lunes, marzo 31, 2008

Islam: Todo lo que Occidente necesita saber

Pocos documentales me han impresionado tanto como este. Creí que iba a asistir al típico documental sobre el Islam, pero en lugar de eso lo que vi fué una descripción filosófica y teológica profunda del Islam. Particularmente impresionante es el testimonio de un ex terrorista palestino.






http://video.google.com/videoplay?docid=-871902797772997781&hl=es
Entre los datos que ni yo ni el 90% de las personas que se creen que saben lo que es el Islam, aqui hay unas cuantas:
  1. Mahoma es considerado como el prototipo de musulman, es el primer y el mejor musulman, el modelo a imitar.
  2. Es bien sabido históricamente, y se enseña en las escuelas infantiles musulmanas que Mahoma ordenó decapitar entre 600 y 900 judios de una tribu de Medina conquistada, algunos de ellos fueron torturados salvajemente.
  3. Obviamente, ningun musulman debe llevarse las manos a la cabeza cuando los musulmanes imitan a su maestro. Hechos de Mahoma como estos son la inspiración de los palestinos.

  1. El Corán tiene tanto versos pacíficos y tolerantes como versos fanáticos e intolerantes, incitando a la guerra contra los infieles
  2. Sucede que los versos pacíficos se los dictó Alá a Mahoma estando en La Meca, donde tenia pocos seguidores y estaba en minoría. Allí convivia con judios y cristanos. Sería suicida proclamar la violencia en esas condiciones
  3. Los versos mas agresivos e intolerantes son de la época posterior a la conquista de Medina, donde Mahoma se constituyó en líder de una gran cantidad de seguidores, se hizo rico y poderoso.
  4. Una de las doctrinas del Islam es la doctrina de la derogación: las versos posteriores son superiores a los anteriores en el tiempo. La justificación: Alá puede hacer cualquier cosa, incluido el corregirse a si mismo.
  5. Evidentemente los versos mas agresivos son los que prevalecen y los musumanes lo saben. Los versos tolerantes por cierto, están en las partes finales del Córán.
  6. El capítulo 9, la última predicación de Mahoma y por tanto, con los dictados mas válidos, no hace referencia a Alá el misericoridioso como en los demás capítulos. Además contiene el mandamiento final (cito de memoria): "busca, haz emboscadas contra los cristianos y los judios, mátalos allí donde los encuentres, pero si muestran arrepentimiento y comienzan a rezar a Alá, dejalos ir. En este mandamiento, no hay referencia a la tradicional idea de avasallar a los no musulmanes y exigirles tributo.

  1. El Islam no posee un sentido de la moral natural, todo lo que se debe hacer o no hacer está escrito, bien en el Corán o en las tradiciones del profeta. Al contrario que en la Bibila, El Coran es un libro dictado por Dios palabra por palabra a Mahoma y es el último mensaje de Dios a los hombres, por tanto no admite modificación alguna, es inmejorable, no enmendable y superior a cualquier obra de los hombres.
  2. El Coran es una doctrina totalitaria para la dominación del mundo y la imposicion de una sola cultura, ya que el Islam lo es todo. Absolutamente todo está regulado por el Islam. Hay una sola forma de vestir (ropa árabe), de hablar (árabe). de tratar a las mujeres etc. No se puede ganar el cielo rezando en otro idioma que no sea el árabe .
  3. El Islam no es una forma de espiritualidad. Es sobretodo y primero, una guia para la dominación global, para instituir en la tierra el mandato de Alá, la voluntad de Dios. En segundo término y como derivado necesario para lo primero, está la parte personal.
  4. En Corán y Mahoma aconsejan mentir en ciertas ocasiones. una de ellas es para proteger la comunidad musulmana. El musulman solo esta obligado a tener respeto y lealtad al Islam y a nada mas. El ex terrorista cita como en los mensajes bilingües para ayudar a los palestinosen Estados unidos, El mensaje en Ingles habla de multiculturalidad y deseos de paz, mientras que el mensaje en árabe pide dinero para los terroristas. Las ideas Leninistas hace siglos que las practica el Islam.
  5. La Yihad es continua desde la época de Mahoma, no hay llamamientos a iniciar la Yihad, sino llamamientos a recomenzarla después de épocas de letargo en las que las fuerzas del enemigo son superiores. La Yihad no se proclama, se continúa. El Corán admite periodos de paz temporal, como máximo de 10 años que deben servir para el rearme.
  6. No hay en el Coran ninguna seguridad de obtener la vida eterna en el paraiso sensual de Alá y sus virgenes. Excepto una: morir mantando a los enemigos del Islam. Los terroristas suicidas del pasado solo tenian el alfanje para ataca y matar a los infieles, y morir. Ahora tienen a su disposición explosivos de alta potencia que ocupan poco espacio y pueden disimularse, pero en esencia no cambian nada. Es una forma mas eficaz de hacer lo mismo incluso en sitación de inferioridad.

Muchos elementos del Islam son comunes a todas las doctrinas concebidas para la dominación por cualquier medio: la lealtad exclusiva para los miembros del grupo, el uso de la mentira, el culto al líder, la paz como táctica para vencer. La anulación de la voluntad individual, la negación del pensamiento desviado, la cosificación del enemigo, la negación de la piedad, en terror interno y externo.

Los mismo elementos aparecen una y otra vez a todas las escalas. Pero no se reinventan, sino se redescubren, se sistematizan y se adaptan, pero no se reinventan: Proceden de la noche de los tiempos, porque son las normas universales de las tribus en estado de guerra.

Parece que el Islam ha sido particularmente exitosa, comparada con doctrinas seculares modernas como el comunismo o el nazismo, que práctiamente apenas han durado un siglo. Esto puede dar una pista de en que medida lo que se suele llamar "dimensión transcendente" es importante para el éxito, al menos relativo, de un grupo humano.

Es de resaltar que tanto el Islam como los sistemas totalitarios seculares llevan a las mismas purgas internas. Mahoma asesinó a sus rivales porque era la voluntad de Alá, de la misma forma que Lenin o Stalin hacian lò propio en nombre del progreso del socialismo. Quizá eso es porque esas doctrinas plantean un ideal infinitamente superior y los fines están justificados por los medios. con ese tipo de ideas, cualquiera que se sienta llamado por la Historia o por Alá, se siente legitimado para perpetrar cualquier horror. Como siempre hay mas de uno llamado de esa manera, y se endrentarán entre si. Las guerras internas resultantes son la salvación temporal del resto de nosotros.

Disquisiciones aparte, es importante tomarse muy en serio el Islam. Como dice en documental, estan llegando, metiendose en nuestros barrios y esperando el momento oportuno, que ha llegado ya.

Finalmente, acabo con uno de los últimos versos que Alá dictó a mahoma para los Islamistas: "Matalos (a los cristianos y judios), en cualquier parte donde los veais". Y dice el ex-terrorista palestino, hablando a Occidente: ¿Que parte de Mátalos no entendeis?.

sábado, marzo 22, 2008

The Secret to the Suicidal leftist Mind

A wonderful essay about journalism, anthropology politics and evolutionary psychology. Even if it is a bit old, it is by no means actual, considering the Obamamania:

The Secret to the Suicidal Liberal Mind
Jack Wheeler
Freedom Research Foundation
Monday, Jan. 21, 2002
What do Harvard president Larry Summers, Taliban John Walker, Delta Airlines officials and the editors of the New York Times have in common with Yanomamo tribeswomen in the Amazon jungle?

To answer this question is to understand the root cause of liberal "white guilt." Lakes of ink have been splashed on newspaper, magazine and journal pages ruminating and anguishing over the bottomless guilt that pervades the liberal soul.

Paul Craig Roberts, economist and columnist, writes eloquently about the anti-white racism endemic in American universities that demonizes white males as the font of all evil. Shelby Steele of the Hoover Institute explained in the Wall Street Journal recently how white guilt empowers racist frauds such as Cornel West.

The self-loathing of the white American liberal is as well-established and documented as Einstein's Special Relativity theorems. A typical example is writer Susan Sontag's denouncement of the white race as "the cancer of human history."

A racist hatred of one's own race – auto-racism – has become a defining characteristic of the liberal mind. Yet the source of such suicidal guilt remains a mystery.
Clearly understanding what disables liberals from wanting to defend their culture is today a mortal necessity – an absolute requirement if America is to be preserved and protected from Moslem terrorists and other folk desirous of her demise.

Exploitation and Black Magic

For such understanding, we need to travel to the Amazon. Among the Yanomamo and other tribes deep in the Amazon rain forests still adhering to the ancient hunting-gathering lifestyle practiced by our Paleolithic ancestors, it is an accepted practice that when a woman gives birth, she tearfully proclaims her child to be ugly.

In a loud, mortified lament that the entire tribe can hear, she asks why the gods have cursed her with such a pathetically repulsive infant. She does this in order to ward off the envious black magic of the Evil Eye, the Mal Ojo, that would be directed at her by her fellow tribespeople if they knew how happy she was with her beautiful baby.

Anthropologists observe that for most primitive and traditional cultures, "every individual lives in constant fear of the magical aggression of others ... there is only one explanation for unforeseen events: the envious black magic of another villager."

Reflect for a moment on the extent to which tribespeople in a tribal, "primitive" culture suffuse their lives with superstition, witchcraft, sorcery, voodoo, "black magic," the "evil eye." The world for them is teeming with demons, spirits, ghosts and gods, all of whom are malicious and dangerous -- in a word, envious.

A great many, if not the majority, of tribal or traditional cultures, whether in the Amazon, Africa or the Pacific, have no concept of natural death. Death is always murder.

For the Shuara Jivaro of the eastern Amazon, the first tribe I ever stayed with, there are three ways to die: actual murder (such as a spear through your stomach); demon-murder (accidental death, such as being killed by a falling tree in a storm or by snakebite, which the Jivaros see as perpetrated by a demon); or witchcraft murder (death by illness or unexplained causes, perpetrated by an envious sorcerer).

The Jivaro, just like the Tiv in Nigeria, the Aritama in Colombia, the Dobua in Micronesia, the Navaho in the Southwest U.S. and the tribal mind in general, attribute any illness or misfortune to the envious black magic of a personal enemy.

Envy is the source of tribal and traditional cultures' belief in Black Magic, the fear of the envious
Evil Eye.

The fundamental reason why certain cultures remain static and never evolve (e.g., present-day villages in Egypt and India that have stayed pretty much the same for millennia) is the overwhelming extent to which the lives of the people within them are dominated by envy and envy avoidance: as anthropologists call it, the envy barrier.

For the Mambwe in Zambia, for example, "successful men are regarded as sinister, supernatural and dangerous." In Mexican villages, "fear of other people's envy determines every detail of life, every proposed action."

Members of a Hispanic "ghetto" in a community in Colorado "equate success with betrayal of the group; whoever works his way up socially and economically is regarded as a 'man who has sold himself to the Anglos,' someone 'who climbs on the backs of his own people.' "

It is an ultimate irony of modern times that left-wing Marxist-type intellectuals consider themselves to be in the progressive vanguard of sophisticated contemporary thought -- when in reality their thinking is nothing but an atavism, a regression to a primitive tribal mentality. What the Left calls "exploitation" is what anthropologists call "black magic."

As sociologist Helmut Schoeck summarizes in his seminal work, "Envy: A Theory of Human Behavior" (and who collected the above anthropologists' observations):

A self-pitying inclination to contemplate another's superiority or advantages, combined with a vague belief in his being the cause of one's own deprivation, is also to be found among educated members of our modern societies who really ought to know better. The primitive people's belief in black magic differs little from modern ideas. Whereas the socialist believes himself robbed by the employer, just as the politician in a developing country believes himself robbed by the industrial countries, so primitive man believes himself robbed by his neighbor, the latter having succeeded by black magic in spiriting away to his own fields part of the former's harvest.

The primitive atavism of left-wing bromides like "the rich get richer and the poor get poorer" is best illustrated by arguing that one can be healthy only at the expense of others. That in order to be in superior health, bursting with energy and vitality, one has to make someone else sick or in poor health -- just as in order to be rich you have to make others poor.

The healthy are healthy because they unjustly exploited and ripped off the sick, spiriting away the sick's fair share of health with black magic. In fact, the sick are sick because the healthy are healthy. If this is absurd, then claiming the poor are poor because they have been exploited by the rich is equally absurd.

Fear of Being Envied
Pandering to the envious, and intimidating those who are afraid of them, has been the path to power of all modern demagogues, from Lenin and Hitler to Yassir Arafat and Osama bin Laden.
The three great political pathologies of the 20th century are all religions of envy: Nazism, preaching race envy toward "rich, exploitative Jews"; Communism, preaching class envy toward the "rich, exploitative bourgeoisie"; and Moslem terrorism, preaching culture envy toward the "rich, exploitative West."

Envy-mongering has always been and continues to be the underlying strategy of all variants of the political Left, such as the Democratic Party. What a Yanomamo woman calls "black magic" and a Marxist professor at Harvard calls "exploitation," Tom Daschle calls "tax break for the rich."

So here we discover the secret fear at the source of the suicidal liberal mind. It is envy that makes a Nazi, a Communist or a terrorist. It is the fear of being envied that makes a liberal and is the source of "liberal guilt."

This is most easily seen in the children of wealthy parents. Successful businessmen, for example, who have made it on their own normally have a respect for the effort and the economic system that makes success possible.

Their children, who have not had to work for it, are easier targets for guilt-mongering by the envious. So they assume a posture of liberal compassion as an envy-deflection device: "Please don't envy me for my father's money -- look at all the liberal causes and government social programs I advocate!"

Teddy Kennedy is the archetype of this phenomenon.

This is also why Hollywood is so liberal. The vast amounts of money movie stars make is so grossly disproportionate to the effort it took them to make it that they feel it is unearned. So they apologize for it. The liberal's strategy is to apologize for his success in order to appease the envious.
Liberalism is thus not a political ideology or set of beliefs. It is an envy-deflection device, a psychological strategy to avoid being envied.

Then there are those who are terrified of envy even though they have earned success themselves. Many Jews are liberals because such lethal envy has been directed at Jews for so many centuries that it is little wonder they consider avoiding envy to be a necessity of life.

One definitive characteristic of both envy and the fear of it is masochism. Envy is not simply hatred of someone for having something you don't -- it is the willingness to masochistically give up any chance of ever having that something yourself as long as the person you are envious of doesn't get to have it either.

Similarly, the more one fears being envied, the more one is driven to masochistic self-humiliation in attempts at envy appeasement.
The Masochism of Liberals

It is possible to perceive the passions of the Left as frenzies of masochism. What could be more idiotic and masochistic than to oppose missile defense? This opposition cannot be understood unless one dispenses with its rhetoric and rationales and realizes that these folks at their emotional core do not want their country defended.

The lunacy of the "global warming" hoax cannot be comprehended other than that its masochistic advocates do not want their civilization to prosper. The culture-destroying immigration policies that Pat Buchanan warns are causing "The Death of the West" were put in place by those who do not want their culture to survive.

The lethality of liberal envy appeasement is that personally felt guilt is projected onto the various social or tribal collectives to which the liberal belongs and are a part of his self-identity. Self-loathing is transformed into a loathing of one's society or race.

White male liberals become auto-racist and auto-sexist: racist toward their own race, sexist toward their own sex. Dime-store demagogues like eco-fascist environmentalists, feminazis, animal and homosexual rights types, race hustlers like Jesse Jackson and Al Sharpton all get their strength from the liberals' fear of their Evil Eyes.

As the Amazon tribeswoman who says her baby is ugly, so the white male liberal says his gender, his race, his country, his civilization and even his entire species is ugly.

I began to realize how liberal envy appeasement is the root of the problem when I was speaking at colleges back in the 1980s about anti-Soviet resistance movements in Soviet colonies such as Nicaragua, Angola, Mozambique and Afghanistan.

Students would invariably turn a discussion of Soviet imperialism into an assertion of moral equivalence between the USA and the USSR: "How can you criticize the Soviets when we're just as bad? What about what we did to the Indians?" I would be asked.

"I haven't done anything to the Indians," I replied. "What have you done to them?"
"But we stole their land!"

"OK -- let's give it back. And let's start with your property. To what tribe do you want your family's home to go? What tribe gets your stereo?"

Once I couldn't stand being heckled by a particularly loud and petulant student leftist any longer. I lost my temper and said to him: "Look, man, if you're into masochism, find some chick with long black hair who's into whips and chains and have her beat the hell out of you. Just don't take it out on your country."

Rejecting Envy

The future of our economy, our culture and our civilization depends on an antidote to the corrosive social poisons of envy and envy appeasement. That antidote was first provided by Aristotle in the 4th century bc.

The antidote to envy is emulation.

In the "Rhetoric" (ca. 350 bc), Aristotle distinguishes the two: "Zelos, emulation, is a good thing and characteristic of good people, while phthonos, envy, is bad and characteristic of the bad; for the former, through emulation, are making an effort to attain good things for themselves, while the latter, through envy, try to prevent their neighbors from having them." ("Rhetoric," 2.10.1)
Aristotle invokes the ancient wisdom of his 8th century (bc) predecessor Hesiod:

There is not one kind of Eris (Strife), but all over the earth there are two. One fosters evil war and battle, being cruel. The other is the elder daughter of dark Night, and she is far kinder to men. She stirs up even the shiftless to toil. For a man grows eager to work when he considers his neighbor, a rich man who hastens to plough and plant and put his house in good order. Thus neighbor vies with neighbor to hurry after wealth. This Strife is wholesome for men. ("Works and Days," 11-24)

Aristotle concludes that "Whereas phthonos, envy, is censured because it seeks to harm another, zelos, emulation, is praised because it encourages a person to attain excellence on his own merits." ("Rhetoric," 2.11.1)

Fear of envy is very deep-seated in the human psyche. It can prevent a culture from progressing for thousands of years. Only a youthful culture full of vigor and confidence can shrug it off, enabling that culture to flourish. The road to cultural ruin lies in the fear of envy reasserting itself from the primordial depths.

America once had that youth, vigor and confidence, culminating in history's single greatest achievement, putting a man on the moon.

After the triply debilitating debacles of Vietnam, Watergate and Jimmy Carter, Ronald Reagan resurrected America's self-confidence, with America's resultant victory in the Cold War.
Yet America lost her way once more, indulging in a cultural debauch epitomized by the Clintons. America's response to the atrocity of Sept. 11 provided overwhelming evidence that her reserves of vitality and self-assurance remain abundant.

Those reserves are nonetheless depleted. America's most elite universities have degenerated into fascist cesspools of envy appeasement. They survive only on the inertia of their prestige. Delta and other airlines compromise passenger security by harassing people at random rather than racially profiling Arab and other Moslem men.

Indeed, the entire phenomenon of political correctness -- perhaps best exemplified by the New York Times editorial page -- is nothing but a massive exercise in envy appeasement.

One of the most positive results of Sept. 11 is that it has made the American people mad enough to reject envy. They now could care less if Moslems or the French or whomever are envious of them. That rejection must now be applied to the envy panderers and envy appeasers within America herself.

Rejecting envy is the key to preventing "The Death of the West," the key for America to continue to prosper. I suggest that this rejection begin with you.

Fear of the Evil Eye is the only thing that gives the Evil Eye any power. Without fear of it, the Evil Eye is impotent. So, the next time Evil Eyes are directed at you and demand you apologize for your existence, you might suggest that they indulge in S&M by themselves and leave you out of it.
Copyright 2002 Dr. Jack Wheeler and the Freedom Research Foundation

viernes, marzo 07, 2008

¡¡Fuego!!

El fuego ha sido considerado un elemento purificador. En las pestes quemar los cuerpos de los muertos era una forma de higiene. Y mucho antes convertía la insalubre carne cruda en suculento manjar. Ha sido, asimismo, un catalizador de reacciones sociales. En torno al mismo se ha conspirado y se han creado lazos.

También ha sido fuente de calor y seguridad: alejaba al invierno y a las fieras. Y, cómo no, ha sido la luz que precedió a las bombillas en oscuras noches decoradas con la débil luz de las estrellas y los diversos y hermosos reflejos solares de la luna.
Ese fuego, tan bello, era el último adiós de muchos antiguos, y lo es asimismo de mucha gente hoy, y hay en el humo de la combustión un alma que se elevaba al cielo. Aunque no sólo ardieron los muertos, a lo largo de nuestra convulsa historia humana. La locura humana ha hecho arder a los vivos, a los considerados corrompidos, por una u otra herejía, en ocasiones, aunque también a otros que eran simplemente –enemigos. Como arma el fuego no ha tenido igual. Aunque las modernas "armas de fuego" no sean exactamente eso, llevan en su denominación la huella de la importancia concedida al plasma oscilante.

Como aniquilador el fuego no tiene igual. Es por ello que en el fuego han ardido, en una variedad cerrada de rituales, los símbolos. El tótem de una tribu subyugada, las ciudades otrora poderosas, arrasadas por las llamas, las banderas de los países, el símbolo de la propia muerte, en suicidio, como en el caso del budista de la foto, y un largo etcétera de objetos y sujetos que representaron alguna idea o movimiento de ideas, entre ellos, y como caso paradigmático, los libros.

Los libros como tales son solamente papel impreso, un montón de garabatos para un extraterrestre que encontrase los restos de nuestra Civilización mucho tiempo después de que esta hubiera sucumbido a las obscenas perversiones de la historia o a los azares de la materia. Son solamente un paquete apretado de finas y frágiles láminas pintadas. Pero cuando se le busca el significado, el significado humano, único que se le puede encontrar, salvo, acaso, en algún tratado matemático –y esto con reservas- los libros son una fuente inagotable. Los miles y miles de significantes ordenados a lo largo de sus páginas son símbolos, cada uno de ellos y todos en un conjunto relativamente coherente, significado total del símbolo libro, que esconden la historia del hombre, tanto cultural como biológica, por un lado, y la historia de "el hombre" (o la mujer, disculpen los progres), como ser individual. Incluso la obra de un gran filósofo, que se pretende análisis desapasionado e independiente, refleja las pulsiones profundas de la especie y del espécimen. También reflejan su política, porque, como dijo Aristóteles, el hombre es un animal político. Basta que uno reflexione sobre el grupo para que, ineluctablemente, esté haciendo política. Y un ser social como el hombre, cuyo cerebro se desarrolló en un entorno evolutivo social, y no sólo ecológico, debe necesariamente reflexionar sobre el grupo.

Un símbolo político es pues, aparte de los otros significados que tenga, todo libro, y aunque quienes se ven reflejados en él lo coloquen en una estantería, los hay que quieren quemarlo, aniquilarlo definitivamente. Pero, si el hombre está condenado a repetir su historia si la desconoce, ¿cómo privar a las futuras generaciones del acervo de ideas, acertadas y equivocadas, que representan los libros?. ¿Podemos quemar todas y cada una de las Bibliotecas de Alejandría que se vayan elaborando con esfuerzo y dedicación, en un momento de iluminación, llevados por nuestro "fuego interior"?. Cada uno debe quemar sus libros, en una hoguera privada. Y supongo que eso es lo que se pretende con este meme que tiene a bien enviarme Dhavar y que será, si Dios no lo remedia, el último que publique en este blog.

¿Cómo iba yo a impedir que los hijos de los hombres leyesen la obra de Marx, o incluso de Ernesto Guevara o Lenin, por muy disparatadas que me parezcan?. No sería ni justo ni acertado. Quizás pueda transmitir a mi hijo buenos valores, que le permitan interpretar en clave histórica y ética estos despropósitos. Pero más no puedo hacer.

Dicen que uno debe, en su vida, lograr al menos tres cosas: escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo.

Yo no sé si escribiendo un blog lograré el primer objetivo, lo del libro queda lejos, y quizás en un futuro se lea en Internet y no en papel. Y es que el papel sale del árbol, y con el asunto del medio ambiente y los temores devotos al calentamiento global y a la sexta extinción tirar árboles abajo no está bien visto. ¡Imaginen que cada uno de los miles de millones de habitantes humanos de la tierra tuviera la desfachatez de contar su vida en un libro!. Aparte que la mayoría de esos libros no le interesarían a nadie. Supongo que la recomendación de plantar un árbol viene por lo del libro, para reponer sus páginas. Árboles y libros prenden bien, son combustible idóneo. El primero lo hace más lentamente y desprende más calor. Es una construcción más sólida, hecha por la naturaleza. El libro es más efímero, y su fuego es fatuo, pero en su humo se extingue un alma.

Tener un hijo, último objetivo propuesto, lo he cumplido, y por él quemaré, entre otros, y de forma simbólica, los siguientes libros:

-El Capital, de Carlos Marx.

-La sociedad opulenta, de Galbraith.

-El contrato social, de Rosseau.

-Teoría de la ocupación, el interés y el dinero, de Keynes.

-Adolescencia, sexo y cultura en Samoa, de Margaret Mead.

-Primavera Silenciosa, de Rachel Carson.
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Y lo dejo ahí. Que cada "candelabro" aguante su vela.

jueves, marzo 06, 2008

Cientifismo y Metaciencia

Mi anterior post puede llevar a engaño. Atacar al cientifismo no es atacar a la ciencia. Puede incluso tratarse de una defensa.

La postura cientifista implica extraer conclusiones, a partir de los conocimientos disponibles en un momento dado del tiempo por la ciencia, que van mucho más allá de las que razonablemente pueden extraerse, generalmente –de carácter general, por tanto sumamente especulativas y acientíficas. Pueden parecer conclusiones plausibles, lo que da un aura de autoridad, legitimidad y plena validez a las mismas, y no ser, pese a ello, razonables. La razonabilidad, a diferencia de la racionalidad, responde a la razón por excelencia, la razón natural, la razón última, que es anterior y superior a la Razón de los Ilustrados, y que guía nuestra acción en el mundo por caminos a veces torcidos. Nadie puede arrogarse de conocer mejor que otro esa razón natural, ciertamente, pues esta se expresa instintivamente. De ahí que sea fácil negarla, y refutar a quien hable de su preeminencia y de su prioridad. Se dirá, desde la especulación más grosera, que son todo especulaciones.


El racionalismo de cortas miras se adapta a las modas imperantes en ciencia. Es algo inevitable. Los precursores –esos otros, que a veces son el Doctor Jekill de algún Mister Hyde cientifista- están en la frontera del conocimiento, allá donde linda con lo ignoto y lo incognoscible, allá donde mejor se aprecian sus limites y sus limitaciones. No aprecia el racionalista de cortas miras, parece ser, la fundamental ignorancia que impregna todo conocimiento humano, y si lo hace es para decir: “¡¡pero coronaremos esa cumbre, que será como tantas otras en el pasado!!”. Ningún logro técnico o coherencia teórica nos deben apartar del verdadero escepticismo, que dice, que grita incluso: “¡Eso parece!, pero....”. Y con esa crítica, si lo es en un sentido profundo y no una pura negación basada en alguna otra fe, se abren nuevos campos al saber, fértiles para nuevas hipótesis y conclusiones provisionales, siempre provisionales.

Por otro lado, si hay que derivar acciones concretas de ideas abstractas es preciso tomar aquellas ideas que se demuestren ciertas no en un limbo de racionalidad pura, tantas veces siervo de la pura irracionalidad, sin saberlo, sino en el terreno que pisan los pies, que es el que ha de ser caminado. Y esto vale tanto para “parar los pies” a los ateos como a los creyentes, cuando se extralimitan guiados por farsas con mayor o menor rigor lógico o, especialmente, (socio)lógico.

Así, el “tradicionalismo evolucionista” (admítanme este nuevo título), cree –y justo es decir que “cree”- que el conocimiento ha de evolucionar, e ir sedimentándose en la sociedad humana de forma pacífica y progresiva. Esto es acorde con un planteamiento cultural y biológico evolutivo y político liberal, y, desde luego, está un poco en contradicción, en su apuesta por el avance del conocimiento, con la realidad, dado que incide en el gradualismo y la parsimonia, y lo exige a una convulsa humanidad impaciente y violenta. El conocimiento probablemente avance y mejore a pesar de los lastres que podrían anclarlo en cada momento y lugar, cientifismo incluido, igual que la mejora tecnológica y de bienestar de la sociedad pueden producirse, a largo plazo, a pesar de sus negligentes patricios y necios plebeyos. Nunca, en cualquier caso, debemos caer en la estúpida autocomplacencia de creer que es sumamente improbable el retorno a edades oscuras, porque la dialéctica entre decadentes y valiosos, que se da en la sociedad y dentro de cada uno de nosotros, ese precario equilibrio, puede romperse a favor de la decadencia. Ni tampoco podemos caer en esa otra estúpida complacencia del conocimiento cierto, que es esencialmente contradictoria con la profundización y continuidad del conocimiento.

¿Qué es, pues, lo que nos impele a aferrarnos a las ideas más exitosas de nuestro momento y a defenderlas con tanto ahínco y encono con quien discrepa de ellas?. ¿De dónde proviene, por ejemplo, la obsesión cientifista, esto es, la obsesión por ceñirse a la ciencia y al método científico (entendidos en un sentido restringido y excluyente) para explicarlo todo?. Sin duda esta pulsión se articula en la mente del creyente como una buena intención. El cientifista no es ningún coco. Se trata de un ser humano benevolente que cree sinceramente que la ciencia y su método son una panacea, el mayor logro de la humanidad, lo que ha sacado a esta de la barbarie y la oscuridad. Cree que todo debe abordarse con rigor y racionalidad, excepto las fiestas. Al hacer esto cierra el paso a toda especulación fructífera que esté en contradicción (o aparente contradicción) con el cuerpo de ideas imperante y ya asentado en la superficie racional en forma de estructuras lógicas fácilmente manejables, accesibles y contrastables. Asimismo deriva conclusiones últimas de lo que se sabe con razonable verosimilitud (en este caso es correcto hablar de razonabilidad). Ejemplo: si hay cerebros divididos no hay alma. Y esto sin que se sepa aún cómo funciona la mente, ni como son esas redes neuronales de las que tanto se habla que le dan sustrato biológico en el cerebro, ¡y sin que se sepa lo que probablemente nunca se sepa desde el “encierro subjetivo”, desde la “prisión cognitiva” que es cada una de nuestras mentes, que es la realidad de la realidad más allá de nuestras percepciones e ideas!.

Cualquier idea nueva debe ser primero interiorizada, y después contrastada con el cuerpo de ideas que habita en nuestra mente. No debe ser expulsada, sino sometida a un análisis permanente en relación con las otras ideas. Quizás en un futuro la idea resulte ser “cierta”. Y quizás en un futuro alguien la defienda como si fuera definitiva.

La filosofía no va a ser fagocitada por la ciencia. Los mismos científicos especulan a partir de lo que saben y aquello que creen saber. No se trata de la metafísica, como algunos dicen, sino de la metaciencia. Mientras haya un resquicio de ignorancia siempre habrá filosofía, igual que siempre que hay un quebranto en las cuentas, por muy pequeño que este sea, habrá que revisar estas. Y la filosofía es la que tiene la última palabra, una vez la ciencia ha dicho la suya y esta ha sido aceptada y asumida.

martes, marzo 04, 2008

La falacia cientifista

"Si no hay Dios, todo vale". Así se pronunciaba uno de los demonios de Dostoievski. Expresaba inadvertidamente con ello la fundamental alternativa entre la fe y el caos. Pero padecía el sueño de la razón, creyendo desesperadamente en lo ilimitado de una libertad moral total, en la bendición maldita de un paraíso infernal, hecho de nada emancipada.

Todo nuevo paradigma que explicase, o permitiese explicar, en términos materiales lo hasta entonces explicado por la fe o por el mito ha sido acogido siempre por muchos con esa falsa ilusión, con esa fatal desilusión. ¡Por fin soy libre!...pero....¿Para qué?.

No deja de ser significativo que Dios haya sido desterrado del centro del Universo conforme lo ha sido el hombre.

Primero nuestra tierra perdió su protagonismo, y digo "nuestra" porque debía su protagonismo a que nosotros la habitábamos.

Después quedó claro que el hombre no había sido objeto de una creación independiente y exclusiva.

Más tarde se comprobó que la evolución no necesariamente había seguido un curso inexorable hacia la inteligencia, hacia nosotros, vaya.

Ahora la mente, el alma, último bastión de la fe, ese "error de Descartes", ese "Fantasma en la máquina", parece asediada por la ciencia del cerebro.

"Si somos animales irracionales producto de la evolución que viven y mueren en un mundo que flota en un espacio enorme, ignoto e indiferente por nuestra suerte, entonces Dios no existe, y entonces todo vale".

El relativismo moral resultaría ser una conclusión fatal de los avances científicos en la compresión del cosmos y del ser humano. Y ahí tenemos una de las claves del cientifismo, la que, en el fondo, quieren los cientifistas que creamos, mas no la más importante, no la esencial.

Se hace preciso distinguir nítidamente entre ciencia, verdadera ciencia, y cientifismo, entre escepticismo y fe atea (cargada de prejuicios), cosa que hace certeramente Memetic Warrior, que tiene una habilidad cognitiva especial para detectar y desmontar fraudes sociológicos. Y no es otra cosa que un fraude, que una gran falacia, esta corriente cientifista que nos asola, una corriente sociológica por mucho que algunos de sus miembros pertenezcan profesionalmente a la elite sacerdotal de una ciencia rigurosa. Es la falacia cientifista, una falacia (socio)lógica.
Un prejuicio ateo está en la base de todo cientifismo, y esta es otra de sus claves, sin ser tampoco la esencial. El fundamento de dicho prejuicio, y la clave de todo cientifismo, a mi parecer, está en el deseo de libertad moral para justificar ciertas acciones que nuestra propia naturaleza nos indica que son malas o, cuando menos, insatisfactorias para nosotros, para los demás y (de vuelta) para nosotros de nuevo. Esto nos lleva a concluir que el cientifismo, como movimiento, solo puede surgir del servicio al poder, como justificador de un poder que vulnera todas las normas del derecho natural, que se pretende absoluto.

El cientifismo ha pasado de la naturaleza al ambiente con la mayor –naturalidad, porque en el fondo estos asuntos le importan bien poco. En los últimos decenios ha tomado la forma de Tabla Rasa. Pero como señala M.W. también tuvo una expresión de reduccionismo genético. Es el cientifismo, en última instancia, un monstruoso instrumento del totalitarismo, voluntario o no, consciente o no. Ahora está empezando a tomar forma en una nueva falacia sociológica –que no científica, que vuelve sobre el reduccionismo genético, pero a través del cerebro.

Si la primera mitad del Siglo XX fue la época de la Física y la segunda de la biología (molecular), la última década del siglo pasado (bautizada como década del cerebro) y el comienzo de este siglo XXI están presididos por las neurociencias. El estudio de nuestro cerebro nos lleva al centro de todo, pues todo lo que es lo es en nuestra mente. El alma se ve sometida a su más dura prueba. Nuestra naturaleza misma, el "qué somos", se pone sobre la mesa de disecciones.

Aunque las conclusiones que se están extrayendo son diversas, y sigue existiendo mucha ignorancia, la corriente cientifista se está apuntando apresuradamente, con esas ansias que da buscar protagonismo y pretender dar respuestas sociales inmediatas, a la idea de que no somos libres porque nuestro cerebro determina nuestras conductas aún antes de que las pensemos (que seamos consientes de las mismas). Somos pues, irracionales. Los cimientos de la Civilización son minados, de nuevo.

La idea de Tabla Rasa, ya obsoleta, pese a sus estertores en esta España históricamente peculiar, tropezó una y otra vez con la naturaleza humana, incoercible. Pretendían sus defensores que todos éramos perfectamente intercambiables (inteligentes y tontos, hombres y mujeres, caracteres fuertes y débiles....etc, etc). El fracaso de lo que, en una conversación con Weber, denominó Schumpeter como experimento, o sea, la caída del Comunismo Soviético, supuso el fin de las fantasías colectivistas, asentadas ideológicamente en la maleabilidad del hombre como ciudadano, en la maleabilidad, en fin, de la mente humana. Montañas y montañas de tratados de antropología cultural de salón, de sociología acomplejada y de psicología conductista (condúcete por donde yo te indico) se derrumbaron con el Muro. La libertad se había liberado.

Volver al determinismo genético para servir al tirano (cualquiera de ellos, estos si perfectamente intercambiables, como sus lacayos) se presentaba como una labor imposible, y habiendo quedado la Tabla Rasa arrasada, era preciso un nuevo paradigma para la justificación del liberticidio y la consiguiente obtención de prebendas. Y la ocasión la pintó calva el estudio de las bases neurológicas y evolutivas de la conducta, de donde se extraen conclusiones sobre la propia libertad.

Para comprender la moral hay que acudir al cerebro emocional, y al lóbulo frontal, y para entender estos es preciso deducir el camino seguido por la evolución.

Vamos despertando poco a poco del sueño de la razón según vamos comprendiendo que sin las emociones somos seres desprovistos de personalidad, de previsión y planificación, de objetivos, de proyección en el tiempo, de la misma razón, del "yo". Sin emociones no hay fines y los medios se esfuman en un humo de sensaciones Humeanas (de Hume). Nuestras emociones forman parte del sistema de castigos y recompensas de nuestro organismo. Este sistema se moldeó a lo largo de una larga evolución orgánica mamífera y orgánico-social homínida que culminó en nosotros. Y si bien el proceso evolutivo no es finalista per se, si crea seres con finalidades.

Si admitimos que hay mucho más en nosotros que la razón, que hay, de hecho, un poder biológico en la sombra, necesariamente tenemos que reconsiderar todos nuestros medios a la luz de nuestros fines, que ahora sabemos irracionales (esto es: no necios, no locos, pues detrás hay poderosas razones evolutivas, sino axiomáticos). Nuestros fines no han sido inventados ni por nosotros ni por otros, no han sido impuestos sutil ni brutalmente por condicionamiento cultural: nuestros fines "son". Ni el capitalismo ni el matrimonio ni ninguna otra expresión de nuestros impulsos en el plano social nos hacen como somos. La causa y el efecto solo pueden invertirse en nuestra imaginación. La sociedad no hace al individuo, es el individuo, con su equipamiento biológico y moral, el que hace la sociedad. El hombre es libre, a partir de sus presupuesto biológicos.

Pero el cientifismo, en cambio, llega a la conclusión opuesta afirmando que el ser humano no es libre, que carece de libre albedrío, pues es una marioneta de la electrofisiología de su cerebro. Para ello se apoya, entre otras cosas, en los experimentos de Libet.

Lo que buscan el Estado y el cientifismo es lo mismo, porque el cientifismo es una doctrina ad hoc al servicio del poder en todo tiempo y lugar en los que exista ciencia: rebajar, devaluar al individuo –sea por reduccionismo biológico o cultural- a mero hombre-masa, a borrego de un gran rebaño, cosificando las relaciones humanas. Pasaríamos de ser seres humanos dignos a ser objetos, peones en manos del gran amo, números en una larga estadística estatal fría e indiferente.

Quizá todo esto que digo parezca sumamente especulativo. Y en efecto tiene mucho de especulación. Sin embargo puede sacarse de ello una conclusión clara: el cientifismo es una mentira al servicio del poder. Una de tantas. Quien la dice puede creer en ella, pero eso no cambia nada. Muchos actores se creen su papel, muchas plañideras se convencen de que sienten la pérdida. Los privilegiados se convencen de aquello que mantiene sus privilegios. Al final es solo un "Si no hay Dios, todo vale".

Y Memetic Warrior lo demuestra fehacientemente.