¿Cómo podemos abordar, de forma indirecta, los qualia? Podríamos empezar por la geometría, continuar por la evolución, y terminar con la neurociencia. Quizá el viaje podría acercarnos un poco a ese bastión inexpugnable de la experiencia subjetiva única, para, de esta forma, contemplar con un mínimo de objetividad el paisaje interno de nuestra psique.
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En cosas tales como las referentes a la percepción del espacio y las formas parece pues que no podrían existir divergencias significativas. No podría darse el caso de que para uno las caras fueran cuadradas y para otros triangulares, porque la necesaria proporción entre las partes haría que no coincidiesen en sus acciones respectivas los perceptores, y que no pudieran coordinarse en la intersubjetividad, en la comunicación fluida, ni siquiera en el espacio. Cabe imaginar unas relaciones matemáticas complejísimas que superasen nuestra capacidad de entendimiento e hicieran posible infinitas posibilidades geométricas mutuamente compatibles, pero para ello habría que pensar en un Dios y en una creación, y, en definitiva, en una realidad objetiva incognoscible y completamente distinta de la que percibimos. Por economía, por simplicidad, por la aplicación pertinente de la navaja de Occam, tendremos que inclinarnos por la realidad intersubjetiva única.
Las diferencias podrían darse en cosas aparentemente irrelevantes como los colores, citados una y otra vez como ejemplo de qualia. Pero tengo serias dudas que la percepción de distintos colores, de distintas experiencias subjetivas de color, pudiera ser irrelevante desde el punto de vista evolutivo. Los qualia estarían sometidos, como el organismo que los produce, a los rigores de la selección natural. No sería igual, en términos de supervivencia, un paisaje con unas tonalidades y unos colores que otro. Probablemente la selección natural, de haber existido en algún momento diferentes qualia para los colores, habría discriminado aquellos que más contribuyesen a una percepción del entorno ajustada al mismo (en lo que se refiere a sus oportunidades y peligros). Pensar que es igual ver naranja y verde que rosa y azul una fruta, o negro y plateado o marrón y blanco un perro, o cualquier otra combinación distinta en cualquier otro ser vivo o material inorgánico es un disparate. Tendría que haber una homologación en los contrastes, en las transiciones de una tonalidad a otra, en definitiva una percepción subjetiva igual en lo fundamental, que haría verdaderamente irrelevantes las diferencias existentes, de haberlas. Y dicha homologación sería de tal importancia que seleccionaría un tipo único de perceptor. El hecho de que otros organismos, con otras características, tengan sentidos diferentes o, dentro por ejemplo del sentido de la vista, vean otras longitudes de onda, obedece a su peculiar naturaleza, su hábitat, su nicho, su anatomía, su fisiología, su etología y todas aquellas cosas que le hacen único.
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Otro aspecto que debe tenerse presente al reflexionar sobre los qualia es nuestro carácter social y natural. Sin relaciones sociales ni ecológicas, es decir, sin esos otros seres y objetos que representan nuestro mundo exterior, no poseeríamos lenguaje, ni actividades, ni sexo, ni finalidad, por muy mundana que esta sea. Por supuesto no existiría la abstracción: ¿de dónde abstraeríamos?...¿el qué? El ego es inconcebible sin su entorno. Si el entorno está contenido en el ego este último tendría que crearlo, cuando es él el creado.
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