jueves, febrero 04, 2010

Neurociencia de la afectividad (entrevista a Jaak Panksepp)

Los afectos, sucesivos niveles de control que van de las emociones primarias hasta los más elevados sentimientos -entremezclados con pensamientos- surgen de la necesidad que tiene el organismo de dar rápidas respuestas adaptativas a su entorno ecológico y social, y se articulan en una serie de redes neurales genéticamente perfiladas, situadas en las regiones subcorticales profundas por debajo de la neocorteza cerebral. Dichas regiones constituyen lo que se conoce como cerebro afectivo o emocional.

Ya Charles Darwin abordó la cuestión de los aspectos conductuales de las emociones en su libro La Expresión de las Emociones en los Animales y en el Hombre, poniendo de manifiesto el enorme parecido que se daba entre nuestras expresiones emocionales y las de otros mamíferos. Si nuestra cara es el espejo de nuestra alma, debió pensar Darwin, el alma debe de ser algo natural. Sin embargo Darwin no exploró tal posibilidad hasta sus últimas consecuencias.

El estudio de las emociones se ha desarrollado principalmente en la psicología, pero dadas las asfixiantes restricciones impuestas por el conductismo, el progreso ha sido lento. Hasta hace poco venía siendo aceptado que las causas más importantes de las conductas -incluidas entre ellas nuestras emociones- se hallaban en el medio ambiente. Hoy la mayoría de la gente acepta que el cerebro hace también contribuciones únicas, si bien estas, por el momento, resultan más difíciles de entender.

Un análisis detallado no puede quedarse en el nivel conceptual y lingüístico, siendo precisas, entre otras cosas, observaciones pormenorizadas de la conducta animal, estudios de genética de la conducta y una mayor y mejor comprensión del cerebro.

Quizás el mejor modo de cumplir con la exhortación del frontispicio del Templo de Delfos, “Conócete a ti mismo” sea conocer cómo nuestros afectos afloran desde nuestros organismos y cerebros, y cómo operan, en combinación con el ambiente, ora subrepticia ora abiertamente, para guiarnos por la vida.

Consagrado a la labor de entender las emociones en los animales y en el hombre, más allá de la faz de su expresión, profundizando en el cerebro mamífero que las alberga y produce y retomando el trabajo de Darwin donde este lo dejó, el neurocientífico estonio-americano de la Washington State University,Jaak Panksepp, ha dedicado toda una vida investigadora y publicado cientos de artículos girando siempre en torno al núcleo fundamental de las emociones básicas que la Madre Naturaleza hizo surgir de los cerebros hace millones de años. Él mismo ha bautizado su campo como neurociencia de la afectividad.

Después de realizar a comienzos de los 70 investigaciones sobre nutrición y balance energético corporal y fisiología del sueño se entregó apasionadamente a su primer interés por entender las diversas formas de afectividad. Comenzó con las negativas, más comúnmente estudiadas, tales como el odio y los miedos innatos que experimentan las ratas ante el olor de los gatos pero, tras pasar por una experiencia sumamente trágica, y una subsiguiente e insondable depresión, se entregó con más entusiasmo al más alegre estudio de las emociones positivas, como la diversión, la risa y la felicidad.

Panksepp pronto se percató de que era fácil estudiar la alegría en ratas jóvenes. De ahí que, junto con sus estudiantes comenzó a investigar cómo controla el cerebro las interacciones sociales joviales. Entre otras cosas descubrieron que las ratas se comunican entre ellas con una especie de risa ultrasónica (muy por encima del umbral de percepción humano) durante sus juegos y, tras esto, que experimentaban cosquillas, emitiendo su peculiar risa ultrasónica al contacto del mismo modo que lo hubiera hecho un niño humano con la característica risa de nuestra especie. Por primera vez era documentada la risa en otra especie animal (o al menos un rudimento de esta), y era descrito cómo es controlada esta reacción en el cerebro.

Panksepp no ha dudado en defender las emociones en otros animales, como lo hiciera Darwin. Incluso ha defendido la capacidad de estos de experimentar su vida emocionalmente. Ha hecho más, ha probado la naturaleza de los mecanismos cerebrales y argumentado como pueden estos relacionarse para entender las emociones humanas, así como los problemas emocionales, contribuyendo a explicarlas en un contexto evolutivo más profundo que el ofrecido por otros estudiosos.

El Profesor Panksepp ha tenido la amabilidad de respondernos unas preguntas, preparadas por Aníbal (2,3,7) y por un servidor (1,4,6,8), y puestas en un correcto inglés por José Miguel. Asimismo ha revisado esta introducción, añadiendo algunos datos relevantes y matizando detalles. Sus respuestas han sido traducidas al castellano por Marzo.

En inglés:

1. What are emotions? What are feelings? What is their evolutionary sense?


Emotions are complex functions of the brain, with the best early scientific description provided by Darwin in his 1872 Expression of Emotions in Man and Animals. We now know there are coherent brain operating systems, homologous across mammalian species, that generate many of these coherent behavioral manifestations; this is because we can simply activate them by electrically stimulating specific brain networks. Raw emotional feelings apparently emerge from these evolutionarily provided brain systems, since activation of some (SEEKING, LUST, CARE and PLAY) can serve as "rewards", while activation of others (RAGE, FEAR and PANIC) can serve as "punishments" (these systems are capitalized to highlight that distinct networks in the BrainMind, with distinct affective properties, are referents so as to avoid part-whole confusions). There are, of course, other sensory and bodily-homeostatic feelings (superbly studied by Kent Berridge and Derek Denton, respectively), all very difficult to talk about clearly in animal models. However, our group is most interested in the within-brain emotional feelings (emotions being defined by brain circuit characteristics, and categories of "instinctual" behaviors) since they are most important for understanding psychiatric disorders.

Parenthetically, the use of human languages to discuss the nature of animal minds is problematic, and one way to skirt the Pandora's Box is to generate a new, more scientifically limited type of linguistic-conventions as highlighted also by our use of capitalizations. Vernacular language usages are intrinsically confusing, especially when applied to animals; hence we need new terms to discuss the nature of their minds.

Emotional systems are very "sensible" since they provide a neural substrate for various types of organismic coherence. They also make animals "active agents" in the world as opposed to just behavioristic "information processors". To have raw feelings built into these systems, as evolutionary memories, allows animals to anticipate survival issues automatically, and also provide a substrate for further learning. In a sense, the main function of the MindBrain (we need a unified concept such as this), is to anticipate future survival needs. The evolutionary "sense" of having raw (primary-process) affective feelings is that they "unconditionally" identify specific primal survival issues, and those brain states can also be used as tokens of information for higher learning-mental processes.

It is scientific "nonsense" for neuroscientists and evolutionary psychologists to ignore such primary-process BrainMind issues (the so-called unconditioned responses of the brain), and to devote much more effort to secondary and tertiary processes with which they are linked though learning. The behaviorist, cognitivist, and evolutionary psychologist agendas can never be fully achieved without a clearer understanding of the unconditioned stimulus and unconditioned response networks of the brain (i.e., the many "instinctual" and "innate" but experientially refined neuropsychological tools for living)

2. Since the 19th century evolutionary arguments have been used to describe the evolution of the mammalian nervous system. A common picture is the "triune brain" model proposed by Paul MacLean that consists of three separate brains: the reptilian brain, the old-mammalian brain and the neo-mammalian (primate) brain, each with its own way of functioning. Does this view still hold among neuroscientists or is an oversimplification that does not take into consideration the complex interrelationships between different parts of the brain, viewing it as an integrated entity?

I think we can all agree that the brain evolved, and hence, so did certain aspects of our minds. No simple tripartite view of brain evolution will be a fully accurate and adequate depiction; MacLean's view was a didactic simplification that brought people's attention to global stages in BrainMind evolution, but it approximated matters well. It is a view that helped focus many people's attention to the fact that ancient minds do still exist within our modern human minds, and that we will not understand our higher mental processes unless we have a serious confrontation with earlier neural solutions that still influence the complex mental apparatus of highly-encephalized mammals.

With as complex an organ as the mammalian BrainMind, we do need some conceptual guidance, often evolutionary simplifications, to begin making sense of the integrated whole. I prefer to have slightly different tripartite view of the complexities which do not get us into neuroanatomical "problems": i) primary-processes, which are evolutionarily provide rough-and-read tools for living, many of which typically reflect intrinsic "intentions-in-actions"--processes traditionally discussed as "innate" or "instinctual" processes that have engendered so much heated debate (the neural substrates generally corresponds to MacLean's reptilian and old-mammalian brains), ii) secondary-processes, which reflect the basic abilities of the brain to learn via sensitization-habituation, classical and operant conditioning etc. (these are represented at all levels of brain organization), and ii) tertiary-processes, which include all those "reflective" higher MindBrain processes that we include under concepts such as thought, deliberation, planning and higher forms of intentionality (i.e., intentions-to-act) and we can't have much of that without the evolutionarily-grooved general-learning functions of our neocortical expansions.
As one ascends this hierarchy of mental complexity, there is some kind of parallel neural complexity. MacLean's trichotomy was in the right direction for his time--a time when evolutionary issues were not popular in either psychology or neuroscience. Modern evolutionary thought will need to retain the best of that vision and to move forward to confronting, ever more realistically, the real hierarchical two-way complexities of BrainMind evolution. As we do this, I expect that we will find the more discrete and definitive evolved-mind functions exist mostly in the lower, more ancient, caudal and medial regions of the brain.

The more developmentally and epigenetically emergent mind functions rely much more on recent rostral and lateral brain expansions found in abundance in the neocortex. We can have more confidence of evolved functional specializations in lower-ancient brain regions than the higher, more recent expansions such as neocortex. "Modularization" of function (a very dicey concept), especially when monitored in adults with techniques like fMRI and PET, is not evidence for evolutionary-genetic modularization. Despite the dreams and best wishes of evolutionary psychologists, piles of evidence suggest that most neocortex is akin to tabula rasa at birth. The future joining of evolutionary psychology with modern brain imaging must remember that what eventually becomes "modularized" in higher regions of the brain was not so at birth. This also goes for "mirror neurons". Also, some of our spectacular new tools, like fMRI, are not well suited for studying ancient MindBrain functions where the release of powerful nerochemistries (e.g., neuropeptides) is more important than massively changing frequencies of action potentials that characterize higher brain functions.

3. Our brain's intrinsic affective responses are more subtle and complex than we thought. Can we say that they are "intelligent"?

Yes, the subtlety of the primary-process affective mind has barely been studied in human neuroscience or psychology. Largely this is because there is no ready access to such fundamental processes in human research. To make progress we need animal models, and our intellectual traditions, steeped in logical positivism, have chosen to deny or diminish the mental lives of other animals. However, we can be confident that even at the primary-process level, affects come in many varieties, including ones that emerge directly from peripheral sensory inputs, other from internal bodily interoceptive and homeostatic abilities and some that are largely within-brain functions such as the emotional affects.

My work has focused on the latter, and we can be confident that there are many intrinsic "rewards" and "punishments" (i.e., affects) within the brain. The primary-process emotional ones include affects arising from SEEKING urges, FEAR, RAGE, sexual LUST, maternal CARE, social-loss PANIC, and joyful-PLAY systems. We know much about the affective nature of these ancestral tools for living because the networks can be aroused using localized brains stimulation in all mammals, and these activations can serve as "rewards" and "punishments" in traditional learning tasks. The challenge now is to more clearly distinguish these affects objectively using various discrimination and state-dependent learning tasks in animals, as well as psychologically-sophisticated brain stimulation studies in humans.

As soon as we proceed to secondary and tertiary levels of MindBrain emergence, the complexities increase tremendously, often in idiographic (individualistic and culture-dependent) ways. Many can only be studied in humans.

Are these systems "intelligent"? It depends on how one uses that complex concept. Surely they would not exist if they had not been very useful for survival and reproduction. They are "street-wise" in the sense that the affects provide immediate indications of what to do--if it feels good, do more of it, and if it feels bad, do less of it. However, such simple-minded responses can become foolish in various complex situations, especially social ones. Evolution did not always build in an understanding of how foolish or wise they may be at a higher mental level. That mostly was left to learning. However, some paths of development are evolutionarily "prepared". One should readily learn that ones desires are being compromised, and if some interloper tries to entice away your social-sexual security, it would be useful to readily learn various jealous response which may be a complex elaboration on SEEKING, FEAR, RAGE and PANIC feelings.

I think the human dilemma is how we make our "street-wise" instinctual responses more intelligent and more capable of serving our higher desires and expectations. If we allow the lower-brain to rule, we get ourselves in all kinds of troubles. Academically, one is that the amygdala is "the center" of our emotional lives. Nonsense. Adult human emotional lives are as strongly linked to our higher cognitive capacities as our lower emotional networks. But the former do not have a "life of their own". Everything upstairs remains tethered to the many emotional networks in lower BrainMind regions. These subcortical systems can have a "life of their own". Young rats with the whole neocortex removed surgically, are very emotionally coherent creatures, that students cannot distinguish from normal, neurologically intact littermates. They simply would not survive for long in the outside world. The intrinsic emotional-motivational-perceptual coherence of lower brain regions is an important lesson for evolutionary psychology.

4. Is there any innate fear?

Yes, of course. As far as we know there is an evolutionarily-provided FEAR network, running from central amygdala, through medial hypothalamus to the dorsal regions of the Periaqueductal Gray that can orchestrate a coherent fear response that includes visceral, somatic, and affective components. How do we know? Localized brain stimulation along this network activates a coherent fear response in all mammalian species ever tested, and animals dislike this stimulation as indicated by the ability of the stimulation to serve as "punishment" in various learning tasks (i.e., escape and conditioned place preferences). It is a pity that most fear-conditioners do not acknowledge this system in the brain, probably because they are more interested in individual learning and memory rather than the nature of the universal "instinctual" unconditioned emotional response systems that evolution built into mammalian brains.

The primary-process FEAR system, as all the other emotional primes, is born largely "objectless"--i.e., most of our specific fears are learned. However, this system does appear to have certain intrinsic inputs, no doubt slightly different in different species. Pain, loss of physical support and rapidly looming objects are effective instigators of fearfulness in most vertebrate species. However, prey species, have other more specific sensory-perceptual inputs into the FEAR system, the best studied being the smell of predators in rodents. This input, from their accessory olfactory systems (via vomeronasal nerves), directly accesses the headwater of the FEAR system in the amygdala. Rats become spontaneously afraid when exposed to the smell of cats. This reflexive fear can turn into a "fatal attraction": Some parasites (e.g., Toxoplasma gondii) that need to complete their life-cycle in a single type of "definitive host"--namely cats--have devised a way to facilitate "intermediate hosts" such as rats to land in their stomachs. Namely, when rats are infected with T. gondii, they lose their innate fear of cat odors. When infected, fearful smells from cats are blocked from entering the unconditional FEAR circuitry (as shown by recent work from Robert Sapolsky's laboratory). Indeed, rats begin to find feline smells to be attractive. Ha!

5. Why do we laugh?

Human laughter is a most puzzling instinctual-unconditioned response that is most common early in development during physical play. It has to have a long-evolutionary history, since dedicated circuitry for laughter is situated in deep subcortical regions of the brain. Indeed, primary-process laughter can be provoked by tickling in both human children and juvenile rats (where it takes the form of a 50 kHz "chirp"). We think the primary-process function is to facilitate affectively positive coordination of many appetitive behaviors, from general-social to specific-sexual sharing, among animals that are friendly with each other. Hence laugher can increase reproductive fitness by facilitating social bonds.

We can activate the laughter-type chirping response in rodent brains response by electrically stimulating the SEEKING System. Indeed, wherever we get stimulation-induced chirping, the stimulation is rewarding! When this primary-process brain function interacts with secondary and tertiary brain processes we are sure to find many fascinating additional complexities, including, no-doubt, the emergence of humor. We can be confident that playful fun-joy generating urges are built into the brain, but doubt if a sense of humor was built in by evolution. However, humor seems to be the higher-order positive state generated by verbal-play, which probably emerges mostly through learning. I expect that the affective impact of humor arises from the same matrix as the joy of play. I would be surprised if the higher reaches of the human brain contain intrinsic genetically-provided "humor modules" since those ludic potentials could as readily emerge through learning. Humor can be used in so many ways--to facilitate social bonding and to marginalize others. However, a genetically promoted play-loving temperament would, I suspect, readily promote a fine sense of fun and humor.

6. What does not function correctly in a mental illness?

I wish we knew! My best hunch is that constitutional mental problems reflect deficits within the primary-process emotional-affective networks in the brain. If so, it would be very important for biological psychiatry to invest more effort in decoding the details, especially the neurochemical details of primary-process emotional endophenotypes in animal brains. Envisioning imbalances in basic emotional systems, and their higher regulatory controls (e.g., cortical inhibition of emotional arousals), may be a better way to discuss psychiatric problems than the current "syndromal" approaches handed down to us from pre-neuroscientific times.
Once neuroscience begins to have a serious and concerted confrontation with the ancient emotional networks of the brain, many new biochemical pathways will be identified that may be yield new possibilities for medicinal development. For instance, using genetic technique (along with my colleagues Jeff Burgdorf and Joe Moskal), we have identified Insulin Like Growth Factor-1 to be a positive affective system that is aroused by social play. Might that yield brand new antidepressants? There will be many emotion-modulating neuropeptide systems that will be imbalanced in psychiatric disorders, allowing us to better envision and treat the MindBrain complexities underlying psychiatric disorders.

7. Why you are so reluctant about the evolutionary psychology program?

I am both "reluctant" and enthusiastic. My reluctance is based on the fact that most evolutionary psychologists seem little interested in the real functions of genetic controls and instinctual (unconditioned) brain functions. It probably reflects lack of expertise in those matters. So far, the traditional form of Evolutionary Psychology (EP) has arisen from a social-psychology tradition that has been primarily focusing their thoughts and hypotheses on the higher, tertiary aspects of mind, and pursuing plausibility stories with little interest in linking their ideas to either neuroscientific or genetic analyzes. In doing so, their ideas are very susceptible to fundamental errors that they do not seem all too ready to correct. We have seen how compelling half-truths, such as those advanced by behaviorists, have captivated generations of students to the present day. I fear that EP will do that once again, but now adding intriguing mental complexities that may emerge from our developmental/epigenetic confrontations with the world rather than direct evolutionary-genetic effects arising from the transcriptions-translations of our DNA-RNA. I think the statistical trends that they describe can be readily explained if they had clear visions of what actually evolved in the lower reaches of mammalian brains than the higher reaches of human minds. Consider a very complex "for instance": Language learning may be initiated more through a prosodic-emotional communicative urges (affective vocalizations that may have been the foundations of primal music) rather than any kind of inherent propositional language instinct. The fact that speech comprehension cortex (Wernicke's Area) is situated where it is easily explained by it being nestled between visual, auditory and somatosensory cortices allowing optimal multi-modal processing of incoming information.

Overall, it is scientifically wiser first to see whether we can generate a lasting neurobiological understanding of primary-process brain functions that more clearly evolved, often shared homologously by all mammals, rather than reach so vigorously for higher-order MindBrain complexities. To make progress at higher levels, we may have to find ways to link foundational issues to higher mental ones, and I think emerging disciplines such as neuropsychoanalysis are doing this in more scientifically balanced ways than any traditional social-science based Evolutionary Psychology.

It would be wise for evolutionary psychologists to recognize some fundamental principles of BrainMind organization. For instance, higher regions of the neocortex, with arrays of self-similar cortical "columns" that resemble computer chips is, at birth, functionally more similar to general purpose, random-access information processing units, than the substrates for evolutionarily-dedicated, functionally-specialized psychological "modules". To the best of neuroscientific knowledge, there is no intrinsic, genetically-dictated visual neocortex in the brain. As Mriganka Sur's group at MIT has dramatically demonstrated, visual competence in mice is epigenetically programmed during early development. The same can be surmised for every cortical function, even though I expect frontal-executive functions have more definitive evolutionary engravings. If upheld for other sensory-perceptual processes of the neocortex, such data throws an enormous monkey-wrench into the traditional Evolutionary Psychology agenda. Yes, the brain is genetically-prepared to learn in many distinct ways, but the end result does not justify an evolutionary story unless one has considered how ancient brain systems control the development and programming of more recent evolved brain networks such as those in the neocortex.

Evolutionary Psychology needs to be more disciplined in its speculations, or we will have a more robust "monster" to contend with than the one passed down to us by never-mind behaviorism. Considering the evolutionary value of self-aggrandizement, it is unlikely that the perpetrators of such flaws will seek to correct their own mistakes. In any event, at the present time, most evolutionary stories arising from psychology-only analyzes, are promissory notes that can be explained more parsimoniously by the manner our ancestral affects may control and regulate our higher cognitive processes. What is truly unique in humans is the complexity of our linguistic abilities (all our other achievement follow from that), but even that is permitted by, not dictated by, the random-access-memory types of evolutionary expansions in our higher neocortical regions.

8. What are you now working on? What is your highest challenge? What is the mystery you would dream to unveil?

We remain very interested in all the basic emotional systems and how they relate to psychiatric disorders. We are most interested in how the social-loss sensitive PANIC system mediates separation-distress (a form of "psychic pain") and how that contributes to depression. We are equally interested in the intricacies of PLAY systems, since they are so important for understanding positive social affect, various childhood problems (e.g., ADHD), counteracting depression, and understanding power politics (as symbolized by our love of professional sports). We are also probing how early play, which clearly arises from subcortical circuits, epigentically programs higher brain functions.

The highest conceptual challenge is to weed the field of useless and wrong-headed concepts that misdirect our thinking--for instance the postulation of "evolved psychological modules" in higher regions of the brain, long before there is satisfactory genetic evidence for such specializations. A similar conceptual shoddiness also hurts my own field, behavioral neuroscience, which is still fixated on the existence of a mythologically unitary "the brain reward system" isomorphic with ascending dopamine systems. There are many, many reward-related processes in the brain. There are various distinct sensory rewards, homeostatic rewards and emotional rewards, with good evidence that the mesolimbic/mesocortical DA system and endogenous opioids participating, to some extent in each. However, the primal role of "the brain reward system" is to promote coherent but generalized action-tendencies involved in obtaining all kinds of distinct rewards detected through our sensory portals. Thus, currently there is a mass of evidence that this system participates affectively much more in the "anticipatory-enthusiasms" or all reward-seeking behaviors, rather than in the "reward-consummation" delights. Aside from some like-minded investigators, most prominently Kent Berridge, this appetitive-motivational viewpoint continues to be neglected. Instead, those who love behaviorist-cognitivist concepts, such as "reward-prediction error" information-processing concepts, rather than ethological ones such as SEEKING/wanting, potentially misinterpret their superb dopamine neuron firing studies in chair-bound monkeys that inform us richly about what the dopamine system is listening to, but nothing about what the system is doing downstream (i.e., a classic case of correlates being confused with causes?).

Thus, our three decades old EXPECTANCY-SEEKING concept is still radical to most investigators, but we should not forget that this system is most active as animals are foraging for resources, not when rewards are consumed. If we continue making conceptual errors such as "The" Brain Reward System, we will continue to sustain the hegemony of behavioristic-errors in our thinking about the primal organization of the MindBrain. We currently still invest more in the myth that good scientific concepts for describing the primary-process BrainMind can be gleaned from learning-experiments conducted on animals restricted to prison-house observational chambers (e.g., Skinner boxes), which are terribly convenient for our research needs, rather than from the study of the natural (unconditional in form if not direction) behavior sequences animals exhibit in the world. By doing so, the ethologically-relevant, emotion-mediating BrainMind concepts get less experimental attention than they deserve.

The biggest scientific challenge is to generate a neuroscientifically credible understanding of raw emotional feelings. We now know where to look. Raw feelings are intimately intermeshed with primary-process emotional operating systems that engender coherent emotional responses. But how the magic of affective feelings actually emerges from these systemic activities, remains largely an undeveloped project requiring better ideas and technologies. One challenge is to discover credible ways to study network dynamics within the brains of living animals, comparable to those we have for studying single neuron activities. So far, the study of the neural nature of instinctual emotional behaviors, the many ancestral tools for living that can be aroused by localized brain stimulation in whole animals, appears to be the best method we have for studying primary-process experiences in the mammalian brain. However, we are currently discussing projects to see if we can develop an in vitro brain-slice model to monitor spontaneous anticipatory learning within SEEKING circuits.

My dream? To penetrate further into the experienced aspects of brain activities in animals and humans. To achieve this, I expect that we will have to have a neuro-conceptual and empirical confrontation with the mammalian "soul"--those ancient (i.e., subcortical) "core-SELF" types of neural networks that allow organisms to be coherent, spontaneously active, feeling organisms on the stage of life. I suspect that the understanding of the nomothetic (universal) SELF processes of the mammalian brain will set the stage for understanding the many higher idiographic (individualistic) selves that emerge developmentally-epigenetically in the higher regions of our brains/minds. If true, the most neuroscientifically compelling variants of evolutionary psychology will arise coherently from bottom-up comparative analyzes of the mammalian BrainMinds rather than the prevailing human-oriented, psychology-only variants that seem de rigeur at the present time.

We humans are spectacular variants on ancient mammalian themes, but most of our uniqueness may arise from how the "nature of nurture" (epigenesis) molds the expansive functionality of higher regions of our brains. But that will be hard science, perhaps also a hard sell, like evolution itself. Regrettably, if our functional hypotheses are not constrained by what we already know about the evolution and organization of the brain, we are prone to make many conceptual errors. If so, others will eventually have to "mop-up" after us... usually more slowly than is beneficial for the advancement of substantive knowledge. But that is a perennial risk of deep scientific inquiries, helping explain why most in basic neuroscience seek to remain completely at detailed, surface levels of analysis, learning more and more about less and less.

En castellano:

1. ¿Qué son las emociones? ¿Qué son los sentimientos? ¿Cuál es su significado evolutivo?

Las emociones son funciones cerebrales complejas, cuya mejor descripción científica temprana es la de Darwin en su libro de 1872 La expresión de las emociones en el hombre y los animales. Sabemos ahora que hay muchos sistemas operativos cerebrales coherentes, homólogos entre especies de mamíferos, que generan muchas de estas manifestaciones conductuales coherentes; lo sabemos porque podemos activarlas sencillamente mediante la estimulación eléctrica de redes cerebrales específicas. Los sentimientos emotivos en bruto emergen al parecer de estos sistemas cerebrales provistos por la evolución, ya que la activación de algunos (BÚSQUEDA, DESEO SEXUAL, CUIDADO y JUEGO) puede servir como "recompensa", mientras que la de otros (IRA, TEMOR y ANSIEDAD) puede servir como "castigo" (los escribo en mayúsculas para subrayar que sus referentes son redes diferenciadas del CerebroMente, con distintas propiedades afectivas, de modo que evitemos confusiones entre el todo y la parte). Hay, por supuesto, otros sentimientos sensoriales y homeostático-corporales (soberbiamente estudiados por Kent Berridge y Derek Denton, respectivamente), de todos los cuales es muy difícil hablar con claridad en modelos animales. Sin embargo, a nuestro grupo le interesan sobre todo los sentimientos emocionales intracerebrales (emociones definidas por características de circuitos cerebrales, y categorías de conductas "instintivas") ya que son los más importantes para entender los transtornos psiquiátricos.

Ente paréntesis, el uso de lenguas humanas para discutir la naturaleza de las mentes animales es problemático, y un modo de evitar la caja de Pandora es generar un nuevo tipo, más cientificamente limitado, de convenciones lingüísticas, como lo destaca también nuestro uso de las mayúsculas. Los usos de las lenguas vernáculas son intrínsecamente desorientadores, en especial cuando se aplican a animales; de aquí que necesitemos nuevos términos para discutir la naturaleza de sus mentes.

Los sistemas emocionales son muy "sensatos" ya que proporcionan un sustrato neural para varios tipos de coherencia organísmica. También hacen de los animales "agentes activos" en el mundo, por oposición a simplemente "procesadores de información" conductistas. Tener emociones en bruto incorporadas en estos sistemas, como memorias evolutivas, permite a los animales anticipar automáticamente amenazas a la supervivencia, y también proporcionan un sustrato para ulterior aprendizaje. En cierto sentido, la principal función del CerebroMente (necesitamos un concepto unificado como este) es anticipar necesidades para la futura supervivencia. El "sentido" evolutivo de tener sentimientos afectivos brutos (de proceso-primario) es que identifican "incondicionadamente" amenazas primarias específicas a la supervivencia, y estos estados cerebrales pueden también usarse como elementos de información para procesos mentales superiores de aprendizaje.

Es un "sinsentido" científico que neurocientíficos y psicólogos evolucionistas ignoren estas cuestiones CerebroMentales de proceso-primario (las llamadas respuestas incondicionadas del cerebro) y dediquen mucho más esfuerzo a los procesos secundarios y terciarios con los que están enlazadas mediante el aprendizaje. Las agendas de conductistas, cognitivistas y psicólogos evolucionistas no pueden completarse sin una comprensión más clara de las redes cerebrales de estímulo y respuesta incondicionados (es decir, las muchas herramientas neuropsicológicas para vivir que son "instintivas" e "innatas" pero refinadas por la experiencia).

2. Desde el siglo XIX se han usado argumentos evolutivos para describir la evolución del sistema nervioso de los mamíferos. Una imagen común es el modelo del "cerebro triuno" propuesto por Paul MacLean, que consiste en tres cerebros distintos: el cerebro reptiliano, el cerebro paleomamífero y el cerebro neomamífero (primate), cada cual con su propio modo de funcionar. ¿Tiene aún predicamento esta visión ente los neurocientíficos, o es una supersimplificación que no tiene en cuenta las complejas interrelaciones entre distintas partes del cerebro, considerado como una entidad integrada?

Creo que podemos estar todos de acuerdo en que el cerebro es producto de una evolución, y, por tanto, también lo son ciertos aspectos de nuestras mentes. Una simple visión tripartita de la evolución del cerebro no será una descripción adecuada y precisa; la de MacLean fue una simplificación didáctica que dirigió la atención de la gente a las fases globales de la evolución del CerebroMente, pero era una buena aproximación. Ayudó a mucha gente a enfocar su atención en el hecho de que aún existen mentes antiguas dentro de nuestras mentes humanas modernas, y que no entenderemos nuestros procesos mentales superiores a menos que encaremos seriamente las soluciones neurales más tempranas que aún influyen en el complejo aparato mental de los mamíferos altamente encefalizados.

Con un órgano tan complejo como el CerebroMente de los mamíferos, necesitamos ciertamente alguna ayuda conceptual, a menudo simplificaciones evolutivas, para empezar a hacernos una idea con sentido del conjunto integrado. Yo prefiero un concepto tripartito de las complejidades algo diferente, que no nos meta en "problemas" neuroanatómicos: i) procesos-primarios, que como resultado de la evolución proveen útiles vitales toscos pero eficaces, muchos de las cuales típicamente reflejan "intenciones-en-acciones" intrínsecas —procesos tradicionalmente tratados como "innatos" o "instintivos" y que han engendrado tanto acalorado debate (los sustratos neurales generalmente corresponden a los cerebros reptiliano y paleomamífero de MacLean); ii) procesos-secundarios, que reflejan las capacidades cerebrales básicas de aprender mediante sensibilización-habituación, condicionamientos clásico y operante, etcétera (estos están representados en todos los niveles de organización cerebral), y iii) procesos-terciarios, que incluyen todos aquellos procesos "reflexivos" del CerebroMente superior que incluimos en conceptos tales como pensamiento, deliberación, planificación y las formas superiores de la intencionalidad (esto es, intenciones-de-actuar), y de esto no podemos tener mucho sin las funciones de aprendizaje general evolutivamente marcadas de nuestras expansiones neocorticales.

Según se asciende en esta jerarquía de complejidad mental, hay cierta clase de complejidad neuronal paralela. La tricotomía de MacLean iba en la buena dirección para su época, una época en la que las cuestiones evolutivas no eran populares ni en la psicología ni en las neurociencias. El pensamiento evolutivo moderno necesitará retener lo mejor de esa visión y seguir adelante para encarar, de manera cada vez más realista, las auténticas complejidades jerárquicas bidireccionales de la evolución del CerebroMente. Al hacer esto, espero que hallaremos que las funciones mentales-evolucionadas más discretas y definitivas existen principalmente en las regiones cerebrales inferiores, más antiguas, caudales y mediales.

Las funciones mentales que emergen más bien epigenéticamente y durante el desarrollo se basan mucho más en expansiones cerebrales más recientes, del cerebro rostral y lateral, que se encuentran en abundancia en el neocórtex. Podemos confiar más en hallar especializaciones funcionales fruto de la evolución en regiones cerebrales inferiores, antiguas, que en expansiones superiores, más recientes, como el neocórtex. La "modularización" de la función (un concepto muy azaroso), especialmente cuando se detecta en adultos con técnicas como la IRMf y la TEP, no es evidencia de modularización genético-evolutiva. A pesar de los sueños y los mejores deseos de los psicólogos evolucionistas, montones de evidencia sugieren que en el nacimiento la mayor parte del neocórtex es parecida a la tabula rasa. La futura unión de la psicología evolucionista con la imaginería cerebral moderna debe recordar que lo que acaba quedando "modularizado" en regiones superiores del cerebro no lo estaba al nacer. Esto también vale para las "neuronas espejo". Además, algunas de nuestras espectaculares herramientas nuevas, como la IRMf, no se adecuan bien al estudio de funciones del CerebroMente antiguo donde la liberación de potentes neurotransmisores (por ejemplo neuropéptidos) es más importante que los cambios a gran escala de las frecuencias de los potenciales de acción que caracterizan las funciones del cerebro superior.

3. Las respuestas afectivas intrínsecas de nuestro cerebro son más complejas de lo que pensábamos. ¿Podemos decir que son "inteligentes"?

Sí, la sutileza de la mente afectiva de proceso-primario apenas se ha estudiado en la neurociencia o la psicología humanas. En gran medida porque en la investigación humana no hay un acceso expedito a procesos tan fundamentales. Para progresar necesitamos modelos animales, y nuestras tradiciones intelectuales, saturadas de positivismo lógico, han elegido negar o quitar importancia a las vidas mentales de otros animales. Sin embargo, podemos afirmar con confianza que, incluso en el nivel de los procesos-primarios, los afectos son de muchas variedades, incluidas algunas que emergen directamente de entradas sensoriales periféricas, otras de capacidades corporales internas homeostáticas e interoceptivas, y otras que son en gran medida funciones intracerebrales como los afectos emocionales.

Mi trabajo se ha enfocado en estos últimos, y podemos afirmar con confianza que hay muchos "premios" y "castigos" intrínsecos (esto es, afectos) dentro del cerebro. Los afectos emocionales de proceso-primario incluyen los que surgen de impulsos de BÚSQUEDA, TEMOR, IRA, DESEO sexual, CUIDADO maternal, ANSIEDAD de pérdida social y sistemas de JUEGO-lúdicos. Sabemos mucho sobre la naturaleza afectiva de estos útiles vitales ancestrales porque las redes pueden estimularse mediante estimulación cerebral localizada en todos los mamíferos, y estas activaciones pueden servir como "premios" y "castigos" en tareas de aprendizaje tradicional. El desafío ahora es distinguir objetivamente estos afectos con mayor claridad usando en animales diversas tareas de discriminación y de aprendizaje dependiente de estados, así como estudios de estimulación cerebral psicológicamente sofisticada en seres humanos.
Tan pronto como avanzamos a niveles secundarios y terciarios de emergencia CerebroMental las complejidades aumentan enormemente, a menudo de formas idiográficas (individuales y dependientes de la cultura). Muchas pueden estudiarse sólo en humanos.

¿Son "inteligentes" estos sistemas? Depende de cómo usemos ese complejo concepto. Seguramente no existirían si no hubieran sido muy útiles para la supervivencia y la reproducción. Tienen una "sabiduría callejera", una "gramática parda", en el sentido de que los afectos proveen indicaciones inmediatas sobre qué hacer; si te hace sentirte bien hazlo más, y si te hace sentirte mal hazlo menos. Sin embargo, tales respuestas simplistas pueden resultar desatinadas en diversas situaciones complejas, especialmente situaciones sociales. La evolución no ha construido siempre una comprensión de cuán desatinadas o atinadas pueden ser a un nivel mental superior.

Eso se dejó mayormente al aprendizaje. Sin embargo, algunas vías de desarrollo están evolutivamente "preparadas". Uno debería enterarse con presteza si sus deseos corren peligro, y si algún intruso intenta atraer para sí a la fuente de tu seguridad social-sexual sería útil aprender con rapidez diversas respuestas celosas que pueden ser una elaboración compleja de sentimientos de BÚSQUEDA, TEMOR, IRA y ANSIEDAD.

Pienso que el dilema humano es cómo hacer a nuestras respuestas instintivas "gramáticas pardas" más inteligentes y más capaces de servir a nuestros deseos y expectativas superiores. Si permitimos que gobierne el cerebro inferior, nos metemos en toda clase de problemas. Académicamente, uno es que la amígdala es "el centro" de nuestra vida emocional. Absurdo. Las vidas emocionales de los humanos adultos están tan fuertemente ligadas a nuestras capacidades cognitivas superiores como a nuestras redes emocionales inferiores. Pero las primeras no tienen "vida propia". Todo lo que está en el piso de arriba sigue ligado a las muchas redes emocionales de las regiones inferiores del CerebroMente. Estos sistemas subcorticales pueden tener "vida propia". Las ratas jóvenes a las que se ha extirpado quirúrgicamente todo el neocórtex son criaturas emocionalmente muy coherentes, que los estudiantes son incapaces de distinguir de sus hermanas normales, neurológicamente intactas. Simplemente, no sobrevivirían mucho tiempo en el mundo exterior. La coherencia emocional-motivacional-perceptual intrínseca de las regiones cerebrales inferiores es una importante lección para la psicología evolucionista.

4. ¿Hay algún temor innato?

Sí, claro. Que sepamos hay una red de TEMOR provista por la evolución que va de la amígdala, por el hipotálamo medial, a las regiones dorsales de la sustancia gris periacueductal, y que es capaz de orquestar un respuesta coherente de temor que incluye componentes viscerales, somáticos y afectivos. ¿Cómo lo sabemos? La estimulación cerebral localizada a lo largo de esta vía activa una respuesta coherente de temor en todas las especies de mamíferos que se han sometido a prueba, y a los animales les disgusta esta estimulación como lo indica su capacidad de servir como "castigo" en diversas tareas de aprendizaje (es decir, huida y preferencias de lugar condicionadas). Es una lástima que la mayoría de los que trabajan en acondicionamiento por temor no reconozcan la existencia de este mecanismo cerebral, probablemente porque les interesa más el aprendizaje individual y la memoria que la naturaleza de los sistemas de respuesta emocional incondicionados, "instintivos" y universales que la evolución ha incorporado en los cerebros de los mamíferos.

El sistema de proceso-primario del TEMOR, como todas las demás primitivas emocionales, nace en gran medida "sin objeto"; esto es, la mayor parte de nuestros temores específicos son aprendidos. Sin embargo, este sistema sí parece tener ciertas entradas específicas, sin duda algo diferentes en distintas especies. El dolor, la pérdida de apoyo físico y los objetos que se aproximan rápidamente son efectivos instigadores de temor en la mayoría de las especies de vertebrados. Sin embargo, las especies presa tienen además entradas sensorio-perceptuales más específicas a su sistema de TEMOR, de las cuales la mejor estudiada es el olor de los predadores en los roedores. Esta entrada sensorial de sus sistemas olfatorios accesorios accede directamente (mediante los nervios vomeronasales) al manantial del sistema del TEMOR en la amígdala. Las ratas se muestran espontáneamente temerosas cuando se las expone a olor de gato. Este temor reflexivo puede convertirse en una "atracción fatal": algunos parásitos (por ejemplo, el Toxoplasma gondii) que necesitan completar su ciclo vital en un cierto tipo de "hospedador definitivo" (a saber, gatos) han desarrollado un modo de facilitar que los "hospedadores intermediarios", como las ratas, acaben en sus estómagos. A saber, las ratas infectadas por T. gondii pierden su innato temor al olor de gato. Cuando están infectadas, se bloquea la entrada de los temibles olores de los gatos a la circuitería incondicional del TEMOR (como muestran trabajos recientes en el laboratorio de Robert Sapolski). De hecho, las ratas empiezan a encontrar atractivos los olores felinos. ¡Ja!

5. ¿Por qué reimos?

La risa humana es una respuesta instintiva-incondicionada de lo más intrigante que es común sobre todo en fases tempranas del desarrollo durante el juego físico. Ha de tener una larga historia evolutiva, ya que la circuitería dedicada a la risa está situada en regiones subcorticales profundas del cerebro. De hecho, la risa de proceso-primario puede provocarse mediante cosquilleo tanto en niños humanos como en ratas jóvenes (en las que toma la forma de un "gorjeo" de 50 kHz). Pensamos que su función como proceso-primario es facilitar la coordinación afectivamente positiva de muchas conductas apetitivas, de la compartición general-social a la específica-sexual, entre animales mutuamente amistosos. De aquí que la risa pueda aumentar la aptitud reproductiva facilitando los lazos sociales.

Podemos activar la respuesta de gorjeo similar a la risa en cerebros de roedores estimulando eléctricamente el sistema de BÚSQUEDA. En verdad, dondequiera que obtenemos un gorjeo inducido por estimulación, ¡el estímulo es de recompensa! Cuando esta función cerebral de proceso-primario interactúa con procesos cerebrales secundarios y terciarios es seguro que encontraremos muchas y fascinantes complejidades adicionales, incluyendo, sin duda, la emergencia del humor. Podemos confiar en que hay impulsos que generan diversión-goce lúdico incorporados en el cerebro, pero dudo que la evolución construyese un sentido del humor. Sin embargo, el humor parece ser el estado positivo de orden superior generado por el juego-verbal, que probablemente emerge principalmente mediante el aprendizaje. Yo esperaría que el impacto afectivo del humor surgiese de la misma matriz que el goce del juego. Me sorprendería que los niveles superiores del cerebro humano contuviesen "módulos de humor" intrínsecos proporcionados genéticamente, pues tales potenciales lúdicos podrían surgir con la misma facilidad mediante el aprendizaje. Puede usarse el humor de tantas maneras—para facilitar los lazos sociales y para marginalizar a otros. Sin embargo, sospecho que un temperamento genéticamente promovido amante del juego promovería fácilmente un buen sentido de la diversión y del humor.

6. ¿Qué es lo que no funciona correctamente en una enfermedad mental?

¡Ojalá lo supiéramos! La suposición que me parece mejor es que los problemas mentales constitucionales reflejan déficits en las redes cerebrales emocional-afectivas de proceso-primario. Si es así, sería muy importante que la psiquiatría biológica dedicase más esfuerzos a descifrar los detalles, especialmente los detalles neuroquímicos de los endofenotipos emocionales de proceso-primario en los cerebros animales. Pensar en desequilibrios en los sistemas emocionales básicos y en sus controles reguladores superiores (por ejemplo la inhibición cortical de los impulsos emocionales) puede ser un modo de discutir problemas psiquiátricos mejor que los actuales enfoques "sindrómicos" heredados de épocas pre-neurocientíficas.
Una vez que la neurociencia empiece a enfrentarse seria y concertadamente con las antiguas redes emocionales del cerebro, se identificarán muchas nuevas vías bioquímicas que quizá proporcionen nuevas posibilidades para el desarrollo de medicinas. Por ejemplo, usando técnicas genéticas (con mis colegas Jeff Burgdorf y Joe Moskal) hemos identificado el factor de crecimiento insulínico tipo 1 como un sistema afectivo positivo estimulado por el juego social. ¿Podría esto producir nuevos antidepresivos? Habrá muchos sistemas de neuropéptidos moduladores de emociones que estarán desequilibrados en desórdenes psiquiátricos, lo que nos permitirá ver y tratar mejor las complejidades del CerebroMente que subyacen a los desórdenes psiquiátricos.

7. ¿Por qué es usted tan reluctante con el programa de la psicología evoluionista?

Soy tanto "reluctante" como entusiasta. Mi reluctancia se basa en que la mayor parte de los psicólogos evolucionistas parecen poco interesados en las funciones reales de los controles genéticos y las funciones cerebrales instintivas (no condicionadas). Probablemente esto refleja falta de experiencia en esas cuestiones. Hasta ahora, la forma tradicional de la Psicología evolucionista (PE) ha surgido de una tradición de social-psicología que ha estado enfocando sus ideas e hipótesis en los aspectos superiores, terciarios, de la mente, y persiguiendo historias de plausibilidad con poco interés en vincular sus ideas a análisis neurocientíficos o genéticos. Al obrar así, sus ideas son muy susceptibles de errores fundamentales que no parecen demasiado dispuestos a corregir. Hemos visto cómo convicentes semiverdades, como las propuestas por los conductistas, han cautivado a generaciones de estudiantes hasta el día de hoy. Temo que la PE hará eso otra vez, pero ahora añadiendo las intrigantes complejidades mentales que pueden emerger de nuestras confontaciones epigenéticas/de desarrollo con el mundo más que los efectos genético-evolutivos surgidos de las transcripciones y traducciones de nuestro ADN-ARN. Pienso que las tendencias estadísticas que describen podrían explicarse fácilmente si tuvieran una visión clara de lo que efectivamente evolucionó en los niveles inferiores de los cerebros de los mamíferos más que en los niveles superiores de la mente humana. Considere un "por ejemplo" muy complejo: el aprendizaje del lenguaje tal vez se inicie mediante urgencias comunicativas prosódico-emocionales (vocalizaciones afectivas que pueden haber sido los cimientos de la música primigenia) más bien que por alguna clase de instinto lingüístico proposicional inherente. El que el córtex de comprensión del habla (área de Wernicke) esté situado donde está se explica fácilmente porque está acurrucado entre las cortezas visual, auditiva y somatosensorial, lo que permite un óptimo procesamiento multimodal de la información entrante.

En general, es científicamente más sensato ver en primer lugar si podemos generar una comprensión neurobiológica duradera de las funciones cerebrales de proceso-primario que esté más claro que han evolucionado, a menudo compartidas homólogamente por todos los mamíferos, antes que intentar tan vigorosamente aprehender las complejidades de orden superior del CerebroMente. Para progresar en los niveles superiores puede que tengamos que hallar maneras de enlazar las cuestiones fundamentales con las mentales superiores, y creo que disciplinas emergentes como el neuropsicoanálisis están haciendo esto de maneras científicamente más equilibradas que la Psicología evolucionista tradicional de base en las ciencias sociales.

Sería sensato que los psicólogos evolucionistas reconociesen algunos principios fundamentales de la organización del CerebroMente. Por ejemplo, las regiones superiores del neocórtex, con matrices de "columnas" corticales autosemejantes que se parecen a circuitos de ordenador, al nacer se parecen funcionalmente más a unidades de proceso de información de acceso aleatorio, de propósito general, que a sustratos para "módulos" especializados en funciones determinadas por la evolución. Por todo lo que sabemos, no hay en el cerebro un neocórtex visual intrínseco, genéticamente dictado. Como ha demostrado espectacularmente el grupo de Mriganka Sur en el MIT, en los ratones la competencia visual se programa epigenéticamente durante el desarrollo temprano. Lo mismo puede suponerse de cada función cortical, aunque yo espero que las funciones ejecutivas-frontales tendrán marcas evolutivas más definidas. Si resultan ser aplicables también a otros procesos sensorioperceptuales del neocórtex, estos datos suponen un enorme obstáculo para la agenda de la Psicología evolucionista tradicional. Sí, el cerebro está genéticamente preparado para aprender de muchas maneras diferentes, pero el resultado final no justifica un relato evolutivo a menos que se haya considerado cómo controlan los sistemas cerebrales antiguos el desarrollo y la programación de redes cerebrales de evolución más reciente como las del neocórtex.

La psicología evolucionista necesita ser más disciplinada en sus especulaciones, o tendremos que contender con un "monstruo" más robusto que el que nos legó el conductismo de "no hay mente". Considerando el valor evolutivo del autobombo, es improbable que los perpetradores de tales errores vayan a esforzarse en corregirlos. De todas formas, hoy la mayor parte de los relatos evolutivos surgidos de análisis exclusivamente psicológicos son letras de cambio que pueden explicarse más parsimoniosamente mediante la manera en que nuestros afectos ancestrales pueden controlar y regular nuestros procesos cognitivos superiores. Lo verdaderamente único de los humanos es la complejidad de nuestras capacidades lingüísticas (todos nuestros otros logros se siguen de este), pero aun esto es permitido, no dictado, por las expansiones tipo memoria de acceso aleatorio de nuestras regiones neocorticales superiores.

8. ¿En qué trabaja ahora? ¿Cuál es su máximo reto? ¿Cuál el misterio que soñaría con desvelar?

Siguen interesándonos mucho todos los sistemas emocionales básicos y su relación con los transtornos psiquiátricos. Lo que más nos interesa es cómo media el sistema de ANSIEDAD sensible a las pérdidas sociales la angustia de separación (una forma de "dolor psíquico") y cómo contribuye eso a la depresión. Nos interesan igualmente las complejidades de los sistemas de JUEGO, ya que son muy importantes para entender el afecto social positivo, diversos problemas de la infancia (como el transtorno por déficit de atención con hiperactividad), contrarrestar la depresión y entender la política de poder (tal como la simboliza nuestro amor por los deportes profesionales). Estamos también sondeando cómo el juego temprano, que está claro que surge de circuitos subcorticales, programa epigenéticamente funciones cerebrales superiores.

El más alto reto conceptual es escardar el campo de conceptos inservibles y pertinaces que nos extravían el pensamiento; por ejemplo el postular "módulos psicológicos resultado de la evolución" en regiones superiores del cerebro, mucho antes de que haya evidencia genética satisfactoria de semejantes especializaciones. Una parecida chamarilería conceptual afecta a mi propio campo, la neurociencia conductual, que está aún fijada en la existencia de un mitológicamente unitario "el sistema cerebral de recompensa" isomórfico con los sistemas dopaminérgicos ascendentes. Hay muchos, muchos procesos cerebrales relacionados con recompensas.

Hay varias recompensas sensoriales diferentes, recompensas homeostáticas y recompensas emocionales, con buena evidencia de que el sistema dopaminérgico mesolímbico/mesocortical y los opioides endógenos participan hasta cierto punto en todas ellas. Sin embargo, el papel primario de "el sistema cerebral de recompensa" es fomentar tendencias de acción coherentes pero generalizadas que intervienen en la obtención de toda clase de diferentes recompensas detectadas mediante nuestros portales sensoriales. Así pues, hay hoy una masa de evidencia de que este sistema participa afectivamente mucho más en los "entusiasmos-anticipatorios" o en todas las conductas de búsqueda de recompensa, más que en las delicias de la "consumación-recompensa". Aparte de algunos otros investigadores de parecida opinión, sobre todo Kent Berridge, este punto de vista apetitivo-motivacional sigue estando descuidado. En lugar de eso, aquellos a quienes les encantan los conceptos conductista-cognitivistas, como "error de predicción de recompensa", los conceptos de proceso de información más que los etológicos como BÚSQUEDA/querer, malinterpretan potencialmente sus soberbios estudios de disparo de neuronas dopaminérgicas en monos atados a sillas que nos informan abundantemente sobre qué está escuchando el sistema dopaminérgico, pero nada acerca de qué está haciendo corriente abajo (es decir, ¿un clásico ejemplo de confundir correlatos con causas?).

Así, nuestro concepto de EXPECTATIVA-BÚSQUEDA, que tiene ya tres décadas, es aún radical para la mayoría de los investigadores, pero no deberíamos olvidar que la actividad de este sistema es máxima cuando los animales están buscando los recursos, no cuando se consumen las recompensas. Si seguimos cometiendo errores de concepto como "El" Sistema Cerebral de Recompensa, seguiremos apoyando la hegemonía de errores conductistas en nuestro pensar sobre la organización primigenia del CerebroMente. Hoy aún estamos dedicados al mito de que pueden obtenerse buenos conceptos científicos para describir el CerebroMente a nivel de proceso-primario a partir de experimentos de aprendizaje sobre animales restringidos a cámaras de observación carcelarias (por ejemplo las cajas de Skinner), que son enormemente cómodas para nuestras necesidades de investigación, más bien que a partir del estudio de las secuencias de conducta naturales (incondicionadas en su forma, si no en su dirección) que los animales exhiben en el mundo. Al obrar así, los conceptos CerebroMentales etológicamente relevantes mediadores de emociones reciben menos atención experimental de la que merecen.

El mayor desafío científico es generar una comprensión neurocientíficamente creíble de los sentimientos emocionales brutos. Sabemos ya dónde buscar. Los sentimientos en bruto están íntimamente entremezclados con sistemas operativos emocionales de proceso-primario que engendran respuestas emocionales coherentes. Pero cómo emerge de hecho la magia de los sentimientos afectivos de estas actividades sistémicas sigue siendo en su mayor parte un proceso por desarrollar que requiere mejores ideas y tecnologías. Un desafío es descubrir maneras creíbles de estudiar la dinamica de red en los cerebros de animales vivos, comparable a las que tenemos para estudiar las actividades de neuronas aisladas. Por ahora el estudio de la naturaleza neural de los comportamientos emocionales instintivos, los muchos útiles vitales ancestrales que pueden excitarse mediante estimulación cerebral localizada en animales vivos, parece ser el mejor método que tenemos para estudiar las experiencias de proceso-primario en el cerebro de los mamíferos. Sin embargo, estamos discutiendo proyectos para ver si podemos desarrollar un modelo de sección cerebral in vitro para observar el aprendizaje anticipatorio espontáneo en los circuitos de BÚSQUEDA.

¿Mi sueño? Penetrar más en los aspectos experimentados de las actividades cerebrales en animales y humanos. Para conseguirlo, espero que tendremos que tener una confrontación neuroconceptual y empírica con el "alma" mamífera; esos tipos "YO-central" de redes neurales antiguas (es decir, subcorticales) que permiten a los organismos ser coherentes, espontáneamente activos, organismos sintientes en el escenario de la vida. Sospecho que entender los procesos del YO nomotético (universal) del cerebro mamífero preparará el terreno para entender los muchos yos idiográficos (individualistas) superiores que emergen epigenéticamente durante el desarrollo en las regiones superiores de nuestras mentes/cerebros. De análisis comparativos de abajo arriba de los CerebroMentes mamíferos surgirán coherentemente, si son ciertas, las variantes neurocientíficamente más convincentes de la psicología evolucionista, más bien que las variantes prevalentes de orientación humana, solamente psicológicas, que parecen hoy de rigor.

Los humanos somos espectaculares variantes de antiguos temas mamíferos, pero la mayor parte de nuestra unicidad puede surgir de cómo la "naturaleza del desarrollo" (la epigénesis) moldea la amplia funcionalidad de las regiones superiores de nuestro cerebro. Pero será ciencia difícil, y tal vez también difícil de "vender", como la evolución misma. Lamentablemente, si nuestras hipótesis funcionales no están constreñidas por lo que ya sabemos sobre la evolución y la organización del cerebro, seremos propensos a cometer muchos errores de concepto. Si es así, otros acabarán teniendo que hacer limpieza detrás de nosotros... en general más despacio de lo que es beneficioso para el avance del conocimiento sustantivo. Pero ese es un riesgo perenne de las inquisiciones científicas profundas, lo que ayuda a explicar por qué la mayor parte de la neurociencia básica busca permanecer completamente en niveles de análisis superficiales, de detalle, aprendiendo cada vez más sobre cada vez menos.

2 comentarios:

Tay dijo...

Felicidades (y gracias) por tu blog Germanico!

Una vez más me quedo alucinando con lo que consigues.

Un saludo!

Germánico dijo...

Gracias a ti, Tay, por el post sobre el trabajo de Panksepp, vídeo incluido.