martes, mayo 16, 2017

Cuestión de je je je....genes....

En el documental "Cuestión de Genes", que pusieron la pasada semana la 2 de RTVE, escuché por primera vez en mi vida –o eso me pareció- la expresión “el mito del gen”. Durante el transcurso del metraje aparecían personajes notables de la ciencia como James Watson, el codescubridor de la estructura de la molécula del ADN, o Edward O. Wilson y Richard Dawkins, prestigiosos biólogos evolucionistas, junto con otros científicos sociales con contribuciones menos relevantes a la ciencia como Charles Murray (entrevistado en su día aquí), coautor de The Bell Curve, o el economista y durante un tiempo rector de Harvard Lawrence Summers. ¿Qué tenían todos ellos en común?: en mayor o menor medida se suponía que habían defendido la idea de que los genes determinan en alto grado lo que somos. Desde luego no se decía nada de que formasen parte de una conspiración en la sombra, pero se les metía a todos sutilmente en el mismo saco: a Dawkins por decir, en El Gen Egoísta, que los humanos somos, como el resto de los animales, máquinas de supervivencia que obedecen a sus genes para que estos últimos se perpetúen, a Edward O. Wilson por un par de párrafos de su libro Sobre la Naturaleza Humana en los que parecía sugerir que las mujeres tienen más predisposición a tareas domésticas rutinarias y los hombres una mayor predisposición a pensar analíticamente, a James Watson por decir que la situación de retraso económico y social en los países negros de África probablemente no pudiera explicarse solamente por la historia u otras diversas circunstancias, a Charles Murray por dar a entender, con una serie de estadísticas, que había una diferencia de coeficiente intelectual entre los WASP ricos o de la clase media y los negros y latinos de los barrios pobres en la sociedad americana y a Lawrence Summers por sugerir que la mayor presencia de hombres en las carreras de ciencias duras se debían, al menos en parte, a que a los hombres se les daban mejor las matemáticas. Todos los malos de esta película estaban correctamente retratados con las manos en la masa o, mejor dicho, con la palabra en la boca (o sobre el papel). Dawkins así retratado, parecería, a todas luces un determinista genético puro, Edward O. Wilson y Summers un dúo de "machistas integrales", James Watson un racista repulsivo, al igual que Charles Murray, que además sería un clasista defensor del status quo económico….Y uno por supuesto siente la tentación de juzgar poco benévolamente declaraciones de cierta índole que, al margen de su incorrección política, resultan ser cuando menos científicamente incorrectas....al menos sacadas debidamente de su contexto.

Pero también se siente uno tentado, al ver el documental, a considerar seriamente de qué se supone que están hablando en el mismo: en su mezcla de churras con merinas, a Dawkins, que simplemente defiende desde siempre la teoría de la selección natural darwiniana, y la importancia de los genes como transmisores de la carga hereditaria, con Summers, que no merece ser considerado especialmente relevante en este debate, y sí, si acaso, en el de la gestación del crack económico de nuestro siglo por su papel como Secretario del Tesoro de EEUU. Tampoco tiene sentido mezclar al joven James Watson que descubrió junto con Francis Crick la estructura de la molécula del ADN con el actual Watson que aborda cuestiones de una mayor complejidad como las de la evolución de las sociedades y las diferencias raciales con menor tino y diligencia. No tiene sentido mezclar a Edward O.Wilson con Charles Murray, puesto que el primero fundó la sociobiología, una respetable rama de las ciencias biológicas que estudia todas las sociedades animales y su organización, incluida la humana, mientras que el segundo se refirió exclusivamente a nuestra sociedad contemporánea y a sus desigualdades, en un plano, digamos, más superficial. Pero todos van al mismo saco….defienden un elemento mítico, sí, como lo leen, algo que no es real, algo que es exclusivamente un concepto humano sin nada material que lo soporte, ni siquiera la dichosa molécula de ADN cuya estructura dilucidaron los Premios Nobel Watson y Crick. Según argumentan en el documental primero se creó un concepto, el de gen, y solamente después se pusieron a buscarlo frenéticamente en la naturaleza para dar contenido y sentido a dicho concepto. Así que cuando acaba uno el documental, si no tiene un asidero intelectual en el concepto de gen suficientemente fuerte, que vincule al mismo con toda una serie de realidades presentes y pasadas y la capacidad de hacer montones de predicciones futuras, puede quedar con la sensación de que, en efecto, el gen es un mito, de que no hay tal cosa fuera de nuestras cabezas, que como algunos personajes en el mundo de la biología (poquísimos) han metido la pata hasta el fondo al afirmar cosas que, indebidamente interpretadas, podían ser utilizadas en su contra desde el lobby de lo políticamente correcto, o han saltado a las conclusiones con insuficiente bagaje para apoyarlas, y además los medios han hecho su trabajo de simplificación y estupidización de todo lo relativo al estudio de la herencia biológica, hablando del gen del alcoholismo, o del gen de la delincuencia, resulta que, de repente, existe una corriente de pensamiento espuria que es puro determinismo genético y cuya única finalidad es perpetuar las desigualdades sociales, el machismo, el racismo y practicar la eugenesia a escala masiva. Pero detrás de todo este bombo y platillo de los buenistas ambientalistas inventándose muñecos de paja a los que atizar para su mayor gloria no hay más que propaganda política y un ambientalismo que responde perfectamente al guión de lo que en su momento llamó Steven Pinker, en La Tabla Rasa, Teoría Estándar de las Ciencias Sociales: la mente humana, por algún extraño misterio de la evolución, no debe su funcionamiento a los genes: tus ojos son azules o negros por los genes, eres más alto o más bajo por los genes (en parte…), también serás chino o caucásico, o una mezcla, por los genes…..pero tu mente es, en gran parte, producto del ambiente. Que su funcionamiento esté relacionado con la actividad de esa pulpa gelatinosa que flota dentro del cráneo que es un conglomerado espectacular de células especializadas y llamamos cerebro (otro mito, otro concepto, supongo, si se entiende que no sea ABSOLUTAMENTE plástico), debe de ser poco importante. Uno de los platos fuertes del documental, verdaderamente indigesto para estómagos delicados con los argumentos c(rudos), es la alusión al “fracaso” del Proyecto Genoma Humano para encontrar el número de genes que se esperaban produjese una mente maravillosa como la humana (pensaban en 100.000 y eran poco más o menos 20.000; ahí aparecen Francis Collins y Craig Venter diciendo algunas tímidas bobadas: "¡Oh, chicos, no esperábamos encontrar éso!"). Al margen de lo maravillosa que sea esa mente en comparación con otras mentes animales igualmente adaptadas a sus medios, no parece que sea preciso un gran número de genes, durante el desarrollo biológico, para crear un cerebro grande y con millardos de neuronas profusamente interconectadas. No hay que ser un prodigio con las mates, un “Macho Summers” (entiéndase esto como se quiera) para saber que con un poquito de combinatoria se pueden lograr infinitas posibilidades. Con 20.000 genes hay de sobra para hacer un humano, y acaso incluso para hacer humanos más racionales que los incapaces de ver algo tan elemental, humanos que no sean tan sistemáticamente tozudos de no ver, a pesar de la abrumadora cantidad de evidencia, que la unidad biológica de la herencia, el gen, está ahí, delante de sus narices….y en sus propias narices...funcionando….haciendo que algunas cosas les huelan mal.  

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