Lo peor de todo es cuando uno constata que los progres no tienen ninguna intención de admitir nada, de razonar nada, de aceptar nada.
Simplemente se creen con los derechos a saltarse cualquier regla de juego, como los niños, mientras juegan a un juego en el que sus juguetes son las cuadernas del barco que nos mantiene a flote. Ese barco es Occidente y su carga, nosotros, la libertad, los derechos humanos, la prosperidad, el desarrollo y la sociedad más pacifica que ha existido nunca, hasta el punto de que las personas pueden abandonar sus casas e ir a trabajar a decenas de kilometros sin la menor conciencia de riesgo de que roben o maten a su familia. Algo que nunca ha existido en ninguna otra civilizacion en toda la historia de la humanidad.
Estos niños que juegan con nuestro futuro, intransigentes a la hora de admitir cualquier responsabilidad por ello y el odio y desprecio que profesan por lo único que ha hecho vivir al ser humano con dignidad, llamado Occidente y su libertad individual desde los tiempos de Pericles, les convierte, no en adversarios equivocados con los que se puede razonar admitiendo equivocaciones propias, sino en directos enemigos.
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