Manuel Martín-Loeches |
Durante
mucho tiempo se ha creído –y aún hoy muchos autores y el público en general
siguen creyéndolo- que la mente humana moderna apareció, pudiera decirse, de
repente, hace aproximadamente unos 40.000 años, manifestándose en las pinturas
rupestres del sur de Europa, que expresarían nuestro instinto artístico,
nuestra capacidad simbólica y, probablemente, el nacimiento del lenguaje. No
obstante las evidencias de la paleontología y la arqueología nos sugieren que,
si bien lo que conocemos como mente humana moderna es algo relativamente nuevo,
no apareció fulminantemente en fechas tan relativamente recientes en la
historia humana, u homínina, por utilizar el término más amplio que designa a
nuestro género.
Remontándonos
en el tiempo, pero realmente no mucho (tratándose de tiempo evolutivo) empezamos
a percibir rasgos típicos de nuestra
especie en África del Este y del Sur. De hace en torno a dos millones y medio
de años son los restos fósiles de los primeros instrumentos líticos asociados a
una especie que estaba muy lejos de tener una mente humana, el australopiteco. Y
de hace más de cuatro millones de años existen restos fósiles de primates que
se “encaminaban” hacia la bipedestación, como el Ardipitecus ramidus.
Nuestro
orgullo primate nos hace pensar en una evolución en la que el cerebro guiase
los pasos, pero lo cierto es que los pasos fueron andados durante mucho tiempo
sin que se apreciase un notable crecimiento en el órgano que dio origen, “andado
el tiempo”, a las nuevas especies homíninas (los “nuestros”, en algunos de los cuales
muchos mojigatos no se reconocerían), y más adelante, a la llamada mente humana
moderna (esa presuntamente racional, analítica, cumbre de toda evolución y
maravilla de la creación, hecha a imagen y semejanza del creador).
Primero
surgieron primates bípedos, y mucho tiempo después, de entre ellos, muchos
desarrollaron un cerebro cada vez mayor. La razón de estos cambios hay que buscarla
fuera de los propios protagonistas de los
cambios fisiológicos y anatómicos mismos. El telón de fondo de su obra fue
cambiando primero, los ecosistemas a los que habían estado adaptados, un
auténtico self-service de frutas y verduras selvático y de bosque (bueno, no
tan cómodo como sugiere la palabra self-service, pero casi, al menos dentro de
la naturaleza salvaje), fueron retrocediendo a causa de grandes cambios
climáticos globales que desplazaban el agua y los patrones de precipitación
atmosférica y por tanto disminuyendo, frente a otros ambientes el ambiente
húmedo. El agua quedaba atrapada en los polos, el nivel del mar descendía,
grandes extensiones de tierra se secaban, se desertizaban o, en el mejor de los
casos se convertían en praderas, con pocos árboles y muchas hierbas altas. No
venía mal en ese entorno nuevo que parecía devorar el bosque una mirada
elevada, que por encima de las altas hierbas de sabana pudiese detectar a lo
lejos depredadores y….presas, bien se tratase de animales susceptibles de ser asesinados
para el propio sustento o, con mayor probabilidad, de animales caídos bajo los
dientes y garras de depredadores especializados, como los félidos. Esa mirada
alta, en un principio dudosamente orgullosa, la proporcionaba el bipedismo, el
tener la anatomía adaptada para permanecer erguidos sobre las patas traseras.
Disponer además de una mirada en color, que con anterioridad sirvió a sus
ancestros en los bosques húmedos para distinguir frutos, daba a estos primeros
miembros de nuestro árbol genealógico alejados cada vez más de los árboles,
una ventaja: pudo ayudar bastante a una visión en “cinemascope” bastante eficaz para
apreciar las oportunidades y peligros de la sabana en toda su extensión. Pero
nos hemos ido demasiado atrás en el tiempo (no en el evolutivo, pero sí en el
de la evolución humana): hubo muchas especies que “anduvieron· por ahí, en
África del este y del sur, y sus cerebros fueron creciendo en tamaño en gran
medida, podría decirse, por la dieta. La sabana no se caracteriza por ser un
jardín del Edén de frutos a mano, pero sí por ser un lugar con una gran biomasa
animal, con la que los depredadores existentes tenían banquete garantizado y
los carroñeros –como probablemente nuestros antepasados- restos de la fiesta
bastante suculentos. De ellos supieron extraer deliciosa médula (tuétano), rico
en proteínas. ¿Quién sino lo haría? Bueno, había por ahí algunos buitres que
arrojaban los huesos contra las rocas y luego bajaban a comer la médula (Robert
H. Reichholf). Quizás algún mono listo lo vio e hizo la primera ingeniosa deducción
de una mente primate: si el hueso no va a la piedra, que la piedra vaya al
hueso. Pero huyamos de ese lejano pasado pues mucho nos queda por caminar
erguidos: la fuente de proteínas que proporcionaba el gran banquete servido en
la sabana por los rebaños herbívoros contribuyó de manera decisiva a cambiar
nuestra organización anatómica y fisiológica, principalmente a aumentar nuestro
cerebro (y fíjense que ya hablo de “nuestro”, de “nosotros”, el camino a la
mente moderna tenía que comenzar con un espectacular aumento del cerebro, y éste solo era factible con un suministro energético que sólo las
proteínas animales podían proporcionar. Así que nos saltamos al Homo habilis,
Homo rudolfensis, Homo rhodesiensis, Homo ergaster, al Homo erectus, al Homo
georgicus, al Homo antecessor, al Homo heildelbergensis e incluso al Homo
neandertalensis con gran alegría, y de un saltito chiquitín al paradójicamente
poco encefalizado pero aparentemente brillante Homo floresiensis. Hace acaso
unos 200.000 años apareció, como tataranieto, nieto e hijo predilecto de
algunas de estas especies el Homo sapiens.
Y en estos momentos sabemos que usaban el ocre y las puntas de lanza y flecha
desde muy pronto (desde el principio mismo por lo que se sabe), y que al menos
que hace entre 80.000 y 40.000 años BP (Before Present, resten los creyentes 2000
añejos y será AC; Antes de Cristo) hicieron pequeñas y simbólicas obras de
arte, como pequeños amuletos con incisiones que no dejaban lugar a dudas sobre
su carácter geométrico o coloraciones de huevos de grandes aves. Estas pruebas
de la mente artística no parecen poder asociarse a la religión, como por
ejemplo se han relacionado las obras de Europa (la Capilla Sixtina de Lascaux),
y sugieren, primero, que la mente moderna no nació necesariamente asociada a la
religión, es decir, que arte y religión tuvieron orígenes evolutivos distintos,
aunque luego hayan coincidido tan habitualmente, y también que no nació de
golpe y porrazo (porrazo de troglodita clásico de viñeta) en unas cuevas
europeas entre hace 40 y 35.000 años BP. Pero tampoco nació nuestra mente mucho
más atrás: ya hemos hablado del intervalo entre los 80.000 y 60.000 años BP.
Eso fue antes del famoso fenómeno del Out of África, o salida de África de los
llamados Humanos Anatómicamente Modernos y….¡mentalmente modernos!, que luego
parece se mezclaron de distintas formas con las antiguas especies homininas
evolucionadas fuera de África tras salir con anterioridad de ella y que hemos
mencionado en un gran salto.
Nuestro
invitado de hoy no es amigo de los saltos evolutivos. Como especialista del
lenguaje echa por tierra la “mutación única” de la gramática universal de
Chomsky, Hauser Y Fitche. El lenguaje ha tenido sin duda una mucho más larga
evolución que la de la mente moderna. Manuel Martín-Loeches cree –y no
ciegamente, sino a partir de las evidencias paleoantropológicas y arqueológicas
hoy ya visibles- pues su especialidad es la Neurociencia Cognitiva
Evolucionista, que la gradualidad evolutiva darwiniana ha ido dando forma a la
mente humana, si bien un cambio sustancial se dio en el humano moderno y pudo
tener que ver con cambios genéticos discretos, acaso, pero en genes reguladores
relacionados con el tamaño cerebral y su expresión en determinadas zonas de
procesamiento cognitivo: para ser más concretos, y dentro del ya renombrado
lóbulo frontal, en la corteza dorsolateral, el área de Broca y adyacentes, anatómicamente, y en los
procesos de memoria operativa, fisiológicamente. Podría decirse que nuestro
cerebro creció, pero lo hizo a su manera. Esto encaja con una adaptación,
afortunadamente exitosa, si consideramos un éxito la cultura, la civilización y
el estar ahora aquí vivos. En su idea del acrecentamiento de la memoria
operativa está en la línea de investigadores tales como los recientemente entrevistado
en este blog, y dúo de andazas investigadoras Wynn & Colidge. Más capacidad
de procesamiento permitió un lenguaje, una música e incluso unas expresiones
artísticas más sofisticadas y, desde luego, un pensamiento simbólico con más
símbolos con los que jugar al malabarismo mental de la memoria operativa.
En su libro
La Mente del Homo sapiens expone estas y otras ideas en mayor profundidad. La
idea que persigue el libro es señalar nuestra singularidad como especie, en qué
consiste, a qué se debe. Pero hace muy poco que se ha buscado un socio
enormemente talentoso que le ha aportado sin duda mucho en su último trabajo
literario: El Sello Indeleble. Este sello es el que ha dejado la naturaleza en
nuestro cuerpo, pero también en nuestra mente y sus comportamientos. Somos tan
naturales como una oveja pero…¡somos humanos! Así que, visto el abismo (al
menos aparente) que nos separa de la oveja, ¿qué nos distingue de ella? o, mejor,
¿qué nos distingue como especie ineludiblemente biológica? Martín-Loeches y
Arsuaga persiguen con ahínco la respuesta en el Sello Indeleble. Si un tal
Brown habló de los universales culturales humanos, ellos se proponen una
empresa más amplia: los universales biológicos. ¿Qué nos hace humanos? Amigos,
no me lean a mí, lean el Sello Indeleble (y de paso la Mente del Homo Sapiens).
En esta
entrevista hemos preguntado cosas variadas, relacionadas con el trabajo del
autor solamente de modo muy tangencial. Sabíamos que podíamos crear un nuevo
adagio respecto a la relación pregunta-respuesta: “No hay preguntas improcedentes,
sino respuestas que no redirigen lo planteado hacia el contexto apropiado”.
Manuel Martín-Loeches ha sabido respondernos sabiamente, lo cual le agradecemos
tanto como al mismo hecho de que haya dedicado un tiempo para respondernos.
1.-En su libro Atención y Esfuerzo, Daniel Kahneman ponía de manifiesto que
la atención tiene una capacidad limitada, comentando una serie de ingeniosos
estudios que realizó midiendo el diámetro de las pupilas en procesos
atencionales. Este año otro Daniel, Goleman, saca un libro de título Focus en
el que habla de la atención como un músculo que puede fortalecerse, (un poco
como Cajal se refería al cerebro en su conjunto). Para Goleman, del
fortalecimiento de la atención se obtendría una notable mejora en el modo de
enfocar y vivir la vida. Usted que ha estudiado la atención, ¿qué podría
decirnos de su capacidad? ¿Podemos mejorar nuestra atención, aumentar su
capacidad, lograr ser más conscientes de lo que hacemos y de lo que nos rodea
con un “esfuerzo” o “refuerzo” de atención? ¿Podría decirseque Kahneman y
Goleman hablan un mismo lenguaje cuando hablan de atención?
A la última pregunta respondería que
espero que sí, que el término atención está suficientemente bien definido
dentro de la Psicología como para que en eso estén de acuerdo. La atención, como
prácticamente cualquiera de nuestras capacidades cognitivas, puede ejercitarse
y mejorarse con entrenamiento. Lo confirman los campeones de memorización en
concursos internacionales, que entrenan una gran cantidad de horas pero, a la
vez consiguen resultados espectaculares, multiplicando hasta por 3 o 4 la
cantidad habitual de elementos almacenados en memoria, y esto gracias a una
mejora también en sus capacidades atencionales (con el ejercicio, estas
personas consiguen ver más dígitos o palabras en muchísimo menos tiempo que el
resto de los mortales.
Ahora bien, se pueden atender a
múltiples aspectos de los estímulos, y es cierto que este tipo de ejercicios
incide en aspectos más bien superficiales, como los fonológicos o los
secuenciales simples, sin ninguna relación con otro tipo de aspectos (cruciales
para poder cambiar el modo de enfocar y vivir la vida) más complejos y
semánticos o conceptuales, más abstractos. Y aquí ya hablamos de otro tipo de
capacidades cognitivas no directamente relacionadas con la atención. También se
pueden ejercitar, por supuesto, pero en este punto nos movemos en aspectos de
la mente que dependen más de aspectos intelectuales generales en los que, como
sabemos, hay un peso algo más importante de la herencia biológica sobre la
experiencia o la educación.
Pero, se ejercite mucho o poco,
hablemos de atención en cualquiera de sus modalidades, o de cualquier otra capacidad
cognitiva, siempre tendrá un límite. La afirmación de Kahneman es por lo tanto
cierta, aunque, como dice Goleman, podamos subir ese límite.
2- Fuller Torrey propone en su libro Schizophrenia and Civilization de 1980, que la esquizofrenia es una enfermedad de aparición reciente (de alrededor de 1800). Entendiendo esquizofrenia por enfermedad en adultos jóvenes con deterioro, y, por supuesto con disminución de la fertilidad, es decir, que no se refiere solo a psicosis o paranoia, sino esquizofrenia en el sentido de defectual o de demencia precoz. También Hare refiere que no hay descripciones ni históricas, ni literarias de este tipo de esquizofrenia anteriores a 1800. ¿qué piensa de estas ideas?
2- Fuller Torrey propone en su libro Schizophrenia and Civilization de 1980, que la esquizofrenia es una enfermedad de aparición reciente (de alrededor de 1800). Entendiendo esquizofrenia por enfermedad en adultos jóvenes con deterioro, y, por supuesto con disminución de la fertilidad, es decir, que no se refiere solo a psicosis o paranoia, sino esquizofrenia en el sentido de defectual o de demencia precoz. También Hare refiere que no hay descripciones ni históricas, ni literarias de este tipo de esquizofrenia anteriores a 1800. ¿qué piensa de estas ideas?
No creo sinceramente que ese sea el
caso, ya que hay varios factores que explicarían por qué no parece surgir la
esquizofrenia antes de esa fecha, y por qué no sería tan reciente. Creo, por un
lado, que es una cuestión de definiciones y registros, que no serían más
sistemáticos para trastornos mentales hasta fechas más recientes. Que la
enfermedad conlleve ausencia de descendencia en aquellos que la manifiesten no
es una razón de peso porque otros portadores tendrían esos genes y tener tasas
de descendencia normales, e incluso podrían beneficiarse de aspectos positivos que
pudiera implicar el portar algunos de esos genes. Lo mismo se ha dicho de
aspectos como la homosexualidad, para la que algunos autores consideran tiene una
base genética, y su tasa de descendencia sería aún menor. De la esquizofrenia
además sabemos que son múltiples genes los que contribuyen a la enfermedad, y
que no en todos los pacientes se dan alteraciones en los mismos genes, y las
distintas combinaciones de los mismos pueden ser muy variadas. Con esto también
entraríamos en el terreno de si la esquizofrenia es una sola enfermedad o, como
se va ya planteando, sino serían varias entidades distintas bajo un mismo
nombre. La poligenia de la esquizofrenia también serviría como argumento para
descartar que una enfermedad tan poligénica como la esquizofrenia haya surgido
sólo hace 200 años. No tiene sentido.
3- En esta misma línea otras enfermedades/trastornos mentales podrían ser
también producto de la civilización, entendida como sociedades con alta
densidad de población y división del trabajo. Por ejemplo, es difícil pensar en
la existencia de psicópatas en sociedades de cazadores-recolectores. Tenemos
claros testimonios de que estas sociedades primitivas castigan a los
“aprovechados” con el ostracismo, o incluso con la muerte. Parece difícil que
una estrategia parásita como la del psicópata pudiera triunfar en este tipo de
sociedades. Con respecto al Trastorno obsesivo-Compulsivo podemos pensar algo
parecido. Si hay que ir a cazar y buscarse la vida por uno mismo parece más
difícil perder horas en rituales de comprobación o limpieza, estos sujetos se
reproducirían menos, aunque en este caso el argumento nos parece más débil que
en los dos ejemplos anteriores (esquizofrenia y psicopatía).
Más que productos directos de la
civilización, yo más bien creo que muchas veces lo que hace la civilización es
exagerar algo que, en cualquier caso, ya estaba allí, aunque con menor
frecuencia. El tema es no obstante mucho más complejo y lo que mencionas acerca
del control social mediante el ostracismo o la muerte sin duda habrán
contribuido sobre esas frecuencias. Yo creo también que muchos trastornos
mentales, como la depresión, la ansiedad, el trastorno obsesivo-compulsivo, e
incluso aspectos de otras como la misma esquizofrenia, o la psicopatía, se ven
enormemente potenciados por el ambiente actual, generalmente de grandes urbes y
grupos sociales y un ritmo de vida y familiar para los que nuestro cerebro no
está primordialmente adaptado. La teoría de la “mente adaptada”, de Cosmides y
Tooby, viene a proponer esto, que yo secundo: que nuestra mente, nuestro
cerebro, se forjaron en la Sabana hace cientos de miles de años conviviendo en
grupos de congéneres de no más de 100 o 150 personas. Todo lo que no sea eso
supondrá un esfuerzo notorio para nuestros “módulos mentales”, con el consiguiente
riesgo de fracaso y una mayor incidencia de trastornos mentales.
4.-Como estudioso del lenguaje desde un punto de vista psicobiológico,
¿cuándo y cómo cree que pudo aparecer? ¿Qué especies homínidas podrían tener
lenguaje o protolenguaje según su parecer y a la luz de las evidencias
paleontológicas y arqueológicas?
Las evidencias paleontológicas al
menos van demostrando enormes similitudes entre los aparatos fonadores de
humanos modernos y otros homínidos, ej., los neandertales, al contrario de lo
que se venía creyendo hasta ahora. Por otra parte, si nos atenemos a lo que
sabemos ahora sobre cómo es el lenguaje humano y cómo se imbrica éste en el
complejo sistema de circuitos cerebrales, me parece muy poco plausible la
teoría “sintactocéntrica” y de aparición súbita del lenguaje propuesta por
algunos autores como Chomsky, Fitch o Hasuer, entre otros. El lenguaje abarca
tantos aspectos relativamente diferentes y complejos que trabajan al unísono,
que me resulta inaceptable que pueda ser el producto de una mutación única. Y
no sólo en relación a la sintaxis –la considerada el “alma mater” del habla
humana-, sino otros muchos aspectos también relevantes, como el léxico (o
diccionario mental). Y la sintaxis como el “corazón”, como lo nuclear del
lenguaje humano, también tiene mucho de discutible. Por un lado bien puede ser
fruto de una elaboración cultural, pues se demuestra que muchas categorías
gramaticales surgen por evolución de secuencias de palabras de otras varias
categorías. Por ejemplo, en castellano hemos pasado de la expresión “A Dios
encomiendo tu alma” a la interjección “Adiós”. No hay nada genético que marce
la necesidad de esa estructura, es el puro uso de las palabras por una
comunidad de hablantes, que suelen aplicar (normalmente de manera inconsciente)
principios de economía, de discriminabilidad y eficacia en la intercomunicación,
y de la ley del mínimo esfuerzo, como decía Zipf. Por otro, la “recursividad”,
esa capacidad tan principal y exclusiva de nuestra sintaxis, al final parece
que ni es tan principal, ni tan exclusiva.
En definitiva, la evolución del
lenguaje pudo muy bien ser algo gradual, y haber estado presente, aunque con
una sintaxis rudimentaria pero suficiente, desde los tiempos de Homo erectus. Aumentando y desarrollando
el diccionario mental, junto con la evolución (principalmente cultural) de la
sintaxis y su complejidad, habríamos llegado a un lenguaje como el nuestro.
5.-Hace poco que se ha publicado su libro, escrito junto con Juan Luis
Arsuaga, El Sello Indeleble, en el que abordan no aquello que nos hace
como otro animales, que sería ese "sello indeleble" de animalidad
señalado por Darwin, sino lo que nos hace únicos. ¿Qué nos podría contar de ese
asunto de nuestra unicidad para animar a nuestros lectores a leer el libro?
Muchas de las cosas que nos hacen
únicos tienen en realidad antecedentes en lo que no nos hace únicos, y en
muchos casos son una exageración llevada al extremo de esas cosas que
compartimos (como la mente social). Dicho de otro modo, y como defendía Darwin,
el sello indeleble está por todas partes, hasta en lo que parece hacernos más
especiales. Muchas cosas parecen, o más bien son, únicas, pero en el fondo se
puede ver de dónde vienen sus ingredientes. Por ejemplo, la mente religiosa
podría ser muy bien un producto de la necesidad de nuestra mente de encontrar
“agentes”, responsables de lo que sucede, con intenciones, propósitos,
sentimientos y deseos. De ahí podría haber surgido la creencia en “espíritus”
y, por traslado de nuestras estructuras sociales, espíritus de mayor o menor
rango, seres supremos o dioses, y seres supernaturales despreciables (como el
demonio, por caso). El arte se podría entender en sus raíces por un intento de
hiperestimular nuestros sistemas perceptivos, que es fruto de gran placer para
el cerebro, junto con una capacidad manual que, si bien es también única entre
los primates, no deja de ser un derivado, un desarrollo o evolución de la de
aquellos. Y así, prácticamente todas nuestras “unicidades”; todas tendrían
raíces en nuestra pertenencia al reino animal, todas tienen el “sello
indeleble”. En el libro describimos muchas más de estas unicidades que, aunque
lo parezcan, no han surgido de la nada –aunque, esos sí, presentan en nuestra
especie unos rasgos excepcionales-.
6.-La ciencia tiende cada vez más a la interdisciplinariedad, como se puede
observar en su colaboración con Arsuaga. Díganos, de alguna manera,
confírmenos: ¿evolucionismo y neurociencia son ya ramas entrelazadas necesaria
y definitivamente? ¿Cómo ve las incipientes disciplinas de la paleoneurología y
la psicología y la psiquiatría evolucionista?
Y yo añadiría la neurociencia cognitiva
evolucionista, que sería la disciplina con la que más afín me siento. Bueno, la
verdad es que no soy muy amigo de poner etiquetas, pero sí de aunar esfuerzos
desde las disciplinas más dispares para descubrir más rincones de conocimiento.
Creo que a día de hoy la neurociencia, la psiquiatría, la psicología, la
arqueología y la paleontología no sólo pueden sino que deben ir de la mano a la
hora abordar cómo pudo ser la evolución de nuestra especie. Quienes se dedican,
desde el ámbito académico, al estudio de la mente son los que realmente saben
de la mente (lo poco o lo mucho que se sepa), y por eso resultamos
imprescindibles en el estudio de la evolución humana al nivel del
comportamiento. Algo con lo que me encuentro muy a menudo es que desde la
arqueología o la paleontología se producen intentos de definir las capacidades
mentales de especies extintas, y de las diferencias entre éstas y los humanos
actuales, pero que sin embargo utilizan una terminología y una definición de conceptos
que, en el mejor de los casos, están trasnochados. Se habla mucho de mente
simbólica sin tener claro ni bien definido qué es exactamente eso de mente
simbólica, ni tan siquiera si es un constructo válido desde la psicología o la
neurociencia cognitiva actuales. Como
digo, mucho concepto espurio y trasnochado y, lo que normalmente es peor, grandes
dosis de introspección e intuición, pero no método científico. Para saber cómo
pudo ser la mente de un neandertal, o de un Homo
erectus, pongamos por caso, es fundamental conocer en profundidad cómo es
la mente de un ser humano actual, y esto es algo que pertenece de motu propio a
las disciplinas científicas de la psicología y la psiquiatría.
7.-¿Cuál sería a su juicio un gran descubrimiento sobre el cerebro que pudiera ocurrir en la década presente? Y por otra parte ¿Qué misterio del cerebro desearía desentrañar?
El gran misterio que me gustaría
desentrañar es el del lenguaje. Sabemos mucho sobre el mismo, pero seguimos sin
saber cómo se imbrica esa maquinaria cerebral para que todo vaya tan fluido y
sea tan fácil, a pesar de la inmensa cantidad de cálculos que el cerebro tiene
que desarrollar para poder comprender un mensaje lingüístico en apenas
milisegundos, y considerando una enorme cantidad y calidad de información
(desde lo fonológico y lo prosódico hasta lo más semántico y de conocimiento
del mundo, todo en un instante). Otro gran misterio sería el de la consciencia:
cuándo y por qué surge en nuestro día a día, y cuál puede ser su verdadera
utilidad, por qué surgió por selección natural este fenómeno. Numerosos
descubrimientos científicos están poniendo de manifiesto la aparentemente pobre
utilidad de la actividad consciente respecto a la inconsciente, y que la
consciencia no es ni de lejos un fenómeno exclusivamente humano. Hasta con
ratones se están realizando experimentos sobre esta característica mental.
Respecto a descubrimientos futuros a
medio plazo no espero nada demasiado increíble, pero sí un desarrollo
tecnológico que nos permita ver cada vez más tejido cerebral en funcionamiento
y con muchísimo mayor detalle.
8.-¿En qué
está trabajando ahora?
Como
siempre, sigo estudiando el lenguaje (especialmente en sus aspectos sintáctico
y semántico) en su relación con otros aspectos de nuestra mente como pueden ser
las emociones, las características del interlocutor, etc., en un intento por
situar el lenguaje en su justo lugar dentro de la compleja maquinaria
neurocognitiva. Además de esto tenemos
abiertos varios frentes, uno de los cuales es el arte; estamos realizando
estudios de esa disciplina que se conoce como “neuroestética”, con el fin de
integrar este comportamiento humano en un marco natural y evolucionista. Otro
de nuestros frentes es el pensamiento religioso, donde igualmente vamos
encontrando evidencias de lo mucho que comparte lo religioso con lo
no-religioso en el cerebro. Mi fin último, mi proyecto a muchos años, es poder
dar una definición natural del ser humano desde el rigor científico,
desprovista de ‘homocentrismos’, espiritualismos y supercherías. Queda mucho
por hacer en este sentido.
1 comentario:
Desde luego es una buena entrevista, tanto por las preguntas como por las respuestas. En general coincido con sus opiniones, sobre todo en lo referente al lenguaje, realización de estudios interdisciplinarios en los estudios de la mente humana, necesidad de establecer un modelo genérico sobre cómo funciona nuestra mente para poder comprender cómo pudo ser la de nuestros antepasados. Sin embargo, tras estas intenciones y haber leído el libro “El sello indeleble” me queda la sensación de cierta falta de coordinación interdisciplinaria entre sus autores, sobre todo en la relación entre los mecanismos evolutivos y la realidad psicobiológica actual. Da la impresión de que se está iniciando un camino interdisciplinario totalmente autónomo, donde aún les queda mucho que recorrer para llegar a las metas que se indican en la entrevista. Camino que espero que llegue pronto a buen puerto, para ver si sus conclusiones son similares a las ya elaboradas, pues ya ha sido recorrido en gran parte por otros.
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