes a las normas y valores morales, siempre con un sentido de prudencia que no de carácter de verdad revolucionaria, ya que el plantear una revolución en base a conclusiones racionales sobre un sistema caótico en términos físicos como es la sociedad humana no puede ser mas que el efecto del atrevimiento de la ignorancia, que es la fuente de la soberbia de la razón, típica de la izquierda.

He intentado hacer ver que la religión y las tradiciones intentan acomodar de la forma más armónica posible, los deseos de los individuos para unas circunstancias vitales dadas que incluyen la situación económica, los conocimientos disponibles, el medio físico y otras limitaciones. No obstante hay una gradación de éxito, dependiendo de la medida en que lo consigan.

Pasando de criterios racionales a criterios individuales e intuitivos. ¿Hay algún criterio según el cual intuitivamente nuestra mente evalúa nuestra conducta y la de los demás creando sentimientos morales?.

Es curioso el como en una situación tan extraña como la del juego del prisionero que expliqué al final de ese post, intuimos que lo correcto, lo moral y lo “bueno” es el no delatar, y a esa conclusión moral llegarían igualmente dos misioneros encarcelados como dos asesinos psicópatas, lo cual da un pista sobre el carácter universal y omnipresente de las percepciones morales, junto con las reglas sorprendentemente sencillas que distinguen lo bueno de lo malo. La teoría de la evolución darviniana sugiere que, probablemente, Lo bueno y lo moral es lo que nuestra mente percibe que beneficia a todos los que están implicados en nuestro propio éxito (aunque no nos beneficie tanto a nosotros mismos en el corto plazo).  Esto tiene todo el sentido, ya que sería una regla de conducta y una percepción que sería seleccionado por la evolución.

Pido perdón por el reduccionismo y el ataque implícito a las creencias de los demás. Luego lo matizaré. Esta reducción de lo que es intuitivamente moral al ámbito de un determinado grupo es en parte lo que sirve de justificación a cierto relativismo moral. De eso también hablaré mas adelante. Es  evidente que las percepciones morales son subjetivas, pero nuestros deseos son universales en el sentido de que todos deseamos las mismas cosas para nosotros mismos. Por tanto, una moral y una ética social que satisfaga de la forma más armónica los deseos de todos en una sociedad es una moral superior. Lo mismo ocurre con los sistemas políticos.

El ácido universal

El filósofo Daniel Dennet dice que el Darwinismo es como el ácido universal que reduce a la nada todo el sentido de lo bueno lo moral y lo ético y todos los valores que hasta el mas descreído de los humanos es capaz de apreciar. Pero, como él dice, es perfectamente posible salvar todo lo que nos hace seres digno y con sentido. Porque la pérdida es solamente pasajera. Porque, pese a toda esa explicación en términos de lógica darwiniana, y pese a que nuestros sentimientos tienden a elaborar conductas que favorecen nuestra supervivencia y reproducción (en el ambiente primitivo), esos sentimientos son genuinos, de la misma forma que lo serían si nuestros sentimientos fueran a imagen y semejanza de los de un Dios creador. Por ejemplo, el que en amor maternal o de pareja haya sido seleccionado por el proceso ciego de la evolución darviniana porque favorece el tener hijos sanos no quiere decir que el sacrificio de una madre o un padre por sus hijos no sea real y digno de admiración. El que hayamos sido creados por un proceso ciego y sin moral no quiere decir que nuestras percepciones morales sean una ilusión. No es necesario que el proceso que nos haya creado tenga propósito, moral o valores, lo importante es que nosotros si tenemos propósitos, moral y valores (Pinker dixit)

Ante la visión de un mundo sin un creador que lo de propósito, es muy común el caer en el relativismo o la hipocresía. Esta es la razón de que pensadores como Voltaire, en plena Ilustración dijera “Si Dios no existe, habría que inventarlo”. Por supuesto, porque hasta la llegada reciente de una explicación alternativa satisfactoria, la existencia de Dios era la única explicación racional tanto de la vida como de los valores morales, es decir, de todo el sentido de la vida. De paso, siempre me impresionó la explicación de Bertrand Rusell acerca del por qué de la caída en la amoralidad de los católicos cuando perdían la fe, como ocurrió en la época de la Ilustración en Francia y ahora mismo en todos los países mediterráneos, en contraposición a los protestantes en la misma situación, que se suelen mantener imperturbables: los católicos confían mas en el dogma, mientras que para los protestantes, acostumbrados a dudar de los dogmas, para ellos el agnosticismo es un tipo mas de protestantismo. De todas formas, como dice Benedicto XVI en un alegato sorprendentemente próximo al luteranismo, creyentes y no creyentes participamos de la misma angustia ante la duda entre si dios existe o no.

Sin embargo, no creo que haya nadie a quien no le repugne a su conciencia y sentido común el explicar la racionalidad de la moral, de los sentimientos morales en términos de un balance entre costes a corto plazo y beneficios esperados a largo plazo. Esta repugnancia se debe a que este sentimiento es asimismo tiene una lógica evolucionista: Es un sentimiento es eficaz para favorecer la colaboración y por tanto esa repugnancia a pensar en términos de costa/beneficio acerca de valoraciones morales fundamentales es una repugnancia creada por la selección natural, como voy a explicar ahora:

Es racionalmente eficaz el obedecer irracionalmente los valores morales

Pese a  responder a una racionalidad que intento describir aquí, la eficiencia de las normas morales en nuestro trato con los demás depende de que no se sopesen racionalmente las alternativas, sino que las normas y valores se obedezcan porque si. Esto proporciona seguridad en nuestra conducta y favorece la colaboración. En otro caso, si yo intuyo que el otro esta evaluando racionalmente alternativas como , por ejemplo, entre comprarme algo o robarme, decirme la verdad o mentirme etc, entonces tendré muchos menos motivos para arriesgarme a colaborar con esa persona. Las personas que se guían por criterios racionales en estos aspectos son usualmente consideradas como personas inmorales. Los delincuentes actúan y piensan así. En cambio si yo sé que por principio esa persona o personas son pacíficos y dicen la verdad, no tendré problema en ello, incluso aunque sean desconocidos. Incluso, y mas importante, aunque nunca mas vuelva a a implicarme en una relación de intercambio con esas personas y aunque sea racionalmente mas beneficioso el robo, o la mentira o cualquier conducta de suma negativa por mi parte. De esta forma, cuando las normas morales se obedecen por principios, o dicho de otra forma, cuando las personas son virtuosas, entonces la colaboración se extiende mucho más allá del círculo de confianza correspondiente a la familia, el clan o la tribu.

La incertidumbre que crea la estimación racional de alternativas lo ilustra muy bien la paradoja del prisionero descrita al final del post mencionado: si tanto A como B saben que el otro es un hombre de principios y no delatará, en ese caso A y B tendrán claro, sin ninguna duda, que ninguno de los dos delatará y ambos saldrán de la cárcel. La incertidumbre racional que da lugar a la paradoja del prisionero ha desaparecido.

Las religiones, especialmente la cristiana, hacen precisamente esa labor: Por una parte elevan esa racionalidad a la categoría de principio o norma indiscutible emanada de la misma divinidad y por tanto conmina a los fieles a obrar así independientemente de los resultados. Por otra parte, la religión crea un sistema de castigos y premios en el más allá que eleva psicológicamente los beneficios de la colaboración y los perjuicios de la no colaboración.

Por el hecho de que esas características de la moral son útiles, la evolución ha desarrollado unos mecanismos que ocultan al consciente la racionalidad de las normas morales y favorecen la obediencia por principio de las mismas.  Además existen mecanismos que permiten fiarnos de los demás: muchos gestos de nuestra cara están fuera del control de la voluntad, por lo que muchas veces nos delatamos cuando mentimos o defraudamos. Esto que podría ser una desventaja no lo es en sociedad: los individuos que se delatan a si mismos son mas fiables para los demás y por tanto se benefician en mayor grado de la colaboración social. En cambio, los “caraduras” (palabra que califica perfectamente su significado) no tienen tanto éxito en sociedades con una alta moralidad y por tanto, de acuerdo con lo anterior, prósperas y civilizadas. En cambio en las sociedades y grupos donde la vida corre rápido, es corta y llena de incertidumbre y por tanto reina la pobreza o la depredación  de los que son más virtuosos, en estas situaciones los caraduras y los psicópatas -su versión extrema- están en su medio ideal.

Parece que los psicópatas tienen inutilizada la zona del cerebro que se encarga de evaluar las situaciones sociales y presentar al consciente sus resultados en forma de sentimientos morales.


La falacia naturalista
He intentado utilizar un criterio racional vago para determinar la bondad de las normas morales basándome en la teoría de juegos: (es bueno lo que satisface mis deseos y los de los demás al mismo tiempo, siempre que en el largo plazo esa satisfación de deseos no perjudique a unos  terceros) .

A continuación debería justificar el por qué el criterio racional elegido del aumento de satisfacción es un criterio mejor para evaluar normas morales que otros criterios racionales alternativos, que los hay, y habría que discutirlo. Por tanto, debería elaborar un criterio racional o metafísico de orden superior del que se deduzca que ese criterio es el mejor. Y así sucesivamente.

La única salida a esta regresión infinita sería establecer un criterio último y una causa última de toda motivación moral, que no podría ser otro que un fin determinado por un principio último emanado de un ser moral superior (el cristianismo añade: del que nosotros estamos hechos a su imagen y semejanza). Un ser que se supone fuente de causalidad y creación últimas, (al menos antes de que  Darwin descubriera la teoría de la selección natural). Además, dado que tenemos una intuición profunda de las normas morales, es obvia y tentadora la conclusión de que es ese mismo Dios es el que hace aparecer esas leyes morales ante nuestra percepción en forma de intuición, conciencia y sentimientos. Este es el sentido original y la salida formulada por  Moore cuando estableció la falacia naturalista.

La psicología evolucionista, nacida de la aplicación del darwinismo moderno a la mente y la conducta humana, propone otro modelo para el entendimiento de moral y derecho natural en el que la intuición moral forma parte de una serie de mecanismos mentales innatos que procesan dinámicamente la situación del individuo y sus condiciones sociales para dar lugar a percepciones morales que optimizan las posibilidades de supervivencia y reproducción en la vida en sociedad. El hecho de que esos mecanismos morales sean innatos y los fines de esos mecanismos prefijados, hace que las normas morales tengan un carácter universal para todos los seres humanos, aunque su dependencia de las circunstancias hace que las exigencias en la conciencia de esas normas morales se modulen dependiendo de estas circunstancias, pero siempre tendiendo a unos fines universales que son los deseos básicos de la naturaleza humana.

La tradición judeocristiana, correspondiendo a la civilización occidental es la que ha producido las sociedades más satisfactorias. La conclusión de Moore ya lo había establecido mucho antes la escolástica cristiana. El cristianismo (al contrario que otras religiones donde los libros sagrados son para recitar, como el Islam, y no para meditar) es en gran medida el resultado de una elaboración racional basada en los hechos observados y en premisas evidentes a la intuición, tal como corresponde a los métodos de la filosofía griega de la que es heredera, especialmente, de Aristóteles. En su versión moderna dista en muchos aspectos y matiza mucho el cristianismo tal como lo definió su fundador adaptándose a la mejora de las condiciones materiales, y la mejora de las condiciones de vida. Por ejemplo, en la edad media era normal y moral que los padres dispusieran no ya del aborto sino absolutamente de la vida o muerte de sus hijos ya nacidos, porque las condiciones materiales no permitían otra cosa. Esas condiciones han ido mejorando y el cristianismo ha ido decantando reglas morales que protegen los derechos de esos hijos atendiendo a una regla moral de orden superior y universal de proteger la vida. Por otro lado, la base aristotélica ha llevado a los católicos a cometer errores de bulto en el pasado visto a los ojos actuales, como la prohibición de los préstamos, y la mala reputación del comercio, cosas en las que también tuvieron muchas polémicas y distaron mucho de estar de acuerdo entre si los primeros reformistas luteranos.

El problema es que el cristianismo, al basar los valores morales en Dios y en verdades intuitivamente evidentes, aunque hace lo mejor que puede desde el punto de vista racional para acomodar los valores morales a los conocimientos disponibles al menos hasta la revolución darviniana, esos valores imprescindibles para la libertad se resientes cuando se cuestionan ambos soportes debido a las re voluciones científicas.

Por eso cobra el mayor de los sentidos el rescatar los aspectos racionales de las reglas morales y el origen de la percepción intuitiva de lo que es moral y ético, para evitar la disolución de esos valores dentro de un relativismo para el que los valores y la intuición no son mas que reglas culturales arbitrarias establecidas por un poder opresor a las que no solo se niega motivación racional y beneficio social alguno, sino todo lo contrario.

Por eso, es importante el establecer que nuestras intuiciones morales obedecen a criterios muy precisamente establecidos por el valor de supervivencia y reproducción que esos valores morales desencadenaron en nuestro pasado evolutivo, que esos valores implican unos costes y unos beneficios precisos, que esos valores rinden beneficios sociales actualmente y que esos valores son imprescindibles para crear un mundo mejor.

La evolución nos ha dotado de unos mecanismos intuitivos de evaluación de esos costes y beneficios y de una interiorización acrítica de valores sancionados socialmente por el uso. Debido a la tensión entre ambos mecanismos el ser humano se debate entre obedecer y no obedecer las normas según sus circunstancias. La psique humana se ha adaptado a muchos tipos de situaciones en el pasado, de seguridad y violencia. Por tanto, esta hecha para evaluar el peso de sus objetivos a corto, medio y largo plazo según sus circunstancias. A medida que su perspectiva se hace más a largo plazo debido al mayor respeto de su vida, su libertad y su propiedad, estas circunstancias le hacen ver útil el respetar más y más los valores morales, ya que estos rinden resultados a medio y largo plazo. De este modo los valores morales favorecen la libertad y ésta refuerza los valores morales.

De esta forma, una moral basada en un Dios, lleno de bondad, pero en el que el papel del Diablo es imprescindible para explicar la realidad del mundo y de las personas, pasa a ser sustentada por su archienemigo aparente: La mecánica ciega de la biología evolucionista, que viene a decir que la bondad y el Diablo son instancias interiores y no exteriores a nuestra mente y ambas se debaten por establecer los actos que configuran nuestra historia y nuestra libertad. Si una sociedad lucha por mejorar y llegar a un mayor grado de civilización, y por tanto, de exigencia moral, entonces, en el fondo, y a efectos prácticos, la cosmogonía judeo-cristiana es tan acertada que sus valores no se tambalean cuando se cambia la base explicativa.

Valores morales contra relativismo
Los valores morales son una característica de la mente humana que responde a una paradoja que enfrenta (parte de) su naturaleza biológica y su naturaleza social. Este enfrentamiento se ha incorporado a su naturaleza por medio de la evolución natural. Su efecto tangible son nuevos cricuitos en la corteza cerebral. Su efecto psicológico son las percepciones y los sentimientos morales. Su efecto sociológico, las reglas y valores morales. Pero este enfrentamiento entre nuestro egoismo biológico y nuestra interiorización, igualmente biológica de las normas sociales permanece y genera buena parte de las disyuntivas morales con que nos enfrentamos todos los días: Los valores morales son necesarios porque el ser humano es básica e innatamente egoísta, como lo son todos los demás seres vivos ya que hemos surgido por selección natural, por tanto en nuestra conducta prima todo lo que incrementa nuestras posibilidades de supervivencia y reproducción.  Pero, a diferencia de otros animales, Pese a que el ser humano es básicamente egoísta como todos los seres vivos, la colaboración en el ser humano superan en beneficios, a medio y largo plazo, a las conductas puramente egoístas que maximizan el beneficio inmediato y excluyen la colaboración.

El ser humano, como todos los seres vivos, evolucionados por selección natural, busca lo mejor para si mismo y  del mismo modo que en el caso de los animales superiores, los mamiferos y aves, procura también lo mejor para sus parientes genéticos, para lo cual estos animales han desarrollado las habilidades cognitivas correspondientes (no sin fallos de apreciación) para el reconocimiento de sus parientes, con lo que consiguen una mayor seguridad en la reproducción y en la supervivencia de sus descendientes. En ciertas especies, donde las crías nacen desvalidas y exigen un esfuerzo excesivo por parte de la madre, el macho ha evolucionado para contribuir a la crianza. Esto ocurre en ciertas aves, el ser humano y otras especies. El concepto de familia, por ejemplo, nace de esa realidad biológica. El altruismo hacia nuestros parientes es desinteresado y la intensidad de ese altruismo está demostrado que depende de la probabilidad de semejanza genética (R. Trivers). Fuera del parentesco, las relaciones, incluso en el caso de la solidaridad, no son puramente altruistas, sino que hay un intercambio de bienes o servicios. En términos económicos, un mercado.

En cambio, el relativismo propugna que nada de eso es cierto, que el hombre no necesita colaborar en intercambios voluntarios sino que puede ser directamente altruista con todo el mundo si no se le educa y no vive en una “cultura dominante” que enseña a ser egoístas Con lo cual no son necesarios los valores morales, sino que éstos son construcciones sociales que sirven de cobertura de  una ideología represora hecha con el fin de que los oprimidos y reprimidos no consigan sus óptimas potencialidades y siguen al servicio de una clase dominante etc etc. Como esa moralidad es inherentemente autodestructiva y debido a la especie de revelación que para el converso supone el relativismo moral, la mayoría de los relativistas morales abrazan una especie de buenísmo autoritario con el cual ellos se establecen en legítimos  dictadores en la imposición de lo que es bueno. Una especie de Fascismo del buen salvaje.

Esta teoría relativista moral y determinista cultural es incompatible con la teoría de la selección natural, veamos por que: supongamos que en un momento dado de la historia evolutiva de la especie humana, aparece una variedad mutante de humano que puede ser enseñado a ser altruista sin demandar nada a cambio para su propia supervivencia y su propia reproducción. Inmediatamente será utilizado por los de la variedad “egoísta” para su propio beneficio de supervivencia y reproductivo. Por tanto, la variedad moldeable altruista desaparecería evolutivamente en poco tiempo. Quizá el relativismo moral y el determinismo cultural es precisamente una ideología que ha prosperado por su eficacia en la dominación por parte de una élite.

Los relativistas morales y los deterministas culturales saben perfectamente acerca de esta contradicción. Por eso niegan, aún de forma mas furibunda que los religiosos, que la selección natural sea aplicable a las habilidades cognitivas del ser humano. Por ello, propugnan teorías alternativas de la evolución del cerebro humano, como por ejemplo, el mutacionismo masivo o bien unas “leyes de evolución de la forma y la función” nunca encontradas. Ambas son insatisfactorias y a-científicas, ya que no pueden explicar el camino progresivo hacia la improbabilidad de las formas vivas, desafiando aparentemente la ley de la entropía. Solo un proceso de  reproducción con variación y posterior selección da cuenta de este “escalada en el monte de la improbabilidad” (nombre que Dawkins dio a uno de sus libros), independientemente de que haya o no, según las creencias, una inteligencia superior preexistente que diera comienzo al proceso.

El dilema entre la colaboración por medio de intercambios voluntarios y la agresión por medio de intercambios forzados es lo que diferencia a la sociedad humana de otras sociedades animales. De este dilema nacen los valores morales, que son consustanciales a la sociedad humana, mientras que en las sociedades animales, no lo es en forma apreciable. A diferencia de las hormigas, las abejas y otros seres sociales, en las sociedades humanas más extensas que los clanes familiares, los humanos no estamos estrechamente emparentados genéticamente. Veamos en detalle lo que ocurre en una sociedad de hormigas y en una sociedad humana:

Moral en Hormigas y Seres Humanos

Para empezar, hay que tener en cuenta la premisa de la Biología evolucionista de que los genes que proliferan son los que desarrollan conductas que por un lado favorecen su propia reproducción y por otro, favorecen el cuidado de otros seres que tienen genes parecidos, mientras que se aprovechan de los que no tienen genes parecidos y combaten a los que ocupan su mismo nicho ecológico o reproductivo, normalmente, de su misma especie.

Por ello, una hormiga se sacrifica sin conflicto moral alguno por otra de su misma colonia, ya que ambas son clónicas.. Para su dotación genética, ambas son totalmente intercambiables y su cerebro, diseñado por esos genes, ejecuta acciones de acuerdo con esa premisa. Sin embargo con las hormigas de otras colonias aún de su misma especie, la única relación que existe es una guerra despiadada y sin cuartel. No hay colaboración con hormigas que no sean sus gemelas. Por tanto,  los genes de las hormigas no han tenido que desarrollar, en el cerebro de la hormiga, un cálculo complicado de cual es la mejor acción en cada momento para preservar el mayor número de genes similares a ella misma. Para favorecer a sus clones y atacar a los no clones, Los genes de cada hormiga solo necesitan codificar y desarrollar un sistema que emita y reconozca feromonas para distinguir a sus hermanas gemelas de las que no lo son, como si fuera un identificador amigo/enemigo en los aviones de combate.  No hay un debate moral interior en este caso. No hay hormigas moralistas encargadas de alentar  a la solidaridad y el sacrificio por los semejantes (palabra nunca mejor traída en este caso). No tienen hormigas desertoras ni hormigas héroes. Las hormigas de una colonia no intercambian entre si bienes y servicios. No es necesario: cada hormiga trabaja para sus gemelas igual que para si misma.

La sociedad de hormigas es solo un desideratum para ciertos especimenes humanos ignorantes de las razones de las hormigas se comporten así. Sin duda el que lea el párrafo anterior verá en ello una bella lección moral, pero como he dicho, no es así. Lo que apreciamos en realidad es la visión antropomorfizada de las hormigas y, debido a ello, la visión altruista de la hormiga en el contexto humano despierta admiración, como si cada hormiga tuviera que deshacerse, en un ejercicio de virtud, de sus pasiones egoístas. Eso es solo una alucinación y es parcial, porque antropomorfiza a la hormiga, no hormiguiza al ser humano.

Las hormigas no tienen que vencer sus instintos egoístas porque no los tienen. Son unas máquinas que no tienen conciencia de su individualidad. al servicio de la colonia. En cierto sentído muchos biólogos consideran que una colonia de hormigas es un único organismo. Esto no es una cuestión de tamaño del cerebro, porque si los mismos seres humanos hubieran evolucionado formado colonias de seres clónicos desde hace millones de años, los hombres no tendríamos conciencia de nuestra individualidad porque no la necesitaríamos para la supervivencia y la reproducción de copias genéticas propias, y toda nuestro entendimiento estaría focalizado en el “Nosotros”. Además, en este supuesto, debido a la disparidad genética entre colonias, intentaríamos exterminar a las demás colonias de humanos clónicos. Sería una utopía socialista maravillosa, para ciertos aspirantes a hormiga reina.

La belicosidad extrema entre colonias de hormigas de la misma especie hace que ni siquiera sea pertinente la famosa frase del sociobiólogo E.O. Wilson, pensando en los humanos y las hormigas y  refiriéndose al Comunismo: “Nice idea, wrong specie”, que se puede traducir libremente como  “buena idea, pero aplicada a la especie equivocada”. En realidad, ninguna especie puede adoptar ni adopta comunismo.

Una familia humana se comporta de forma altruista entre sus miembros de forma análoga a una colonia de hormigas, aunque no tan perfecta, porque sus miembros están emparentados, pero no son clónicos. Pero, en cambio, la relación entre familias humanas distintas no es la guerra total y sin cuartel como en el caso de las colonias de hormigas. Los humanos hemos desarrollado una sociedad muchísimo mas compleja, basada en unos equilibrios entre valores morales e intereses individuales que se complementan entre si. Veamos el mismo ejemplo de las hormigas aplicado a dos seres humanos:

En comparación con el ejemplo de la ayuda entre dos hormigas, cada vez que un humano se encuentra con otro en peligro, se desarrolla un conflicto interior en el que intervienen una buena cantidad de habilidades cognitivas inconscientes que evalúan la percepción del peligro para el otro y para si mismo si se involucrara en su salvamento, si ese otro es de la familia, de la familia extensa, del grupo social con el que le unen lazos especiales, la pasada historia de interacciones con esa persona, las perspectivas  futuras de que esa persona ayude a alguien de la familia propia, su edad con respecto a la del otro, las reglas y valores morales de la comunidad, los principios de uno mismo. Es decir nos vemos inmersos en disyuntivas morales en los que hay un cálculo de coste/beneficio que nadie calificaría como tal, porque solo es parcialmente consciente. Esto se debe a que los genes de cada humano son distintos, por lo que cada dotación genética desarrolla habilidades cognitivas para su propia supervivencia y reproducción que considera el concepto de individualidad y su preservación. Pero, al mismo tiempo, los genes han sido seleccionados también para maximizar sus opciones vitales a medio y largo plazo, por medio de la colaboración con otros, incluso perjudicando sus posibilidades a corto plazo según las circunstancias, a cambio de una ventaja que puede ser inmediata, como en el caso de los intercambios voluntarios, o diferida, como en el caso de la amistad o solidaridad o incluso se puede extender a lo largo de generaciones. Por ejemplo, se puede entender la relación entre la honra familiar durante generaciones  con los sacrificios heroicos en combate por los intereses de una sociedad y el cómo esa honra social favorece a los descendientes. En los grupos de cazadores recolectores se da eso mismo: los hijos de los hombres destacados tienen un trato especial. Igualmente, en algunos simios. Esto es así porque en el proceso de selección natural importa el efecto reproductivo final de una conducta a lo largo de generaciones, y no tanto el efecto inmediato en una generación. Por tanto una conducta que confiere un trato especial a los familiares puede ser seleccionada a pesar de que exija sacrificios y limite la descendencia inmediata.

Probablemente el ser humano y sus antepasados se han enfrentado con diversas situaciones en el ambiente social en que ha vivido durante millones de años. Por ejemplo, el Síndrome de Estocolmo, mas frecuente en las mujeres, es una reacción adaptativa que evidencia que, la guerra para el secuestro de mujeres era algo que existió en nuestro pasado evolutivo. Por lo tanto es probable que ser humano ha desarrollado una psicología innata que tenga además en cuenta la estabilidad social y el respeto de ciertas normas morales, y tratará de adquirir para si los valores que son respetados socialmente, por lo que reaccionará de distinta forma si se desenvuelve en una sociedad convulsa, anónima y temporal como el Oeste de la Fiebre del oro en Estados unidos del siglo XVIII o una sociedad cambiante y anónima, con monopolio de la violencia por parte de un estado que maneja grandes recursos como la vida urbana en España o en  una sociedad estática con normas claras que favorecen el honor y la honra familiar como en la España del siglo de oro.  En el primer caso, el robo, la agresión y la venganza y la vida a corto plazo será la norma. En el segundo caso, los intercambios voluntarios (mercado) , el conformismo estatalista y la adscripción a grupos políticos será la actividad más rentable. En el tercer caso, la honra personal y familiar, el nepotismo y los intercambios diferidos, como la amistad, serán lo mas útil y la psicología de las personas que viven en esas circunstancias seleccionará esas conductas. Aunque estas son las conductas mas probables a largo plazo.

Debido a la utilidad de la colaboración, en los humanos han desaparecido las dotaciones genéticas que codifican conductas pura e inmediatamente egoístas procedentes de nuestros ancestros animales. Sin embargo las  conductas puramente altruistas nunca han tenido oportunidad de aparecer.  En su lugar se ha desarrollado una psicología increíblemente complicada, que atiende a infinidad de factores en nuestra toma de decisiones diarias para nuestro trato con los demás y nuestra discriminación entre fines alternativos de acuerdo con nuestra experiencia, nuestra educación, las normas promovidas socialmente, las circunstancias personales, nuestro propio temperamento natural heredado en los genes etc. Esta dependencia de muchos factores para generar conductas hace que esta sea imprevisible y forma la base de lo que se llama libre albedrío.
¿Que hay de relativo en los valores morales universales?
Relatividad de los valores con respecto a las condiciones de supervivencia
Más arriba, cuando describía la poligamia, el respeto de la vida de los hijos etc se podía ver el conflicto entre las necesidades de supervivencia y las normas morales. Si los valores morales universales son algo a lo que se tiende, las normas morales prácticas se acomodan a lo que es posible realmente en una sociedad. En ciertas èpocas de extrema pobreza de la Europa medieval, se contemplaba como dentro de lo normal, que un padre abandonara, o en general dispusiera de la vida y muerte de sus hijos. Hoy en día la cuestión es en que momento la vida del embrión humano ya no está sujeto a la voluntad de sus progenitores, y se considera inmoral que los niños trabajen, mientras que en el tercer mundo y en la Europa de hace pocas décadas en algunos paises, es y era normal que los niños trabajen.

Hay algún estudio en varias culturas con distintos niveles de vida que estudia la propensión de las madres recientes a abandonar o dejar morir a sus hijos cuando estos nacen con defectos físicos o enfermedades: Este estudio ha establecido que esto depende de su edad, sus condiciones materiales,  el apoyo de su pareja y el número de hijos actuales. Lo curioso es que dentro de ciertas condiciones las madres no consideran ese acto como inmoral. Parece que las capacidades cognitivas a cargo de la percepción moral evalúa parámetros como la posibilidad dedicar los esfuerzos a tener mas hijos mas adelante en lugar de dedicarse a criar el hijo problemático ahora, que depende a su vez de la edad de la mujer (las madres con mas edad contemplan con menos problemas el tener hijos con deficiencias) . Los medios a disposición de la mujer también influyen determinantemente.

Aunque no se crea, el intento desesperado de las madres por salvar recién nacidos con problemas graves es una angustia moral propia de países que viven muy por encima de las necesidades de subsistencia.

Pero esto es precisamente porque las mujeres quieren lo mejor para sus hijos incluidos los no nacidos, y su conducta está diseñado para que el niño problemático no comprometa la propia existencia de esos hijos futuros, en el caso de que  intentara criarlo a toda costa. Sin embargo, para una madre con una pareja estable y con abundantes medios, esos hijos futuros no tendrán problemas aunque ésta dedique esfuerzos a criar ese hijo, pero esto solo es posible en los países ricos.  (notese que la evolución asume que cada madre intenta tener el máximo numero de hijos lo mas sanos posibles siempre. La evolución no ha diseñado nuestros cerebros para algunos aspectos de la vida moderna, con anticonceptivos, estrés sin falta de recursos y seguridad etc)

Por tanto, se puede decir que los valores morales universales son aquellos a los que las sociedades tienden a medida que mejoran sus condiciones de subsistencia, condiciones de subsistencia que, si se acepta lo anterior, solo pueden mejorar si a su vez van mejorando sus valores morales.

Relatividad respecto al grupo humano al que pertenecemos
Hay una diferencia fundamental entre el criterio llamémosle “racional” de bondad de una norma moral y el criterio intuitivo: el primer criterio, el racional engloba  a las conductas que producen un resultado neto positivo para todas las partes que intervienen sin considerar de que grupo son. En cambio el criterio intuitivo innatamente determinado por nuestra historia evolutiva, incluye la noción de grupo al que se aplican esas normas morales racionalmente buenas y el resto del mundo, al que se le aplican las conductas que producen la máxima satisfacción para el grupo propio exclusivamente, aunque sea en perjuicio de los de fuera.

El criterio intuitivo de bondad de una norma moral podría ser: es buena y encomiable toda conducta que es buena para los míos. Originalmente, esto significa que no solo es lícito, sino heroico el robar, matar, secuestrar, o defenderse por todos los medios de los otros, siempre que estas acciones beneficien al grupo propio.

Ese grupo puede ser el clan familiar, una tribu o una Nación. En grupo se suele reforzar por una serie de ritos, costumbres o creencias. Incluso para los que dicen sentirse ciudadanos del mundo e hijos de Gaia, en realidad éstos consideran fuera de su grupo a los que no piensan como ellos.  Así como para todas las religiones la instancia divina siempre en caso de guerra esta a favor del grupo propio, asimismo desde el punto de vista de la lógica evolucionista, nuestras intuiciones morales esta hechas para considerar como especial el grupo al que pertenecemos nosotros mismos, y ese aspecto de la religión es una consecuencia de ello. La Solidaridad, la honestidad etc se entiende referida a ese grupo. El grupo de cada uno es con respecto al cual los valores morales son relativos. Son relativos respecto al grupo que consideremos. Esto no quita para que un marroquí pueda entender e identificarse con los personajes y los conflictos de una familia norteamericana en un serial como Dallas o Dinastía. O que un occidental entienda los valores implicados en los viajes de Simbad el Marino. Salvando el grupo con respecto al cual se identifican como propio, los valores morales son básicamente universales, solo que su importancia relativa e intensidad de aplicación varían de cultura en cultura. El secreto del éxito de occidente es probablemente cuantitativo: el aplicar esos valores más y con mas gente, incluyendo desconocidos. Esto esta más asentado en la tradición, las instituciones y las creencias religiosas de Occidente que en cualquier otra cultura.

En realidad el grupo al que somos leales es una serie de círculos concéntricos centrados en uno mismo, que en los círculos interiores están las personas que mas apreciamos por diversas razones, generalmente los familiares, pero pueden ser personas de una pandilla juvenil o una tribu urbana, un clan mafioso etc. Los círculos mas exteriores son las personas desconocidas con las que no tenemos ninguna relación, pero que nos una ellos unas ideas o la pertenencia a un territorio o a una tradición, cultura, ideología o religión por ejemplo. Cuando hay un conflicto entre dos personas o grupos de personas, nos situamos a favor de los que estén más próximos a nosotros. Es por eso que la guerra con terceros favorece la unión de un país o un grupo de países con relaciones culturales entre si. En la compleja vida moderna, es normal el que, fuera de los círculos mas íntimos y de los conflictos mas graves, creemos círculos distintos según el conflicto de que se trate: estamos con las personas de nuestro equipo de futbol cuando el asunto es el futbol, nos sentimos comprometidos con nuestro estamento profesional en conflictos laborales etc.

La razón de esta distribución atiende innatamente a la razón por la cual los mecanismos morales han sido diseñados: Estamos a favor –y nos comprometemos con-  los que son mas importantes para nosotros porque es mas probable que estas personas nos ayuden a nosotros. Nuevamente, esta explicación en términos de coste/beneficio parece cínica y repugna como explicación de nuestros compromisos morales. La razón de esa repugnancia ya la he explicado antes.

Si aceptamos las razones de coste/beneficio como causantes de la selección de los instintos morales, es fácil ver que cuando hay incertidumbre acerca del futuro porque nuestra vida peligra por las agresiones de otros, el que las personas formen coaliciones de pocos miembros muy cohesionados. Eso es lo típico tanto de las bandas juveniles y las mafias como de las tribus de sociedades primitivas, donde las faltas de lealtad con respecto al grupo reciben graves castigos.  Esta es la organización social a la que se tiende cuando se degradan los valores morales y las instituciones.

De esta forma,  la extensión de la virtud y los valores morales consiste nada más y nada menos que en extender el grupo social con respecto al cual nos portamos moralmente. Sin duda hasta el último ser humano tiene un grupo mas grande o mas pequeño con respecto al cual se siente moralmente obligado a ayudarse entre si, permitir la libertad de sus miembros (dentro de reglas que responden a ciertas necesidades), a proteger la vida, la propiedad, en evitar la mentira, el robo, la venganza dentro del grupo, y en lugar de ello, promover algún tipo de justicia dentro del grupo. Ahora bien, estas obligaciones y valores morales se limitan a ese grupo. Para con los de fuera de ese grupo, la única forma de relación son los juegos de suma 0: la guerra, la venganza, el robo, la mentira, que son considerados como virtudes también.

El progreso moral y material quizá consiste en la ampliación del grupo propio y establecer relaciones positivas con otros grupos, de manera que al crecer las redes de colaboración, los intercambios voluntarios llevan a una mayor división del trabajo y se crean unas instituciones que decantan las conductas de suma positiva, que son por definición conductas morales, en forma de costumbres y leyes. Esto a su vez incita a la virtud y disuade el delito, de manera que instituciones y valores morales se realimentan entre si y la riqueza generada por las relaciones de suma positiva se multiplica.