viernes, mayo 23, 2008

Pregnancia

Cuando percibimos formas tendemos a la concisión precisa, a la pregnancia. Esta viene definida por el diccionario de la RAE como la "Cualidad de las formas visuales que captan la atención del observador por la simplicidad, equilibrio o estabilidad de su estructura".

"En una multitud de imágenes desordenadas e irregulares nos llaman más la atención las caracterizadas por su regularidad y orden" dice Eibl Eibesfeldt en su fundamental obra de Etología Humana.

Si nos muestras una figura geométrica incompleta tendemos a completarla con la imaginación, y si nos la muestran muy rápido la completamos ya en la misma percepción. También acentuamos los rasgos característicos: exageramos o compensamos características espaciales para aproximarlas al modelo ideal que tenemos en nuestra mente. "Todo ello incrementa el orden, la simplicidad y la perfección y esta tendencia al orden y a la pregnancia es tan intensa que llega incluso a implantar orden donde no existe….los niños ya en edad preverbal ordenan cubos de madera según su color, completan correctamente las partes recortadas de las figuras, y, en cambio, protestan cuando se completa incorrectamente una de las piezas que faltan…..Nuestra facultad para categorizar objetos vistos en el entorno se debe a la capacidad de formar buenas configuraciones. De esta manera formamos representaciones esquemáticas –esquemas adquiridos- de árboles, casas, hombres, perros, etc. Sin esta capacidad de orden no seríamos capaces de orientarnos en nuestro medio. Los niños ejercitan ya desde muy pequeños esta capacidad y se refieren, por ejemplo, a un Téckel como Guau Guau aún cuando antes sólo hayan visto otros tipos de perros. La percepción repetida de semejanzas permite reconocer estructuras invariantes y organizar esquemas perceptivos…la tendencia a la pregnancia se manifiesta también en las facultades cognitivas superiores del hombre. El amor cognitivo por el orden se refleja incluso en el comportamiento verbal".


Se refiere Eibl Eibesfeldt al trabajo de S. Ertel sobre esta última cuestión, que cree que permite descubrir el lado siniestro en nuestra búsqueda de regularidades y geometrías de orden superior. Buscamos regularidades y orden en el discurso, tanto al elaborarlo y desarrollarlo como al escucharlo. Ello puede llevar a los excesos de los oradores y a la declinación de la responsabilidad y el aborregamiento en los oyentes. Si a esto le sumamos nuestra tendencia –también constatada por Eibl Eibesfeldt- a formar grupos tribales, a dividir el mundo en un "nosotros" y los "otros", en buenos y malos, en griegos y bárbaros (como hacían, como es obvio, los griegos) en categorías en definitiva dicotómicas, enfrentadas entre sí (como el Dios y el Diablo del Maní fundador del Maniqueísmo), el resultado es el totalitarismo. El siglo XX lo experimentó con éxito……y puso a la humanidad al borde del mutuo exterminio de sus miembros, de la extinción.


Tendemos a dividir en categorías tales como noche/día, amor/odio, alto/bajo, sucio/limpio. El bien y el mal, el grupo propio y el ajeno, podrían considerarse casos particulares de esta tendencia perceptiva general.


Leamos los ejemplos puestos por S. Ertel de discurso con pregnancia, no se los pierdan porque se corresponden en una relación de perfecta identidad con los totalitarismos de antes y de ahora:


1) Mao Tse-tung: "El mundo camina hacia delante, el futuro es espléndido y nadie puede cambiar esa tendencia general de la historia".


2) Hitler: "No nos vencerán militarmente ni nos aniquilarán económicamente ni nos podrán desmoralizar. Bajo ninguna circunstancia serán testigos de una capitulación alemana".


3) Manifiesto Comunista: "Hasta ahora, la historia de toda sociedad es la historia de la lucha de clases".


4) Mahoma, el profeta: "Fíjate en quienes pretenden distinguir entre Alá y sus enviados y dicen: "Creemos en unos y no en otros y queremos seguir un camino intermedio". Quienes así hablan son los verdaderos incrédulos y para los incrédulos hemos preparado deshonrosos castigos". "Los autores" –confirma Eibl Eibesfeldt-"crean sobre el escenario del pensamiento un orden riguroso, que excluye lo que no conviene y circunscribe la afirmación claramente y de forma polarizada contra los otros".
Ertel contrapone a ese estilo de pensamiento y discurso otro más complejo y más matizado, del que también pone ejemplos. La diferencia fundamental entre ambos tipos de expresión está en palabras, en giros del lenguaje, en circunloquios. No es lo mismo decir "siempre" que "de vez en cuando", igual que no es lo mismo decir "al parecer" que "sin duda alguna". Se puede establecer un "cociente de dogmatismo" del discurso analizándolo en profundidad y viendo el uso hecho de los distintos tipos de palabras más "moderadas" o más "extremas".


Lo único que me disgusta –aunque la verdad, no me sorprende en absoluto- es que el coeficiente de dogmatismo de los textos del genial Nietzsche es altísimo.


Claro que Nietzsche y Hitler eran tipos humanos bien distintos. ¿Se les puede igualar por el discurso?. Yo diría que no. Los que conocían al filósofo alemán en persona decían que era una persona muy sosegada y moderada, de costumbres más bien tranquilas, más propia de un filólogo, que es lo que él era, que de un político agresivo y simplón como era Hitler. Yo he tenido oportunidad de conocer a algún sabio despistado totalmente alejado del dogmatismo cuyos escritos son, en ocasiones, fuertes. Ni Nietzsche ni esta clase de sabios lucharían por el poder.


Otra cosa que me llama la atención es cómo los líderes totalitarios no eran, en el trato personal, necesariamente agresivos. Algunos alababan lo agradable del trato personal de Stalin, que llevó a la muerte y a la miseria a decenas de millones de personas. Un tipo simpático, un bobo, un payaso, un inane, llevado al poder, puede convertirse, subido a lomos de un Levitán estatal hipertrofiado, en un monstruo. Desvinculado de pagar por las consecuencias de sus acciones en la debida proporción, el líder no necesita siquiera ser agresivo, puede permitirse la afabilidad.


Esto me lleva asimismo a reflexionar sobre la complejidad e impersonalización de nuestra sociedad de masas. No es el contexto en el que evolucionó nuestro cerebro, de pequeños grupos humanos, en el que todos conocían a todos y respondían directamente ante la comunidad. Nuestro cerebro no está hecho para tomar decisiones que afecten a millones de personas. De alguna forma eludimos la responsabilidad ante nosotros mismos declarando que son "otros", rebajándolos a la condición de traidores a nuestra causa, de irracionales, de enemigos del pueblo, de "judíos", de occidental decadente (en el caso de nuestros enemigos islámicos) de locos o de lo que sea. De "bárbaros" en definitiva.


Es curioso que esta distinción entre griegos y bárbaros era originariamente no marcadamente peyorativa. Aunque los griegos clásicos estaban muy pagados de sí mismos (tenían sus "razones" para ello, ellos, que inventaron, o mejor sería desarrollaron, el discurso racional y científico), y miraban un poco por encima del hombro a los persas (pese al poder de estos, que luego Alejandro reveló aparente) no tenían una idea de bárbaro como la que ahora tenemos, pasada la decadencia y caída romana.

Buscamos orden, y ello nos lleva a buscar certidumbres. Algunos nos ofrecen certidumbres en el mercado de las ideas. Debemos rechazarlas. Pero en épocas convulsas, provocadas por cosas tales como una hiperinflación, existe el peligro de que nuestros oídos hambrientos dejen de escuchar ya los matices, y, por una cuestión elemental de supervivencia, escuchen las palabras de los falsos profetas.

4 comentarios:

Daniel Vicente Carrillo dijo...

Hay un método escéptico para llegar a la verdad. Consiste en comparar una afirmación con su contraria y elegir aquella que esté mejor fundada, para lo cual se aplica exactamente el mismo proceder al fundamento, y así indefinidamente.

Si empleáramos de un modo sistemático este método con el edificio de nuestras certezas, que está constituido por una infinidad de paredes y techos que se apoyan mutuamente, nos veríamos obligados a replantearnos muchas cosas. Pero en lugar de eso tendemos a redondear nuestras dudas hasta convertirlas en asertos condicionales, que a su vez están en función de otros, hasta que la verdad se pierde en el horizonte. Es el proceder de todos los demás animales, es decir, el proceder empírico, el falso escepticismo que hoy goza de un prestigio intelectual inmerecido.

Germánico dijo...

Eso que dices, Irich, muestra las limitaciones de la lógica, y, en general, del conocimiento humano.

Nunca hay que perderlas de vista, tenemos que ser humildes y no redondear o "cuadraturar" a nuestro antojo a partir de evidencias insuficientes. Solamente en caso de necesidad -y esto es muy habitual- debemos seguir adelante con nuestras conjeturas más plausibles. Si no es necesario lo haremos igual, pero en este último caso con humildad y un "pero" y un "quizás" suspendidos, cual espada de Damocles, sobre nuestras argumentaciones.

Anónimo dijo...

Hablando de certidumbres, tantos blogs me dan qué pensar. No quiero ofender a nadie, pero honestamente, si esta apasionante aventura que habéis emprendido resulta ser otro timo, será muy doloroso para mí y para otros que de buena fé os leen.

Germánico dijo...

Yo sería el primer sorprendido si este proyecto al que me ha invitado MW resultara ser un "timo".

En cualquier caso lo que cuenta es el valor de lo dicho. Me alegra que lo leas.

Un saludo.