En la década de los 90
del siglo pasado el por entonces presidente de los EE.UU., George H.
W. Bush padre, lanzó una iniciativa que unió los esfuerzos de la Librería del Congreso, los Institutos Nacionales de Salud y el Instituto Nacional de Salud Mental, para “aumentar la conciencia pública de
los beneficios derivados de la investigación sobre el cerebro”. A esa década se la llamó la "Década del Cerebro".
A día de hoy ya no hace
falta convencer a mucha gente de a pie de la importancia del estudio
del cerebro para el descubrimiento de nuevas estrategias terapéuticas
para tratar procesos clínicos y también para conocer los
procesos normales y hasta entender más, y mejor, nuestra naturaleza
humana.
Vivimos en una
“neurocultura” donde tener una idea de las experiencias que nos
hacen únicos pasa por entender de una u otra forma las operaciones
de un órgano de kilo y medio de peso situado en nuestras cabezas.
Esta neurocultura nos enseña que si quieres saber porqué se forman
las burbujas financieras, hay que estudiar “neuroeconomía”; si
quieres saber porqué una campaña de publicidad tiene impacto,
estudia “neuromarketing”; si quieres pensar los viejos y
tradicionales problemas de la filosofía de forma contemporánea,
estudia "neurofilosofía"; si quieres que tu hijo rinda en la escuela,
toma nota de los hallazgos de la “neuroeducación”; incluso, si
quieres saber porqué un juez toma las decisiones que toma al dictar
sentencia tienes que haber oído hablar de “neurojurisprudencia”.
La neurocultura en la que
vivimos supone un cambio radical de paradigma a la hora de pensar en
lo que nos hace humanos. Toda área del saber que quiera alcanzar
cierto pedigrí se le debe poner el prefijo neuro- porque se asume
que todo depende de las operaciones y procesos del cerebro.
La década del cerebro
nos ha dejado de herencia la hipérbole de la neurocultura. Sabemos
que es importante el cerebro para conocernos a nosotros mismos y lo
hemos convertido en cliché y en el tópico más manido, pero a
pesar de la popularidad de todo lo que tenga que ver con el cerebro
en realidad no sabemos cómo, ni porqué, esto es así.
A principios de año el
cuadragésimo cuarto presidente de los EE.UU., Barack Obama, anunció
la financiación de una iniciativa encaminada a generar un mapa de la
conectividad y actividad cerebral a través del desarrollo de nuevas
tecnologías. La iniciativa llamada en inglés BRAIN (Brain Research
through Advancing Innovative Neurotechnologies) ha vuelto a
entusiasmar a la comunidad científica y alimentar el imaginario colectivo de
la gente, porque se pretende con rigor y con la suma de esfuerzos de
consorcios privados y entidades públicas conocer cómo y porqué es
importante el cerebro para definirnos como seres humanos.
La iniciativa se ha
comparado al hito que marcó la decodificación del genoma humano y
sin titubeos se puede decir que entender qué supuestas leyes rigen
el funcionamiento del cerebro es la última frontera de la ciencia.
Dicha iniciativa está
complementada por otras iniciativas. El Human Brain Project,
iniciativa financiada por la Unión Europea, pretende simular el
cerebro humano, el Proyecto Conectoma Humano, financiado por el
Instituto de Salud de los EE.UU., busca trazar la conectividad del
cerebro humano, y el Atlas Cerebral Allen, de capital privado,
intenta detallar la expresión génica en el cerebro de animales y
humanos. Todas y cada una de estas ambiciosas iniciativas tienen por
objetivo conocer la mente humana.
Hay peculiaridades en
cada una de estas iniciativas. Por ejemplo, en la iniciativa BRAIN
también está implicada la agencia DARPA, acrónimo inglés para
Agencia de Proyectos de investigación Avanzados de Defensa, que
recientemente ha abierto plazos para la solicitud de diversas
subvenciones para el desarrollo de tecnologías para curar desordenes
neurológicos como el trastorno por estrés postraumático, depresión
mayor o dolor crónico que son los principales males de los soldados
ex-combatientes.
La implicación de los
militares en la iniciativa se sobreentiende es para tratar a los
soldados con lesiones e incluso para uso y aplicación civil, pero
esto no deja de preocupar a bioéticos y otros filósofos sobre los
problemas fundacionales de esta implicación y la iniciativa en
general: ¿cuáles son las implicaciones éticas de mapear el
cerebro y cómo se van a usar los datos y resultados? Por otra parte, éste tipo de iniciativas son a gran escala y
multicolaborativos en esencia vinculando universidad, gobierno,
industria y diversas entidades privadas y, por consiguiente, los
intereses pueden entrar en conflicto. Una buena coordinación y
liderazgo de los responsables, entre ellos el español Rafael Yuste,
es una condición sine qua non.
Los
responsables de la iniciativa BRAIN han priorizado diversas áreas de
investigación y los objetivos a conseguir de cada una de ellas son:
-Mapear la estructura y componentes de los circuitos cerebrales
a) crear un censo celular
b) desarrollo de técnicas
c) crear mapa estructural
-Registrar la actividad neuronal a través del tiempo y espacio
-Manipular la actividad de los circuitos cerebrales
-La importancia de la conducta
-Teoría, modelización y estadística son esenciales para entender el cerebro
-Neurociencia humana y neurotecnología
-Educación
-Maximizar el valor añadido de la iniciativa BRAIN: facilitar experimentos en múltiples especies de animales, fomentar la colaboración interdisciplinar, establecer plataformas para compartir datos, validar nuevas tecnologías y considerar las implicaciones éticas de la iniciativa.
Habrá muchos obstáculos
en el camino y los frutos no serán inmediatos, pero quiero ser
optimista y pensar que ésta iniciativa y otras que se están llevando
a cabo simultáneamente van a conseguir revolucionar nuestro
entendimiento de la mente humana.
Porque ésta década que
ha dado comienzo es la "Década de la Mente".
2 comentarios:
El problema es que están cayendo en el mismo error que cuando se transformo al gen en un arquitecto del desarrollo biológico. Están estudiando al cerebro como el arquitecto de la conducta. Sin embargo, Skinner hace varias decadas ya advirtió, que pesé a que el cerebro sea el sustento para que exista conducta, es el ambiente el que selecciona las conductas.
Hola Gabriel!! Gracias por tu comentario. En mi opinión los dogmas del conductivismo hace tiempo que se demostraron incorrectos. Evidentemente, reflejos y aprendizaje condicionado tienen lugar pero el cerebro ya no es una "caja negra" pasiva que espera a que los estímulos lleguen a los canales sensoriales. El cerebro esta activo, procesando y tratando información, incluso en ausencia de estimulación. El problema no es tener como objetivo de investigación el cerebro, el problema es qué asumes que has de tener como nivel de análisis, neuronas , redes neuronales, actividad, conectividad estructural.... influencias a todos esos niveles etc.
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