lunes, agosto 10, 2020

VIH (entrevista a Eduardo López-Collazo, parte II)

Eduardo López-Collazo

Teníamos vacunas y antibióticos. Habíamos erradicado al mayor asesino microbiano en serie del siglo XX, la viruela, siendo el último enfermo un africano. Sin embargo, por aquel entonces, una médico danesa destinada en ese mismo continente que nos vio nacer, moría tras un auténtico deterioro inmunológico. 

Aún no se había proclamado por prudencia la victoria contra las infecciones que representaban nuestras medicaciones y nuestro control sanitario, con el hito histórico del fin de la viruela. Pero al llegar la década de los 80 se hizo, y entonces saltó todo por los aires, en 1981. El paradigma colapsó: había una grieta en sus cimientos.  

Desde la última gran pandemia global, la de la gripe de 1918-19, se habían dado otras de mucho menor calado, y no pensábamos que nos fuéramos a enfrentar a otra tan mortífera, no al menos a una Pandemia. De hecho, al ciudadano medio perfectamente integrado y dado a la conformidad y a la comodidad que traían el desarrollo económico y las nuevas tecnologías, la aparición de una serie de graves casos de deficiencia inmunitaria en jóvenes de la costa este (New York) y Oeste (San Francisco) de EEUU, que mataba de forma horrorosa, aterradora y dolorosa, se pasó por alto, puesto que se observó que los pacientes eran hombres homosexuales, y de momento pocos. Resulta bastante repulsiva esa indiferencia desde un punto de vista moral, pero es un defecto característico de los "virtuosos" y de los perezosos. 

También resultaba ser una indiferencia estúpida, pues estaba propagándose una enfermedad mortal, cuya etiología se desconocía, y lo lógico hubiera sido preocuparse e informarse. Pero los seres humanos somos bastante miopes y estamos casi más plagados de prejuicios que de microorganismos (unos más que otros, pero todos). 

El número de afectados iba en aumento y los científicos serios no lo pasaron por alto: aquello era algo muy raro, nunca antes visto.

Se daba el dato curioso de que los pacientes de San Francisco morían de una enfermedad y los de New York de otra, ambas impensables en un adulto sano con las defensas medianamente fuertes. 

Al no morir todos de lo mismo, se llamó a la enfermedad, "síndrome" de la Inmunodeficiencia Adquirida (ya de sobra conocido como SIDA).

Una carrera contrarreloj se inició para aislar al agente infeccioso que provocaba esa alarmante y potencialmente letal caída de defensas en el organismo humano. En Estados Unidos Robert Gallo y su equipo, que investigaban unos misteriosos virus de ARN conocidos como retrovirus que atacaban a los linfocitos T y provocaban cánceres, y en Francia Luc Montagnier y Françoise Barré-Sinoussi, que conocían esos trabajos de Gallo, se pusieron a buscar un retrovirus. Finalmente el equipo francés aisló en 1983 al VIH (Virus de la Inmunodeficiencia Humana), y Gallo confirmó tras algunas disputas sobre el descubrimiento, que dicho virus era el causante del SIDA. Era en efecto un retrovirus, y atacaba a las células T, pero era más pequeño que los otros retrovirus hallados por Gallo y se centraba en los linfocitos T4, que son, por decirlo de alguna forma, esenciales en orquestar la respuesta inmunológica, a modo de directores de orquesta. 

Poco a poco se fue viendo cómo evolucionaba la infección. Taimado y paciente, el virus infectaba las células T4, que eran las encargadas de orquestar la respuesta contra él, cambiaba su ARN por ADN, con una herramienta molecular que llevaba en su cápside, llamada transcriptasa inversa, y se insertaba en el ADN del genoma del anfitrión, donde podía permanecer un tiempo indefinido. Al cabo de unos diez años de media comenzaba a replicarse salvajemente y a destruir desde dentro a las células T4 para pasar a infectar otras. Así, la población de Linfocitos T4 se veía claramente mermada, y la respuesta inmunitaria contra cualquier microorganismo, hasta el más inofensivo en circunstancias normales, o contra cualquier conato de tumor maligno, se quedaba en un ejército persa desorganizado frente a una falange macedónica ordenada encabezada por el mismísimo Alejandro Magno.

Y ya puestos a mencionar a personajes clásicos, compararé a nuestro entrevistado de hoy (que lo es por segunda vez, lo cual es muy de agradecer) con Virgilio, el poeta romano que guió a ése otro poeta italiano, Dante Alighieri, en la Divina Comedia, por el Infierno, el Purgatorio y el Paraíso, haciendo sólo creible el primero. Eduardo López-Collazo es nuevamente nuestro cicerone por el Infierno de una enfermedad y su Demonio, el VIH, a los que conoce bien como atento observador y que están en el centro de sus meditaciones muy a menudo.

Hoy, con la enfermedad precariamente contenida, seguimos esperando alguna fórmula que haga innecesario un tratamiento de por vida con inevitables efectos secundarios (aunque los peores de ellos se han superado). Podemos alegrarnos de esa contención precaria, más bien, en una vida, que camina sobre un hilo cruzando un abismo. 

Eduardo López-Collazo, Director Científico en IdiPAZ, nos habla del VIH, tras escribir un libro sobre el particular (¿Qué es el VIH? ) en  el que se mezclan la tragedia con la esperanza, la ciencia con la literatura, los recuerdos con las vivencias.

Sabemos lo difícil que le ha resultado respondernos en pleno auge del Sars-Cov-2, por lo que le agradecemos doblemente sus respuestas. 

Viriones de VIH vistos con microscopio electrónico


1.- Parece ya demostrado que el VIH pasó de los chimpancés a los humanos hace un siglo aproximadamente. Sin embargo la explosión de la enfermedad llegó en los 80. ¿Cómo podríamos explicar este lapso de tiempo tan largo?

El VIH infecta fundamentalmente a las células del sistema inmunológico: las defensas. Desde el momento de la infección hasta que hay una enfermedad evidente, en este caso hablamos del SIDA, pueden pasar hasta 10 años. Esto, unido a que los casos primeros se dieron en el continente africano, hizo que el mundo se enterara del salto décadas después de que ocurriera. Lo cuento todo en mi libro ¿Qué es el VIH? ¿Te lo has leído? (risas).

2.- Por supuesto Eduardo, de un tirón, y me ha encantado. Sigamos: el VIH nos llegó por los chimpancés, que lo portaban pero no enfermaban con él. En cambio el Ébola también parece que nos llegó a través de ellos, que perecían a este filovirus igual que nosotros. Evidentemente en el primer caso eran el reservorio natural, no así en el segundo (todo apunta, como indicas en tu libro, a una especie de murciélago). ¿No es importante estudiar estos virus en sus reservorios, que a fin de cuentas no enferman de ellos, para entenderlos mejor y entender la inmunidad a los mismos?

La investigación, sea cual sea, nos hace adelantarnos a las eventualidades. Los ejemplos son innumerables. Alguna vez he dicho, y hoy repito, que hay miles de virus listos para saltar al ser humano y provocar una pandemia, adelantarnos y estudiarlos en sus reservorios nos hará estar preparados. Pero investigar significa invertir dinero, y ya sabemos cómo afloran los nervios cuando pedimos subvenciones para salvar vidas y buscar un futuro mejor ¿Dónde está el rédito inmediato? Esa es la pregunta que se hacen. 

3.- ¿Qué proporción de los  por VIH terminan desarrollando el Síndrome de la Inmunodeficiencia Adquirida? ¿Qué esperanza de vida y salud hay hoy con los modernos antirretrovirales?

Esto depende de la localización del individuo infectado. En gran cantidad de países se dispone de medicación para controlar el virus, y los seropositivos se vuelven en “enfermos” crónicos. Uso las comillas porque pueden desarrollar una vida perfectamente normal, aunque tengan revisiones periódicas y deban tomar una pastilla al día. Sin embargo, hay áreas deprimidas del planeta donde esto no es posible. En este caso, los infectados con el virus desarrollan la enfermedad y mueren debido a la incapacidad que tienen de defenderse frente a cualquier agente patógeno que los colonice. En cuanto a la esperanza de vida actual de los enfermos medicados, puedo decirte que no difiere de la de la población sana, a igualdad en el modo de vida y en las comorbilidades. 


4.- Al igual que hay grupos antivacunas, existen grupos de activistas que niegan que el VIH sea la causa del SIDA. ¿Qué otro agente etiológico podría estar detrás de esta enfermedad si no es el VIH, o qué otro agente podría coadyuvar con el VIH si por sí solo no fuera suficiente? ¿Hay alguna evidencia que ponga en duda la ya bastante asentada evidencia de que el VIH es el malo de esta película? 

Siempre he pensado que dudar y cuestionarse las cosas son la fuente del desarrollo. Pero dudar y cuestionarse por el mero hecho de hacerlo es una práctica que denota poca inteligencia. Los datos son contundentes, el virus se ha aislado, estudiado, fotografiado, genotipado. Su presencia se ha correlacionado con la enfermedad tanto en pacientes como en modelos de laboratorio. Miles de laboratorios independientes han desarrollado proyectos con el VIH. Las teorías conspiratorias son tan atractivas como inútiles. 

5.- El psicólogo social canadiense Erwing Goffman desarrolló el concepto de Estigma, en un libro titulado del mismo modo. Se refería a la categorización de un individuo por parte de la mayor parte de la sociedad, como miembro de un grupo considerado inferior física, psíquica o moralmente, merecedor de asco o desprecio. Con la aparición del VIH entre los hombres homosexuales, el término acuñado en 1963 cobró plena vigencia......

Imagínate que antes de llamarlo SIDA lo llamaron cáncer gay. Gran parte de la población no le prestó atención porque parecía que sólo afectaba a ese sector “inmoral” e infrecuente de individuos. Dicho sea de paso, pertenezco a ese grupo. Luego se percataron que el VIH se transmitía por la sangre y las relaciones sexuales, con independencia de quienes se vieran involucrados. Para entonces ya el SIDA se había llevado miles de vidas. A veces, eso me recuerda lo que ocurre hoy con la COVID-19 y los jóvenes. Se creen que es algo que sólo afecta a los mayores. 

5.- Luc Montagnier descubrió, con la inestimable ayuda de Françoise Barré-Sinoussi, el VIH. Sin embargo en la nueva gran epidemia provocada por el Sars-Cov-2 ha afirmado que muy probablemente el virus fue creado en un laboratorio. ¿Qué crédito podemos dar a sus hipótesis?

Una vez más confirmamos que ganar un premio Nobel no te hace sabio. Montagnier y su grupo marcaron un hito al descubrir el virus. Mas luego le he escuchado hablando de homeopatía, de la memoria del agua y de la creación del SARS-CoV-2 en un laboratorio. No hay datos científicos que avalen estas tres cuestiones. En cuanto al posible origen en un laboratorio del virus que causa la COVID19, sólo te puedo decir que, hasta hoy, las evidencias no apoyan esta teoría. 

6.- Como experto en inmunología admites no haber podido centrarte suficiente en el VIH, pero siempre te ha seducido su estudio. Realmente un virus contra el que no se desarrollan anticuerpos eficaces y que penetra las propias células T del sistema inmunitario, y para el que además no se ha podido crear una vacuna, es a todas luces un virus que debería volver loco a un inmunólogo. ¿No es el "virus perfecto"?

Es el virus tonto que nos trae de cabeza desde hace más de 40 años. Lo llamo tonto porque al replicarse lo hace de manera imperfecta y genera mutaciones. 

Los avatares de la vida científica han hecho que no me haya podido concentrar en un proyecto sólido dentro del campo del VIH, tengo sólo tres trabajos en este sentido y de ellos dos publicados recientemente. En cambio, me he mantenido al tanto de todo cuanto avance se ha producido. Como dices, es un virus que reta. 

7.- ¿Por favor, podrías háblarnos un poco de los alucinantes inmunecheckpoints, tú que los estás investigando? 

Eso da para otra entrevista y ya es tarde (risas). Son unas moléculas capaces de modular la respuesta inmunológica, generalmente bloqueándola. Es decir, su presencia hace que las defensas se “cansen” y dejen de actuar. Un mecanismo perfecto para que los agentes patógenos y las células tumorales escapen de la vigilancia de los antidisturbios que te defienden. 

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