Existe una tendencia generalizada a creer (y recalco lo de “creer”), que el descubrimiento de nuevos neurotransmisores relacionados con los afectos y las emociones abre una vía para que, en un futuro, se pueda programar a las personas. Dicha programación tendría una finalidad médica, altruista o social, se haría para lograr personas más satisfechas, seguras de sí, cívicas y correctas. Un Mundo Feliz, vaya.
La idea en sí es de un racionalismo pueril, y obedece a una mentalidad a un tiempo cartesiana y progresista, pero es que además no tiene apoyo alguno en la evolución (en la que los que la tienen presumen apoyarse), puesto que propone diseños esquemáticos y sencillos para problemas de una complejidad inabarcable derivados, precisamente, del propio proceso evolutivo.
El diseño racional, como se puede apreciar pinchando aquí, está muy por debajo del evolutivo en cuanto a “perfección”. Y es que los caminos de la evolución son inescrutables. Obsérvese, por ejemplo, las múltiples explicaciones que se puede dar a un comportamiento aparentemente sencillo, nada que ver con nuestros complejos rituales sociales.
Los nuevos programadores pretenden dar soluciones simples a problemas sumamente complejos. No otra cosa hacían los héroes de la raza o el proletariado. Al final programar a las personas no es otra cosa, por mucho que se disfrace, que programar las sociedades de acuerdo con una idea preconcebida de cómo deben ser estas y los individuos que las forman. Ciertamente hay conductas extremas que despiertan el rechazo de casi cualquier persona. Así, aquel que es incapaz de contener sus ataques de ira y supone un riesgo para los demás podría ser objeto de alguna clase de tratamiento farmacológico que hiciera el efecto de amansarlo. Domar fieras es algo deseable, si no se puede canalizar su fiereza de forma productiva y constructiva, pero puede ser el primer paso para reducir a condición servil a cualquiera. Asimismo hay que tener presente que algunos comportamientos responden a demandas biológicas irresistibles, por ejemplo la rebeldía en la adolescencia, y son pasajeros. No se puede interferir en el libre desarrollo de los organismos humanos, cuya programación ha sido elaborada por la sabiduría de los hechos –esos que nunca mienten- durante millones de años, sin causar graves estragos. La naturaleza humana es la que es por algo. Por eso, antes de meterse a manipular hay que pensar, primero de todo, qué es susceptible y qué no lo es de dicha manipulación. En cuanto a programar, que es un paso largo más allá de la manipulación, simplemente no hay conocimiento suficiente para hacerlo.
Hoy en día los fármacos del cerebro hacen bien a muchas personas afectadas de males del alma tales como la esquizofrenia, la ansiedad o la depresión. Sin embargo, y pese a lo mucho que se sabe y va sabiendo, no se tiene una idea exacta de cómo operan estos neurofármacos. Si hablar de evolución es hablar de una complejidad que excede con mucho nuestra capacidad de entendimiento, hablar de su producto estrella, el cerebro humano, no lo es menos. El hecho de que la fluoxetina incida en el proceso de recaptación de serotonina puede parecer una explicación plausible, pero es notablemente insuficiente para dar cuenta de los cambios morfológicos y funcionales del tejido cerebral en su ultraestructura y sus redes, así como de los conductuales correlativos.
“Somos química”, dicen muchos. Sí, pero una química cuya complejidad y cuyas propiedades emergentes merecen otro nombre.
Un predecesor de estos programadores fue el injustamente olvidado neurocientífico español José Manuel Rodríguez Delgado, que llegó incluso a parar en seco a un toro en plena embestida hacia su persona con sólo pulsar un botón.
También este ilustre español tiene –aún vive, muy mayorcito ya- el sueño de lograr una sociedad mejor gracias a una educación basada en los conocimientos de la neurociencia. La programación clásica de los ingenieros sociales, la educación (y reeducación, ay) podría muy bien combinarse con nuevas técnicas médicas destinadas a corregir desviaciones perniciosas del ciudadano “ideal” (llamémoslo así, ya saben: progresista, ateo....). Los nuevos programadores no se muestran aún demasiado. Hasta ellos –impacientes por antonomasia (¿y cómo no lo iba a ser un programador contraevolutivo?)- necesitan su tiempo. Esperan agazapados detrás de estudios y actividades aparentemente inofensivas. Quizás ni siquiera sean conscientes del monstruo que llevan dentro ni del que pueden crear. En un futuro, si se dieran las circunstancias apropiadas, sociológicas y políticas, comenzarían a operar en pequeña escala, creyendo hacer un gran bien, y acaso haciendo alguno chiquitín, con técnicas nanotecnológicas. Luego tomarían fuerza y, en connivencia con los políticos adecuados podrían comenzar una labor de ingeniería cerebral y social de proporciones colosales y consecuencias imprevisibles pero seguramente catastróficas. ¿Suena a delirio?. Es posible. De momento sólo debemos preocuparnos de los inocuos –creo- fármacos potenciadores de la memoria o la atención que empiezan a comercializarse.
Los “ingenieros sociales” que sueñan con diseñar “hombres nuevos” con técnicas neurocientíficas son necesariamente personas que no han comprendido en absoluto la “ingeniería inversa” como enfoque evolutivo.
La idea en sí es de un racionalismo pueril, y obedece a una mentalidad a un tiempo cartesiana y progresista, pero es que además no tiene apoyo alguno en la evolución (en la que los que la tienen presumen apoyarse), puesto que propone diseños esquemáticos y sencillos para problemas de una complejidad inabarcable derivados, precisamente, del propio proceso evolutivo.
El diseño racional, como se puede apreciar pinchando aquí, está muy por debajo del evolutivo en cuanto a “perfección”. Y es que los caminos de la evolución son inescrutables. Obsérvese, por ejemplo, las múltiples explicaciones que se puede dar a un comportamiento aparentemente sencillo, nada que ver con nuestros complejos rituales sociales.
Los nuevos programadores pretenden dar soluciones simples a problemas sumamente complejos. No otra cosa hacían los héroes de la raza o el proletariado. Al final programar a las personas no es otra cosa, por mucho que se disfrace, que programar las sociedades de acuerdo con una idea preconcebida de cómo deben ser estas y los individuos que las forman. Ciertamente hay conductas extremas que despiertan el rechazo de casi cualquier persona. Así, aquel que es incapaz de contener sus ataques de ira y supone un riesgo para los demás podría ser objeto de alguna clase de tratamiento farmacológico que hiciera el efecto de amansarlo. Domar fieras es algo deseable, si no se puede canalizar su fiereza de forma productiva y constructiva, pero puede ser el primer paso para reducir a condición servil a cualquiera. Asimismo hay que tener presente que algunos comportamientos responden a demandas biológicas irresistibles, por ejemplo la rebeldía en la adolescencia, y son pasajeros. No se puede interferir en el libre desarrollo de los organismos humanos, cuya programación ha sido elaborada por la sabiduría de los hechos –esos que nunca mienten- durante millones de años, sin causar graves estragos. La naturaleza humana es la que es por algo. Por eso, antes de meterse a manipular hay que pensar, primero de todo, qué es susceptible y qué no lo es de dicha manipulación. En cuanto a programar, que es un paso largo más allá de la manipulación, simplemente no hay conocimiento suficiente para hacerlo.
Hoy en día los fármacos del cerebro hacen bien a muchas personas afectadas de males del alma tales como la esquizofrenia, la ansiedad o la depresión. Sin embargo, y pese a lo mucho que se sabe y va sabiendo, no se tiene una idea exacta de cómo operan estos neurofármacos. Si hablar de evolución es hablar de una complejidad que excede con mucho nuestra capacidad de entendimiento, hablar de su producto estrella, el cerebro humano, no lo es menos. El hecho de que la fluoxetina incida en el proceso de recaptación de serotonina puede parecer una explicación plausible, pero es notablemente insuficiente para dar cuenta de los cambios morfológicos y funcionales del tejido cerebral en su ultraestructura y sus redes, así como de los conductuales correlativos.
“Somos química”, dicen muchos. Sí, pero una química cuya complejidad y cuyas propiedades emergentes merecen otro nombre.
Un predecesor de estos programadores fue el injustamente olvidado neurocientífico español José Manuel Rodríguez Delgado, que llegó incluso a parar en seco a un toro en plena embestida hacia su persona con sólo pulsar un botón.
También este ilustre español tiene –aún vive, muy mayorcito ya- el sueño de lograr una sociedad mejor gracias a una educación basada en los conocimientos de la neurociencia. La programación clásica de los ingenieros sociales, la educación (y reeducación, ay) podría muy bien combinarse con nuevas técnicas médicas destinadas a corregir desviaciones perniciosas del ciudadano “ideal” (llamémoslo así, ya saben: progresista, ateo....). Los nuevos programadores no se muestran aún demasiado. Hasta ellos –impacientes por antonomasia (¿y cómo no lo iba a ser un programador contraevolutivo?)- necesitan su tiempo. Esperan agazapados detrás de estudios y actividades aparentemente inofensivas. Quizás ni siquiera sean conscientes del monstruo que llevan dentro ni del que pueden crear. En un futuro, si se dieran las circunstancias apropiadas, sociológicas y políticas, comenzarían a operar en pequeña escala, creyendo hacer un gran bien, y acaso haciendo alguno chiquitín, con técnicas nanotecnológicas. Luego tomarían fuerza y, en connivencia con los políticos adecuados podrían comenzar una labor de ingeniería cerebral y social de proporciones colosales y consecuencias imprevisibles pero seguramente catastróficas. ¿Suena a delirio?. Es posible. De momento sólo debemos preocuparnos de los inocuos –creo- fármacos potenciadores de la memoria o la atención que empiezan a comercializarse.
Los “ingenieros sociales” que sueñan con diseñar “hombres nuevos” con técnicas neurocientíficas son necesariamente personas que no han comprendido en absoluto la “ingeniería inversa” como enfoque evolutivo.
18 comentarios:
Vaya dos entradas que has perpetrado hoy, Germánico.
En Alemania, el 60% de los niños tratados con metanfetaminas NO padecen una alteración central en el metabolismo de las dopaminas. Simplemente, con sus comportamientos "inhabituales" se salen de la norma y se les medica.
Es sólo un ejemplo. Espero que tengamos ocasión de charlar pronto.
Lo de las anfetas para niños, que les ayudan a concentrarse y ser menos disperso, es un ejemplo. Se usan con niños que padecen esa enfermedad de nuevo cuño denominada Transtorno de Déficit de atención con hiperactividad.
Igual que ahora cualquier trabajador con un poquito de falta de ganas y de cansancio se puede dar de baja por depresión (sin, desde luego, padecer ese mal) y meterse unas pastillitas con el desayuno, el papá cansado del niño que da más vueltas de las deseables le mete en el mismo desayuno un Ritalín. Eso sí, por prescripción facultativa.
Por supuesto no niego que existen casos de depresión y de hiperactividad con falta de atención claros, patológicos, pero hay una fiebre social que fácilmente puede convertirse en pandemia de automedicarse médico mediante que no presagia nada bueno.
¿Quién sabe, además, los efectos a largo plazo de estos fármacos?...
Germánico, te respondo rápido a la última pregunta. Los efectos no los sabe nadie por que no se han hecho estudios a largo plazo. Con el agravante de que el cerebro de los peques aún está en desarrollo hasta bien pasada la pubertad. Inflarlos de anfetas diariamente y que no haya cambios en el desarrollo sería un milagro.
Un saludo
Chesco
Siendo una persona que está a favor del "transhumanismo" no puedo de dejar de ver que hay ciertas limitaciones (o deberían haber) en lo que se puede y no se puede hacer.
Ciertamente no se puede poner a "tocar" cosas que no sabemos que funcionan como locos y son función de la evolución de millones de años. Entre ellas el cerebro. Yo ni si quiera estoy demasiado a favor de los fármacos, salvo que se trata de enfermedades claramente neurofisiológicas que no tengan otro remedio (vamos que no me gustan los psiquiatras que se inchan a inchar al personal de pastillas).
Si creo, no obstante, en la incisión de la ingeniería genética para mejorar el código genético en la medida de lo posible. Por ejemplo, haciendo una limpieza de la "basura" del codigo genético que podría ayudar a que la degradación del mismo a lo largo de la vida se reduzca potencialmente. O diseñando "nanorobots" (desde bacterias hasta proteínas) para que ayuden en los procesos metabólicos, la defensa del organismo, etc.
En definitiva cambios que estén dirigidos a la mejora de la salud y la calidad de vida.
Ahora bien, los cambios dirigidos a la manipulación de la mente, es decir a cortar a la gente por un patrón determinado (el patrón del diseñador) podrían tener como bien dices efectos nefastos a largo o incluso corto plazo (por no decir que nuestros conocimientos son demasiado escasos todavía para hacer tales cambios). Desde la sociedad el día que percibamos que hay algún intento de tales cambios deberiamos pararlos. Creo que se debería intentar en el futuro transformar al hombre potenciando ciertas cualidades, pero nunca eliminado nada, por ejemplo las emociones que son más necesarias incluso que el razonamiento para la vida. Además del peligro que correriamos de pecar de entusiamo y convertir esto en una competición de ingeniería, creando así todo tipo de monstruosidades.
Sólo hay que ver el efecto de la cría selectiva, imaginemos esto aplicado a la humanidad pero con efectos varios ordenes de magnitud mayores debido a la modificación directamente del genoma.
Resumiendo: ¿transhumanismo? sí, pero con pies de plomo.
Y no hay ya algo de eso, a través de farmacos como el Prozac, Ritalín, etc, sociedades más sedadas, más felices, o más sosegadas????
¿que porcentaje de gente los toma en USA, Europa, etc?
No se los porcentajes exactos, pero cada vez son más:
http://www.20minutos.es/noticia/344918/0/antidepresivos/consumo/aragon/
Supongo Chesco que no ha habido tiempo de hacer estudios longitudinales porque estos, lo que requieren -¡es tiempo!. Los cobayas-humanos se encaminan hacia una madurez incierta. Pero en principio, y dada la flexibilidad del desarrollo neuronal, quiero creer que los efectos de estos tratamientos no serán malos en el largo plazo. Con conjeturas no se llega muy lejos, así que es mejor estar muy seguro de que el muchacho está hiperexcitado y completamente desconcentrado para suministrarle las pastillitas.
Nacho, has tocado un tema íntimamente relacionado con el que se trata aquí, el de la ingeniería genética. Es más, sin él quedaría cojo el asunto. Muchos de los cambios programáticos tendrían que realizarse por esa vía. El “diseño” de “hombres y mujeres nuevos” a través de los genes no se limitaría a cualidades físicas tales como altura, color de piel u ojos, o a correcciones de defectos genéticos y por tanto de enfermedades, sino a crear personas que se comportasen de una determinada manera. Ahora suena utópico, pero con el tiempo habrá quien lo intente. El resultado será un desastre con seguridad, porque no se sabe ni creo que se llegue a saber lo suficiente del cerebro como para diseñar personalidades, por lo menos en mucho tiempo. Y se pueden crear monstruos, Frankensteins, de lo más grotesco, como apuntas. Para los que sueñan una sociedad “perfecta” al estilo platónico de soldados, parias y sabios la ingeniería genética puede ser un instrumento de eugenesia y selección muy atractivo.
Al margen de eso de la mente y la conducta, y volviendo sobre esa otra parte de la ingeniería genética encaminada a mejorar nuestros “cuerpos”, por ejemplo a través de la mejora de las defensas, creo que se tiende a subestimar la complejidad del organismo. Sabemos que tal proteína de membrana se abre con tal otra proteína, y que tal hormona va de la hipófisis a la corteza suprarrenal, pero toda la cascada dentro de las células, afectando al genoma y a las proporciones de diferentes moléculas en ella, es un misterio, y es muy difícil seguir la pista de ello. Así que todo funciona con el ensayo y el error, con grupos de prueba y mucho tacto, con pies de plomo, como dices.
No conozco, Jinete, los datos al respecto, voy a echar un vistazo ahora a los que nos enlaza Nacho.
Pero, permíteme la broma: con Zapatero tendremos crispación incluso atiborrando de anfetas a los nenes y tomando Prozac los adultos.
Creo que empiezo a entender el significado profundo de lo que dijo sobre la tensión. ¡¡¡Si lo está haciendo por nuestro bien!!.
Totalmente de acuerdo.Y ya llevamos décadas moviéndonos en esa dirección.Los neurolépticos - ata nervios en sentido literal - sólo son lobotomía química.Y tanto Rubifen como Ritalín sólo son medicina sintomática.
Además del efecto buscado a largo plazo - por fin un Leviathan sin fisuras, coño! -la medicina, precisamente en los trastornos nerviosos o del "alma", hace tiempo que ha renunciado a curar y comprender.Le basta con manipular efectos y volver "normados" a sus pacientes, aunque les jodan la vida definitivamente.
Los que hayais visto La Caja Kovak podéis certificar que en realidad, técnicamente, es posible, y quién y por qué puede frenar esa deriva "técnico estatal".En realidad, la alianza de Brujo y Faraón es hoy más fuerte que nunca, porque es más oculta, y se parece cada vez más al imperio medio Egipcio, donde el faraón era, en realidad, sólo juguete y máscara de los Sacerdotes.
Puf Dhavar, yo pintaba un hipotético futuro negro, pero lo tuyo es peor....¡¡¡afirmas que la cosa es PRESENTE y muy REAL!!!.
El Faraón y el Brujo siempre fueron buenos aliados, verdaderamente. Pero yo creo que el que los psiquiatras hayan abandonado todo o gran parte del interés por las causas "psicológicas" de las enfermedades se debe en buena medida a que se ha demostrado que estas son, básicamente, orgánicas, y a la comprobación de que ciertos químicos producen efectivamente una mejoría o una cura.
Como decía, para muchos casos de verdadera depresión o de verdadero TDAH la cosa puede ser una apuesta, pero que se hace ante una crisis que la merece. El problema lo veo en el uso frívolo que se puede llegar a hacer y de hecho se hace de estas sustancias.
Yo no creo que todas las enfermedades "psicológicas" sean de origen orgánico (neurofisológico), muchos estados de consciencia (que claro, tienen su bases en aparato orgánico) creados a partir de la percepción y procesos cognitivos, ideas que se aprenden etc. son la causa de depresiones y otras enfermedades.
Quiero decir que el origen no tiene porque ser puramente fisiológico como puede ser el desajuste hormonal de las mujeres con el periodo, sino que un estado cognitivo creado y pensado puede alterar la realidad e incluso afectar al organismo. De hecho creo que la mayoría de enfermedades psíquicas, de la mayoría de la población, que es tratada con fármacos es este caso y no el contrario (que sea el origen neurofisiológico).
Por otra parte parece que se haya renunciado a comprender y por lo tanto curar esos males endémicos actuales psicológicos y lo que prefiramos sea ignorarlos sistemáticamente y sedar al paciente, esclavizandolo al medicamente y la regulación artificial del organismo.
Este reduccionismo no es bueno ni socialmente, ni ceintificamente. Una cosa es saber y comprender que los procesos cognitivos, la consciencia, la percepción etc. tienen su base en el cerebro y el aparato neuroendocrino y que no hay dualidad, pero otra muy diferente es reducirlo todo a esto sin tratar de comprender los procesos subyacentes y realmente poder curar estos males. Por no hablar que todos sabemos que estos males son en muchas ocasiones más de origen social y cultural que otra cosa, si aceptamos sedar a la gente estamos aceptando la finalidad del mundo feliz y negación de la voluntad para cambiar las cosas.
Saludos.
El cerebro es un órgano plástico, sino la mente no podría existir, seríamos autómatas sin memoria ni consciencia. Así que todo lo que nos sucede, desde antes de salir del útero al mundo cruel, nos afecta, cambia circuitos en el cerebro y proporciones de moléculas en las células. Lo psicológico es, en este sentido, orgánico. No pretendo decir que los desajustes sean genéticos y que en el desarrollo del organismo a lo largo de su periodo vital surja la enfermedad y deba ser considerada como algo enteramente endógeno. Esto no ocurre ni con la esquizofrenia ni con la depresión, por lo que muestran los estudios con gemelos idénticos. Siempre hay factores ambientales que encienden el interruptor o, en algunos casos, provocan el mal, y al hablar de agentes ambientales no me refiero exclusivamente a las vivencias de la persona, sino que también incluyo a los microorganismos, por ejemplo.
Lo que podría calificarse de “puramente psicológico” –lo cual tendría que hacerse obviando lo antedicho o circunscribiéndose a las enfermedades surgidas por causas exógenas de tipo “social”- merece por supuesto atención, y representa una parte no desdeñable de los casos –bueno, según en qué enfermedades. Pero creo que la larga sombra de Freud aún se proyecta sobre la percepción que tenemos de la psique humana, en general. Es curioso porque Freud llegó a decir, tras sus comienzos como neurólogo, que algún día los procesos mentales se podrían explicar en términos neurobiológicos. Provisionalmente creó todo un cuerpo teórico de lo más arriesgado que ponía contra las cuerdas a la biología, atribuyendo a factores ambientales las enfermedades más diversas.
El caso es que la psicoterapia ayuda bastante a mucha gente, pero los fármacos son más rápidos y abarcan un espectro mayor de males.
Mientras los psiquiatras recetan prozac o cymbalta los neurocientíficos trabajan para comprender en profundidad las causas de la depresión. No hay renuncia, hay división del trabajo.
Quizá leí mal tu mensaje con las prisas, básicamente a donde quería ir a parar es a esto: "El problema lo veo en el uso frívolo que se puede llegar a hacer y de hecho se hace de estas sustancias."
No niego que haya muchos casos graves en los que el tratamiento famacológico sea lo más adecuado, pero la mayoría de depresiones, ansiedad, etc. no tienen su origen en una causa fisiológica sino ambiental. Y si lo que hacemos es "drogar" a la gente conseguiremos que se desvie constantemente la atención y no se sepan ver las causas reales de tanto desajuste. Del mismo modo sería interesante analizar las tendencias de consumo de drogas legales (como el alcohol) e ilegales, ya que en ocasiones es una forma de "tratarse" las penas.
En cualquier caso creo que esto es cuestión de otro tema y no me gustaría desviar la discusión. Tampoco pretendía defender el psicoanálisis (de hecho creo que de Freud se puede leer algunas cosas sin llegar tan lejos como él), faltaría más.
P.D: Hay que ser muy cautos con estas cosas, pero la correlación entre gemelos monocigóticos esquizofrénicos según algunos estudios es de alrededor del 0.5 y para gemelos monocigóticos de 0.2, así que algunos casos de esquizofrenia si tienen origen genético. Hay un caso muy curiosod e cuatrillizas las cuales todas desarrollaron esquizofrenia en mayor o menor grado a una edad similar. Pero está claro que todos los casos no son de origen genético si es lo que entiendo de tu mensaje.
No, si ya sé que no defendías el psicoanálisis. Lo decía porque todos en mayor o menor grado estamos contagiados de esa óptica ambientalista. Por supuesto esta no es achacable exclusivamente a Freud, ni siquiera en psicología.
Sobre los gemelos quería decir lo que vienes a decir tú, que la cosa no es ni enteramente ambiental ni enteramente biológica. Natura versus nurtura, como diría Matt Ridley (que por cierto en la obra de ese título, traducida al castellano como "que nos hace humanos", hace un impresionante repaso de la esquizofrenia).
El consumo de drogas podría ser una forma de automedicación, como dices. Aunque trastornan tanto el comportamiento y dañan tanto el organismo (incluyo al cerebro especialmente en esos daños), que al final es peor el remedio que la enfermedad, hasta el extremo de agravar la enfermedad originaria o provocar otra nueva.
Amigo, nada puedo aportar a este fabuloso informe, pero ten presente que cuando muera dejare mi alienado cerebro a tu disposición para eventuales estudios sobre el tráfico de clonazepam :~)
Un abrazo.
Amigo Juan Pablo,
En Argentina hay buenos neurocientíficos que se harán cargo de tu cerebro. Aunque espero que este procese información y "trafique con drogas" por muchos años.
Peggy, en este país cuando no se atenta con bombas se atenta con decretos.
Fíjate si no en lo que quieren hacer los liberticidas en Cataluña con los lugares de culto.
"Dicha programación tendría una finalidad médica, altruista o social, se haría para lograr personas más satisfechas, seguras de sí, cívicas y correctas."
Por supuesto. Todos los dictadores de diverso pelaje que en el mundo han sido (salvo error) jamás reconocieron perpetrar sus atrocidades con el fin de saciar su enfermiza sed de poder.
Su objetivo proclamado ha sido siempre el bienestar de su pueblo. Naturalmente, decidir en qué consistía tal bienestar quedaba reservado a ellos mismos.
Estoy de acuerdo contigo, Ijon, como siempre. Pero pienso que sería importante distinguir entre el idealista cándido que pergueña el diseño social pensando en el "bien común" y en el futuro de abundancia y felicidad, y el maquiavelo despiadado que se adueña políticamente de las ideas del primero para ejercer el poder desnudo.
Los científicos, en general, al apoyar causas "justas", basados en una racionalidad estrecha y saliendo de su campo de conocimiento con excesiva facilidad, son más bien parte de los cándidos, en general. Por supuesto los hay que protegen conscientemente, muy conscientemente, sus privilegios, y hacen política y se alían con el poder que mejor los preserve.
Quizás al hacer esta distinción entre cándidos y tiranos se pierde además parte de la riqueza que hay en las complejas personalidades de los "ingenieros sociales", en los que se da siempre esa contradicción entre el filántropo y el villano, salvada a base tender puentes de ideas puramente abstractas -y, como tales, mucho tiempo ha desligadas de la realidad.
En fin, en última instancia estamos hablando de seres humanos corruptos y viles, aunque a veces cubiertos con un barniz dorado. Ya se sabe que no es oro todo lo que reluce.
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