jueves, agosto 10, 2017

El Origen de la Religión

Fig.1
La creencia en agentes supernaturales y prácticas religiosas de algún tipo ocurren en todas las culturas humanas y la universalidad de la religión sugiere un pasado evolucionista muy profundo. Teorías acerca del origen de la religión hay miles pero en las últimas décadas al tomar como base la teoría evolucionista nos hemos ido acercando a un enfoque más empírico en el que se pueden proponer y testar las hipótesis. Diversos psicólogos evolucionistas han identificado sesgos cognitivos que nos permiten aceptar los conceptos contraintuitivos de la religión  así como entender que  promueve la cooperación y la cohesión grupal. También se ha señalado cómo los grandes dioses permiten la prosocialidad y promueven el crecimiento y la estabilidad de las sociedades.

Pero, ¿cuáles fueron las características de las religiones más tempranas y cuál fue la secuencia en la que las diferentes características fueron apareciendo a lo largo de la historia? Esto es lo que trata de averiguar un estudio reciente que ha estudiado las religiones de 33 pueblos de cazadores recolectores (Fig 1), tras hacer un árbol filogenético de los pueblos que las sustentan lo que permite saber cuáles fueron las creencias más antiguas y cómo han ido evolucionando.

Las características que han estudiado y sus definiciones son las siguientes:

Animismo: la creencia de que todas las cosas “naturales” como plantas, animales o incluso fenómenos como el trueno, tienen intencionalidad (una fuerza vital) y pueden tener una influencia en las vidas humanas. 

Creencia en otra vida: creencia en la supervivencia de la personalidad individual más allá de la muerte.

Chamanismo: presencia en la sociedad de un chamán (hombre o mujer) un intercesor reconocido socialmente, un curador y solucionado de problemas. Los chamanes a menudo usan su poder sobre los espíritus buenos durante actuaciones que suelen implicar un estado alterado de conciencia.

Culto a los antepasados:  es la creencia de que los espíritus de los familiares muertos  siguen activos en otro ámbito desde el que pueden influenciar a los vivos y pueden ser influenciados por los vivos.

Grandes dioses (High gods): deidades únicas todopoderosas y creadoras que actúan sobre los asuntos humanos y soportan la moralidad. Habría cuatro grados: 1) ausentes 2) presentes pero inactivos en asuntos humanos 3) activos en asuntos humanos pero no apoyan una agenda moral 4) actos y castigan moralmente. 

Los resultados los tenéis en la Figura 2. El animismo es la característica religiosa más temprana y más básica (el último ancestro común de todos los cazadores recolectores era animista) porque es la que permite al ser humano pensar en términos de agentes sobrenaturales o espíritus. El animismo no es una religión o filosofía sino una característica de la mente humana, un subproducto de la capacidad humana de detectar intencionalidad, del mecanismos llamado Teoría de la Mente. Este rasgo cognitivo nos permite atribuir una fuerza vital a elementos animados e inanimados del ambiente y una vez que se le atribuye fuerza vital atribuirle otras características humanas es cuestión de tiempo. Estas creencias animistas son adaptativas en los ambientes en los que vivieron y viven los cazadores recolectores y el pensamiento animista habría estado presente en los primeros homininos casi con toda seguridad antes incluso de que hubiera lenguaje. 

Según el estudio, el animismo es universal y es anterior a la emergencia de creencias en la otra vida. Una vez que hay un pensamiento animista en la sociedad aparecería un interés por saber dónde están los espíritus de los muertos y eso llevaría de manera razonablemente lógica a suponer que hay un ámbito aparte donde viven los espíritus de los muertos. La otra vida puede ser un continuación a modo de recompensa de la vida terrena o un infierno para castigar a los que rompen las normas. La creencia en la otra vida puede haber generado una sensación de “ser observado” por los espíritus de los muertos dando lugar a normas arcaicas concretadas en el rol y la figura del chamán.

El chamanismo correlaciona con la creencia en la otra vida, que emergió primero. El chamanismo evolucionó en presencia de la creencia en el “reino” de los espíritus de los muertos. Si se pierde la creencia en la otra vida se suele perder el chamanismo. La única excepción es el pueblo Slave que tiene chamanismo sin creencia en la otra vida. El chamanismo no es una religión en sí misma sino un conjunto de creencias y costumbres que se centran en la comunicación con los espíritus ancestrales. Los chamanes son curadores, encargados de los rituales y miembros influyentes de la sociedad que ayudan a resolver problemas sociales, una especies de líderes espirituales y trabajadores sociales a la vez.

El chamanismo, a su vez, precedería y es más básico que el culto a los antepasados. Menos de la mitad de las sociedades estudiadas creen que los familiares muertos pueden influenciar a los vivos. El culto a los antepasados es una forma importante de control y de cohesión social así como un medio para mantener el control del poder por los sucesores así como la propiedad. Los Grandes dioses (high gods) no fueron por tanto las primera entidades en monitorizar la moralidad sino que habría sido el chamán por medio de las tradiciones apoyadas por los ancestros muertos .Los espíritus de algunos de estos ancestros también podían encargarse de castigar.

La creencia en los Grandes dioses, por último, sería un fenómeno aparte o independiente en la evolución de la religión de los cazadores recolectores, que no tenían mucha necesidad de grandes dioses dadas sus sociedades más igualitarias. La excepción podrían ser la sociedades de cazadores recolectores más complejas cuyos líderes necesitaran de algún poder coercitivo para sostener algún esfuerzo colectivo importante. Existen grandes dioses en 39% de la muestra y grandes dioses que son activos sólo en el 15%. La evolución de los grandes dioses no correlaciona con ninguna de las otras características religiosas lo que sugiere que si una sociedad adquiere la creencia en un dios creador omnisciente y castigador moralmente lo hará sin ninguna relación con los otros aspectos previos de la religión, sino más bien como un reflejo de su estructura social y política.

@pitiklinov

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jueves, julio 20, 2017

El último Primer Contacto

El 4 de Agosto de 1938 una expedición del American Museum of Natural History hizo un descubrimiento que aceleró el final de una larga fase de la historia humana. Esa fue la fecha en la que la avanzada de la Tercera Expedición Archibold (llamada así por su líder Richard Archibold) se convirtió en los primeros extranjeros que entraban en el Gran Valle del río Balim, una tierra supuestamente deshabitada de Nueva Guinea Occidental. Allí encontraron 50.000 papúes viviendo en la Edad de Piedra previamente desconocidos para el resto de la humanidad y lo que es todavía más sorprendente: 50.000 personas desconocedoras de la existencia de otra gente, de otras personas, de otros mundos.

Este acontecimiento es probablemente el último de lo que se llaman “primeros contactos”, el encuentro por primera vez de una población humana aislada con extranjeros, personas procedentes del exterior. Aunque nos consideramos muy viajeros -y es verdad que hay datos de grandes desplazamientos e intercambios culturales entre diferentes pueblos desde tiempos muy remotos- también es verdad que, en general, los grupos humanos han vivido  en su propia tierra ignorantes en muchos casos del mundo exterior; las personas han vivido hasta tiempos muy recientes en un espacio limitado a pocos kilómetros. Por supuesto, el descubrimiento de América y el avance tecnológico ha cambiado todo esto pero todavía hay personas en muchos lugares del mundo que no han salido muy lejos de su pueblo de origen.

Pero, ¿cómo pudieron vivir 50.000 personas en el Gran Valle sin que nadie supiera de su existencia hasta 1938? ¿Cómo pudieron estos papúes  vivir ignorando el mundo exterior? ¿Cómo cambiaron los “primeros contactos” las sociedades? Hay que tener en cuenta que el Gran Valle está a sólo 115 millas de la costa norte y de la costa sur de Nueva Guinea y que Nueva Guinea fue descubierta por los europeos en 1526. Misioneros holandeses empezaron a residir allí en 1852 y los gobiernos coloniales europeos se establecieron allí en 1884. ¿Por qué se tardó otros 54 años en encontrar el Gran Valle?

La respuesta es obvia cuando uno ve el terreno. En la tierras bajas hay pantanos, en las montañas cordilleras escarpadas  y la jungla hace que avanzar unas pocas millas requiera un gran esfuerzo. Jared Diamond, que cuenta esta historia en su libro The Rise and fall of the Third Chimpanzee, es un gran conocedor de Nueva Guinea donde ha pasado muchos años y dice que en una expedición en 1983 por las montañas Kumawa les costó a él y a un equipo de 12 personas dos semanas penetrar 7 millas en el interior. En 1910 una expedición del British Ornithologists´Union Jubilee tardó 13 meses en hacer 45 millas.

Además de este problema con la orografía, ocurre que es imposible alimentarse de la tierra. No hay grandes animales que cazar y tampoco hay plantas salvajes de las que alimentarse, así que hay que llevarse la comida. Una prueba de este problema es el descubrimiento por el explorador británico Alexander Wollaston de los cuerpos de treinta papúes fallecidos y dos niños moribundos que eran habitantes de las montañas y volvían de las tierras bajas a sus pueblos pero cometieron el error de no llevar suficiente comida. Un porteador puede llevar unas 40 libras de peso que es la comida necesaria para alimentarse unos 14 días. Así que hasta la existencia de aviones y el abastecimiento aéreo que permiten, todas las expediciones que querían penetrar más de 7 días de camino (14 días en total contando ida y vuelta) desde la costa lo hacían por equipos de hombres que hacían idas y venidas continuas y establecían depósitos de comida en ciertos puntos para ir haciendo trayectos por etapas, algo realmente costoso. La expedición que estuvo más cerca de descubrir el Gran Valle fue la expedición Kremer de 1921-22 y usó 800 porteadores, 200 toneladas de comida y 10 meses pero tuvieron la mala suerte de desviarse unas millas hacia el oeste.

Aparte de estas dificultades físicas, el interior de Nueva Guinea no atrajo a los misioneros o a los administradores coloniales porque se pensó que estaba deshabitado. Tanto vista desde el Norte como desde el sur la cordillera central que forma la columna vertebral de Nueva Guinmea  se ve igual de escarpada y se asumió que la parte norte y la sur se encontraban, eran continuas. Lo que no se esperaba nadie es que había valles entre las montañas que eran apropiados para la agricultura. Este error se subsanó en junio de 1938 cuando un vuelo de reconocimiento Archbold vio una tierra libre de jungla, aldeas y sistemas de regadío. Costo 6 semanas más establecer un campamento base en un lago cercano y desde allí acceder al valle. 

Esta es la visión desde fuera, la explicación de por qué el mundo exterior no conocía el Gran Valle, pero lo que realmente llama la atención es por qué la gente del Gran Valle, se les llama los Dani, no sabía nada del mundo exterior, a fin de cuentas llegaron desde él en tiempos remotos a vivir en esa tierra. ¿No permaneció ese recuero en leyendas o tradiciones orales? Parte de la razón es la misma, los problemas logísticos que hemos comentado, pero al revés. Para ellos también era imposible llevar suficiente comida para llegar a la costa. Nueva Guinea es bastante especial en este sentido. Esta geografía que hemos comentado ha hecho que los habitantes de las montañas hayan vivido toda su vida a veinte millas de su lugar de nacimiento y se ha producido un aislamiento muy grande entre las diferentes tribus nativas de Nueva Guinea y muchos conflictos bélicos entre ellos.

El miedo a los otros pueblos es una parte de la explicación. Esta gente pensaba que eran los únicos humanos que existían. Quizás alguna vez vieron humo en la lejanía o una canoa vacía bajar por el río que sugería que  había más humanos pero aventurarse fuera de su territorio a conocer a esos supuestos humanos era un suicidio. Un poblador de las montañas dijo en 1930 a los primeros blancos que llegaron: “no hemos visto lugares lejanos, y pensábamos que éramos la única gente viva”. ¿Cómo puede ser la sensación de creer que perteneces al único pueblo que existe en este mundo?

Una consecuencia de este aislamiento y de la endogamia que genera es la predisposición a distintas enfermedades genéticas en cada valle, en cada tribu. Por ejemplo en el valle de los Foré existe el kuru. En Karimui a 60 millas al oeste no hay kuru pero se da una de las mayores incidencia del mundo de lepra o en otras tribus hay mucho pseudo-hermafroditismo. Pero en lo que Nueva Guinea es también única es en su gran riqueza lingüística. En Europa hay unas 50 lenguas y la mayoría de ellas pertenecen al grupo indo-europeo. Nueva Guinea es la  décima parte de Europa y tiene 1.000 lenguas. Pero, además, no es que se trate de variaciones dialectales sino que muchas de esta lenguas no están relacionadas entre sí y no tienen relación con lenguas que se hablen en ningún otro lugar del mundo. Hay tanta diferencia entre unas lenguas y otras como entre el inglés o el chino. La lengua tipo de Nueva Guinea es hablada por unos pocos miles de personas en un radio de 10 millas. En un viaje que hizo Diamond de 60 millas pasó por seis lenguas desde el Foré (una lengua con post-posiciones como el finlandés) hasta acabar en el Tudawhe (una lengua tonal y con vocales nasales como el chino).

Por supuesto, los primeros contactos suponen el final de un mundo y el final de la diversidad tanto cultural, como de costumbres, lingüística y de todo tipo, lo cual tiene ventajas e inconvenientes. El rango de prácticas culturales en Nueva Guinea ha sido enorme, desde el canibalismo y automutilaciones hasta diferentes formas de criar a los hijos (algunas tan duras que llevaban a los niños al suicidio), de sexualidad, etc. 

Después de este último contacto se han descubiertos pequeños pueblos en remotos lugares de Perú o Brasil, en el Amazonas, pero la época de los primeros contactos ya pasó. Y ahora somos todos los humanos en general los que tenemos la duda de si somos los únicos habitantes de este Universo. Cuando se les ha preguntado a algunos científico cuál creen ellos que sería el descubrimiento científico que podría cambiarlo todo algunos contestaron que el contacto con seres extraterrestres.  Nada podría arrojar tanta luz sobre nuestra existencia como contactar con seres vivos procedentes de otros planetas, con vida evolucionada en otros lugares del espacio exterior. ¿Se han acabado de verdad los primeros contactos? ¿Llegará alguna expedición Archbold procedente de otras galaxias a sacarnos de nuestro aislamiento? ¿O seremos nosotros los que encontraremos algún día otros Grandes Valles en planetas desconocidos?

@pitiklinov

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domingo, junio 04, 2017

La misteriosa atrofia del cerebro humano

Robert Bednarik
Se habla mucho del enorme aumento de tamaño del cerebro humano que era ya de 750 ml. al principio del Pleistoceno para llegar a doblarse después. En los últimos 800.000 años creció unos 7 ml. por cada 10.000 años. Pero se habla muy poco de que desde finales del Pleistoceno y durante el Holoceno el volumen endocraneal se ha ido reduciendo (y a una tasa 37 veces más grande que el aumento en la encefalización previo). Y se habla poco de ello porque esta reducción del volumen cerebral es un inconveniente ya que siempre se ha asociado mayor cerebro a mayor complejidad cognitiva y a mayor inteligencia y al éxito de nuestra especie, así que una atrofia del cerebro pone en entredicho los beneficios de la encefalización ya que no parece que la disminución de capacidad cerebral haya llevado aparejada una disminución en nuestras capacidades mentales, sino todo lo contrario. En esta entrada voy a comentar un artículo de Robert Bednarik que explica esta atrofia reciente (que tal vez empieza hace unos 40.000 años) del cerebro humano por un proceso de  domesticación de los humanos. La domesticación implica neotenización y la explicación de por qué esto no ha tenido un efecto negativo sería que el ser humano empezó a usar medios externos (exogramas lo llama Bednarik) para almacenar memoria, es decir que el cerebro humano habría descargado parte de su trabajo en recursos externos no biológicos. 

Algunos datos para empezar. Henneberg da las siguientes cifras en hombres tras el estudio de miles de cráneos:

Mesolítico: 1567 ml
Neolítico: 1496 ml
Edad de Bronce y de Hierro: 1468 ml
Época Romana: 1452 ml
Ala Edad Media: 1449 ml.
Baja Edad Media: 1418 ml.
Actualidad: 1391 ml.

En las mujeres se observa una reducción parecida desde 1502 ml. en el Holoceno temprano pasando por 1373 en el Neolítico hasta 1241 en la actualidad. También es sabido que los neandertales tenían grandes cerebros en el rango 1200-1900 ml. El comienzo de la reducción cerebral se sitúa aunque no es seguro hace 40.000-50.000 años. Hay que decir que esta atrofia cerebral no se ha detectado sólo en Europa sino que ha ocurrido también en Africa, China e incluso Australia. Hay que decir también que esta disminución de tamaño no se puede explicar por disminución del tamaño corporal, por deriva genética ni por cambios climáticos, ni por los cambios dietéticos subsiguientes a la agricultura porque la atrofia precede a la agricultura. 

No se sabe a ciencia cierta la causa de la atrofia pero Bednarik propone la hipótesis de la domesticación. En animales domesticados se produce también una disminución del cerebro. Por ejemplo los lobos tienen un cerebro un 10% más grande que los perros, las llamas y alpacas un 17% menos que los guanacos, un 16% menos el caballo domestico respecto al salvaje y un 34% en los cerdos. Otros cambios físicos debidos a la domesticación incluyen cambios en los ciclos reproductivos, menor número o acortamiento de vértebras, colas rizadas, pérdida de pelo, ojos más grandes, frente redonda y un hocico más corto. Parece también que se ha producido un proceso de gracilización ósea, disminución del aparato masticatorio y pérdida de robustez comparado con los ancestros. En conjunto, un proceso de mayor neotenia.

También se producen cambios psicológicos o conductuales: más conducta de juego, más plasticidad conductual (si comparamos la conducta juvenil de un perro con la de un lobo) y la reproducción deja de ser estacional. Incluso la homosexualidad exclusiva podría ser atribuida a la domesticación según el artículo. Durante milenios se habría ido seleccionando a los humanos más pro-sociales y se habría ido castigando a los más antisociales que por un proceso de selección sexual no habrían sido seleccionados y no habrían transmitido sus genes a la siguiente generación.

Vamos a ver ahora la segunda parte de la hipótesis. ¿Por qué no ha tenido consecuencias negativas esta atrofia cerebral? Imaginemos un ordenador. El tamaño de la memoria del ordenador puede ser reducido si parte de los contenidos pueden ser almacenado en el exterior, en discos duros externos u otros dispositivos. De la misma manera, Bednarik propone que si algunas funciones de almacenamiento cerebral se transfieren a dispositivos externos el tamaño del cerebro se puede reducir sin que disminuya su eficacia. Estos dispositivos externos es lo que Bednarik llama exogramas. El término exograma se construye por contraposición al de engrama, que fue propuesto por Richard Semon hace más de un siglo. Un engrama es un rastro de la memoria, una alteración plástica en el tejido neural que es donde se almacenarían los recuerdos (cosa que no se ha encontrado, dicho de paso).

La idea de almacenar recuerdos en dispositivos externos como “simbolismo”, la de utilizar una “corteza sustitutoria” se puede rastrear hasta Platón que ya se quejaba del efecto negativo que podía tener la escritura: “si los hombres aprenden a escribir se implantará el olvido en sus almas, dejarán de ejercitar la memoria porque se apoyarán en lo que está escrito recordando las cosas no por recuperación de los recuerdos desde dentro de ellos mismos sino a partir de marcas externas” (parece que Platón ya intuyó el concepto de neuroplasticidad). El caso es que las pinturas en las cuevas, uso de pigmentos en general, inscripciones, protoesculturas, cuentas y abalorios, petroglifos  y otros simbolismos  serían equivalentes a los engramas y fue Donald en 1991 el que los llamó exogramas. Unos exogramas especiales serían los que componen el lenguaje. 

En definitiva el uso de exogramas es la principal diferencia entre humanos y el resto de animales. El registro arqueológico indica que la utilización de exogramas aumenta a lo largo del Pleistoceno acelerándose hace unos 40.000 años y la utilización de exogramas coincide en el tiempo con la disminución del tamaño del cerebro. Si se usan exogramas la capacidad puramente biológica del cerebro ya no es la que dicta los límites de la cognición, memoria y comunicación. Ni hace falta decir que este proceso es autocatalítico y una vez que se pone en marcha se retroalimenta exponencialmente. Sea como sea, la hipótesis de que la atrofia cerebral, la neotenización y el aumento de los exogramas  están relacionados se puede testar y falsificar. Pero lo que no se puede es clarificar cuál es la causa y cuál es el efecto. ¿Es la autodomesticación humana o la necesidad cada vez menor de poder cerebral la responsable de la reducción del volumen craneal? Ambos factores serían atribuibles en última instancia al surgimiento y desarrollo de la cultura. La explicación por la que se inclina Bednarik es que los humanos fueron afortunados en que justo en el mismo momento en que la domesticación afectaba al tamaño cerebral su cultura llevara a una explosión de almacenamiento extracraneal. Para Bednarik la hipótesis de la domesticación es la explicación mas sencilla de cómo los humanos han llegado a ser lo que son.

@pitiklinov

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viernes, mayo 26, 2017

La muerte de la muerte: animales para siempre

 
El hombre del conocimiento camina entre los hombres como entre animales. Friedrich Nietzsche
  
Probablemente se trate de otro titular de prensa. Quien hace la declaración es José Luis Cordeiro. Llamémoslo científico. Es de suponer que tiene sus galones, que ha estudiado en las más prestigiosas universidades y ha realizado investigación puntera en su campo, y no me planteo siquiera que pueda caberme alguna duda de que se trata de un tipo excepcionalmente inteligente y competente.
 
Vaya por delante que no soy un fan de la muerte. Eso de que el cuerpo de mis seres queridos y el mío propio se corrompan y dejen de funcionar me pone.....enfermo....¡me mata! La posibilidad de un Dios está ahí, como posibilidad. Me resulta harto difícil confiarme a ella ciegamente, al menos en las actuales circunstancias, aunque imagino que si la muerte me acechase miraría cualquier rayo de luz como una señal de la máxima trascendencia. Soy débil e incoherente: eso no hace falta que nadie me lo diga. 
 
No he substituido no obstante una fe trascendente por una fe en la ciencia, no al menos de una forma tan absoluta que me lleve a creer que llegaremos a conocerlo y a controlarlo todo, esto es, a ser tan omniscientes y omnipotentes como el Dios que algunos científicos se esfuerzan en arrojar desde las alturas, para que sea el nuevo ángel caído.
 
Los sacerdotes de estas religiones seculares que llevan la bata del científico en lugar de la sotana de los clérigos no me inspiran mucha más confianza que éstos últimos, que desde los púlpitos de las iglesias tratan de hacernos creer que lo que ellos dicen es, de alguna forma, lo que Dios quiere que oigamos....y practiquemos. 
 
Y no me entiendan mal: admiro a gran parte de los científicos, de ahí este blog, y el blanco luminoso de su armadura del conocimiento, suma de todos los colores, me ofrece más esperanza que el negro de la armadura del dogma de la sotana, con su ausencia de todo color y, para mi, de toda esperanza.
 
No me llamen anticlerical. No es eso. Nunca será ése el problema. Nunca lo seré. Pero tampoco esperen que espere algo de la Iglesia. La esperanza requiere ciertos presupuestos sobre la incertidumbre y su manejo a partir de las evidencias disponibles y no estoy por la labor de construir castillos en el cielo.....o paraísos artificiales...a la medida de mi humanidad. No creo que lo humano sea en sí muy trascendente.
 
Pero ay....¡guárdenme también de los profetas del Transhumanismo y de sus patrañas disfrazadas con la bata científica!
 
Primero de todo: no tienen ni idea, sus predicciones son pura especulación basada más en sus intereses vinculados al patrocinio de sus investigaciones que en el más mínimo indicio de que lo que hacen pueda llevar a donde dicen que puede y debe llegar.
 
Y en segundo lugar cabe preguntarse al menos dos cosas:
 
1- ¿Para qué?
 
2- ¿Hasta dónde?
 
La evolución por selección natural nos ha llevado a  un estado de cosas y seres, a una naturaleza, en la que todo lo que se organiza en estructuras y funciones, todo objeto o sujeto, son finitos, física y temporalmente. Los recursos ponen coto al crecimiento exponencial de los seres vivos, desde las bacterias hasta el excelsísimo (por autoproclamación) ser humano. Y prolongar nuestras vidas por mero instinto de supervivencia, que es el que nos permite simplemente vivirlas, no deja de ser un desatino: por mucho que nos desagrade (y a mí me desagrada profundamente), vivimos para perpetuar la vida en otros, y el cambio es la única constante, que en su fluir heráclitico nos arrastra corriente abajo a las profundidades de la inexistencia. 
 
Nuestra mente es un producto de la selección natural, así que el "para qué" tiene todo el sentido. ¿Para prolongar todas las estrategias cognitivas y emocionales que han evolucionado para una vida finita? 
 
Y los recursos son limitados, así que el "hasta dónde" es un asunto de la mayor importancia.
 
En cierto sentido los transhumanistas viven la ilusión de quién juega a la lotería que piensa que cuando le toque el gordo su vida será mejor. Pero como ya han puesto de manifiesto algunos estudios psicológicos, la realidad es que la vida después del gordo no es mucho más feliz de lo que lo era antes, al menos pasado un año....e incluso podría ser peor. Y el problema de la lotería se puede aplicar al de la prolongación de la vida de la misma manera, porque las mismas limitaciones de nuestra biología operan en nuestra mente, que no está preparada ni para la abundancia ni para la eternidad.
 

miércoles, mayo 17, 2017

Insectos y Hecatombes (entrevista a Xavier Sistach)

Xavier Sistach
El ser humano ha logrado aislarse en gran medida de su medio ecológico. A través de la generalmente amable interfaz de la sociedad que hemos creado -nuestra suprema adaptación- nos relacionamos con el sistema operativo de la naturaleza para satisfacer nuestras necesidades. Por supuesto la adaptación no es perfecta, es un acuerdo de compromiso entre nuestros diversos instintos y los de los demás que conlleva asumir elevados costes, desde la destrucción a largo plazo del medio natural hasta la inhibición o represión de algunos de nuestros impulsos más perentorios, pero la alternativa resulta....brutal, sucia, desagradable y corta.  
 
Los seres vivos hacen una bonita postal en los documentales de sobremesa. Vemos al guepardo persiguiendo a la gacela en rápida carrera, una carrera que refleja la que estos dos actores evolutivos y otros muchos de su estilo realizaron a lo largo de millones de años para cazar y evitar se cazados. Los depredadores y las presas nos fascinan en su lucha por la existencia, y pareciera que una vez apagada la televisión o habiendo sido arrebatados por los brazos de Morfeo en nuestra plácida posición horizontal sobre el sillón, dicha lucha se esfumase, la evolución misma se esfumase, y todo volviese a ser humano, demasiado humano....las cuentas del banco, los compañeros del trabajo, el recibo de la luz, el recorrido en coche de un punto a otro, la cerveza bien fría de la taberna, la música de nuestro grupo favorito, las notas del niño.....o su partido de fútbol. Por supuesto se hace imprescindible comprender todas nuestras cosas a la luz de la evolución, para tener una compresión cabal de ellas, pero resulta difícil relacionar los hábitos, construcciones e instituciones de nuestras culturas con la fisiología, la necesidad y los instintos naturales que están en su orígenes y constituyen la fuente de la que manan inadvertidamente.
 
Estamos tan alejados de nuestros orígenes en nuestra cotidianidad y a un tiempo tan cerca en nuestras reacciones que, cuando escuchamos el zumbido de un insecto en la oscuridad de nuestra habitación de noche entramos en pánico. ¡Pero no es para menos! Nuestra alerta no es injustificada desde la perspectiva histórica de la vida. Un pequeño mosquito podría chuparnos la sangre y, al hacerlo, sin pretenderlo, dejar paso a nuestro interior a algún parásito peligroso. No es un tigre de dientes de sable ni un oso cavernario, ni siquiera un perro rabioso, no es exactamente un depredador, pero con su tímido zumbido podría anunciarnos una larga enfermedad y la muerte.
 
A pesar del progreso de la civilización y del empuje de la sociedad y la cultura humanas contra y sobre el medio hostil, durante milenios hemos seguido siendo víctimas del ataque de otros organismos en la gran orgía de sangre de la vida...y hemos caído por cientos de millones. ¿Pero cómo? ¿No es el hombre el único lobo para el hombre?  Sin duda podría parecer así, y así lo atestigua la historia de la violencia en nuestra especie. Pero la gran orgía de sangre también tiene pequeños comensales, los artrópodos (sobre todo insectos) hematófagos. Esos pequeños vampiros nos han estado chupando la sangre desde el origen de los tiempos, y antes de extraerla de nosotros, como hábiles prospectores de "oro rojo", se la extrajeron a otras especies, porque en esto no somos más que una fuente de recursos más, una erguida orgullosa sobre sus cuartos traseros y que emite sonidos vocales con significados compartidos, pero con una fisiología muy similar a la de cualquier mamífero de los que llevan habitando la tierra desde hace decenas de millones de años.
  
Pulgas, piojos, mosquitos, moscas, chinches, garrapatas....bichos pequeños, algunos muy pequeños, nos picaban cuando éramos cazadores-recolectores, luego cuando fuimos agricultores y ganaderos y después cuando hemos sido artesanos, profesionales y gestores del conocimiento o gurús del marketing....y siguen haciéndolo, a la menor oportunidad. Entran en nuestros hogares, esquivan nuestras defensas, aprovechan nuestros descuidos y nuestros reposos.....y beben de nuestra sangre.
 
Documentar la historia de nuestra relación con estos pequeños parásitos que hacen pillaje en las fronteras externas de nuestra piel y son vectores de parásitos aún más pequeños que penetran en lo más profundo de nuestras entrañas no es una tarea fácil, si uno aspira a ser exhaustivo. Por ello el brillante narrador de la Historia Natural Antigua de los Insectos, el entomólogo Xavier Sistach, ha tenido que escribir largo y tendido cerca de dos mil páginas para poder explicar ese matrimonio tan mal avenido de nuestra especie con las especies que nos utilizan de surtidores de oro rojo.
 
Insectos y Hecatombes es la historia dentro de la Historia de esta nuestra particular relación con nuestros chupópteros. Publicada originalmente en dos tomos por RBA, está ahora disponible en la web del propio Xavier , desde la que puede descargarse. También en ella ha puesto el autor a disposición de todo aquel que lo desee su obra anterior, Bandas, Enjambres y Devastación, que trata de las plagas de langosta que han arrasado nuestras cosechas desde que nos asentamos para cultivar la tierra en lugar de hollarla con nuestros hasta entonces nómadas pasos.
 
Xavier Sistach ha tenido la amabilidad de respondernos en profundidad unas preguntas.  
 

1.-  ¿Cómo podría verse la relación a tres entre humanos, artrópodos hematófagos y los parásitos que transmiten a la luz de la evolución?
 
Se cree que la vida apareció hace unos 3.500 millones de años, cuando surgieron los primeros organismos unicelulares, bacterias, algas y hongos. Hace aproximadamente 1.500 m.a, algunas bacterias ya habrían solucionado el problema de su supervivencia y establecieron relaciones simbióticas a nivel celular con bacterias aeróbicas. A partir de aquel momento, los ciclos evolutivos fueron constantes y los diferentes grupos de organismos tuvieron que adaptarse no solo al ambiente sino también a las condiciones impuestas por la presencia simultánea de otros organismos. Todos se originaron como seres de vida libre e independiente pero fueron obligados a competir entre sí para su existencia. Solo aquellos que desarrollaron ajustes y adaptaciones satisfactorias fueron capaces de sobrevivir.



Es muy importante tener en consideración que se produjeron hasta cinco extinciones en masa (finales de los períodos Ordovícico, Devónico, Pérmico, Triásico y Cretácico), cuando desaparecieron en cada una de ellas entre el 70-95% de especies vivas. Esto constituyó un fenómeno indiscutible que interrumpió el gradualismo darwiniano y tuvo efectos sobre el curso mayor de la evolución, sobre el cual el azar tiene un peso decisivo tanto en la desaparición de especies viejas como en la aparición de otras nuevas; y debe tenerse en cuenta  que las grandes innovaciones ocurren siempre después de las grandes extinciones.

Según la concepción tradicional darwiniana, todo el mundo estaría enfrentado: el proyecto superior tiende a la victoria y el inferior al olvido; sin embargo, se ha demostrado que entre las especies extinguidas no había ninguna relación entre superiores e inferiores, y que simplemente fue el azar el que permitió la supervivencia de algunos de ellos. Si se repitiera la explosión de vida del período Cámbrico, el teatro ecológico actual sería probablemente parecido. No obstante, los actores serían completamente distintos, teniendo en cuenta que la vida ha ido siempre de lo simple a lo complejo, y que donde durante millones de años hubo solo seres unicelulares, hoy en día existen gran número de especies pluricelulares.

Para llegar a los orígenes del hombre, habría que remontarse a la explosión cámbrica, cuando aparecieron singulares invertebrados marinos, entre ellos un cefalocordado muy pequeño, bautizado con el nombre genérico de Pikaia. Probablemente este fue el fundador del filo de los cordados, que comprende a todos los vertebrados posteriores y, por tanto, también al Homo sapiens sapiens, este con una antigüedad aproximada de 150.000 años. Actualmente, el hombre es la especie dominante de la Tierra, pero no como consecuencia de una antigua superioridad sino como superviviente afortunado de las convulsiones catastróficas del pasado, empezando porque Pikaia se salvó de la extinción subsiguiente a la explosión cámbrica.

Por tanto, para llegar hasta el hombre desde Pikaia, han tenido que darse una larga serie de casualidades afortunadas; la probabilidad que se den todas ellas es el producto de la probabilidad que se dé cada una independientemente, y es cada vez más reducida. Y además, todo debería haberse producido en un orden determinado, con lo cual se llegaría a una probabilidad todavía menor, remota sin duda si la valoramos en todo su conjunto.
 
Parece ser que pulgas, piojos y mosquitos evolucionaron de sus ancestros durante la parte tardía del Jurásico, o quizás a principios del Cretácico, entre 100-150 millones de años atrás; y a partir de aquel momento coevolucionaron, por una parte con microorganismos como bacterias, virus, protozoos y gusanos, y por otro lado con sus huéspedes vertebrados, de quienes se alimentaban, ingiriendo sangre o de otro modo. Mucho más tarde apareció el hombre, y de una manera u otra se interpuso en el camino de insectos y microorganismos que ya llevaban millones de años conviviendo.
 
Algunos microorganismos provocan enfermedad en el hombre, otros no. Pero tanto los patógenos como sus insectos asociados se adaptan a las condiciones y tratan de sobrevivir. La relación con el hombre es reciente y por eso existen algunos casos que resultan fatales, pues no ha habido tiempo suficiente para adaptarse sin perjudicar a su huésped. A ellos tampoco les interesa que su huésped final, el hombre, enferme y muera, ellos mueren también. Es fundamental entender que la virulencia del patógeno es variable; y esto, combinado con la resistencia del huésped, es lo que provoca una mayor o menor afectación del mismo. Hay que tener en cuenta que ninguna enfermedad epidémica ha matado al total de la población, y que sin muerte no existiría evolución en la Tierra.
 
2.- ¿Cuáles son los momentos clave de la Historia en nuestra relación sobre la cuerda floja con nuestros parásitos?
El hombre ha sufrido frecuentes fenómenos catastróficos a lo largo de la historia, sin contar las guerras, como inundaciones, maremotos, huracanes, terremotos, explosiones volcánicas y otros desastres naturales. Sin embargo, se considera que la única catástrofe de los tiempos históricos que pudo representar un riesgo real de extinción para la especie humana fue la brutal epidemia de peste negra del siglo XIV, que produjo unos 25 millones de muertos en Europa. Actualmente, los historiadores creen que el porcentaje total de mortalidad causado por esta enfermedad debería situarse entre el 30%-50%, y probablemente la población mundial pasó de 450 millones de habitantes a muchos menos de 350. Se estima que incluyendo las regiones del este, la India y la China, la “muerte negra” podría haber matado, al menos, a unos 75.000.000 de personas. África habría perdido alrededor de un octavo de su población, y habría pasado de 80 a 70 millones de habitantes. Hay autores que aumentan la cifra total de muertos hasta los 200 millones.
De acuerdo con la escala de Foster, que mide la magnitud de los desastres humanos, y es parecida a la de Richter para los terremotos, la peste negra se habría convertido en la segunda catástrofe más grande de la humanidad, y habría alcanzado los 10,9 grados en esta escala. Solo sería superada por la Segunda Guerra Mundial, que produjo una gran mortandad, alrededor de 62.000.000, a lo que debe añadirse destrucción física y sufrimiento emocional, y alcanzaría 11,1 grados en esta escala. En tercera posición se situaría la Primera Guerra Mundial, que produjo unos 8.000.000 de muertos y alcanzó los 10,5 grados. Curiosamente, en estos dos conflictos bélicos tuvo un papel muy importante otra de las grandes enfermedades que ha afectado al hombre y es transmitida por insectos, en este caso los piojos: el tifus epidémico o exantemático. En la Primera Guerra Mundial se estima que murieron más de 3.000.000 de personas por esta causa, y 1.000.000 en la Segunda Guerra Mundia, fundamentalmente en los campos de concentración nazis.
 
La llamada peste negra ha sido la peor epidemia de toda la historia. Pero no ha sido la única, ni mucho menos, las pestilencias se fueron sucediendo por toda Europa y Asia durante mucho siglos y las devastaciones fueron espectaculares. También deberían contemplarse las numerosas epidemias de tifus y de fiebre amarilla; pero actualmente, el mayor peligro lo causa el paludismo, que cada año mata alrededor de un millón de personas, fundamentalmente en África. Se dice que peste y tifus han matado a más personas que todas las guerras juntas, y está aceptado que el paludismo ha matado a más personas que peste y tifus.
 
3.- ¿Qué fuerzas históricas y qué determinantes biogeográficos se encuentran detrás del carácter y denominación “tropical” de la mayor parte de las enfermedades con artrópodos vectores?
Hace alrededor de 3.000 millones de años se empezaron a formar las masas continentales, y unos 900 m.a atrás, estas se unieron formando el primer supercontinente, Rodinia, que luego se escindió para posteriormente formar un único continente, Pangea, constituido por dos grandes porciones, Laurasia al norte y Gondwana al sur, y rodeado todo él por un único océano llamado Panthalasa.

 


A partir de aquel momento, según desarrolló Alfred Wegener en su teoría de la deriva continental, todos los continentes actuales se habrían desplazado de sur a norte antes de fragmentarse en los territorios actuales, que siguen moviéndose como barcos a la deriva. Gondwana se situó al sur del ecuador y se fue disgregando hasta convertirse en las actuales Australia, Antártida, India, África y América del Sur, que quedó aislada en la inmensidad del océano durante ochenta millones de años. Laurasia, que comprendía América del Norte y Europa, comenzó a tomar forma en el hemisferio norte.

Las especies vivas estuvieron sujetas a estos movimientos continentales, que separaban a las unas de las otras, y su evolución se hizo de manera independiente en cada porción de tierra; pero es innegable que cada una de ellas partía de troncos comunes; y es por esta razón que, actualmente, se encuentran especies animales (insectos y microorganismos incluidos) en distintos continentes que se asemejan de manera extraordinaria, pues pertenecen a los mismo filos o tipos de organización de las categorías taxonómicas.
Durante el Carbonífero, el clima tropical era mayoritario en gran parte de la tierra y enormes extensiones fueron cubiertas por densos bosques de plantas, sobre todo helechos, lo cual creó un ambiente muy rico en oxígeno. Aparecieron los vertebrados con cuatro extremidades, los reptiles, muy similares a los mamíferos, y también se encuentran fósiles con los primeros insectos con alas, que evolucionaron de las placas acorazadas que protegían la parte superior de sus cuerpos vulnerables, y eran útiles para planear al estilo de las langostas, convirtiéndose finalmente en poderosos mecanismos de vuelo. Por tanto, no es de extrañar que actualmente la mayor diversidad de especies se encuentre en las zonas tropicales del planeta, las que más favorecen su existencia y su diversidad.
Existen enfermedades que, de alguna manera, han llegado al hombre sin que este hiciera nada por encontrarlas, podría ser el caso de la peste, del tifus epidémico o de la fiebre tifoidea, transmitidas por la pulga, el piojo y la mosca doméstica. Y existen otras enfermedades, todas ellas tropicales, que sin duda han afectado al hombre, me refiero exactamente al hombre blanco, porque este fue a buscarlas durante la época de los descubrimiento y colonizaciones, de las conquistas en definitiva. No en vano, África fue llamada la "tumba del hombre blanco", y quizás por las enfermedades que contraía sin excepción (hay también otros motivos), fue el continente explorado más tardíamente.

El origen de la fiebre amarilla es africano y parece ser que el virus se originó en este continente hará unos 3.000 años, de donde pasó a América hacia el año 1500, al menos en su forma urbana, debido al transporte de esclavos africanos por parte de portugueses y españoles (la forma selvática podría ser precolombina). El origen del paludismo es también africano, aunque su antigüedad es mayor, más de 30.000 años. Y desde ahí se extendió por toda Europa y toda Asia. Sin embargo, llegó a América por dos vías diferentes: en el caso de Plasmodium vivax, a través de los conquistadores españoles, portugueses, ingleses, franceses y holandeses; y en el caso de Plasmodium falciparum, igual que ocurriera con la fiebre amarilla, mediante los esclavos africanos.

4.- En el pasado tuvimos “insectos y hecatombes” y “bandas, enjambres y devastación”. ¿Cree que las cosas han cambiado en la higiene, la medicina y la agricultura de modo que podamos mirar al futuro con mayor optimismo?

Efectivamente, y a pesar de que las enfermedades transmitidas por insectos afectan a millones de personas y mueren centenares de miles por su causa, vivimos en el mejor momento de la historia, pues los avances tecnológicos permiten luchar contra los parásitos desde diversos frentes. También es cierto que hay casos en que el insecto y el patógeno consiguen esquivar nuestras defensas, como sucede con el paludismo: el mosquito se hace resistente al insecticida y el plasmodio al fármaco. Sin embargo, el avance es notorio y el balance es positivo a nuestros intereses.


Actualmente, el cambio climático tan discutido, sería un problema importante para el ser humano, pero no la causa de su extinción, si tenemos en cuenta que el hombre primitivo, reducido en número y mucho más dependiente del clima que el hombre moderno, superó variaciones climáticas de mayor importancia que los presumibles en un futuro cercano.

La lucha sin cuartel, sin duda, debe llevarse a cabo en los países tropicales, es donde proliferan la mayoría de enfermedades y donde las condiciones sobre el terreno son más dificultosas, tanto a nivel climático como social y político. En las zonas frías del planeta el problema es mucho menor, por no decir marginal. Es cierto que muchas especies de insectos transmisores de enfermedades siguen viviendo en su hábitat natural, como sería el caso del mosquito Anopheles en toda Europa. En este continente se sufrieron grandes epidemias de paludismo a lo largo de la historia, y en cambio ahora está prácticamente erradicada la enfermedad y tan solo se producen algunos casos autóctonos de manera extraordinaria.

La adaptación a nuestro nicho ecológico de otros insectos “peligrosos”, de ámbito tropical, es posible, y de hecho así sucede; sin embargo, para que se produzca la transmisión de la enfermedad debe existir el patógeno y que este prolifere para causar epidemias, lo cual no ha ocurrido hasta el momento. No parece posible que una vez detectado un caso, aislado y medicado el paciente, y tratada químicamente la zona afectada, puedan proliferar patógeno y vector y conseguir ampliar su transmisión.      

En cambio, la superpoblación, un problema generado por el propio hombre, sí es una seria amenaza: en el año 6.000 aC. se estima que la población humana ascendía a unos 10 millones; a finales del siglo XV, unos 500 millones; a finales de la Primera Guerra Mundial, 2.000 millones; actualmente, 7.000 millones, y según las previsiones más optimistas de la ONU, unos 10.000 millones para el año 2050. Se trata de un crecimiento exponencial que no es sostenible y que por tanto no puede continuar.  Nos encontramos peligrosamente cerca de los límites tecnológicos que podemos alcanzar para alimentar a todos los habitantes de la Tierra. No hay revolución verde, esquema de irrigación de los desiertos ni criaderos de peces que puedan satisfacer las necesidades de semejante crecimiento expansivo.

Hoy en día, el hombre es la especie dominante en la Tierra, con una masa total de protoplasma mayor que la de cualquier otra del reino animal y las posibilidades de extinción existen, aunque estoy convencido que su origen no tendría relación con los insectos y patógenos que conocemos en la actualidad. La causa más bien deberíamos buscarla en algo desconocido o, más probable, ideado y creado por el propio hombre con este fin. No debemos olvidar que muchos conflictos bélicos han originado, precisamente, grandes epidemias, sobre todo de peste y tifus, pero también de paludismo, fiebre amarilla o dengue, siendo el vector de estas últimas el mosquito, capaz de transmitir hasta una cuarentena de enfermedades diversas. De todas maneras, si contemplamos el curso de la vida sobre la Tierra, el destino biológico final de la especie humana sería también la extinción.


5.- Hay cientos de miles de especies de artrópodos que no destruyen las cosechas, ni nos parasitan ni transmiten enfermedad alguna, pero sin embargo los humanos hemos desarrollado lo que podría considerarse como un asco innato o fácilmente adquirible por los “bichos”, muchos de los cuales no solamente son inofensivos para nosotros sino que además resultan buenos para nuestro medio ecológico. Pero distinguirlos no es fácil. ¿No estaremos matando “moscas a cañonazos”? ¿Puede el avance en el conocimiento científico ayudarnos a tener una mejor comprensión y una relación más sostenible con los demás seres vivos?


Existen alrededor de un millón de especies de insectos clasificadas, y se supone que pueden existir más de veinticinco millones en total. En el hombre, excepto para algunas mariposas vistosas y unos pocos escarabajos de formas extrañas y colores eléctricos, los insectos han provocado habitualmente repulsión y asco. Quizás sea por las costumbres hematófagas de algunos de ellos, y también porque sus formas, hábitats o hábitos son las más alejadas del género humano, nos producen gran extrañeza y no encontramos demasiados puntos comunes.

Desde los principios del ser humano las pulgas, piojos, moscas o mosquitos fueron considerados perjudiciales o directamente malignos, y aparecen así en la Biblia y en los tratados clásicos, desde griegos y romanos hasta la época medieval cristiana o musulmana. A partir del Renacimiento y sobre todo desde la invención del microscopio (siglo XVII) empiezan a ser estudiados con mayor detalle, se siente curiosidad por ellos y de alguna manera se los rehabilita. Pero a finales del siglo XIX, cuando  se descubrió su papel como parásitos vectores de patógenos, la repulsión y el asco se transformaron directamente en miedo y pánico.      

Para luchar contra estos insectos, alejarlos o matarlos, se han ideado infinidad de productos, y sin duda el más letal fue el DDT. Sin embargo, debido a su gran bioconcentración y persistencia y a sus efectos letales sobre distintas especies que se insertan en la cadena alimentaria de otros animales, su uso fue prohibido en la década de 1970. Actualmente solo se utiliza en países con economías pobres debido a su bajo coste.

Aparte de utilizarse diversos compuestos del grupo de los organosfoforados, organoclorados o carbamatos, en las últimas décadas han aparecido en el mercado muchos productos sintéticos parecidos a las piretrinas, llamados simplemente piretroides. Comparten modos de acción similares a los del DDT, aunque el efecto estimulante es mucho más pronunciado, se degrada rápidamente en el ambiente y a menudo se aplica en concentraciones muy bajas.
De todas maneras, y por terrible que parezca, la relación sostenible con los demás seres vivos no es prioritaria mientras estos insectos vectores sigan transmitiendo a sus patógenos asociados. Probablemente, hasta que no se erradiquen estas enfermedades no podrá plantearse una relación sostenible de manera decidida.   

6.- ¿Qué es lo que encuentra más fascinante en el diseño biológico de nuestros íntimos enemigos transmisores de enfermedad del Fílum de los artrópodos: pulgas, moscas, mosquitos, piojos, chinches, garrapatas...? ¿Qué cree que hace, en general, tan interesantes a estos organismos a los ojos de un biólogo o entomólogo profesional o aficionado?

Estos artrópodos transmisores de enfermedades simplemente se amoldan a las condiciones y tratan de sobrevivir, no son conscientes de su papel. Pero me sorprende la manera tan perfeccionada y a la vez tan complicada como se han adaptado para conseguir su objetivo; por eso el hombre tardó siglos en comprender cuál era el proceso y qué actores estaban implicados. Pero quizá si los investigadores occidentales hubieran prestado más atención a los tratados antiguos aparecidos en la India, China, en el mundo griego, romano y también azteca o maya, donde el vector quedaba claramente identificado, se habría podido luchar contra ellos desde mucho antes.



Pero lo que a mí me resulta realmente fascinante son los nombres científicos que los naturalistas del siglo XVIII y XIX (Linné el primero) pusieron a los insectos y a todas las especies animales por extensión. Estos nombres extraños en griego y fundamentalmente en latín, que  generalmente ignoramos su significado, ofrecen una información muy precisa sobre la especie que designan. Y toda la sistemática asociada para agrupar a todos los individuos vivos en especies, géneros, familias, órdenes, clases, etc. En resumen, la ordenación del mundo animal para ser comprendido por nuestra mente humana.    

7.- ¿En qué está trabajando en estos momentos?

Una editorial me ha encargado un trabajo de síntesis sobre los dos volúmenes de “Insectos y Hecatombes” y los estoy resumiendo. Se trataría de publicar “los momentos estelares”, artículos breves sobre los distintos temas que se abordan en la obra y que pueda tener una difusión más comercial: las epidemias más notables, el descubrimiento de los patógenos y de los insectos vectores, curiosidades sobre estos insectos y una descripción breve de las enfermedades transmitidas y su epidemiología. De alguna manera, el objetivo del libro será plasmar la idea de que el conocimiento progresivo del hombre, a lo largo de los siglos, ha permitido descubrir qué eran estas enfermedades, quién las producía, y a partir de ahí, luchar contra ellas: bien para evitarlas, bien para amortiguar sus efectos. Pero en ningún caso se ha conseguido su erradicación completa, al menos hasta el momento actual.