El cerebro se sitúa en la parte frontal de los organismos, en la punta de la flecha que estos constituyen, flecha lanzada como flecha del tiempo, que se proyecta en el ambiente, intencionalmente, para lograr objetivos múltiples asociados al objetivo último de la supervivencia. Así lo dice el neurocientífico colombiano Rodolfo Llinas, y, se puede apreciar, así es. En nuestro caso, dado que somos el animal vertical, el cerebro no está en la posición delantera, sino en línea con el resto del cuerpo. Al erguirnos mantuvimos el cerebro y sus sentidos en una posición privilegiada, y, por decirlo de alguna manera, física y metafórica, lo elevamos. También se dio en nosotros una proyección adelante, paralela al ascenso. Nuestro lóbulo frontal creció. Como dice Dean Falk en la entrevista que publicamos anteayer, era lo que se podía esperar en un cerebro homínido en crecimiento.
En el lóbulo frontal se asienta la función motora. De la articulación del habla al movimiento de los músculos de los brazos y las piernas. Su crecimiento supuso una ampliación de las denominadas regiones de asociación del córtex. Particularmente, creo yo, supuso una ampliación de las capacidades de percibir y manejar mentalmente el tiempo. Tiempo y movimiento son entidades indisolubles. Percibir y manejar mejor el movimiento supone percibir y manejar mejor el tiempo. El ser humano se convirtió, al desarrollar notablemente el lóbulo frontal, en un ser caído en el tiempo, como dijera Cioran. Ya no nos movíamos en el tiempo sin ser conscientes de ello, como el resto de los animales. De pronto percibíamos el tiempo, habíamos entrado en la cuarta dimensión, lo cual nos hacía conscientes. El lenguaje es una sucesión de palabras, símbolos. Las frases son concatenaciones ordenadas de imágenes mentales, movimiento organizador de piezas de significado. Cualquier animal puede construir una morada, por ejemplo, con una sucesión ordenada de movimientos. Mientras sus cerebros no entren en el tiempo no se proyectarán más allá de los instintos prefijados por los genes en su desarrollo. Su reloj biológico (entendiendo este en un sentido amplio, considerando los ritmos de la célula y el organismo como proyecto) marcará sus pasos. El movimiento carecerá de sentido. El sentido de las cosas se adquiere por el sentido en el espacio, y este por el tiempo percibido. Asimismo el tiempo se percibe cuando hay neuronas dedicadas en exclusiva a percibirlo.
Caer en el tiempo nos ha permitido apreciar nuestra caducidad de forma dolorosa. Nos permite también algo que contribuye a eludir dicha caducidad con mayor fortuna: proyectar a medio y largo plazo. Nos movemos en un espacio ampliado dentro de los 4 ejes del espacio-tiempo, a diferencia de otras especies, que están encerradas en un cubo tridimensional.
En el lóbulo frontal se asienta la función motora. De la articulación del habla al movimiento de los músculos de los brazos y las piernas. Su crecimiento supuso una ampliación de las denominadas regiones de asociación del córtex. Particularmente, creo yo, supuso una ampliación de las capacidades de percibir y manejar mentalmente el tiempo. Tiempo y movimiento son entidades indisolubles. Percibir y manejar mejor el movimiento supone percibir y manejar mejor el tiempo. El ser humano se convirtió, al desarrollar notablemente el lóbulo frontal, en un ser caído en el tiempo, como dijera Cioran. Ya no nos movíamos en el tiempo sin ser conscientes de ello, como el resto de los animales. De pronto percibíamos el tiempo, habíamos entrado en la cuarta dimensión, lo cual nos hacía conscientes. El lenguaje es una sucesión de palabras, símbolos. Las frases son concatenaciones ordenadas de imágenes mentales, movimiento organizador de piezas de significado. Cualquier animal puede construir una morada, por ejemplo, con una sucesión ordenada de movimientos. Mientras sus cerebros no entren en el tiempo no se proyectarán más allá de los instintos prefijados por los genes en su desarrollo. Su reloj biológico (entendiendo este en un sentido amplio, considerando los ritmos de la célula y el organismo como proyecto) marcará sus pasos. El movimiento carecerá de sentido. El sentido de las cosas se adquiere por el sentido en el espacio, y este por el tiempo percibido. Asimismo el tiempo se percibe cuando hay neuronas dedicadas en exclusiva a percibirlo.
Caer en el tiempo nos ha permitido apreciar nuestra caducidad de forma dolorosa. Nos permite también algo que contribuye a eludir dicha caducidad con mayor fortuna: proyectar a medio y largo plazo. Nos movemos en un espacio ampliado dentro de los 4 ejes del espacio-tiempo, a diferencia de otras especies, que están encerradas en un cubo tridimensional.
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