Mi padre me dice que las carreras universitarias sirven (o deben servir) más para estructurar la mente de una determinada manera que para aportar conocimientos específicos inmediatamente aplicables a una profesión. Si la carrera es exitosa será por tanto debido en mayor medida a que al estudiante le hayan enseñado a razonar de una determinada forma que a que le hayan transmitido múltiples conocimientos. El filósofo italiano Giambattista Vico decía que el conocimiento se adquiría haciendo. Así en las profesiones la experiencia es algo más que un grado. La formación universitaria ha de servir para preparar a los futuros profesionales a enfocar las realidades con las que tendrán que lidiar con la óptica adecuada, que, en un momento dado del tiempo es la del paradigma predominante en su área de conocimiento y especialización. Por ejemplo en biología tenemos la teoría de la evolución y en economía los paradigmas neoclásico y liberal. Cuanto mayor es la especialización, es decir, cuanto menos generalista es el trabajo, más necesario es el conocimiento puro y duro y menos el enfoque. Pero en toda disciplina es precisa una perspectiva general que de coherencia a los hechos, que los sitúe en un contexto. El marco de referencia es imprescindible. Pensemos en el derecho: sin un conjunto de normas, sean estas escritas o establecidas por costumbre, por las que se garanticen los derechos individuales, que sirviesen de referencia obligada de las instituciones y poderes, limitándolos y de esta forma conformándolos, reinaría la arbitrariedad. Y hago bien en decir “reinaría”.
El ser humano no está preparado para un mundo caótico. Su mismo cerebro busca el orden en todas las cosas, y, a ser posible, la cosmovisión. A falta de pan buenas son tortas, y si no se tienen explicaciones completamente satisfactorias se usan sucedáneos. Nuestro afán de ver orden es debido a su utilidad en la lucha por la vida, pues busca orden quien crea orden. El lóbulo frontal, al que llaman sede de la civilización, que es lo que tenemos especialmente desarrollado, lo que nos hace humanos, es la fuente de la planificación, de la mirada puesta en el futuro, de lo mediato frente a lo inmediato, de la reflexión, de la paciencia, de la espera. Gracias a él somos constructores, manipuladores que utilizan herramientas complejas, sociales de una manera que supera el desparasitado, previsores, inversores y, por tanto, en un sentido estricto, capitalistas, al generar y acumular capital. La Civilización no se podría levantar sobre actos reflejos, sobre estímulos-respuestas y lucha/huída. La Civilización puede tener mucho de nuestro instinto, que se proyecta en nuestras instituciones, pero es también prueba de que ese instinto no se satisface directamente.
Las profesiones son una consecuencia de la división del trabajo, que es asimismo una consecuencia de la planificación que nos es propia. El hombre ha pasado, con el desarrollo de su lóbulo frontal, de repartir el alimento a repartir las tareas para lograr el alimento y de esto a repartir las tareas para mantener el entramado creado para crear y distribuir alimento y entretenimientos para el naciente ocio. La cúspide de esto está en la sociedad del conocimiento y los servicios. No puede haber desarrollo neurológico más exitoso desde el punto de vista evolutivo. Ningún otro animal nos hace sombra, y ello pese a que carecemos de garras, de dientes afilados, de movimientos rápidos, etc etc.
Muchos son los que sufren porque se sienten desvinculados de la naturaleza. Esto se debe a que no comprenden y no aceptan que la Civilización y todos sus artefactos y artificios son eso, naturaleza. Lo que le sucede a nuestra creación es que es indirecta y más compleja de lo que cada uno de nosotros individualmente puede llegar a abarcar con su mente, a entender cabalmente y a englobar en una cosmovisión satisfactoria. Por ello se crean sucedáneos espurios como la vuelta a la naturaleza ecologista, el mantenimiento a ultranza de valores e instituciones tribales caducas de los nacionalistas y fundamentalistas y la falacia comunal-estatal socialista. A falta de pan buenas son tortas. Nos quedamos sin el pan que proporciona el capitalismo y acabamos a tortas....
El cerebro humano es un producto de la evolución biológica y, como tal, está adaptado a un entorno dado. Ese entorno quedó aparcado en Africa (o en algún otro lugar, eso es lo de menos), y el rápido desarrollo de la Civilización ha creado uno nuevo completamente distinto, que, por ser creado y seguir siendo creado por la sinergia de cerebros humanos intercomunicados e interaccionantes y ser mamado desde la cuna, es hasta cierto punto cómodo y aceptable. Pero nos falta algo. Sentimos la “llamada de la Selva” o, sería mejor decir la “llamada de la Sabana”, y tanto más cuanto más ocio hemos creado, mayor es el período de nuestra neotenia empleado en el aprendizaje de la cultura y mayores son por tanto los medios que nos separan de los fines. Preferiríamos formar parte de grupos humanos más reducidos, tener un entorno más verde, ver menos artefactos alrededor, recorrer las distancias a pie y un largo etcétera de todas aquellas cosas que eran satisfactorias en nuestro remoto pasado. Pero todo ello supone una memoria “filogenética” selectiva, puesto que ahora no estamos expuestos a los males y la escasez de entonces, y creo que nadie podría sentir nostalgia de ello. Tenemos que seguir avanzando en la Civilización, seguir poniendo medios para eliminar o reducir la escasez, las enfermedades, los peligros varios del ambiente, seguir capitalizando. Estos males en su conjunto nunca desaparecen del todo, simplemente se mantienen apartados por un esfuerzo continuado pero bien distribuido entre todos nosotros. Y en el camino civilizatorio quizá podamos, poco a poco, rodearnos de aquello que nos gusta, que siempre nos gustó, de la naturaleza virgen, de la naturaleza no convertida en medio para satisfacer la naturaleza humana....o, mejor sería decir: de la naturaleza virgen convertida en medio para satisfacer nuestra sed de naturaleza virgen. Y de paso disfrutar de los bienes de la Civilización y de la tecnología.
Además: ¿no satisface también nuestra especial naturaleza el poner medios para lograr fines?. Esto se constata cuando uno no lo hace, que se siente cerdo, vacío, aburrido, fracasado, necio, mal....inadaptado ya no solo a su ambiente social sino a sus propios imperativos internos.
“Frugalidad y laboriosidad”, como decía Franklin....¡y como demandan nuestro cerebro y el mantenimiento y mejora de la Civilización!.
El ser humano no está preparado para un mundo caótico. Su mismo cerebro busca el orden en todas las cosas, y, a ser posible, la cosmovisión. A falta de pan buenas son tortas, y si no se tienen explicaciones completamente satisfactorias se usan sucedáneos. Nuestro afán de ver orden es debido a su utilidad en la lucha por la vida, pues busca orden quien crea orden. El lóbulo frontal, al que llaman sede de la civilización, que es lo que tenemos especialmente desarrollado, lo que nos hace humanos, es la fuente de la planificación, de la mirada puesta en el futuro, de lo mediato frente a lo inmediato, de la reflexión, de la paciencia, de la espera. Gracias a él somos constructores, manipuladores que utilizan herramientas complejas, sociales de una manera que supera el desparasitado, previsores, inversores y, por tanto, en un sentido estricto, capitalistas, al generar y acumular capital. La Civilización no se podría levantar sobre actos reflejos, sobre estímulos-respuestas y lucha/huída. La Civilización puede tener mucho de nuestro instinto, que se proyecta en nuestras instituciones, pero es también prueba de que ese instinto no se satisface directamente.
Las profesiones son una consecuencia de la división del trabajo, que es asimismo una consecuencia de la planificación que nos es propia. El hombre ha pasado, con el desarrollo de su lóbulo frontal, de repartir el alimento a repartir las tareas para lograr el alimento y de esto a repartir las tareas para mantener el entramado creado para crear y distribuir alimento y entretenimientos para el naciente ocio. La cúspide de esto está en la sociedad del conocimiento y los servicios. No puede haber desarrollo neurológico más exitoso desde el punto de vista evolutivo. Ningún otro animal nos hace sombra, y ello pese a que carecemos de garras, de dientes afilados, de movimientos rápidos, etc etc.
Muchos son los que sufren porque se sienten desvinculados de la naturaleza. Esto se debe a que no comprenden y no aceptan que la Civilización y todos sus artefactos y artificios son eso, naturaleza. Lo que le sucede a nuestra creación es que es indirecta y más compleja de lo que cada uno de nosotros individualmente puede llegar a abarcar con su mente, a entender cabalmente y a englobar en una cosmovisión satisfactoria. Por ello se crean sucedáneos espurios como la vuelta a la naturaleza ecologista, el mantenimiento a ultranza de valores e instituciones tribales caducas de los nacionalistas y fundamentalistas y la falacia comunal-estatal socialista. A falta de pan buenas son tortas. Nos quedamos sin el pan que proporciona el capitalismo y acabamos a tortas....
El cerebro humano es un producto de la evolución biológica y, como tal, está adaptado a un entorno dado. Ese entorno quedó aparcado en Africa (o en algún otro lugar, eso es lo de menos), y el rápido desarrollo de la Civilización ha creado uno nuevo completamente distinto, que, por ser creado y seguir siendo creado por la sinergia de cerebros humanos intercomunicados e interaccionantes y ser mamado desde la cuna, es hasta cierto punto cómodo y aceptable. Pero nos falta algo. Sentimos la “llamada de la Selva” o, sería mejor decir la “llamada de la Sabana”, y tanto más cuanto más ocio hemos creado, mayor es el período de nuestra neotenia empleado en el aprendizaje de la cultura y mayores son por tanto los medios que nos separan de los fines. Preferiríamos formar parte de grupos humanos más reducidos, tener un entorno más verde, ver menos artefactos alrededor, recorrer las distancias a pie y un largo etcétera de todas aquellas cosas que eran satisfactorias en nuestro remoto pasado. Pero todo ello supone una memoria “filogenética” selectiva, puesto que ahora no estamos expuestos a los males y la escasez de entonces, y creo que nadie podría sentir nostalgia de ello. Tenemos que seguir avanzando en la Civilización, seguir poniendo medios para eliminar o reducir la escasez, las enfermedades, los peligros varios del ambiente, seguir capitalizando. Estos males en su conjunto nunca desaparecen del todo, simplemente se mantienen apartados por un esfuerzo continuado pero bien distribuido entre todos nosotros. Y en el camino civilizatorio quizá podamos, poco a poco, rodearnos de aquello que nos gusta, que siempre nos gustó, de la naturaleza virgen, de la naturaleza no convertida en medio para satisfacer la naturaleza humana....o, mejor sería decir: de la naturaleza virgen convertida en medio para satisfacer nuestra sed de naturaleza virgen. Y de paso disfrutar de los bienes de la Civilización y de la tecnología.
Además: ¿no satisface también nuestra especial naturaleza el poner medios para lograr fines?. Esto se constata cuando uno no lo hace, que se siente cerdo, vacío, aburrido, fracasado, necio, mal....inadaptado ya no solo a su ambiente social sino a sus propios imperativos internos.
“Frugalidad y laboriosidad”, como decía Franklin....¡y como demandan nuestro cerebro y el mantenimiento y mejora de la Civilización!.