La pregunta parece ingenua porque todos, intuitivamente, creemos saber su respuesta. Esto sucede con las cosas de nuestra naturaleza, que no requieren una explicación elaborada porque resultan evidentes por si mismas, sin que, sin embargo, nos sepamos decir por qué de forma nítida.
A pesar de esa claridad, que parece más una penumbra, siguiendo a Nietzsche, tenemos que reconocer que lo verdaderamente interesante no es la excepción, sino la norma. Y que la primera no es más que una medida imperfecta de la segunda. La excepción confirma la regla.
No es interesante conocer porqué tal o cual persona resulta ser punky, comportarse como (o disfrazarse de) punky, con 53 años, sino porqué la gente, por norma general, abandona con los años ciertas coloridas indumentarias, actitudes y creencias, sustituyéndolos progresivamente por otros más grises, o de un colorido y tonalidad que requieren de otro sistema perceptivo para ser apreciados.
La ideología esencial de los punkies se resume en una fórmula, que estos repitieron inagotablemente: “No hay futuro”. Este es el reverso tenebroso de esa otra fórmula que Horacio introdujo: “carpe diem” (goza el presente), que fue retocada y adaptada a los tiempos, en el desencanto hippie, por ese grito de Jim Morrison: “We want the World and we want it Now”. Ya no se trata de disfrutar del presente, sino de agotarlo por completo, de quemarse en la pira del propio fuego interior de la juventud. Ese espíritu que se inmola en los altares de hedonismo riesgoso, que luego vulgarizaría José Ángel Mañas en sus historias del Kronen.
Cuando somos jóvenes tenemos dificultad para planificar a largo plazo y para comportarnos responsable y pausadamente. Veo dos explicaciones naturalistas de este fenómeno (o de su reverso tenebroso), una metabólica y otra neurológica.
Aproximadamente al final de nuestra segunda década de vida nuestro metabolismo se ralentiza ostensiblemente. Esto enlentece muchos de nuestros biorritmos. Tenemos un impulso más contenido, un pulso más firme pero más tranquilo. Por ejemplo los psicópatas –esas monstruosas excepciones- se tornan menos peligroso, menos agresivos.
Por otro lado, en esa loca década de los veinte a los treinta años es cuando se culmina el desarrollo del lóbulo frontal del cerebro. Como se va sabiendo es en esta parte del cerebro donde procesamos cognitivamente nuestros proyectos a medio y a largo plazo, y dónde residen nuestra empatía y nuestra moral.
Volcarse en el presente, negando el futuro, deja progresivamente de ser atractivo según se hace uno mayor y desarrolla su cerebro ejecutivo. Por otra parte ya no se tienen las mismas energías que en la primera juventud, a partir de los 30, y el cuerpo no se recupera con la misma rapidez de los excesos.
Una filosofía, una óptica hedonista, de puro hedonismo (que nos perdone Epicuro, que nada tenía que ver con estos sucesores), se va volviendo cada vez más costosa y cada vez menos atractiva. Llegados a los 50, casi todos los que hubieran sido punkies, heavys o cualquier otra cosa del estilo, habrán dejado de serlo. Recordarán con nostalgia sus tiempos de salvaje juventud. Soñarán con hacer su versión de Easy Rider particular. Pero, sencillamente, no tendrán ni fuerzas ni ganas. El tiempo no habrá pasado en balde.
Estos ciclos biológicos tienen pleno sentido, desde el punto de vista evolutivo y evolucionista. La juventud es una época de la vida en la que hay que asumir riesgos para dejar descendencia. Los machos –sobre todo los machos- en nuestra especie, hacen muchas locuras para lucirse, para llamar la atención de las hembras sobre sí. Dicen, sin saberlo: “mira que fuerte soy, que resisto estos excesos, mira que bravo, que me expongo a estos peligros”. Esto también explica la preferencia de las chicas jóvenes por los llamados "malotes". Visto desde una perspectiva evolucionista son los que más están haciendo por perpetuar sus genes. En la medida en que las chicas maduran empiezan a buscar a quien antes no les llamaba la atención, a aquel que se ha preocupado de acumular recursos cognitivos para acumular recursos materiales.
Me comenta una compañera del trabajo que su novio –un nostálgico empedernido del rock duro de los setenta, comunista, para más señas, y desencantado de todo, sin referentes vitales, perdido, con 40 tacos- le lleva a conciertos de sus grupos. En ellos impresiona la imagen de las estrellas senescentes: con carnes colgantes y arrugadas, con una melena que parece un estropajo (si es que no la perdieron), vestidos con esa indumentaria que les hacía buen tipo cuando eran jóvenes arrogantes que se comían el mundo. Ahora, para seguir comiendo, aunque menos, mantienen esa imagen. Más impresionante aún es el espectáculo de sus seguidores, que ni siquiera habrán podido, muchos de ellos, cuidar su físico.
El No future de los punkies es una fórmula que cabe considerar inherente a la juventud, y que quisieran fuera posible, todos estos nostálgicos de la juventud perdida, que no son más que ESE FUTURO que sí fue, que sí ES.
Los políticos socialistas suelen fomentar esa Kultura (sí, con K) del desarraigo y de la intemporalidad sibarita, porque es la mejor manera de obtener cohortes de irresponsables que abandonan el futuro dilapidando su presente. ¿No es eso, al fin y a la postre, lo que hace el Socialismo con la Economía, con la sociedad?. Van contra la naturaleza, y a más de uno le destruyen.
A pesar de esa claridad, que parece más una penumbra, siguiendo a Nietzsche, tenemos que reconocer que lo verdaderamente interesante no es la excepción, sino la norma. Y que la primera no es más que una medida imperfecta de la segunda. La excepción confirma la regla.
No es interesante conocer porqué tal o cual persona resulta ser punky, comportarse como (o disfrazarse de) punky, con 53 años, sino porqué la gente, por norma general, abandona con los años ciertas coloridas indumentarias, actitudes y creencias, sustituyéndolos progresivamente por otros más grises, o de un colorido y tonalidad que requieren de otro sistema perceptivo para ser apreciados.
La ideología esencial de los punkies se resume en una fórmula, que estos repitieron inagotablemente: “No hay futuro”. Este es el reverso tenebroso de esa otra fórmula que Horacio introdujo: “carpe diem” (goza el presente), que fue retocada y adaptada a los tiempos, en el desencanto hippie, por ese grito de Jim Morrison: “We want the World and we want it Now”. Ya no se trata de disfrutar del presente, sino de agotarlo por completo, de quemarse en la pira del propio fuego interior de la juventud. Ese espíritu que se inmola en los altares de hedonismo riesgoso, que luego vulgarizaría José Ángel Mañas en sus historias del Kronen.
Cuando somos jóvenes tenemos dificultad para planificar a largo plazo y para comportarnos responsable y pausadamente. Veo dos explicaciones naturalistas de este fenómeno (o de su reverso tenebroso), una metabólica y otra neurológica.
Aproximadamente al final de nuestra segunda década de vida nuestro metabolismo se ralentiza ostensiblemente. Esto enlentece muchos de nuestros biorritmos. Tenemos un impulso más contenido, un pulso más firme pero más tranquilo. Por ejemplo los psicópatas –esas monstruosas excepciones- se tornan menos peligroso, menos agresivos.
Por otro lado, en esa loca década de los veinte a los treinta años es cuando se culmina el desarrollo del lóbulo frontal del cerebro. Como se va sabiendo es en esta parte del cerebro donde procesamos cognitivamente nuestros proyectos a medio y a largo plazo, y dónde residen nuestra empatía y nuestra moral.
Volcarse en el presente, negando el futuro, deja progresivamente de ser atractivo según se hace uno mayor y desarrolla su cerebro ejecutivo. Por otra parte ya no se tienen las mismas energías que en la primera juventud, a partir de los 30, y el cuerpo no se recupera con la misma rapidez de los excesos.
Una filosofía, una óptica hedonista, de puro hedonismo (que nos perdone Epicuro, que nada tenía que ver con estos sucesores), se va volviendo cada vez más costosa y cada vez menos atractiva. Llegados a los 50, casi todos los que hubieran sido punkies, heavys o cualquier otra cosa del estilo, habrán dejado de serlo. Recordarán con nostalgia sus tiempos de salvaje juventud. Soñarán con hacer su versión de Easy Rider particular. Pero, sencillamente, no tendrán ni fuerzas ni ganas. El tiempo no habrá pasado en balde.
Estos ciclos biológicos tienen pleno sentido, desde el punto de vista evolutivo y evolucionista. La juventud es una época de la vida en la que hay que asumir riesgos para dejar descendencia. Los machos –sobre todo los machos- en nuestra especie, hacen muchas locuras para lucirse, para llamar la atención de las hembras sobre sí. Dicen, sin saberlo: “mira que fuerte soy, que resisto estos excesos, mira que bravo, que me expongo a estos peligros”. Esto también explica la preferencia de las chicas jóvenes por los llamados "malotes". Visto desde una perspectiva evolucionista son los que más están haciendo por perpetuar sus genes. En la medida en que las chicas maduran empiezan a buscar a quien antes no les llamaba la atención, a aquel que se ha preocupado de acumular recursos cognitivos para acumular recursos materiales.
Me comenta una compañera del trabajo que su novio –un nostálgico empedernido del rock duro de los setenta, comunista, para más señas, y desencantado de todo, sin referentes vitales, perdido, con 40 tacos- le lleva a conciertos de sus grupos. En ellos impresiona la imagen de las estrellas senescentes: con carnes colgantes y arrugadas, con una melena que parece un estropajo (si es que no la perdieron), vestidos con esa indumentaria que les hacía buen tipo cuando eran jóvenes arrogantes que se comían el mundo. Ahora, para seguir comiendo, aunque menos, mantienen esa imagen. Más impresionante aún es el espectáculo de sus seguidores, que ni siquiera habrán podido, muchos de ellos, cuidar su físico.
El No future de los punkies es una fórmula que cabe considerar inherente a la juventud, y que quisieran fuera posible, todos estos nostálgicos de la juventud perdida, que no son más que ESE FUTURO que sí fue, que sí ES.
Los políticos socialistas suelen fomentar esa Kultura (sí, con K) del desarraigo y de la intemporalidad sibarita, porque es la mejor manera de obtener cohortes de irresponsables que abandonan el futuro dilapidando su presente. ¿No es eso, al fin y a la postre, lo que hace el Socialismo con la Economía, con la sociedad?. Van contra la naturaleza, y a más de uno le destruyen.
4 comentarios:
Si, si...pero Valencia más potencia!!!
jejeje, el lunes seré un zombie, pero el lunes....es el futuro.
Hombre Germánico, te podías pasar por mi blog y escuchar "pijos power" cantada por Gatillazo. Seguro que te gusta!!!!
Un saludo.
Ya lo vi, Bandini.
El viejo punky de la imagen....¿tendrá 30 años, como en el chiste?.
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