domingo, abril 27, 2014

Travesías marítimas en el Paleolítico

En la actualidad, parece que no hay duda alguna en afirmar que la colonización de Australia hace unos 50.000 años supone la culminación de unos conocimientos de navegación en alta mar adquiridos durante generaciones, entendiendo que para llevar a cabo con éxito el viaje fue necesario el transporte de personas y "mercancías" a larga distancia a través del mar, y entendiendo que un proceso colonizador requiere un transporte de un determinado número de efectivos demográficos que permitan la supervivencia y aseguren la continuidad de la población.



El Nale Tasih 2 es la balsa de bambú elaborada con instrumentos de piedra utilizada en la travesía experimental desde Timor hasta Australia, en 1998, viajando entre olas de 5 metros.

Como comentaba, la colonización de Australia constituye una prueba irrefutable de las travesías marítimas en el Paleolítico, sin embargo cabe preguntarse cuál es el origen de las travesías marítimas independientemente de la distancia y del tipo humano que las llevó a cabo. En este sentido, parece igualmente claro en la actualidad que el aventurarse al mar no es una hazaña exclusiva de Homo sapiens, si bien es cierto que el dominio de las técnicas complejas de navegación sí es exclusiva de nuestra especie.

Seguramente el origen de la necesidad de lanzarse al mar tuvo la causa más elemental posible: la necesidad de comer. Es posible que la búsqueda de nuevos recursos o de nuevas tierras debido a épocas de escasez o de aumento de la competencia al entrar en contacto con otros grupos humanos impulsara a nuestros antepasados a lanzarse a "la conquista del mar". La cuestión no es simple, ya que nuestros antepasados del paleolítico inferior y medio fueron los primeros en salvar distancias a través del mar, y esto es algo que no es natural en los seres humanos, supone que un ser terrestre se introduzca en un hábitat ajeno a sus cualidades naturales ya sea para desplazarse a otras zonas o explotar recursos que originalmente su naturaleza le niega, y esto constituye una capacidad de observación de la naturaleza de cara a conseguir los recursos necesarios que le permitan mantenerse a flote en ese hábitat ajeno a su naturaleza, y en consecuencia una inteligencia extraordinaria.

La llegada de los seres humanos a la Península Ibérica podría representar la primera evidencia de algún tipo de desplazamiento salvando cierta distancia marítima.

La posibilidad del paso a la Península Ibérica  a través del estrecho de Gibraltar  ha sido descartada tradicionalmente por la gran mayoría de los investigadores fundamentalmente debido a tres motivos: en primer lugar las injustas dudas que siempre han perseguido a los yacimientos de Orce a raíz de los presuntos restos humanos de Venta Micena, en segundo lugar por negarle a los seres humanos del pleistoceno inferior unas habilidades o capacidades cognitivas que hicieran factible el conocimiento de algún tipo de navegación primaria, y en tercer lugar por la falta de registro arqueológico para el Pleistoceno Inferior en el norte de África.

Sin embargo, el hallazgo de un diente de leche que perteneció a un niño de 10 años en Orce y que ha sido datado en 1,4 millones de años de antigüedad, además de tecnología lítica en la zona de antigüedad similar, hace que tengamos que considerar muy seriamente el acceso a la Península Ibérica a través del Estrecho de Gibraltar en el Pleistoceno Inferior.


Además, en la actualidad se está empezando a considerar esta ruta como posible debido a la contundencia de las evidencias que sitúan la presencia de los seres humanos en el norte de África hace 2 millones de años (Aïn Hanech) y en el sur de la  Península Ibérica en fechas que superan el millón de años.

Así pues, los viejos paradigmas que negaban la posibilidad del paso a través del estrecho han caído: hay restos humanos en el sur de la Península Ibérica (Orce) y evidencias de presencia humana en el norte de África.

En la actualidad, el Estrecho de Gibraltar tiene una anchura máxima de 14,4 kilómetros y una profundidad máxima de 1.400 metros. Desde hace 1,8 millones de años, los periodos glaciales acumularon una enorme cantidad de hielo en los continentes que hicieron descender el nivel del mar. En estos periodos tan fríos, el Estrecho de Gibraltar se redujo en unos pocos kilómetros (hasta 7 Km) y afloraron varios islotes entre Punta Paloma y Tánger. Aún así  la profundidad siguió siendo muy importante.

Otra de las evidencias que podrían respaldar desplazamientos marítimos en el pleistoceno inferior la encontramos en la isla de Flores, Indonesia, donde hay presencia humana hace 900.000 años; para llegar hasta allí los seres humanos tuvieron que recorrer 20 kilómetros a través del mar.  Tenemos documentada la presencia humana en la isla de Java, también en Indonesia, desde hace 1,8 millones de años. Si bien hay que decir que algunos autores como Larick & Ciochon argumentan que la separación entre algunas de las grandes islas de Indonesia, incluida Java, es escasa y que en determinadas épocas la plataforma continental de la que forman parte las islas se encontraba emergida. No obstante otros autores como Van den Bergh y colaboradores creen que la unión entre Java y tierra firme se produjo posteriormente a la ocupación humana, y que por lo tanto llegaron allí navegando.


Pero en el caso de la isla de Flores, que como hemos dicho fue ocupada por primera vez hace entre 900.000 y 800.000 años, el tema se complica debido a que en los momentos de máxima emersión de la plataforma continental estaba separada de tierra firme unos 20 kilómetros, lo que da pie a pensar, como propone Morwood, en la existencia de alguna forma primaria de navegación en esta época tan temprana (referencia- Homínidos las Primeras Ocupaciones de los Continentes, 2005). 

Estas primeras incursiones en el mar serían responsabilidad de los seres humanos del pleistoceno inferior, que para la antigüedad referenciada podemos englobar en la denominación genérica de Homo erectus, quizás Homo Antecessor en el caso de la Península ibérica por relación con el registro de Atapuerca.

El Homo erectus era un ser humano muy inteligente que tiene el "mérito", entre otras muchas cosas, de ser el primer ser humano que consumió pescado. En el extraordinario yacimiento de  Gesher Benot Ya´Aqov están las evidencias más antiguas del consumo de pescado por los seres humanos; los análisis de los restos de pescado documentados en el yacimiento han permitido identificar, en unos niveles con unos 780.000 años de antigüedad,  algunas especies locales que existían en el lago que estaba junto al yacimiento tales como ciprinidos (carpas y barbos), cíclidos y cáridos

Entre las distintas teorías propuestas que lanzan los investigadores para la obtención de estos peces de lago, se menciona la posibilidad de que el individuo podría haber esperado flotando en alguna especie de balsa de madera con su lanza en la mano en zonas no tan cerca de la orilla (en el yacimiento aparecen fragmentos de muchos tipos distintos de madera que pudieron haber sido aprovechadas para distintas cosas).  

Este ejemplo serviría también para reforzar la búsqueda de soluciones de Homo erectus de cara a la explotación de recursos acuáticos; no es extraño que pudieran construir balsas básicas para mantenerse a flote.

Las poblaciones del pleistoceno medio europeo nos han dejado algunas pistas sobre sus travesías por mar; tenemos evidencias de la llegada de los seres humanos a Cerdeña entre hace 300.000 y 250.000 años, quizás comunidades de Homo Heidelbergensis, por lo que no es un hecho excepcional el considerar que otros seres humanos extintos hayan sido capaces de navegar, aunque sea distancias más pequeñas y con embarcaciones muy básicas.

No hace mucho tiempo se ha planteado también la presencia de humanos en la isla de Córcega en el Paleolítico Medio (probablemente Neandertales) durante los periodos glaciares del Würm I-II, coincidiendo con uno de los momentos más intensos de la regresión marina. Las evidencias proceden de la gruta de Coscia (Bonifay, 1998; Bonifay et al. 1998), donde se han excavado seis hogares con elementales estructuras de piedra como protección de los fuegos, junto a un diverso registro arqueofaunístico consumido por los humanos, además de una muestra variada de industria lítica. Las dataciones absolutas (Uranio/Torio) sitúan esta presencia humana en Córcega entre 60000 y 50000 años antes del presente (Víctor M. Guerrero Ayuso 2006).

También en el Paleolítico encontramos más evidencias de travesías marítimas, esta vez asociadas a tecnología musteriense probablemente relacionada con los neandertales. Un trabajo titulado Early seafaring activity in the southern Ionian Islands, Mediterranean Sea, desvelaba que las islas jónicas de Lefkada, Kefalonia y Zakynthos nunca estuvieron unidas a tierra firme; una recopilación de datos ha dado como resultado el conocer que hace unos 100.000 años el nivel del mar era unos 120 metros inferior a los niveles actuales, que se sitúan en torno a los 300 metros. Esto quiere decir que en la época de la colonización de las islas griegas, el nivel del mar tendría unos 180 metros, y por lo tanto, las islas no estaban unidas a tierra, había que navegar para llegar hasta ellas. Hasta la aparición de este trabajo, se mantenía la duda de si las islas no eran tales en aquella época, o si por el contario se trataban de  islas separadas de tierra firme por mar; este trabajo apoya esta última idea.  

En estas islas han aparecido en los últimos años herramientas musterienses que tendrían unos 100.000 años de antigüedad; aunque no hay restos fósiles asociados a las herramientas, parece una opción muy plausible el pensar en los neandertales como los posibles colonizadores, dada su tradicional vinculación a la industria musteriense en el continente europeo y el Próximo Oriente, junto a la ausencia de evidencias de restos fósiles de humanos modernos para estas fechas en el continente europeo.

A pesar de que las distancias que separan estas islas del continente oscilan "sólo" entre los 5 y 12 kilómetros, no parece lógico pensar en que los colonizadores llegaron hasta allí nadando, ya que se supone que tendrían que llevar consigo víveres, herramientas, y a sus propias familias; por lo tanto seguramente conocerían algún tipo de embarcación primaria.

Los modelos espacio-temporales de la reconstrucción de la paleocosta de las islas jónicas al sur y el oeste de la península griega, muestran que durante el paleolítico medio y superior el acceso a las islas era posible tan sólo a través de dos rutas marítimas (ver figura 8 abajo).

1. La primar ruta propuesta tendría su origen en el extremo más meridional de la actual isla de Lefkada, que en aquella época era una península; esta travesía implicaba dos cruces a través del mar de entre 5 y 7.5 kilómetros con islotes intermedios.

2. La segunda vía tendría su origen en la Grecia continental e implicaría tres cruces marítimos con una distancia entre 5 y 12 kilómetros.


 
 Reconstrucción de la paleocosta cuando el nivel del mar estaba en 80 y 120 metros, mostrando las rutas de acceso a las islas.


Los autores sugieren, además, que estos colonizadores dieron un paso más, llegando hasta la isla de Creta, donde también se encontaron herramientas de al menos 130.000 años de antigüedad.  Este hallazgo en Creta de más de 2000 instrumentos líticos repartidos en cuevas, abrigos y terrazas marinas en un mismo punto de la costa, con un intervalo de decenas o centenares de miles de años sugieren viajes regulares a la isla, recalando siempre en el mismo punto de la costa, es decir deberían conocer la navegación lo suficientemente bien como para mantener los rumbos precisos para llegar a la misma zona cada vez (Salvador Cuesta).  Este detalle, junto con el dato de que la distancia a recorrer por mar es de unos 40 kilómetros, hace pensar en que estos seres humanos dominaban las técnicas de navegación. 

Como comentaba al principio, la necesidad de lanzarse al "dominio del mar" debería estar relacionada con la necesidad de conseguir recursos marinos para su consumo. La experiencia acumulada en la fabricación y manejo de artilugios que flotasen, el dominio de su propulsión y gobierno para la explotación de los recursos lacustres, fluviales, en marismas y ensenadas costeras, permitiría acumular la suficiente experiencia para abordar progresivamente navegaciones y travesías cada vez más atrevidas, complejas y distantes. Por ello, la colonización humana de territorios insulares debe, sin duda, a las actividades de pesca su éxito final.  (Víctor M. Guerrero Ayuso 2006).

De esta forma, la culminación a esa experiencia acumulada por los eres humanos en cuanto a "conocimientos marítimos"  la tenemos reflejada en la colonización de Australia, probablemente llevada acabo por comunidades de pescadores procedentes de Timor oriental. Hay que recordar que en el año 2011 apareció publicado un trabajo que nos mostraba el hallazgo de pruebas de pesca en alta mar en Timor Oriental  hace 42.000 años y  la recuperación de anzuelos de hueso y concha con una antigüedad de entre 16.000 y 23.000 años en la Cueva de Jerimalai, donde ya había evidencias de comedores de tortugas, ratas gigantes e incluso de atún, no obstante los  nuevos hallazgos que presentaron en este trabajo de una gran variedad de peces de alta mar no dejaban lugar a dudas sobre la experiencia de estos pescadores.

Esta claro que los habitantes de esta parte del mundo y que están estrechamente relacionados con los primeros seres humanos en llegar hasta Australia, dominaban tecnologías complejas del trabajo del hueso, además de manejar la navegación, las corrientes marinas y los vientos como para embarcarse en travesías marítimas de larga distancia.  

 Para ver las rutas que tomaron los seres humanos para llegar a Sahul podemos situar el punto de mira en el sudeste asiático. A partir de aquí seguirán su camino hasta llegar a Tailandia, y bien por la tierra firme del continente Sunda  o bien siguiendo una ruta costera continuarían su camino hasta llegar a Malasia.  Una vez en Malasia, se abrirían dos posibilidades; la primera de ellas sería seguir la ruta por tierra firme hasta Sumatra, Java y Bali, la última de las islas que por aquel entonces estaba unida al continente Sunda.  A partir de Bali ya estaríamos hablando de travesías marítimas con más o menos distancia: de Bali a Lombok, después otra travesía marítima hasta llegar a Sumbawa (en la actualidad separadas por 15 kilómetros). Después otra tramo de navegación hasta Flores, y de aquí hasta Alor. Desde Alor a Timor habría unos 20 kilómetros de mar. Y por último la gran travesía de cómo mínimo 80 kilómetros desde Timor hasta Sahul.

 

Ruta 1: Partiendo desde el sudeste asiático, los seres humanos atraviesan el continente Sunda hasta   llegar a Bali. A partir de allí realizan distintas travesías marítimas hasta llegar a Sahul.


 La segunda posibilidad sería considerar que los seres humanos llegan a Borneo por la tierra firme del continente Sunda, y desde allí navegarían hasta Sulawasi, después a las islas de Banggai, y desde éstas se dirigirían navegando hasta las islas de Sula. Desde Mangole bien podrían tomar la ruta hasta Obi (100 kilómetros), o bien hasta Halmahira, y desde aquí llegar hasta el extremo noroccidental de Nueva Guinea, ya que existen varios islotes intermedios que facilitarían la travesía.  

La otra opción consistiría en navegar unos 70 kilómetros desde las islas Sula hasta Buru, después navegar unos 20 kilómetros hasta Ceram, y volver a navegar unos 70 kilómetros hasta Sahul.






Ruta 2: Desde Borneo realizan varias travesías marítimas de larga distancia hasta alcanzar la costa noroccidental de Nueva Guinea. 


Lo que queda bastante claro, es que los primeros colonizadores de Sahul, llegaron hasta allí navegando; deberían tener unas embarcaciones mínimamente adecuadas, así como los conocimientos necesarios de orientación marítima y el dominio de la pesca de alta mar, para tener éxito en su viaje y las provisiones necesarias.

 Para intentar averiguar qué tipo de embarcaciones utilizaron los primeros colonizadores de Australia no ha bastado con recurrir a los paralelos etnográficos; para cubrir la travesía de Timor a Australia hicieron falta embarcaciones más complejas que las canoas que utilizaron los aborígenes del siglo XIX, ya que con estas canoas tan sólo se han documentado travesías de 30 kilómetros en aguas poco profundas. 


La alternativa a día de hoy más sólida  que se ha propuesto ha llegado a partir de la arqueología experimental, en este caso del proyecto “First Mariners”, liderado por Robert C. Bednarik.
En 1998 realizó una prueba de navegación experimental en una balsa de bambú construida en su totalidad con instrumentos de piedra como los que suponemos tenían los seres humanos que llegaron a Australia. La embarcación tenía 18 metros de longitud y pesaba 3,6 toneladas, y pretendía cubrir el tramo de navegación desde Timor hasta Australia, unos 70 kilómetros.


Expedición a bordo del  Nale Tasih 2 durante  la travesía experimental desde Timor hasta Australia, en 1998


En la embarcación iban 5 personas con réplicas de instrumentos del paleolítico medio, comida y arpones para pescar. La travesía terminó con éxito cuando al sexto día de viaje llegaron a la plataforma continental de Australia. 

El registro arqueológico nos muestra  otras evidencias indirectas de la utilización de embarcaciones, al menos para la explotación de los recursos marinos. En la gruta Baoussé Roussé, próxima a Menton se había señalado (Cleyet-Merle 1990: 26) la presencia de una decena de vértebras de atún y lubina. A fines del Magdaleniense y Aziliense tenemos espinas de un lábrido en un yacimiento de la Punta del Rozel datado por radiocarbono hacia el 17000 BP. 

El repertorio iconográfico referido a la pesca de especies marinas durante el Paleolítico Superior no es muy abundante, pero merece la pena señalar la presencia de los elementos más seguros, los cuales vienen representados por peces de cuerpo plano como platijas y posibles lenguados en Mas d’Azil (Francia) y Altxerri (País Vasco), y posiblemente un rodaballo en la Pileta (Málaga). Si bien la identificación exacta de las especies a partir de las representaciones parietales antes citadas puede ser controvertida, tenemos un ejemplo de arte mobiliar que, con seguridad, es una de las pruebas incuestionables de pesca marina de este clase de peces con los ojos situados en el mismo plano corporal. Se trata de la placa decorada de Lespugue (Cleyet-Merle 1990: 26), datada en un Magdaleniense antiguo o medio, que, al tener motivos incisos bifaciales, no deja lugar a duda que la intención fue representar un pez de clara asimetría corporal, con los dos ojos en una de las caras, como ocurre en las platijas.(Víctor M. Guerrero Ayuso 2006).

Para terminar el post, quería hacer mención a la expedición Kon-Tiki que tuvo lugar en el año 1947 y a la cual se ha dedicado recientemente una película, se trata del proyecto del etnólogo noruego Thor Heyerdahl para demostrar la posibilidad de viajes prehistóricos desde Sudamérica hacia la Polinesia con técnicas navales poco desarrolladas. Hoy día sabemos que la colonización de la Polinesia pertenece a una época posterior a la tratada aquí, y además sabemos  que la isla de Pascua fue colonizada por polinesios procedentes de Occidente.Pero no por ser una idea que no tuvo entonces ni tiene en la actualidad  el  respaldo arqueológico y científico, deja de ser un documento interesante para demostrar la posibilidad de las travesías marítimas a larga distancia con artilugios rudimentarios. Su teoría de la migración no quedó demostrada pero si probó las sorprendentes cualidades de las embarcaciones prehistóricas. Atravesando cuatro mil millas marinas (6.437 km) del Pacífico desde Perú a la Polinesia, llegó a una isla deshabitada tras 101 días de navegación. Recupero el trailer del documental original de la travesía presentado en 1950.

2 comentarios:

Luis dijo...

Soy un doctorando que está realizando una tesis sobre las adaptaciones acuáticas durante el Paleolítico y la posibilidad de navegación pleistocénica en el ámbito occidental mediterráneo y el sudeste asiático. Y me encanta que se exponga esta temática al público en general. Felicidades por tu trabajo.

David Sánchez dijo...

Muchas gracias Luis!! Un saludo!!