Recibí el otro día un email de nuestro egregio entrevistado Roger Schank. En él me informaba de que comenzaba a operar en España con su avanzado método de enseñanza / aprendizaje basado en las ciencias cognitivas.
Nada de pupitres y alumnos alineados frente a una pizarra, como en el Corazón del entrañable Edmondo de Amicis o, si no sabe de qué novela decimonónica le estoy hablando, en cualquier escuela que usted recuerde o....conozca. Nada de concursos de memoria más apropiados para adiestrar monos de feria (azucarillo final incluido) o desgraciados que no pueden quitarse luego los recuerdos de la cabeza, y sienten que estos interfieren con el correcto funcionamiento de su cognición, como el "memorista" que estudió el neurocientífico Alexander Luria en la vieja URSS.
La memoria es un sistema que sirve para almacenar recuerdos, pero también para transformarlos y, llegado el caso, desecharlos. Como estamos diseñados para sobrevivir, y no para saber, lo que aprendemos tiene de alguna manera que sernos útil para la finalidad última de la supervivencia y, por tanto, tiene que ser "usado", y serlo de forma flexible. Se guarda para ser usado después del modo que las circunstancias requieran. Y ya se sabe eso que decía Cajal de que el cerebro es como un músculo: si no se usa se debilita. Pero la cuestión clave aquí es que clase de ejercicio requiere el cerebro para mantenerse sano y fresco en lo que a conocimientos se refiere, y, en definitiva, en lo que a cognición se refiere: si una halterofilia memorística agotadora o una práctica que implique todos los sentidos y obligue a afrontar retos algo más reales que repetir listas, nombres, números....símbolos. Los símbolos, que duda cabe, son necesarios para comunicar ideas, pero no su correspondientes realidades. Así puede ocurrir lo que le sucedió a un poeta (no recuerdo si Rubén Darío, poco importa) cuando vió por vez primera nenúfares: "¡¡Ah, ésto es aquello de lo que hablaba en mis poemas!!" ¡Menudo descubrimiento de la vanidad verbal humana!
Se sabe, por ejemplo, que la memoria no opera imparcialmente, sino que está modulada por el sistema emocional del cerebro (a través de la amígdala, pero no solo) e incluso por memorias pasadas, lo que hace que en ocasiones veamos y aprendamos lo que queremos ver y aprender, porque es lo que esperamos ver y aprender, en lugar de aquello que tenemos frente a las narices. Y ese querer y ese esperar ver es emocional. La única manera de corregirlo es tropezar, equivocarse -lo cual crea marcas emocionales- para lo cual no ayuda mucho memorizar símbolos. Con ellos uno puede ir de cabeza al abismo recitando con perfecta dicción largas parrafadas o fórmulas.
La práctica continuada, el verse expuesto a situaciones reales -o virtuales de un gran parecido con las reales- con cada nuevo concepto, es el mejor modo de aprender. La propuesta de Schank no dista mucho de éste llevar a la práctica la práctica. Se trataría de memorizar acciones, de obtener feed back de entornos, gran parte de él corrector de nuestra trayectoria, y de convertirnos, con ello, en conocedores de una actividad.
Si quieren informarse sobre los primeros pasos que da Schank en España acudan a la web de su delegación aquí pinchando en éste enlace. Quién sabe, quizás, al mirarlo, vean algo nuevo, y no lo mismo de siempre, y les interese aprender algo útil que les pueda ayudar con sus carreras (profesionales) en pos de la supervivencia.
Deseamos suerte a esta apuesta por una educación genuina. En estos tiempos de cambios sistémicos muchos científicos se han hecho dolorosamente conscientes de que el método tradicional de educación se está convirtiendo en un lastre más que en un refuerzo para las generaciones que han de afrontar los horizontes de posibilidades que se presentan -pasando de futuro a presente, y de presente a pasado, a memoria y después a olvido- en nuestras sociedades.
Mejor que nos entrenen para pescar en un mar revuelto a que nos den un manual de pesca escrito por alguien que escuchó anteayer comentarios de pescadores en el puerto, ¿no les parece?
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