jueves, mayo 19, 2016

Palpapando y degustando a distancia: la evolución de los sentidos

Un lector del blog Evolución y Neurociencias, Manuel Boira, desarrolló una hipótesis sobre un posible origen del fenómeno que los humanos conocemos como “dentera”, que envió a Pablo Malo, autor del blog. En un intercambio de emails estuvimos valorando la cuestión entre nosotros sin llegar a una conclusión definitiva sobre el asunto, pero al menos clarificando algunos puntos al respecto. Pero no es de dicha hipótesis de lo que quiero hablar hoy aquí (permítase que ubique en el tiempo y en el espacio este post, aunque ya no tenga demasiado sentido).

 

La experiencia subjetiva de dentera se da a través de dos sentidos: el oído y el tacto. Un ejemplo muy conspicuo de la primera clase de dentera lo tendríamos con el ruido conocido como chirrido que hacen unas uñas, por ejemplo, al arañar una pizarra. Otro ejemplo, del segundo tipo, sería el del roce de una superficie tal como la de la piel de un melocotón o la tiza con la que se escribe en la pizarra del anterior ejemplo.

 

Reflexionando sobre dicho asunto llegué a la idea de que el oído desempeñaba en el fenómeno de la dentera el papel de un mensajero del tacto. Dado que el sonido estridente es parecido al roce de uñas o dientes sobre una superficie dura, áspera o seca (sobre eso Manuel ya expondrá aquí su hipótesis) parece probable que la sensación de desagrado que experimentemos sea una especie de reflejo táctil, algo así como un cruce de cables neuronal que da lugar que sintamos como si estuviéramos efectivamente rozando con nuestras uñas y dientes una determinada superficie.   

 

El sentido del oído es, de algún modo, un sentido del tacto a distancia. La evolución de la percepción auditiva fue posterior a la de la percepción táctil, y esto no sólo es fácil de rastrear en el registro paleontológico, es también fácil de inferir lógicamente. El tacto evolucionó primero para rastrear y percibir el entorno inmediato al organismo. Pero aquello que sucedía a lo lejos no era percibido suficientemente. El sentido del olfato, o los quimiorreceptores en organismos unicelulares (el olfato es un quimiorreceptor ampliado) avisaban en el pasado evolutivo a los organismos de que se aproximaba una marea negra de lo que menos favorecía a su supervivencia o bien que estaba próxima una fuente de alimento, un entorno más seguro o cualesquiera cosa que pudiera anunciar una molécula volátil o errática a través de un medio acuoso o aéreo. Pero no era suficiente. Era preciso, de alguna forma, palpar a distancia, ver la forma, la física, de lo que había más allá del sentido del tacto. Tendrían que evolucionar el oído y la vista.

 

¿Qué es lo que hace el oído, exactamente?: pues bien, el oído nos suministra información de lo que está alejado de nosotros, fuera del alcance de nuestro tacto, y que tiene una consistencia física mucho mayor que un gas o unas moléculas disueltas. Nos dice que entre la maleza se mueve algo, es más, nos dice que en la maleza que está a nuestra izquierda se mueve algo. O que cae un alud, pero desde arriba siguiendo las leyes de Newton, aunque también nos indica que tiembla la tierra a nuestros pies, de acuerdo con las leyes de la tectónica de placas de Hess. El oído percibe vibraciones y las localiza en el espacio y en el tiempo. Nos dice que hay un "objeto" (no ya una nube de pequeñas moléculas) que se aproxima a nosotros (bueno, puede ser un fuerte viento, pero atrévete a llamarlo nube de pequeñas moléculas) o se aleja de nosotros. Un objeto que merece ser seguido o evitado. Toca a distancia. Las ondas que nos llegan de ese objeto (ser vivo voraz, piedra rodante) o acontecimiento (viento, temblor de tierra) se perciben en el cortex como sonido, ciertamente, pero a un nivel más rudimentario, más inconsciente, pero no menos importante, como vibraciones. Las que nuestros corpúsculos de Meissner o las terminaciones nerviosas libres u otros receptores de la piel no perciben las percibe el oído, que recibe una oleada de aire que ha sido empujada por el objeto o acontecimiento que está en un radio determinado de nuestro cuerpo.

 

En la evolución de nuestra especie el desarrollo del lenguaje hizo del oído mucho más que un perceptor de movimientos, consistencias y cambios a distancia. Al convertirse en un buen medio para transmitir información de lejos los animales comenzaron a usarlo para comunicarse entre sí (entre miembros de la misma especie). Ya con anterioridad había servido, como es obvio, para comunicar unilateralmente a unas especies dónde se hallaban otras para zampárselas o esconderse de ellas. En los primates las vocalizaciones son una forma frecuente de comunicación, que acompaña al repertorio de gestos propios de cada especie. Nuestra especie, no voy a decir cómo porque eso no lo sabría aventurar ni remotamente, creó el lenguaje simbólico.....y la música.

 

Robin Dunbar sostenía la interesante hipótesis de que el grooming, según crecía el tamaño de nuestros grupos sociales, fue siendo sustituido por el contacto a distancia. No te puedes pasar todo el día acariciando y acicalando a otros miembros de tu especie (el 20 % del día, que creo que es el que destinan los chimpancés, es "llevadero" para mantener los lazos sociales en grupos del tamaño de las tropas chimpancés, pero entre nosotros, que tendríamos grupos cuyo tamaño se estima de media en 150 personas -número de Dunbar- andar espulgando a todos los miembros amigos no nos dejaría tiempo para otra cosa). El lenguaje nació no sabemos bien cómo ni conforme a qué presiones evolutivas precisas, pero en cualquiera de los casos terminó por servir, con seguridad, para dos cosas: para transmitir información (fáctica y afectiva) y para....acariciarnos o abofetearnos sin tocarnos siquiera. El tacto a distancia del oído había adquirido una nueva dimensión: con-tacto a distancia. Tacto. Transmitir sensaciones táctiles, pero de lejos. Y para ello también serviría la música, así que no resultaría extravagante la idea de que la misma especie que desarrolló el lenguaje simbólico crease la música, igual que las matemáticas....que es un lenguaje más formal y depurado, andado el tiempo y por otros derroteros.

 

El lóbulo parietal del cerebro parece jugar un papel destacado en toda esta evolución, y lo que conecta al oído por vías "inferiores" con éste, así como por otras vías corticales desde el lóbulo temporal. Se trata de nuestra posición en el espacio, nuestra propiocepción, nuestra nocicepción, nuestro...sentido del tacto. Podemos pensar en términos de las Good Vibrations de los Beach Boys, que vibran realmente y nos hacen vibrar a diferentes ritmos, nos hacen incluso....bailar, mover el cuerpo, al ritmo de alguna melodía. Las melodías suaves pueden ralentizar nuestra actividad fisiológica como el susurro de una madre a su bebé, o la nana....al igual que el rock duro puede activarnos como el grito de un jefe cabreado o un líder enardecido (aunque parte de la activación dependa del contexto). Probablemente nuestros "receptores" táctiles no sólo envían información al cerebro....reciben de arriba también información que los activa y es reenviada al cerebro.  Y vibramos. Nos movemos de cierta manera y experimentamos ciertas sensaciones.
 
Si hemos de valorar desde una perspectiva evolucionista qué sentido tendría el sentido del oído deberíamos plantearnos que se trata de una adaptación para captar el movimiento de cuerpos extraños en la órbita de nuestro cuerpo. Palpamos lo que está inmediato, oímos lo que está más alejado. Y por último, con el desarrollo de la vista, captamos longitudes de onda de objetos en movimiento en la distancia cuyas vibraciones no alcanzan la fuerza suficiente para ser percibidas por el oído.
 
En última instancia parece que tanto ontogenética como filogenéticamente, vamos de dentro afuera, pasando de desarrollar el tacto y el gusto a desarrollar el resto de los sentidos, que constituyen, de alguna manera, un tacto y un gusto "a distancia".
 
 

sábado, mayo 14, 2016

Efecto Placebo y Evolución (entrevista a Fabrizio Benedetti)



Fabrizio Benedetti es uno de los investigadores que más ha trabajado  sobre el efecto placebo y le efecto nocebo y, probablemente, el que más ha contribuido a prestigiar el estudio científico sobre este misterioso fenómeno del placebo. En décadas de investigación ha tratado aspectos muy interesantes y diversos entre los que vamos a mencionar algunos. Uno de ellos ha sido el descubrimiento de que el efecto nocebo es debido a la colecistoquinina y que si se bloquea esta sustancia con proglumide se bloquea el efecto nocebo.

También ha trabajado en el efecto placebo en la enfermedad de Parkinson donde se ha visto que el efecto placebo es mediado por la dopamina. Pero es justo mencionar que en el estudio del efecto placebo en la enfermedad del Parkinson un trabajo seminal fue el del neurólogo español Raúl de la Fuente-Fernandez en Science en 2001.

Actualmente está trabajando en estudios donde se registran neuronas individuales de pacientes, y en estudios donde se administra el fármaco al paciente sin su conocimiento. Lo que se hace es utilizar una maquina que inyecta el medicamento al paciente sin que éste sepa el momento exacto. Lógicamente, por razones éticas se informa al paciente -y se pide su consentimiento- de que se le va a administrar un fármaco pero que él no va a saber el momento exacto en que eso va a ocurrir. La prueba definitiva de que un medicamento es eficaz sería administrarlo de esta manera y así quedaría claro que el medicamento funciona sin ningún tipo de mediación debida al efecto placebo. En estos estudios se observa, por ejemplo, que la morfina es más eficaz cuando el paciente ve que se le administra que cuando se hace a escondidas.

Pero una de las aplicaciones más curiosas y sorprendentes del placebo en la que ha trabajado (y por lo que nos dice en la entrevista sigue trabajando) el Dr. Benedetti es en la posible utilización del doping en el deporte. Sí, no es broma, el mecanismo sería el siguiente. Antes de una competición administramos un fármaco que reduzca el dolor, por ejemplo morfina, en varias ocasiones a un atleta. El atleta hace un condicionamiento a este fármaco. El día de la prueba, pongamos una maratón, se le administra en el mismo ambiente, con la misma jeringuilla, etc, un placebo. Sabemos que el efecto placebo activa la vía pide en el cerebro y hace segregar endorfinas, de manera que el atleta va a mostrar mayor resistencia al dolor durante la prueba. La ventaja evidente es que ningún test de detección de sustancias ilegales va a encontrar nada anormal en la sangre del paciente.

El Dr. Benedetti ha sido tan amable de contestarnos unas preguntas sobre este intrigante fenómeno del efecto placebo (gracias a Ana di Zacco por la traducción de la entrevista).


En inglés:

1- Let´s start from the beginning. The placebo is not always the cause of the effect we observe, as there are confounders such as the natural evolution of the disease, the regression to the mean, and false positive errors, and besides there is not a non-treatment group as a control. On the other hand, in a meta-analysis where the investigators found little evidence in general that placebos had powerful clinical effects. Can we be sure that the placebo effect is real?

Yes, correct, the true placebo effect, or response, is the psychobiological effect taking place in the patient’s brain. It has nothing to do with spontaneous remission, regression to the mean, and such like. There is now compelling evidence that it is real, mainly due to recent advancements of neurobiological investigation and tools, like functional magnetic resonance, positron emission tomography, in vivo pharmacology, single-neuron recording in awake patients. By using all these techniques, many studies have shown that placebo administration induces changes in the patient’s brain. The fact that placebo effects have sometimes little clinical relevance is a different problem. Indeed, sometimes they are very small, but detectable, and provide us with important information on the brain-body interaction.

2- Now I would like to ask you Tinbergen´s four questions related to placebo. The first would be the ultimate cause of the placebo effect. Why does the placebo effect exist? What have been the adaptive pressures that gave rise to the placebo effect? Have you got an idea of its origin during human evolution? How do you imagine the context of the first use of this healing power? When life is at risk we don´t feel pain. Do you think that there could be a relationship between this fact and the placebo effect?

The placebo effect is basically a social phenomenon, due to the unique social interaction between the sick and his/her therapist. It emerged during evolution in apes, when grooming behavior evolved into prosocial behavior and altruism. The primate that is being groomed feels pleasure and this leads to a powerful social bond. This eventually evolved into altruism, whereby the defeated and wounded primate was helped by the companion of the same social group. In early hominids, this evolved into shamanism, in which the sick finds relief in a member of his/her social group, the shaman. Then the shaman evolved into the modern doctor. In all these instances (from primate grooming to modern medicine), the social bond, along with expectations, beliefs, trust, hope, are always at work. The placebo response is made of all these things, and indeed sometimes the psychological component can be very important in the recovery from a disease.

3- The second of those Tinbergen's question would be how the placebo effect develops in individuals (ontogeny). In which developmental stage can a placebo effect be found in children?

We know very little about children mainly due to ethical constraints. It is really difficult to run these studies in children and other patients populations, such as non-communicative patients, because it is not possible to obtain the informed consent.

4- The third question would be which is the evolutionary history of the placebo effect in related species (phylogeny), for example in apes. What do we know about the placebo effect in animals?

See my previous answer on the evolution of grooming in apes. It is also important to point out that there are some unconscious placebo responses, in which the mechanism is Pavlovian or classical conditioning, and this is what actually happens in animals. Pavlov himself described his experiments as follows. After injecting a saliva-stimulating drug in an animal several times, after a while, whenever he went into the laboratory with the syringe in his hands, the animal started salivating by the mere sight of the syringe. Actually, this happens in humans as well. After repeated associations between an aspirin pill (which is round and white) and pain relief, you can bet that any pill that is round and white will induce pain relief, even if there is no active ingredient inside.

5- And the last of Tinbergen´s questions would be how does the placebo effect comes to be expressed, the mechanisms underlying this effect, the pathways involved in the brain. Do we know these pathways? There is a pathway for expectations and the opioid system, there are conditioning mechanisms as well, and in Parkinson patients it seems that the effect of the placebo occurs via dopamine. Is not it too chameleonic ?

There is not a single placebo effect, but many. Many neurotransmitters have been identified, e.g. opioids and cannabinoids in pain, prostaglandins in headache, dopamine in Parkinson. The main concept that is emerging today is that placebos use the same biochemical pathways that are used by the drugs we give in routine medical practice. Actually, we should reverse this statement because social interaction (placebos) emerged during evolution much earlier than drugs. In other words, all these neurochemical systems represent a sort of endogenous pharmacy that is activated by social contact, hope, expectations, beliefs, trust.

6- The placebo effect is at the epicenter of the Mind-Body problem. How can something mental -a belief or an expectation- change our biology? Can we explain it?

It very much depends on what you mean by Mind. Are Mind and Brain the same thing? If so, the placebo effect is not that surprising. Every mental event corresponds to a cerebral event, and vice versa, thus it’s not really surprising that a belief or expectation change our biology.

7- Can we say what diseases are responsive to placebo (and what diseases are not) and why? Have we got this information? What about cancer?

Whenever the psychological component is important in a given disease, the placebo effect is large, as occurs for pain, anxiety, depression, motor disorders. However, it is important to stress that it is possible to condition immune and hormone responses by using a Pavlovian conditioning procedure. To date, there is no evidence that placebos work for cancer, infectious diseases, general anesthesia, and other conditions. And this is not surprising at all. If you give a placebo and tell the patient “Now I am going to reduce the size of your cancer” or “I am going to kill the bacteria in your body”, nothing happens, of course.

8- In Spain homeopathy is now the subject of considerable debate. Some universities have cancelled their courses and social rejection to this practice is increasing. What do you think about homeopathy?

So far, there is no scientific evidence that homeopathy is better than placebo. Therefore, as far as we know today, any positive effect following an homeopathic treatment is attributable to a placebo effect, or otherwise to spontaneous remission.

9- Is it possible a placebo effect without conscience?

We don’t know exactly. This is a hot topic in Neuroscience: whether or not true unconscious Pavlovian conditioning is possible in humans.

10- The best way to be sure of the real biological effect of a drug would be to administer the medication without the patient being aware that a medical therapy is being carried out (through hidden infusions by machines). Should we do more covert-therapy studies?

Yes, surely. And we and others are doing that.

11- For the placebo effect to occur we need another person. Why can´t we create our own expectations? If the curative power is in our brain, why can´t we ourselves start the chain of effects?

As I said above, the social interaction is crucial. Thus you need to trust someone, to believe in the treatment you are receiving, etc. But, of course, expectations can come from different sources, e.g. religious faith.

12- In a study with Irritable Bowel Syndrome patients, placebo pills administered without deception were effective. If this is true we are not taking advantage of a powerful therapeutic tool. Do you think that the FDA should study and approve the placebo without deception? (Big Pharma is not going to do it)

I don’t think so, but who knows?

13- What are you working on now? What is the next step to solve the placebo puzzle?

Now we are working, among other things, on physical performance in sport and in extreme environments (high altitude). If you can increase pain and fatigue tolerance by using placebos, this raises several ethical and legal problems in sport, because a placebo couldn’t be detected in the body of an athlete. We have recently shown that at an altitude of 4000 m, breathing fake (placebo) oxygen may have the same effects on physical performance as real oxygen.



En castellano:

1. Empecemos por el principio. No siempre el placebo es la causa del efecto que observamos, ya que intervienen otros factores que nos pueden confundir, como la evolución natural de la enfermedad, la regresión a la media y falsos positivos y, además, no suele haber un grupo control de no-tratamiento. Por otro lado, existe un metaanálisis donde los investigadores encontraron baja evidencia en general de que los placebos tengan efectos clínicos potentes. ¿Podemos estar seguros de que el efecto placebo es real?

Sí, correcto, el efecto placebo verdadero, o respuesta, es el efecto psicobiológico que tiene lugar en el cerebro del paciente. No tiene nada que ver con la remisión espontánea, la regresión a la media, y similares. Ahora hay evidencia convincente de que es real, principalmente debida a avances recientes de las herramientas de investigación neurobiológica, como la resonancia magnética funcional, la tomografía por emisión de positrones, farmacología in-vivo, seguimiento de la actividad de una sola neurona en pacientes despiertos. Con todas esas técnicas, muchos estudios han mostrado que la administración de placebo induce cambios en el cerebro del paciente. El hecho de que el efecto placebo tenga a veces poca relevancia clínica es un problema distinto. Sin duda, a veces el efecto es muy pequeño, pero detectable, y nos proporciona importante información sobre la interacción cerebro-cuerpo.

2. Ahora me gustaría hacerle las cuatro preguntas de Tinbergen relacionadas con el placebo. La primera sería la causa última del efecto placebo. ¿Por qué existe? ¿Qué presiones adaptativas hicieron surgir el efecto placebo? ¿Tiene una idea de cuál pudo ser su origen en el proceso de la evolución humana?  ¿Cómo imagina usted el contexto donde se usara por primera vez este poder curativo? Cuando nuestra vida está en peligro no sentimos dolor ¿cree que podría haber una relación entre este hecho y el efecto placebo?

El efecto placebo es básicamente un fenómeno social, debido a la interacción única entre el enfermo y su terapeuta. Emergió durante la evolución en primates, cuando el comportamiento de acicalamiento evolucionó hacia un comportamiento prosocial y altruista. El primate que es acicalado siente placer y esto conduce a un vínculo social intenso. Con el tiempo esto se convirtió en altruismo, donde el primate que es engañado y herido fue ayudado por el compañero del mismo grupo social. En los primeros homínidos esto acabó evolucionando en chamanismo, donde el enfermo encuentra alivio en un miembro de su grupo social, el chamán. Entonces el chamán evolucionó hacia el médico moderno. En todos esos pasos (del acicalamiento primate a la medicina moderna), el vínculo social, conjuntamente con las expectativas, creencias, confianza y esperanza actúan siempre juntas. La respuesta placebo está compuesta de todas estas cosas y, sin duda, a veces el componente psicológico puede ser muy importante en la recuperación de la enfermedad.

3. La segunda de las preguntas de Tinbergen sería cómo el efecto placebo se desarrolla en el individuo (ontogenia). ¿En qué punto del desarrollo puede encontrarse efecto placebo en niños?

Sabemos muy poco sobre niños, principalmente debido a restricciones éticas. Es realmente difícil llevar a cabo estos estudios en niños y otras poblaciones de pacientes, como pacientes sin capacidad comunicativa, porque no es posible obtener consentimiento informado.

4. La tercera pregunta sería cuál es la historia evolucionista del efecto placebo en especies relacionadas (filogenia), por ejemplo en primates. ¿Qué sabemos del efecto placebo en animales?

Ver mi respuesta anterior sobre la evolución del acicalamiento en primates. También es importante señalar que existen algunas respuestas placebo inconscientes, en las cuales el mecanismo es pavloviano o condicionamiento clásico, y esto es lo que en realidad ocurre en animales. El mismo Pavlov describió sus experimentos como sigue: después de inyectar varias veces un fármaco estimulador de saliva en un animal, tras un tiempo, cada vez que entraba en el laboratorio con la jeringuilla en la mano, el animal empezaba a salivar por la simple visión de la jeringa. En realidad, esto sucede también en humanos. Después de asociaciones repetidas entre una aspirina (que es redonda y blanca) y un alivio del dolor, puedes apostar a que cualquier pastilla que sea redonda y blanca inducirá alivio del dolor, incluso si no contiene ingrediente activo.

5. Y la última de las preguntas de Tinbergen sería cómo se acaba expresando el efecto placebo, los mecanismos subyacentes, las rutas implicadas en el cerebro. ¿Conocemos esas rutas? Existe una ruta para las expectativas y el sistema opioide, existen mecanismos de condicionamiento también, y en pacientes de Parkinson parece que el efecto placebo ocurre vía dopamina. ¿No es un poco camaleónico?

No existe un efecto placebo único, sino muchos. Se han identificado muchos neurotransmisores, p.e. opioides y canabinoides en el dolor, prostaglandinas en el dolor de cabeza, dopamina en Parkinson. El principal concepto que emerge hoy en día es que los placebos usan las mismas rutas bioquímicas que usan los fármacos que administramos en la práctica médica rutinaria. Realmente, deberíamos revertir esta afirmación ya que la interacción social (placebos) surgieron durante la evolución mucho antes que los fármacos. En otras palabras, todos estos sistemas neuroquímicos representan una especie de farmacia endógena que es activada por el contacto social, la esperanza, expectativas, creencias o confianza.

6. El efecto placebo está en el epicentro del problema mente-cuerpo. ¿Cómo puede algo mental –una creencia o expectativa- cambiar nuestra biología? ¿Podría explicarlo?

Depende mucho de qué entienda usted por mente. ¿Son mente y cerebro la misma cosa? Si es así, el efecto placebo no sorprende. Cada suceso mental corresponde a un evento cerebral, y viceversa, por lo cual no es tan asombroso que una creencia o expectativa cambien nuestra biología.

7. ¿Podemos decir qué enfermedades son más susceptibles al placebo (y cuáles no) y por qué? ¿Tenemos esta información? ¿Qué hay del cáncer?

Siempre que el componente psicológico es importante en una enfermedad determinada, el efecto placebo es grande, como ocurre en el dolor, la ansiedad, la depresión, trastornos motores. Sin embargo, es importante resaltar que es posible condicionar respuestas inmunes y hormonales usando un método de condicionamiento pavloviano. Hasta el momento, no hay evidencia de que los placebos funcionen en el cáncer, enfermedades infecciosas, anestesia general y otras condiciones. Y esto no es en absoluto sorprendente. Si usted administra un placebo y le dice al paciente “Ahora voy a reducir el tamaño de su cáncer” o “Voy a matar la bacteria que tiene usted en su cuerpo”, no ocurre nada, desde luego.

8. En España la homeopatía está hoy en un debate considerable. Algunas universidades han cancelado sus cursos y el rechazo social hacia esta práctica está aumentando. ¿Qué opina de la homeopatía?

Hasta ahora, no hay evidencia científica de que la homeopatía sea mejor que el placebo. Por tanto, hasta lo que sabemos ahora, cualquier efecto positivo que siga a un tratamiento homeopático es atribuible al efecto placebo, o bien a remisión espontánea.

9. ¿Es posible un efecto placebo sin conciencia?

No lo sabemos exactamente. Es un “hot topic” en Neurociencia: si el condicionamiento pavloviano inconsciente es posible en humanos.

10. La mejor manera de estar seguro de un efecto biológico real de una droga sería administrar la medicación sin que el paciente sepa que se está llevando a cabo una terapia médica (mediante goteos sin el conocimiento del paciente). ¿Deberíamos realizar más estudios con fármacos administrados sin el conocimiento del paciente?

Sí, sin duda. Y nosotros y otros estamos haciendo esto.

11. Para que el efecto placebo tenga lugar necesitamos a otra persona. ¿Por qué no podemos crearnos expectativas nosotros mismos? Si el poder curativo está en nuestro cerebro, ¿por qué no podemos nosotros mismos empezar la cadena de efectos?

Como he dicho antes, la interacción social es crucial. Por tanto, necesitamos confiar en alguien, creer en el tratamiento que estamos recibiendo, etc. Pero, por supuesto, las expectativas pueden provenir de distintas fuentes, p.e. la fe religiosa.

12. En un estudio con pacientes con síndrome de intestino irritable, fueron efectivas píldoras placebo sin engaño (con el conocimiento del paciente). Si esto es así no estamos aprovechando las ventajas de una herramienta terapéutica poderosa. ¿Cree que la FDA debería estudiar y aprobar el placebo sin engaño? (la Big Pharma no va a hacerlo).

No lo creo, pero ¿quién sabe?

13. ¿En qué está trabajando ahora? ¿Cuál es el siguiente paso para resolver el rompecabezas del placebo?

Ahora estamos trabajando, entre otras cosas, en el rendimiento físico en el deporte y en ambientes extremos (gran altitud). Si se puede aumentar la tolerancia al dolor y la fatiga usando placebos, esto nos lleva a algunos problemas éticos y legales en el deporte, porque un placebo no puede ser detectado en el cuerpo de un atleta. Recientemente hemos demostrado que a una altitud de 4000 m, el oxígeno falso (placebo) puede tener los mismos efectos en el rendimiento físico que el oxígeno real.




martes, mayo 10, 2016

¿Por qué tenemos tan pocos hijos?


Si los niños fueran traídos al mundo por un acto de razón pura solamente, ¿seguiría existiendo la raza humana?
- Arthur Schopenhauer

Lesley Newson plantea en este artículo de This View Of Life un asunto verdaderamente interesante que es el de la reducción de la natalidad prácticamente en todo el mundo, fenómeno que viene ocurriendo desde hace unos dos siglos y que se conoce por el nombre de transición demográfica. También la revista Philosophical Transactions of the Royal Society B ha dedicado un número entero al tema del descenso de la tasa de fertilidad en el mundo desde un punto de vista evolucionista. El problema sería explicar por qué no estamos utilizando toda la riqueza que estamos generando para tener más hijos. Tradicionalmente, las familias más ricas han tenido más hijos que las pobres y han invertido su riqueza en prole. Actualmente, como se comenta en uno de los artículos de la revista, los super-ricos sólo tienen medio hijo más de media que el resto de la gente. Aparentemente esto es contrario a lo que dice la teoría de la evolución y necesitamos una explicación de este fenómeno.

Lesley plantea que en siglos anteriores la gente ha luchado por mejorar su fitness (traduzcámoslo libremente por éxito reproductivo) pero que ahora ya no lo hace y dedica su tiempo a otras muchas cosas que no es criar hijos. Revisa algunas explicaciones que se han dado de este fenómeno y las descarta, explicaciones como las siguientes:

  • antes no había tecnología para el control de la natalidad
  • antes las mujeres estaban oprimidas y se las obligaba a tener hijos
  • la religión enseñaba que había que tener hijos
  • antes los hijos eran necesarios para el trabajo en la granja, eran mano de obra y un bien, ahora son un gasto.
  • antes la mortalidad infantil era mayor..

Creo que Lesley hace bien en descartar algunas de estas explicaciones (por ejemplo, el descenso de la natalidad es anterior a la píldora) pero se precipita en otras. De todos modos, y aún reconociendo que hay muchos interrogantes y puntos oscuros sin aclarar en este tema, creo que Newson es demasiado pesimista y que con lo que sabemos acerca de la selección natural y la evolución cultural tenemos algunas ideas generales de por donde pueden ir los tiros. Aunque estamos lejos de haber explicado el fenómeno por completo, creo que no es tan misterioso. Voy a señalar varios aspectos que a mi modo de ver nos acercan a un entendimiento del problema.

El punto clave puede ser la confusión entre causas próximas y causas últimas o entre objetivos proximales y objetivos últimos. Creo que Lesley se equivoca cuando dice que la gente antes se dedicaba a mejorar la fitness y ahora no. La gente nunca se ha dedicado a mejorar la fitness directamente (salvo excepciones). Son los genes los que buscan su reproducción pero los individuos han buscado sexo, estatus, mano de obra, cuidadores para la vejez, etc. El efecto secundario de eso era una tasa de fertilidad más alta pero los individuos nunca han buscado directamente la fitness. Y lo que ha ocurrido en los últimos siglos es una desconexión entre los objetivos proximales (sexo y estatus por citar dos de los más importantes) y los fines últimos (la reproducción). Es más complicado explicar esta desconexión y luego hablaremos de ello, pero la gente sigue buscando sus objetivos proximales, como siempre, sólo que ahora esos objetivos no llevan a un aumento de la reproducción.

Una causa evidente de la desconexión de la que hablo es la píldora anticonceptiva. Ahora podemos buscar el sexo sin que vaya unido la procreación. Pero coincido con uno de los lectores que comentan en el artículo de Newson que un sospechoso principal de esta situación es el estatus. El ser humano, al igual que otros primates, es una criatura ávida de estatus. El estatus se asocia a disponer de mejores recursos, mejores parejas, etc. y secundariamente lleva a éxito reproductivo. Ancestralmente señalábamos estatus de muchas maneras: siendo buenos cazadores, buenos cooperadores o altruistas, etc. Debido a los cambios culturales que hemos experimentado parece que la manera principal de señalar estatus es por medio del consumo y de la acumulación de riquezas. Ahora señalamos estatus con la casa, el coche, el iPhone, los tacones altos, la carrera universitaria, el número de países que hemos visitado en vacaciones, el cuerpazo que hemos trabajado en el gimnasio, etc. Y ocurre que todas esas cosas son incompatibles con los hijos. Hemos entrado en una especie de “carrera de armamentos” sin fin en la que cada vez hay que tener mas cosas para estar a la altura de los amigos y vecinos y nadie quiere ser menos que los demás. A este fenómeno se le llama “conspicuous consumption” (consumo ostentoso) y ya tiene antecedentes en época pre-industrial en lugares como Hawai y la Polinesia donde los jefes de tribu competían por ser el más generoso y hacer la fiesta más caras y costosas para sus súbditos  para demostrar así su prestigio.

Este problema es más claro en el caso de las mujeres. Quedarse en casa y criar hijos es algo que la sociedad, y las propias mujeres, valoran mucho menos que tener un trabajo o una carrera profesional y las mujeres se están encontrando con el problema de que perseguir una cosa implica renunciar a la otra. Todo nuestro estilo de vida y nuestro sistema económico hace que los hijos sean costosos, especialmente para las mujeres. Tan costosos que mucha gente no puede permitírselos. En las condiciones económicas actuales es muy complicado comprarse un piso y tener hijos. Si hacemos unas cuentas muy básicas vemos que los números para tener hijos no salen.

Una segunda explicación evolucionista puede venir de la mano de la llamada Life History Theory. Podemos tener mucho hijos e invertir poco en ellos o podemos tener pocos hijos e invertir mucho en ellos. Está claro que está ocurriendo lo segundo aunque la causa puede ser más oscura, de los hijos hoy en día ya no sólo esperamos que estudien una carrera sino también masters, varios idiomas, etc. y no salen al mundo hasta los 30 años. La explicación tradicional para escoger una de las dos estrategias es que el ambiente sea más o menos predecible. Cuando el ambiente no es predecible se aumenta la descendencia y se invierte menos en ella mientras que si es más seguro y predecible se reduce la descendencia y se invierte más. Creo que los datos de los últimos siglos indican un ambiente más predecible (por lo menos en Occidente). Desde la revolución industrial ha ido mejorando el acceso de la población a comida, servicios de salud, educación, servicios sociales, etc. así como una mayor estabilidad política y social en general. 

Por último, para explicar este desajuste entre las conductas próximales que eran adecuadas en un ambiente ancestral y no lo son ahora tenemos el concepto de estímulo supernormal, de Tinbergen. Es el caso de pintar unos huevos de color más azul que los huevos reales de una especie de pájaros y éstos se dedican a incubar esos huevos falsos en vez de sus propios huevos. Estamos rodeados de estímulos supernormales: los donuts de chocolate, la pornografía, programas de TV como Gran Hermano. En el caso que estamos hablando el estímulo supernormal puede ser el estatus, el trabajo y su consideración económica y social. Pero en el futuro puede que nos esperen otros como los robots sexuales. Podría ocurrir que unos robots sexuales muy atractivos capaces de ofrecernos no sólo placer sexual sino  cariño emocional sean más atractivos para la gente que las personas de verdad, y eso también llevaría a una reducción de la fertilidad.

Bueno, es un tema para debatir largo y tendido pero mi apuesta va por una desconexión entre los objetivos proximales y distales producida por el cambio cultural (un conflicto genes-memes), con el resultado de que los objetivos proximales están ganando la partida a los distales. El que quiera aportar sus puntos de vista puede hacerlo en los comentarios.

@pitiklinov








sábado, mayo 07, 2016

Rubias (Segunda Parte)

Colaboración de Juan Medrano

Comentábamos en la entrada anterior las posibles causas evolucionistas que hacen que los caballeros las prefieran rubias. Pero dejábamos sin tocar otro tópico (en varios sentidos del término) extendido en la población y en la cultura, a saber: que las rubias son tontas (nada se dice o ha dicho de los varones de pelo rubio). Uno no tiene la impresión de que el color del pelo condicione la inteligencia en mujeres o varones, pero la creencia está sólidamente asentada en la cultura, como lo muestran las imágenes que he podido encontrar de chistes y ocurrencias al respecto en el intento de ilustrar este comentario.
  
Desde el punto de vista evolucionista, por cierto, el hecho de que los caballeros las prefieran rubias explicaría por qué son (o pueden ser) menos inteligentes que otras mujeres, en la medida que a efectos de persistencia de esa población femenina de pelo claro, la selección (el interés masculino) compensaría la supuesta peor dotación intelectual que, en principio, sería una desventaja y tendería a hacer desaparecer, con el paso de las generaciones, el pelo rubio de nuestro acervo genético. Alternativamente, y desde un punto de vista más cínico, podría aseverarse que al igual que las mujeres tienden a seleccionar varones saludables y preocupados por la prole, los varones tienden a seleccionar mujeres más manejables por ser menos dotadas intelectualmente.
  
Pero, si ya vimos con sutiles experimentos como el del francés Guégen, que parece cierto que hay en los varones una inclinación por las mujeres de cabello blondo que confirma la suposición de que los caballeros las prefieren rubias, ¿puede decirse igualmente que los datos empíricos confirman que las mujeres de pelo claro tienen menor inteligencia que las de otras tonalidades capilares?

Para resolver este enigma acude en nuestra ayuda Jay L. Zagorsky, meticuloso autor de un estudio que lleva por título (traducción libre) “¿Es cierto que las rubias son tontas?”, publicado este mismo año con cierta fanfarria en una revista de Economía. La conclusión del estudio es que las mujeres rubias no difieren en inteligencia del resto de la población femenina; es más: en la población estudiada por el autor, las rubias son incluso, aunque muy ligeramente, más inteligentes que el resto de las mujeres, bien es cierto que sin significación estadística.

El hallazgo de Zagorsky surge del trasteo en una colosal base de datos, el National Longitudinal Survey of Youth 1979 (en corto, pero igual de trabado, NLSY79), una encuesta a una muestra de 12686 mujeres y hombres de los EEUU nacidos entre 1957 y 1964 y que contaban entre 14 y 22 años cuando fueron entrevistados por primera vez en 1979. La realiza el Center for Human Resource Research (CHRR, para los amigos) por encargo del departamento de estadística laboral de ese país, y su finalidad es tener una foto de lo que podríamos llamar la normalidad estadística de la población. Se realiza en sucesivas oleadas, siempre que se puede de forma directa y en persona, pero a veces también por teléfono. Entre otros integrantes, incluye la encuesta el Armed Forces Qualification Test (AFQT, para ocupar menos), un instrumento que mide la inteligencia de los posibles candidatos a incorporarse a las fuerzas armadas y que se basa en parámetros como el conocimiento semántico, la comprensión de un texto, habilidades matemáticas y razonamiento aritmético. Los resultados de este test reducido de inteligencia permiten establecer cuál es la normalidad y calcular a partir de ella si la persona que se postula como recluta alcanza el nivel de inteligencia que se requiere en los EEUU para esta ocupación (no olvidemos que el cociente intelectual es siempre un valor comparativo con la población de la misma edad del sujeto).
  

La encuesta se pasa en oleadas (en 2012 iba, según su web, por la 25), en un intento de obtener sucesivas fotos fijas de la realidad estadounidense. Para ese año la muestra inicial se había quedado en 9964 personas. Algunas bajas se deberían a causas de fuerza mayor (fallecimientos, discapacidad, emigración, cambio de domicilio que los hacía ilocalizables), pero no es de descartar que eso de recibir cada año y pico a un amable entrevistador que hace un montón de preguntas acabe generando cierto hastío, hartazgo, fastidio, cansancio, ante el que algunas de las personas de la muestra opten por dar con la puerta en las narices al amable entrevistador. En previsión de que la aparición de esos estados psicológicos eche por tierra el tenaz esfuerzo que representa la NLSY79, se incentiva la permanencia en el estudio mediante pequeños estipendios, que se dice.


Pero como contrapartida, hubo que diseñar sutiles medidas para garantizar defecciones ocultas, es decir, que, pongamos, harto yo de contestar 17 veces a la encuesta, cuando llegue la 18 y sintiéndome incapaz de exponerme de nuevo a la prueba, me escaquee y facilite el teléfono o la dirección de mi primo el de Amoroto, al que compensaré el tiempo invertido con una parte del estipendio que me pasa el CHRR (mayor o menor según lo sinvergüenza y explotador que me sienta). Lógicamente, mi primo el de Amoroto, aunque es muy buena gente (tanto que seguramente no sospechará que me estoy quedando con una parte del estipendio), no comparte conmigo las características que interesan al NLSY79 (sin ir más lejos, no se quedaría con una parte del estipendio), lo que podría distorsionar los resultados. Pues bien: para tener la certeza de que el entrevistado sigue siendo la misma persona que aguantó los pases previos de la encuesta, se piden unos datos, aparentemente inocentes, que permiten identificarlo. Entre ellos, la estatura, el peso (chocante elección, por su variabilidad y más en un país en el que la población tiende a ponerse oblonga con el tiempo) y el color del pelo. 

A estas alturas, las sagaces mentes que leen esta entrada habrán deducido que gracias a este tipo de preguntas la base de datos permite cruzar el color del pelo con la inteligencia calculada a través del AFQT. Y es lo que ha hecho Zagorsky, basándose en los resultados de 1980; también habría podido cruzar la estatura con la inteligencia, o el peso con el color del pelo, para dar respuesta a enigmas que mantienen en un puño el corazón de los científicos y de la población en general, como ¿son más inteligentes las personas altas o las bajas? O ¿son más gordos los rubios o los pelirrojos?, pero de momento no lo ha hecho. De momento.

Y así, en este cruce de datos, del que excluyó a hispánicos y afroamericanos, para no liarse con colores de pelos, Zagorsky observó que las mujeres rubias daban los CIs más elevados según el AFQT (un promedio de 103.2, frente al 102.7 de las de pelo castaño, 101.2 de las pelirrojas y 100.5 de las de pelo negro). En los varones, los rubios mostraban también un CIs medio más alto (103.9) que los pelirrojos y los de pelo negro (100.5 y 100.1, respectivamente), pero ligeramente más bajo que los de pelo castaño (104.4).
  
Las diferencias no son significativas, pero en todo caso esto implica que eso de que las rubias son tontas es un prejuicio, una estereotipia estigmatizante que ha de desterrarse. De hecho, a la hora de justificar su trabajo, Zagorsky nos habla de la importancia de acabar con esta creencia, que puede estar haciendo que en selecciones de personal se descarte a candidatas de pelo rubio. Esto, es de imaginar, será si quien selecciona el personal no es un varón, ya que, como demostró Guégen, los caballeros las prefieren rubias hasta el punto de dejarles propinas más generosas cuando les atienden en bares y restaurantes. Así pues, cabe pensar, retomando el razonamiento de Zagorsky, si la injusta creencia en la menor dotación intelectual de las rubias no será, precisamente, una forma de compensar la predilección masculina por su color de pelo. Desconocemos si la NLSY79 permitirá dar respuesta a la pregunta.
  
Con todo, hay un pequeño problema, y es que en el NLSY hay un exceso de rubias, o al menos, así lo ve Zagorsky. Entre los varones, 17.1% afirmaron tener el pelo rubio, pero entre las mujeres, la proporción de rubias ascendía al 20.7%. Comentábamos en el boletín anterior que en la niñez y la adolescencia hay más pelo rubio en mujeres que en varones; tal vez quienes respondieron a la encuesta entendieron que la pregunta por su pelo natural se refería al que tenían en esta época de la vida. Sin embargo, Zagorsky no lo ve así y considerando que el cabello claro no tiene por qué estar repartido asimétricamente en función del sexo (perdón: género), calcula que en torno al 3,5% de las mujeres encuestadas mintieron como bellacas al describir de qué color tienen el pelo. Con todo, parece que ese 3,5% no le distorsiona mucho los resultados. Ahora bien, tratándose de una muestra representativa, habrá que pensar, por tanto, que dolorosamente el 3,5% de las mujeres no son sinceras, al menos, en lo que se refiere a este crucial aspecto.
  
Para redondear el estudio, habría que apuntar cuál puede ser la causa de que las rubias, lejos de ser más tontas, sean en realidad más listas (aunque sin significación estadística). ¿Se debe a factores genéticos, a un linkage entre el color de pelo y la inteligencia, o más bien tiene que ver con la exposición a variables ambientales? La vieja cuestión de nature o nurture. Para Zagorsky aquí lo importante es la nurture: tirando de más variables del NLSY79, queda claro que las rubias crecieron en hogares en los que había más libros que en los de las mujeres con otros colores de pelo. Esa disponibilidad de libros pudo permitir un acceso a la cultura y una estimulación intelectual privilegiada que se traduce en ese exceso de puntos en el CI. Puede ser; confiemos, en todo caso, en que Zagorsky saque más punta al NLSY para responder a interesantes hipótesis que se nos ocurren: los altos serán más inteligentes, y lo serán porque durante su desarrollo su estatura les permitía llegar a estantes más elevados de las bibliotecas familiares, potenciándose así su exposición a la cultura y estimulándose más su inteligencia. Incluso pueden ser más golfos, porque accedían así a las baldas menos accesibles donde (posiblemente) sus progenitores almacenaban libros prohibidos a menores. Amplias avenidas de conocimiento se abren, pues, una vez más, ante nosotros. 

Así que si en realidad el color de pelo no condiciona la inteligencia habrá que preguntarse por qué está tan extendido que las rubias son tontas. Hace escasos días oí a una mujer de pelo rubio una expresión que tal vez pueda dar respuesta al enigma. Hablando de una situación en la que tuvo una salida poco inteligente, dijo. “y entonces, yo, hago la pregunta de rubia de botellazo…”. En cierto modo esta expresión, que no había oído hasta ese momento, me sugirió lo que podría ser una solución al problema: ¿será posible que el mito se haya construido a partir de las mujeres falsamente rubias? No me atreví a preguntar a mi interlocutora si su pelo era natural o de botellazo, pero sí que me pregunté si entre la inmensa batería del NLSY79 figurará si la persona entrevistada se tiñe el pelo.
 
Los chistes sobre rubias tontas no me preocupan porque sé que no soy tonta. 
También sé que en realidad no soy rubia
Colaboración de Juan Medrano

Fuentes:
Guéguen N. Hair color and wages: Waitresses with blond hair have more fun. Journal of Behavioral and Experimental Economics 2012; 41: 370-2 [Abstract]
Zagorsky JL. Are blondes really dumb? Economics Bulletin 2016; 36: 401-410 [Texto completo]