martes, enero 13, 2009

Mimetismo

En la naturaleza pueden hallarse muchos ejemplos del denominado mimetismo de Bates. Una mosca que se parezca a una avispa conseguirá alejar a sus depredadores sin necesidad de suponer un peligro real para estos. Bastará con parecer peligrosa. Otros insectos tienen colores vivos idénticos a los que tienen los que son venenosos. Alguna mariposa con las alas desplegadas parece tener unos penetrantes ojos de depredador en ellas. Dentro de una especie, la vieja lucha de halcones y palomas da lugar a la peculiar adaptación de los mimetizadores de halcón. Si uno parece un halcón en medio de un ritual de gallitos, de esos de “a ver quien la tiene más grande”, puede obtener la recompensa sin tener que pelearla. En la medida en que los enfrentamientos estén ritualizados, que consten más de amenazas que de encuentros físicos violentos, será una buena estrategia mimetizar al más fuerte, pudiendo llegarse al punto de que, si en una sociedad son todos comediantes débiles, un halcón llegado de fuera que pase a la acción ganará las partidas (esto me hace pensar en la Decadencia de las grandes civilizaciones).

Entre nosotros casi todas las formas de mimetismo que imaginarse uno pueda son moneda de cambio corriente. Dar gato por liebre es la norma, no la excepción. El disfraz es la moda, la moda una sucesión de disfraces. Debemos vendernos continuamente y simular ante un público muy exigente que no pasa por alto ninguno de nuestros fallos, incluso que los inventa, si es preciso para denigrarnos y con ello autoalabarse, y subir la propia cotización por contraste. La frase de Nietzsche se invierte: “toda censura implica una alabanza”. Algunos, de hecho, se dedican políticamente a ello, y les va genial.

El mimetismo de Bates es algo habitual entre nosotros, si nos quedamos con la esencia del concepto. No es que nazcamos con cara de tigres, ni siquiera se puede decir que haya gente que tenga una expresión característica de malo, si bien algunos psicópatas tienen un aspecto y una mirada siniestros y pavorosos. Pero en nuestra evolución cultural hemos adquirido muchas maneras de ocultar nuestros temores, intenciones, deseos, valores....su ocultación es uno de los motores de la evolución social de los homínidos, dentro de la evolución por selección natural que hizo grandes nuestros cerebros, pero la cultura nos proporciona más y mejores medios para ocultar nuestros “defectillos” sociales, nuestra naturaleza tantas veces no sólo egoísta, sino perversamente antisocial y egocéntrica. En nuestra especie social resulta en general más conveniente mimetizar al cordero que al lobo.

La complejidad de la sociedad moderna, con la impersonalización de las relaciones, en definitiva, el enorme tamaño de los grupos y la poca vinculación existente entre la mayor parte de nuestras acciones y sus consecuencias y las personas afectadas, hace, primero, que no nos preocupemos en absoluto del mal causado, pues lo es para terceros desconocidos- siempre y cuando este no se expanda hasta nosotros y quienes nos importan y siempre y cuando no se nos pueda acusar de nada, con lo que retornaría a nosotros el mal en forma de venganza social- y segundo, que desarrollemos mecanismos más sofisticados de engaño con mayor número de pasos, con más cortinas de humo, más tinta de calamar y más velos de ignorancia que nos protejan ante la censura ajena e incluso ante la autocensura. Muchas veces el malo se cree su cuento –que es el cuento de un niño noble, bien intencionado, que piensa en los demás más que en sí mismo.

El gran tamaño de nuestro cerebro, nuestro lenguaje, nuestra ciencia, nuestra tecnología, nuestra cultura...etc, no son cosas que nos hagan más auténticos y morales, sino herramientas más sofisticadas para desplegar nuestro natural egoísmo con mayor eficiencia y eficacia. Tenemos una mente del pleistoceno en un entorno radicalmente transformado por nuestra acción incesante en el mundo. El que presume de altruista, benevolente, generoso, noble, puro, etc, no sólo carece de esas virtudes, sino que es tonto. Es mucho mejor fingir que uno es todo eso, mimetizarse con esa apariencia ideal que tanto conmueve a los otros, y dejar que sean ellos los que canten las alabanzas de la propia virtud. No hay duda de que saber disfrazarse lo es, en un exigente entorno social donde se compite por los recursos materiales y sexuales. Si uno puede obtener el premio sin pegar un tiro, incluso sin pistola, ¡pues mejor!

Me acuerdo del “sabio” Séneca. Mientras alababa la virtud de los primeros estoicos, cuya vida y obra permanecía oculta en medio de una niebla de leyenda, creada por la propia Escuela de la Stoa, decía que él aspiraba a dicha virtud, pero que se trataba de un ideal inalcanzable. Esa era una virtud, la estoica, de pobres, y Séneca era rico. Esa era una virtud de contentadizos con su suerte, fuera esta la que fuera, y Séneca se enfureció y aburrió en cuanto Claudio le mandó al destierro en Sicilia, hasta el punto de pasarse al género de la comedia para vilipendiar al Emperador. Pero mimetizarse es bueno. De hecho muchos científicos cognitivos creen que lo que nos ha hecho cómo somos es la capacidad de imitar, e imitar y mimetizar son cosas que están muy cerca la una de la otra, hasta el punto que -¡se confunden!

Miren a su alrededor y pónganse a detectar mimetismos, si están atentos les aseguro que el espectáculo no les defraudará –acaso moralmente (¿podrían dejar de autoengañarse?).

4 comentarios:

Pepe dijo...

Vladimir Nabokov, magnífico escritor y buen científico habla del mimetismo en "Habla, memoria"en el maravilloso capítulo -como todos- que dedica a su pasión por los lepidópteros.
El mimetismo le hizo escéptico, y fue una de las cuestiones que le hicieron abandonar la filosofía darwinista.

A mí me atrajeron en especial los misterios del mimetismo, sus fenómenos mostraban una perfección artística que solo se relaciona generalmente con las cosas hechas por el hombre. Considérese por ejemplo la imitación de los jugos venenosos que realizan las máculas en forma de burbuja que poseen las alas de algunas mariposas ( en la que no falta ni la semi-refracción), o la producida por sus lustrosos botones amarillos en el caso de las crisálidas.
Considérense los trucos de ciertas orugas acrobáticas (las del guerrero del haya) que en su infancia tienen aspecto de excremento de pájaro pero que después de su metamorfosis presentan unos apéndices ásperos de tipo himenópteroideo, así como otras características no menos barrocas, que permiten a estos extraordinarios individuos interpretar dos papeles a la vez( como el actor del teatro oriental que se convierte en una pareja de inextricables luchadores): el de la serpenteante larva y el de enorme hormiga que ha capturado. Cuando cierta polilla se parece a cierta avispa, también camina y mueve sus antenas a la manera de las avispas en en lugar de hacerlo como una mariposa. Cuando una mariposa tiene que parecer una hoja, no solamente reproduce de forma bellisima todos los detalles de la hoja, sino que tiene, además, numerosas marcas que imitan los agujeros perforados por los gusanos. La"selección natural", en el sentido darwiniano de la expresión, no bastan para explicar la milagrosa coincidencia de la apariencia y el comportamiento imitativo; tampoco me parecía suficiente apelar a la teoría de la "lucha por la vida" cuando comprobaba hasta qué extremos de sutileza, exuberancia y y lujos miméticos podía ser llevado un mecanismo defensivo, que en cualquier caso va muchísimo más lejos de lo que pueda apreciar ningún depredador. Descubrí así en la naturaleza los placeres no utilitarios que buscaba en el arte. En ambos casos se trataba de una forma de magia, ambos eran un juego de hechizos y engaños complicadísimos

Germánico dijo...

Esa joya que traes de Nabokov está maravillosamente escrita. Quizás podría tratarse de un "juego de hechizos y engaños complicadísimos", el que expresa, inconscientemente, al colocar las palabras de tan bella manera.

Realmente el asunto del post es el mimetismo llevado al terreno aún más variado del comportamiento. Las palabras pueden también ser-y de hecho son- piezas en el tablero de ajedrez de la lucha social por la supervivencia. Muchas están poderosamente ancladas en realidades, pero son muchas otras las que flotan en un espacio abierto e inmenso repleto de posibilidades interpretativas. Los conceptos abstractos parecen muy claros, pero pueden generar una confusión enorme en cuanto se ponen frente a frente las distintas interpretaciones.

Pepe, gracias por tus inteligentes comentarios. Es claro que los maravillosos diseños de la naturaleza seguirían resultando misteriosos incluso una vez explicados....

Anónimo dijo...

Enhorabuena Germánico, maravilloso post.

Pablo el herrero

Germánico dijo...

¡Gracias, Pablo!