N. Humphrey |
Voy a continuar un poco más con las ideas de Humphrey sobre la conciencia y voy a insistir y abundar en ellas. ¿Por qué? Pues más allá de su acierto o no, creo que nos colocan en una posición para pensar acerca de la conciencia en la que poca gente suele situarse: en la de contar con la evolución y la selección natural para entenderla. Creo que este enfoque convierte un misterio en un problema, y ese cambio me parece fundamental. La conciencia no apareció para que pueda preguntarme quién soy, qué hago aquí, cuál es mi lugar en el Universo, sino para luchar contra el enemigo más formidable, el más impredecible e inteligente que puedo encontrarme: mis semejantes, el ser humano. Un subproducto de esta función de arma que tiene la conciencia -para luchar en el mundo social- es que puedo hacerme todas esas preguntas, e incluso ser consciente de mi propia muerte, pero no era ése el objetivo.
Recuerdo brevemente el planteamiento de Humphrey. Cualquier animal que viva en un grupo social complejo necesita, por encima de cualquier otra cosa, la capacidad que Humphrey llama “psicología natural”, la capacidad de modelar o simular la conducta de los otros miembros del grupo. La conciencia, como un fenómeno, una adaptación biológica, habría evolucionado precisamente para servir a este fin. El verdadero valor de la conciencia es que da al psicólogo natural acceso directo a conceptos psicológicos - el concepto de sentir dolor, de sentir miedo, es decir la conciencia de las propias experiencias y emociones- sin las cuales sería imposible simular la conducta de los demás. A menos que un animal haya sido consciente del dolor, como resultado de una herida propia, no puede entender la conducta de otro animal herido. Según Humphrey, fuera de esta función la conciencia no tiene ninguna otra utilidad. Esta hipótesis permite hacer predicciones, como que si la conciencia existe fuera de la especie humana existirá en aquellos animales que lleven una vida social suficientemente compleja y no existirá en aquellos que no la tengan.
Creo que con esta teoría respondemos también a una pregunta que se hace mucha gente y que expresa muy bien Chalmers en el libro de Susan Blackmore: La pregunta de Chambers es por qué no se podría haber hecho todo lo que hacen los seres vivos, o más en concreto las actividades más complejas que nosotros realizamos (planificación, toma de decisiones, integración de información, lo que sea…) sin conciencia: ¿por qué no podrías haber tenido estos procesos cerebrales que han producido esta conclusión sin experiencia subjetiva en ninguna parte? (lo del zombi de nuevo). Aparentemente la conciencia sobra.
Antes de contestar a esta pregunta, voy a contar una anécdota. Cuenta la leyenda que Henry Ford encargó una vez hacer un estudio de las piezas del Ford T por todos los desguaces de Estados Unidos para ver si había partes del coche que nunca fallaban. Sus inspectores informaron de todo tipo de fallos en los frenos, los pistones, etc., todos fallaban. Pero los inspectores llamaron la atención sobre una notable excepción, al pivote de la dirección (kingpin) todavía le quedaban años de vida en todos los casos. Con una lógica implacable, Ford concluyó que esos pivotes eran demasiado buenos para su trabajo y ordenó que en el futuro los hicieran siguiendo unas especificaciones de menor calidad.
La naturaleza es por lo menos una economista tan cuidadosa como Henry Ford. No es su costumbre tolerar extravagancias innecesarias en los animales de sus líneas de producción: las capacidades superfluas son recortadas y sólo se añaden nuevas capacidades cuando son realmente necesarias. Por eso no debemos esperar que los animales posean capacidades que exceden lo que su vida natural exige de ellos. Si alguien dijera, por ejemplo, que algunas especies de primates (y el hombre en particular) es mucho más inteligente de lo que necesita podemos estar seguros de que esa persona se equivoca. Y lo mismo podemos decir de la conciencia.
Nicholas Humphrey trabajó siete años con una chimpancé, Helen, a la que se le había amputado la corteza visual. También hay casos en personas que han sufrido accidentes cerebrovasculares o tumores que presentan la misma clínica que Helen, lo que se llama “ceguera cortical”. Estos pacientes dicen que son ciegos, no son conscientes de ver, pero si les pones unas rayas horizontales y les dices que prueben a adivinar si las rayas son horizontales o verticales aciertan que son horizontales. Y lo mismo en otro tipo de pruebas. Helen consiguió recuperar visión y era capaz de correr por la habitación sin tropezar con ningún objeto. Tenemos aquí visión sin conciencia de visión, por lo que podemos conceder que la conciencia no es necesaria para ver.
Muy bien, pero ¿cómo afecta esto a la capacidad de Helen de hacer psicología? Bien, el caso de Helen igual no es el ideal para pensar en este problema porque Helen ya era adulta cuando le amputaron su corteza visual, pero imaginemos el hipotético caso de un chimpancé operado nada más nacer y que nunca en su vida hubiera sido consciente de sensaciones visuales. Este chimpancé sería capaz de usar la información visual de una manera prácticamente similar a la de un chimpancé normal para juzgar la forma , profundidad, posición, etc. de los objetos. Si le observáramos en situación de aislamiento social de otros chimpancés, no apreciaríamos ningún déficit. Pero los chimpancés no viven aislados. Si un chimpancé quiere predecir la conducta de otros, una de las cosas que necesita es comprender que los otros chimpancés hacen uso de la información visual, que los otros chimpancés pueden ver. Y este es el aspecto en el que Humphrey cree que el chimpancé operado sería minusválido. Siendo ciego a las sensaciones visuales sería ciego también a la idea de que otros chimpancés pueden ver, y esto le colocaría en clara desventaja, ya no estaría en la privilegiada posición de un psicólogo introspectivo natural.
Si este experimento se realizara y se confirmara lo que dice Humphrey, podríamos sacar también la conclusión de que los zombis filosóficos no podrían existir, biológicamente no son competitivos (en animales sociales), las criaturas capaces de tener conciencia les desplazarían.
Resumiendo, Humphrey contempla la conciencia como un arma para la navegación y la vida social. El ojo de la conciencia no es para mirar en mi interior, sino en el de los demás. La conciencia sirve para meternos en las mentes de los demás. Que nos metamos en las nuestras no sirve directamente de nada, ese no era el objetivo de esa adaptación biológica que es la conciencia. Lo que realmente nos sirve es meternos en la mente de los demás y poder así predecirlas y manipularlas.
@pitiklinov
Referencia
4 comentarios:
"imaginemos el hipotético caso de un chimpancé operado nada más nacer y que nunca en su vida hubiera sido consciente de sensaciones visuales. Este chimpancé sería capaz de usar la información visual de una manera prácticamente similar a la de un chimpancé normal para juzgar la forma , profundidad, posición, etc. de los objetos."
...sin reconocerlos. Ceguera cortical y agnosia van de la mano. No chocan con los objetos, describen su forma, su color, pero son incapaces de reconocer qué están viendo. La hipótesis de Humphrey me parece desencaminada para explicar la conciencia. Es muy sugerente para dar cuenta de ciertos aspectos de la conciencia en especies sociales. La "teoría de la mente" se puede entender así, como un instrumento para apañártelas en las relaciones y conflictos con tus congéneres. Pero todos los animales precisan atribuir estados mentales a sus congéneres. Sin embargo, todos necesitan discernir qué es ese bulto que se mueve delante de su cara. Si extirpas el tejido nervioso que se encarga de reconocer lo que ves, distingues por el tacto y el olfato las ciruelas de los cojones de un leopardo. Helen, en la selva, no llega al día siguiente.
"Pero todos los animales precisan atribuir estados mentales a sus congéneres."
Disculpa. Falta un "no" después de "pero".
Si al dañar la parte del cerebro que te permite ser consciente de estar viendo algo, también te cargas la capacidad reconocer qué es eso que estás viendo, tenemos una buena pista sobre la función de la conciencia.
Muy buenas objeciones, Masgüel. Tienes toda la razón en que Helen no solo tiene problemas para hacer Psicología, también para hacer Física...Este libro de Humphrey es el primero sobre la conciencia, y un hito por lo diferente de su planteamiento para la época, pero su pensamiento ha evolucionado en estos 30 años. Quizá en obras más recientes pueda dar cuenta de estas pegas y nos gustaría entrevistarle también a ver cómo son sus ideas actuales.
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