Colaboración de Juan Medrano
Nadie duda que la ganancia de
peso se debe a un desequilibrio a favor de la ingesta alimentaria (y del
correspondiente aporte calórico) en relación con el gasto energético. En las
sociedades occidentales acuciadas por el sobrepeso, la lucha contra las
consecuencias de la obesidad se centra no solo en una dieta más organizada y
correcta, sino también en la promoción del ejercicio físico como estilo de vida
opuesto a los hábitos sedentarios tan comunes en nuestra cultura. Se promueve el
ejercicio porque se supone que conlleva un mayor gasto de energía, lo que
inclinaría el equilibrio hacia el consumo de grasa (reservorio calórico
privilegiado) y se conseguiría una reducción del peso. Sin embargo, los
estudios de Herman Pontzer y su equipo desmienten una y otra vez que, salvo
algún matiz que a medio y largo plazo no es relevante, hacer ejercicio ayude a
perder peso. Pontzer, que trabaja en el Hunter College de Nueva York, publicó
un primer
estudio que contradecía esta idea en 2012. Su experimento consistió en
comparar el gasto energético de un colectivo con importante actividad física
(los Hadza, cazadores – recolectores del Norte de Tanzania) con otro urbanita y
caracterizado por un estilo de vida sedentario: un grupo de sus conciudadanos
neoyorkinos. Para ello utilizó el método del agua doblemente marcada.
Este procedimiento, considerado
el “patrón oro” para calcular el gasto energético diario, fue desarrollado por
Nathan Lifson (1911-1989) y colaboradores a comienzos de los años 50 en la
Universidad de Minnesota. Aunque inicialmente se empleó para medir el gasto
energético en animales de laboratorio, a partir de la década de los 70 pasó a
ser utilizado en humanos, y ha sido ampliamente validado, hasta el punto de que
sirvió para calcular el requerimiento energético diario propuesto por la
National Academy of Sciences en 2002. Consiste en aportar agua doblemente marcada (2H218O)
que permite usar como trazadores isótopos estables. Al cabo de un tiempo se mide la eliminación diferencial de los isótopos deuterio (2H) y 18oxígeno
del agua corporal del organismo. Aproximadamente del 5 al 20% de estos trazadores
se pierde diariamente.
El deuterio permanece asociado a las moléculas
de agua y se elimina mediante la evaporación a través de pulmones, piel, y otras
vías de excreción y secreción. Asimismo, se diluye al agua no marcada o
“normal” que se incorpora a través de la ingesta de bebidas y alimentos y o que
se produce de forma endógena a mediante la oxidación de los nutrientes. Por su
parte, el 18oxígeno se elimina, como el deuterio, como integrante
del agua excretada, pero también como dióxido de carbono, puesto que el CO2
en los fluidos corporales se encuentra en un equilibrio isotópico con el agua
corporal. La tasa de eliminación de 18oxígeno
es
por lo tanto más rápida que la del deuterio.
A partir de
ahí, la diferencia entre las correspondientes tasas de eliminación permite
calcular la cantidad de CO2 producido y conocer así el gasto
energético aplicando las ecuaciones estándares de calorimetría indirecta. La
determinación de las curvas, requiere un mínimo de dos muestras posteriores a
la ingestión del agua marcada, sobre un período de varios días a varias
semanas, dependiendo de la edad del sujeto y del nivel de consumo de agua.
Un varón hadza de vuelta del curro
Pues bien,
lo que Pontzer y colaboradores encontraron es que aunque los Hadza hacían mucho
más ejercicio físico que los urbanitas occidentales, una vez realizadas las
necesarias adaptaciones al tamaño corporal, su gasto energético diario era muy
similar, a pesar de que el gasto metabólico ligado a caminar o al sedentarismo
era idéntico en ambos colectivos. Curiosamente, se produce el mismo hallazgo en
otras especies de primates, en las que los individuos salvajes (caracterizados
por niveles más altos de actividad física) no difieren sustancialmente en
cuanto a gasto energético diario de sus congéneres que viven en zoológicos,
donde su estilo de vida es más sedentario, al menos, en lo que se refiere al
esfuerzo desplegado para obtener alimento.
Un varón hadza recibiendo la visita de un pesadito de occidental
A partir de
ahí, nuestro autor dedujo que debía existir alguna forma de regulación
seleccionada evolutivamente, que mantuviera el gasto energético diario dentro
de unos límites estables, independientes de la actividad física. Desarrolló así un modelo de
“Gasto Energético Total (GET) Restringido”, en el que el GET oscila mínimamente,
frente al de GET Aditivo, según el cual con la mayor actividad física aumenta
linealmente el GET. En el modelo del GET Aditivo se da por supuesto que la
actividad metabólica basal se mantiene estable. El GET Restringido, en cambio,
propone que el incremento de la actividad física se compensa con una reducción
del metabolismo basal, de modo que el GET se mantiene aproximadamente estable.
El modelo de GET aditivo supone que a mayor actividad física (abscisas)
aumenta linealmente el GET (ordenadas), asumiendo que la actividad metabólica
se mantiene estable. El modelo de GET restringido postula que el aumento de
actividad física consigue un incremento del GET que alcanza pronto una meseta
en la que se mantiene a expensas de una reducción de la actividad metabólica
basal (ver: Pontzer H. Constrained total energy expenditure and the
evolutionary biology of energy balance. Exerc Sport Sci Rev. 2015; 43:
110-6. doi: 10.1249/JES.0000000000000048).
Como señala Pontzer, los estudios
en diversas especies apoyan un modelo de GET restringido, de modo que el
incremento de la actividad da lugar a un aumento inicial del gasto que se
compensa, tras una latencia, a expensas de una reducción del metabolismo basal.
Esto explica la elevación inicial del GET hasta alcanzar la meseta y, por ende
y trasladado a la lucha contra la obesidad, el limitado poder del ejercicio
para obtener la deseada pérdida de peso, ya que una vez alcanzada la meseta, no
consumiremos calorías a través del ejercicio, ya que lo que hace el organismo
es reducir el gasto metabólico basal para destinar energía a ese exceso de
actividad. En palabras de nuestro autor, la obesidad no es consecuencia de la
pereza, sino de la gula.
Gula
Un dato interesante es que los
primates nos caracterizamos por un menor metabolismo basal. En la vida, señala Pontzer, nada
es gratis, y la inversión en un rasgo supone inevitablemente retirar recursos
de otro. Los conejos tienen una capacidad reproductiva prodigiosa, pero mueren
jóvenes: lo que se gasta en procrear se retira del mantenimiento corporal. Los
primates tenemos un metabolismo basal más bajo, más lento y perezoso que otros
animales. Esto explica que nuestra tasa de reproducción y crecimiento, más
lenta que la de otras especies. Pero de entre los primates, los humanos tenemos
con diferencia el mayor gasto en metabolismo basal (400 Kcal superior a bonobos
y chimpancés; la diferencia es aún mayor en relación con gorilas y
orangutanes). Este exceso de gasto metabólico se dirige significativamente al
consumo energético del cerebro.
Mantener estable el GET tiene
sentido desde el punto de vista evolutivo. Al margen de la moda de hacer deporte
con intención de reducir peso, el incremento de la actividad física se ha asociado
siempre a situaciones en que se hace necesaria una dosificación adecuada de las
energías. Si es preciso incrementar el radio de los desplazamientos en busca de
comida porque no hay suficientes existencias en el entorno habitual, sería
contraproducente mantener el gasto mínimo (metabolismo) en sus niveles típicos,
ya que esto conllevaría una mayor demanda de una energía (alimentación) que,
precisamente, no está disponible. De esta manera, tiene lógica que procesos
como la cicatrización, la respuesta inmunitaria o la inflamación, se reduzcan
de manera drástica ante el incremento de la actividad física. En cuanto a la
ovulación se restringe por la falta de aporte calórico (hambre, anorexia mental)
y también por el estrés o el ejercicio extenuante.
Con estos estímulos, el que no hace ejercicio es porque no quiere… o no
tiene sentimiento
Pero se puede dar la vuelta al
razonamiento y, de hecho, Pontzer lo hace. El ejercicio físico no ayuda a
adelgazar, pero al hacer necesaria una adaptación a la baja del metabolismo
basal resulta ser un poderoso antiinflamatorio, ya que reduce factores que como
la PCR se asocian a riesgo cardiovascular. También limita la reactividad al
estrés, con beneficios claros para la salud. Asimismo, puesto que el modelo del
GET restrictivo nos enseña que el ejercicio impone adaptativamente una
reducción del metabolismo basal, tiene sentido que hacer deporte (mayor gasto
energético) se traduzca
en un aumento de la esperanza de vida de pacientes trasplantados, en los que
las calorías gastadas en actividad física no podrán tener salida en forma de
reacción inmunitaria de rechazo.
Aunque Pontzer no va tan lejos,
si volvemos a la ecuación ingesta / gasto, no solo tendremos que pensar en los
beneficios para la salud del ejercicio (que obliga a una reducción
compensatoria del metabolismo basal) sino también en si el exceso de aporte
calórico puede representar un combustible y acelerante del metabolismo basal.
Si así fuera podrían establecerse relaciones interesantes en las que la
obesidad, más que un factor causal, vendría a ser un marcador. El exceso de
ingesta, evidentemente, aumenta el peso (obesidad) al existir excedentes
energéticos que se almacenan en los adipocitos. Pero si estos excedentes
pudieran también activar mecanismos inflamatorios, exagerarían el “gasto en
inflamación”. El incremento de las alergias (se afirma que en 2050 casi la
mitad de la población presentará alguna) se asocia habitualmente a factores
ambientales y a la existencia de lo que podríamos llamar un “ejército
inmunitario ocioso” que, a causa de la higiene y de las vacunas no ha de
enfrentarse a amenazas reales en forma de patógenos y concentra sus esfuerzos en
ilusorios enemigos alérgenos. También puede pensarse que el exceso de energía
derivado de la ingesta abundante es rancho de primera calidad para ese ejército
ocioso, que podrá gastar más recursos en la reacción alérgica; cobra así
sentido la asociación
observada entre obesidad infantil y alergia. O que la obesidad (aumento de
peso por encima del 10%) se asocie tras el diagnóstico de cáncer de mama a un aumento de la mortalidad
que podríamos conjeturar se debe al surplus de energía disponible para el crecimiento
del tumor, en tanto que el ejercicio (reducción de peso y, sobre todo de
metabolismo basal) sea una forma de protección frente a las recidivas.
Obesidad, ejercicio y cáncer de mama
Todos estos razonamientos podrían
llevarse a la depresión. El ejercicio, sabemos, tiene una acción antidepresiva
que suele relacionarse con factores psicológicos (bienestar, satisfacción
personal) y biológicos (liberación de endorfinas). Sin negar unos u otros, es
cada vez mayor la impresión de la participación de mecanismos
inflamatorios en la patogenia de la depresión, y se asume que esta
respuesta inflamatoria es secundaria a factores ambientales. Pero la existencia
de abundantes calorías prestas a ser consumidas favorecería que se disparase
esa respuesta inflamatoria. Así, aunque la viscerotonía de Kretschmer se
relacionaba con factores constitucionales, podríamos pensar que la patología
afectiva de los pícnicos podría tener que ver más con su buen apetito que con
otros elementos. Igualmente, si la depresión guarda relación con la inflamación,
esta con la activación del metabolismo basal y esta, a su vez, con un elevado
aporte calórico, tal vez podríamos solucionar el enigma de cómo es posible que
esté aumentando la prevalencia de la depresión a nivel internacional a pesar de
que objetivamente las condiciones medias
de vida de la humanidad y su alimentación han mejorado notablemente en las
últimas décadas.
Herman Pontzer
La consecuencia de todo ello,
parafraseando a Pontzer, es que para mejorar la salud física y mental no hay
que poner en práctica la diligencia antídoto de la pereza, sino la templanza
que contrarresta la gula. Lástima que tan a menudo nos cueste tanto (a algunos,
más, todo hay que decirlo) desarrollar esa templanza.
¿Quién se deprimirá y quién mantendrá la eutimia?
Fuentes:
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Colaboración de Juan Medrano
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