La neurociencia está provocando una giro copernicano en el modo que tenemos de vernos y entendernos a nosotros mismos. Esto en gran parte se debe a que por primera vez en la historia podemos mirar dentro de la caja negra del cerebro, con las nuevas técnicas de neuroimagen. Con ellas podemos contrastar las diversas hipótesis sobre nuestra cognición y nuestra conducta con lo que sucede dentro de nuestra cabeza. El telescopio y el microscopio fueron las herramientas que nos permitieron, como animales esencialmente visuales, descubrir las maravillas del macro y del microcosmos, y ahora la tomografía axial computerizada, la tomografía de emisión de positrones o la resonancia magnética funcional abren a nuestro preponderante sentido de la vista esa otra realidad hasta ahora oculta de nuestro universo interior.
Si a los datos proporcionados por la neurociencia le sumamos los de anatomía, fisiología, cognición animal, antropología y psicología evolucionista se nos presenta un cuadro coherente que explica todas nuestras funciones mentales y capacidades superiores, tales como el arte, la ciencia y el lenguaje, desde una óptica naturalista.
Esto ha llevado a una proliferación de nuevas perspectivas pasadas por el cedazo neurocientífico, tales como la neuroeconomía, el neuroarte, la neurocultura, la neuroteología, la neuroética...etc.
Para ayudarnos a entender estos cambios de perspectiva, auténticos cambios en nuestra cultura, que la convierten en neurocultura, el neurólogo Francisco Mora, Catedrático de Fisiología Humana de la Universidad Complutense, ha compaginado con su labor médica, docente e investigadora, una ingente labor de divulgación, a través de artículos, libros y conferencias. Sus libros son, además de didácticos, buenas obras literarias. Mora consigue interesar y sorprender al lector con la nueva ciencia del cerebro al tiempo que le proporciona una lectura fluida y agradable. Con su hábil prosa nos lleva de la mano por las aún poco transitadas veredas de la cultura del cerebro, haciendo de cicerone en ese paseo de autoconocimiento al centro mismo de nuestro ser y estar en el mundo.
Agradecemos al Profesor Mora que haya tenido la amabilidad de responder las preguntas que hemos preparado Aníbal (1,4,5), de Sapere Audere y un servidor (2,3,6,7,8). Asimismo agradecemos a Cristina Castrillo, de Alianza Editorial (una de mis editoriales de cabecera), que nos haya hecho llegar y permitido usar la foto del autor que encabeza esta entrevista.
Si a los datos proporcionados por la neurociencia le sumamos los de anatomía, fisiología, cognición animal, antropología y psicología evolucionista se nos presenta un cuadro coherente que explica todas nuestras funciones mentales y capacidades superiores, tales como el arte, la ciencia y el lenguaje, desde una óptica naturalista.
Esto ha llevado a una proliferación de nuevas perspectivas pasadas por el cedazo neurocientífico, tales como la neuroeconomía, el neuroarte, la neurocultura, la neuroteología, la neuroética...etc.
Para ayudarnos a entender estos cambios de perspectiva, auténticos cambios en nuestra cultura, que la convierten en neurocultura, el neurólogo Francisco Mora, Catedrático de Fisiología Humana de la Universidad Complutense, ha compaginado con su labor médica, docente e investigadora, una ingente labor de divulgación, a través de artículos, libros y conferencias. Sus libros son, además de didácticos, buenas obras literarias. Mora consigue interesar y sorprender al lector con la nueva ciencia del cerebro al tiempo que le proporciona una lectura fluida y agradable. Con su hábil prosa nos lleva de la mano por las aún poco transitadas veredas de la cultura del cerebro, haciendo de cicerone en ese paseo de autoconocimiento al centro mismo de nuestro ser y estar en el mundo.
Agradecemos al Profesor Mora que haya tenido la amabilidad de responder las preguntas que hemos preparado Aníbal (1,4,5), de Sapere Audere y un servidor (2,3,6,7,8). Asimismo agradecemos a Cristina Castrillo, de Alianza Editorial (una de mis editoriales de cabecera), que nos haya hecho llegar y permitido usar la foto del autor que encabeza esta entrevista.
1.- En su libro "Neurocultura: Una cultura basada en el cerebro" se defiende la idea de que muchos de los aspectos y caracteristicas de la naturaleza humana así como la conducta y actividades del ser humano pueden entenderse bajo el prisma de las operaciones y leyes que rigen nuestro cerebro. ¿Podría decirnos a donde nos va a llevar esta nueva forma de entendernos a nosotros mismos?
Su pregunta requeriría una larga contestación. Baste quizá con señalar que el hombre es el resultado de todo aquello que aprende y memoriza. Pero no solo lo que aprende y memoriza a lo largo de su vida individual (cultura) sino de lo que ha aprendido y memorizado y heredado en forma de códigos a lo largo del proceso evolutivo humano (2-3 millones de años) y aún antes de ello como mamíferos (200 millones de años como poco). Nuestro conocimiento actual de cómo funciona el cerebro nos lleva a entender como elabora y percibe y construye la realidad que nos rodea. Y a la idea, bastante clara, de que nada ocurre, ni nada existe en el mundo humano que no haya sido filtrado y elaborado por el cerebro, lo que incluye como pensamos y sentimos y elaboramos nuestras culturas. La misma neuroética nos lleva a entender mejor como se crean los valores y las normas morales en el contexto de una determinada cultura y como estos cambian con el cambio de culturas, lo que ha ayudado a desmitificar y liberarnos de errores, creencias y falsas acuñaciones sobre la moralidad. Creo que todo ello nos llevará a situar al hombre, a nosotros mismos, en un contexto y una perspectiva más real y más verdaderamente humana.
2.-En Los Laberintos del Placer del Cerebro Humano hace usted una sugerencia sorprendente. Viene a decir que los organismos unicelulares pueden sentir placer, o algo similar, pues sin él no tendrían la voluntad necesaria para perseguir sus fines biológicos. Pone de ejemplo al Paramecio, ese protista tan ubicuo en gotas de agua. Se mueve en busca de su alimento, que está compuesto de bacterias, huye de ambientes que le son nocivos (alta salinidad, temperatura...) y, en definitiva, parece que no se limita a responder al ambiente de forma pasiva, sino que es actor, protagonista de su propio drama, con una búsqueda permanente que requiere una explicación. Recientemente se ha publicado en España la obra del neurocientífico Derek Denton El Despertar de la Consciencia. En ella el autor postula que la consciencia pudo nacer con las primeras emociones, vinculadas a los primeros apetitos. Para actuar hace falta desear, y para desear sentir: ¿Cuándo nacen el placer y el dolor, cuándo la consciencia? ¿Es la consciencia una cuestión de todo o nada, o puede haber grados de consciencia?
El placer es una sensación consciente que por tanto el paramecio no puede tener. Lo que si digo en el libro es que la recompensa, ese mecanismo que lleva a la repetición de ciertas conductas, es un mecanismo intrínseco a la maquinaria celular que impulsa a todos los organismos vivos a la búsqueda de la comida y la bebida y eventualmente la reproducción. Y lo que si digo también es que este ser tan primitivo, el protozoo, ya posee los mecanismos básicos moleculares que posteriormente fueron incorporados a los cerebros de todas las especies para mantener su supervivencia. Es difícil decir cuando nace el placer. Sin duda que el atisbo original de esa sensación se encuentra ya en los cerebros de los primeros mamíferos, hace de esto unos 200 millones de años. También, posiblemente el origen de una consciencia rudimentaria tiene ese mismo origen. Por supuesto que hay diferentes niveles de conciencia que se correlacionan con el grado de complejidad de los cerebros. Y es claro que el grado máximo, la autoconciencia, la conciencia del si mismo, solo la posee el ser humano. Ni siquiera el chimpancé alcanza, ni de lejos, un grado tal. Solo el ser humano sabe que sabe.
3.-En El Sueño de la Inmortalidad aborda la cuestión del envejecimiento e incide en la importancia de un cerebro sano y ágil, entrenado y despierto, en la longevidad. La pregunta que yo me hago es ¿sigue nuestro cerebro un plan de desarrollo, genéticamente guiado, que mueve a algunos a entrenarlo y a otros a abandonarlo? Y si uno ha de hacer un ejercicio de voluntad para mejorar sus capacidades cognitivas ¿de dónde sale esta?
El envejecimiento no es un proceso programado genéticamente. No parece haber en nuestro organismo un programa genético activo destructor del mismo. Por ello hoy se piensa que el envejecimiento es un proceso que acontece de modo pasivo, precisamente como cesación del programa activo que nos hace crecer y eventualmente reproducirnos. En el mantenimiento de ese programa genético activo, que alcanza hasta los 27-30 años, la maquinaria celular nos provee de los mecanismos necesarios de reparación celular. Es a partir de entonces, con el cese del programa, que nuestro organismo no tiene la misma capacidad de reparación de los daños moleculares que acontecen espontáneamente y es cuando comienza ese proceso deletéreo que llamamos envejecimiento. ¿Es posible enlentecer ese proceso, cuesta abajo, que llamamos envejecimiento, particularmente el del cerebro? Si, claramente. Algún día le explicaré las 12 claves para conseguirlo. Se las enumero, sin embargo. Estas son: Restricción Calórica. Ejercicio Físico aerobio. Ejercicio Mental. Viajar. Adaptarse a los cambios sociales. No vivir solo. No fumar. No sufrir estrés “con desesperanza”. Tener un buen sueño en completa ausencia de cualquier estímulo luminoso. Evitar “el apagón emocional”. Dar Sentido a la vida con “agradecimiento”. Alcanzar la felicidad. Muchas de ellas se pueden seguir fácil. Pregunta Ud si uno ha de hacer ejercicio de voluntad para mejorar sus capacidades cognitivas ¿de dónde sale esta? De los genes y de nuestro cerebro con la emoción, le contesto. Nuestros genes se duermen cuando nos volvemos sedentarios y no exigimos actividad a nuestro organismo y particularmente a nuestro cerebro. La actividad despierta ciertos genes y estos, quizá en agradecimiento, producen proteínas capaces de mantener nuestro cerebro y nuestro organismo mas joven. La emoción por su parte es la hoguera que nos mantiene vivos. Algún día le explicaré como “el apagón” de esa hoguera es lo que mas rápidamente conduce a la muerte aun sin tener ninguna enfermedad física ni mental.
4.-El conocimiento del cerebro nos esta brindando muchos datos pero ¿no cree que hay un excesivo crecimiento exponencial de prefijos neuro- : neurojurisprudencia, neuroestética, neuroliteratura, neuroeconomía?...
Posiblemente. Y es cierto, que hay mucha gente que piensa que el prefijo “neuro” es algo “snob” en el mundo intelectual y que no aportará nada que cambie la esencia de las concepciones humanísticas clásicas. Y puede que ello sea así en muchos casos. Yo personalmente, pienso por el contrario, como lo señalo en mi libro NEUROCULTURA que al menos algunos “neuro” están plenamente justificados como por ejemplo NEUROECONOMIA O NEUROETICA O NEUROARTE . Pienso que son términos que amparan conceptos nuevos y con ello nuevas concepciones globales que introducen una completa reevaluación de las disciplinas clásicas, como lo es el propio concepto de NEUROCULTURA.
5.- Se puede decir que hemos llegado ya a la "consiliencia": al trabajo y cooperación interdisciplinar entre la cultura científica (científicos) y la cultura literaria (humanistas) ¿como está la consiliencia en España?
Pienso precisamente que NEUROCULTURA es eso. Es decir, una reevaluación lenta de las humanidades, o, si se quiere, un reencuentro, esta vez real y crítico, entre ciencias y humanidades.
6.-Recuerdo de su excelente charla sobre Neurocultura en el Círculo de Bellas Artes, hará dos años, que decía que si se demuestra que una persona comete un grave delito porque no puede controlar sus impulsos, debido a un daño específico en el cerebro, habría que recluirlo permanentemente, a falta de cura para el mal neurológico padecido, para que no dañase por más tiempo a los demás. ¿No cree que existe un peligro real para la sociedad en algunas interpretaciones exoneradoras de responsabilidad individual que se hacen hoy de experimentos neurocientíficos como, por ejemplo, el de Libet? ¿Cómo podemos conciliar nuestros conceptos de libertad y responsabilidad con lo que nos está revelando la neurociencia?
El ejemplo que puse en esa conferencia fue el de los psicópatas. Sean estos asesinos, violadores o sin más, violentos. Y hoy conocemos y tenemos datos neurobiológicos que correlacionan los procesos cerebrales patológicos de estos sujetos con sus conductas. La Medicina hoy por hoy no tiene estrategia terapéutica alguna capaz de revertir su condición enferma. Y es claro que la sociedad tiene que defenderse de ellos. Estos casos convenientemente diagnosticados y tipificados por su patología cerebral, debieran ser recluidos durante todo el tiempo necesario, posiblemente toda la vida, no como castigo (esto es obvio), sino como defensa de la sociedad misma ante ellos. Y la única herramienta posible para que tal decisión fuese revocada debiera ser el estudio objetivo que demuestre que sus lesiones cerebrales han revertido. El derecho y la jurisprudencia deberán ser transformados acorde a los nuevos conocimientos que aportan las Ciencias del Cerebro. “¿No cree que existe……” No lo creo si se estudia bien el significado de los experimentos de Libet. Este tema merece otra discusión aparte casi monográfica. Los juristas tienen un justificado interés en esta temática. Y el seminario que he impartido recientemente en la sección Departamental de Derecho Penal de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid así lo demuestra.
7.-El cerebro es un producto de la evolución biológica. Así pues ¿se podría decir que todo lo que percibimos lo percibimos con fines adaptativos? ¿Es la mente, como decían Tooby, Cosmides y Barkow una Mente Adaptada? ¿Es la realidad percibida una construcción de la necesidad, quedando fuera de ella todo lo que no la sirva?
El cerebro humano es sin duda producto, hasta ahora final, de ese proceso que llamamos evolución. El cerebro, incluso ahora, es cambio constante y no solo individual, como consecuencia de los procesos de aprendizaje y memoria, sino evolutivo. El proceso evolutivo biológico del cerebro humano continúa, aun cuando sin duda sea de una manera diferente a como lo fuera en otros tiempos debido a esa otra evolución paralela que es la de la cultura. En cualquier caso la evolución, sea sobre el cerebro humano u otros, solo obedece a esa ley verdaderamente suprema que es la de la supervivencia del individuo y de la especie. Y no hay otra. Y ciertamente, el cerebro es el que construye, en gran medida, la realidad que vemos, oímos o tocamos, solo guiado por esa ley que acabo de mencionar y que es la de mantenernos vivos. El mundo tal cual lo vemos no existe fuera del cerebro, lo construye el cerebro. Entonces, se preguntaría Ud ¿no existe la realidad cotidiana, aquella que vemos y tocamos todos los dias? Contestación simple: si existe, pero solo para el ser humano que con su cerebro la interpreta y construye. Para otros seres vivos con otros cerebros diferentes esa misma realidad es diferente. Como lo sería para un extraterrestre, con una historia evolutiva de 1.500 millones de años diferente y un cerebro diferente al nuestro
8.-¿En qué trabaja ahora? ¿Cuál es su mayor reto intelectual y científico? ¿Qué misterio desearía desvelar?
Le daré una primicia. Mi editora de ALIANZA EDITORIAL ya esta trabajando en el manuscrito de mi último libro que lleva por título EL BOSQUE DE LOS PENSAMIENTOS y que saldrá a las librerías, supongo, este otoño 2009. Este libro es una colección de pensamientos que cubre en parte y de forma muy breve, alrededor de un centenar de reflexiones escritas a lo largo de los últimos años. Reflexiones e impresiones cortas y directas escritas en mil parajes diferentes, sobre temas humanos diferentes y utilizando un lenguaje literario. En realidad “es como un paseo por esos bosques de seres humanos que pueblan la tierra y en los que sin orden ni clasificación botánica posible, se encuentran árboles con hojas y flores de múltiples formas, colores, lenguajes y sonidos diversos”. En realidad es una “pequeña aventura literaria, una licencia emocional expresada en palabras con las que he mirando el brillo claroscuro del verde y el azul lejano del silencio del ser humano”. Por otra parte, ahora, ahora mismo, me preocupa y ocupa la idea de Dios. En como el hombre comenzó (a través del proceso evolutivo) y alcanzó, con su cerebro, a elaborar esa idea universal, tan preñada de emoción y sentimientos. Pienso que la idea de Dios no ha sido propiamente tratada desde la perspectiva de lo que conocemos hoy del cerebro humano y como funciona y como construye el mundo que vemos. Creo que, aun cuando parece todo dicho y tratado sobre Dios, queda mucho por decir desde la perspectiva de la Neurociencia Cognitiva. En eso pienso que todavía se podría desvelar “algún misterio”.
Su pregunta requeriría una larga contestación. Baste quizá con señalar que el hombre es el resultado de todo aquello que aprende y memoriza. Pero no solo lo que aprende y memoriza a lo largo de su vida individual (cultura) sino de lo que ha aprendido y memorizado y heredado en forma de códigos a lo largo del proceso evolutivo humano (2-3 millones de años) y aún antes de ello como mamíferos (200 millones de años como poco). Nuestro conocimiento actual de cómo funciona el cerebro nos lleva a entender como elabora y percibe y construye la realidad que nos rodea. Y a la idea, bastante clara, de que nada ocurre, ni nada existe en el mundo humano que no haya sido filtrado y elaborado por el cerebro, lo que incluye como pensamos y sentimos y elaboramos nuestras culturas. La misma neuroética nos lleva a entender mejor como se crean los valores y las normas morales en el contexto de una determinada cultura y como estos cambian con el cambio de culturas, lo que ha ayudado a desmitificar y liberarnos de errores, creencias y falsas acuñaciones sobre la moralidad. Creo que todo ello nos llevará a situar al hombre, a nosotros mismos, en un contexto y una perspectiva más real y más verdaderamente humana.
2.-En Los Laberintos del Placer del Cerebro Humano hace usted una sugerencia sorprendente. Viene a decir que los organismos unicelulares pueden sentir placer, o algo similar, pues sin él no tendrían la voluntad necesaria para perseguir sus fines biológicos. Pone de ejemplo al Paramecio, ese protista tan ubicuo en gotas de agua. Se mueve en busca de su alimento, que está compuesto de bacterias, huye de ambientes que le son nocivos (alta salinidad, temperatura...) y, en definitiva, parece que no se limita a responder al ambiente de forma pasiva, sino que es actor, protagonista de su propio drama, con una búsqueda permanente que requiere una explicación. Recientemente se ha publicado en España la obra del neurocientífico Derek Denton El Despertar de la Consciencia. En ella el autor postula que la consciencia pudo nacer con las primeras emociones, vinculadas a los primeros apetitos. Para actuar hace falta desear, y para desear sentir: ¿Cuándo nacen el placer y el dolor, cuándo la consciencia? ¿Es la consciencia una cuestión de todo o nada, o puede haber grados de consciencia?
El placer es una sensación consciente que por tanto el paramecio no puede tener. Lo que si digo en el libro es que la recompensa, ese mecanismo que lleva a la repetición de ciertas conductas, es un mecanismo intrínseco a la maquinaria celular que impulsa a todos los organismos vivos a la búsqueda de la comida y la bebida y eventualmente la reproducción. Y lo que si digo también es que este ser tan primitivo, el protozoo, ya posee los mecanismos básicos moleculares que posteriormente fueron incorporados a los cerebros de todas las especies para mantener su supervivencia. Es difícil decir cuando nace el placer. Sin duda que el atisbo original de esa sensación se encuentra ya en los cerebros de los primeros mamíferos, hace de esto unos 200 millones de años. También, posiblemente el origen de una consciencia rudimentaria tiene ese mismo origen. Por supuesto que hay diferentes niveles de conciencia que se correlacionan con el grado de complejidad de los cerebros. Y es claro que el grado máximo, la autoconciencia, la conciencia del si mismo, solo la posee el ser humano. Ni siquiera el chimpancé alcanza, ni de lejos, un grado tal. Solo el ser humano sabe que sabe.
3.-En El Sueño de la Inmortalidad aborda la cuestión del envejecimiento e incide en la importancia de un cerebro sano y ágil, entrenado y despierto, en la longevidad. La pregunta que yo me hago es ¿sigue nuestro cerebro un plan de desarrollo, genéticamente guiado, que mueve a algunos a entrenarlo y a otros a abandonarlo? Y si uno ha de hacer un ejercicio de voluntad para mejorar sus capacidades cognitivas ¿de dónde sale esta?
El envejecimiento no es un proceso programado genéticamente. No parece haber en nuestro organismo un programa genético activo destructor del mismo. Por ello hoy se piensa que el envejecimiento es un proceso que acontece de modo pasivo, precisamente como cesación del programa activo que nos hace crecer y eventualmente reproducirnos. En el mantenimiento de ese programa genético activo, que alcanza hasta los 27-30 años, la maquinaria celular nos provee de los mecanismos necesarios de reparación celular. Es a partir de entonces, con el cese del programa, que nuestro organismo no tiene la misma capacidad de reparación de los daños moleculares que acontecen espontáneamente y es cuando comienza ese proceso deletéreo que llamamos envejecimiento. ¿Es posible enlentecer ese proceso, cuesta abajo, que llamamos envejecimiento, particularmente el del cerebro? Si, claramente. Algún día le explicaré las 12 claves para conseguirlo. Se las enumero, sin embargo. Estas son: Restricción Calórica. Ejercicio Físico aerobio. Ejercicio Mental. Viajar. Adaptarse a los cambios sociales. No vivir solo. No fumar. No sufrir estrés “con desesperanza”. Tener un buen sueño en completa ausencia de cualquier estímulo luminoso. Evitar “el apagón emocional”. Dar Sentido a la vida con “agradecimiento”. Alcanzar la felicidad. Muchas de ellas se pueden seguir fácil. Pregunta Ud si uno ha de hacer ejercicio de voluntad para mejorar sus capacidades cognitivas ¿de dónde sale esta? De los genes y de nuestro cerebro con la emoción, le contesto. Nuestros genes se duermen cuando nos volvemos sedentarios y no exigimos actividad a nuestro organismo y particularmente a nuestro cerebro. La actividad despierta ciertos genes y estos, quizá en agradecimiento, producen proteínas capaces de mantener nuestro cerebro y nuestro organismo mas joven. La emoción por su parte es la hoguera que nos mantiene vivos. Algún día le explicaré como “el apagón” de esa hoguera es lo que mas rápidamente conduce a la muerte aun sin tener ninguna enfermedad física ni mental.
4.-El conocimiento del cerebro nos esta brindando muchos datos pero ¿no cree que hay un excesivo crecimiento exponencial de prefijos neuro- : neurojurisprudencia, neuroestética, neuroliteratura, neuroeconomía?...
Posiblemente. Y es cierto, que hay mucha gente que piensa que el prefijo “neuro” es algo “snob” en el mundo intelectual y que no aportará nada que cambie la esencia de las concepciones humanísticas clásicas. Y puede que ello sea así en muchos casos. Yo personalmente, pienso por el contrario, como lo señalo en mi libro NEUROCULTURA que al menos algunos “neuro” están plenamente justificados como por ejemplo NEUROECONOMIA O NEUROETICA O NEUROARTE . Pienso que son términos que amparan conceptos nuevos y con ello nuevas concepciones globales que introducen una completa reevaluación de las disciplinas clásicas, como lo es el propio concepto de NEUROCULTURA.
5.- Se puede decir que hemos llegado ya a la "consiliencia": al trabajo y cooperación interdisciplinar entre la cultura científica (científicos) y la cultura literaria (humanistas) ¿como está la consiliencia en España?
Pienso precisamente que NEUROCULTURA es eso. Es decir, una reevaluación lenta de las humanidades, o, si se quiere, un reencuentro, esta vez real y crítico, entre ciencias y humanidades.
6.-Recuerdo de su excelente charla sobre Neurocultura en el Círculo de Bellas Artes, hará dos años, que decía que si se demuestra que una persona comete un grave delito porque no puede controlar sus impulsos, debido a un daño específico en el cerebro, habría que recluirlo permanentemente, a falta de cura para el mal neurológico padecido, para que no dañase por más tiempo a los demás. ¿No cree que existe un peligro real para la sociedad en algunas interpretaciones exoneradoras de responsabilidad individual que se hacen hoy de experimentos neurocientíficos como, por ejemplo, el de Libet? ¿Cómo podemos conciliar nuestros conceptos de libertad y responsabilidad con lo que nos está revelando la neurociencia?
El ejemplo que puse en esa conferencia fue el de los psicópatas. Sean estos asesinos, violadores o sin más, violentos. Y hoy conocemos y tenemos datos neurobiológicos que correlacionan los procesos cerebrales patológicos de estos sujetos con sus conductas. La Medicina hoy por hoy no tiene estrategia terapéutica alguna capaz de revertir su condición enferma. Y es claro que la sociedad tiene que defenderse de ellos. Estos casos convenientemente diagnosticados y tipificados por su patología cerebral, debieran ser recluidos durante todo el tiempo necesario, posiblemente toda la vida, no como castigo (esto es obvio), sino como defensa de la sociedad misma ante ellos. Y la única herramienta posible para que tal decisión fuese revocada debiera ser el estudio objetivo que demuestre que sus lesiones cerebrales han revertido. El derecho y la jurisprudencia deberán ser transformados acorde a los nuevos conocimientos que aportan las Ciencias del Cerebro. “¿No cree que existe……” No lo creo si se estudia bien el significado de los experimentos de Libet. Este tema merece otra discusión aparte casi monográfica. Los juristas tienen un justificado interés en esta temática. Y el seminario que he impartido recientemente en la sección Departamental de Derecho Penal de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid así lo demuestra.
7.-El cerebro es un producto de la evolución biológica. Así pues ¿se podría decir que todo lo que percibimos lo percibimos con fines adaptativos? ¿Es la mente, como decían Tooby, Cosmides y Barkow una Mente Adaptada? ¿Es la realidad percibida una construcción de la necesidad, quedando fuera de ella todo lo que no la sirva?
El cerebro humano es sin duda producto, hasta ahora final, de ese proceso que llamamos evolución. El cerebro, incluso ahora, es cambio constante y no solo individual, como consecuencia de los procesos de aprendizaje y memoria, sino evolutivo. El proceso evolutivo biológico del cerebro humano continúa, aun cuando sin duda sea de una manera diferente a como lo fuera en otros tiempos debido a esa otra evolución paralela que es la de la cultura. En cualquier caso la evolución, sea sobre el cerebro humano u otros, solo obedece a esa ley verdaderamente suprema que es la de la supervivencia del individuo y de la especie. Y no hay otra. Y ciertamente, el cerebro es el que construye, en gran medida, la realidad que vemos, oímos o tocamos, solo guiado por esa ley que acabo de mencionar y que es la de mantenernos vivos. El mundo tal cual lo vemos no existe fuera del cerebro, lo construye el cerebro. Entonces, se preguntaría Ud ¿no existe la realidad cotidiana, aquella que vemos y tocamos todos los dias? Contestación simple: si existe, pero solo para el ser humano que con su cerebro la interpreta y construye. Para otros seres vivos con otros cerebros diferentes esa misma realidad es diferente. Como lo sería para un extraterrestre, con una historia evolutiva de 1.500 millones de años diferente y un cerebro diferente al nuestro
8.-¿En qué trabaja ahora? ¿Cuál es su mayor reto intelectual y científico? ¿Qué misterio desearía desvelar?
Le daré una primicia. Mi editora de ALIANZA EDITORIAL ya esta trabajando en el manuscrito de mi último libro que lleva por título EL BOSQUE DE LOS PENSAMIENTOS y que saldrá a las librerías, supongo, este otoño 2009. Este libro es una colección de pensamientos que cubre en parte y de forma muy breve, alrededor de un centenar de reflexiones escritas a lo largo de los últimos años. Reflexiones e impresiones cortas y directas escritas en mil parajes diferentes, sobre temas humanos diferentes y utilizando un lenguaje literario. En realidad “es como un paseo por esos bosques de seres humanos que pueblan la tierra y en los que sin orden ni clasificación botánica posible, se encuentran árboles con hojas y flores de múltiples formas, colores, lenguajes y sonidos diversos”. En realidad es una “pequeña aventura literaria, una licencia emocional expresada en palabras con las que he mirando el brillo claroscuro del verde y el azul lejano del silencio del ser humano”. Por otra parte, ahora, ahora mismo, me preocupa y ocupa la idea de Dios. En como el hombre comenzó (a través del proceso evolutivo) y alcanzó, con su cerebro, a elaborar esa idea universal, tan preñada de emoción y sentimientos. Pienso que la idea de Dios no ha sido propiamente tratada desde la perspectiva de lo que conocemos hoy del cerebro humano y como funciona y como construye el mundo que vemos. Creo que, aun cuando parece todo dicho y tratado sobre Dios, queda mucho por decir desde la perspectiva de la Neurociencia Cognitiva. En eso pienso que todavía se podría desvelar “algún misterio”.
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