Antes de que en el mundo hubiera vid o uva nuestra alma estuvo embriagada de un vino inmortal (Rumi).
El
mito atribuye a Dioniso la autoría del vino, el que lo dio a conocer a
la humanidad a fin de procurarle esa embriaguez que todos conocemos a
propósito del alcohol. En realidad un proceso de lo más natural puesto
que la fermentación es uno de los destinos de la glucosa y por tanto de
la fruta madura.
Lo
que permite asegurarnos la idea de que nuestra especie, asi como todas
las especies frugívoras hemos estado en contacto con el alcohol etílico
desde tiempo inmemorial, aunque es cierto que siempre en pequeñas
cantidades hasta que Dioniso nos enseñó a cultivar la uva y más tarde a
utilizar sus azúcares fermentados para la elaboración del vino. Tambien
la cerveza apareció de forma similar.
Paradójicamente con esta
idea, el alcohol etílico a pesar de sus profundos efectos sobre el
cerebro no posee receptores propios, como el opio o el cannabis y se
limita a ocuparlos todos, provocando una especie de tormenta cerebral
que conocemos con el nombre de embriaguez.
Y
consecuentemente con ella, nuestro hígado posee un enzima especifico
para degradar el alcohol, la alcoholdeshidrogenasa que degrada el etanol
y lo convierte en acetaldehido que posteriormente se degrada en dioxido
de carbono y agua. Sólo dos pasos para la degradación. Lo curioso de la
deshidrogenasa es que está presente no sólo en las especies que están
expuestas al etanol como sería de suponer, sino que algunas especies
marinas también poseen este enzima necesario para no morirnos cuando nos
bebemos una cerveza.
Y son estos productos tóxicos, el
acetaldehido-acetato precisamente los responsables de la conocida
"resaca", junto con la deshidratación (salida de agua de la celula al
espacio intersticial) que conlleva la intoxicación del etanol la
responsable de ese "dia después" donde pagamos las consecuencias del
exceso.
Dicho de otra manera el alcohol es un tóxico.
Más
paradojas: es un tóxico pero tambien tiene propiedades medicinales, me
refiero concretamente al vino con sus conocidos polifenoles y más
concretamente el resveratrol que es el componente más estudiado y que da lugar a un curioso fenómeno conocido como "paradoja francesa".
Los paises productores y mayormente consumidores de vino tienen menos
enfermedades cardiovasculares que aquellos paises donde no se consume
vino.
Y sobre todo es más tóxico para unos que para otros. ¿Cómo se explica este contradicción?
Lo
cierto es que los alcoholes no son todos iguales, no son los mismo los
que proceden de la fermentación que los destilados. Unos tienen más
graduación que otros como todo el mundo sabe, los alcoholes blancos
(ron, ginebra) son más tóxicos que los pardos o el propio vino.
La
verdad del asunto es que no sabemos cual es el limite por el que un
individuo pasa de ser un consumidor a un adicto. Todos nosotros más o
menos somos consumidores de alcohol y sin embargo no somos alcohólicos,
¿cómo podemos explicar este fenómeno?
El fenómeno tiene dificil explicación desde el paradigma neurobiológico, que es el políticamente correcto, me refiero al modelo de adicción
que el modelo hegemónico en biomedicina. Según este modelo la adicción
seria el trasunto final del abuso crónico de alcohol. El problema está
en definir que es uso y qué es abuso. "Beber como un caballero" o
aprender a beber es un asunto nada baladí, porque beber es algo que se
aprende, algo que tiene un sentido, algo que puede representar un rito
inicático o algo que simplemente sucede como una manera de
autoprovocarse una embriaguez rapida y sin sentido. Aqui en este post me preguntaba precisamente si sabemos beber.
Y
no, la mayor parte de los adictos al alcohol no saben beber. O dicho de
otra manera: para ser un adicto al alcohol es necesario utilizar el
alcohol como una automedicación, es decir para aliviar ciertos
contenidos de la conciencia. El alcohol usado como medicamento para
inducirse tranquilización, motivación o exaltación es muy peligroso.
En
realidad los efectos neurobiológicos del alcohol son muy ambigüos
(recordemos ahora la ausencia de receptores especificos). En algunas
personas se comporta como un sedante, en otras excitante, estimula la
agresividad pero tambien el contacto, nos hace parlanchines y alegres y a
veces inunda nuestro psíquismo de una profunda confusión mental.
Todo
depende claro está del individuo y no tanto del alcohol en sí. Pero
sabemos algunas cosas: los factores que intervienen son múltiples: el
sexo, el peso, la edad, el patrón de ingesta, la existencia de
tolerancia, la forma de metabolización hepática (rápida o lenta) y sobre
todo una variable crítica: el grado de conciencia alcanzado en la propia evolución personal que determina el por qué se consume el alcohol y sobre todo; en qué contextos psíquicos o ambientales.
Algunas
de estas variables nos pasarían desapercibidas si solo aplicáramos el
modelo de adicción al estudio del alcoholismo o la dependencia al mismo.
Curiosamente hay personas que abusan del alcohol y no presentan jamás
sintomas de deprivación y la abstinencia es precisamente una de las
condiciones por las que sabemos que el alcohol induce dependencia. Otras
desarollan una cirrosis sin presentar jamás signos de abstinencia y
otras presentan alucinosis alcohólicas o delirium tremens
sin haber dado muestras de una grave dependencia anterior. Todo lo cual
viene a señalar en la dirección de que existen otros factores que
juegan su papel en el desarrollo de complicaciones graves.
En
realidad considerar que el alcohol es un tóxico que causa dependencia es
una elaboración "postdictiva". Sabemos que tal o cual paciente es un
dependiente porque ha hecho una complicación de este tipo pero no
podemos predecir qué pacientes la harán y cuales no.
Con esto no
quiero decir que no exista la dependencia al alcohol, lo que quiero
decir es que el modelo adictivo es insuficiente para explicar la
fenomenología del beber en exceso. Y que además se hace un uso abusivo
de él, me refiero al modelo adictivo pues hoy ha dejado el campo de las
sustancias psicoactivas y ya hablamos de adicciones comportamentales,
del juego patológico, de la dependencia al "jogging" o de adicción al sexo o la comida.
En
mi opinión se trata de excesos del lenguaje, no puede haber adicción
mas que a ciertas sustancias psicoactivas y es muy probable que aun en
estos casos la adicción no sea tal y como nos la imaginamos. Por ejemplo
en este articulo de Vohs y Baumeister, (2009) "Creer o no creer en el libre albedrio" los
autores ponen el dedo en la llaga cuando se plantean la hipótesis de
que en realidad tanto para el enfermo como para el médico es mejor creer
en que la adicción es una enfermedad cerebral que una patología de la
responsabilidad. Convertir una elección equivocada en una pulsión
biológica alienada es una buena forma de escurrir el bulto y refugiarnos
en el determinismo biológico inapelable, en un cerebrocentrismo donde
la enfermedad es la consecuencia de un mal funcionamiento cerebral. En
este sentido el consumo de alcohol o tóxicos, junto con otras conductas
dañinas han sufrido un proceso de desmoralización en el sentido que Jonathan Haidt ha dado a esta idea.
Por otra parte no está nada claro que las adicciones sean enfermedades genuinas, como las otras (las de verdad). ¿Es el alcoholismo una enfermedad
como las demás? a pesar de los cambios cerebrales que se han descrito
con el uso y abuso crónico del tóxico las cosas no acaban de estar
claras del todo y la variable responsabilidad ha sido barrida del
discurso médico.
Enfermedades y no-enfermedades.-
Lo
que diferencia una enfermedad verdadera de una adicción, es el hecho de
que las enfermedades son espontáneas, es decir suceden más allá de la
voluntad del propio sujeto. Algo que se encuentra bastante alejado de la
“voluntariedad” que manifiestan las adicciones. En cualquier caso se
trata de una “enfermedad” autoinducida lo que la diferencia de las demás
y no sólo eso sino que una adicción supone siempre el quebrantamiento de un consenso moral:
las drogas son ilegales (casi todas) porque el Estado las ha prohibido
por sus efectos adversos y visibles con rapidez, los que caen en ellas
antes de ser enfermos son transgresores de una norma cívica.
Por otro lado el criterio de cambios cerebrales por sí mismo no justifica el calificativo de “enfermedad”.
No
debemos perder de vista que ciertos procesos han sido sometidos a una
“moralización” por ejemplo la prohibición de comer carne en ciertas
religiones o en los vegetarianos, mientras que otras conductas han sido
sometidas a una desmoralización (o una naturalización), significa que
las adicciones han pasado de considerarse “vicios” a considerarse
“enfermedades”. Mi opinión es que al sustraerles la parte moral a este
tipo de conductas les hemos quitado tambien la posibilidad de redimirlas
a través de otra conducta moral. Por ejemplo el alcoholismo se cura a
través de una especie de “ritual religióso” como la que proponen las
ordenanzas de “alcohólicos anónimos” que prescriben una supresión del
alcohol de por vida (similar a la que postulan las religiones). En mi
opinión estas técnicas tienen más éxito que las médicas pues devuelven
al individuo cierto control sobre su conducta, mientras que la
medicalización de las mismas tiene un éxito muy relativo y menor.
Por
todo esto, algunos expertos defienden que la adicción no debería
ajustarse al término enfermedad, sino a una forma extrema de la
normalidad, o más exactamente, una forma extrema de aprendizaje.
Pero
no solo de aprendizajes vive el hombre sino también de trascendencia,
es por eso que en el próximo epígrafe hablaré de un modelo alternativo, un
modelo metafisico: la metafisica del alcohol.
Metafisica del alcoholismo.-
Pero volviendo al tema concreto del alcohol, me parece obvio señalar
que el alcohol es una droga maníaca, es decir propicia - a diferencia de
otras drogas como la heroína- una especie de embriaguez anagógica. Una
embriaguez exaltada que agranda artificialmente el Yo y le dota de un
poder que el estado natural no puede alcanzarse espontáneamente.
Podríamos
decir que la embriaguez alcohólica es buscada precisamente porque
modifica la consciencia en un estado que es percibido como benéfico para
el individuo concreto. De lo contrario -sin ese enlace con un estado
nuevo y vigoroso- no podría entenderse la repetición y la búsqueda de
nuevas embriagueces en el individuo "adicto". ¿Qué sentido podría tener
repetir una experiencia de embriaguez que casi siempre termina bordeando
los limites de la tragedia, o al menos del malestar o displacer de la
resaca o las consecuencias sociales de la misma?
Es obvio que en
la experiencia de embriaguez -en sí - está la variable critica que
apunta frente a la repetición de la misma. En la embriaguez hay un
placer, por más que se prolongue en un displacer posterior que no sirve
como corrección de esta búsqueda.
Esta es precisamente una de las
patatas calientes con las que se enfrenta la neurociencia en la
investigación de la neurobiología del problema. Sencillamente el modelo
de placer-recompensa no explica la repetición de una pauta de
comportamiento que por sí misma se revela inadecuada a medio plazo. O
dicho de otra manera: la búsqueda de embriaguez no se explica con el
modelo adictivo, tiene que haber algo más. El alcohólico en este sentido
no es sólo una persona capturada por mecanismos adictivos de su cerebro
sino que hay algo más en esa repetición.
¿Qué se busca en la embriaguez?.-
Para
contestar a esta pregunta deberemos recordar dos cuestiones teóricas,
la primera es Eros y su función y la segunda la constitución de la
consciencia humana tal y como la conocemos en nuestra especie, algo de
lo que ya hablé, en una serie de post que titulé "¿Una conciencia doble?
y también en esta conferencia que podeís ver en video aqui (son tres vídeos) donde hablé de malestar que emerge de nuestra consciencia dividida.
De
esta conferencia -donde hablo precisamente de las ventajas y
desventajas de eso que Huxley y Rojo han llamado "ruptura de la
simetría"-, no voy a volver a hablar salvo para decir que una de las
consecuencias más importantes de la ruptura de la simetría de la
conciencia -la Gran escisión- es ese anhelo que queda en todos nosotros
los humanos respecto a la Unidad, algo que queda como una especie de
anhelo de trascendencia y que podemos explorar gracias a Eros.
Eros
no debe confundirse con el amor, ni siquiera con el instinto
reproductivo. Eros es una entelequia, un intangible que tiene propósito (telos)
en sí mismo (en) y que sólo adquiere visibilidad cuando nos situamos en
un plano metafísico, un plano donde las cosas no pueden verse (no
existen) pero pueden sentirse (son) a través de sus efectos sobre lo
material . Eros en este sentido y según el mito es hijo de un Dios y de
una mortal, pero no de una mortal cualquiera sino de la Privación, la
Pobreza y la Necesidad. Eros es un psicopompo, -el que conduce el alma a
su destino inferior o superior- y que enlaza al ser humano con la
Unidad y a ese movimiento le llamamos trascendencia.
Pues lo
humano tiene esa Falta fundamental, es su eje de torsión. La privación
es en lo humano su eje fundacional, somos seres incompletos que buscamos
a través de lo Otro, nuestra completud, sea lo que sea eso Otro. Y lo
hacemos frecuentemente de una forma sacrificial bien consciente o bien
inconscientemente pues Eros no puede disociarse de Tanatos.
De
manera que podemos entender ahora que Eros es una embriaguez que nos
lleva hacia la degradación o destrucción de lo humano (catagógica) o
hacia la elevación trascendente (anagógica).
Para entenderlo mejor tomaremos la siguiente metáfora. Una metafora que llamo la "metáfora del contador de corriente".
Todos nosotros tenemos corriente eléctrica en casa, de modo que es una metáfora comprensible para todos.
Tenemos
cada uno de nosotros contratada una potencia eléctrica en nuestro hogar
(contada en Kw), este contrato podria asemejarse a nuestra esencia, lo
que traemos de genético, epigenético y ambiental de nuestra primera
infancia. El contrato de Kw depende naturalmente del número y la
cantidad de electrodomésticos que tengamos en nuestro hogar. Por termino
medio tenemos contratados unos 5 kw.
Despues en cada edificio hay
un contador individual: ese contador está diseñado para que no se
superen los Kw que tenemos contratados de tal forma que si lo hacemos
corremos el riesgo de que el automático salte y nos quedemos sin luz.
Otra opción que tienen las eléctricas es contarnos el gasto a precio de
oro si sobrepasamos la potencia contratada.
En cualquier caso y
para que la metáfora siga siendo servible, el gasto de energía de
nuestro cerebro (que es el contador) no puede exceder del gasto de
energía contratada y si lo hace se sigue un verdadero estropicio en
nuestra instalación.
Pues bien: Eros es algo asi como la potencia
contratada. Lo interesante es que no tenemos el mando sobre esta
"potencia" sino que nos viene de serie. Si forzamos nuestra maquinaria
lo único que conseguimos en que salten los plomos y nos quedemos sin
luz.
Eso es poco más o menos lo que les sucede no sólo a los
alcohólicos sino a todos aquellos que viven o desean vivir experiencias
(o negarlas) que van más allá de su potencial de cambio plástico. Estoy
pensando ahora en los maníacos donde podemos contemplar precisamente a
Eros haciendo de las suyas y llevando el paciente hacia una embriaguez
catagógica, empujándole a caer por una pendiente de gastos excesivos,
excesiva confianza en sí mismo, a tomar decisiones imprudentes, etc. En
suma irracionalidad. Eros se ha impuesto al Logos.
La fuerza y el
vigor de Eros es extraordinaria y cuando podemos contemplarlo sin los
controles de un cerebro sano se revela en su verdadera animalidad, en su
pulsión destructiva y desnuda y en su intención esencialmente unitiva y
trascedente arrastrando al individuo más allá de su voluntad.
Lo
que busca Eros es precisamente la reunión: volver a ser uno, abandonar
la dualidad, fundirse en un abrazo perenne con lo que no-Es, con lo
Otro.
Naturalmente las adicciones son simulacros de este anhelo de
reunión y aunque en momentos puntuales puedan prometerla, se trata de
una promesa que en el largo plazo no podrá ser cumplida. Más
concretamente arrastrará al individuo a su destrucción y degeneración
cuando no a la animalidad pura.
Lo interesante de contar con Eros
para explicar tanto lo maníaco como la adicción al alcohol es que con
mucha frecuencia los enfermos depresivos -y también otros- recurren al
alcohol para propiciarse estados hipomaníacos es decir como
antidepresivo. Ahí es posible entrever el carácter maníaco de Eros
insuflando energía al sistema ya de por si sobrecargado.
El alcohol es en este sentido una especie de curalotodo, un bálsamo de Fierabrás tal y como nos cuenta Cervantes en el Quijote.
El bálsamo de Fierabrás es una poción mágica capaz
de curar todas las dolencias del cuerpo humano que forma parte de las
leyendas del ciclo carolingio. Según la leyenda épica, cuando el rey
Balán y su hijo Fierabrás conquistaron Roma, robaron en dos barriles los
restos del bálsamo con que fue embalsamado el cuerpo de Jesucristo, que
tenía el poder de curar las heridas a quien lo bebía.
En
el capítulo X del primer volumen
de Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes, después de una de
sus numerosas palizas, Don Quijote menciona a Sancho Panza que él conoce
la receta del bálsamo. En el capítulo XVII, Don Quijote muestra a
Sancho que los ingredientes son aceite, vino, sal y romero. El caballero
los hierve y bendice con ochenta padrenuestros, ochenta avemarías,
ochenta salves y ochenta credos. Al beberlo, Don Quijote padece vómitos y
sudores, y se siente curado después de dormir. Sin embargo, para Sancho
tiene un efecto laxante, justificado por El Quijote por no ser
caballero andante. (extraido de esta web)
El
mito es demasiado parecido al de Dioniso que nos trajo el cultivo de la
vid, un regalo que robó a los mismos dioses para la elaboración del
vino y sus efectos tan distintos según quien lo tome. Hay algo en el
alcohol de incierto, un efecto mágico e impredecible y que hoy
podríamos reconocer en sus efectos paradójicos: no tiene el mismo efecto
según quien lo tome, o si es la primera vez o si no hay
acostumbramiento (hoy diríamos dependencia).
No es que el vino nos
lleve hacia la verdad pero es seguro que el vino nos lleva hacia la
verdad que nos gustaría poseer. De no ser -claro está- por ese fatídico
día después que a veces se adelanta y se funde con la embriaguez
propiamente dicha y nos lleva hacia el sueño, un psicopompo pariente de
Eros pero de sentido totalmente contrario.
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