sábado, abril 12, 2014

La Selección Social, la selección olvidada


Darwin, en 1871 en The descent of man and selection in relation to sex, se dio cuenta de que había importantes diferencias entre la selección que ocurría: 1)  por interacción con factores ecológicos, como los depredadores o el clima; y 2) la interacción con los congéneres, los miembros de la misma especie del organismo en cuestión, y que compiten con él por recursos como comida, lugares para nidos y parejas sexuales. A la primera se le llama “selección natural” y a la segunda “selección social”, siendo la selección sexual , que describió Darwin, un subtipo de la selección social. El ritmo y la dirección de estos dos tipos de selección pueden ser muy diferentes. Los autores que más han caracterizado y tratado de la selección social son  Wyne-Edwards, Crook (el primero en proponer el término selección social) y , especialmente, Mary Jane West-Eberhard, que hace ya más de tres décadas perfiló una teoría general de la selección social, construyendo sobre las ideas de los autores anteriores, empezando por Darwin. A pesar de ello, la selección social sigue siendo ignorada.

En especies solitarias, el éxito reproductor de un organismo depende de características que le permiten tratar con las contingencias ambientales, de la selección natural. El resultado de este proceso es un progreso evolucionista en la morfología y en conductas no sociales, rasgos asociados con la alimentación, la caza, la defensa contra parásitos y depredadores y la lucha contra los elementos. Pero en especies sociales, los semejantes del individuo se interponen entre él y los recursos que le interesan. En este caso, la interacción social actúa como un filtro que determina el acceso a los recursos vitales. Por ejemplo, el estatus o jerarquía puede dejar fuera de la reproducción a algunos individuos. Wynne-Edwards escribió a este respecto:

"La jerarquía es puramente un fenómeno interno que surge entre los miembros de la sociedad, pero puede afectar enormemente las posibilidades de supervivencia y reproducción del individuo. Su establecimiento coloca en sus propias manos una poderosa fuerza selectiva que puede convenientemente ser descrita como selección social. Es similar en carácter a la que Darwin pensó que se aplicaba en el campo más restringido de la selección sexual".

Estos recursos en juego pueden ser comida, un lugar para hibernar, para anidar, materiales para hacer nidos, parejas, o un lugar donde pasar la noche. La definición de selección social, según West-Eberhard, es el diferente éxito reproductivo debido al éxito diferencial en la competición social, sea cual sea el recurso por el que se compita (y la selección sexual es la selección social en la que se compite por parejas sexuales). La diferencia principal de la selección social es que el éxito del individuo  está determinado no sólo por su propio fenotipo, sino también por los fenotipos (y genotipos) de los individuos con los que interactúa; podríamos decir que la selección social es el subtipo de selección natural que resulta de las conductas sociales de otros individuos. Para hacernos una idea, un individuo que fuera un cazador un poco más lento que otro, pero que fuera mejor competidor social podría conseguir al final más comida, y reproducirse más, que un compañero socialmente inferior pero mejor cazador.

Voy a poner un ejemplo de selección social, que es en realidad un caso de selección parental. En unos pájaros llamados focha americana (Fulica americana), las crías muestran unas brillantes plumas naranjas a sus padres para obtener comida, y esto es crítico para su supervivencia. Los padres están escogiendo entre descendencia (favoritismo), no entre parejas, pero el tipo de ornamentación y su función es el mismo que si estas plumas hubieran sido seleccionadas por selección sexual. Hay otros muchos ejemplos, que detalla West-Eberhard, en los que ornamentaciones o armas no han sido seleccionados por selección sexual, sino por otros tipos de competición social. Este es el caso de los escarabajos hembra que utilizan sus cuernos para pelear entre ellas por recursos que son esenciales para producir descendencia, y esta competición selecciona para cuernos de mayor tamaño.

A diferencia de la selección natural, la selección social tiene algunas  características diferenciales, pero hay una que nos interesa especialmente. El éxito depende de lo que otros individuos de la población están haciendo. Dado que la competición social implica superioridad relativa respecto a los congéneres, el umbral o la altura a superar va subiendo continuamente (y va aumentando cada generación). Como la competición entre individuos puede tener un efecto muy fuerte en la reproducción diferencial con respecto a otras presiones ambientales, la selección social puede ser muy potente. Las limitaciones ecológicas (el ambiente físico) no afectan tanto a la selección social y por eso determinados rasgos pueden crecer de forma desorbitada, por un proceso autocatalítico impulsado desde dentro. Es decir, estas peculiaridades pueden llevar a lo que se conoce como “selección desbocada” (runaway selection) hasta llegar a un punto en que ya supongan un riesgo para la supervivencia (los famosos cuernos desproporcionados del alce irlandés). Se produce un fenómeno de Reina Roja similar a la carrera de armamentos entre un huésped y un parásito, o a la coevolución depredador-presa.

Acercándonos a nuestra especie, el interés de la selección social es que es uno de los principales procesos evolucionistas responsables de la emergencia de características conductuales tanto de grupo como individuales. Es tentador especular que el gran desarrollo del cerebro humano sea un proceso de selección desbocada, asociado a la ventaja que la inteligencia supone para la competición social entre primates. Una característica que se ha propuesto también que podría haber evolucionado por selección social es el altruismo (Geoffrey Miller en the Mating Mind), y Randolph Nesse opina igualmente que la selección social puede ser la responsable de muchas de nuestras capacidades prosociales: altruismo, capacidades morales, empatía y Teoría de la Mente. Según hemos expuesto, la selección social consiste en una competición para que nos elijan, pero no sólo los individuos del sexo opuesto como se teorizaba en la selección sexual, sino también nuestros padres (como hemos visto en el ejemplo de los pájaros), y también nuestros amigos o, en general, los miembros de la tribu. Se trata de hacer todo lo posible para que nos elijan como compañero o aliado los demás. Ser elegido como aliado o compañero implica una serie de ventajas, como mayor acceso a recursos y, en definitiva, mayores posibilidades de éxito reproductor. En este sentido, ser altruista es una cualidad apreciada por los demás y se puede producir un “altruismo competitivo”.

Según Nesse, el fenómeno de la domesticación ilustra cómo las preferencias sociales pueden moldear los rasgos prosociales. Por ejemplo, los lobos que tenían menos miedo de los humanos y menores niveles de agresión fueron capaces de acercarse más a los campamentos humanos y conseguir restos de comida. A su vez, los humanos que tuvieron tendencias altruistas hacia los progenitores de los perros recibieron beneficios en el éxito reproductor, como  avisos del peligro, primero, y más tarde protección y ayuda en la caza. Pero es que los humanos muestran muchas características de haber sido domesticados: bajos niveles de agresión, aumento de la cooperación, deseo de agradar a los demás, e incluso cambios en la estructura ósea similares a los de animales domesticados. Esto hace plausible la conclusión de que los humanos han sido domesticados por las preferencias de otros humanos. Los individuos que agradan a los demás reciben recursos y ayuda que aumentan su éxito reproductor. Los individuados agresivos y egoístas no obtienen esos beneficios y son excluidos del grupo y de la reproducción. El resultado son unos humanos domesticados. Sería un caso de efecto Baldwin: el aprendizaje modela conductas adaptativas que crean nuevas fuerzas selectivas que rápidamente facilitan una mayor capacidad para explotar un nuevo nicho. Este proceso de “docilidad” si se desboca puede llevar a conductas que benefician a los demás más que a uno mismo.

Pero para atraer al mayor número de aliados y compañeros hay que saber cumplir con los deseos y expectativas de los demás. Es decir, hay que tener Teoría de la Mente y también empatía. Estas fuerzas selectivas que comentamos darían ventaja reproductiva a los individuos que atendieran a lo que otros quieren o necesitan, es decir, a la Teoría de la Mente. En general, estas fuerzas moldean deseos de complacer a los demás y deseos de evitar desagradar. También tendríamos que saber monitorizar si estamos cumpliendo con las expectativas de los demás (autoestima). Según esta línea de pensamiento, Nesse plantea que la empatía, la autoestima, la culpa, la ira y las capacidades morales  evolucionaron por selección social.

Pero la selección social tiene también su lado negativo. Según Nesse, los beneficios de características seleccionadas socialmente pueden conllevar el coste de hacernos más vulnerables a las enfermedades mentales. Por ejemplo, la rápida selección de capacidades sociales complejas puede haber empujado algunas características a lo que se conoce como borde del abismo (cliff-edge) y algunos individuos sufrirían un fracaso cognitivo catastrófico como ocurre en la Esquizofrenia. Este concepto de borde del abismo lo podemos entender mejor con el ejemplo de los caballos de carreras. La selección de caballos de carreras ha ido produciendo caballos con unos huesos de las patas cada vez más finos, que pesan menos y permiten mayor velocidad, pero el inconveniente es que algunos de ellos tienen mayor facilidad para sufrir fracturas óseas en las patas. Para Nesse, la selección reciente para una cognición social cada vez más desarrollada puede haber llevado la media de estas capacidades demasiado cerca del borde del abismo y algunos individuos, los esquizofrénicos, caerían por él.

En definitiva, tanto en animales pero especialmente en humanos, no sólo elige la hembra, sino todo el grupo, y en nuestro caso, por medio de los valores y las normas. La cultura marca unas características como preferidas en los individuos y así el hombre lleva a cabo una autoselección o autodomesticación. La selección social es capaz de seleccionar rasgos conductuales y psicológicos y nos podría servir para comprender la evolución de buena parte de ellos, como el altruismo, la empatía o la Teoría de la Mente.

@pitiklinov

Referencias







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